No es plagio. En la era digital es "repropósito" Por Kenneth Goldsmith Versión al español de Marco Antonio Huerta En 1969 el artista conceptual Douglas Huebler escribió: “El mundo está lleno de objetos, más o menos interesantes; no deseo agregar ni uno más”. Me he adherido a la idea de Huebler aunque podría reutilizarla como: “el mundo está lleno de textos, más o menos interesantes; no deseo agregar ni uno más”. Parece ser una respuesta apropiada a una nueva condición en la escritura: ante una cantidad sin precedentes de texto disponible, nuestro problema no radica en necesitar escribir más; en vez de ello, debemos aprender a negociar con la vasta cantidad que ya existe. Cómo me abro camino a través de esta espesura de información —cómo la manejo, analizo, organizo y distribuyo— es lo que distingue mi escritura de la tuya. La prominente crítica literaria Marjorie Perloff ha comenzado recientemente a usar el término “genio no-original” para describir esta tendencia emergente en la literatura. Su idea es que, por causa de los cambios traídos por la tecnología y la Internet, nuestra noción de genio —una figura romántica, aislada— está pasada de moda. Una noción actualizada de genio tendría que centrarse en el nivel de maestría que uno posea sobre la información y su diseminación. Perloff ha acuñado otro término, “información móvil”, para significar tanto el acto de empujar el lenguaje de un lado a otro como el de ser emocionalmente conmovido por ese proceso. Ella declara que el escritor de hoy, antes que a un genio torturado, se asemeja más a un programador que brillantemente conceptualiza, construye, ejecuta y mantiene una máquina escritural. La noción de genio no-original de Perloff no debe ser vista meramente como una arrogancia teórica sino más bien como una práctica de escritura realizada, una que data de la parte temprana del siglo 20, encarnando un ethos en el cual la construcción o concepción de un texto es tan importante como lo que el texto dice o hace. Pensemos, por ejemplo, en la práctica de recopilación y toma de notas del Libro de los pasajes de Walter Benjamin o en los trabajos guiados matemáticamente, basados en la restricción por Oulipo, un grupo de escritores y matemáticos. Hoy la tecnología ha exacerbado estas tendencias maquinales en la escritura (existen, por ejemplo, varias versiones para la red de la laboriosamente construida a mano en 1961 Hundred Thousand Billion Poems de Raymond Queneau), incitando a escritores jóvenes a seguir el ejemplo de los funcionamientos de la tecnología y de la red como formas de construir literatura. Como resultado, los escritores exploran modos de escritura que estaban pensados, tradicionalmente, como ajenos al espectro de la práctica literaria: procesamiento de palabras, bases de datos, reciclaje, apropiación, plagio deliberado, cifrado de identidad y programación intensiva, por nombrar sólo unos cuantos.