1 Dictados: Uso de «b»/«v» 1 Llevaba Xð
ya varios años en El Dragón, pensando algunas veces en abandonar aquella vida. La tripulación cambiaba constantemente; nosotros los vascos, en un período largo seguimos siendo los mismos, hasta que en uno de los viajes se fue Ugarte, el piloto, y lo sustituyó otro, con el mismo nombre y apellido. En barcos como aquél no había que fiarse de los nombres ni pedir los papeles a nadie. Cada cual se llamaba como le parecía; yo mismo cambié de nombre; no quería que, si me llegaban a ahorcar, el apellido de mi padre saliera a la vergüenza pública. Entró el nuevo Tristán en Batavia, adonde habíamos ido a desembarcar unos negros. No era el nuevo piloto un canalla, como el anterior, insolente y envidioso; parecía, sí, un poco sombrío y triste. Había navegado en barcos de buenas compañías; pero se le había muerto la mujer, según dijo, y estaba desesperado, deseando vivir a la ventura para olvidar sus tristezas. El nuevo Tristán calculaba los errores de la estima de las observaciones del sextante, tomaba la altura del sol, y en unas tablas hacía sus comprobaciones para encontrar la altura y la latitud. Zaldumbide, que conocía bien a la gente, le trataba con gran consideración, y el piloto y el capitán se reemplazaban en las guardias, como iguales. Pío Baroja, Las inquietudes de Shanti Andía.
2 Yo había Xð de París,
alquilado, el verano pasado, una casita de campo a orillas del Sena, a varias leguas e iba a dormir allí todas las noches. Al cabo de unos días, trabé conocimiento con uno de mis vecinos, un hombre de treinta o cuarenta años, que era el tipo más curioso que nunca había visto. Era un viejo remero, pero un remero empedernido, siempre en el agua. Debía de haber nacido en un bote, y seguramente morirá en la remadura final. Una tarde que paseábamos a orillas del Sena, le pedí que me contara algunas anécdotas de su vida náutica. De inmediato mi buen hombre se animó, se transfiguró, se volvió elocuente, casi poeta. Albergaba en el pecho una gran pasión, una pasión devoradora, irresistible: el río. ¡Ah!, me dijo, ¡cuántos recuerdos conservo de este río que ve usted deslizarse ahí, cerca de nosotros! Ustedes, los habitantes de las calles, no saben lo que es el río. Guy de Maupassant, Sobre el agua.
de las puertas se muere el viento, y hasta el abrigo sobra en invierno. Cuando te inventas la lluvia y el barco se aleja, la comadreja se vuelve nutria. Y desde el alba hasta el ombligo se dibujan tus vuelos de verano. Porque pedaleas en la palabra y te peleas con su viejo vacío, porque de los papiros nace el Nilo y las pirámides fueron de arena. Debes lavar tus viejos verbos antes de verlos desbocados, debes librar tus batallas antes de que te libere la muerte. Vine a decirte que me iba, de vuelta al valle, donde crece la hierba, frente a la cabaña en el bosque. Brillas y te levantas, con el balón entre las manos, y en tu boca viven sus lágrimas furtivas. Olvidas los besos, las verrugas y el sabor del sable en la arena. El gran vidrio te espera. Enrique Lobo
Dictados
3 A veces, de las ventanas vuelan aviones vacíos y a través Xð las bicicletas te llevan veloces contra las nubes porque
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