La solemnidad absurda – Mario Damián Hernández

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La solemnidad absurda Mario Damián Hernández



La solemindad absurda Mario Damián Hernández


La solemnidad absurda Primera edición digital, 2021 D. R. © Mario Damián Hernández D. R. © Monomitos Press Tijuana, B. C., México Viisita https://issuu.com/monomitos Diseño y edición: Néstor Robles Foto de portada: Pexels Colección Departamento de Mostros Perdidos


contenido Prólogo El infierno de El Dado La luna oculta Año 1889 El ladrón de palabras: Un monólogo Respuesta de El Dado Un chiste de verdad La jueza y los trillizos El hexágono amoroso: Una carta y una obra teatral Año 21: El año de la Tierra y la Gran Obra

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Prólogo

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sta colección de relatos es una introducción breve a un universo ficticio que, de acuerdo con sus propias leyes, es prodigiosamente expansible. El personaje conocido como El Dado, es un artista multifacético condenado a un infierno perfectamente irónico y cruel: pasar la eternidad actuando en un teatro completamente vacío. Si bien, Sartre famosamente dijo que el infierno es la presencia de otras personas, el infierno hecho a la medida para El Dado es la ausencia de otras personas, de espectadores. Me parece que el resultado inevitable de tal situación es un gradual descenso del protagonista hacia el delirio total. Por lo tanto, eso es precisamente lo que le ocurre. Para El Dado, en su previa existencia terrenal, la fantasía fue tan innata, tan indispensable, como la respiración o la ingesta de alimentos. Este impulso, en última instancia esclavizante, permanece con él en el inframundo. Si bien, en vida hubo quienes lo tildaron de lunático, ahora en el plano infernal su locura es indudable. El primer cuento describe la “tabula rasa” sobre la cual existen los demás relatos. Sucede en el año 1889; un año 7


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peculiar, debido al fallecimiento y el nacimiento, respectivamente, de dos personajes verídicos. Se trata de un filósofo y un líder político, cuyos nombres malamente aparecen juntos con frecuencia. No revelaré aquí la identidad de estos dos individuos. Basta una búsqueda rápida por el ciberespacio para saber a quiénes me refiero. Lo mismo aplica para Samael y Lilith, el significado del número 22, y varios otros elementos que parecen arbitrarios a primera vista, pero no lo son. Junto a estos, he incluido algunos elementos bastante reconocibles, pero no sin haberlos rejuvenecido, por así decirlo, con ideas que los hacen parecer extraños y misteriosos, a pesar de su familiaridad. Esto es solo el comienzo. Para aquellos que lean estos relatos y deseen conocer mas del universo en el cual se desarrollan, les prometo que hay mucho más que contar.

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El infierno de El Dado

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ño 1889, cuando el profeta enloqueció, y nació el ladrón de sus palabras.

¿Qué puede ser peor para un comediante, que pasar la eternidad contando chistes en un teatro vacío? Ese es el infierno del cantante, el actor, el bailarín, el mago, el payaso, en fin, de cualquier artista que depende de una audiencia. El Dado domina todas esas artes, mas no es escritor. No es el profeta, o el ladrón de sus palabras. ¿Por qué ser dependiente, viviendo de los ruidos y semblanzas de una audiencia? ¿Por qué no carcajearse hasta hartar de sus propias ocurrencias? Porque eso es narcisismo, si no es locura total. Pero si es narcisismo, si uno puede delirar, ¿por qué no ir más allá de esa comedia, que reconoce la impotencia y soledad, y convencerse a uno mismo de que el teatro es su Imperio? ¿Quién vendrá a doble paso a contradecirlo? Nadie, por supuesto. Y en esa misma soledad, el Nadie y la Nada pueden ser sus enemigos, dados vida y mente propia, dentro del delirio decadente del degenerado destinado a divagar y a dudar y a destruir su propia mente. 9


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¿Por qué ser Emperador del teatro desnudado, acechado por el Nadie y la Nada? ¿Por qué no imaginar que el teatro es un bosque, o un desierto, o una tundra helada? Cualquier cosa, mientras sea el infierno según El Dado, y no según Dante. ¿Para qué imaginar aquellas llamas y torturas, aquella estructura tan sublime, con sus nueve círculos? ¿Por qué no una pirámide que flota en el Vacío? Ahí pueden vivir Lilith y Samael, o Adán y su mujer, según la preferencia de El Dado, alias el Emperador Tomás I. Es más, ni siquiera una audiencia imaginaria se requiere. Basta con actuar un cuento, pues esos movimientos valen más que los aplausos, carcajadas, o la sangre de mil lobos disfrazados como ovejas.

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La luna oculta

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a Virgen viste siempre un vestido rojo; la Madre, uno blanco; la Anciana, uno gris. La Madre esconde siempre un vestido negro, para el día en que muera la Anciana y la Virgen sea tocada, y ella sea libre. Un día, la Madre decide jugar a la Muerte. Le da a la Virgen un cesto de manzanas, vino y pan, pidiéndole se lo lleve a la Anciana. —Permanece en la Verdad, no en la Belleza— le dice la Madre a la Virgen—. Cuando pases por la tierra del Noble Cazador, cuéntale aquel chiste sobre un lobo tan feroz que se come a la Anciana, y luego se disfraza con su ropa para comerse a la Virgen. Él reirá y te dirá su propio chiste. Así sabrás que estás en la Verdad, no en la Belleza. Con esto, la Virgen que viste de rojo, se despide de la Madre cuyo vientre fue extirpado. También los labios de la Virgen nunca abren, pues la Anciana es muy hábil con el hilo, la aguja, y la navaja. Al llegar a la tierra del Noble Cazador, la Virgen opta por la Belleza, en lugar de la Verdad. Mientras el Noble Cazador, que es criador de ovejas, duerme con su rebaño, la Virgen baila 11


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desnuda frente a él, sin despertarlo. El cazador se ríe de una broma que escucha en su sueño. Seis es el número de la casa silenciosa, pero la desnudez de una Virgen ante un criador de ovejas es la Muerte, y su número es cuatro. Mientras la Virgen baila, el Lobo se come a la Anciana. Veintidós es el número del Dado, muerte sublimada, inmortalidad del ego. El lobo se disfraza de oveja, tras devorarse a la anciana, y le dice a la Virgen que él es la Madre, cuando viste el vestido negro. A cambio de su vida, le hace jurar jamás decirle a nadie que la Madre es el Lobo, y que la Virgen es la bruja quien le da al Dado su poder. ¿Qué estará soñando el cazador mientras sucede todo esto? Sueña que es un lobo, claro está, y que es el más apuesto, en el reino de la Virgen. Pero aquí, la Virgen es Madre de una triada, una trinidad de dioses, no mujeres. Ella es la mágica abundancia, al borde del suicidio. ¿Qué acontece en ese sueño? El futuro, que es siempre el fin del Hombre o su eterna permanencia. El primero de los dioses es el Hombre salvaje, lamentando el suicidio de la mágica abundancia, y destinado a la escasez. El segundo es un rey del Inframundo, quien ascendió al plano terrestre como el Mago Inventor, y rescató a la abundancia de las garras de la muerte, haciéndola eterna e inflexible. Su piel se hizo piedra, su semblante más temible que el Sol. El tercero es el perverso, quien se burla de la abundancia aun en su suicidio, aplaudiendo e insultándola, y hasta desgraciando su cadáver, penetrándolo sin culpa o temor. Así, el futuro es la abundancia ausente, el regreso del Hombre primitivo. O es la abundancia rescatada y restaurada, ahora inmortal. O es verdaderamente el fin del Hombre, enloquecido más allá de la empatía y el amor, y destinado a morir junto al cadáver, con una risa enferma y triunfante. 12


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¿Y por qué ríe el cazador, mientras la Virgen se desnuda frente a él? Porque sabe que está soñando, y que el Hombre enloquecido es el único que existe en la Tierra. Ahora mismo acecha a la abundancia, convenciéndola que su vida carece de importancia o de propósito. Una imagen del futuro es el Lobo comiéndose a la Virgen poco a poco, mientras ella esta inmóvil por causa de un veneno y un engaño.

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Año 1889

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dán está en la cima porque sangra en nombre de la Espada. Eva está en medio, porque sangra en nombre del Falo. Más abajo aun está la Tierra inerte, que se alimenta de la Muerte, al igual que Adán y Eva, pero no ha sangrado para nadie, para nada. El mismo Dios no la ha hecho sangrar, más bien ella se ha comido su cadáver. Dios fue pureza nacida de impureza. Ceniza fue y ceniza es ahora. El dragón de mil cabezas ha triunfado ante mil usurpadores.

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El ladrón de palabras: Un monólogo

he de tener perspectiva? ¿Qué es el triunfo de ¿Porunaquéperspectiva si no es el exterminio o esclavitud de

perspectivas incontables? Por incontables no me refiero a lo incomprensible, sino a las falsedades que la perspectiva triunfante prohíbe. De otra manera, no hay victoria incuestionable. Por incuestionable, me refiero a lo que es sagrado por virtud de su potencia y su pureza. La fuerza bruta sin esa sabiduría incorruptible que viene de la pureza es, por lo tanto, cuestionable. Les estoy hablando de mi destino, adquirido por el autoconocimiento y las amarguras y tragedias del mundo que he presenciado. Mi destino es un triunfo sin precedente alguno: es el primer triunfo absoluto, verdadero de una perspectiva. Esto es, necesariamente, el triunfo de la verdad absoluta, y yo seré su más devoto esclavo, aunque mi trono sea la humillación de mil monarcas. Yo seré El Guía. Mi perspectiva es entonces, durante mi lucha, una perspectiva más. Pero al haber triunfado, será La Verdad. 17



Respuesta de El Dado

mas eminente de mis sirvientes. ¡Mirad! YoHesoyaquíelelorigen de tragedia y comedia, la pluma

que escribe aleatoriamente. También soy el Juez que separa lo indeseable de lo deseable. Encuentro a este sujeto culpable por razón de absurdidad, de enaltecer la mayor falsedad, superior a la ficción que arrodilló a mil monarcas, pero fue declarada muerta por el profeta. Es como el perro que ladra ante su propio reflejo, no la bestia iluminada que ríe al saber lo que es.

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Un chiste de verdad

Primer acto

U

n perro se come sus propias heces. El público grita enfurecido. Luego todos vomitan. Nadie se ríe. ¿Cómo se llamó el chiste? —¡La Obra, imbécil! Exacto. Se llamó La Obra, en todo sentido de la palabra. Nótese que el perro no es buen actor, pero es muy trabajador.

Segundo acto Un joven y una joven se toman de la mano. Él le besa ambas mejillas. Ella intenta besarlo en su boca, pero él se rehúsa, e hincándose en ambas rodillas, le ofrece un cuchillo. Sin titubear, ella lo toma sonriente, y cortándose la garganta, muere desangrada. El público grita horrorizado y rompe en llanto. Luego todos se desmayan, menos uno. Este ríe y aplaude, exigiendo ver el acto final. ¿Cómo se llamó el chiste? 21


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—¡Ya fue suficiente, Carnal! —Gritan los demás. Cerca, pero se equivocan. El chiste se llamó Sencillamente Carnal. Por cierto, ustedes jamás serán mis hermanos. Eso se los puedo asegurar.

Tercer acto El niño sigue de rodillas, el cuerpo inerte de la niña yace en el piso. El perro pide la Palabra, y se le otorga. —He aprendido a hablar. Ahora enséñame a reír —le dice al único miembro de la audiencia quien mantuvo La Con(s)Ciencia. Este sube al escenario, y acercando su boca al oído del perro, le cuenta el chiste que Nadie jamás escuchó. El perro suelta una carcajada tan humana y estruendosa que despierta al público Entero. Al ver lo que sucede, todos ellos ríen, También. ¿Cómo se llamó el chiste? —¡Uff ! ¡Guau! ¡Wuu! Pues no sé que decirte. Algo así se llamó el chiste. El Perro Para la Obra. La niña está ilesa. El cuchillo es un juguete. El perro es un muñeco animatrónico. Su excremento es plastilina. ¿Pero qué decir del niño y del imbécil que se rio? Pues Nada Más Allá de lo común. El público exige se repitan los primeros tres actos, pero que esta vez todo sea de verdad. Se repite el primer acto. El público, entero, sé, ríe, estúpidamente. Se repite el segundo acto, y ríen culposamente, pero con más vigor. Silenciosamente, aquel imbécil que se río, sonríe esta vez. 22


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Llega el tercer acto, ahora que el perro es un animal, la niña está muerta, el cuchillo es un arma y el público entero mantiene la consciencia. Nuevamente, el sabio que se rió sube al escenario, y acerca su boca al oído del perro. La niña se pone de pie, el fierro del cuchillo se hace plástico, pero el niño sigue de rodillas. —Tu levántate, También —dice el perro, pero el niño no obedece. El perro se levanta sobre sus patas traseras, pero el niño no lo imita. Entonces, el perro mira al público—. He aprendido a hablar —dice—. Ahora les enseñaré a ladrar. El perro se come al niño, mientras tanto la niña ríe y aplaude. Luego, este le lame ambas manos. El público entero ríe hasta llorar, luego lloran hasta vomitar, luego se ponen de manos y rodillas. Ya pasado lo impensable, empiezan a ladrar. Ya hartos finalmente, duermen llenos y contentos. Incesantemente, la niña juega con el perro. Ahora Sí Cómo se llamó la obra. Ahora Sí Como, me llamo. Ahora Ya Ni Sé Cómo, me llamo.

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La jueza y los trillizos

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a Jueza fue ella misma alguna vez, antes de concebir semejanza y alteridad. Nueve años transcurridos, entró en labor, y nacieron los trillizos: su gemela idéntica, más dos gemelos, idénticos uno al otro. La gemela fue movimiento lineal. Hija, hermana, y madre de la Jueza, todo eso hubiera sido; demasiado sin ser suficiente. Sin embargo, los gemelos ambos eran Bien y Mal en pensamiento. Eran potencialidad de toda acción, duplicada exactamente. Así, de Uno, nació Tres, división que suma Seis en su totalidad. Y la Jueza se estremeció, presintiendo novedad incalculable, presagio de la línea segmentada. La Jueza (¡Eh, Manada!), la Jueza (¿Quema, No?) en el Principio, desconocía su propio origen. Existió en soledad por trece años, y su nombre fue Nancy. Pero harta de su nombre, y de la soledad, concibió semejanza, sin esperar alteridad. Pues su nombre era la única palabra, repetida sin cesar a las paredes de su cuarto. 25


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Diez mil veces repitió su nombre. Cero veces obtuvo una respuesta, y jamás pensó en otra cosa que decir. Escribió su nombre en el piso de Arena, deletreándolo así con su dedo meñique: “Mu”, y así mismo lo perdió, por haberlo escrito mal. A partir de ese momento, comenzaron nueve años de silencio, gestación de la santa semejanza. Veintidós tenía ya, cuando tuvo a los trillizos. Larga había crecido su uña del meñique, suficiente para hacerse la primera cirugía, que fue Justa e Innecesaria. Por eso, quien fue Nancy, y después no tuvo nombre, se autoproclamó La Jueza. Declaró inocente a Nancy renacida, pero a Bien y Mal en pensamiento, y a su hermano, Bien y Mal en pensamiento, a estos los hará esperar trece años. Serán juzgados en base a su primera acción. Las sentencias por haber: Uno será el Bien en pensamiento y en acción; el otro, su total contrariedad. ¡Que comience el Juicio! ¡Que pasen trece años, sin moverse, sin hablar! La Jueza, Re-Nancyda, y los hermanos. ¿Qué sucederá? A la mitad de aquellos trece años que duró el juicio, la Jueza, cansada de esperar, se quedó dormida. Soñó que era una serpiente, cuya piel tenía los siete colores del arcoíris, y que yacía enroscada en la esquina de un cuadrado. En otra esquina había un conejo blanco, en otra una viuda negra, y en la última un caballo gris. Se sabe que los caballos comen pasto, al igual que los conejos. La viuda negra come insectos. Las serpientes, si son 26


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lo suficientemente grandes, de la manera más natural se comerán a un conejo. Pero quizá un caballo, si se encontrara en el desierto de arena, donde no hay pasto, se comería a un conejo, si no hubiera otra vida que comer. Aun arrepentido o repugnado, un caballo no puede vomitar. Comer arena, sin embargo, lo puede matar, sin causarle culpa o asco. Una viuda negra, si se encontrara en un desierto de hielo, donde no hay insectos, se comería a un conejo, si no hubiera otra vida que comer. Tendrá que tejer una telaraña enorme, pero el cadáver del conejo le dará sustento por el resto de sus días. ¿Y qué hay del conejo? Aunque no tuviera otra vida que comer, en el desierto de arena o el de hielo, donde no hay pasto, la viuda negra sería veneno, y el caballo le sería imposible de matar, debido a su tamaño. Todo esto pensó la Jueza, cuando soñó que era una serpiente de siete colores, pero su meditación se interrumpió dentro del mismo sueño, cuando el conejo mordió su propia carne, y escupiendo el mordisco, se lo ofreció a la viuda negra. Soltó un grito el caballo, y aplastó a la araña. El conejo comenzó a llorar, y en su remordimiento, comenzó a comer pedazos de su propia carne, tragándoselos esta vez. Con cada mordida, sus dientes se volvían más largos y afilados. Un conejo tampoco puede vomitar, pero dado que es su naturaleza comerse su propio excremento, no le corresponde el asco. Fue en ese momento que la Jueza despertó, pero creyó haber visto, por solo un instante, una imagen del conejo con la serpiente en su boca, y escuchó una voz distante, decir una palabra: “Wendy”. Al despertar, vio que había sido su gemela quien habló. —No me llamo Nancy. Ahora soy Wendy. Ese fue tu nombre durante los nueve años de silencio. Ahora ya lo sabes. 27


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¿Cuál es tu sentencia? —¿Qué quieres decir? Los gemelos aún no se mueven. Tampoco han hablado. —De hecho, (Sí), ya se hizo la primera acción, y la primera reacción. ¿Cuál es tu sentencia? —(No), tengo la Menor Idea. —Yo, (Sí), tengo una Gran Idea. ¿Te la comparto? —A ver. Dime. —Quien piensa en hacer el Mal, es idéntico a quien lo hace. Por lo tanto, También es culpable. —Esa es mi sentencia, igual que la tuya, igual que la sentencia de los gemelos. —(No), diga Más. —Háblame de tú, no de usted. Ahora (Bien), castiga al Malvado. Recompensa al Bueno. —Todos somos culpables. —Pero ve, mira más de cerca. Mientras tu dormías, el gemelo que quiso comerme fue estrangulado a muerte por su hermano. ¿Acaso esto no hace la diferencia? —(No), según lo que tú has dicho, Wendy, somos todos malnacidos. Somos monstruos, nunca víctimas o héroes. —(Bien), ahora mírate a ti misma. ¿Ves cómo la uña en tu meñique está quebrada? Mira a los gemelos. ¿Ves la cicatriz sobre la calva del que vive, idéntica a la del gemelo ejecutado? Yo usé tu uña para hacer el trasplante. Mitad aquí, mitad allá. Vive el Bien total en pensamiento y en acción, pero ahora duerme, pues su justicia lo ha dejado exhausto. Muerto, sin embargo, está el Malvado. Se pudre en su cerebro todo Mal que había en el Bien. —Idéntico es quien piensa en hacer el Mal, a quien lo hace. Eso tú lo dijiste, y sabemos que tú eres yo. Por lo tanto, la serpiente se comerá al conejo, y el fiel caballo no la tocará. Ya que, aunque ella no pueda tragárselo, su mordida lastima y envenena. Es más, que el caballo aplaste primero al conejo, ya 28


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que es (Bueno) para matar por principio, y no por necesidad. Lo que quede de tu forma, me la dará a mí. El Juicio ha terminado.

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El hexágono amoroso: Una carta y una obra teatral

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e la Magia, nació el Arte. Bueno, no nació precisamente. Milagrosamente fue creado. La Magia no iba a sacrificar su juventud y su figura. Sin embargo, tampoco le iba a corresponder al Arte sus absurdos sentimientos (por su Puesto, el Arte no tardó en enamorarse, porque la Magia era inalcanzable, y (no) a pesar de esto). ¿A quien amaba entonces la Magia? A Nadie, por su Puesto. Nadie merecía sus encantos. Además, se fascinaba a ella misma. Y Nadie, ¿a quién amaba? A la Nada, por su Puesto. Mas allá de eso…, no, hay más que contar. Hartado el Arte de esperar, de él nació la Ciencia. Bueno, no nació precisamente. Expertamente fue creada. El Arte no iba a sacrificar su juventud y su figura. ¡No se rían! ¿Creen que El Arte no es mujer? ¿Por qué? La audiencia: Pues porque no lo llamamos “La Arte”, ¿o (sí)? El Arte: Pues (no), pero la Magia a diario me llamó. La harté. 31


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La audiencia: ¿Que qué? El Arte: (Sí), a diario me llamó, pero la harté. Ese es el problema. Ustedes no me crean... (La audiencia lo abuchea) El Arte: (Sí, No) quieren. Bueno, como les decía, expertamente creó a la Ciencia, pero ella, de Nadie se enamoró. Arte no le iba a corresponder sus razonables sentimientos (por su Puesto, la Ciencia no tardó en cortejar a Arte, porque Nadie la rechazó, y no a pesar de esto). Pero si Nadie se enamora de la Ciencia, ella superará su madurez y seriedad. Se permitirá enloquecer… Y ellos dos crearán a la Magia, por su Puesto. Para ser Precisa, nacerá. No me crean… si (no) quieren. Atentamente, La Magia El Arte: ¿Y a mí que me pasará? El Mago: Ya te dijo que la hartaste. Para ser Sin Cero, morirás. El Arte: ¿Y tú quién eres? ¿Y la nada? El Mago: Ya no hay Nada. ¿Qué contar?

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Año 21: El año de la Tierra y la Gran Obra

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va. Diosa del oriente. Precavida, cubrió su rostro al amanecer. El Sol Dado, el Dado Sol sonrió ante su prudencia. Lilith. Diosa del occidente. Mil abejas picaron su rostro, pues el Mago Cirujano, encarnación del Dado, lo cubrió de miel mientras soñaba. Soñó que Adán y Eva vinieron de visita, y bebieron vino hasta el amanecer. Pero ese Sol era un disco oscurecido, el Vacío resplandeciente que se tragará al bosque y al desierto.

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Sobre el autor Mario Damián Hernández (Mexicali, 1988). Egresado de bachillerato en Arizona. Entusiasta del género del horror en general, y cualquier tema relacionado con la religión y la mitología. Participó en el Taller de Narrativa del Ceart Tijuana, en donde publicó en el libro digital Los criterios para el exterminio: Antología del Taller de Narrativa del Ceart, 2020-1. Este es su primera publicación individual de relatos, producto del taller.

Sobre MonomitoS Monomitos es una editorial independiente de ediciones digitales e impresión bajo demanda especializada en la narrativa gráfica, de horror y ciencia ficción.


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