Mi vida no es autobiográfica bondades y su impecable trayectoria cristiana que será recompensada. Pero aún había más. Al final consolaba a sus familiares explicando cómo sería la existencia del difunto a partir de ahora. En primer lugar diría que Imanol no estaba realmente muerto sino que su alma había dejado su cuerpo para ir al cielo. Diría que su padre se situaría al lado de Dios (esto extrañó a Imanol hijo, pues su padre no solía hablar bien de ese dios. Y cuando, por ejemplo, en las cenas de navidad venía su cuñado, del que tampoco hablaba bien, siempre evitaba sentarse a su lado) y que estaría mirando a los vivos y velando por ellos, por los que quería. La idea le pareció tan interesante a Imanol hijo que no podía esperar al momento del entierro. Pero tuvo que esperar. Y esperó sentado en aquella silla incómoda en la que si se relajaba, iba resbalando por el respaldo hasta llegar a una posición ridícula de la que conseguía salir con esfuerzo. Todo el mundo a su alrededor estaba quieto, sentado e inexpresivo. El aire allí dentro no se movía, tanto es así que Imanol hijo movió la mano para comprobar si había algo de ese gas por la habitación. Entonces
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