La Granja John Grisham

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El segundo lanzamiento fue todavía más lento, y Tally deslizó la pelota, que pasó rodando por delante de Pepe en la tercera, y conseguimos poner un jugador en la primera base. —Bate, Luke —dijo mi padre. Me acerqué a la base con toda la confianza de un Stan Musial, en la esperanza de que Cowboy no me enviara bolas fuertes. Había permitido que Tally tocara la pelota y seguramente haría lo mismo conmigo. Estaba en el banquillo del entrenador, oy endo a miles de entusiastas hinchas de los Cardinals corear mi nombre. El estadio estaba lleno a rebosar, Harry Caray gritaba contra el micrófono… miré a Cowboy a unos tres metros de distancia y se me paró el corazón. No esbozaba el menor atisbo de sonrisa. Sostenía la pelota con ambas manos y me miraba como si estuviera deseando arrancarme la cabeza con una bola rápida. ¿Qué habría hecho Musial? ¡Balancear el maldito bate! El primer lanzamiento también se efectuó por debajo del hombro, por lo que empecé a respirar de nuevo con normalidad. Fue alto, y o no intenté batear y el coro de los mexicanos lo comentó animadamente. El segundo lanzamiento se efectuó por debajo de la línea media, y balanceé el bate hacia la valía del exterior izquierdo, situada a diez metros de distancia. Cerré los ojos y bateé en honor de los treinta mil afortunados espectadores del Sportsman’s Park. Y también en el de Tally. —¡Strike! —gritó mi padre, levantando demasiado la voz para mí gusto. Pues claro. También traté de dejar pasar el tercer lanzamiento y, cuando Rico devolvió el lanzamiento, me enfrenté con el horror de haber dejado pasar dos strikes. Un strike out era impensable. Tally acababa de darle muy bien a la pelota. Estaba en primera base, deseando que y o pusiera la bola en juego para que ella pudiera avanzar. Estábamos jugando en mi campo, con mi pelota y mi bate. Toda aquella gente estaba mirando. Me aparté de mi base, pensando con angustia en el strike out. De repente, el bate me resultó mucho más pesado. El corazón me golpeaba en el pecho, y notaba la boca seca. Miré a mi padre como pidiéndole ay uda y él me dijo: —Vamos, Luke. Dale a la pelota. Miré a Cowboy y vi que su sonrisa era todavía más antipática que antes. No sabia si estaba preparado para lo que me iba a lanzar. Retrocedí a trompicones hacia la base, me rechinaron los dientes y traté de pensar en Musial, pero no las tenía todas conmigo cuando me dispuse a batear una bola muy lenta. Mi tercer fallo fue recibido con un silencio sepulcral. Arrojé el bate, lo recogí y no oí nada mientras regresaba a mi equipo. Noté que me temblaban los labios y me esforcé por no llorar. No podía mirar a Tally, y mucho menos a mi padre. Hubiera deseado regresar corriendo a casa y cerrar todas las puertas. Trot fue el siguiente. Sostenía el bate con la mano derecha, justo por debajo


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