Los secretos del enebro

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MUKI’ICHARI, MUJER PALABRA

LOS SECRETOS DEL ENEBRO

“El secreto de la vida está en la poesía…” FECOVA

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NIÑO PÁJARO Allí donde las larvas hilan sus capullos, las telarañas se llenan de brillantes; la red de madreselvas la rescata y escapa de morir en el fondo del pozo. Manos pletóricas de nudos tejen cuna de cordel y cantos. Diestra en el bordado de sueños sobre pañuelos blancos. Junto al sauce donde se cruzan los conjuros medra en una casa de mimbre y buganvillas. Un pájaro de plumas tornasoles, con epígrafes de nubes en las alas, la requiriere de amores, le ofrece frambuesas, lirios blancos. Con el vaho de su aliento la doncella queda preñada. Un niño pájaro crece en sus entrañas, con los ojos cubiertos por la neblina del Norte, y los brazos tan fuertes como las alas de un halcón.

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ETAÍN Etaín tan bella como el orto, blanca como leche de cabra. Convertida en mariposa vaga entre las frondas, duerme sobre las ramas de los árboles que gimen, canturrea con el viento y las hojas murmurantes. Se convierte en el hada de los bosques, lucífera protectora del semen y del polen. La brisa la lleva hasta el castillo de Augus, los almendros aroman las alcobas y grita el pavo real. En su casa de flores canturrea la hechizada. Urde con fibras vegetales una hamaca. Dibuja a los Elfos, los invoca. Por las noches es mujer, frente a húmedas vidrieras goza del amor de los pajes y orgasma entre la grama. Se transforma en mariposa, en su alocado vuelo desciende en una copa donde se disuelven las llamas de la vid. Etar la bebe con el rojo vino, resbala dentro del otro cuerpo (donde alumbran los claveles) y llega a las entrañas para convertirse en la niña amada, la que tiene tatuada la locura, la del espíritu más viejo en la comarca.

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NIAM Niam, la del dorado pelo, la de las vestiduras de incienso le habla a Oisín con un sonido de címbalo: “Ven conmigo, a mi tierra, más bella que todos los ensueños, más bella que todas las turquesas, donde la leche de la yegua se derrama. Los ojos de los hombres tanto prodigio jamás han visto. En los ámbitos del alma hierve la dimensión del tiempo. Los frutos llenan las cestas todos los días del año y la flor del espliego abre su corola en las mañanas colmadas de misterio. Rezuman miel los troncos. Ni la muerte ni el dolor existen. La música late en los muros de las casas y los arpegios adornan las ventanas. Los caballos y los perros quimeras corretean. Los ojos de las mujeres devanan madreselvas, las manos de los niños son jacintos. Niñas de arroz arrullan el sueño de los hombres”. Oisín monta el corcel de las riendas cubiertas de estrellas, desaparece con el relumbre de la luna, transcurre entre los abetos, las semillas vuelan y las aves entonan las canciones del lugar donde crecen los ciruelos. “Tú serás el señor de la tierra donde nadie envejece. Tú serás el señor de Niam”.

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ÉL ESPERA Él espera sentado entre espinas a que nazca un varón con las predicciones escritas en la palma de la mano y los secretos de la espada grabados en medio de la frente. Ella dio a luz un ángel tenía en sus pupilas el secreto del enebro, tersura de malvas en su piel, y en las mejillas el atardecer de un solsticio de verano. Con hilos de amargura en la garganta ordena: “Ahogarla en el pozo del camino azul”. La vieja de las tres verrugas la rescata, nadie sabe ni sabrá ese secreto envuelto en la neblina. Para evitar que las miradas de los hombres resbalen por sus hombros y dejen sembradas inquietudes la anciana le fabrica una casa de mimbre y hierbabuena. Una joven tan bella como las gencianas borda con sus cabellos de azabache en la camisa de albo lino las iniciales del rey.

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EL PEQUEÑO PÁJARO Aparece una incandescencia en su mirada. Un pequeño pájaro entra por la única ventana de la casa de mimbre y hierbabuena, se oculta bajo la falda de la niña, queda preñada con la primera luz del alba, en su vientre hay esquirlas de lucero. El rey llora bajo las ramas del abeto.

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LA ÍNSULA DE ÁVALON En la ínsula de Ávalon surgen semillas aladas, bayas que calman la sed y el hambre de los náufragos. Soy náufrago, no encuentro la isla, asido al madero de mis sueños voy a la deriva, buscaba los tesoros y se llenó mi boca de algas y de sal. Buscaba el pez que tiene en su vientre un anillo de brillantes. Buscaba madreperlas y sólo encontré la soledad. El Señor de las Cosas Visibles e Invisibles así lo dispone. Tempestad en las playas donde el oro rueda.

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LA MUJER DE CRUDEN Soy la mujer de Cruden. Sentada junto a la leña que todavía no crepita, enciendo el fuego con un rezo. Tomo la harina y la mezclo con suspiros, la amaso con arándanos y nueces. Esa noche reparto pan entre los ciegos. Ordeño la cabra y guardo la leche para que fermente con la luna. Cubro el sagrado fuego con la frescura de la noche. Cruden me mira y me toma por esposa. Dice: “Ha llegado la bienaventuranza, mi mujer es una gacela, corre más que todos los venados”. Daré a luz y no quiero que me miren, me obligan a correr con los caballos, animales de ojos enlutados y crines de plata. Los miro en mis noches de insomnio, froto mi cara en su pelambre y beso sus cálidos belfos. Ganaré la carrera, llegaré con el viento del Norte a mis espaldas. Al final del trayecto daré a luz a los gemelos, quedaré con las pupilas nubladas de gardenias y las manos pletóricas de cantos. El rey vio el derrame del parto, todos sintieron el desmadejamiento y quedaron débiles, como una novia enferma de nostalgia.

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LAS VÍRGENES Las vírgenes parten, se convierten en pájaros tan blancos que al cruzar sobre las torres iluminan los días de borrasca. Tan blancos que sólo se pueden contemplar con los postigos entornados. Su canto trastorna a los hombres, se convierten en semillas de anís, en esencia o gránulos de trementina. Una pareja guía la bandada, une sus alas con una cadenita de plata, tan brillante como la mirada del cíclope que habita la cueva del acantilado. A su paso las cabañas se convierten en palacios, el agua cristalina en sangre, el pan en carne, en un pez tornasol el arco iris, y los pájaros en doncellas para el goce de los hombres.

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EL ANILLO DE SALOMÓN Busco el anillo de Salomón. Como Jonás seré engullido por una ballena, en los resquicios de su cuerpo viviré, me revolveré en sus entrañas, me acostumbraré a esas blanduras, un día saldré por la fuente de su lomo. Busco el anillo de Salomón, está cerca del corazón de un pez. Por el brillo de su piel sabré, por sus escamas iridiscentes sabré, por sus ojos de infinita tristeza sabré. Buscó el anillo de Salomón entre los tentáculos de la anémona, entre los vaivenes del mar. Con mi anzuelo atraparé un pez y en su vientre encontraré la sortija con el brillante azul.

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EL ANZUELO DE ORO Un anzuelo de oro tengo, atrapo los nardos de los sueños. Hipnotizadas flechas las olas. La espuma, magnolia de verano. Esquirlas de cobre entre la arena. OJO La soledad de la espuma me trastorna. Picos y aletazos en la espera para encontrar el camino de la estrella. Los hipocampos disecados se exhiben sin pudor alguno en las vitrinas de los pescadores. Tengo un anzuelo de oro para atrapar la luz de las mañanas, para quitarle la guadaña a la muerte que últimamente me persigue.

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SEÑOR DE LAS COSAS INVISIBLES Estoy aquí porque conocí al Señor de las Cosas Invisibles. Se incuba el peor de los ciclones, llegará a todas las almas moribundas, a todas las conciencias en llamas, a todas las manos vacías de ternura. El Señor de las Cosas Invisibles, el que tiene los secretos del fuego y de las aguas, dispone que se derrumben las espigas, que se rompan los mástiles del cielo, que se abran grietas en la tierra y se cansen los árboles sin hojas.

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EL PUENTE Intento cruzar el puente, soy devuelto a mi origen, quiero partir a la tierra de las sombras con un escudo de plumas y reflejos, aprender a pintar y domar la dimensión del horizonte. Dibujo tres palmeras y una manzana roja. Con mis cabellos redes y lianas tejo, intento cruzar otra vez el puente, abajo las aguas turbulentas. Rebaños de algas ofrecen: las menudencias que sostienen la vida, monstruos que mancillan flores y devoran los escombros. El puente se levanta y temo caer, beber mis propios fluidos, volver a mi origen, a ser polvo delirante en el herrumbre.

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DREIDE Y NAISI Deidre escapó con Naisi hasta la tierra de todas las congojas. Hasta ella tres pájaros llegaron con las plumas teñidas con vetas de agua, con tres gotas de miel entre los picos, con un aleteo que parecía un rumor de soles, con un temblor de venado en agonía. Los ojos engañan, los ojos miran girasoles, los ojos se deslumbran con las sirenas y los oídos se abren a las notas de su canto colmado de amarillos. Otra vez corre la sangre. Esa noche decapitan a sus hijos y ella se convierte en la más humilde de las hierbas, trastoca en ceniza, verde brizna, amarga pócima de ortigas. Vuelve a ser mujer, obligada por oxidados crucifijos, por leyes como gorriones ciegos. Vive con el asesino de sus hijos, entre los torbellinos de su mente, en una cueva llena de tarántulas. Con las uñas macera la carne de sus pechos, bebe ponzoña de alacranes, de alimañas venenosas se alimenta para que la semilla no germine en su vientre que antes fue latido. Hace tiempo Naisi duerme entre las larvas obcecadas. Ella muere en su tumba, le ofrenda la amapola de su carne. Florecen en dos álamos de nácar junto a la breva que cercena los contornos.

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SOY LA SERPIENTE… Soy la serpiente que custodia las manzanas. Hebra de luna para tejer quimeras. Heno que cubre las ramas más desnudas. Pétalo de azalea en un solar desierto. Murmullo durante el retozo del abad. Lanza de los siete combates soy. Águila que anida en montaña de viento. Lágrima que nunca resbala. La más hermosa genciana en el jardín del desconsuelo. Corza que juguetea entre los setos del mago. Laguna llena de ardorosas buganvillas. Salmón desovando palabras a contracorriente. Signos imantados con esquirlas de estrella. Soy la flecha que persigue el corazón del halcón. Chispa que enciende la hoguera de los arrepentidos. La que conoce la edad de la tierra, la que mira la cara oculta de la luna, la que acompaña al sol en su camino, la diosa con corazón de tierra soy. La que puede levantar las aguas. La madera de sándalo que aroma la cama del rey. La oración que se pronuncia para deshacer las tempestades. Soy la palabra morada de la sabiduría. La que alcanza el ágata del fuego. La que cabalga con el viento de los pájaros. Árbol añoso en el camino de los desvalidos. El sueño sonámbulo de todas las mujeres. La que un día, sin nombre, será ceniza.

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LA TELARAÑA Tejo una telaraña con ramas de sauce blanco, crines de caballo, perlas, lágrimas y cuentas de cristal. Nuestra vida se parece al círculo del sauce, al corazón del agua: punto de partida, punto de retorno. Aún cuando acechemos las cumbres, y fuerzas diversas nos mal guíen, llegaremos al mismo sitio, con las manos vacías de madroños. Si nos guía la bienaventuranza, dejaremos un aroma de sándalo. Plegarias y bálsamos servirán para aligerar el paso, para mirar sin bruma el horizonte. Empiezo a tejer mi telaraña de fuera hacia dentro, para llegar al centro es necesario expulsar: las aves negras de la desolación, los gusanos que desmenuzan mi carne, las alimañas que alimentan mi sangre, Atrapar las visiones de los unicornios (sólo se miran en las tardes de abril), . atrapar ensueños con sabor de almendra y aromar sin miedo las esquinas. A la entrada de mi casa estará la telaraña, para detener a las arpías. En la cabecera de mi cama los pensamientos serán fértiles racimos.

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TUAN Tuan se transforma en jabalí, lo inunda la ardentía de sus testículos, con la fuerza de un tornado se revuelve mientras Arduina lo monta, recorre los bosques más umbríos, las pezuñas se impregnan de querellas, olfatea las huellas de los Elfos que se pierden en la entraña de la piedra. Tuan se transforma en corzo, mimetiza con el ocre de las hojas, se recuesta junto a los sonámbulos. Estridulan en la noche que no tiene cicatrices. Tuan se transforma en águila y tiene en el pico el estruendo del relámpago, el fuego que escinde la madera, la electricidad de todas las nubes, la fuerza de una tormenta donde reman almas. Él sabe: los vientos los provoca el águila que se encuentra en medio del cielo, donde se inscriben amargos los susurros. Tuan se transforma en gavilán, resucitarán los asombros azules de los gansos, el negro fulgor de la memoria, la niña virginal en abandono, volverá el eclipse y nacerán albinos, enanos pelirrojos con los párpados sin sueño. La demencia derramará su copa. Tuan se transforma en pez de río, lo devora una mujer de cabellera roja y recobra su humana forma en el claustro donde: germinan las almendras, la sangre rezuma y tonifica se forja el destino de los seres, se recibe la Gracia para llegar al ángel. Los lilas tienen fulgores de galaxia. Tuan se transforma en salmón remonta las aguas y los sueños, escapa cien veces del anzuelo de los ángeles, lo atrapa la fulgurante mirada de una ondina, lo rodea con redes de caprichos, 20


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lo seduce con el ritmo de sus senos. Tuan se transforma en salmón. Una bella princesa lo degusta, come su cuerpo con lascivia y parsimonia, se afilan las espinas de marfil, del esqueleto brotarán fosforescencias, mientras las luces hablan de las flores. La rosada pulpa en sus entrañas en feto se convierte, flota lujurioso entre las sales, escucha su canto de sirena que cincela el laberinto de su oído.

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EL CÁLIZ El útero es el cáliz que contiene la canora sangre, el agua insomne de los mares, el germen endeble de lo eterno; donde el Verbo vibra inaugural, donde se delinean imágenes de soles. Nacerá el Niño, su destino: la espada, buscará no los perpetuos abalorios ni el oropel de los palacios, sino la sagrada copa oculta entre los pliegues del espíritu. El que lo encuentra alcanza eternidad, reencarna en un ave y remonta cimas o en un pez insobornable ante las redes. Donde primero vibra el Verbo nos reencontraremos con la mirada vacía, para llenarla de magentas o de rojos, para escribir con signos los sonidos, para vislumbrar los anagramas de los árboles. Contiene la sagrada sangre: está en donde menos lo esperamos, quizá en una cuerda destemplada, en la locura intacta del gemelo, en el éter que circunda a los geranios, en la soledad del espárrago, en la lengua de los insectos amarillos o en el hijo que devora lentamente al padre.

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EN BUSCA DEL CÁLIZ Cada ser humano lo busca como una tarea imprescindible, en medio del ascenso a la montaña, entre la enredadera de campánulas azules en el fondo de los ojos del tiempo carcomido, en el tragavino de los blancos alcatraces, en la cesta escondida bajo las frondas del romero. Oculto entre las grietas del espíritu causa desasosiego de naufragio, siembra pastizales, y salvias encendidas. Si lo encuentra alcanza inmortalidad, rueda por los siglos, guijarro inacabado, máscara perpetua, oración inconclusa, amaranto deslumbrante, desencajada hoja de marrubio, tiniebla de ciprés, absoluto apego a la neblina. Tortura, inmolación perpetua.

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LLEGÓ LA BRUJA CON UN LAGO En la comarca no había lagos con cristales de amatista, ni arroyos que cantaran con la luna o con los duendes. Un lago de endrinas ondas ayer amaneció, retornamos al recuerdo del clamor del agua y lleno el valle de trashumantes gambusinos. Donde se cosechaban los frutos con el código secreto, los granos con las cáscaras intactas de quimeras y las hojas donde escribía la clorofila los trazos de la vida, allí apareció. Las plumas de las aves como desafinadas cuerdas se dieron por vencidas ante el azul que escinde los espacios. Las libélulas perdieron el camino hacia el huerto donde los arándanos florecen. Las conejas enloquecidas buscaron el filo del tiempo para dejar a sus crías guarecidas en clepsidras. Una bruja llegó en la madrugada con las aguas bajo el manto y el lago quedó allí, como si el tiempo fuera una cuenta de azabache, como si la Gracia no existiera ni en el beso ni en la rama. Así será hasta que aparezca la Luna negra, cuando se pierdan los ruiseñores en el humo, cuando las acacias cierren los ojos del viento, cuando se refleje 24


en sus aguas mi esqueleto en la noche que seguirá a la eternidad.

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FIMN Y LA CIERVA Corre la cierva entre los trazos de la grama, los perros van tras ese pelambre que refulge, rabiosos mastines la olfatean, estremecida ante el acoso se detiene. Fimn la vida le perdona, ella lo sigue mansamente, con el espejo del sudor sobre sus carnes. Se recuesta sobre sus pies de lirio y azucena. En sus pupilas todos los turbiones. Acurrucada entre las guedejas del cordero, con la piel sembrada de temblores, una bella mujer lo aguarda con los senos como dos caracolas de espuma y en los ojos todas las violetas del destino. Tierna como la melodía que entona la calandria durante la canícula acitronada del verano. Dócil como una torcaz de quebradas alas. “Soy Saba, tu mujer, estoy aquí para guardar tu semilla y ofrendarte mis granadas, para que rieles mi piel y bebas en el cuenco de mi mano”. Él partió a buscar los damascos más preciados, a derribar los muros de la sangre. Cruzó los páramos donde viven los leprosos y fue a buscar el diamante oculto en el romero. La volvieron a tocar con una rama de avellano. Cuando regresó, Saba era otra vez la cierva, la que comía en el pesebre y cohabitaba con las bestias. Ella huyó y se refugió entre los helechos con su locura de pájaro extraviado, con su piel desgarrada, con el corazón cubierto de calina.

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Fimn buscó a Saba durante siete años, siete años en húmedas cañadas, siete años con la muerte en el carcaj, siete años con la lengua llena de salitre y las manos vacías de mar. Al pie del árbol que perfuma perdices y trasuda miel encontró a un niño sin vestido ni sandalias, con el pelo alborotado pero lleno de estrellas. En sus pupilas se habían arracimado todas las gencianas y en su piel medraba el alba. “Yo no conozco padre o madre, sólo sé que fui amamantado por una cierva con los ojos claros como un descubrimiento y el aliento tibio como la leche que mana de las diosas. Ella me cuidó entre las setas rojas del bosque y me calentó con su vaho durante el invierno”.

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LOS MOUROS Los tesoros de los bosques los custodian los Mouros. Soy su amigo. Los ayudo a mezclar las hierbas, a labrar cruces de bronce, a macerar las flores, a conservar las escamas de las mariposas entre los folios infinitos de la acacia, a vigilar caminos para que no se quiebren. Ellos me dan monedas de oro, un tarro de miel con pétalos de hortensia, redes para cazar recuerdos olvidados, la brújula para encontrar adelfas, tres cabellos de hada para soñar amores, agua del vientre de la montaña donde moran los deseos, y sobre las hojas amarillas de un amate OJO el esbozo de una estrella azul. Son repulsivos los Mouros, mas cuando te acostumbras a mirarlos, a respirar lo espeso de su aliento, en el fondo de su pupila se devela: una luz que alumbra el azar de la migaja, un resplandor de ópalos, una eclosión de magentas y morados.

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PROCESIÓN DE HUMOS Aparece una procesión de humos y borrina, almas en pena me nombran, me requieren, debo acompañarlos por los caminos negros, por la vereda de carbón donde se calcinan los gusanos. Encuentro un atrigado perro en el camino, se empareja con los muertos. Cada ánima lleva una luz para marcar los vahos y la ceniza, para mirar las cuencas vacías de ilusiones, la piel reseca de caricias y los pies cubiertos de alacranes. Se extiende el olor a cera como el agua cuando se derrama, como se esparce el sorgo entre las aves. Cargo una cruz de plata, un caldero hirviendo de culebras. No sé hasta cuándo encontraré relevo, otra alma atormentada que circule por los cardos, se ahorque al amanecer con el canto de los gallos, con una daga se parta el corazón en dos, tome la copa fatal con el olor de las almendras, deje tirados por el tiempo uñas y cabellos y los ojos de los días enterrados en los labios.

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LA COSTA DE LA MUERTE De las húmedas tierras vengo para llegar a la muerte cotidiana y renacer con el alma de las formas; empiezo a morir en el útero, agonizo en los acantilados donde los grises soberanos se empalman a las cosas. Aquí termina la tierra del susurro donde: los temporales hacen trizas las barcazas, el relámpago incendia manantiales, se esculpen los silencios, vigila el ojo del cíclope, duerme la ceniza de las algas. Tierra triste y húmeda, el orvallo se queda para siempre y la bruma construye sus castillos. En el fondo de las aguas barcos hundidos por el sueño, marineros cegados por la sal y las madréporas. Ellos confundían las luces con estrellas y encallaban en los arrecifes mientras la muerte se guarecía de las sirenas. A pesar de las luces que titilan, a pesar de que ofrendan el camino de la luz, esta sigue siendo “La costa de la muerte”

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LA SABIDURIA DEL UNICORNIO La sabiduría del Unicornio hace brotar el canto de los ríos, las plegarias en las manos, melodías en todos los hormigos, (la lengua escritura la arena del desierto) conjuros para que nazcan ojos como ramas, los cantos herrumbrados de los monjes, los guijos secretos de las almas, el sudario de las hojas en el orto, la clorofila que celebra los sabores. En el ovario los genes del milagro.

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BAJO EL SAGRADO SAUCE Bajo el sagrado sauce el niño se torna colibrí; el gato negro, luz de luna; los pájaros, hachas de sangrante corazón; el mar, copulación de estrellas. Bajo el sagrado sauce me desvisto con el sigilo de un abad, unjo mi cuerpo con pomadas, escalo el entramado de la magia. Mis pezones adivinan tu presencia, mis manos saladas de recuerdos te reciben, abro mis muslos cardados por los años. Oficias en mi vetusta carne.

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ÍNDICE 4 NIÑO PÁJARO 5 ETAIN 6 NIAM 7 ÉL ESPERA 8 EL PÉQUEÑO PÁJARO 9 LA ÍNSULA DE ÁVALON 10 LA MUJER DE CRUDEN 11 LAS VÍRGENES 12 EL ANILLO DE SALOMÓN 13 EL ANZUELO DE ORO 14 SEÑOR DE LAS COSAS INVISIBLES 15 EL PUENTE 16 DREIDE Y NAISI 18 SOY LA SERPIENTE 19 LA TELARAÑA 20 TUAN 21 22 EL CÁLIZ 23 24 26 28 29 30 31 32

EN BUSCA DEL CÁLIZ LLEGÓ LA BRUJA CON UN LAGO FIMN Y LA CIERVA LOS MOUROS PROCESIÓN DE HUMOS LA COSTA DE LA MUERTE LA SABIDURÍA DEL UNICORNIO BAJO EL SAGRADO SAUCE

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EN BUSCA DEL CÁLIZ LLEGÓ LA BRUJA CONM UN LAGO FIMN Y LA CIERVA

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