Transductores. Pedagogías colectivas y políticas espaciales

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neoliberal, que lamentaba la “dependencia” de los países del Tercer Mundo de la generosidad occidental. Para recibir el apoyo del Banco Mundial o del FMI se obligó a los países a ceder el control de sus asuntos internos y a plegarse a los dictados de las políticas económicas neoliberales que exigían la privatización de empresas públicas, la suspensión del proteccionismo y del control de precios, la reducción o eliminación de la asistencia social y de los servicios públicos y la apertura de sus economías a la inversión extranjera. Esta “terapia de choque” convertiría al país receptor en un duro régimen mercantilista que hubiera sido imposible imponer plenamente en Estados Unidos o en Europa. Los resultados, desde Sudán a Tanzania y desde Argentina a México, fueron deprimentemente similares: aumento de la desigualdad y los desórdenes sociales, incremento de las tensiones sociales y las diferencias étnicas, crecimiento del paro y una rampante depreciación de la moneda. A pesar de su funesto historial, la política de ajuste estructural había surgido en los años 90 como el “sentido común” del desarrollo global y una de las manifestaciones más visibles de una naciente ideología neoliberal que estaba transformando también las políticas locales de los países del mundo desarrollado (bajo la guisa del “neoconservadurismo”).7 Uno de los objetivos primordiales del neoliberalismo es erosionar la autonomía de las instituciones públicas, que se conciben como representativas de un espacio de articulación colectiva potencialmente resistente al impulso privatizador de la economía de mercado. En la práctica, esto ha implicado un asalto a todas las formas de colectividad o solidaridad que cuestionan los imperativos del capital, con excepción de las formas ideológicamente obedientes de la religión organizada. Las instituciones estatales (entidades legislativas, agencias reguladoras, escuelas públicas, programas de asistencia social) han sido un objetivo prioritario. En Estados Unidos, donde el impulso privatizador está quizá más avanzado, una alianza de republicanos corporativos y de cristianos fundamentalistas se ha aplicado sistemáticamente durante veinte años a debilitar o eliminar la regulación gubernamental del sector privado, a desmantelar la educación pública y a eliminar servicios para los pobres y la clase trabajadora. En particular, aspiran a socavar la capacidad del Estado de ofrecer un espacio en el que las desigualdades sistemáticas sean reconocidas, legitimadas y combatidas mediante las políticas, la regulación y la reforma institucional. La Primer Ministro británica, Margaret Thatcher, exponente temprana de la visión neoliberal, hizo una famosa declaración según la cual “la sociedad no existe”.8 Es decir, más allá del mercado y la familia no hay nada, ninguna forma de reciprocidad u obligación social, ningún espacio de acción e intercambio colectivos. Como sugiere la cita de Thatcher, la sociedad civil como tal no tiene relevancia alguna en la visión neoliberal. Es precisamente en este contexto en el que hay que entender la práctica colectiva y colaborativa contemporánea. Los artistas de todo el mundo son cada vez más conscientes de lo que está en juego en este vaciado del espacio, la acción y el discurso públicos. Es por esto también por lo que han surgido diversas formas y prácticas organizativas públicas y cuasipúblicas (las acciones de agencias no gubernamentales, -------------------------------------------------------------------------------------------7. Debido en parte a la publicidad negativa que recibió el “Programa de Ajuste Estructural”, fue rebautizado como “Iniciativa Estratégica para la Reducción de la Pobreza” en 2000. Sin embargo, la estructura fundamental del programa permaneció intacta. 8. Entrevista de Douglas Keay a Margaret Thatcher, Women’s Own (31 de octubre, 1987), págs. 8-10. 32


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