Mi Vida No Es Autobiográfica

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Mi vida no es autobiográfica unos pantalones. Los tiró de tal modo que le cubrió la cabeza. El conejo los retiró con la mano izquierda, inclinó el torso y se fue, medio saltando medio andando, hasta una de las esquinas del despacho. Toma, bebe agua. Le dijo el señor gordo al hombre desgraciado. El hombre bebió y pronto (sorprendentemente pronto) se sintió mejor. Bueno, bueno, bueno; dijo el señor gordo y cruzó los dedos de ambas manos sobre su barriga. Cuando el hombre desgraciado levantó la mirada, pudo ver a un señor efectivamente gordo que llevaba una camisa de delgadísimas líneas azules y fondo blanco. El único detalle inusual era la colocación de su corbata. En lugar de partir del cuello, lo hacía desde el tercer botón de la camisa si empezamos a contar desde arriba. Daba - o al hombre desgraciado le dio - la impresión de que fuera una corbata para la barriga. Ya estás aquí. ¿Cuál es tu caso? El hombre desgraciado, aún aturdido, recorrió toda la estancia con la mirada. No había más que una mesa con una silla a cada lado; una la ocupaba él mismo. La bombilla que les alumbraba no hacía ningún ruido, aunque tenía toda la pinta de hacerlo. Por último, el 227


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