Arcadia 115

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N.º 115 DEL 16 DE ABRIL AL 21 DE MAYO DE 2015

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RITA INDIANA

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RESEÑAS PARA LA FERIA

SAHAR DELIJANI

LEA CON ELLAS 4.900 pesos

ISSN: 1900-589X

KATJA PETROWSKAJA

Llega una nueva edición de la FILBo, en esta ocasión dedicada a las mujeres y a Macondo como país invitado de honor: un completo especial con perfiles, reseñas y ensayos sobre el evento cultural más importante dedicado a los libros en Colombia.


i Bogotรก Contagia la buena onda en #bogotabuenaonda

buena onda


EDITORIAL N.º 115

Contra los periodistas

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Director Juan David Correa Periodista Christopher Tibble Periodista de revistaarcadia.com María Alejandra Peñuela Consejo Editorial Alejandro Santos, Tatiana Andrade, Halim Badawi, Jaime Cerón, Catalina Holguín, Nicolás Morales, Ricardo Silva, Jaime Andrés Monsalve, Claudia Rodríguez, Álvaro González, Diana Rey, Álvaro Robledo, Juliana Restrepo, José Roca, María Wills Colaboradores Ricardo Abdahllah, Francisco Barrios, Samuel Castro, Hugo Chaparro Valderrama, Mariana Dimópulos, Esteban Duperly, Catalina Gómez Ángel, Catalina Holguín Jaramillo, Dominique Lemoine Ulloa, Julio Paredes, Luis Daniel Vega Coordinación Reseñas Lina María de Narváez Columnistas Sandra Borda, Antonio Caballero, Nicolás Morales, Lucas Ospina, Carolina Sanín Historia gráfica Powerpaola Dirección de Arte Hernán Sansone Diseño Mónica Loaiza Reina, Jimena Loaiza Reina Corrección Liliana Tafur, Marcela Zaraza Asistente Jackeline Cárdenas Practicante María Camila Pérez, Juan Sebastián Barriga Fotografía Editor: León Darío Peláez Fotógrafos: Carlos Julio Martínez Támara, Juan Carlos Sierra, Guillermo Torres, Daniel Reina, Iván Valencia Directora Comercial María Alejandra Navia anavia@semana.com Director de Producción Orlando González Director de Archivo Javier Cruz P. Publicaciones Semana S.A. Gerente General Elena Mesa Zuleta Gerente Comercial Isabel Cristina Calle Gerente de Circulación Natalia Peinado Gerente de Mercadeo Liliana Sotomonte Gerente de Innovación Iván Jaramillo Price Gerente Financiero y Administrativo Felipe Albán Daza Directora Call Center Claudia González Cuéllar Sede: Carrera 11 n.º 77a-65 Bogotá, Colombia PBX 6468400 ©Publicaciones Semana S. A. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización de Publicaciones Semana S.A. ISSN: 1900-589X Printed in Colombia

l título que encabeza esta nota fue usado por una edi- uno que haga una crítica cotidiana de internet, y es algo que torial para reunir varios aforismos del escritor satírico ocurre poquísimo. Un periodismo que me diga: “Mira qué hay austriaco Karl Kraus (1874-1936). Allí, en unas cuantas en internet, mira qué cosas falsas se están diciendo, reacciona páginas, Kraus, quien también ejerció como periodista y creó ante ello, yo te lo muestro”. Y eso se puede hacer tranquilaperiódicos de su época, se despacha con ironía sobre medios y mente. Sin embargo, se piensa aún que el diario está hecho para periodistas para decir muchas de las cosas que hoy se leen –no que lo lean unos señores viejos –ya que los jóvenes no leen– que siempre con la misma lucidez– en las redes sociales sobre los me- además no usan internet. Habría que hacer, pues, un periódidios y sus hacedores, los periodistas. Hoy en día, como nun- co que se convierta no solo en la crítica de la realidad cotidiaca antes en la historia, los medios son sometidos a una crítica na, sino también en la crítica de la realidad virtual. Este es un en directo por millones de usuarios que expresan sus opinio- posible futuro para un buen periodismo”. ¿Hay algo parecido nes en redes sociales como Facebook. Ante el error, cientos entre nosotros? Parece que no. Que ese saludable diálogo que de ciudadanos exigen y señalan los dislates, las faltas de orto- se produce con la crítica constructiva solo se está ejerciendo grafía, las imprecisiones, las exageraciones y, por supuesto, las desde los lectores, y no desde los mismos medios. Habría que noticias fraudulentas. Esa veeduría constante es celebrable pues pensar cómo se examina hoy el mundo virtual; qué estamos les ha quitado esa aura sagrada que ostentaban hasta hace poco consumiendo como usuarios de las redes y de miles de págilos periódicos, las revistas, la radio o la televisión. nas que arrojan noticias falsas o que buscan malintencionadaNo hace mucho, cuando más un par de décadas, en las uni- mente propagar rumores con fines particulares. versidades se intentaba enseñar periodismo promulgando la ob- Dicha veeduría, claro, tendría que estar acompañada de un dojetividad como un valor determinante a la hora de escribir –o ble sentido. Así como se les pide a los periodistas rigor, claridad informar– sobre el mundo. Hoy sabemos que dicha pretensión es e información fiable, valdría la pena pensar que muchos de los imposible: no hay una sola verdad, y los medios son mecanismos lectores que escriben sus arengas enfurecidas –cuando menos ideológicos que transmiten ideas –o lo intentan– desde un lu- irónicas– en contra de los medios pudieran ser, a su vez, objegar subjetivo. No siempre esas ideas concuerdan con los lectores to de un comentario que escape a la esfera privada. Pareciera y ahí se producen saludables diálogos en los que muchos me- ser que, aunque con sorna, aquellos que escriben en las redes dios deberían entrar. Prestambién fungen como cotar oído a la audiencia hoy Hoy en día, como nunca antes en la historia, mentaristas de la realidad y es determinante: quien se opinión, al volverse púlos medios son sometidos a una crítica en su toma el trabajo de criticar blica, es discutible. lo leído –para el caso de los El periodismo, aunque para directo por millones de usuarios. medios escritos– y expresar muchos sea una palabreja en una opinión contraria está partidesuso, o una especie de mal necesario, ha sido fundamental cipando, también, en la construcción de ese medio. en la construcción de nuestras sociedades. Han sido valientes Este 17 de abril se lanzará en español Número cero, la nueva novela periodistas los que han destapado miles de maniobras del podel filólogo y escritor italiano Umberto Eco. Eco, según se lee der haciendo un control social necesario. Es verdad, como dice en una entrevista en el diario El País de España, había querido Eco, que hay muchos tipos de periodismo y quizá nadie quiera siempre escribir una novela sobre cierto tipo de periodismo que hacer –al interior de los medios—un examen juicioso de cuáse alía con el poder para producir efectos sobre la realidad. Se les son los contenidos que el mundo hoy reclama en los distintrata, en síntesis, de un periodista que produce noticias que jamás tos formatos; pero también lo es que sigue habiendo medios llegan a los quioscos, sino que se quedan en la mesa de ministros sin los cuales sería imposible entender el mundo. o políticos, como armas en contra de sus adversarios de turno. ¿Qué haremos los medios impresos para entender que el conPero más allá de la trama, que ocurre en una “Milán secreta”, tenido de la mañana ya lo vimos ayer? Quizás valga la recoEco propone varias ideas que valdría la pena pensar en estos mendación de Eco: propender por recuperar la investigación, la tiempos en los que la palabra crisis es el pan de cada día. buena escritura, el análisis; apostar por historias de largo aliento Una de ellas tiene que ver, precisamente, con internet. Dice Eco: que nadie más está contando; ir más allá de la urgencia de una “El periodismo podría tener otra función. Estoy pensando en época que nos promete saber de todo, pero no entender nada.

Contenido NOTICIAS

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ESPECIAL FILBO La niña de Evin. Sahar Delijani, una de las nuevas voces de la 12 literatura iraní. Islas diabólicas y ruidosas. Rita Indiana: escritora, música, 14 activista, símbolo gay. Renombrar la catástrofe. La memoria del Holocausto según Katja 16 Petrowskaja. Los dos rostros. John Banville y su alter ego Benjamin Black. 18 “Del punk que fui me quedó la

libertad”. Cine y novelas con Philippe Claudel. 20 Distorsión y malentendido. La inquietante literatura de Juan 22 Cárdenas. ¿Nos vamos a ir cuando hay libros buenos? Las nuevas obras de Joseph Avski y Luis 24 Miguel Rivas. La invención real de un

lugar imaginario. Macondo, el 26 país invitado. ¿Por qué no se lee en Macondo? Reportaje sobre la industria editorial 30 colombiana. Palabras para el sonido. El fenómeno de los libros de música. 34 Novedades de la feria: 100 reseñas de diversos 36 géneros. ANIVERSARIO De la rebeldía al éxtasis. Homenaje al escritor 62 Fernando González. CINE Una cacería improbable. Mr. Kaplan, una película basada en 66 una novela colombiana.

FOTOGRAFÍA Paisajes construidos. La décima edición de 68 Fotográfica Bogotá. OPINIÓN Contra la intuición Por Sandra Borda Mil palabras por una imagen Por Antonio Caballero Pasar fijándose Por Carolina Sanín El reverso del decorado Por Lucas Ospina Sopor i piropos Por Nicolás Morales

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Escríbanos a arcadia@semana.com. Y lea en www.revistaarcadia.com todas las noticias del mundo cultural. 3


NOTICIAS

La primera de la fila

Contra la intuición

EL TEATRO DE LA CRISIS

DANIEL REINA ROMERO

RicaRdo camacho ha sido, durante 40 años, uno de los defensores de una idea del teatro como un arte esencial más allá del espectáculo. Sus montajes de obras clásicas –de los griegos a Shakespeare o a los cuentistas rusos– además de su trabajo en colectivo junto a escritores como Piedad Bonnett, lo han hecho, sin duda, merecedor de un lugar central en la dramaturgia colombiana. El pasado 29 de marzo Camacho recibió un homenaje del Ministerio de Cultura en el Día Mundial del Teatro. Esta revista celebra que hombres como él, quien además de estar al frente del Teatro Libre ha dictado clases de Literatura durante tres décadas en la Universidad de los Andes, sean reconocidos públicamente. Pero también espera que ese homenaje recupere al teatro como un destino cultural que en nada se parece a la idea acartonada que ha querido venderse últimamente. El teatro es un arte que reúne muchos otros; que es capaz de decirnos quiénes somos como en un espejo en vivo y en directo, y que, de alguna manera, ha sido menospreciado. El teatro no comercial, aquel que se aprende leyendo, pensando, y después poniéndolo en escena, ha sido un legado de Camacho, quien desde sus días de estudiante de Filosofía en Los Andes entendió el valor de la cultura en un país como el nuestro. Y ese valor, ha dicho recientemente, también es el de entender que las crisis son importantes y necesarias para crecer.

La controversia

LOS DESENTERRADOS d uRante los más Recientes meses, y en varios países, ha surgido una nueva obsesión: la exhumación de figuras públicas. El 23 de febrero, un equipo de 36 expertos presumió haber encontrado algunos fragmentos de los restos de Miguel de Cervantes en la iglesia de las Trinitarias, en Madrid, mientras que el 22 de marzo se volvió a enterrar en Inglaterra al rey Ricardo III, cuyo cadáver se halló en 2012 debajo de un parqueadero en la ciudad de Leicester y que ahora ha llevado a algunos a querer desempolvar los remanentes óseos de Shakespeare. Asimismo, desde 2013 se vive en Chile la polémica sobre la causa de muerte de Pablo Neruda, entonces exhumado para verificar la alegatos de su chofer, quien había asegurado que el poeta había sido envenenado por Pinochet. Aunque las autoridades forenses aseguraron que el autor de 20 poemas de amor y una canción desesperada había muerto de un cáncer de próstata, la investigación sigue abierta por insistencia de un sobrino del nobel de literatura. La exhumación de estas personalidades, seguida de cerca por el público, se ha encontrado con el rechazo de varios escritores. En referencia a Cervantes, el novelista Juan Goytisolo hizo un llamado público para que dejen sus restos en paz, al tiempo que en Inglaterra el periodista Andrew Jackson tildó de insolente la posible exhumación de Shakespeare, quien en su epitafio mandó maldecir a aquellos “que muevan [sus] huesos”. Como dijo Soledad Puértolas, escritora y académica de la rae, en una afirmación que se puede extrapolar para cualquiera de los casos: “Me importa más su obra que sus huesos”.

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Por Sandra Borda

DES-BANALIZANDO LAS CUMBRES

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n efecto del histórico aislamiento internacional colombiano es la repetición constante del estribillo que se oye por igual en medios de comunicación y en la calle: “Las cumbres internacionales no sirven para nada”, “son una perdedera de tiempo y de plata”.

Con la Cumbre de las Américas que se llevó a cabo recientemente en Panamá, se enfilaron los escépticos que cada vez que hay un encuentro internacional en el que participa Colombia, repiten hasta el cansancio y casi irreflexivamente las frasecitas de rigor. Sin embargo, no juzgo. Es normal que la opinión de un país que se la ha pasado mirándose al ombligo por cuenta de sus turbulencias internas y que poco discute lo que sucede en el mundo, llegue a esa conclusión así de fácil. Cuando hay que adoptar posiciones y no hay mucho conocimiento o interés de por medio, lo más fácil siempre es descalificar, decir que las reuniones internacionales son inútiles y que nada va a cambiar. Con eso, se cierra el debate de un solo tajo. Podemos pasar a cosas más importantes: ¿vieron la última portada de Sofía Vergara en Vanity Fair? Pero si estamos en este país en el proyecto de convertirnos en líderes regionales y asumir un papel más activo a nivel internacional, lo mínimo que podemos hacer es asumir el deber ciudadano de informarnos y dar estos debates con más seriedad. Ya estuvo bueno de parroquialismos y lugares comunes. Entremos en materia: hay tres tipos de argumentos que utilizan los escépticos de las cumbres. El primero es que en las cumbres no se logra absolutamente nada, que no producen transformaciones. El segundo es que los pocos resultados que producen se podrían alcanzar sin que dichas reuniones tuvieran lugar. El tercero es que así se tomen decisiones, los gobiernos solo van a estos eventos a quedar bien, a echarse un discurso, y luego regresan y se pasan por la faja los compromisos que adquirieron. Discutamos estos argumentos uno por uno. Quienes sugieren que las cumbres no logran cosas asumen que la evidencia está en que “no se ven” resultados después de dichas reuniones; si no hay algo tangible y palpable, no se hizo nada. Este tipo de análisis pasa por alto que el ejercicio más importante en estos escenarios es el de la conversación, la deliberación y la negociación. Fue el diálogo entre países que tiene lugar en reuniones internacionales el que permitió la creación de la Declaración Universal de los Dere-

chos Humanos y el régimen normativo que regula el comercio global. Las normas no son puentes ni autopistas que se puedan ver y palpar, pero generan cambios importantes en el comportamiento de los Estados. El segundo argumento es contrafactual y nos pone a preguntarnos si todos los acuerdos que se diseñan en las cumbres se podrían lograr sin ellas. Tal vez sí, tal vez no. El punto es que los encuentros colectivos y presenciales hacen que las conversaciones sean más efectivas y fluidas y les permite a los países lograr un objetivo clave en política internacional: definir y exponer su posición frente a temas de trascendencia. Estas cumbres sirven para que el público global se entere de “quién es quién” en materia internacional, quiénes tienen posiciones similares y quienes están separados por diferencias irreconciliables. El último argumento sugiere que estas posiciones que se exponen en las cumbres son falsas, son pura fachada. Es el viejo lugar común según el cual en política internacional nada tiene que ver lo que se dice con lo que “realmente” se hace. Esta idea hay que evaluarla caso por caso y no dejarla convertida en generalidad inútil. Es probable que así suceda en algunos temas y escenarios, pero también es cierto que el discurso internacional es un mecanismo con el que cuentan los gobiernos para tramitar sus expectativas e intereses. En la pasada Cumbre de las Américas, varios Estados, entre ellos Colombia, pensaron con mucho cuidado la posición que asumirían frente a la crisis venezolana y frente a la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Y lo hicieron porque saben que importa, que asumir una posición tendrá consecuencias y que otros gobiernos y las sociedades civiles les pedirán que rindan cuentas y sean coherentes. Luego espacio para los discursos vacuos y la hipocresía hay, el punto es que estas prácticas resultan cada vez más costosas dentro y fuera de los países. Al final, todo se reduce a esto: le sugiero que lea sobre el mundo antes de la creación de las organizaciones internacionales, de los diálogos multilaterales, del derecho internacional y los derechos humanos, y el mundo de hoy. Ahora pregúntese: ¿cuál prefiere?



EL AÑO DE JOSÉ BARROS El pasado 21 de marzo, el pequeño municipio del El Banco, Magdalena, recibió a cientos de personas que querían rendirle honor al maestro José Benito Barros en el centenario de su nacimiento. Entre los eventos del día, se realizó un acto conmemorativo que exaltó la vida y trayectoria profesional de Barros, y que contó con la presencia de la ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba, y la hija del músico, Veruschka Barros. Además, a orillas del río Magdalena, la Alcaldía Municipal inauguró un busto en cobre y bronce para honrar al maestro. Esa misma noche, el compositor de temas como “La piragua” y “El gallo tuerto” fue homenajeado por cantantes nacionales, entre ellos Totó la Momposina, cuyas voces acompañaron a la Orquesta de Pacho Galán a través de un recorrido musical por la obra del artista banqueño.

P O W E R PA O L A

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MURILLO EN LA NACIONAL La curadora María Belén Sáez de Ibarra condujo una visita guiada de Condiciones aún por titular, la más reciente muestra del artista Óscar Murillo, que se realiza en el Museo de la Universidad Nacional del 11 de marzo al 4 de julio. En la exposición, donde predomina lo plástico y se juega con la pintura como instalación, Sáez de Ibarra discutió los temas de fondo, entre ellos el racismo, ejemplificado en un cuadro de un niño negro que vende pescado. La pintura, ubicada frente a una ventana, crea la ilusión óptica de que está del otro lado del salón, como si el niño estuviese afuera. Murillo también incluye recuerdos muy íntimos como la hoja de vida de su mamá con un sello en el que se lee retirada, de cuando fue retirada de la Fábrica Nacional de Chocolates del Valle. El artista valluno también retoma la explotación laboral y restricción de libertad del individuo, dos temas importantes en su obra.

ÓSCAR MONSALVE

ALONSO GARCÉS GALERÍA

ARCADIA LO INVITA A VER TIMBUKTU Arcadia y Cine Colombia estrenarán la película Timbuktu el 21 de abril en una función exclusiva para los lectores de la revista. Nominada al Óscar como mejor película extranjera y ganadora del premio del jurado ecuménico en el Festival de Cannes, la cinta explora la vida de una comunidad bajo el poder del régimen islamista. La autoridad jihadista en Timbuktu, más allá de ser cruel, es absurda. Entre otras cosas, le prohíbe a la población la música, que las mujeres muestren sus manos, fumar y hasta jugar fútbol. A pesar de esto, la mirada del director hacia este grupo islamista es de compasión, y revela la humanidad de ese régimen así como su mayor vicio: la hipocresía, y es ahí donde yace la principal crítica de la película contra los movimientos extremistas. Arcadia entregará 100 boletas a través de las redes sociales a lectores de la revista. Allá los esperamos.

35 AÑOS DE ARTE Edelmira Boller, mujer callada que sabe que su obra habla por sí misma, pudo hacer un recorrido por los 35 años de su trabajo durante una retrospectiva que hizo la galería Alonso Garcés, en Bogotá. La artista recordó que un cubo que yace en el primer piso fue su primera obra de arte y que ya desde ese entonces jugaba con los límites entre el arte y el oficio haciendo uso de chatarra que encontraba por casualidad y que convertía en piezas escultóricas. Entre las obras seleccionadas por el curador y por Boller está Para refrigerar recuerdos, dos armarios que ella considera una imagen de la sociedad colombiana: “Este debería ser el armario del colombiano, porque está hecho de pedacitos, de sobrantes y con imaginación”. La retrospectiva de la artista bogotana se inauguró el 14 de marzo e irá hasta finales de abril.

CARLOS BERNATE

HABLADURÍAS

AFRIKA BAMBAATAA EN BOGOTÁ El 7 de abril, decenas de jóvenes acudieron al Teatro Jorge Eliécer Gaitán para ver a uno de los fundadores del hip hop: Afrika Bambaataa, quien junto a varios colegas estadounidenses y colombianos de la Universal Zulu Nation, habló acerca de paz, amor y, sobre todo, música. La conferencia, que comenzó como una charla formal, se convirtió en una fiesta donde los asistentes (específicamente las mujeres) participaron del diálogo con los raperos. Al final, incluso, la gente invadió el escenario para alzar el brazo junto a Bambaataa en un mensaje de paz, unidad, amor y diversión. El evento formó parte de la Cumbre Internacional Arte y Cultura por la Paz, celebrada entre el 6 y el 12 de abril en Bogotá, y contó con charlas, música, cine, teatro y tuvo como evento principal la multitudinaria marcha nacional realizada el jueves 9 de abril. MOZART INVADIÓ LA CAPITAL Bogotá comenzó la Semana Santa con las notas de la obertura de la ópera Idomeneo, de Wolfgang Amadeus Mozart. La obra, interpretada por la Orquesta Filarmónica de Bogotá, inauguró el Segundo Festival de Música de Bogotá en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Antes del espectáculo hablaron Ramiro Osorio, director del teatro, y Clarisa Ruiz, secretaria de Cultura, Recreación y Deporte, del genio austriaco y de la programación del evento, que consistió en 63 conciertos en 15 escenarios de diez localidades de la capital. El festival, que se realizó entre el 1 y el 4 de abril, fue un éxito. Atrajo, y se podría hasta decir que masivamente, a un muy variado público. En el cierre, la orquesta Alemana Staatskapelle Halle unió fuerzas con el coro de la Ópera de Colombia para presentar una rendición sublime del Réquiem de Mozart.



NOTICIAS

Durante 15 De los 25 años que tiene de creada la Fundación para la Promoción de la Lectura en Colombia, Fundalectura, Carmen Barvo estuvo como directora ejecutiva dando un ejemplo de cómo es posible asumir un cargo cultural con altura y sin amiguismos. En esta década y media, Carmen, quien se retirará a partir del 15 de mayo, puso en marcha programas tan ambiciosos como Colombia Crece Leyendo –el origen del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas–; Leer en Familia, programa pionero en la inserción de la lectura en la primera infancia, así como programas de extensión en hospitales, cárceles, plazas de mercado y parques. A ella un aplauso por su labor.

en el sexto piso Del Museo de Arte Moderno de Nueva York se encuentra la exposición Latinoamérica en construcción: Arquitectura 1955-1980. La muestra, que estará abierta hasta el próximo 19 de julio, se inauguró el pasado 29 de marzo con la presencia de varios de los investigadores que colaboraron con el curador Barry Bergdoll. En esta se encuentran planos y fotografías de Rogelio Salmona y Germán Samper, los dos representantes de la modernidad colombiana en el contexto Latinoamericano.

por priMera vez en cinco años, desde que México fue país de honor, el Fondo de Cultura Económica no estará al frente de la librería del pabellón 4, de la FILBo. En esta ocasión, y mediante una licitación ante la Cámara Colombiana del Libro, la Asociación Colombiana de Libreros, acli, será la encargada de llevar los miles de libros del pabellón dedicado a Macondo.

Monika Bravo y Óscar Murillo son los artistas colombianos que participarán en la versión número 56 de la bienal de Venecia. Bravo estará en los pabellones vaticanos. La bienal, que irá hasta el 22 de noviembre estará dedicada al tema “Todos los futuros del mundo”.

CORTESÍA MUSEO LA TERTULIA

Arcadia sugiere...

recorrer el Museo La Tertulia de Cali. Ubicado en la avenida Colombia n.o 5-105 Oeste, frente al río y rodeado de árboles, es un espacio donde conviven las artes plásticas, el cine, la música y el teatro. El complejo de edificios que forma el museo cuenta con una cinemateca, un teatrino, una sala para niños y tres salas de muestras itinerantes. Además, tiene una colección permanente que contiene obras desde los años sesenta hasta la actualidad, en el que sobresalen artistas como Elías Heim, Álvaro Barrios, Beatriz Daza, Bernardo Salcedo, entre varios otros creadores nacionales y extranjeros. Desde el 10 abril al 14 de junio estarán en exhibición las muestras El diablo probablemente y Un hechizo, dos proyectos en los que participaron más de veinte artistas quienes presentaron trabajos relacionado con el tema de la maldad. Sin duda se trata de un espacio perfecto para entrar en contacto con la cultura, descansar del calor bajo la sombra de un árbol y refrescarse con una lulada.

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Mil palabras por una imagen

Por Antonio Caballero

UN PRESOCRÁTICO

C

arlos Gaviria hizo muchas cosas en su vida: fue juez de pueblo, profesor universitario, magistrado de la Corte Constitucional, tratadista de Derecho, senador de la República, candidato a la presidencia de una coalición de izquierda, autor de sesudos ensayos académicos (y no me sorprendería

que hubiera sido también pudoroso y secreto poeta clandestino). En lo ideológico, lo describieron de muchos modos: “comunista disfrazado”, lo llamó su rival electoral Uribe Vélez en lo que creyó un doble insulto: y Gaviria no era ni lo uno ni lo otro. En un artículo de entonces lo definí yo como un liberal en el sentido filosófico de la palabra; y, por liberal, hombre de izquierdas. Ahora, en hipócritas necrologías hagiográficas (qué bueno era el difunto), subrayan lo de “liberal” para borrar lo de “izquierda”, como si los dos conceptos no fueran un continuum histórico. Y unos que ayer lo tachaban de oportunista por haberse lanzado a la baja política desde la alta magistratura lo llaman hoy profesor de ética. En esas diversas encarnaciones le fue a Carlos Gaviria bien en algunas, y en casi todas mal. Muy bien como escritor, para placer de sus lectores: la claridad concisa del pensamiento. Mal como político práctico: anodino parlamentario, derrotado candidato presidencial (aunque supo llevar a la izquierda colombiana a su más alta votación en la historia), incompetente jefe de partido que no pudo impedir ni su corrupción ni su disgregamiento. También bastante mal como guía ético, como “sabio de la tribu”, para usar uno de los epítetos suscitados por su inesperada muerte: la Corte admirable que él presidió hace veinte años es ahora un nido de podredumbre y un foco de vergüenza. Y muy mal como profesor de Derecho: en la Universidad de Antioquia fue su alumno el futuro atrabiliario presidente Uribe Vélez. No hay novedad en eso, la verdad sea dicha: recordemos que ya hace dos mil años fue alumno del moralista estoico Séneca el futuro atrabiliario emperador Nerón.

Muchas fueron, digo, las facetas de Carlos Gaviria. Empezando por su propia cara, que dibujé para ilustrar este artículo: una cara hecha de rasgos heteróclitos, como los de la quimera de la mitología. Una alta frente de pensador, una gruesa mandíbula barbada de león, un cutis liso y sonrosado de bebé, una blanca melenita coquetamente descuidada, una naricita respingada de niño travieso, un ancho cuello de toro. ¿Una cara de qué? De Papá Noel, se dijo muchas veces. De maestro de escuela, de sabio distraído de tiras cómicas, de abuelito benévolo, de apóstol retratado por un pintor manierista (un San Pedro de El Greco). Una cara de filósofo. Precisemos: de filósofo presocrático. Una especie de Protágoras. Pues cuando lo describí en aquel artículo de hace diez años mencioné a Kant y a Voltaire, porque no conocía entonces (ni él lo había dado todavía a la imprenta) un bello librito que, de una pudorosa y secreta manera, podría mirarse como su autobiografía intelectual: “Mito o logos” (creencia o saber). Son apenas un centenar de páginas en las que lleva al lector desde los orígenes poéticos de la filosofía de los griegos hasta el pensamiento de Platón. Y en ellas muestra Carlos Gaviria una particular amistad por la heterodoxia y el escepticismo de los sofistas del siglo v, que tuvieron la pretensión impía, prometeica, la “descabellada y arrogante idea” de enseñarles a los hombres la virtud. Fueron por eso, para Gaviria, los fundadores del humanismo. En la dedicatoria de ese libro a sus hijos escribe con desengañada ironía: “Para (mis hijos), cómplices de mi vocación por lo inútil”.

ANTONIO CABALLERO

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NOTICIAS

I A CO

Me pregunto si en la columna de Nicolás Morales, “¿Qué se lee en los Andes y la Javeriana?”, en el n.° 114 de la revista, además de poner los puestos que ocupan los escritores según los leen más o menos, no faltó lo principal: los números. Es decir, cuántos lectores de x universidad leen a Piedad Bonnett, cuántos a Tomás González, etc. Es una obviedad suponer que los leen, pero es definitivo saber cuántos los leen. Sobre todo para poder decir, como dice Morales al final, que “Desechen sus prejuicios: los jóvenes leen ¡y muy bien!”. Es tan ligero asegurar que nadie lee, como decir que la lectura goza de muy buena salud simplemente porque la gente presta libros en las bibliotecas. ¿Cuánta gente? Universidad de antioqUia Medellín, ColoMbia

He leído con interés el texto del señor Zuluaga (Arcadia 113) y la respuesta de la señora Franco (Arcadia 114), en torno a los libros importados. Quiero empezar agradeciendo a la revista por propiciar este intercambio, y reconocer, a pesar de sus deficiencias, el esfuerzo de la distribución de libros extranjeros en Colombia. De todos modos hay cosas que no logro entender. 1. “…en condiciones normales, dice la señora Franco, una novedad, de un sello editorial que tenga representación formal en el país, jamás tarda dos años en llegar”. Eso quiere decir, pregunto, que los ejemplos del señor Zuluaga –Espasa, Lumen y Alfaguara– ¿soportan condiciones anormales, carecen de una representación formal en el país, a criterio de alguien no son novedades, o llegaron antes de cumplir dos años y el señor no se dio cuenta? 2. La devaluación del peso solo permite explicar –parcialmente– la situación del último año. Pero los altos precios de los libros importados no son un fenómeno de ahora. Y la enumeración casuística de los trámites, de la señora Franco, no deja satisfecho a nadie. Ni sirve tampoco para explicar por qué los Relatos completos de Virginia Woolf, en edición de bolsillo, importado en 2013 –con un dólar, relativamente estable en $1.800– se venda hoy en $80.000; mientras el mismo libro importado este año por una librería se venda en $46.000. Quisiera que alguien me explicara esta situación. ¿Las librerías tienen un descuento mayor, les exigen menos trámites, arriesgan menos, no los afecta la devaluación, o la naviera les da fletes preferenciales? 3. El distribuidor tiene un descuento “que oscila alrededor del 55 %” y el precio de los libros en Colombia “puede superar el 20 % con respecto al precio del país de origen”. De modo que si tomamos un catálogo español y le subimos al precio de venta allá un 20 o un 25 %, ¿obtenemos el precio de venta aquí? Entonces, un libro de 50 euros allá, que es un precio alto, con un salario mínimo de 650 euros, aquí tendrá de precio 60 euros con un salario mínimo equivalente a 231 euros. Los libros en España son caros; aquí son carísimos, por razones que aún no están claras. 4. Y los grandes grupos editoriales, ¿afrontan las mismas dificultades que enumera la señora Franco?, ¿Y hace algo al respecto el organismo de la Unesco creado “para el fomento del libro en América Latina y el Caribe”? 5. “…por diversas razones, muchas de ellas ajenas al distribuidor, no siempre llega al país la cantidad apropiada de ejemplares”, explica la señora Franco. ¿Si son razones ajenas al distribuidor, son razones de los editores? ¿Los editores españoles –que conocen tan bien su catálogo, pensado en un 95 % para el mercado español– deciden cuándo y cuántos ejemplares se envían para Colombia? Sí es así, está muy claro el asunto para los lectores colombianos: no critiquen, señores, y estén más atentos, para que no se les pasen por alto las novedades y puedan adquirir uno de los pocos ejemplares que llegan al país. Pero ante todo, por favor, ¡ahorren! Cordialmente, r aMón PalenCia Escríbanos a arcadia@semana.com 10

Pasar fijándose

Por Carolina Sanín

COMEDIAS

M

ás que los dramas que ilustran y enredan el amor y el honor –que enredados acaban siendo una misma cosa–, y más que las épicas, que me dejan entrever hacia dónde estamos yendo desde que existimos y cómo somos inmortales en la medida en que nos hacemos astutamente conscientes de

nuestra finitud, y más que la política, que me sas. Tiene algo de humor tonto y también de hace creer en el milagro que otro lugar, ma- patetismo, pero los personajes son tan imyor que este, quepa aquí mismo, y más que probables y deliberadamente pobres que el la investigación intelectual o policiaca, que patetismo no produce ese poco de rabia que me ayuda a sentir el pensamiento vivificado producen las representaciones del patetismo, como si fuera otro sistema circulatorio, más sino ternura, una suerte de ternura seca. que todo eso, e incluso más que las cancio- 5. Broad City. Agradecí que hicieran nes, me gusta la comedia, que me da la ale- esta comedia justo cuando me estaba envigría de intuir el rastro de lo imposible y que ciando –por puro desprecio autoindulgenno me manipula con la esperanza de que su- te hacia la autiondulgencia de la narcisista ceda un desenlace, aparezca una solución o Lena Dunham– a ver Girls. Mira de mase me haga partícipe de un descubrimiento. nera compasiva y traviesa la amistad enEntre los productos culturales que más tre mujeres, y la precariedad y torpeza de disfruto están las series cómicas –o las co- la juventud. medias en serie: no sé cómo se diga–. Hay 6. Unbreakable Kimmy Schmidt. algunas que he llegado a ver tres y cua- Aunque no es mejor que la anterior serie tro veces enteras (todos los episodios, to- de Tina Fey, 30 Rock, la meto aquí en vez das las temporadas). Para recomendárselas a de la otra, por ser más nueva y para que los lectores, hago, a continuación, una lista esta lista tenga algo de “coyuntural”. El de mis favoritas de los últimos 13 años (es- humor parece girar en torno al concepto cojo ese número para poder meter la ver- de lo que está fuera de lugar. Eso y la acusión inglesa de The Office y para poder dejar mulación constate de chistes –y de chispor fuera a Seinfeld, que es demasiado gran- tes sobre chistes–, típica de Fey, crean un de para estar incluida en una lista). Si los lectores no le reprochan a la prensa cultural el pobre, engañoso infantil recurso de las listas, con el que la prensa cultural los alimenta ordinariamente, confío en que me lo perdonarán a mí por esta vez. 1. Arrested Development. Para mí es la mejor de todas. No Los protagonistas de Arrested Development. llamaría exactamente absurdo a su humor burlesco, que es más efecto de abundancia, de euforia en la fantástico (de una especie de fantasía psico- abundancia. Hacia el final de la primera lógica o sociológica) que satírico. Sus per- –y hasta ahora única– temporada está lo sonajes, todos míseros, sorprenden por la mejor, con Jon Hamm en el papel de imvariedad de maneras que tienen para per- presentable que quiere ser simpático, en la derse. Su humor implacable, conciezudo y estela de los personajes de Gervais. El meminucioso no deja escapar ningún objeto jor chiste es el nombre de este personaje, a saber: Richard Wayne Gary Wayne. de ridículo. 2. The Office–UK. Es el humor incle- 7. Absolutely Fabulous. Es el humor de mente del patetismo. El personaje que creó la exageración y la caricatura. La risa del Ricky Gervais –y que tanto se parece a su espectador se genera quizás a partir de la creador, según se puede apreciar en las en- sensación de inaccesibilidad de lo criticatrevistas que concede–, se ha convertido en ble, pero es también una risa nerviosa producida por el desorden, por el relajo. Aquí un nuevo tipo cómico. 3. Louie. Ya escribí sobre ella una colum- nuevamente el ámbito del humor es una rena anterior. Podría decirse que es un hu- lación entre mujeres. mor analítico –alguien dirá que existencial, 8. Web Therapy. Es curioso que la faraunque ese es un adjetivo que no he enten- sa, la impostura, la manipulación flagrante, dido muy bien cómo se usa en la actualidad lo artificial y lo artificioso sean lo hilarante cotidiana–. Es una comedia autobiográfica, en esta comedia construida a punta de improvisación. Quizás, más que producir risa, explícitamente autocrítica. 4. Flight of the Conchords. Es como ver a lo que produce esta comedia es el placer de Enrique y Beto, los de Plaza Sésamo, en per- ver jugar a unas personas que haciéndolo se sona y viviendo unas vidas triviales y confu- divierten mucho.


NOTICIAS

Los

5 de

El reverso del decorado

Jaime Andrés Monsalve Macaco, Historias tattooadas El catalán Daniel Carbonell, mejor conocido como Dani Macaco, es pionero de la mezcla entre pop, reggae, flamenco y rumba catalana. Su octava producción revisa esos terrenos, haciendo acopio de letras de carácter social que no olvidan el desenfado tradicional que caracteriza su propuesta.. Oscar D’León, Clásicos de Big Band Aparte de sus sobradas calidades de improvisador, el “Sonero del Mundo” es dueño de una voz rotunda y a la vez cálida, la misma que hoy pone a prueba en un trabajo alejado de la salsa, en el que reinterpreta con orquesta de gran formato temas popularizados por Sinatra, Bennett y otros crooners norteamericanos. The Bad Plus, The Rite of Spring El trío de jazz encabezado por el pianista Ethan Iverson se ha destacado por la apropiación vanguardista de temas famosos del rock y el pop. Recientemente la banda grabó esta versión jazz de un clásico de la música contemporánea: La consagración de la primavera, de Stravinski. Ismael Serrano, La llamada En agradecimiento con el cada vez mayor componente latinoamericano de su público, el cantautor madrileño explora hoy sus letras de contenido sobre la base de ritmos como candombe, rumba y hasta bachata. Un homenaje a sus seguidores que debe entenderse como un álbum de transición. Dimitris Sevdalis Quartet, Lágrimas claras A pesar de las distancias físicas, el pianista griego Dimitris Sevdalis se ha especializado en las sonoridades del jazz latino. Su más reciente trabajo explora el género del bolero, en composiciones instrumentales propias y en clásicos del género, cantados por la cubana Mildreys Duquesne.

Cosas para llevar

Kyne A veces, mi vida abría los ojos en la oscuridad. Una sensación como de multitudes ciegas e inquietas, que pasan por las calles camino de un milagro, mientras yo, invisible, permanecía inmóvil. Como el niño que se duerme con miedo escuchando los pasos pesados del corazón. Largo tiempo, hasta que la mañana pone sus rayos en la cerradura y se abren las puertas de la oscuridad. Tomas Tranströmer Estocolmo, Suecia, 1931 - 2015

Por Lucas Ospina

GESTIÓN CULTURAL Y MASOQUISMO

Q

ué vida loca la de los gestores culturales! Unos personajes a veces visibles, a veces ocultos, que producen la escena, lidian con los tejemanejes de la trasescena y usan su poder para que otros puedan hacer (o al menos lo aparentan, pues hay unos que solo usan el poder

para que no tengan poder, encarnan en institución, no cortan ni prestan el hacha y como nada hacen, nada les pasa). Es claro que de algo hay que vivir y por serendipia del destino el paso de promesa artística a funcionario en una institución cultural se da en un abrir y cerrar de ojos, o en un abrir y cerrar de piernas cuando se pasa de feliz e indocumentado a madre o padre responsable, y se trucan los créditos universitarios del pasado por los créditos hipotecarios y los avances de las tarjetas de crédito. Pero no nos pongamos tan dramáticos. Trabajar, para algunos, puede ser un placer y como en los matrimonios por conveniencia, primero vino la vinculación y el amor llegó después. Hay gestores que sufren de un inexplicable goce ejecutivo, una pasión por ejecutar que se expresa en administrar la rutina de la institución cultural de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. (sin contar las horas extras y sábados y domingos). Mientras los artistas duermen, o están en su estudio esperando a que las musas aparezcan, o esperando con ansia la próxima apertura o resultado de una convocatoria, el gestor cultural acude a ese lugar que a tantos aterroriza, la oficina, y ahí goza de: —Hacerle frente día a día a un tsumani de correo electrónico institucional y responder a cuanta misiva, tutela o derecho de petición. —Navegar con destreza por inmensas hojas cuadriculadas y fórmulas de excel. —Alinear las actividades con las asignaciones presupuestales, no sobrepasar los rubros y hacer peripecias con los recursos y el papeleo para poder pagar. —Tener relaciones de gran armonía y calidez con los jefes, sobre todo los de jurídica, planeación y presupuesto, y con sus secretarias; sobre todo las secretarias: lo jefes cambian pero las secretarias permanecen. Gozar de la ansiedad que produce el cambio de jefe o de partido político de gobierno, pensar que es mejor un mal jefe conocido que uno bueno por conocer y saber que así uno pudiera ser el jefe bueno nadie lo va a nombrar, meritocracia aparte para dirigir se necesita de algo más (salir de cierto colegio y universidad, sumado a conexiones y ser el hijo de fulanito de tal). Interiorizar el mantra de que “el que manda, manda, aunque mande mal”.

—Coleccionar reportes de prensa positivos para convencer a los superiores de la importancia de algunas iniciativas de bajo perfil que se consideran un gasto inútil, como el 99 % de lo que se gasta en cultura. —Ver cómo cuando hay iniciativas no hay continuidad o presupuesto, y cuando hay continuidad y presupuesto no hay iniciativas, más allá del carrerismo narciso de algunos artistas y la habilidad de algunos funcionarios politiqueros para convertirlo todo en propaganda. Gestor no hay camino, sino estelas sobre la mar… —Participar del trabajo colectivo y practicar el desapego al ver cómo al proyecto, en el que se trabajó por meses, le suman articulitos o nuevos párrafos, o cambios totales, o un diseño horripilante que borra con el codo lo que se hizo con la mano. —Recibir con alegría los llamados a mejorar hechos por las instancias de control (Auditoría interna, Contraloría, Procuraduría). En fin, todo un sinfín de actividades complejo que un no gestor, un cándido observador, resumirá en una sola palabra que le simplifica el entendimiento: “burocracia”. Al final, cuando todo sale bien, el crédito será de los protagonistas, de uno o varios artistas, o de un funcionario de más alto rango. La vida es cruel, sí, el gestor construye la plataforma y gestiona los recursos para el despegue de las propuestas, pero cuando finalmente logran despegar los proyectos, todo el mundo mira al cielo, alelado por la pirotecnia cultural, y el gestor se debe conformar con ver el destello de ese brillo en la córnea de los otros. Claro, si algo sale mal –a pequeña, mediana o gran escala–, al gestor se le sabe agradecer, para eso está el zumbido de la crítica y lo que fue una mosca parecerá un elefante. Gajes del oficio: “Palo porque bogas y palo porque no bogas”. En la industria pornográfica hay un cargo menor, el fluffer, que adscrito a la sección de maquillaje tiene como función el masajear la herramienta de trabajo del protagonista masculino para mantenerla erecta durante el rodaje y el relajo. Los gestores culturales, ese largo etcétera de funcionarios, productores, editores, periodistas, curadores, relacionistas, escribidores, porteros y hasta embajadores, son el fluffer emocional de la orgía cultural.

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ESPECIAL FILBO

UN GRITO DE DOLOR Y ESPERANZA

La niña de Evin

Sahar Delijani nació en prisión en 1983, pues sus dos padres, disidentes políticos del nuevo régimen del Ayatolá Jomeini, fueron apresados durante varios años. Su novela, A la sombra del árbol violeta, es un poderoso compendio de voces sobre un país dividido por el fundamentalismo y el silencio de una época terrible. Catalina Gómez Ángel*

S Teherán

olo en días muy despejados, cuando el cielo de Teherán no está cubierto por la nube gris de contaminación que por momentos hace la vida imposible, se puede ver la cadena de montañas rocosas que le dan límite a la ciudad. Y si se observa con atención, en los cerros ubicados al noroccidente, sobresalen un par de construcciones de color gris y una pared que desciende hasta la base montaña. Es la cárcel de Evin. Lo saben bien los habitantes de esta ciudad, cuya vida, desde hace décadas, mucho antes de la República Islámica, está marcada por dicha prisión. “La palabra Evin era casi como decir casa o escuela. Tenía una presencia en mi vida igual de significativa. Era, y es, un lugar que rememora todo el horror y toda la tristeza”, dice Sahar Delijani, la joven autora iraní que ha sido celebrada por la crítica por su novela A la sombra del árbol violeta (Salamandra). Y tiene razones suficientes para sentirse así. Sahar nació dentro de esas paredes en 1983. Sus padres hicieron parte de ese numeroso grupo de iraníes que fueron detenidos al comienzo de la década de los ochenta, tres o cuatro años después de la victoria de la Revolución islámica, en 1979. Las cárceles, pero sobretodo Evin, se llenaron de presos políticos acusados de estar en contra de aquella nueva República liderada por el imponente, y temido por muchos, Ayatolá Jomeini. Los prisioneros, muchos de ellos jóvenes como los padres de Sahar, eran los mismos que habían liderado las protestas que tumbaron al entonces Sha de Persa. Pertenecían a diferentes corrientes ideológicas pero los identificaba su oposición al giro que había tomado dicha *Periodista.

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Revolución. “Ocurrió cuando se dio el comienzo de la segunda dictadura en Irán, después de la del Sha. Hasta 1983 había espacio para discutir sobre el futuro político del país, se hablaba de democracia, había múltiples corrientes políticas y había esperanza. Pero en 1983 arrestaron a todos y nació el sistema que tenemos hoy”. Los ochenta marcaron la vida de los iraníes. Para la historia oficial fue la década en que se peleó la sangrienta guerra contra Irak, de la que queda memoria en cada rincón del país. Las fotos de los mártires o shahids de aquel conflicto, que en Irán se conoce como la guerra impuesta, aparecen en la entrada de cada población iraní, por pequeña que sea. Y la figura de aquellos que sacrificaron la vida por el país ha tenido un papel fundamental en los pilares de la República Islámica hasta hoy. Pero para miles de familias –aunque poco se habla públicamente de ello– los ochenta también fueron la década de los encarcelamientos y las ejecuciones. “Yo no empecé a escribir las historias que hoy conforman el libro con la idea de contar lo que pasó entonces, pero cada vez que lo intentaba terminaba por remitirme a los años ochenta, a la prisión y a las ejecuciones. Ya terminado, y habiendo analizado los motivos por los que lo escribí, puedo decir que hubo dos razones principales: el momento histórico que marcó esos años en la historia reciente de Irán y la idea de que lo sucedido en esa época era casi un secreto. Es un periodo marcado por el silencio. Hubo un gran esfuerzo por remover la memoria de aquellos años”. Si bien las familias guardaban silencio en público, el martirio se vivía de puertas para adentro. Así le sucedió en la familia de Sahar. Su madre estuvo presa dos años

y medio, y su padre cuatro; su tío fue asesinado en Evin. Ella, su hermano y su primo, que también nació en prisión, crecieron bajo el cuidado de su abuela en aquel jardín del centro de Teherán adornado con ese árbol violeta que le da título a su novela. “La ejecución de mi tío fue muy traumática. Mis padres y abuelos estaban tristes, tenían miedo y no sabían bien cómo lidiar con su muerte”. Como es obvio, ese horror repercutió en los niños. Su madre les prohibió mencionar cualquier detalle en el colegio por temor. A pesar de que los niños en Irán aprenden desde los primeros días a mantener su vida privada en secreto –especialmente aquellos que crecieron después de la Revolución– y jamás ha-

una manera feliz. Había paseos cada viernes a las montañas o reuniones con los amigos de sus padres con quienes pasaron tiempo en prisión. Una contradicción bastante común en Irán donde la alegría, el drama, la tristeza pero sobre todo la melancolía conviven. Incluso, cuenta, aquellos periodos de la cárcel de sus padres los podía ver como divertidos gracias a la manera como lo contaban. “Es complicado de explicar”. El encuentro con Evin “Estas son las paredes de Evin”, le dijo una amiga del barrio Daraker a Sahar. El barrio queda en el norte de Teherán y la cercanía con Evin es chocante. A pocos metros de distancia de la cárcel decenas de restaurantes sirven kebabs y pipas de

“Aquellos que querían imponer su superioridad moral ahora parecen estar preocupados en hacerse ricos”. blan de asuntos como beber alcohol o no rezar, para aquellos cuyas familias tienen un pasado político es y fue aún peor. Y eso se extiende hasta hoy. “Los niños tienen una gran responsabilidad. Es gracioso, pero de cierta manera desde pequeños empezamos a pensar que la seguridad de nuestros padres y nuestra familia dependía de nosotros. Cuando vivía en Irán no me daba cuenta de ello pero ahora que miro hacia atrás me doy cuenta de lo que ha marcado nuestras vidas”. Con un pasado como el de Sahar, que solo tuvo conciencia de la existencia de su padre cuando salió de prisión además del trauma que causó la ejecución de su tío, cualquiera pensaría que tuvo una infancia extremadamente triste. Y no. Es cierto que llevaba una doble vida, que en sus padres había desolación, pero también recuerda aquel periodo de

agua, y por las trochas de la montaña caminan cada fin de semana cientos de personas que huyen de la contaminación y el tráfico de la ciudad. “Si no me lo dice no lo hubiera sabido. Y por un momento no pude hablar. No sabía que uno pudiera estar tan cerca, pero sin poder acercase. Es un lugar fuera del tiempo y del espacio, pero a la vez extremadamente real”, dice Sahar. Sahar dejó Irán cuando tenía 12 años. Como miles de iraníes, su familia abandonó el país en los años posteriores a la Revolución, y como muchas familias iraníes, se fue a California, Estados Unidos. Terminó creciendo como una niña de la diáspora que soñaba con volver a Irán. “Me he dado cuenta de que desde entonces creé una especie de imagen romántica de Irán”. Pasarían ocho años para que regresara, en 2008. Fue entonces cuando se encontró con

el lugar donde nació y pasó sus primeros días de vida. Como lo cuenta en el primer capítulo del libro en el que describe con detalle su nacimiento y los días posteriores. Una historia que logró oír de su madre después de mucho rogarle. “A pesar de lo cerca que estuve aquel día nunca he estado en la puerta de Evin, como sucede con algunos personajes de la novela. Solo lo he visto en fotos y ni siquiera pienso acercarme la próxima vez que vaya. Es demasiado”. Pero ni Evin ni lo que vivió su familia en la década de los ochenta hubieran terminado convertidos en A la sombra del árbol violeta si no hubiera sido por el levantamiento de 2009, cuando millones de personas que se lanzaron a la calle a protestar por la reelección de Mahmoud Ahmadineyad. “Los hijos de los dos bandos se habían tomado las calles peleando en contra del mismo régimen. Para mí era increíble, pero también muy triste. Era como si la historia se repitiera frente a mis ojos. Era una coincidencia histórica que no podía ignorar”. Los encarcelamientos masivos se repitieron. Centenas de presos, muchos de ellos políticos pertenecientes a la entraña de la República Islámica, aparecieron vestidos de uniforme frente a una especie de juicio estalinista. Llamaron en secreto a las familias para reconocer los cadáveres de los suyos. Y repitiendo el mismo procedimiento de antaño, les prohibieron velarlos o darles un entierro como se merecían. “Me di cuenta de que era importante para mí hacer esa conexión de estos dos grandes eventos de la historia contemporánea de Irán”. Así, Sahar terminó por escribir un libro lleno de voces, en el que las historias de unos son continuadas por otros y que viaja de una época a la otra: de los ochenta al “movimien-


ESPECIAL FILBO

to verde” que no solo marcó nuevamente la historia de Irán, sino que fue un punto de inflexión en la vida de muchos de que los iraníes. “Nunca hubiera tenido la intención de terminar el libro como lo hice, hablando de reconciliación, si no fuera por lo que pasó en aquel momento”. Jóvenes cuyos padres pertenecían al sistema o que siempre habían apoyado la revolución hicieron parte del movimiento. También miles de mujeres vestidas con el mismo chador negro que usaba su madre cuando la parió en precarias condiciones. “Hasta que vi imágenes de mujeres con chador en las calles protegiendo a los jóvenes que eran atacados por los Basijis, tuve miedo de ellas. Cuando las veía en la calle me escondía”. Aquel momento representó el cansancio de una sociedad dividida. Irán, en su opinión, ha cambiado muchísimo en los últimos años. “Esto se debe en gran parte a que mi generación no se convirtió en lo que ellos esperaban. En el colegio nos bombardeaban con propaganda y moral religiosa, incluido cómo debíamos ser las mujeres, pero pasó exactamente lo contrario de lo que buscaban. Creo que en ese aspecto han fracasado”. La pesada represión de los ochenta, incluso aquella más liviana que se vivió en los años posteriores a las elecciones de 2009 y a los años de gobierno de Mahmoud Ahmadineyad, ha dejado de estar tan presente. Y aquellos que querían imponer su superioridad moral, dice, ahora parecen estar más preocupados en hacerse ricos. “En muchos aspectos, la cultura del régimen ha terminado”. A la sombra del árbol violeta, más allá de ser la recopilación de pesadumbres de una generación, también es una suma de esperanzas por una vida en la que todos, incluidos los de la diáspora, puedan vivir juntos. Es, al final, un libro de amor a un país complejo, dolido, cargado de una tristeza profunda, pero también alegre, diverso, rico y tan amante de la poesía como da fe el lenguaje que consiguió una niña nacida en la prisión de Evin.

MAURICE ROUGEMONT/OPALE

Sahar Delijani nació en la prisión de Evin, Teherán, en 1983.

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ESPECIAL FILBO LA DOMINICANA RITA INDIANA

Islas diabólicas Dominique Lemoine Ulloa*

L Bogotá

a fama del músico popular se queda con todo. No puedes ir al supermercado sin que te pidan una foto. Yo no puedo vivir así, me gusta usar el transporte público, que nadie me reconozca”. Eso dice Rita Indiana, la paradójicamente famosa escritora dominicana que también es ídolo musical, periodista, activista, símbolo de la homosexualidad en la cultura latinoamericana y una de las voces literarias más importantes del Caribe actual. La fama que ahora le molesta le llegó con fuerza de huracán en 2011, cuando irrumpió en la escena musical con una feroz reinvención del merengue con canciones como “El juidero”, “Da Pa Lo Do” o “Jardinera”. El ritmo endemoniado de sus canciones, que tienen mucho de merengue clásico pero también mucho de música electrónica y hip hop, y las letras en las que ataca sin temor la actualidad de su país y habla de sexualidad sin eufemismos ni tapujos la convirtieron un éxito viral en internet. De la mano de Indiana, el merengue, ese “ritmo por excelencia del patriarcado dominicano”, se volvió el dominio de una mujer, y no de cualquier mujer sino de una abiertamente homosexual, desafiante, fuerte y crítica. Esta mezcla dinamita la llevó a la cúspide: se presentó en escenarios de Nueva York e incluso fue escogida por el diario El País, de España, como uno de los personajes latinos más influyentes de ese año. A primera vista, Rita Indiana es eso: puro merengue. Es andrógina, alta y delgada (sin parecer débil), como si estuviera hecha de fibras duras, de soga, como si estuviera hecha para bailar. Pero, y esto es lo que quienes la conocimos por su música estamos empezando a entender, es ante todo una mujer de letras. “Primero fui escritora. Cuando comencé a bregar con la música ya tenía dos novelas publicadas. Mi proyecto como cantante fue una especie de ficción performativa. Una novela vivida”, confiesa.

*Literata y periodista. 14

Música y letras se entretejen en la obra de Rita Indiana, escritora y español del Caribe. Sus novelas ocurren en ciudades saturadas de es bucólico, ni mágico, lo fantástico es una herramienta para definir el

Rita Indiana comenzó su carrera como escritora a los 21 años.

En efecto, Indiana empezó su carrera en el mundo de la escritura en 1998 con la publicación de Rumiantes, su primer libro de cuentos, cuando apenas tenía 21 años. “El proceso de componer y producir se parece mucho a la escritura. Esta parte me encanta y por eso sigo produciendo música para películas –explica–. La tarima es lo que no me gusta y lo que diferencia ambas plataformas. El libro se consume en privado, en silencio. La música

bailable se toca para un público, hay que trabajar con el cuerpo, sudar”, concluye. Tras casi una década de sudor, Indiana volvió a sus raíces literarias en 2013 con Nombres y animales, una novela en la que, durante un verano, una narradora adolescente trabaja en una clínica veterinaria donde entra en contacto con las historias de clientes y pacientes que crean un retrato crítico de la sociedad dominicana. Desde ese entonces

se ha dedicado de lleno a contar historias. Entre sus obras más elogiadas están Papi (de 2005, que narra los ires y venires de un narcotraficante desde los ojos de su hija, quien lo ve solo cuando regresa a la isla a hacer alarde de sus dólares), y su primera novela, escrita mucho antes de su llegada a la escena musical, La estrategia de Chochueca (2000), una obra en la que Santo Domingo se vuelve protagonista mientras Silvia y sus amigos re-


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y ruidosas le escapaban detalles. Cuando la película terminaba yo le hacía un interrogatorio: ¿Viste esto?, ¿viste aquello? Siempre tuve interés en contar mi versión de los hechos”. En la obra de Indiana esos hechos y esas versiones van desde cuestiones de género y sexualidad y política hasta las vicisitudes de la vida diaria. En otras palabras, lo mejor y lo peor de la cultura caribeña: las ricas tradiciones religiosas, musicales y orales traídas por los esclavos de África occidental luchan constantemente en la narrativa de Indiana contra la inercia política de los pueblos latinoamericanos, la corrupción y la proliferación de gobernantes incapaces. Todo esto en un lenguaje disruptivo, en una violenta “reimaginación” del lenguaje literario a punta de spanglish, coloquialismos a menudo ininteligibles para los no iniciados y palabras que cualquier purista calificaría de “mal escritas”. “Mis historias ocurren en una accidentada ruta entre islas diabólicas y ruidosas, ciudades

música, y una de las figuras de la narrativa en tecnología y demagogia. Lo fantástico en ellas no alcance del poder político y la corrupción.

que disfruto mucho”) como sucede en su novela más reciente, La mucama de Omicunlé. Estos cuestionamientos surgen con tanta fuerza en la ficción de Indiana que desbordan las páginas de sus libros de ficción y, hoy en día, empiezan a brotar en su noficción. Desde hace un poco más de un año escribe una columna de actualidad en la sección “El Pulso”, del diario El País, en la que habla desde la educación en República Dominicana (o “el embrutecimiento sistemático de la población”) hasta el papel de Henry Cole, el famoso percusionista puertorriqueño, en los ritmos del Caribe. Como ella misma dice, “mi columna oscila entre el activismo me-da-la-ganario y la crítica cultural”. En 2010 “salió del clóset”, aunque la expresión quizá no sea la más precisa en su caso: no se esforzó mucho por ocultar su homosexualidad, así que no había mucho clóset de donde salir. En todo caso, la revelación, poco común para una

AFP

“Mi proyecto como cantante fue una especie de ficción performativa. Una novela vivida”.

corren incesantemente sus calles para devolverle unos parlantes robados a la policía. Como pasa con pocos escritores, rastrear las influencias de Indiana requiere explorar tanto su biblioteca como su colección de discos. “Tengo una fascinación especial por la música y la literatura del sur de Estados Unidos –explica–. El blues, el jazz, las canciones de trabajo. Richard Wright, Faulkner, Mark Twain, Carson McCullers. Este arte es produc-

to, como el mío, de la cultura de plantación, de la trata negrera, y me resulta fácil identificarme”. La necesidad de contar historias que la ha llevado a ser una de las escritoras con más acogida de América Latina y el Caribe hoy en día tiene sus orígenes tiempo atrás. “De pequeña cuando veía una película o unos muñequitos con mi abuela, con la que viví hasta los 7 años, me angustiaba sentir que ella no estaba viendo lo mismo que yo. Como que se

saturadas de tecnología y demagogia. Lo fantástico en ellas no es bucólico, ni mágico, lo fantástico es una herramienta para definir el alcance del poder político y la corrupción”. No es entonces casualidad encontrarse en las páginas de Rita Indiana con personajes como el padre de la protagonista de la novela Papi, un macho caribeño arquetípico que busca mejor fortuna fuera de su país para volver con los bolsillos llenos para descrestar a la hija que lo espera siempre en vano. O con un país “en el que los animales no tienen derechos y las gentes son animales”, como en Nombres y animales, donde una muchacha sin nombre que desafía sus propios prejuicios y a los de la isla (que en este caso concuerdan con los de la vida real) frente a los inmigrantes haitianos. O con una crítica al capitalismo tercermundista disfrazada de ciencia ficción (“Los viajes en el tiempo –dice–, me permiten un revisionismo especulativo

celebridad de su talla en República Dominicana (o cualquier parte de América Latina, para esa gracia), la hizo todavía más popular y algunos hasta empezaron a llamarla la cara de la homosexualidad en el Caribe. Pero sus ambiciones poco tienen que ver con el activismo, o por lo menos el activismo que se hace siendo la cabeza visible de alguna cosa. “Lo que hago y puedo hacer es vivir mi vida como el ser humano normal que soy”, dice. Todo esto, la experimentación formal que desafía las tradiciones literarias, su creatividad incontenible, el desparpajo con el que habla y escribe, sus estructuras narrativas, su ritmo frenético (como el de su música) y sus puntos de vista minuciosamente críticos, han convertido a Rita Indiana, quiéralo o no, en un referente obligado, una de las figuras claves del panorama literario del gran Caribe. A Rita Indiana le dicen la Mostra, y es fácil ver por qué. 15


ESPECIAL FILBO

AFP

Katja Petrowskaja nació en Kiev en 1970.

KATJA PETROWSKAJA: LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO

Renombrar la catástrofe

Nacida en Ucrania, pero migrada a Moscú, para después recalar en Berlín, la escritora traducida a una veintena de idiomas ha querido en Tal vez Esther hacer una especie de contraviaje para perseguir el destino de un puñado de personajes que viven la terrible historia del siglo XX europeo. Mariana Dimópulos*

L Buenos Aires

a memoria fue uno de los grandes temas literarios del siglo pasado. Basta con pensar, por ejemplo, en la exploración de *Traductora argentina. 16

la memoria personal en Borges o en Proust: Funes el memorioso, que lo recuerda todo; Marcel, que ve el presente cargado de las huellas de lo que ya no está. Pero cuando se trata de recordar la Historia, en mayúscula, aparece la memoria colectiva.

Lo que ha pasado es mío y no lo es tanto. Esta es la ecuación sobre la que está basada el valioso libro Tal vez Esther de la multipremiada autora ucraniana Katja Petrowskaja. Y sin embargo, esa ecuación parece irresoluble.

“A través de la historia de mi familia voy tocando los puntos más críticos del siglo xx europeo. Pero mi familia no es un fin en sí mismo, sino una excusa: me dio el derecho a entrar en esa zona de catástrofes”. La entrada a esa zona escabrosa del pasado es literariamente difícil no porque no haya puerta alguna, sino porque con el tiempo se han ido abriendo demasiadas. De hecho, en el contexto europeo, la Segunda Guerra Mundial es hoy en día uno de los temas más recorridos por la ficción. No por nada, el francés Patrick Modiano acaba de ganar el Premio Nobel. En Alemania, los libros sobre el Holocausto, que empezaron como historias personales de testigos y sobrevivientes, vienen colmando las librerías hace décadas. ¿Cómo volver a Auschwitz entonces? Si la escritura pudiera reducirse a un cálculo, diríamos que la solución de Petrowskaja es nueva y es múltiple. Tal vez Esther, junto con su carga emotiva, trata de precisar y de analizar. De ahí que componga el relato a partir de varios retratos de

su familia, que incluyen la educación para sordomudos en el siglo xix vienés, la matanza nazi en el barranco de Babi Yar de los judíos de Kiev, un complot político en el orden soviético, un sobreviviente del campo de Mauthausen. Pero por otro lado, es esa misma búsqueda de los antepasados el motor y en cierto punto la protagonista de la narración. Ya no se trata entonces de ser testigo, sino de buscar los testigos entre los antepasados, aunque sea para fracasar. “En uno de los capítulos viajo en 1989, con un grupo de turistas, desde la Unión Soviética en un autobús hasta Polonia, a Oswiecim. Con toda intención escribí el nombre polaco y no el nombre alemán del lugar, no solo porque en aquel entonces yo no conocía el término alemán, sino porque para nosotros es un lugar distinto y también porque se usa demasiado a menudo la palabra alemana, y sin ningún pudor”. O sea, hay que ir a Auschwitz como turista de la Unión Soviética, no conocer su nombre occidental, y recuperar más tarde esa memoria propia para decir al fin algo de eso que se ha visitado muchas veces en la literatura y que no se acaba de decir nunca. “No nombrar directamente a Auschwitz es lo más importante”, explica Petrowskaja. Y tampoco reproducir esa famosa frase sobre el trabajo y la libertad que recibía a los prisioneros, inscrita sobre la entrada. Toda esta sutileza, sin embargo, no da ninguna vaguedad a su texto; es más bien muestra de que Petrowskaja, para escribir su libro, debió hacer más que un cruce de lenguas al abandonar el ruso y adoptar el alemán. “Para mí es importante poner en cuestionamiento la lengua de la violencia”. Entonces, podría sonar paradójico adoptar precisamente esa lengua alemana. Pero Petrowskaja escribe y no escribe en alemán, y eso es, muy probablemente, lo que le valió el inmediato reconocimiento del público y lo que puso en evidencia que, detrás de esa búsqueda, había también una enorme reflexión sobre el lenguaje. De ahí que una de las características de ese nuevo “nombrar” la catástrofe sea por momentos la reflexión sobre las palabras mismas, con las que se dice cada cosa, también de la mano del humor. Como si las palabras mismas fueran la verdadera acción, el verdadero propósito del libro. Petrowskaja no juega con la historia,


XXXXXXXX aunque sí con las palabras: “Se habla mucho sobre los extranjeros de una lengua, cómo oyen todo como si fuera nuevo, cómo hacen todo distinto. Pues ellos –como los niños– aprenden, palpan y descubren por primera vez una lengua. Pero a veces esto se exagera o es interpretado falsamente, porque este modo infantil de tratar al lenguaje puede ser también la quintaesencia de la poesía. Porque ahí también hay otra lógica de la lengua, una capacidad. La lengua es un juego, pero ese juego se juega a vida o muerte”. La búsqueda, entonces, no de la expresión precisa sino franca, por un lado, y la de la información de la memoria familiar por el otro. Pero esos parientes, el tío remoto, las abuelas con nombres de flores (Rosa y Margarita), el abuelo desconocido que vuelve después de 40 años y jamás pronuncia una palabra sobre el pasado: todos ellos, al momento de la búsqueda, ya están muertos. Los pocos que se atrevieron a hacer preguntas, cuando Petrowskaja era una niña, no recibieron respuesta alguna. El libro resulta así

ocupación rusa; en Moscú, una provinciana de Kiev. Es difícil ser medio extranjera en todas partes. Prefiero ser del todo extranjera en Berlín”. Sabemos que la literatura no es una ecuación, porque si lo fuera, sería irresoluble. Todo es tentativa, también la del recuerdo, aunque nos pertenezca. Y no solo por la dificultad de limpiarlo de nuestra mirada subjetiva, sino porque está irremediablemente ligado al presente. Esto ocurrió con Tal vez Esther de una manera patente: mientras el libro hablaba de la Segunda Guerra Mundial y el destino de una familia judía de Ucrania, que había vivido en Polonia y en Austria, con ese típico europeísmo de la Europa del Este, en la Ucrania actual se desataba una nueva guerra. “El año pasado empecé a desesperarme. Me sentí impotente cuando cien peronsas murieron en Kiev, asesinadas a tiros en medio de mi ciudad natal, en mi calle, en la calle donde nací cerca de la plaza del Maidan, y donde cierra literalmente el relato de mi libro, que yo había terminado solo dos meses antes y que trata de una guerra

Sabemos que la literatura no es una ecuación, porque si lo fuera, sería irresoluble. Todo es tentativa. una búsqueda originaria, mítica y a la vez prosaica: empieza por internet, sigue en un viaje a Varsovia y acaba en una visita al campo de concentración austriaco de Mauthausen, en donde ninguna de las respuestas encontradas resulta concluyente. Mientras tanto, el libro trata una y otra vez de recuperar mediante retratos lo que se ha oído de padres y otros parientes cercanos, haciendo conjugar esa memoria familiar verídica con la historia del siglo xx. Esa búsqueda o ese viaje, admite Petrowskaja, tuvo su contraparte en la propia vida. En 1986, tras el accidente de Chernobyl, los padres hicieron que Petrowskaja abandonara su Ucrania natal y que terminara la escuela en Moscú. Luego estudió literatura en Estonia y volvió a Rusia para hacer su doctorado; a mediados de los años noventa se instaló en Berlín: había empezado a estudiar alemán a los 27 años. Si bien nunca perdió el contacto con Kiev, no vivió de cerca el proceso de formación de la república de Ucrania y la renovación del ucraniano, lengua que entiende pero no habla. “En Estonia soy parte de la

de hace mucho tiempo. Desde la Segunda Guerra no había de esos muertos en Kiev. Quería despertarme de todo eso, porque no podía ser verdad”. Pero lo es. De ahí que, desde su aparición, Tal vez Esther no haya dejado de resultar esclarecedor, aunque se abstenga de juicios sobre culpables y víctimas. Esther, que tal vez se llamaba de esta forma, fue una de las bisabuelas judías de Petrowskaja, que quedó en Kiev en el año 1941, cuando los alemanes invasores convocaron a todos los judíos de la ciudad cerca de una hondonada, Babi Yar, donde serían asesinados durante dos días a punta de pistola. Esther es tan vieja que no puede salir de su apartamento, pero a toda costa quiere atender el llamado de las nuevas autoridades. No cree en lo que se rumorea acerca de la matanza; baja al fin y se encuentra con los soldados alemanes en la calle. No hace falta llegar hasta la hondonada de Babi Yar. Ellos cumplen con su cometido allí mismo. Pero hay un vecino detrás de los postigos. Por eso la muerte de Esther no se perdió en la pura incógnita, aunque no sepamos si ese era su nombre.

1990-2015

a i n a p m o c la s o m a v e l l s o r b i l s o n d e lo s b u e s e l a t i p s o a lo s h

D

esde 2011 y de la mano de los promotores de lectura de la Fundación, las bibliotecas itinerantes se pasean por los pasillos, entran en las habitaciones de los pacientes o se estacionan en las salas de espera de los hospitales universitarios de Méderi y en el Hospital de la Misericordia de Bogotá. Esta es una de las acciones de nuestro programa de Lectura en Espacios No Convencionales en donde los libros acompañan a las personas hospitalizadas y a sus familias.

méderi: leer para sanar

Las bibliotecas creadas por Fundalectura, con una colección de 547 títulos que rota entre los hospitales universitarios Mayor y Barrios Unidos, están en el programa Madre Canguro y en las salas de urgencias, urgencias coronarias, quimioterapia y observación. fundación sanar: lecturas compartidas

Los pequeños del pabellón de Oncología del Hospital La Misericordia también estrechan los vínculos con sus familias a través de los libros. Una colección de 550 títulos está a su disposición en las salas de quimioterapia y de espera, así como en la ludoteca, donde se los leen en voz alta. Los padres pueden llevarlos en préstamo para disfrutarlos con sus hijos en casa. La mayoría de los niños son menores de 13 años y casi la mitad está en su primera infancia.

para mayor información contacte a

Fundalectura / Tel. 320 1511 www.fundalectura.org contactenos@fundalectura.org.co

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ESPECIAL FILBO BIBLIOTECA BANVILLE-BLACK

Los dos rostros Es uno de los escritores más valorados por la crítica literaria después de conseguir dos veces el Booker Prize. Además, en 2014 fue premio Príncipe de Asturias y estará en Bogotá para hablar de los dos escritores que lo habitan. ¿Cuáles son las claves de Banville?¿Cuáles las de Black? Julio Paredes*

A

pesar de un creciente número de premios, investigaciones, traducciones a varios idiomas, invitaciones a ferias, conferencias e, incluso, a talleres literarios, a la pregunta de cuál es la opinión que le merecen sus libros, John Banville contesta, sin dudarlo y casi con las mismas palabras, que lo avergüenzan; todos y cada uno por igual. El desconcierto no lo disparan los argumentos, ni los personajes, sino la manera como han quedado escritos. Agrega que le gustaría contar con el poder mágico de extraer el contenido de los títulos que lleven el nombre de John Banville; dejar solo la encuadernación y las tapas, como simples machotes vacíos. Una fantasmagoría que le permitiera, así, empezar de cero. Encontrar un eficiente mecanismo que lo acerque a lo que en realidad quiso, imaginó y pretendió decir. Al final, Banville entiende que la búsqueda por el enunciado justo de las cosas, imaginadas o no, es una tarea agotadora e inútil, que solo se conjura con un la escritura de un nuevo libro. La convicción y el síndrome no son nuevos y los han compartido otros “pesos pesados”, como Miles Davis o Juan Carlos Onetti, quienes, en su tiempo, también renegaron de unos momentos de lucidez (¿inspiración?) que a la mayoría de sus lectores aún les parecen insuperables. Por fortuna, una vez se inicia la inmersión, nada sencilla, en las *Editor. 18

páginas de la biblioteca Banville, la experiencia no tiene marcha atrás. El lector entiende poco a poco, al ritmo que le impone una compleja sumatoria de frases, que el verdadero secreto está en entregarse a la agudeza melancólica, combinada con una especie de imprecisión existencial y desconcierto verbal, con los que los narradores traídos al mundo por Banville, califican la mente y el corazón de los humanos; tanto de los que habitan en los límites de sus ficciones como los que lo acompañan en la llamada realidad. Varios encuentran en la reticencia ante el talento propio una certeza auténtica y sincera de quienes han logrado consolidar una obra excepcional con el paso del tiempo, como es el caso de John Banville, con más de 15 títulos publicados (aquí me refiero solo a la biblioteca Banville) y el consenso casi unánime de ser el escritor contemporáneo en lengua inglesa con el lenguaje escrito más fértil, magnético y potente; mérito nada despreciable (¡terror, imagino, de los traductores que se asomen a ese vértigo en prosa!) si elaboramos un índice, siempre incompleto y banal, de acompañantes como Julian Barnes, Ian McEwan, J.M. Coetzee, Joan Didion, James Salter, William Trevor, Colm Toibin, Claire Keegan, Kazuo Ishiguro, Cormac McCarthy, Lorrie Moore, Tim Winton, Richard Ford... y un largo etcétera que puede ocasionar una especie de agorafobia a cualquier lector de ficción anglosajona, sin ser, necesariamente, anglófilo ni despreocupado

AFP

Bogotá


ESPECIAL FILBO (¡o desleal!) con la tradición y algunas de las voces contemporáneas que proponen experiencias similares en español. En un fugaz recorrido por la biblioteca Banville, el lector, interpretando quizás algunas palabras del propio autor, podrá identificar tres momentos narrativos: la etapa juvenil con Long Lankin, 1970; Nightspawn, 1971, Birchwood, 1973; la llamada tetralogía científica con tres novelas históricas, Copérnico, 1976, Kepler, 1981, La carta de Newton, 1982 (esta última no exactamente una novela histórica, pero sí la primera anticipación, por el tono y el tipo de narrador, a la obra posterior) y Mefisto, 1989, indudable punto de quiebre en la biblioteca (y en el mismo territorio íntimo del Banville autor), que abre la puerta a las que me atrevería a calificar como novelas esenciales, donde la fuerza de los detalles y la propuesta retórica (poética) alcanzan el punto máximo, con las resonancias, además, de Vladimir Nabokov y Henry James: El libro de las pruebas, 1989, Ghosts, 1993, Athena, 1995, una trilogía enlazada por la ominosa presencia y la voz de Freddie Montgomery, vehículo y corazón de los múltiples rostros del mal y del crimen; El intocable, 1997, Eclipse, 2000, Imposturas, 2002, El mar, 2005, Los infinitos, 2009 y Antigua luz, 2012, novela donde reaparecen los espíritus nominales de Alexander Cleave, su hija Cassandra Cleave y el gran simulador Axel Vander, protagonistas en Eclipse e Imposturas. En esta última sección de la biblioteca, Banville consolida un casi único gran narrador masculino en primera persona, que, a lo largo de los años, adopta distintas máscaras y busca de manera incansable una respuesta para el olvido, el pasado perdido, la infancia, la identidad y sus falsedades, el sentido del amor y de la muerte, o, aún más allá, la belleza muda de una obra de arte como El nacimiento de Athena o La muerte de Séneca, compuestos por la mano de otra ilusión llamada Jean Vaublin, uno de los “auténticos” especialistas en el tema de la fête galante. Habrá que ver cómo encaja The Blue Guitar en la biblioteca, el nuevo título anunciado para septiembre de 2015. Encuentro ahora una divertida coincidencia, con una trayectoria circular simple pero curiosa, entre la llegada por primera vez a la biblioteca Banville en 2001 con Eclipse y la lectura en 2013 de su último título publicado, Antigua luz. Lo entiendo como un tipo de inercia y órbita personales (como

las que perseguían al joven Kepler durante la escritura de su Mysterium cosmographicum) que, sin ser conscientes ni planeadas, parecerían esconder una juiciosa aunque ingenua manera de abordar y descifrar los enigmas que plantea Banville, no solo frente al oficio de la escritura sino, y sobre todo, al oficio y la experiencia de la lectura. Ínterin entre dos extremos, pero atado de inmediato a una manera de leer, de comprender poco a poco que la alucinación (el sueño que se convierte en ficción, como dice él mismo) a la que se asiste a medida que se pasan las páginas, sucede gracias a las posibilidades del lenguaje, a una poderosa (y siempre enigmática) combinación de términos que, semejante a los procesos de un cálculo infinitesimal, no aparecen como malabares retóricos de un preciosismo acomodado, sino que son, paradójicamente, la prueba irrefutable de la imposibilidad para llegar a las partículas esenciales de la verdad; de la memoria perdida, donde el mundo, alguna vez, mantuvo la inocencia. Black Según la anécdota que narra John Banville (la persona) el origen y nacimiento del escritor Benjamin Black –el “oscuro y hermano gemelo” y en un primer momento Benjamin White– y sus obras nacen de la confluencia fortuita de dos circunstancias: un abortado proyecto para una serie televisiva, del que ya tenía material escrito, y la reveladora experiencia que le dejan los

y el número de lectores. Resulta inevitable pensar aquí (sin pretender un análisis “epistemológico” de la variable Banville-Black) en las definiciones de la heteronimia por Fernando Pessoa, pues Black, a fin de cuentas, es otra de las invenciones de Banville; una personalidad que tiene la capacidad y la facultad individual, más “espontánea”, de crear otro mundo de ficción. Aunque se trate así de una entidad aparte, el lector, sin embargo, podría identificar en la biblioteca Banville atisbos y elementos formales del thriller, otra fuente probable para la llegada a Benjamin Black. Novelas como

Sin duda, Benjamin Black se ha convertido en un autor autónomo y paralelo al autor John Banville. primeros encuentros con las llamadas novelas duras de Georges Simenon; término acuñado por el propio Simenon para referirse a su vertiente literaria, más allá de los clichés y las fórmulas de género. Otra extraordinaria biblioteca con más de cien novelas (recordemos que la antigua editorial Tusquets alcanzó a publicar 37 títulos entre 1993 y 2006). Sin duda, Benjamin Black se ha convertido en un autor autónomo y paralelo al autor John Banville desde su primera novela, publicada en 2006. Es decir, no se trata de un simple seudónimo sino de un verdadero escritor quien, a la fecha, ha consolidado una biblioteca propia, con ocho títulos publicados, con un éxito, además, mayor a los escritos por el pobre Banville, por lo menos en cuanto a las ventas de ejemplares

Athena y, en especial, El intocable, que se pueden leer, por el argumento y cierto tipo de estructura interna, como “novelas de espías” al estilo, y esta es una mera especulación personal, del británico John Bingham. Evidentemente, Black le ha dado un inesperado aire al género contemporáneo de la novela policiaca. La sólida combinación de atmósferas, personajes y argumentos lo convierte en representante fiel de los formatos del hard-boiled o la novela negra, donde sigue, casi a rajatabla, los particulares dictámenes del género: un crimen, un investigador y las entretelas de un mundo donde nadie ni nada es lo que dice ser. De las ocho novelas publicadas, seis, El secreto de Christine (2006), El otro nombre de Laura (2008), En busca de April (2010),

Muerte en verano (2011), Venganza (2012) y Órdenes sagradas (2013), tienen como escenario Dublín, en la Irlanda de los años cincuenta; oscura época de posguerra bajo la autoridad cerrada e implacable de una Iglesia católica que rige el destino político del país y, más que nada, el territorio íntimo de cada uno de sus habitantes. Se trata de las “novelas de Quirke” (nombre que aparece en Eclipse), narradas desde el punto de vista de un médico patólogo e investigador involuntario quien, como en los protagonistas emblemáticos de Raymond Chandler o David Goodis, cuenta el mundo que lo rodea desde la soledad y esa especie de ironía agria que le deja un corazón partido y el fantasma del alcohol. Dos excepciones completan la biblioteca Black: El Lémur (2008), novela breve protagonizada por el periodista John Glass, en una Nueva York contemporánea, y La rubia de ojos negros (2014), proyecto encargado a Banville por su editor y el Estate of Raymond Chandler, y que, en un giro adicional a la teoría del canibalismo sobre la que Chandler transformó varios de sus relatos y novelas, Black retoma los pasos de Philip Marlowe durante los mismos días cuando Chandler lo dejara, “casado con una mujer rica y sepultado en plata”, en la inacabada historia de The Poodle Springs Story. Pasos finales que, por ahora, cierran un ciclo y nos recuerdan que, inevitablemente, todos los personajes y las historias con los que nos hemos cruzado en esta gran biblioteca no son sino “las sombras de alguien más”, que ni Banville ni Black podrían decirnos quiénes son ni de dónde vienen en realidad.

La biblioteca de Benjamin Black se compone de ocho novelas. En la página anterior: John Banville en 2012.

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ESPECIAL FILBO EL ESCRITOR Y CINEASTA FRANCÉS PHILIPPE CLAUDEL

“Del punk que fui me quedó la libertad” Las almas grises, La nieta del señor Lihn y El informe de Brodeck son tres de las novelas que han hecho famoso a Philippe Claudel, uno de los autores invitados a la Feria del Libro de Bogotá. Tras el lenguaje sobrio y el ritmo calmado se esconde un punk de la vieja guardia al que no le gustan las ciudades. Ricardo Abdahllah *

P París

hilippe Claudel –tiene 53 años y publicó su primer libro a los 37 y 20 más desde entonces– recorre un sendero en el bosque que se extiende en los alrededores de Dombasle-surMeurthe, en la región francesa de Lorena y da con el cráter dejado por uno de los muchos obuses que cayeron en la zona durante la Primera Guerra Mundial. “Pisar la tierra, andar, explorar” es el título del primer capítulo de la tesis de 518 páginas sobre André Hardellet con la que Claudel aspira doctorarse en la Universidad de Nancy y en la que, a los 39 años, lleva diez trabajando. Al excavar, así sea con la punta de los dedos, aún puede de vez en cuando encontrar vainillas o esquirlas. Como el punk veinteañero que es, Claudel odia la guerra. Habla de eso en los poemas que escribe, en los cortometrajes que intenta. Es domingo, el día que sale del Liceo Bichat en el que lo han internado sus padres. Acaba de cumplir 14 años. Levanta del suelo un fragmento de casco que no acaba de oxidarse. Se pregunta si ese casco perteneció a alguno de los soldados mutilados que suele cruzar en las calles del pueblo. Los veteranos de la Primera Guerra están viejos, pero la Segunda terminó hace apenas 16 años. El doble de los que tiene. Desde ese camino ve la casa donde nació. No puede saber que también ve la casa en la que va a vivir muchos años después. *Periodista.

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“Entre las dos hay apenas 50 metros. Como soy un soñador, a veces ni sé en qué momento de mi vida estoy cuando ando por esos caminos –dice Claudel–. Nunca he vivido en otra parte y en tren puedo venir a París y devolverme el mismo día”. El trabajo que lo tiene en París es la posproducción de Una infancia, que será su cuarto largometraje. Como de costumbre, el cielo sobre la capital francesa es un bloque gris y nadie podrá ver el eclipse total de sol del que tanto se ha hablado. “La verdad es que no. París no me gusta”, dice Claudel en tono de confidencia.

con desconfianza, y si los juicios por colaboración y fusilamientos sirvieron de purga colectiva, no lograban borrar las huellas de la mentalidad de los alsacianos y loreneses, ni los traumas menos visibles que los cráteres y las trincheras habían dejado y que el monte no se acaba de tragar. O al menos eso podría pensarse de una obra como la de Claudel, en la que la culpabilidad colectiva, las relaciones ambivalentes de aprecio, miedo y odio al extranjero y el peso de la historia ocupan un lugar preponderante. Ese ambiente de la retaguardia es el que Claudel evoca en Las almas grises, su séptimo libro,

“Nos reuníamos alrededor de una grabadora. Escuchar música era un ritual de grupo. Ahora es individual”. Las huellas de las guerras Alsacia y Lorena, en la frontera con Alemania, fueron las regiones francesas que más sufrieron durante la Primera Guerra Mundial y junto a Normandía, por donde entraron los aliados, las que más sufrieron durante la Segunda. Cercanos a los alemanes por geografía y tradiciones, los habitantes de la región se vieron en menos de 30 años obligados a vivir dos veces un juego de lealtades, traiciones y delaciones en el que el vecino se convertía en un enemigo y en el que por pura cuestión de supervivencia había que adivinar cuál bando llevaba la ventaja y actuar en consecuencia. En los meses posteriores a las victorias francesa de 1918 y aliada de 1945, el país miraba la región

con el que en 2004 ganó el Premio Renaudot y el de lectores de Elle, comenzó a ser masivamente traducido. No hay batallas, pero la violencia latente entre los habitantes, que gracias a su indispensable trabajo en una fábrica se han salvado del reclutamiento y los soldados que pasan rumbo al frente y vuelven destripados impregna toda la historia. Tres años después, en El informe de Brodevk, el autor puso en escena el mismo pueblo (¿u otro?) después de otra guerra (¿o la misma?) en el que solo quedaba un extranjero, “der Anderer” (así en alemán), en cuyo asesinato participaron todos los hombres de la localidad. El ambiente evoca las depuraciones después de la Segunda Guerra Mundial, en la que los

pueblerinos se daban a la tarea de señalar un colaborador, como una manera consciente o inconsciente de esconder que la mayoría lo eran, pero Claudel se defiende de toda acusación de novela histórica “Mis novelas son ficciones. Fantasías. No sé, fábulas. No buscan rendir cuentas con precisión académica sino reinventar mitologías, establecer leyendas”. Érase una vez en un lejano país... Las historias de los veteranos de guerra que Claudel escuchaba en su infancia no solo han influenciado los temas que trata sino también en el lugar que le da al narrador, algo que, según él, también nace de su interés en reflexionar sobre qué es narrar y cómo hacerlo en nuestra época. El policía que cuenta Las almas grises no es un testigo neutral, él mismo está marcado por la guerra, y los años que han transcurrido desde entonces parecen haber fijado su heridas en lugar de curarlas; Brodeck, el que da nombre al informe, se niega a participar en el sacrificio expiatorio del extranjero y como castigo es forzado a escribir lo que ha ocurrido. En La nieta del señor Lihn, Claudel también apuesta por el tono de historia escuchada y la economía del lenguaje. “Es una escritura simple porque buscaba una narración simple. Ese señor, un inmigrante del sudeste asiático que lo ha perdido todo, incluso su idioma, existía en mi cabeza mucho antes que el argumento, y terminó por modelar la manera de contarlo”,


ESPECIAL FILBO Philippe Claudel es escritor y realizador de cine.

AFP

Atum idenden daerum es mi, ant venis etus maxim ut fuga. Pita por aut magnit, odicto consequas debistrumqui

explica el novelista, quien también, para que la historia sonara como un cuento de esos que empiezan por ‘érase una vez’ optó por una locación construida a partir de símbolos universales: calle principal, puerto, asilo, mercado. “La ciudad es descrita de una manera muy minimalista porque prefiero que el lector la sitúe donde quiera. Me gusta que mis novelas transcurran en una suerte de no-lugar”. La excepción más notoria a esa regla de no nombrar los lugares es Aromas, el único de sus libros que Claudel asume como autobiográfico. Si para el señor Lihn el país al que llega, que suponemos Francia, es un país “sin olor”, Claudel cuenta su propia vida a través de un “oler la vida pasar frente a la nariz” que le sirve como método de retrospectiva. “Es algo que uno siente cuando está en el extranjero. Un ‘país sin olor’ no porque no lo tenga, sino porque somos incapaces de reconstruir ese pasaje olfativo que está muy ligado a los sentimientos. Doy mucha importancia a los cinco sentidos: olfato, tacto, gusto. A la vista... A lo mejor porque quise ser pintor describo mis paisajes

como si fueran pintados con una técnica ligera, como una acuarela. Hay mucha cercanía entre la pintura y la literatura. La literatura no solo se nutre de nuestra humanidad, sino de las otras artes. Del cine también”. Claudel no ha mencionado la música. Y viéndolo bien, cuando dijo cinco sentidos, solo mencionó cuatro. Lo que queda de aquel punk “Nos reuníamos alrededor de una grabadora. Escuchar música era un ritual de grupo. Ahora es individual. Cada uno con sus audífonos y ya no soy una persona tan musical. Cuando trabajo necesito hacerlo en silencio”. Parece que fue hace tiempo, Nancy, la capital del departamento, y esa época luego de terminar en el internado que Claudel recuerda como pasada entre resacas. “Al cabo de unos años, me di cuenta de que era como un animal que se reventaba la cabeza contra los muros de un laberinto. Bebía ginebra a pico de botella. Andaba detrás de todas las chicas. Mi vida no iba para ningún lado”. El sitio internet de la Academia Goncourt dice: “En 1983 lo salvó una mujer. La suya”. “¿Qué me quedó de la épo-

ca punk? La libertad supongo. El hecho de no ceder frente a lo comercial. De no entender ni la literatura ni nada en mi vida como una transacción monetaria. Sigo siendo un marginal, pero como artista la sociedad me tolera esa marginalidad”. Claudel sigue alternando la publicación comercial con pequeños proyectos de edición independiente a pesar de que las grandes editoriales se lo disputan como es imaginable con un autor premiado y que vende bien. Aunque podría permitírselo, se niega a dejar su cátedra de escritura de guion en el Instituto Europeo de Cine y Audiovisuales de la Universidad de Lorena. “Creo que la transmisión es lo más bello que existe, ese es el principio mismo de la humanidad, lo que la define”, dice de su trabajo como profesor. En homenaje a ese momento de la vida en la que “Dios perdió el combate frente a los Sex Pistols”, rechaza toda nominación de honor con excepción de la de la Academia Goncourt porque “sabía que me obligaría a estar leyendo autores contemporáneos”. Claudel dice que nunca tuvo ni tendrá un plan de vida o de carrera y que

nunca sabe para dónde va una historia cuando la comienza. “Ni siquiera sé si será novela o película, porque las dos vienen de deseos muy diferentes. En la novela es la exploración del lenguaje, la posibilidad de escribir un país imaginario. La película empieza porque me dan ganas de filmar cosas. Una mujer que se está acicalando, por ejemplo. Veo la manera como voy a seguir su mano, de la espalda a su cuello y a sus senos. Tengo esa escena sin ninguna historia, pero me dan ganas de buscar esa mujer que será el personaje principal. En la novela no veo los personajes. Ni Brodeck ni el señor Lihn tienen rostro. En La investigación todos los personajes son descritos de la misma manera: ‘Bajito, calvo y algo gordo’”. Prisiones y montañas Durante su anterior visita a Colombia, Claudel fue invitado a una sesión fotográfica en la reclusión de mujeres de San Diego, en Cartagena, que quedaba frente al hotel donde estaba hospedado. “Ni siquiera me requisaron y al día siguiente pude volver a entrar solo y pasar la tarde hablando con las detenidas. La mayoría de mujeres eran víctimas de personas que les ha-

bían hecho transportar droga”, cuenta el autor, quien durante su época universitaria insistió durante dos años para que lo dejaran realizar talleres de literatura en la reclusión Charles III de Nancy. Cuando por fin lo admitieron se quedó 12 años, hasta la demolición del edificio. De allí salió su volumen de historias El ruido de las llaves y su convicción de que “quien no conoce el mundo de la prisión piensa que allí viven personas diferentes, qué sé yo, monstruos o al menos fenómenos. Pero no, somos usted y yo más una vuelta que dio la vida”. Trabajando al tiempo en la promoción del libro anterior y en la escritura del próximo, en los últimos toques de la película que sale en otoño y el casting de una que aún no esta escrita, Claudel dice que no puede tener rituales de escritura, que a veces se encierra días a escribir y a veces ni tiene tiempo durante semanas. Que si fuera capaz de organizarse escribiría en la mañana y dedicaría las tardes al deporte. Ya no practica el triatlón, pero no ha dejado el alpinismo. Dice que es su pasión. “Sí, más que la escritura”.

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ESPECIAL FILBO

LA OBRA DE JUAN CÁRDENAS

Distorsiones y malentendidos En esta feria se lanzará Ornamento, una nueva novela de Juan Cárdenas: lejos del realismo imperante en nuestra literatura, Cárdenas, quien también oficia como traductor y crítico de arte, aboga por una escritura que interrogue al propio lenguaje desde un artefacto llamado novela. Catalina Holguín Jaramillo*

o hay muchas brújulas en este empeño de leer a Juan Cárdenas. No con un autor así de joven, vivo, periférico y difícil. La obra que firma como Juan Cárdenas, que consta de un libro de cuentos y tres novelas, es inquietante y provocativa. Juan Sebastián Cárdenas –que es el nombre completo de este escritor nacido en Popayán en 1978– se lo reserva para firmar traducciones y su trabajo como crítico y curador de arte. Hace unos meses fue comisario de la muestra de arte Acorazado Patacón en arco, la feria de arte madrileña en la que Colombia fue país invitado de honor. Del oficio de la traducción literaria ha aprendido “la música interna que tiene el lenguaje”. De su otro oficio, el de crítica de arte, ha aprendido todo lo contrario: a tomar distancia crítica de la literatura. Las novelas Zumbido (451 Editores, 2010), Los estratos (Periférica, 2013) y Ornamento (Periférica, 2015) rompen los esquemas clásicos de representación propuestos hasta ahora por los autores colombianos más sonados del momento. Cárdenas no ofrece una literatura confesional y autobiográfica, ni son estas novelas coherentes con el deseo presidencial de mostrar a un país herido por la violencia sobreponiéndose al horror de la Historia. “A mí no me pa*Literata y periodista. 22

Juan Cárdenas nació en Popayán, en 1978.

SANTIE TROPPOLI

N Bogotá

rece que esto es lo que haya que hacer: vamos a contar este terrible episodio de nuestra historia con unos personajes sumamente Tal y Pascual”, afirma Cárdenas en esta entrevista conducida por Skype entre Bogotá y Quito. “Por bien hecho que esté, eso no deja de estar basado en un modelo de representación chato”. En otra entrevista, Cárdenas amplía sobre esta dificultad de representar a Colombia: “Yo quería hablar de mis fantasmas colombianos, de la violencia, del horror y de la vitalidad rabiosa que se manifiesta en extrañas formas de resistencia cultural contra los poderes que desangran al país. Pero para hablar de todo eso tenía que encontrar una manera de gambetear la legibilidad hasta el límite del absurdo. Si te volvés legible te agarran y te ponen a trabajar para ellos”. En abierta resistencia a la explicación y al resumen dócil del dossier de prensa, el universo literario de Cárdenas propone una teoría de la representación basada en la distorsión y el malentendido. Uno de los elementos fundamentales de la distorsión narrativa es la dislocación geográfica. Los estratos cuenta la historia de un hombre que está a oscuras, encerrado en su casa, atorado en la empresa familiar, en un matrimonio que no cumple la promesa de liberarlo de su propia clase. Lo asedia un recuerdo, el de su nana negra caminando por un puerto (que podría ser Buenaventura, pero no es). En su búsqueda


T Í T U LO S R E C O MXE X NX DX AD XO XS XX PA R A LA F E R I A I N T E R N A C I O N A L D E L L I B R O D E B O G O TÁ

La historia política de Colombia es a la vez compleja, intensa y trágica. Múltiples han sido sus actores nacionales: movimientos sociales, élites económico-políticas, trabajadores urbanos y campesinos, gremios, Congreso, Estado, Iglesia, Fuerzas Militares, guerrillas, organizaciones paramilitares, partidos políticos, víctimas como sujetos políticos, memoria individual y colectiva; y otros actores externos: es una realidad la intervención de Estados Unidos en Colombia desde finales del siglo XIX, y en especial desde los sucesos de 1903, cuando Panamá fue cercenada de Colombia, hasta la actualidad. La Violencia, y las que de ella se derivaron, el conflicto social armado y la memoria hacen parte del trasfondo presente que hoy confluye en la justicia transicional. Todo esto el lector lo apreciará en movimiento a lo largo de las páginas de este libro, en ese inacabado campo de batalla histórica que es nuestra Colombia.

CÉSAR MIGUEL TORRES DEL RÍO (1954)

COLOMBIA SIGLO XX Desde la guerra de los Mil Días hasta la elección de hp Álvaro Uribe

César Miguel Torres Del Río

Doctor en Historia de la Universidad de Brasilia, en Brasil. Actualmente es profesor titular en el Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana, y como tal se desempeña en el pregrado y los posgrados. Coordina el Centro de Estudios sobre Asia, África y Mundo Islámico (CEAAMI), de la misma facultad. Ha sido profesor visitante en James Madison University, Virginia, Estados Unidos. Es analista político sobre problemas mundiales y acerca del conflicto armado en Colombia. Autor de reseñas, ensayos y libros sobre historia política de Colombia. Entre sus publicaciones se encuentran De milicias reales a militares contrainsurgentes. La institución militar en Colombia siglos XVIII al XXI (2008, en coautoría con Saúl Rodríguez Hernández); Fuerzas Armadas y seguridad nacional (2000); Grandes agresiones contra Colombia 1833-1994 (1994) y Diplomacia y Guerra Fría. América Latina 1945-1948 (1992).

CÉSAR TORRES DEL RÍO 2015, 398 p.

A Artes

histórico en el cual surge y tiene sentido esta práctica musical, y presenta una in-

Arrullos y currulaos

troducción al formato y los géneros más representativos. La segunda corresponde nales: bombos, cununos, guasás y marimba de chonta, con algunos comentarios sobre la interpretación vocal. Hasta ahora son pocos los trabajos investigativos de largo alcance que se han publicado en Colombia acerca de tradiciones musicales regionales, y menos aún desde enfoques pedagógicos como el que aquí se propone. En este sentido, Arrullos y Currulaos marca un aporte significativo a la investigación musical en el país, contribuyendo a la difusión y el conocimiento de una tradición musical y de toda una región que tiene aún mucho por mostrar, y que hace falta conocer y reconocer.

Errores innatos del metabolismo Un abordaje integral del diagnóstico al tratamiento Luis Alejandro Barrera Avellaneda, Angela Johana Espejo Mojica, Eugenia Espinosa García y Olga Yaneth Echeverri Peña (editores)

Juan Sebastián Ochoa · Leonor Convers · Oscar Hernández

Alejandro Zuleta Jaramillo

a la propuesta pedagógica para aprender a interpretar los instrumentos tradicio-

El desarrollo: aporte y límite a la solución del conflicto armado en Colombia Germán Neira F., S. J. y Melina Escorcia

Leonor Convers Licenciada en Pedagogía Musical, Especialista en jazz e improvisación vocal y Magíster en Dirección Coral. Es profesora asociada del Departamento de Música de la Pontificia Universidad Javeriana. Dirigió el Departamento de Música entre 2003 y 2007 y se desempeñó como Decana Académica de la Facultad de Artes entre 2008 y 2014.

Material para abordar el estudio de la música tradicional del Pacífico sur colombiano

Oscar Hernández Salgar Maestro en Música, Magíster en Estudios Culturales y Doctor en Ciencias Sociales y Humanas. Ganador del Premio de Musicología Casa de las Américas 2014. Es profesor del Departamento de Música y Asistente para Creación Artística en la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana.

Tomo I

Juan Sebastián Ochoa Leonor Convers Oscar Hernández

OPCION 2 portadaARRULLOS_tomo1.indd 1

Artes

El texto consta de dos partes: una primera dedicada a mostrar el contexto social e

Antología Kodály colombiana II

Juan Sebastián Ochoa Magíster en Estudios Culturales. Coautor de los libros Gaiteros y tamboleros (2007) y Travesías por la tierra del olvido: modernidad y colombianidad en la música de Carlos Vives y La Provincia (2014). Músico, investigador y actual docente de la Universidad de Antioquia.

Ciencias de la Educación

herramientas pedagógicas tomadas de la tradición académica.

Ingenierías, Arquitectura, Diseño y Urbanismo

puente entre las formas tradicionales de aprendizaje de músicas regionales y las

Ciencias de la Salud

la interrelación del texto escrito con el material audiovisual, el trabajo propone un

Ciencias Sociales y Humanas

colombiano que consta de un texto y unos archivos de audio y video. A partir de

Economía, Administración, Contaduría

Arrullos y Currulaos es una investigación sobre la música tradicional del Pacífico sur

Ciencias Naturales y Matemáticas

Otros libros publicados en esta colección

27/11/14 10:31

ARRULLOS Y CURRULAOS Material para abordar el estudio de la música tradicional del Pacífico sur colombiano JUAN SEBASTIÁN OCHOA, LEONOR CONVERS, OSCAR HERNÁNDEZ 2015, 132 p. y 162 p. (dos tomos)

en virtud de la excelencia, la serie de libros opera eximia de la Pontifica universidad Javeriana presenta una sucesión de publicaciones de valiosos exponentes de la producción académica y artística desarrollada en Colombia, y en algunos de los contextos más prestigiosos del mundo. Con la pluma y las propuestas de distintos autores, la colección busca constituir un corpus textual que brinde una panorámica global del ejercicio investigativo y creativo en las diversas disciplinas del universo editorial. el lector se encuentra frente a una colección que emerge de las más exhaustivas evaluaciones y cuenta con un proceso editorial de alta calidad, reflejado en su propuesta gráfica y en la garantía de contenida de pertinencia indiscutible.

otros tÍtulos de esta ColeCCión

este libro examina en detalle la presencia de dos comunidades españolas en territorio colombiano: los capuchinos en el Vicariato apostólico de la Guajira, sierra nevada y Motilones (1905-1952); y los carmelitas descalzos activos en la prefectura apostólica de urabá (1918-1941). ofrece una visión panorámica y comparada de la labor de estos religiosos, que, más allá de la mera esfera de la catequesis, fueron intermediarios que propiciaron una serie de transformaciones culturales. la intención es ver el encuentro de este par de comunidades religiosas con la población local en dos remotas y agrestes regiones de frontera desde la perspectiva de un sistema religioso concebido como sistema cultural. Tomando la modificación de las creencias como centro, el análisis abarca las demás esferas afectadas por los misioneros, tras un largo proceso de negociación cultural: el lenguaje, las prácticas alimenticias, el atuendo, la normas de higiene y arreglo personal, la noción del tiempo, las rutinas cotidianas, las actividades productivas, las formas de construcción, los espacios habitacionales, los sitios de culto, las formas de sociabilidad, el empleo del ocio, el uso de la música y las imágenes visuales, el sentido de pertenencia a la patria.

En tierras paganas. Misiones católicas en Urabá y en La Guajira, Colombia 1892-1952

en tierras paGanas Misiones católicas en urabá y en la Guajira, Colombia 1892-1952

Juan Felipe Córdoba-restrepo

Vitrolas, rocolas y radioteatros. Hábitos de escucha de la música popular en Medellín, 1930-1950 Carolina santamaría-delgado

de la abyección a la revuelta: la nueva novela colombiana de evelio rosero, tomás González y antonia ungar paula andrea Marín Colorado la gente de aritama. la personalidad cultural de la aldea mestiza de Colombia alicia dussán de reichel y Gerardo reichel-dolmatoff

Juan Felipe Códoba-Restrepo

je? Creo que la literatura es el espacio propicio para explorar eso”. Un entramado grueso de hilos enlaza las obra de Cárdenas, y estos hilos son a veces calculadamente explícitos y en otras ocasiones solo ecos. Como si cada novela hubiera sido soñada por el mismo tipo que repite patrones: imágenes, ciudades sin nombres, cuerpos desfigurados, presagios y rituales inexplicables, retazos de periódicos viejos, perros con voluntad propia. “Probaturas” ha llamado un crítico español a la obra de Cárdenas. “La mayor influencia de Juan Cárdenas es él mismo”, afirma. Y es como si estas probaturas fueran ensayos hacia un sistema de codificación que le permitiese hablar de Colombia sin caer en la trampa de la “cháchara política”. Como si cada novela fuera el recuerdo distorsionado de una novela maestra y única que no existe, sino que se anuncia en cada entrega, que se anuncia incompletamente.

edición Segunda aumentada ay corregid

COLOMBIA SIGLO XX Desde la guerra de los Mil Días hasta la elección de Álvaro Uribe Segunda edición aumentada y corregida

“Para hablar de todo eso tenía que encontrar una manera de gambetear la legibilidad hasta el límite del absurdo”. midos. La manera como salen esos lenguajes es psicótica: es un lenguaje de mucha repetición, de mucho tartamudeo, interrupción, de imágenes que no se acaban de aclarar, que se truncan”. Acá estamos lejos del realismo y de la narrativa tradicional; acá el lenguaje es como un mensaje críptico captado por una antena monstruosa. Acá, el lector se sintoniza y trata de atender al llamado. En Ornamento, cuatro mujeres sin nombre participan del test de una droga psicotrópica-erótica que solo tiene efecto en mujeres. El doctor que lidera el experimento es el narrador y es solo a través de él que accedemos a la voz de la número 4, que tiene la particularidad de soltar monólogos crípticos bajo los efectos de la droga. El narrador es, entonces, un vehículo que nos acerca imperfectamente a la voz de la mujer número 4. Aunque los monólogos crípticos de la mujer obsesionen al doctor, este no logra penetrar la coraza de su sentido. Un

César Miguel Torres Del Río

1:07 a.m.

Colección Libros de Investigación Vicerrectoría de Investigación Pont i f ic i a Un i ver sid a d Javer i a n a

atisbo de ese significado se revela en un capítulo aislado, ajeno a la voz narrativa y al conocimiento del doctor, en el que se nos permite escuchar en su voz su historia de abuso, venganza y escape. Solo la número 4 lleva el peso de la revelación. Al respecto, Cárdenas explica: “Casi todas esas despalabradas de ella están hechas con pedazos de discursos de Laureano Gomez, con pedazos de discursos de Gaitán, y con material encontrado de esa época. Había algo que me interesaba y era pensar cómo los discursos políticos se convierten con el paso del tiempo en el inconsciente público. Esta mujer, que es como una antena, que se ha chupado mil cosas, empieza a sacar todas esas lenguas cuando toma la droga. Me gustaba la idea que cuando esta mujer entraba en ese trance, se abre una especie de grieta histórica y el lenguaje inconsciente sale a la luz. ¿Qué otro cuerpo puede ser más susceptible a esa apertura de grietas que el lengua-

17/03/15

Arrullos y currulaos. Tomo I

lo ayuda una psiquiatra, una fiscal y un detective indio. Y aunque la historia trascurre en una ciudad que huele, se ve y se siente como Cali, deliberadamente no es Cali. El problema con los nombres se extiende a los personajes, que tampoco tienen nombre propio. “Me parece que el nombre se convierte como en un pozo, el sentido se cae por el nombre, explica Cárdenas, el nombre se convierte en un lugar de sentido donde hay un montón de choques y construcciones culturales. En Zumbido quité los nombres por eso. Para evitar esos baches, y tener una superficie muy pulida en la que el ojo no cae”. A estos elementos de calculada distorsión se suma un uso del lenguaje donde se resquebraja la autoridad narrativa tradicional con ruidos, grietas, voces y retazos. En palabras de Cárdenas, su literatura es como una máquina: “Me gusta esa idea de crear artefactos o dispositivos que sean capaces de exhumar esos lenguajes repri-

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COLOMBIA SIGLO XX

COLOMBIA SIGLO XX.pdf

Juan Felipe Córdoba-restrepo director editorial de la universidad del rosario (bogotá, Colombia). Historiador de la universidad de antioquia (Medellín); Magíster en Historia de la universidad nacional de Colombia (sede Medellín); doctor en Historia de la universidad nacional de Colombia (sede bogotá). presidente de la asociación de editoriales universitarias de Colombia –aseuC– y de la asociación de editoriales de américa latina y el Caribe. Cuenta con varias publicaciones en áreas de edición, comunicación e historia, entre ellas: “las comunidades de religiosos en antioquia, 1885-1950” (2000); diagnóstico preliminar de la actividad editorial universitaria en Colombia, 1998-2002, en coautoría con selma Marken Farley y stella Valbuena García (2003); edición universitaria en américa latina. debates, retos, experiencias, eulaC, aseuC, abeu, alteXto (2011); “universidad y edición. Caminos abiertos para el debate y la crítica: textos académicos en américa latina”, boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República (2014).

Cuidado en enfermería al paciente en postoperatorio temprano de revascularización miocárdica Claudia ariza olarte

EN TIERRAS PAGANAS Misiones católicas en Urabá y en La Guajira, Colombia, 1892-1952 JUAN FELIPE CÓRDOBA-RESTREPO 2015, 322 p.

Y M Á S D E C U A R E N TA N OV E DA D E S E N: ARQUITECTURA, DISEÑO, ARTES, CIENCIAS, CIENCIAS JURÍDICAS, MEDICINA, PSICOLOGÍA, LITERATURA, ANTROPOLOGÍA, SOCIOLOGÍA, HISTORIA, ESTUDIOS CULTURALES, POESÍA, CIENCIA POLÍTICA Y RELACIONES INTERNACIONALES, COMUNICACIÓN Y LENGUAJE, ESTUDIOS AMBIENTALES Y RURALES, FILOSOFÍA, Y TEOLOGÍA.

Visítenos en Corferias, pabellón 3, piso 2, stand 501.

www.javeriana.edu.co/editorial 23


ESPECIAL FILBO DOS NOVEDADES EN LA FILBO

Ganar por nocaut Joseph Avski y Luis Miguel Rivas proponen dos volúmenes de cuentos que recuperan el género para las editoriales comerciales. Aunque con algunos peros, el autor de esta nota reconoce el valor de dos escritores que están buscando escribir lejos de los lugares comunes. Francisco Barrios*

E

Bogotá

*Escritor y periodista freelance. 24

Joseph Avski nació en Montería, en 1980.

La expectativa que han generado estos dos libros entre los periodistas culturales se deriva, en el caso de Rivas, de que es conocido como bloguero, es activo en las redes sociales y ha escrito buenas crónicas en publicaciones como Bacánika y Universo Centro. En cuanto a Avksi, se debe en parte a que es recordado por una polémica con Alberto Salcedo Ramos, que Arcadia reseñó en 2012. No me parece justo con estos dos autores que la atención por sus libros se derive de ellos, ya que sus textos bien podrían prescindir de sus biografías y más bien contar con buenas estrategias de mercadeo y una edición cuidada. ¿Nos vamos a ir como estamos pasando de bueno? (Seix-Barral) es una colección de relatos en los que convergen la influencia de los medios audiovisuales y nuestra violencia local. Por su parte, El infinito se acaba pronto (emecé) propone un relato paralelo entre la vida de un loco genial y un “loco de mierda”. Los dos libros

REVISTA SOHO

n el siglo pasado, los editores de libros solo tenían que ocuparse de dos formatos: las ediciones rústicas de bajo precio y las más costosas de tapa dura. Pero entrado el siglo xxi, a estos se sumaron los ejemplares usados, que se pueden comprar muy baratos por internet, los libros electrónicos para los distintos dispositivos y los pdf descargables. Además, están las páginas web y los blogs, en los que todos podemos hacernos autores y crear lectores. Este escenario obligó a las editoriales a repensar su producto y su mercado, y tal vez el mejor ejemplo de ello es el portal de la editorial McSweeney’s, fundada en San Francisco en 1998, y que se ha convertido en un referente mundial de cómo sostener los impresos apoyándose en una amplia oferta de productos subsidiarios como camisetas, afiches y agendas (mientras que se mantiene fiel a su premisa de publicar a autores que fueron rechazados por otras casas editoriales). En octubre del año pasado, Dave Eggers, su fundador, anunció que McSweeney’s se transformará en una organización sin ánimo de lucro. En el mercado hispano, los grandes grupos editoriales parecen no haberse percatado de lo que pasa en el resto del planeta, y, mientras tanto, los lectores nostálgicos de otras épocas se lamentan de que ya no se vea esa nota que decía “Edición al cuidado de”. Creo que tienen razón porque entre las muchas novedades de esta edición de la filbo, por ejemplo, hay dos libros que me habría gustado escribir o al menos concebir, pero cuyas ediciones, a mi parecer, merecieron poco cuidado: ¿Nos vamos a ir como estamos pasando de bueno?, de Luis Miguel Rivas, y El infinito se acaba pronto, de Joseph Avski.

Luis Miguel Rivas nació en Cartago, en 1969.

tienen en común a Medellín como referente, y esto no me parece casual, toda vez que algunas de las propuestas culturales más interesantes de los últimos años en Colombia provienen de esta ciudad ( editoriales como Tragaluz, revistas como Odradek, el cuento y eventos como el Festival de Poesía y la Fiesta del Libro, para mencionar solo algunos). Los libros comparten también la ausencia de lugares comunes: no hay por ningún lado un cuento de un profesor que se acueste con una estudiante, ni un monólogo interior de un paramilitar o de un asesino a sueldo. Se parecen también, como ya lo dije, en que sus ediciones casi que los malogran, y esta responsabilidad no recae sobre los autores. El libro de Luis Miguel Rivas (Cartago, 1969), cuyo título trataré de no repetir mucho, está compuesto por doce cuentos entre los que destaco “La noche de la mitocondria”, porque propone una solución triste a un relato que se anunciaba sórdido; “Esos son los más peligrosos”, porque conjuga acertadamente la vulgaridad del personaje del “traqueto” con el género fantástico; “TQM”, porque el autor se burla de un personaje que bien puede ser un alter ego suyo, y “Ramiro no me mira a los ojos”, porque, con una mezcla de crónica periodística y diario personal, aborda la drogadicción sin compasión y sin celebración. En cuanto al cuento que da título al libro, Rivas recrea el lugar común de la tradicional rumba de oficina de los viernes, pero escapa a la caricatura al introducir efectivamente la fiereza de la violencia callejera. Sin embargo, este relato pierde fuerza por ser el último de la serie, ya que “TQM” y “La Sirena viene hacia mí”, que lo preceden, se valen de recursos narrativos muy similares. Además, la frase “¿Nos vamos a ir como estamos pasando de bueno?” es un chiste que se entiende mejor leyendo el


cuento, pero que como su título, y el del libro, es muy largo y parece apto más bien para un espectáculo de stand-up comedy (basta con decirlo en voz alta o transcribirlo más de una vez para darse cuenta de esto). “La mañana del diente de león” y “No me gusta que me miren los niños” son, a mi parecer, escenas de las que se pudo prescindir, no relatos acabados. Tal vez por su trayectoria en medios audiovisuales, Rivas es habilísimo para encadenar imágenes bien construidas sintácticamente, pero adjetivaciones como “escandalosa timidez”, “euforia somnolienta” y “ventanal gigante” son errores, como lo es el oxímoron fácil “brinquitos de adolescente entrada en años” de uno de los personajes. En lo que respecta al diseño de la portada, creo que el libro se merecía algo mejor que una imagen de Shutterstock que muestra un vaso de plástico cuyo contenido –sangre o vino– se riega. Sí, en ¿Nos vamos a ir como estamos pasando de bueno? los personajes se emborrachan y hay sangre y podemos inferir que toman en vasos de plástico, pero no creo equivocarme al afirmar que si este libro hubiera tenido

sos como los epígrafes, algo en lo que un editor habría reparado: cada capítulo está precedido de uno (del Antiguo Testamento, de Anaxágoras, de Dante, de Quevedo, de Pascal, de Bruno, de Shakespeare, de Milton, de Dostoievski, de Nietzsche, de Kafka y de Russell, entre otros) y esto no enriquece el relato, sino que lo empobrece porque anuncia un concepto de un autor canónico, que el capítulo no pretende exponer. El autor se vale también del nombre Juvenal Urbino, pero como no hay ningún desarrollo del personaje, lo que tal vez Avski concibió como un guiño o un homenaje a García Márquez termina por ser una referencia gratuita. El autor confundió también el adjetivo “vastedad” con “bastedad”, por lo que Dios, inmenso, termina convertido en un dios ordinario (un disparate en una historia que reposa, en buena medida, en comprender el misticismo de Georg Cantor). Para escribir este artículo no hablé con los autores ni con las editoriales e ignoro cómo fue el proceso de edición. Como crítico, como lector y como comprador, espero libros cuidados que no precisen de explicaciones

La gracia de la historia radica en la mezquindad del narrador y en el patetismo de los personajes principales. un buen diseño y menos cuentos mejor editados, estaríamos ante un producto final intachable. El infinito se acaba pronto, de Joseph Avski (seudónimo de José Manuel Palacios, Montería, 1980), no corrió con mejor suerte. El título señala una paradoja pero la gracia de la historia radica en la mezquindad del narrador y en el patetismo de los personajes principales; no hay nada paradójico en sus destinos. A este se le suma una portada, también de Shutterstock, que reproduce al infinito, como en los juegos de espejos, la cabeza de un hombre anodino, cuando en el libro hay muchísimas referencias a lugares tan sugerentes en imágenes como pueden serlo un hospital psiquiátrico, la época de Georg Cantor (1845-1918), que coincide con los inicios de la fotografía, o, para ir más lejos, los diagramas de conjuntos de este matemático, cuyas posibilidades gráficas son, esas sí, infinitas. En lo que respecta al texto, Avski da cuenta de la vida del matemático alemán Georg Cantor, explica sus series numéricas, y alterna esto con la historia de quien se cree su sucesor y no es más que un mitómano exasperante. Pero Avski abusa de recur-

posteriores a su publicación. Luis Miguel Rivas y Joseph Avski son dos autores de talento cuyos libros recomiendo leer, pero a ese talento le falta edición y a sus obras les faltó presentación. ¿Cómo se puede mejorar esto? ¿Qué se puede hacer para que los escritores nuevos encuentren los mejores medios para desplegar su talento? Creo que la respuesta la deberíamos buscar en la diversidad del panorama cultural actual: hace años que las universidades ofrecen programas de edición y de escritura creativa. También hay escritores reconocidos que dictan talleres que podrían ser de mucho provecho para los editores, porque en lo que respecta a la literatura de ficción, salvo por dos o tres excepciones, las editoriales independientes se están quedando con los mejores autores a su cuidado, al tiempo que ganan reconocimiento fuera del país. Ojalá que la FILBo de este año, además de atiborrar su programación con los lanzamientos de las novedades, proponga también algún taller para las editoriales de cómo hacer su oficio (no uno sobre “el futuro del libro”, cuyas cartas, a mi parecer, ya están echadas).

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EL TREN DE MACONDO, ARACATACA, COLOMBIA. S/F. DEL LIBRO MACONDO VISTO POR LEO MATIZ. CORTESÍA FUNDACIÓN LEO MATIZ Y SEMANA LIBROS.

MACONDO: PAÍS INVITADO A LA FILBO

La invención real de un lugar imaginario La explosión masiva que representó Cien años de soledad desnudó los complejos de Colombia. Su héroe cultural inventó una mitología doméstica y mantuvo una distancia estratégica ante esos mismos complejos. Macondo era el Caribe, pero también los mapas recorridos por García Márquez para comprender el libro que al fin pudo escribir cuando vivía en México.

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ESPECIAL FILBO

Hugo Chaparro Valderrama*

W Bogotá

illiam Faulkner trazó con precisión de cartógrafo el mapa de su geografía literaria. Aceptando la sugerencia del crítico Malcolm Cowley, Faulkner le envió, para la antología que preparaba de su obra, el mapa de Jefferson y el Condado de Yoknapatawpha. El escritor tuvo entonces un segundo aire, a finales de los años cuarenta, después de que Estados Unidos le hubiera dado la espalda y sus libros estuvieran fuera de circulación. Pero el mapa ya existía diez años atrás. Faulkner lo dibujó como una ilustración que acompañaba la cronología y la reseña biográfica de los personajes que protagonizan ¡Absalón, Absalón! Además de la extensión del condado –2.400 millas cuadradas– y de su población –blancos: 6.298; negros: 9.313–, el origen de la geografía hecha ficción aseguraba en la brevedad de un rótulo quién era el creador que propició el génesis y los diversos apocalipsis de sus narraciones: “William Faulkner. Sole Owner and Proprietor” (William Faulkner. Único dueño y propietario). Era un derecho legítimo: presentarse como dueño y propietario de su territorio ficticio. Un ejemplo que siguieron otros escritores –Rulfo, Onetti, García Márquez– cuando soñaron con mundos no menos inverosímiles: Comala, Santa María, Macondo. Distintos en sus hallazgos formales, solo comparten con Faulkner, según García Márquez, analogías geográficas. “Los pueblos ardientes y llenos de polvo, las gentes sin esperanzas”, explicó en El olor de la guayaba. Quizás una forma de entender al ser humano. La imagen de Faulkner surge entonces en el espejo de sus influencias cuando conocemos el calor perpetuo de Comala, la desesperanza en Santa María, la vida provinciana hecha historia universal en Macondo. José Félix Fuenmayor, con la certeza de los lectores astutos, compartió con García Márquez, cuando era un escritor que aprendía su oficio en Barranquilla, la ilusión de que Faulkner era un autor del Caribe. El sur de Estados Unidos descrito por Faulkner, advirtiendo en los mapas de *Escritor.

Yoknapatawpha donde nacieron, vivieron, sufrieron por sus amores confusos, hicieron de la religión una invocación supersticiosa, cometieron asesinatos, fueron encarcelados, linchados y, al final de todo, murieron, no era del todo ajeno a las biografías, los dramas y las muertes del Caribe donde Fuenmayor comprendió que las historias de Faulkner también podían narrarse en una geografía hechizada por fantasmas similares. Los orígenes del mito explicado por sus creadores: Yoknapatawpha, según Faulkner, se descubría en los tiempos ancestrales de una antigua tribu india que llamó Yocona al río que avanzaba por el sur de Oxford (Mississippi); García Márquez, con su poder de fabulación, por el que no interesa tanto la verdad de los hechos como su invención, recordaba que Macondo era el nombre de una hacienda de banano cerca de Aracataca. De una geografía a otra, en el azar de las lecturas que moldean un estilo, Faulkner soñó con un mundo autónomo en su

que cruzó por las páginas de Cien años de soledad sin que pudiera abandonarlas jamás. Sus lectores cruzaron el umbral de una frontera que desvaneció las fronteras. El escritor Francisco Goldman, criado en Boston, de origen guatemalteco, recuerda de una manera entrañable la tarde en que su madre lo entretuvo leyéndole en voz alta, para aliviarlo de la enfermedad que felizmente le evitó ir ese día al colegio, fragmentos de la novela donde pudo descubrir que las leyendas y anécdotas de su familia en Guatemala se encontraban reinventadas por el libro que parecía resumir la historia íntima de un continente. “Las influencias literarias son quizás más interesantes cuando cruzan fronteras e idiomas”, escribió Goldman en The New York Times del 2 de noviembre de 2003, titulando su artículo con una frase que parece tópica pero hace del lugar común una manera de honrar con justicia al padre, In the Shadow of the Patriarch (A la sombra del patriarca). “García Márquez siempre nom-

Macondo fue un arma política para las estirpes que tal vez no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra. escritura, que no pasó en vano para que García Márquez resumiera el mundo en un pueblo. Con una diferencia, literalmente, fantástica, que lo distingue de Faulkner: la naturaleza mágica asumida como un hecho normal y cotidiano por los habitantes de Macondo. La tradición del realismo espeso y violento del sur de Estados Unidos narrado por Faulkner, se transformó en el Caribe cuando García Márquez narró los hechos de un lugar imaginario, habituado a los excesos fantásticos, tan reales como pueden ser los sueños, ilógicos de una manera implacablemente lógica, donde todo es posible aunque parezca imposible. Nació entonces el pueblo, el origen de su novedad, anunciado a mediados de los años cincuenta en el “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”, con sus casas de barro y cañabrava, a la orilla de un río de aguas diáfanas, con piedras grandiosas como huevos prehistóricos. Un lugar que se convirtió, con la rapidez del vértigo, en el patrimonio de una generación

bró a Faulkner, Kafka y Virginia Woolf entre sus mayores influencias, además de otros escritores latinoamericanos como Juan Rulfo. Según la lógica ya conocida de Harold Bloom en “La ansiedad de la influencia”, la originalidad en literatura es por lo general un asunto en el que se combinan al menos dos influencias inesperadas. En todo el mundo, García Márquez parece que hubiera aportado parte de esa ecuación a escritores como Salman Rushdie, Toni Morrison y Ben Okri, así como también a escritores latinos en Estados Unidos como Óscar Hijuelos. Un académico escribió hace poco que García Márquez es el escritor más influyente en la literatura contemporánea china; en un cuento del escritor iraquí en el exilio Najem Wali, un personaje redescubre la ciudad de Basra en Macondo”. La explosión masiva que representó Cien años… desnudó los complejos de Colombia. Su héroe cultural inventó una mitología doméstica y mantuvo una distancia estratégica ante esos mismos complejos. Macon-

do era el Caribe, pero también los mapas recorridos por García Márquez para comprender el libro que al fin pudo escribir cuando vivía en México. Fue un escritor universal en sus referencias locales y un escritor local que entendió cómo salvarse, a través de la ficción, del malestar narrativo según la visión apocalíptica, que aún perdura, expresada en su artículo “La literatura colombiana, un fraude a la nación”, publicado a principios de 1960. Alerta ante los falsos prestigios entronizados con facilidad en el país del Sagrado Corazón de Jesús, supo que el oficio de escribir debería tener un rigor profesional; que la inspiración es un asunto de transpiración para vencer los misterios de la escritura; que la historia, en términos literarios, cuando no es estimulante, puede ser –o parecer– una condena, pero conocerla nos permite reaccionar ante su fragilidad. No en vano trabajó en contra de la literatura ocasional y su languidez creativa, agobiada en Colombia por la mala costumbre de considerar a los artistas como genios espontáneos según la visión romántica del siglo xix. “Sin duda, uno de los factores de nuestro retraso literario ha sido esa megalomanía nacional –la forma más estéril del conformismo– que nos ha echado a dormir sobre un colchón de laureles que nosotros mismos nos encargamos de inventar”, escribió como un fusilero literario al que no le faltaba razón. El aire de frustración alcanzó niveles tóxicos cuando García Márquez hizo parte del jurado en el Premio Barral de Novela, a principios de los años setenta. Según la entrevista de Xavi Ayén con Salvador Clotas en su libro Aquellos años del boom, “Clotas certifica que a Gabo solo le interesaban los manuscritos colombianos para cerciorarse de que eran malos: “Dijo, como tranquilizado: ‘Ya me he asegurado de que no hay ningún colombiano que valga la pena’”. Crecimos entonces a la sombra del patriarca. Celebrando las proezas épicas de una vasta familia que multiplicó la estirpe de José Arcadio Buendía y Ursula Iguarán, organizada de una manera precisa en el árbol genealógico que hicieron muchos lectores para guiarse con 27


ESPECIAL FILBO

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Gabriel García Márquez en La Habana, 1988.

AFP

facilidad por el desfile tumultuoso de Cien años de soledad. Descubriendo con el tiempo que Macondo no era un lugar sino la idea de un lugar que podía ser el Caribe y, por extensión, el mundo. Cruzándose el destino de sus personajes con el destino y la biografía de sus lectores en una geografía imaginaria que también pudo llamarse, en el mundo paralelo de la literatura, Aracataca, Barranquilla, Cartagena, el mapa navegado por Bolívar hasta morir en Santa Marta, con el cuerpo diminuto que se puede soñar en la Quinta de San Pedro Alejandrino cuando se muestra a los turistas la cama para niños en la que supuestamente falleció el Libertador, encontrándose Macondo en una biblioteca con otros territorios tan fantásticos que continúan colonizando la imaginación cuando visitamos Lilliput, el País de Nunca Jamás, la isla de piratas inventada por Stevenson o la isla de Robinson Crusoe, el paisaje alucinado donde la ficción fue una realidad desconcertante para el Quijote. Un pueblo que alcanzó la desmesura de una fama ingobernable, no menos fantástica que la literatura donde se originó Macondo, logrando el prodigio de vencer otra frontera aún más difícil de cruzar: la arrogancia del mundo intelectual, aquejado de una enfermedad crónica como la suspicacia cuando un miembro de la tribu es elogiado en el territorio generoso de la cultura popular. Dos años después de que se publicara Cien años…, el compositor peruano Daniel Camino triunfaba en el Festival de la Canción de Ancón con la cumbia “Macondo”, que en la voz de Johnny Arce –el Rey de la Pachanga, a quien también se le conoció como Mr. Macondo–, llevó el legado de García Márquez a las listas del tropipop musical como una experiencia inédita para la literatura latinoamericana: bailar una novela o el recuerdo fragmentario de una novela en la brevedad de una cumbia. Los prejuicios regionales que hacen de Colombia un rompecabezas sin armar, la presunción del mundo andino ejerciendo un centralismo cultural desde Bogotá hacia el resto del país, fueron demolidos con la evidencia del talento desde un lugar desconcertante llamado Macondo. Quedaba atrás el ultraje del folclorista y compositor bogotano Daniel Zamudio, profesor del Conservatorio de Bogotá,

cuando afirmó en 1936 que la música del Caribe colombiano, según las influencias de la rumba, sería “una primera tentativa de la humanidad a la regresión para volver al mono… Esa música, que no debiera llamarse así, es simiesca… La rumba y sus derivados, porros, sones, boleros, desalojan nuestros aires típicos autóctonos ocupando sitio preferente en los bailes de los salones sociales… En cuanto a los negros colombianos, hablando culturalmente, cabe la posibilidad de desrumbarlos a pesar del atavismo… Existen en las regiones costeras algunos (aires) llamados merengue, fandango, cumbiamba, etc., pero lo poco que conocemos de ellos nos hace pensar que carecen de interés y de originalidad”.

Una visión distorsionada del Caribe antes de Pacho Galán, Lucho Bermúdez, José Barros, Luis Carlos Meyer y, al lado de la música, García Márquez, asegurando lo que es ahora el lugar común de su definición de Cien años… como un vallenato de 350 páginas. Aunque también la sorpresa y el recelo rondaron por el Caribe cuando las niñas de la casa decían malas palabras y los padres suponían que las habían aprendido leyendo a García Márquez. Las geografías del prestigio cultural tuvieron entonces otros mapas como referencia para comprender el giro literario que le otorgó a la ficción Macondo –y sus compañeros de generación que llevaron al

lector hacia el Amazonas de Vargas Llosa en La casa verde; al Paraguay del doctor Francia en el siglo xix según Roa Bastos en Yo el Supremo; a La Habana de los años cincuenta, que ahora parece no menos imaginaria que Macondo cuando leemos a Cabrera Infante. La invasión de Europa y Estados Unidos por la literatura latinoamericana en los años sesenta, fue semejante a la invasión británica que hicieron Los Beatles a Estados Unidos en la misma década: desquiciaron los peligros de la comodidad creativa y enseñaron otra forma de vivir y de soñar en el mundo. Una avalancha que no pasó en vano y continuó su “invasión” cuando Macondo llegó a Estocolmo en 1982 de la mano

de García Márquez, vestido con la claridad de un liqui liqui que contrastó con la solemnidad oscura de los trajes que lo rodeaban mientras recibía el Nobel –sin que la prensa olvidara en Colombia adjetivar permanentemente a García Márquez con el premio como una forma de ratificar que es posible salvarse del caos local, olvidando la exclamación estruendosa de Gabo cuando se enteró de la noticia: “¡No me jodan con el Nobel!”. El periodista Heriberto Fiorillo, un día después de que García Márquez recibiera la noticia del premio, le preguntó para qué le servía a un escritor el Nobel. “Depende de las circunstancias –respondió–. A mí me ha servido como arma política. El Nobel da más audiencia y cierto poder público. Cuando yo digo arma política no estoy pensando en las elecciones o en la Cámara de Representantes. Pienso en la posibilidad que tengo de contribuir en la solución de problemas como los de Centroamérica o de América Latina en general que, al fin y al cabo, es lo que me importa realmente”. La magia de Macondo fue también un arma política para las estirpes que tal vez no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra. Una forma de la solidaridad, que estuvo a favor de los condenados para defender su mundo en contra del poder y su insolencia. Uno, entre tantos e inagotables argumentos, más allá del respeto del tamaño de una catedral que inspira García Márquez, para que el escritor hindú Somathanahalli Diwakar se hubiera lanzado con entusiasmo asombroso a encerrarme en un abrazo el día que nos conocimos, agradeciendo a la suerte que se hubiera encontrado por primera vez con un escritor colombiano. “¡Cien años de soledad me salvó!”, dijo cuando suavizó el abrazo que tenía la fuerza posible de Vishnu. El libro, que descubrió una tarde melancólica en Nueva Delhi, lo maravilló por el título. “Parecía una descripción de mi vida”, me dijo. Lo leyó sin tregua hasta que lo terminó y supo que había vivido, sin darse cuenta, en Macondo, como acaso les pudo suceder a tantos lectores hechizados que han regresado al pueblo releyendo la novela para entenderse a sí mismos a través de la magia controlada hasta el delirio como un hecho natural según García Márquez.


Fotografía: Hernán Díaz / Rafael Moure Ramírez


REPORTAJE

ANÁLISIS

¿Por qué no lee Macondo? A pesar de los ingentes esfuerzos desde lo público, Colombia es un país que no ha podido despegar en el tema de la lectura. ¿Cuál es el estado del sector editorial?¿Qué opinan libreros, editores y expertos de que en el país aún no se supere la cifra de dos libros leídos por habitante? Un reportaje al mundo del libro en la actualidad. Christopher Tibble*

G

abriel García Márquez no se equivocó cuando lo llamó un milagro. A sus 38 años el cataquero se sentó frente a su máquina de escribir y durante 18 meses ininterrumpidos redactó las 590 cuartillas a doble espacio de Cien años de soledad. Sus cuatros libros entonces publicados no habían vendido gran cosa y, aquejado por la pobreza, se había visto obligado a empeñar, entre otras cosas, las joyas de poca monta que había heredado su esposa. Sin sospechar el éxito que tendría su nueva obra, envió el manuscrito a Francisco Porrúa, director literario de la editorial Sudamericana en Argentina. “El empleado del correo puso el paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales y dijo: ‘Son 82 pesos’. Mercedes contó los billetes y las monedas sueltas que le quedaban en la cartera y se enfrentó a la realidad: ‘Solo tenemos 53’. Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos una a Buenos Aires sin preguntar siquiera cómo íbamos a conseguir el dinero para mandar el resto”, contó el nobel de literatura en un discurso que dio en Cartagena hacia 2007 para celebrar un nuevo tiraje de un millón de ejemplares de Cien años de soledad. Emocionado, García Márquez afirmó en su arenga: “Este milagro es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historias en lengua castellana”. Hoy, sin embargo, el panorama de la lectura en Co*Periodista de Arcadia. 30

lombia pareciera indicar lo contrario. No solo se trata de un país en el que, según cifras de la más reciente Encuesta de Consumo Cultural, menos de la mitad de la población mayor de 12 años (48,4 %) afirma haber leído un libro en 2014, sino que, según la misma encuesta, en los últimos cuatro años la lectura de libros decreció en un 7 %. Los colombianos leen en promedio entre 1,9 y 2,2 libros anualmente. Y si bien se trata de un índice quizás anquilosado porque se centra exclusivamente en el objeto libro, y no toma en cuenta la lectura digital, no deja de sorprender cuando se compara con otros países: en España se leen por habitante 10,3 libros al año, en Chile 5,3 y en Argentina 4,6. Pero más allá del índice de lectura, si se traza la evolución del mercado editorial en los últimos años, la decisión de García Márquez de llamar un milagro al fenómeno de Cien años de soledad parece cada vez más acertada. Según las Memorias y Estados Financieros 2014 de la Cámara Colombiana del Libro, entre 2012 y 2013 el sector editorial registró una reducción del 21,4 % en la producción nacional de libros (aunque aumentó en número de títulos registrados), por primera vez en el último lustro las importaciones superaron a las exportaciones, que pasaron de 177 millones de dólares en 2008 a 64 millones en 2013, y en ese mismo periodo más de 700 trabajadores de editoriales e importadoras perdieron su puesto (el empelo generado por el sector pasó de 5.599 a 4.828).

Hay, sin embargo, un resquicio de luz. Pues, aunque parezca paradójico, siguen en aumento las ventas de ejemplares en el país, aunque a un ritmo bajo. Y lo que es más, tanto el Ministerio de Cultura como la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, así como iniciativas privadas al estilo de las editoriales independientes le han apostado en los últimos años a la lectura como nunca antes. Entonces, como se cuestiona en un reciente artículo Diana Cifuentes, la coordinadora del Observatorio de Cultura y Economía, la pregunta en boca de todos es: ¿por qué, a pesar de las campañas de lectura y demás iniciativas, no se lee más en Colombia? La respuesta no se conoce. Pero un repaso del mercado editorial permite, así sea en parte, entrever algunas de sus grietas. La producción En el país, al igual que en la mayoría de América Latina, cada vez se registran más títulos. “Esos registros son conocidos como isbn y funcionan como la cédula del libro mostrando el origen de su producción editorial”, dice Juliana Barrero, de la consultora en economía de la cultura Lado B. Según cifras de la Cámara Colombiana del Libro, en los últimos 12 años ha habido en promedio un crecimiento anual de 4,8 % en el número de isbn en el país, con un total de 16.035 registros en 2014, incluidos libros digitales. Pero hay un problema: un gran número de esos no son 100 % colombianos, y en ese sentido no reflejan necesariamente un crecimiento en la industria local.

Barrero explica: “Hay muchas casas editoriales transnacionales, muchas de origen español, que se nacionalizan y registran títulos en el país porque imprimen sus libros acá. Pero entonces, ¿qué porcentaje del mercado es de contenido colombiano?”. La cifra no se conoce. Sin embargo, para Enrique González, presidente de la Cámara Colombiana del Libro, no vale la pena hacer esa distinción pues “las editoriales extranjeras que se montan acá se vuelven colombianas por ley y además editan a algunos de los autores colombianos más reconocidos como Tomás González y Juan Gabriel Vásquez”. El mercado editorial colombiano nunca ha sido muy grande y, de hecho, es bastante joven. “Solo hasta los años ochenta hubo un desarrollo de esa industria con editoriales como Oveja Negra y Plaza y Janés. Antes de eso había editoriales escolares y de derecho, pero no de literatura”, explica Felipe Ossa, gerente y librero por más de medio siglo de la Librería Nacional. En los años sesenta, por ejemplo, todos los libros se importaban. Hoy el mercado está compuesto por el sector didáctico, el de interés general, el universitario y el religioso. Si bien no es una industria muy grande, se trata de un sector que se ha sabido mantener a pesar de recibir golpes duros, como la clausura en 2011 de las líneas de ficción, no ficción, autoayuda e interés general de Norma, editorial que llegó a estar presente en 13 países. También hay que tener

LEÓN DARÍO PELÁEZ

Bogotá

en cuenta que la piratería se lleva una cuarta parte de las ganancias del sector. A pesar de los retos que ha tenido que sortear la industria, no todas las noticias son malas. En lo más recientes años, y a la sombra de los grandes jugadores, se empezó a gestar un fenómeno que hoy ya se ha posicionado en el mercado: las editoriales independientes, un nicho cada vez más fuerte que según Pilar Gutiérrez, directora editorial de Tragaluz Editores, “surgió de una necesidad de ver propuestas distintas, voces más arriesgadas, y de una nueva valoración del libro objeto frente a lo digital”. Para Federico Torres, editor de Destiempo Libros, “el fenómeno de la edición independiente está relacionado con una búsqueda de identidad, de la mano de un


REPORTAJE

aspecto técnico: la facilidad de diseñar un libro a través de herramientas digitales”. Esa facilidad para crear libros, sin embargo, hace parte de un suceso que intuitivamente pareciera positivo pero que para algunos carga una connotación negativa: la sobreproducción. Según el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), en la región se registran 53 títulos diarios o 2,2 cada hora. “A la sobreproducción ni siquiera la podemos llamar sobreoferta porque para llamarla así hay que tenerla exhibida en alguna parte y no hay librería capaz de hacerlo”, opina Bernardo Jaramillo, subdirector del Cerlalc. En eso concuerda Ossa, quien afirma que el exceso de obras abruma a los lectores y que es el resultado “de

un mercantilismo y un afán por parte de las editoriales que sacan cualquier libro esperando que tenga éxito”. Gabriel Iriarte, director editorial de Penguin Random House en Colombia, lo ve como la respuesta natural a lo que pide el mercado: “El mercado mundial del libro se ha vuelto de novedades. Nosotros producimos 350 al año entre las locales y las que importamos. Si nos llegan cinco buenos libros de periodistas los publicamos todos. No los puedo dejar parqueados porque el autor se va a otra editorial y los publica allá. El público demanda novedad”. Todos los expertos consultados por Arcadia concuerdan que la producción masiva de títulos es un hecho del mercado que no se puede regular y que, en últimas, es un síntoma de que por lo menos el mercado está vivo.

En los últimos cuatro años la lectura de libros decreció en Colombia un 7%. En cunto a si hay o no una crisis en el sector, muchos se concentran en el crecimiento en ventas para argumentar que no existe. Pero algunos, como María Osorio, fundadora de la editorial Babel Libros, sí lo ven en apuros: “Hay sobre todo un desorden enorme en la manera en cómo se distribuyen los libros, como llegan al público. Hay cientos de distribuidores, que deben disputar el espacio en poquísimas librerías y que por lo tanto deben estar siempre a la caza de negocios directos. En la lucha por sobrevivir en un mercado con pocos lectores, con mínimos

sitios de exhibición de los libros, sin ninguna divulgación sobre lo que circula y lo que se produce, y por supuesto sin ninguna crítica, esta cadena no tiene idea del valor de cada una de sus partes y se autodestruye”. Los puntos de venta En un estudio encargado por la mesa de competitividad del libro del Ministerio de Cultura a la consultora Lado B, y que aún no se ha publicado, Arcadia pudo conocer una cifra preocupante: entre librerías pequeñas, papelerías y grandes superficies, como el Éxito y la Panamerica-

na, en Colombia solo hay 604 puntos de venta de libros. Lo que es más, la situación ha empeorado. Según el Cerlalc, en el último lustro esos puntos disminuyeron en un 5 %. En otras palabras, en el territorio nacional hay apenas un punto de venta por cada 80.000 personas, muy lejos de los niveles de cobertura óptimos (entre 10.000 y 20.000 habitantes por punto). En ciudades como Quibdó, Maicao y Buenaventura no hay librerías y solo cuentan con una papelería. “El canal natural para la venta de libros son las librerías y las grandes superficies pero como no hay en varias ciudades, las editoriales no podemos llegar allá. Y como no podemos llegar, no podemos vender”, dice Iriarte. En el estudio de Lado B, nueve departamentos, la mayoría concentrados en los Llanos Orientales, no reportan la existencia de puntos de venta. Para David Roa, de la librería La Madriguera del Conejo, y vocero de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes (acli), esa falta de puntos de venta explica en parte la falta de lectura en Colombia. “El hecho de que el 50 % del país no lea es normal porque en más de la mitad no hay oferta editorial”. Esos índices tan pobres corresponden a la realidad de una industria que no despega. Nada que perder 2, un libro de autoayuda, fue con apenas 15.997 ejemplares el libro más vendido en 2014 por la Librería Nacional, negocio que representa una parte importante del mercado de libros de interés general. Las recetas de Sascha Fitness, una guía para llevar una vida saludable, se llevó el segundo lugar con 9.222. Comparado con otros países, esos números preocupan. En España, por ejemplo, la novela El tiempo entre costuras alcanzó a vender más de 500.000 copias. Eso no quiere decir, sin embargo, que en Colombia no haya habido tirajes en los cientos de miles, como algunas de las primeras crónicas de Germán Castro Caycedo, las novelas de García Márquez y El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince. Pero son excepciones. Algunos distribuidores a veces importan apenas 50 copias de un título, y en muchos casos no los venden todos. Para algunos libreros, tanto pequeños como grandes, sus 31


ANDRÉS CAMILO GÓMEZ

1. El editor de Penguin Random House, Gabriel Iriarte. 2. El subdirector del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, Bernardo Jaramillo. 3. La directora de Artes del Ministerio de Cultura, Guiomar Acevedo. 4. El gerente de la Librería Nacional, Felipe Ossa.

bajas ventas tienen que ver con los descuentos que dan las editoriales. “Las editoriales hacen competencia desleal porque les ofrecen a las entidades públicas el mismo descuento que a las librerías y entonces no podemos competir –argumenta Ossa, quien cree que internet también es responsable, sobre todo en cuanto a los libros didácticos–: “Hoy los estudiantes descargan la mayoría de sus textos. Antes en un mes vendíamos 1.500 ejemplares de uno de física y ahora vendemos diez”. Entre 2012 y 2013, el sector didáctico registró según la Cámara Colombiana del Libro una disminución de 32,6 % en la producción nacional.

de distribución. El libro saldría más caro y las ventas al Estado tienen que ser muy baratas”. El gobierno siempre ha sido el gran comprador de libros en Colombia. De los 618.000 millones de pesos que generó en ventas el mercado del libro en 2013, las compras públicas representaron una quinta parte. Guiomar Acevedo, directora de artes del Ministerio de Cultura, recuerda que la compra de libros sin las librerías de por medio empezó hace unos diez años. En su opinión, el ministerio no puede reglamentar ese mercado, aunque si considera que “se deben de buscar formulas para que las librerías se fortalezcan pues son el canal natu-

En Colombia tenemos más o menos ocho habitantes por libro y todavía hay un camino muy largo que recorrer. Roa, como muchos otros libreros, cree que el Estado debería comprar sus libros a través de las librerías. “Hay países en donde cada vez que una entidad pública va a hacer una dotación a una biblioteca, esa compra se realiza en una librería de la zona”. Para Roa se trata de un incentivo importante pues posiblemente generaría más puntos de venta, sobre todo en las regiones apartadas. “Así, las librerías podrían garantizar su existencia, habría oferta para la población local y se podría hacer mayor gestión cultural”. En la Nueva agenda por el libro y la lectura, publicada por el Cerlalc en 2013, se recomienda en materia de compras públicas “velar por la inclusión directa o indirecta de las librerías en las compras estatales”. Iriarte no considera que sea tan fácil. “Sería, en últimas, agregar un intermediario más a la cadena

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ARCHIVO PARTICULAR

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ral del libro”. Y esa búsqueda se está empezando a hacer desde la mesa de competitividad del Ministerio de Cultura, donde tienen representación todos los eslabones de la cadena del libro en Colombia. Pero, más allá de la importancia de las librerías, está la lectura. “¿Para qué se hacen libros? Pues para que le lleguen a un lector. El libro tiene una finalidad y es ser leído. Un libro que no se lee no sirve de nada”, afirma el promotor de políticas culturales Gonzalo Castellanos, quien cree que “ya se han hecho varios incentivos para la oferta”. Entre ellos cabe destacar la Ley del Libro de 1993, que le quitó el iva al libro y el impuesto de renta a las editoriales. “Ahora en lo que hay que trabajar –dice Castellanos– es en un modelo de beneficios al acceso al libro”. Y es ahí donde entra el juego el papel del Estado.

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Las bibliotecas y el acceso al libro En el último cuatrienio (2010-2014), una de las grandes apuestas del Ministerio de Cultura fue la construcción de bibliotecas públicas. En ese periodo, se inauguraron un total de 104, más que en cualquier otro gobierno, para llegar a un total de 1.404. Gracias a ese esfuerzo, y al del gobierno de Álvaro Uribe, la Red Nacional de Bibliotecas Públicas (rnbp) pasó de estar presente en 73 % de los municipios del país en 2002 al 96 % en 2013. El ministerio también construyó 20 centros culturales y 7 casas de cultura, entre otra infraestructura. Y si bien se trata de una apuesta importante, el número de bibliotecas aun puede mejorar. Según El libro en cifras, publicado hace seis meses por el Cerlalc, hoy en Colombia hay 2,8 bibliotecas por cada 100.000 habitantes, un indicador mucho más cercano al de Panamá y Honduras que al de México y España. Además de la construcción de bibliotecas, el Ministerio de Cultura produjo y adquirió un total de 10.224.556 libros que repartió entre Hogares icbf, la Asociación Nacional Contra la Pobreza Extrema (anspe), varios programas de fomento a la lectura y la rnbp. De esos libros, en su gran mayoría apuntados a la primera infancia, casi dos millones fueron destinados a las bibliotecas públicas. Su adquisición fue un paso grande para cumplir una de las metas del ministerio: acercarse al índice sugerido por la Unesco de dos libros en bibliotecas públicas por persona. Una meta que, de todas formas, todavía se

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ARCHIVO PARTICULAR MILTON RAMÍREZ

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siente lejana. Pues de acuerdo al más reciente diagnóstico de la rnbp, en su red hay 5.740.600 libros. “En Colombia tenemos más o menos ocho habitantes por libro y todavía tenemos un camino muy largo que recorrer en cuanto a la dotación de bibliotecas. Por eso donde el ministerio hizo un esfuerzo gigantesco fue en la dotación de libros para niños menores de ocho años, pensando en que cuando uno aprende a leer por placer, en familia, hace que se llegue más preparado al sistema escolar para enfrentar los retos de la lectura”, asegura Acevedo. Para los próximos tres años y medio, la meta del ministerio es continuar con la dotación y darle más relevancia a la actualización de títulos. Algunos de sus retos son reducir la alta rotación de bibliotecarios, terminar de implementar el servicio de internet (hoy solo hay en 60,5 % de las bibliotecas) y subir los niveles de compromiso de las autoridades municipales. El ministerio también ha desarrollado varias iniciativas para fomentar la lectura. Cabe destacar, por ejemplo, la fundación Secretos para Contar, a través de la que dotó con tres libros a 75 % de las familias del Chocó que tienen niños en el sistema público escolar; o las ferias regionales, un esfuerzo mancomunado con las librerías independientes que ya se ha realizado en más de seis ciudades. La Secretaría de Cultura de Bogotá, por su parte, ha impulsado varios programas como la Lectura bajo los Árboles, los Picnic Literarios y, más recientemente, los Espacios Concertados, un estímulo que busca financiar con una bolsa de 500 millones

de pesos la programación artística de espacios culturales y librerías. También cuenta con el Libro al Viento, su proyecto de libre circulación de libros que ya cumplió diez años y que es responsable por más de cuatro millones de ejemplares. * En Colombia, y a pesar de las iniciativas tanto públicas como privadas, aún se lee poco. Ahí radica el principal problema del mercado editorial. Se trata, de todas formas, de una industria que se ha sabido mantener de pie a pesar de la indiferencia de gran parte del público. Ante todo, no se ha dejado amedrentar por un panorama no muy alentador. El libro digital, su próximo reto, quizá sea el mayor. Por ahora, se trata de un fenómeno que en el país ha crecido despacio, al ritmo del libro impreso. De todas formas, llegará el día en que ingrese Amazon al mercado, con sus servicios de autoedición, distribución y plataforma de lectura (Kindle). Cuando le pregunto a María Osorio sobre cómo cambiará el mundo digital el panorama del libro, su respuesta parece resumir el sentir de la industria. Desafiante –y pragmática–, responde: “Creo que es un lugar común, se ve en las ferias internacionales, todavía la influencia del libro digital en nuestra región es mínima y no se ve su crecimiento. Otra cosa sucede en el mundo anglosajón, pero en ese mundo se ve cómo conviven ambas tecnologías. Por ahora no es una preocupación para mí, supongo que tenemos que tener buenos editores, distribuidores, libreros y lectores, luego que venga el cambio, cualquiera que este sea, así estaremos preparados”.

5. La librera y editora de Babel Libros, María Osorio. 6. El presidente de la Cámara Colombiana del Libro, Enrique C González. M 7. El investigador Y y abogado CM Gonzalo Castellanos. MY 8. El director CY de la librería CMY La Madriguera del Conejo, K David Roa.

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Quam sim undi quatia con pro everum fuga. Unti conse dolupieniet

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ESPECIAL FILBO LA MÚSICA COLOMBIANA EN LIBROS

Palabras para el sonido Parece ser que existe un fenómeno silencioso en la edición de libros sobre música en Colombia: de las estupendas colecciones editadas por la Universidad Javeriana a los trabajos de editoriales independientes como La Iguana Ciega, en Barranquilla, en esta feria hay otro recorrido posible: leer sobre nuestra música. Luis Daniel Vega*

D Bogotá

urante más de 50 años, el paradigma folklorista de los trabajos canónicos de Emirto de Lima, Guillermo Abadía Morales y Daniel Zamudio atravesó la orientación de la investigación musical en Colombia. Luego de que a finales de la década de los ochenta y gran parte de los noventa Egberto Bermúdez, Ana María Ochoa y Carlos Miñana desvirtuaran los vicios de la musicología clásica en Colombia, el panorama ha cambiado sustancialmente: se escriben más libros, los enfoques –que convergen entre los estudios culturales, las ciencias sociales y el periodismo– diversifican el diálogo y, sobre todo, hay una reflexión crucial en lo que tiene que ver con la memoria. Aunque está en ciernes, la investigación de las prácticas sonoras locales ha vivido un auge significativo en el último lustro. Culturas musicales en Colombia El brazo más exitoso en ventas de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana es la colección Culturas Musicales en Colombia (CMC), fundada en 2010 por los académicos Juan Sebastián Ochoa, Carolina Santamaría y Manuel Sevilla. Alejada de esencialismos nacionalistas, parte de una refrescante mezcla entre musicología, historia, antropología y sociología. Más allá del frío lenguaje académico (que asusta a los desprevenidos), la colección CMC ha conseguido un punto medio entre el rigor científico y las licencias subjetivas de corte literario, periodístico y ensayístico en los cuatro libros que ha publicado hasta la fecha: Músicas y prácticas sonoras en el Pacífico afrocolombiano (2010), Mujeres en la música en Colombia. El género de los géneros (2012) –texto único

*Periodista musical.

dentro del campo de la “musicología de género” en Colombia–, El libro de las gaitas largas. Tradición de los Montes de María (2013) y Travesías por la tierra del olvido: modernidad y colombianidad en la música de Carlos Vives y La Provincia (2014). En estos títulos podemos encontrar, por ejemplo, artículos como “De currulaos modernos y otras ollas podridas”, en el que el investigador Óscar Hernández aterriza la ligereza con la que en los últimos años se ha asumido el boom de las músicas del Pacífico colombiano. También nos topamos con ensayos experimentales como el de Alba Fernanda Triana, otros reveladores como el que escribe Ana María Romano acerca de la obra de Jaqueline Nova, entrevistas a Etelvina Maldonado, Claudia Gómez y Alba Lucía Potes, un riguroso estudio etnomusicológico de la música de gaitas –con libro de partituras incluido– y quizás la lectura crítica más profunda de la obra musical de Carlos Vives. Suena Medellín, suena Cali, suena Bogotá Resulta curioso que tres de los epicentros urbanos en los que se han condensado las prácticas sonoras colombianas en los últimos años carezcan de historia. Entre 2013 y 2015, este descuido parece ir mermando a pasos lentos: la Fundación Delirio publicó El delirio de Cali Vol. 2 (2013), un documento testimonial que plasma la identidad salsera caleña. En Medellín, varios libros editados en 2014 ayudaron a sacar de la oscuridad una parte invisible de la cartografía musical medellinense: David Viola, el legendario integrante de I.R.A, publicó Aguante I.R.A. 30 años de punk, el periodista Diego Londoño hizo lo suyo con Medellín en canciones y Los Yetis: una bomba atómica a go go, la primera biografía oficial del famoso grupo. Entre tanto, el también periodista Santiago

Arango hizo lo suyo con 15 años de canciones contadas y la investigadora Carolina Santamaría publico Vitrolas, rocolas y radioteatros: hábitos de escucha de la música popular en Medellín, 1930-1950, un libro que esclarece cómo el bambuco, el tango y el bolero ayudaron a construir las nociones de “paisa” y “colombiano”. En Bogotá se zanjaron algunas cuentas pendientes, por lo menos con el rock y la salsa: los periodistas Pablito Wilson y Felix Riaño publicaron, respectivamente, Rock colombiano: 100 discos, 50 años (2013) y Memoria del rock colombiano (2014); el Instituto Distrital de las Artes, apoyado por el cuidado y la filigrana de Rey Naranjo Ediciones, celebró el legado vivo de Aterciopelados con el vistoso libro Con el corazón en la mano (2014) y el baterista Javier Aguilera –con su característico estilo desprolijo– escribió Nocturno en mi be-

que se han escrito acerca de músicos locales. Por eso vienen muy bien tres biografías de músicos colombianos editadas en 2014. En Sofronín Martínez. El ángel de Pasacaballos, el periodista Juan Martín Fierro se interna en la vida bohemia del guitarrista cartagenero Sofronín Martínez, el más grande intérprete de bolero filin que ha tenido el país. Por su parte, la pluma afilada del escritor Umberto Valverde le rinde homenaje a su amigo el desaparecido cantautor quibdoseño Jairo Varela con Que todo el mundo te cante, un libro minucioso que retrata en su esplendor y decadencia la voz del Grupo Niche. Por último, a medio camino entre el fervor melómano y la crónica, el periodista costeño Óscar Montes presentó Diomedes Díaz. Vivir más no pude, una biografía que, pese al insalvable oportunismo mediático que la

En Bogotá se zanjaron algunas cuentas pendientes, por lo menos con el rock y la salsa. mol mayor (2014), sus memorias desvergonzadas en la rutilante noche bogotana. Entre tanto, la Editorial Pontificia Universidad Javeriana publicó Salsa y cultura popular en Bogotá (2013), estudio que se complementó con el enciclopédico tomo ¡Fuera zapato Viejo! (2014), la exquisita historia de la salsa en Bogotá editada en conjunto por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y El Malpensante. ¡Por fin, después de mucho tiempo, los libros publicados por el Distrito burlaron los vericuetos burocráticos y no se quedaron en cajas, se venden en las librerías! Tres biografías Por alguna extraña razón –que bien podría ser simplemente desinterés particular o estatal– en Colombia son pocos los libros con contenido biográfico

rodea, logra un perfil del Cacique de la Junta en su dimensión más grata y macabra. Dos editoriales Constituida en 1999 por algunos de los miembros de la Fundación Cultural Nueva Música –los mismos que desde 1997 realizan el Festival Barranquijazz– La Iguana Ciega cuenta con 34 títulos que además de poesía, gastronomía, cuento, crónica, fotografía y estudios acerca del jazz en Cuba, se han enfocado en prácticas sonoras locales y biografías de intérpretes legendarios de la región caribe. De lo anterior da cuenta la necesaria reedición de Folklore colombiano (2010) –el clásico del musicólogo curazaleño Emirto de Lima, publicado originalmente en 1942–, Peñaloza en tono mayor (2009) –estudio

monográfico dedicado al gran Antonio María Peñaloza–, Pacho Galán: el rey del merecumbé (2006), Aníbal Velásquez: el mago del acordeón (2012), Nelson Pinedo: el almirante del ritmo (2006), El centurión de la noche (2011) –biografía de Joe Arroyo–, Jazz en Colombia: desde los alegres años 20 hasta nuestros días (2007), Sextetos afrocolombianos. Expedición testimonial y fotográfica al interior de los sextetos (2008), La tambora viva. Música de la depresión momposina (2013) y, recientemente, Cienagua: la música del otro Valle (2013), un libro en el que el periodista Guillermo Henrique Torres se atreve a ubicar la génesis del vallenato en Cienagua, región situada entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la Ciénaga Grande del Magdalena. Por otro lado, el investigador Sergio Santana Archbold echó a andar en Medellín Ediciones Santo Bassilón, un modesto empeño editorial que nació de un proyecto ambicioso: en 2012, a 100 años del nacimiento de Lucho Bermúdez, no se había escrito un reporte biográfico contundente acerca del célebre clarinetista carmero. Dispuesto a llenar el vacío, Santana convidó a siete melómanos para escribir Lucho Bermúdez: cumbias, porros y viajes (2012), un libro que sobresale por la juiciosa discografía. A este le siguió Benny Moré sin fronteras (2013) y Mi salsa tiene sandunga y otros ingredientes (2013), un trabajo que, con buen humor y rigor académico, logra sacar la salsa del eje geográfico Cuba, Puerto Rico y Nueva York, para aunarla, por ejemplo, con la cumbia. Pese a la escasa distribución a nivel nacional y a los tirajes limitados, Archbold tiene en remojo tres títulos que próximamente verán la luz: dos dedicados al fenómeno de la salsa en Medellín y Colombia, y otro que contiene la biografía de José Barros. 35


ESPECIAL FILBO

Todos los mundos posibles y algo más: las novedades de Feria Arcadia presenta este especial con cien reseñas para que usted, querido lector, tenga a mano una guía para esta FILBo que comienza el próximo 21 de abril y que terminará el cuatro de mayo. Aunque es deseable perderse entre libros, quizás algunos de estos títulos y sus reseñas puedan orientarlo en medio de los miles de volúmenes que estarán expuestos en la vigésima octava versión de la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Arte LO HUMANO Diego Garzón* uis Fernando Roldán es uno de los artistas colombianos más prolíficos de las últimas tres décadas y hay que celebrar que los editores de libros de arte se hayan interesado en recopilar buena parte de su obra para que el público la aprecie desde un panorama general.Ya en la colección de Arte Contemporáneo, que impulsa Seguros Bolívar, se había incluido el trabajo de este artista caleño, nacido en 1955, junto al de María Fernanda Cardoso y Óscar Muñoz; ahora, el turno es para Villegas Editores que recoge buena parte de esta obra sustentada principalmente en dibujo y pintura. El libro tiene como texto principal un ensayo de la curadora y crítica Carolina

L

*Director de SoHo.

LOS MARINEROS EN TIERRA

My buddy. Word war II laid bare, Taschen.

Nicolás Morales* a Segunda Guerra Mundial ha saturado el mercado editorial con una suerte de libros que pueden haber contado todo ya, desde la vida del gato de Romhel, hasta la sociología de los pobladores de la región de Baviera antes del desembarco. Pero me temo que faltaba un libro. La cosa va más o menos así: durante la última gran guerra muchos sol-

L *Editor.

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Ponce de León y otro secundario del crítico Luis Pérez-Oramas en los que se hace un recorrido desde los primeros acercamientos del artista con la pintura, casi intuitivamente –Roldán es arquitecto pero se dedicó al arte tan pronto como pudo– hasta darle paso a una carrera sólida que se ha construido entre Colombia y Nueva York, principalmente. La presencia de la línea ha sido una constante, como escribe Pérez-Oramas. En una de las citas del libro, el artista dice que no le interesa ser abstracto o figurativo, “eso al final del siglo

no cuenta, como las definiciones de la vanguardia. Para mí es más importante la condición humana que cualquier recurso estilístico o plástico. Lo técnico, la composición, el color, ya están dados, son como la costura. Lo que me interesa son los elementos de la vida: lo carnal, la actualidad, lo que vivimos aquí y cómo el momento maneja la situación”. Esta cita condensa muy bien buena parte de lo que ha sido la producción artística de Roldán. La edición tiene el sello de Villegas Editores, con el formato y diseño convencional por el que es reconocido, y se constituye en un excelente documento para mirar con detalle series de gran factura como Parque de Independencia, Calendario, Amorosos, Suenõs, Qué estoy haciendo aquí o Columbrares, entre otras obras de este artista plenamente vigente que, sin duda, tiene todavía mucho por delante.

dados estadounidenses, rusos, australianos e ingleses tomaron fotografías recreativas en momentos de distención o de cese de combates. Los fotógrafos profesionales también recorrían los regimientos. Esas fotos, desconocidas hasta al momento, contaban historias de camaradería masculina en distintos espacios, ligados con el aseo personal o la diversión. Claro, hay muchas fotos de soldados desnudos. Algunos se disfrazan, otros toman baños con cubetas y muchos más se cubren de jabón en ríos caudalosos. También hay muchos que juegan, en una playa perdida del Pacífico, sin miramientos, casi como niños. Son fotos que testimonian los largos momentos de espera y esos extraños matrimonios con el aburrimiento que establecían los soldados en su vida militar. Dian Hanson, prologuista de este fantástico libro, describe esos momentos de intensa alegría como tiempos para recordar que aun se está vivo y así olvidar la

proximidad de la muerte. “El único factor que limitaba el riesgo de hundimiento psicológico en situación de estrés era la existencia de una relación estrecha entre combatientes”. Uno de los textos más interesantes es el de un antiguo soldado que describe y contextualiza esta estética fotográfica. Su escrito logra advertir que no vale la pena realizar una lectura gay o queer pues todo es mucho más simple: “en esa época usted podía pasar su brazo por el hombro de un camarada y nadar desnudos, y nadie lo veía como algo reprobable. Era otra época, otro mundo. Y ese es el encanto de las fotos”. Más de trescientas fotos inéditas de soldados, recopiladas por coleccionistas como Michael Stokes, en una edición trilingüe de lujo, con el sello inconfundible de Taschen. Las fotos van con textos intercalados de Gore Vidal, James Jones y Allan Bérubé.

Luis Roldán, Carolina Ponce de León, Villegas Editores.

En la lente de Abad

Las fotografías de Jesús Abad Colorado se han convertido en la ventana a un país que muchos han querido desconocer: el país de la guerra, de las víctimas, de las masacres perpetradas a lo largo de estos últimos veinticinco años. Una ventana agujereada por un disparo, como aquella por la que mira una niña en la fotografía inaugural del libro. Pero ese desconocimiento no es solo la desmemoria que nos aqueja a los colombianos, sino la dificultad de vernos en el espejo de lo que hemos sido; en este libro, en el que se enaltece el trabajo de uno de los fotógrafos fundamentales a la hora de contarnos, se muestra un lugar distinto: el de quien trabaja con un estilo particular, para mostrar la especie de cataclismo en el que hemos estado envueltos. Esta obra, resultado de la curaduría realizada por Carolina Ponce de León, es tan bella como terrible, nos señala de frente y sin amarillismos los parajes adoloridos de un país llamado Colombia.

Mirar la vida profunda, Jesús Abad Colorado, Carolina Ponce de León, Paralelo 10 & Planeta.


Arte UN ÁLBUM KITSCH

Madorilyn y la familia Crawford, Manu Mojito, La valija de fuego.

EL ESPECTÁCULO DE LA NATURALEZA

E

ste compendio de obras incluidas en los archivos de la Biblioteca de la Universidad Javeriana es apabullante por su belleza. Se trata de un libro que recoge decenas de obras inaugurales de la ciencia moderna –aunque incluye algunos botánicos árabes y griegos–, en el que cada página es, en verdad, una obra de arte. Taxonomías botánicas y zoológicas, como la Histoire Naturelle, del Conde de Buffon, o registros de expediciones como las

Libros de ciencias naturales. Imágenes de flora y fauna, Villegas Editores.

de Bonpland y Humboldt, crean un objeto bello en su edición y mirada sobre colecciones que son de difícil acceso. El libro, que incluye láminas y reseñas sobre cada uno de los autores de las obras es, como lo dijo el abate Puche, un: "espectáculo de la naturaleza".

La editorial de la librería bogotana La valija de fuego se ha dado a conocer por sus propuestas innovadoras; su postura, como la de muchas editoriales independientes, consiste en una nueva valoración del libro como objeto de arte. De ahí surge Madorilyn y la familia Crawford, un álbum de fotos bastante kitsch que tiene de sujetos a una familia de transexuales colombianos. Además de entretener, el proyecto del fotógrafo Manu Mojito busca hacer visible la difícil vida de la comunidad LGTBI.

Cuento EXTRANJERA

SOLEDAD MASCULINA

¿

Marta Orrantia* ¿Quién demonios soy yo?”, eso parecen preguntarse todos los hombres que pierden a una mujer. Los viudos, los solitarios, los divorciados, los que esperan todavía que ella vuelva en cualquier momento y reanude su charla donde la dejó. En su último libro, Hombres sin mujeres, el escritor japonés Haruki Murakami recorre las soledades masculinas a lo largo de siete relatos en los que las mujeres son meros fantasmas que cruzan por la vida de los protagonistas, y es justamente esa presencia femenina inasible lo que las convierte en personajes centrales, en objetos del deseo, en muertas siempre presentes y en recuerdos constantes que vienen con la intensidad de las mareas. Como en todo libro de cuentos, hay unos mejores que otros. Aunque el japonés no defrauda en su estilo preciso, sereno y mesurado, historias como Scherezade o Kino, son piezas magistrales que recuerdan la escritura onírica e inquietante del Murakami de Kafka en la orilla o To k i o blues.

Hombres sin mujeres, Haruki Murakami Tusquets.

En Scherezade, las historias fabulosas que le cuenta una mujer sin nombre a Habara, el afortunado que las escucha día a día, lo obligan a preguntarse –al igual que los lectores– si volverá a la mañana siguiente para reanudar su narración. En Kino, en cambio, lo que nos mantiene interesados no es lo que se dice, sino lo que se calla. Aquellas cosas que Kino, su protagonista, no conoce. Los misterios que hay detrás de una invasión de serpientes, de la huida de una gata y del abuso de una mujer. A lo largo del libro, aparecen los guiños de un autor que ha sido consistente con su búsqueda: lo fantástico y lo cotidiano tomados de la mano, para mostrarnos que lo inexplicable siempre está acechándonos a la vuelta de la esquina; aparecen también el jazz, una banda sonora constante en la obra de Murakami; los gatos, que son instintivos y macabros; la cocina, como el acto supremo de un hombre sin una mujer y, por supuesto, la soledad, el aislamiento y el silencio en el que los protagonistas del escritor japonés siempre le dan rienda suelta a sus pensamientos más oscuros. *Escritora y periodista.

D

ice la narradora de Hasta que pase un huracán, que “lo bueno y lo malo de vivir frente al mar es exactamente lo mismo: que el mundo se acaba en el horizonte, o sea que el mundo nunca se acaba”. Con una personalísima voz, Margarita García Robayo debuta en la publicación de sus obras en Colombia con esta nouvelle o cuento largo sobre el tedio de vivir en una ciudad como Cartagena. Autora de Lo que no aprendí, una novela más compleja que sucede entre esa ciudad y Buenos Aires, en Hasta que pase un huracán se descubre que detrás de la aparente sencillez de la narración de la vida cotidiana de una ciudad –que aquí aparece contada en la voz de una mujer neurotizada con su entorno– hay un trabajo sostenido por conseguir una especie de concreción; un pulso, sin duda, por contar una sensación: la de sentirse extranjera en tierra propia, la de querer irse siempre que se vuelve. La escritura de García Robayo es un descubrimiento y bien vale la pena leerla.

Hasta que pase un huracán, Margarita García Robayo, Laguna libros. 37 37


ESPECIAL FILBO

Cuento UNA VÁVULA DE ESCAPE

Recuerdos, Dazai Osamu, Satori.

Álvaro Robledo* ecuerdos, libro de relatos publicado por entregas en 1933, podría haber sido el testamento de Tsushima Shuji (1909-1948), un joven japonés de 34 años con un gusto particular por la muerte: antes de cumplir veinte años ya había intentado suicidarse dos veces, en una de esas ocasiones con una geisha que sí moriría bajo las aguas del océano cerca de Kamakura, tema central de muchos de sus escritos y que aparece también en esta colección de memorias. Dije que podría ser el testamento de este hombre pero representó en verdad el nacimiento de Dazai Osamu, seudó-

R

*Escritor.

nimo de uno de los escritores más queridos por los japoneses, incluso ahora, casi siete décadas después de su muerte. Cada 19 de junio, centenares de visitantes y admiradores en especial mujeres jóvenes, presentan sus respetos en su tumba, llevando cerezas y sake. Para algunos será difícil comprender la adoración por un escritor que muchos críticos

UNA ISLA EN EL ALMA DE SUS HABITANTES Hernán Darío Correa* n estos trece cuentos escritos a lo largo de más de veinticinco años, entre 1985 y 2009, el autor reafirma su indeclinable fidelidad a La Habana como terruño y como espacio donde se concreta lo que se podría llamar la mayor paradoja de nuestra época: un país revolucionario donde el tiempo se ha detenido, y donde sus habitantes se devoran en silencio a sí mismos desde su deseo y sus impotencias, pero, al

AFP

E

Aquello estaba deseando ocurrir, Leonardo Padura, Tusquets.

mismo tiempo, no dejan de recrear una profunda identidad caribeña, campesina y urbana, cosmopolita, resuelta en dignidad… En fin, en eso que solo podría llamarse como cubanía. Narrados desde y sobre la búsqueda incansable de un ser en medio de una misión militar en África, pero obsesionado por acceder durante unas horas de tránsito por Madrid a lo mejor de la tradición occidental: la pintura de Velásquez; de un joven que quiere recuperar la entraña de la rumba nocturna en unos bares habaneros que se resisten a morir, donde “ella (aun) cantaba boleros”; de una adolescente tránsfuga que toma por asalto sexual al novio de su hermana mayor unas horas antes de fugarse de la Isla; o de un funcionario que reencuentra sus ilusiones perdidas en el juego callejero de pelota de un niño, entre otros episodios, estos cuentos nos permiten asomarnos al alma de un país asediado por los perfiles más crueles, las peores secuelas y las formas trágicas de la gue*Sociólogo.

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han clasificado de “menor”, un indudable narciso, obsesionado con mostrarle al mundo su dolor, su incapacidad para entrar dentro de la sociedad humana, tan ajena del vecino, tan engañosa, capaz de comer sin tener hambre, de matar por tonterías, despreocupada de los desheredados, y que se burla de dios y del amor. Todo esto se encuentra en los libros de Osamu. Esto, pero también mucho más: está el humor negro del moribundo o del hombre que sabe que morirá, en particular si es por su propia mano, un humor cáustico, cargado de frases que van a la esencia de las cosas, de las relaciones. Este libro, sin duda un regalo para los amantes de Osamu, con una excelente traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés, nos muestra en su mejor expresión “la miserable válvula de escape” (como le llamaba a su escritura), con la que logró prolongar unos años más su muerte, llevada finalmente a cabo un día de junio de 1948, junto a otra de sus amantes, con quien saltó al río Tama, cerca de Tokio. Era su quinto intento de suicidio. Los cuerpos fueron encontrados el día en que cumpliría 39 años.

rra fría: el bloqueo o cerco del gobierno de los Estados Unidos a la isla de Cuba durante más de cincuenta años, la ideología totalitaria que ha campeado en su régimen político, y la entereza de sus habitantes, acrisolados en dramas, tragicomedias y pequeñas fiestas personales de quienes han llevado sobre sus hombros el transcurrir de medio siglo. Como limaduras que han venido quedando entreveradas en la producción de sus maravillosas diez novelas, o si se quiere, como maquetas de su riquísima construcción literaria, estos cuentos –que en todo caso viven por sí solos– nos asoman a la entraña habanera con un tono narrativo agridulce que en ocasiones recuerda a Cabrera Infante: en vecindarios y recintos intemporales se ponen en juego al mismo tiempo las frágiles pasiones y las búsquedas decididas del amor, de la aventura o del mundo, en una urbe convertida ella misma en una isla en el alma de sus habitantes, pues así estén en otros continentes, las ataduras que sujetan esa cubanía se alternan y se refuerzan inexorablemente, y se revelan en lo que el mismo autor llama el destino, que en estos casos sabe a una mezcla del vacío que campea en el mundo globalizado, la desolación del amanecer en las calles de Madrid, la muerte inminente en el extranjero, el duelo como proceso interior ante la separación de los amantes, el gusto por las pequeñas cosas del propio terruño, y la aparente pero conocida y propia inmortalidad de ese tiempo detenido en un siempre añorado y amado país.

LOS OFICIOS

La muerte del obrero, Paul Brito, Collage Editores.

Fabián Roca es un joven estudiante que se enfrenta al más grande de los retos: subsistir. Al verse obligado a abandonar sus estudios para encontrar un trabajo, Roca pasa por una serie de oficios en los que nunca logra identificarse y que lo dejan sintiéndose aun más vacío que al comienzo. La muerte del obrero invita al lector a reflexionar no solo sobre los personajes y situaciones que vienen y van con cada relato, sino también sobre una situación compleja y universal: ¿cuál es nuestro propósito en el mundo?

MUNDOS FREAK Riplay: historias para no creer, Varios autores Adriana Hidalgo Editora.

A mediados del siglo xx, Robert Ripley se convirtió en una figura reconocida mundialmente debido a los relatos de carácter inverosímil que publicaba en un periódico y en 1929, en su primer libro ¡Aunque usted no lo crea!, recopiló todas esas historias. Convocados por los editores Jorge Carrión y Reinaldo Laddaga, un grupo de 45 artistas y escritores se enfrentaron a la tarea de resucitar los textos de Ripley 86 años más tarde, es así como nació Riplay: historias para no creer, un pequeño museo ilustrado de monstruosidades y rarezas increíbles.

El regreso J. J. J U N I E L E S

FOTOS

DE COSAS QUE YA NO

ESTAN

Fotos de las cosas que ya no están, JJ Junieles, Collage Editores.

JJ Junieles, seleccionado como parte del grupo Bogotá 39, vuelve al ruedo con un libro de relatos, su fuerte desde hace un par de décadas. En este libro regresa a los parajes de su natal Cartagena que es –valga decirlo– su mejor registro o a eventos como un probable encuentro con Pablo Escobar.


Ensayo LA COMPAÑÍA Una casa de palabras. En torno a los cuentos maravillosos, Gustavo Martín Garzo, Océano Travesía.

Andrea Victorino Ramírez* artha Nussbaum habla en su libro Sin fines de lucro sobre la imaginación narrativa y la define como “la capacidad de pensar cómo sería estar en el lugar de otra persona, de interpretar con inteligencia el relato de esta persona y de entender los sentimientos, los deseos y las expectativas que podría tener” esa persona. A partir de ese concepto, establece un diálogo con Martín Garzo, también filósofo y

M

*Literata.

LIBROS FUERA DE LA LEY Andrea Mejía* través de una cuidadosa investigación, Robert Darnton reconstruye las prácticas cotidianas de la censura literaria en la Francia absolutista, en el imperio británico en la India y en la Alemania Oriental socialista. El resultado: Censores trabajando es una brillante etnografía de archivo que se adentra en las redadas de la policía francesa por trastiendas y puestos de libros callejeros, para controlar el mercado ilegal de libros. Además de los criterios de un Estado absolutista que intenta monopolizar el control de la palabra escrita y encuentra menos peligroso el materialismo ateo que una novelita en clave sobre los amoríos del rey, nos sor-

A

*Filósofa.

PRÉDICA POR EL TEATRO Emilio Sanmiguel* ocos, muy pocos autores pueden, o podían, hablar sobre estos asuntos con tanta autoridad como Gerard Mortier (Gante, 1943 – Bruselas, 2014), y esta antología recoge documentos y reflexiones de la etapa final de su vida (2010 – 2014), donde se plasma claramente la forma de pensar y actuar de quien dedicó la mayor parte de su vida a regir teatros y festivales de música. Mortier fue un izquierdista moderado, un defensor a ultranza de la Comunidad Europea, un director que se tomaba muy en serio su trabajo, un hombre de su tiempo que entendía la cultura como uno de los tres puntales sobre los

P

*Crítico musical.

sicólogo español, que en su libro Una casa de palabras recoge una serie de ensayos y artículos sobre los cuentos maravillosos, en especial los de los hermanos Grimm y los de Andersen, sobre la experiencia de lectura de estos relatos y las necesidades del narrador. En su texto, Martín Garzo le da un rol central a la imaginación, al deseo y a la experiencia que se hacen presentes al momento de leer historias como el Patito feo o La sirenita y que le permiten al lector habitar su mundo, le ofrecen la capacidad renovada de iluminarlo con un nuevo conocimiento y compartirlo con los otros. Y es en ese punto donde los dos autores se encuentran, porque los dos proponen la lectura de la literatura como un ejercicio que nos permite desarrollar la capacidad de empatía, de ponernos en el lugar de los otros. Leer cuentos maravillosos implica enfrentar miedos, pero también encontrarse con los anhelos, significa convivir

con lo delicado, lo atroz, lo tierno y lo hosco, pero sobre todo, son una puerta que invita a la aventura y al cuestionamiento, pues “no leemos para tratar de ser mejores, sino para ser más o para ser de otra forma”. Entre los textos que reúne este libro se destaca La historia más hermosa, ensayo que se ocupa de hacer un paralelo entre la vida de este autor y sus cuentos. En este logra trasmitir su experiencia de lectura de las historias de Andersen en las que lo trágico y el abandono son permanentes, y a partir de su experiencia propone una de sus hipótesis más atractivas: el papel de los cuentos maravillosos no se centra solo en la fascinación, sino en hablar de la deformidad, del miedo y de la ausencia, y allí plantea devolver la literatura al lugar de la intimidad, al de la palabra compartida porque, en la noche oscura, donde nacen los miedos, la palabra del cuento, que es la palabra del cuidado, nos cubre con su compañía.

poder civilizador, la fuerza de la literatura vernácula India circuló en forma oral, provocando el desprecio de británicos y nativos “cultivados”, e incidiendo en revueltas nacionalistas frente al imperio. La entrevista del autor con dos censores veteranos del régimen socialista después de la caída del muro en 1989, deja en claro que los censores no se veían a sí mismos como fríos y toscos burócratas ignorantes, sino como guardianes de una Leseland (país de lectores). El examen de los registros de la planificación literaria en la rda puede, a su vez, poner en entredicho esta percepción. En general, el trabajo de Darnton remplaza la concepCensores trabajando. De ción abstracta de la censura como una cómo los Estados máquina ciega y vacía que funciona igual dieron forma a la en todas partes y en todo tiempo, por literatura, una descripción de las particularidades históricas de las actividades humanas que Robert Darnton, determinaron la producción literaria en FCE. tres regímenes autoritarios.

prenden personajes inesperados como una joven criada que escribe novelas, bouquinistes analfabetas que acaban presos en la Bastilla, personajillos de la farándula literaria que, como Voltaire, predican la libertad de expresión mientras usan sus influencias para cerrar las puertas a sus enemigos a través de los mismos mecanismos de censura que condenan. Darnton muestra también cómo, en el corazón del imperialismo inglés, operaron los principios liberales y el más escrupuloso legalismo, y cómo, frente a la sacralización de la palabra impresa como

que se organiza el orden social y estaba firmemente convencido de que durante las últimas décadas el frágil equilibrio entre economía, política y cultura no respondía adecuadamente a las realidades del mundo. La verdad es que demanda del lector un mínimo de iniciación en la materia. El autor parte del supuesto de que a su lector no hay que explicarle qué es el Acorde de Tristán y que sus conocimientos y gustos en materia operística se alejan de Donizetti o Puccini (que no le merecen ni una mención), y se acercan a los dramas wagnerianos, al Pélleas de Debussy, a Woyzek de Berg o a San Francisco de Asís de Messiaen. Lo preocupa el desinterés del público por las grandes creaciones del siglo xx y lo corrido del xxi y, sobre todo, no hay duda de que le irrita que el teatro, en todas sus formas, especialmente la ope-

rística, no sea tratado como un arma de reflexión social: "Mi gran lucha ha sido con el público que asiste a la ópera solo para divertirse", afirmó en 2013. Demanda, repito, una cierta iniciación, pero no es un tratado para especialistas o algo por el estilo, su lectura despierta la curiosidad de adentrarse en todo eso en lo que el polémico director belga creía. ¿Su pertinencia? Debería ser lectura obligada para todos aquellos que dirigen organismos culturales.

Reflexiones sobre la ópera, el arte y la política, Gerard Mortier, Confluencias. 39


ESPECIAL FILBO

Ensayo BELLEZA SUPERFICIAL

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Belleza y violencia: una relación aún por entender, Michael Taussig, UC.

*Literato. 40

La filosofía pasado el mañana, Stanley Cavell, Alpha Decay.

EL TEJEDOR Rodrigo Restrepo Ángel* tanley Cavell es, ante todo, un tejedor. En La filosofía pasado el mañana, su última compilación de ensayos –y elegido libro del año por el Times Literary Supplement en 2005–, logra poner en conversación a Heidegger y a Wittgenstein, a Emerson y a Nietzsche, y a estos últimos

S

*Filósofo.

El crítico

este último tema el que se mantiene como color de fondo del telar. ¿Qué pasa si dejo de afirmar el ‘yo soy’ que proclamó Descartes?, se pregunta Cavell, ¿dejo entonces de existir, o quizá mi existencia deviene menos cierta? ¿Es esta nuestra condición actual? Pero, sin duda, la más importante contribución de Cavell en este libro es la de añadir a las expresiones performativas del lenguaje –de las que habló Austin–, la idea de unas “expresiones pasionales”, más propias de la ópera y de la tragedia, y que vendrían a ser “una invitación a improvisar en los desórdenes del deseo”. Más allá de su profunda experticia filosófica, el valor de Cavell quizá resida en que logra mantener en su amplia mira el motivo profundo de la filosofía. Pues “lo que está en juego –nos dice–, aun por encima de la idea de conocimiento, es el cómo dar cuenta de la experiencia humana”.

LECTURAS DECADENTES ¡Vete a la mierda!, Henry Louis Mencken, Innisfree.

Este “manual de la estupidez y los prejuicios humanos” recopila los mejores artículos del mordaz Henry Louis Mencken. Considerado uno de los periodistas más influyentes de su tiempo, se caracterizó por una actitud antigubernamental, antipopulista y antidemocrática. Vete a la mierda recoge textos sobre diversos temas, entre ellos: la religión, las mujeres, la charlatanería, la muerte y la literatura. Alejado de todo lo que llamaríamos “políticamente correcto”, Mencken presenta una visión franca y pragmática de las cosas.

Corrupción Corrupción: metáfora de ambición y deseo, Hermes Tovar Pinzón, Editorial Panamericana.

“En esta Colombia ejemplar vegetan quienes suponen que el cohecho es delito de uno, que la traición a la patria elige presidentes, que el robo millonario a seres indefensos hace magistrados”, se lee en la introducción de este cuidadoso ensayo de Hermes Tovar Pinzón. Editado por la Universidad de los Andes, en donde su autor ejerce como profesor titular de la Facultad de Economía, se trata de un estudio riguroso sobre la corrupción y sus consecuencias a lo largo de la historia de Colombia.

Nathan Jaccard* l año: 1881. El lugar: París. El marco: la vibrante decadencia de la Belle Époque. Y para retratarla, uno de sus protagonistas olvidados, el literato francés Catulle Mendés (1841–1909). Monstruos parisinos recopila veinte estampas de actrices amorales, de condes aburridos, de burgueses crueles, de artistas desesperados, un bestiario que el autor escribió por entregas en la revista Gil Blas, antes de publicarlas en 1881 y volverse un inmediato éxito literario. Mendés, hijo de banqueros, devorado por las letras, frecuentó la bohemia de clase alta, se casó cuatro veces, se batió en un par de duelos y murió, claro, de manera monstruosa: bajándose por error del tren antes de que llegara a la estación. Fue un autor prolífico, aventurándose a escribir sonetos, óperas, obras de teatro, novelas, argumentos de ballet y cuentos. En Monstruos parisinos, de manera corta, con ironía, una buena dosis de voyeurismo, retrata una aristocracia en donde la intriga y los golpes bajos son la regla; un París lujoso y despiadado, en el que se “aplaude la fealdad y se adora la podredumbre”, sin finales felices. Como se escandaliza una actriz de teatro: “¡Le amas, tú le amas! ¡He ahí otra farsa, el amor! ¿Hija mía, no eres una mujer de tu tiempo, acaso se ama hoy en día?”. Una sociedad plagada de

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Monstruos parisinos, Catulle Mendés, Ardicia.

*Periodista.

AFP

Camilo Hoyos Gómez* l último libro del controvertido antropólogo Michael Taussig, actual profesor de la Universidad de Columbia y reconocido en el mundo académico por representar el denominado fictocriticism, pone sobre la mesa una serie de relaciones entre las prácticas culturales de la cirugía estética (que él pomposamente llama “cirugía cósmica” y que en muchos casos también termina en tragedias dolorosas por procedimientos mal llevados), y otro tipo de actividad con creces reconocida en la historia del conflicto armado colombiano, como es la práctica de mutilaciones corporales como mecanismos de venganza o de terror. A partir de la categoría dépense del francés Georges Bataille, Taussig se detiene en el exceso estético y social que implica no solamente la transformación antinatural del cuerpo femenino, sino también los otros excesos: el de las niñas que desfilan frente a los narcotraficantes para así ser elegidas para un cambio radical de tetas y culos, las siete cirugías que el temible “Chupeta” se practicó para evadir la justicia, o, sin ir más lejos, los dicientes y aterradores alias de muchos protagonistas del conflicto armado, tanto guerrilleros, como paramilitares, entre otros. La técnica propia de la escritura de Taussig a veces hace cojear al texto, puesto que muchos de sus análisis parten de lo que parecen ser apreciaciones personales antes que datos o índices de estudios antropológicos (además el libro fue escrito hacia 2010, y publicado en inglés en 2012, por lo que su traducción tardía, en 2014, hace que muchos temas sean contemplados sin información relevante sobre el tema en cuestión que surgió en ese entonces). Hacen falta la utilización de estudios sobre Colombia en su bibliografía, y el uso de marcos teóricos más pertinentes que Walter Benjamin y Charles Baudelaire. Siguiendo la misma estela que ya caracteriza la obra de Taussig, se trata de un libro que para muchos resultará innovador y desafiante (desde las prácticas no solamente culturales, sino también académicas), mientras que, para otros no será más que una conjuración de apreciaciones y anécdotas personales que con poco rigor académico no logran romper la barrera de lo predecible y superficial.

con Thoreau, Levinas, Shakespeare y el cine. Cavell, valga decir, es discípulo y sucesor de J. L. Austin –quien postuló el concepto de los actos del habla–, así como uno de los más interesantes intérpretes de Wittgenstein. Aunque formado en la tradición de la filosofía analítica anglosajona, su pensamiento va mucho más allá de los juegos lógicos y lingüísticos de la analítica. Es justamente esta amplitud de miras, este extenso ámbito filosófico, el que expone lúcidamente en La filosofía pasado el mañana. El libro puede verse como una aguda conversación, o mejor, como un tejido denso de hilos temáticos que aparecen y reaparecen en diferentes matices a lo largo de una serie de ensayos: el gesto de mirar lo ordinario y comprender la cotidianeidad de nuestras vidas, el lugar de la tragedia y la vulnerabilidad, o la extraña tensión entre la alabanza y el escepticismo. Es quizás

personajes mezquinos, como ese periodista que “al ser feo, detesta y se mofa de todo lo bello”, como ese actor, que se convierte en un desalmado gigoló, como ese marido celoso que prostituye a su esposa pues “quiere tanto al dinero, como a su mujer”. Es sobre todo, un mundo de mujeres poderosas, verdaderas femmes fatales cubiertas de joyas y caprichosas, que doblegan a sus amantes hasta sacarles el último centavo, que los empujan al crimen por entretenimiento, que buscan “el exceso de calumnias, gracias al cual somos extraordinarias”, y aconsejan “ofrecerse siempre, entregarse nunca”, todo un manual de la perfecta mundana. La afilada prosa de Mendés no sobrevivió el paso del tiempo, pero con audacia la editorial independiente española Ardicia decidió rescatarla. Pues, más allá del placer de zambullirse en un universo deliciosamente horroroso, este es un fino retrato de una época que agoniza y reinventa los valores occidentales, justo antes de entrar al violento siglo xx.


Ensayo SALSA MADRE Dominique Lemoine Ulloa* uando de salsas se trata, es indiscutible que la boloñesa de Catherine Scorsese, la mamá del famoso director, es toda institución. No solo ha sido aclamada por grandes italoamericanos amantes de la buena cocina como Robert De Niro (dueño de varios de los mejores restaurantes de Nueva York, nada más ni nada menos), Joe Pesci, Ray Liotta y Francis Ford Coppola, sino que es probablemente la única salsa que ha aparecido en los créditos de una película en la historia del cine. Sí, leyeron bien, la salsa de tomate y carne de la señora Scorsese hace parte de los créditos de Italianamerican, el documental que hizo su hijo Martin en 1974, sobre la experiencia de crecer en Nueva York, en Little Italy, en medio de italoamericanos de primera y segunda generación. La escena que abre el documental trata, claro, sobre la salsa de su madre, así que es apenas natural que semejante preparación sea el cierre y que vaya en grande. Al final, la salsa no se menciona así como así, sino que aparece justo enseguida de la línea que lee “Film by Martin Scorsese” (como a la diestra de Dios Padre), y se roba 33

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*Periodista.

HUÉSPEDES DE LA VIDA

segundos de los créditos porque va con receta incluida y todo. Afortunadamente para todos, ya no hay que escarbar entre ruinas cinematográficas para recuperar la receta porque por fin llegó a Colombia Italoamericanos: el libro de cocina de la familia Scorsese en una bella edición de la editorial española Confluencias. Digo “por fin” porque se publicó por primera vez en 1996 (pocos meses antes de la muerte de Catherine) y, a pesar de haber sido un éxito en ventas y haber sido uno de los primeros libros de cocina en ir más allá de ser un simple recetario, se demoró casi una década en llegar a nuestro país. Aunque a primera vista Italoamericanos no parece ser un libro de cocina, (pues se sale del típico formato de tapa dura y gran tamaño), recopila no solo la receta de “La salsa”, sino de otras preparaciones esenciales que han conectado a generaciones de inmigrantes italianos (sobre todo de Sicilia y el sur de Italia), con su patria mientras hacían una nueva vida en Nueva York, que han alimentado a la familia del directo desde principios del siglo pasado, que han aparecido en muchas de las películas del director y que han alimentado, detrás de cámaras,

trarnos de qué manera podemos entender aquello a lo que nos referimos con la palabra “yo”; cuáles son los nuevos Santiago Arcila* e nuevo, el filósofo italiano modelos de identificación que se suman Remo Bodei, nos sorprende a los santos, héroes y sabios, tales como con agudas y refrescantes las celebridades del deporte, el cine, la reflexiones sobre la contemporaneidad. moda y la televisión, y hasta qué punEsta vez, se trata de un libro titulado to el papel de la fantasía y de la tecnoImaginar otras vidas. Realidades, proyectos logía son fundamentales en la construcy deseos, en donde se sumerge en las ción de nuestra subjetividad. El libro de Bodei es, en sentido tensiones que configuran la vida de todo ser humano. Bodei inicia recordándonos foucaultiano, “una caja de herramienque: “a menudo tendemos a olvidar tas”, un “libro-experiencia” que nos que somos huéspedes de la vida”, que permite iluminar aquellas regiones de estamos insertos en procesos automáticos nuestra vida que parecen más oscuras. que el cuerpo despliega sin nuestra Resulta difícil escapar a la tentación orden y que, aun así, llegamos a un que despierta: todo el tiempo mantiemomento en el que cada uno está en la ne al lector entre un vaivén de exposibilidad de contarse su propia historia: trañamiento y cercanía con resla invitación es a pensar cómo ha llegado pecto a la propia mismidad, a la a ser esto posible y de qué manera nos propia historia. Uno de los núcleos fuertes de la propuesta es relacionamos con ese relato vital. Las rutas temáticas que el filósofo nos que nos lleva a considerar seriapropone, conducen a lugares plagados de mente si ese relato autobiográfireferencias artísticas, históricas y míticas, co que nos contamos no a través de las cuales se sirve para mos- es en realidad un compuesto de líneas divergentes que son las vidas que encarnamos Imaginar otras vidas. soñando, leyendo o Realidades, imaginando: el libro proyectos y es una licencia para deseos, reinventarnos, una excusa que inyecta Remo Bodei, de intensidades los Herder. distintos personajes que somos. *Filósofo.

Italoamericanos, Catherine Scorsese, Confluencias.

a sus equipos de producción. Caponatina Siciliana, Braciole, Pasta e Fagioli, Spiedini de ternera y Berenjenas a la parmesana con toques y trucos secretos de Mamma Scorsese llenan la obra página tras página. Más allá de recetas deliciosas que le hacen a uno dar ganas de haber crecido en ese ambiente, con una nonna y una mamma por cuyas venas corren pasta y tomate, lo que hace que este libro sea una joya a la que hay que abrirle espacio en la biblioteca gastronómica es que es está lleno de historias. Italoamericanos fue uno de los primeros libros de cocina en enaltecer el género al entretejer sus recetas con historias personales, con anécdotas de familia e incluso con guiones de películas. Diez años tarde, no importa, Italoamericanos llega para hacer o que la comida entrañable bien sabe hacer: contar una historia, llena de tiempos, ingredientes, lugares, bocados increíbles y personas.

Una guía para la paz

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Cómo construir sociedades, Óscar Guardiola Rivera, Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

AFP

Profesor de filosofía política, cine y derecho en la Universidad de Londres, colaborador regular de la BBC y The Guardian, entre otros, el autor de Si América Latina gobernase el mundo lanzó a finales del año pasado este tratado sobre cómo construir sociedades en torno a la paz. Guardiola se vale de las enseñanzas de figuras como Salvador Allende, de la Constitución del 91 y de un sinfín de referencias literarias y culturales para presentar un decálogo de preceptos con el fin de ayudar a que Colombia se reinvente tras medio siglo de conflicto.

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ESPECIAL FILBO

Ensayo La frontera digital

EL ÚTERO PERVERSO Mario Jursich Durán* ntre los siglos xvii y xviii, la anatomía experimentó un particular auge. Sometida a la férrea censura eclesiástica desde el Renacimiento, los vientos de la Ilustración consiguieron liberarla y hacer que la disección de cadáveres humanos nos diera una idea más nítida de nuestros órganos y de su funcionamiento, algo sobre lo cual solo se tenían conocimientos vagos e infundados. Piense el lector en la célebre Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, pintada por Rembrandt en 1632, y se hará una buena idea de lo que era ese efervescente clima intelectual. Un resultado espontáneo –o si se quiere pop– de estas investigaciones fue que muy pronto empezaron a surgir teorías médicas que debían poco al trabajo de campo y mucho a los prejuicios de la época. En tiempos de Casanova, por ejemplo, era común sostener que las mujeres dependían en todo y para todo del útero, órgano que al parecer las obligaba a actuar en contra de su voluntad. No pocos anatomistas creían que el útero era en realidad el auténtico cerebro femenino, la fuente de la cual nacían su inconstancia, su veleidad y su irracionalismo. Casanova, que no en vano entendía bastante de mujeres, pensaba que todas

Metodología común para explorar y medir el comportamiento lector,

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Lana Caprina, Giacomo Casanova, Hermida.

*Director del Malpensante.

HISTORIA DE UNA CONQUISTA APOSTÓLICA Iglesia y Colonización en Urabá y el Darién I y II, Severino de Santa Teresa, UNAULA.

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a colonización española vino acompañada de procesos evangelizadores que se dieron de distintas formas a lo largo de todo el país. Esta obra analiza la forma como llegó la iglesia católica a Urabá y el Darién. Los libros recogen los textos más interesantes publicados originalmente en 1956 por el Fraile Severino de Santa Teresa, quien a principios del siglo xx recorrió esta región. Este trabajo constituye una guía importante para todo aquel que quiera investigar la historia de estos territorios. 42

LA CIUDAD APRESADA Medellín: tragedia y resurrección (1975-2013), Gerard Martin, La Carreta.

AFP

Cerlalc.

esas teorías eran pura cháchara. Este sagaz librito, de apenas 88 páginas, está consagrado, justamente, a burlarse de quienes difundían esas hipótesis perversas. [El título, que puede inducir a confusiones, proviene de una epístola del poeta romano Horacio, donde se afirma que Alter rixatur saepe caprina (siempre hay quien discuta a propósito de la lana caprina). Dicho en el español de nuestros días, “siempre habrá quien discuta de pendejadas”]. Casanova, en pleno siglo xviii, era extraordinariamente consciente de que si algo tiraniza a las mujeres es el tipo de educación que reciben y las difíciles condiciones sociales en que crecen. Es el despotismo masculino, no el útero, la causa de que no puedan desarrollar los talentos que vienen en ellas en la misma proporción que en los hombres. Todo esto suena muy feminista. Lo extraordinario, lo sorprendente, es que fue pensado muchísimo antes de que el feminismo, incluso como palabra, entrara al vocabulario cultural. Alguien diría: ventajas de conocer a las mujeres en la cama, no en la mesa de disecciones.

Holocausto nativo

El paraíso del diablo, Varios autores, Universidad de los Andes y Universidad Nacional.

Hace aproximadamente cien años, el irlandés Roger Casement viajó al Putumayo para indagar sobre las presuntas prácticas abusivas de la Peruvian Amazon Company contra los indígenas de la región. El británico se encontró con el peor de los escenarios: asesinatos, etnocidios y masacres. Su investigación, publicada por el Parlamento Británico, desenmascaró la dantesca red de explotación. Hoy, un siglo después, y gracias a los esfuerzos de varios académicos, reaparece desde una perspectiva crítica un episodio tan importante, como ignorado en la historia del país: el holocausto indígena de las primeras tres décadas del siglo xx.

¿Cómo se lee en la era digital? ¿Cómo han evolucionado los hábitos de lectura? Estas y otras cuestiones son las que intenta responder el más reciente trabajo del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc). El libro toma en cuenta los nuevos formatos de consumo digital, como la lectura híbrida, para crear una metodología que permita comprender las nuevas formas en las que se puede leer. Su objetivo: superar la ya anquilosada visión librodeterminista de la lectura.

ANARQUISMO Y COMUNIDAD Formas de vida en común sin Estado ni autoridad, Emile Armand, Innisfree.

Marco Sossa* milie Armand fue uno de los grandes precursores de la teoría anarco-individualista y defensor del amor libre descrito en sus palabras como “camaradería amorosa”. Nacido en Francia en 1872, entre sus obras destacan Mon point de vue de “l’anarchisme individualiste” y La révolution sexuelle et la camaraderie amoureuse. Una edición reciente en español fue recopilada bajo el título El anarquismo individualista, lo que es y lo que vale de la editorial Pepitas de Calabaza. Formas de vida en común sin Estado ni autoridad estudia la vida en comunas o centros libres desde diversas perspectivas, pasando por el dogma religioso, hasta sociedades de carácter socialista y otras de tendencia anarquista individualista. El libro, aunque pretencioso en su título, es parte de la búsqueda y estudio de diversas formas de organización social fuera de las convenciones. Muchos de los casos descritos en el ensayo tenían alguna forma de organización piramidal similar al Estado o eran

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*Librero.

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l más reciente trabajo del experto en Colombia Gerard Martin es quizá uno de los análisis más detallados de la desventura que ha sufrido Medellín desde el surgimiento del narcotráfico y el crimen organizado. Pero el proyecto del sociólogo de la Universidad de Groningen va más allá de solo describir la barbarie. Como afirma el exalcalde de Medellín Alonso Salazar, también es un trabajo “sobre las políticas y programas que se han desarrollado, con fracasos y éxitos, para combatir el mal de la violencia y promover la inclusión y el desarrollo social”. Martin también es autor de dos libros sobre Bogotá.

sectas dirigidas por mesiánicos líderes que escuchaban el llamado de la autoridad divina. Por otro lado, analiza varias comunidades o centros libres ligados a lo que llamaron de manera despectiva Marx y Engels socialismo utópico, influenciadas por Owen en Estados Unidos y Fourier en Francia. Josiah Warren emprendió un revolucionario ejercicio económico en una tienda que llamó Time Store, precursora del movimiento de comercio justo, decidió llevar el ejercicio a una fase mayor después de dar unas conferencias sobre su modelo de comercio creando Modern Times, una comunidad de carácter anárquico. Armand sostiene que Warren fue quien escribió, editó e imprimió el primer periódico anarquista, llamado The peacefull revolutionist. Es curioso que una persona que aboga por el individualismo escriba un libro sobre la vida en comunas del siglo xix. El capitalismo, contrario a lo que se dice, no es individualista, ya que es más un sistema de dependencia y de vínculos de clase. El individualismo, por lo menos desde la perspectiva anárquica, es el mayor desarrollo de las facultades de los sujetos promoviendo la soberanía individual, la libertad y autonomía, sin necesidad de una regulación externa y en concordancia con pactos libres entre individuos. El estudio de Armand contiene una fuerza insospechada en días como los actuales, donde el trato de las cuestiones sociales es una homogénea función de estado y no de los individuos.


Memorias que tanto necesitaba. Así escribió su primer libro en francés, que luego fue editado por el afamado editor Gilles Carpentier de la editorial Seuil: El gran cuaderno, que hará parte de la trilogía que en español salió bajo el título Claus y Lucas. El hecho de escribir en francés –que se convirtió en su idioma literario– la alejará cada vez más de su propia identidad, sin darse cuenta de que esa mutilación, ese enajenamiento, la llevarán precisamente a ese otro ser: el ser sensible frente a los cambios que marcan en profundidad la existencia para, desde allí, hacer surgir ese dolor en una obra maestra.

LENGUA OLVIDADA Martha Kovasics* l libro La analfabeta de Ágota Kristof no tiene más de treinta páginas, pero son treinta páginas que irremediablemente llevan al lector a las escaleras; esas escaleras donde uno se sienta a pensar por un tiempo indefinido sobre lo que acaba de leer. Es la historia de su infancia y juventud, y más tarde de su huída, a los veintiún años, de Hungría a Suiza, con una hijita de cuatro meses y su marido. Son once capítulos muy cortos sobre situaciones, impresiones y vivencias de lo que le sucedió desde su infancia, hasta su residencia en la Suiza francófona. Precisamente en la brevedad, en lo áspero, reside la belleza de este libro. A Kristof no la abandona esa sensación de ver al idioma francés como un enemigo, pues no le permite seguir manteniendo con la intensidad que ella quisiera su propia lengua materna. Llega hasta el punto que, al momento de recoger a su hija en el jardín infantil, después de la jornada de trabajo en una fábrica de relojes, al hablarle en húngaro siente que esta no le entiende y que a la vez, ella no es capaz de entender a

E

*Traductora.

Agota Kristof, Alpha Decay

la pequeña, porque le habla en francés. Kristof, que creció en un pueblo alejado, donde no había ni luz ni calefacción, y que “pasó el tiempo” en el salón en el que su padre era maestro de escuela, se aficionó a los diccionarios. Encontró en la lectura y la escritura el aire para respirar y, de un momento a otro, en un desierto en donde la respiración ya no le alcanzaba. En un desierto en el que no había letras, ni palabras que la satisfacieran, así como tampoco al calor de la casa y de su familia, sobre todo de su hermano mayor, con quien se sentía especialmente cercana. Finalmente, da el paso que necesita para volver a respirar: aprender el idioma francés a fondo, para luego saber escribir, leer y gozar de la literatura francesa. Pero también para tener la felicidad de usar de nuevo los diccionarios (dice que nunca más podría dejar de lado), para revisar bien los significados y tener las certezas

ALAS PARA EL ABISMO Colección DeMemoria

O T R O S

López sin tapujos, Alfonso López Michelsen, Debate.

Se decía en una época que cuando Alfonso López Michelsen escribía “ponía a pensar al país”. Durante muchos años, como columnista de El Tiempo, el expresidente defendió tesis controvertidas sobre el acontecer nacional. Sin embargo, décadas antes, López ya había cultivado la escritura como una manera de reflexionar sobre asuntos como el poder, la política y sus tesis. Autor de Los Elegidos, una novela que debería leerse más, en este libro, López sin tapujos, se encuentran una cincuentena de sus artículos más polémicos: de las aclaraciones sobre el caso de la Handel y Mamatoco o de su posición sobre la unión de parejas del mismo sexo. Un libro que se pasea por temas que son parte de nuestra historia.

T Í T U L O S

Como un río que corre, la memoria es siempre la posibilidad de mantener vivos los encuentros y desencuentros, cuando asume los cambios de piel que la acompañan como una sombra, pero también como una luz. En este libro Hernán Darío Correa, editor y sociólogo, se sumerge en ese río que es la vida para contarnos que la aventura está tanto en los libros y la lectura como en la política y el amor. De los tempranos años cincuenta a los cruentos ochenta del siglo pasado, estas páginas nos pasean por la propia subjetividad y por las trampas de una cultura nacional letrada, mesiánica y doctrinaria, a través de las encrucijadas de un país sin duelos que padece de un olvido siempre gris, en unos renovados ciclos de violencia y desarrollo que parecen no tener fin.

Roberto Burgos Cantor* a ambición de este libro, la tensión de su escritura, incursiona afuera y adentro como la mirada del ave maya allí citada. Las reiteradas irrupciones del presente, acogidas con lealtad y que subrayan su compleja temporalidad, le dan sus características de arriesgado, conmovedor y necesario. El lector tendrá una experiencia incuestionable: se ha vivido. Nada es tan inmóvil, tan perpetuo, tan igual, como el vértigo arremolinado de los hechos lo hace suponer. Hernán Darío Correa ha logrado un texto inusual en las indagaciones de la época, por lo general ejercicios de expiación, impudicia confesional, estéril testimonio. Quizá el sentido de marcas de su título esté más cerca de su acepción de huellas. Aparece la vivencia desnuda, en ocasiones inocente, y enseguida el esfuerzo por interpretarla sin torcer ni ahogar su presencia. De alguna manera, el libro es un tejido de vida en el cual se entrelazan el destino íntimo y el destino político con las felicidades de la acción y la frustración de los resultados. Un pensador de estos tiempos afirmó que la única vía de acceso al presente es la arqueología,

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*Escritor.

Abrir la puerta para que entre el viento Roberto Martínez Navarrete *** Anuario mínimo Eduardo Chirinos

[ Hernán Darío Correa ] COMO MARCAS EN LA BRECHA

El polemista

La analfabeta

Hernán Darío Correa

COMO

MARCAS Como marcas EN LA

BRECHA UNA HISTORIA DE VIDA

en la brecha, El autor (1951) ha sido dirigente estudiantil, librero, editor, asesor de trabajadores y de pueblos y comunidades indígenas, y consultor en temas sociales y ambientales; y después de varias décadas validó algunos de sus estudios formales y se tituló como sociólogo; sigue siendo un lector impenitente, y continúa buscando mejores caminos que los propuestos para todos por el capitalismo tardío...

Hernán Dario Correa, El Peregrino Ediciones.

como si tantos y apresurados entierros confinaran el entendimiento de la historia a una alocada sucesión de urgencias y hubiera que buscar en lo que se creía muerto las palpitaciones que lastran el porvenir. Así, este libro da cuenta de una travesía humana y una peripecia intelectual que lejos de afirmar convicciones y dogmas, acrecienta el espacio de nuevas preguntas. En esta perspectiva puede verse el bello homenaje a los libros que se leyeron y con los cuales se hizo amistad. Diálogos de la razón ilustrada. Y a su lado el arte, no como consuelo, sino como un ahondamiento del misterio. Es estremecedor el pasaje cuando el joven Correa llega al cerro para auxiliar al avión de pasajeros que allí se estampó y encuentra entre el humo y los hierros dispersos un pie con las uñas pintadas, y piensa antes del vómito en Magritte. Canetti: es muchísimo lo que dormita en cada hombre, pero no hay que despertarlo en vano. Esta es su virtud.

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ESPECIAL FILBO

Memorias CHRISTIANE, LA "YONQUIESTRELLA" Yo, Christiane F. Mi segunda vida, Christiane V. Felscherinow y Sonja Vukovic, Alpha Decay.

Camilo Jiménez Santofimio* orría 1978, cuando Christiane F., una niña de 16 años, se volvió la yonqui más famosa del mun-

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*Editor de Enfoque y reportajes de Semana.

do. Dos periodistas le habían ayudado a escribir un relato sobre su relación con las drogas y la prostitución en Berlín. El libro, titulado en español Yo, Christiane F. Hijos de la droga, se convirtió en un éxito mundial. Fue el más vendido de Alemania durante dos años, se tradujo a quince idiomas y vendió casi cuatro millones de ejemplares. La historia desató un debate, pues una heroinómana adolescente causaba sensación, pero también revelaba algunas verdades incómodas de la civilización occidental. Para muchas personas, ahí terminó la existencia de Christiane F, pero para ella el tiempo siguió corriendo, y de lo que ha sucedido en los últimos 37 años cuenta ahora el libro Yo, Christiane F. Mi se-

gunda vida, escrito a cuatro manos con la periodista Sonja Vukovic. En él, el lector conoce a Christiane Felscherinow, así reza su nombre completo, y la escucha hablar de forma desparpajada sobre su situación. A los 52 años, los tormentos no la han abandonado, está sola, sigue vinculada a la heroína y está enferma: porta la cepa más agresiva de la hepatitis C y está al borde de una cirrosis. “Todo esto es muy real”, escribe, “y no se lo deseo a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo”. El destino de la protagonista es triste, pero no hace al libro una historia lúgubre, todo lo contrario, la nueva autobiografía de Christiane F. está llena de vida y, al abarcar la existencia de una mujer perseguida por haber sido

una “yonquiestrella”, cuenta la vida de un ícono de la contracultura alemana de los años ochenta. El lector ve trabajar al periodista Henri Nannen y al productor Bernd Eichinger; vive con la familia del editor Daniel Keel, conversa con Friedrich Dürrenmatt y Loriot, y viaja en el avión de los Rolling Stones. Choca no con la nostalgia de un David Bowie, personaje de reparto del libro, que pregunta melancólico en una de sus recientes canciones: ¿Ahora dónde estamos? (Where Are We Now?), sino con la crudeza de quien vivió esos años al borde. “Me da ganas de contestarle”, escribe Christiane F. “seguimos en el mismo punto, no nos hemos movido desde entonces”.

cuarenta, psicoterapeuta, se convertirá en asesina. ¿De quién? Probablemente de su marido infiel, Todd Gilbert, un vanidoso que vive en función de satisfacer sus propios intereses sin siquiera advertir el peligro inminente. Todo pende de una cuerda delgada y la apuesta es anticipar en Jodi la fina grieta que la hará cometer el crimen: “sus conceptos de quién es y de cómo debería comportarse son menos estables de lo que cree, dado que bastarán unos pocos meses para que se convierta en una asesina”. Es decir, estamos ante la presencia de un ser humano convencional, con dificultades normales que, página tras página, cosecha facultades para perpetrar un crimen. Entonces, el suspenso no está supeditado a las acciones de los personajes, sino a su psicología. Ella es un personaje enceguecido que lentamente abre los ojos al mundo, a su relación de pareja, y comprende que sus roles de mujer y de esposa han perpetrado la historia de sus padres: aceptar la infidelidad, bajar la cabeza ante la comodidad financiera que le brinda su esposo, mientras cree ser una mujer liberal: “renunciando al matrimonio y a los hijos ha conservado la pizarra limpia, ha conseguido una sensación de amplitud”. En alternancia de capítulos entre “ELLA” y “ÉL”, el lector presencia la óptica femenina y masculina de una relación de pareja, mientras que la psicología es una herramienta que evidencia las grietas de lo humano y devela un misterio que solo se entenderá hasta leer sus últimas páginas.

MEMORIAS DE UNA OBSESIÓN

convidados con mucho menor pedigrí literario: la esposa de Shelley y el médicoacompañante –secretario de Lord Byron–. Ospina declara que por años quiso producir un libro que girara alrededor de esa noche, sin saber a ciencia cierta si sería novela, ensayo o diario de viajes. Como toda obsesión, esa idea fija creó una lente que imprimía un sentido particular a ciertos hechos de su vida cotidiana, haciendo que muchos de ellos aparecieran como coincidencias muy especiales y ayudándolo a encontrar, en los sitios menos esperados, nuevas conexiones o rastros de sucesos y personajes relacionados en muy diverso grado con la escena que ocupaba su mente. Finalmente, ha publicado un libro inclasificable, que combina algo de cada uno de los géneros nombrados y resulta gratamente atractivo. No queda cabo o antecedente de la aparición de Frankestein y El vampiro sin explorar, pero no se trata de una simple colección de datos: estos están entrelazados con anécdotas, recuerdos y reflexiones del autor, en una escritura de tono cálido y personal. El texto está lleno de referencias literarias e históricas que seguramente conducirán la atención de los lectores por rutas diferentes, pero despertarán en muchos el deseo de conocer mejor alguno de los numerosos detalles curiosos de las historias que en él se mencionan. No obstante, es bueno subrayar que el sabor que deja este libro curioso y encantador no es el de un tratado erudito que ante todo aporta informaciones a los lectores, sino el de un testimonio vital y emotivo, como el de una amigable confidencia.

TENSIÓN PSICOLÓGICA

La mujer de un solo hombre, A.S.A. Harrison, Salamandra Black.

Tatiana Andrade Mejía* rímenes de familia. Así se refiere la crítica canadiense a la temática de la primera y última novela de ficción de Susan Harrison, artista y escritora de no ficción que en los años sesenta fue conocida por sus performances y sus colaboraciones con Margaret Dragu y con el artista visual John Massey, quien después fue su esposo durante treinta años, hasta el día de su muerte, un domingo de abril de 2014. Harrison no pudo presenciar el éxito de su novela, pero alcanzó a saber que varias editoriales internacionales adquirieron los derechos de este thriller psicológico que ha dado mucho de qué hablar en Canadá, Estados Unidos y España. No es una novela negra convencional, donde se plantea la encrucijada de un asesinato y la tortuosa investigación de quién lo cometió o por qué motivo. Desde la primera página, al lector se le advierte que la protagonista, Jodi Brett, una mujer en sus

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*Guionista de cine.

Reedición

El entenado, Juan José Saer, Rayo Verde Editorial.

Una década después de la muerte de su autor, y 32 años después de su primera publicación, vuelve a salir al 44

mercado El entenado, la novela más comentada, traducida y estudiada del argentino Juan José Saer. Escrita como una crónica, es un libro que regresa a la conquista de América, específicamente a una expedición en el Río de la Plata, a comienzos del siglo xvi. Apresado por indios, el protagonista se ve obligado a replantearse su realidad tras conocer los rituales, las orgias y el canibalismo de sus captores.

El año del verano que nunca llegó, William Ospina, Random House.

Alberto de Brigard* s posible que toda creación literaria tenga como antecedente un cierto grado de obsesión. Muchos son los autores que al examinar el origen de sus libros cuentan cómo los asediaba por períodos más o menos largos una imagen, una pregunta o un personaje que parecían perseguirlos en todo momento y asomarse sin invitación en las circunstancias más diversas. Según afirma William Ospina, el núcleo de la obsesión que lo acompañó por años y se cristalizó en El año del verano que nunca llegó tiene unas coordenadas absolutamente precisas: Villa Diodati, una casa de recreo cercana al lago de Ginebra, en un suburbio de esa ciudad suiza, en la noche del 16 de junio de 1816. Allí y entonces ocurrió algo verdaderamente extraordinario: el nacimiento no de uno, sino de dos mitos, aparentemente inagotables desde ese momento para la inspiración literaria, cinematográfica y visual del mundo moderno. Una criatura sin nombre engendrada por un tal doctor Frankestein, y un vampiro humano cuya vida sempiterna depende de la sangre de sus víctimas, aparecieron como respuesta al desafío que se hicieron varios amigos de asustarse unos a otros con historias de terror, para no aburrirse en unos días de clima inusualmente tormentoso. Lo que falta en esa descripción es aclarar que entre los amigos estaban George Byron y Percy Shelley, dos de los mayores poetas de todos los tiempos y lenguas, quienes en esa competencia fueron aventajados por otros

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*Crítico literario.

AFP

Novela


Novela THRILLER SENTIMENTAL

Cinco versiones de Adriano, Mauricio Bonnett, Random House.

Claudia Cadena Silva* esalmada, es el calificativo que me parece más justo para definir de entrada y de tajo la tercera novela de Mauricio Bonnett, el escritor, guionista y director de cine colombiano, nacido en 1961. Desalmada no en su acepción más corriente –cruel, inhumana–, que esta novela no

D *Editora.

POLICÍACA VASCA Hugo Chaparro Valderrama* ara todos los que practican Tai-Chi, hacen yoga como una impostura o confían en los poderes de los pastores nueva era, la escritora y guionista española Lourdes Iglesias parece que hubiera escrito Euskadi Sioux, una novela de apariencia policíaca y localismo vasco –su título recuerda la revista del mismo nombre, publicada en los años ochenta, de la que se habla en las primeras páginas de la novela, tras el epígrafe tomado del “Manifiesto de los Indios Iroqueses al Mundo Occidental”, donde se explica que en un “paisaje convulso saturado de programas, banderas y consignas, el fanzine Euskadi Sioux surgió con el aguijón pesimista e inteligente de la sá-

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*Escritor.

LOS GENIOS DE CARNE Y HUESO César Leonardo Rojas* ntes de convertirse en magos de sus respectivas lenguas, Miguel de Cervantes y William Shakespeare fueron hombres mundanos. La miseria, la desgracia y la incomprensión los acompañaron de distintas formas a lo largo de sus vidas. Eran contemporáneos, murieron con unos días de diferencia y se sabe que el británico leyó la primera parte del Quijote, pero muchos sienten que algo debió unirlos un poco más. Los vacíos que dejan las biografías fragmentadas de cada uno le sirvieron de pretexto a Nahum Montt para escribir Hermanos de tinta. En una Valladolid llena de mendigos, ladrones, vendedores de baratijas y cortesanos, Montt re-

A

*Periodista de Semana Educación.

lo es; desalmada en su acepción anticuada: “privada o falta de espíritu”. Cinco versiones de Adriano es una novela muy correctamente escrita, muy fríamente estructurada y pensada, pero desposeída de tripas y vísceras, (miento, tiene, sí, unas cuantas tripas regadas por ahí, pero no producen mayor interés). Aunque Cinco versiones de Adriano es una novela desalmada, desangelada, es buena; es literariamente correcta, políticamente correcta, como hecha con corsé. De qué va: en principio es una novela de educación sentimental –revisada, porque se escribe con la perspectiva del paso de los años–, protagonizada por Sebastián, un escritor que vive en Londres y que narra en primera persona, y el grupo cerrado de sus amigos que hacen cofradía en los años de universidad. Con el paso de las páginas, esta novela inicial cede paso a una especie de thriller cuyo personaje central es el oscuro Adriano, quien

desaparece del mapa en circunstancias rarísimas. Sus amigos lo dan por muerto hasta que Sebastián cree verlo pasar un día frente a su ventana. Ahí arranca la novela de educación sentimental y arranca el thriller. Adriano podría haber sido un personaje hondo y sórdido, profundo y humanamente complejo, pero una novela así, desalmada, desangelada y además egocéntrica –cada tanto se la descubre mirándose el ombligo y diciéndose: “qué bien que me estás quedando”; “qué frase tan bien lograda”, “qué giro tan acertado”–, no se lo podía permitir. Lamento y me disculpo por no haber tenido el fondo probablemente necesario de sus novelas anteriores, pero discrepo en todo con la afirmación exagerada de la contratapa: Cinco versiones de Adriano no me “confirman a Mauricio Bonnett como uno de los narradores colombianos más notables de la actualidad”, ni más faltaba.

tira y con el optimismo de la voluntad lúdica”–, desarrollándose en la trama una aventura plagada de fantasmagorías sufridas por un expolicía, Teodoro del Pozo, que alucina ante la imagen fugitiva de un indio de cómic pop, llamado Soñador del Trueno, dueño de una supuesta revelación que define el misterio, pues del Pozo sufre de una enfermedad terminal y necesita con desesperación que alguien –los caracoles que cría, su mujer siempre pendiente de él, una chica que promedia los veinte años de edad, “de cabello castaño, alta y de

piel morena”, que conocemos con el nombre de Wi; un mexicano llamado Raúl, con aspecto de iluminado cuando abre los ojos desmesuradamente; quizás Soñador del Trueno–, le ayuden a entender qué puede estar sucediendo con su vida y, aun peor, lo que podría suceder con su muerte. Las novelas policíacas y su larga tradición imponen un reto: ¿cómo evitar las repeticiones? Iglesias lo intenta con esta aventura hacia el desquiciamiento por las visiones que sufre del Pozo por culpa del Trueno, con un reparto no menos alucinado cuando aparece Roni, el pobre chico que se embelesa mirando la gracia de un pececito, Luchador de Siam, cruzando el mar hacia Estados Unidos, donde la novela dota a la narración de un contraste entre la burbuja vasca donde vive del Pozo, y el mundo según Nueva York.

Euskadi Sioux, Lourdes Iglesias, Alfabia.

crea el ambiente festivo por la firma de la ratificación del tratado de paz entre Inglaterra y España, en 1605. Por las calles de esa ciudad se pasea el viejo al que la historia volverá mito, pero que hasta ahora es un escritor de entremeses, tahúr de ocasión y hazmerreír de pícaros. Cervantes vive en una calle de matarifes con dos hermanas y un clérigo que atiende enfermos con ayuda de la caridad. Montt no improvisa con los detalles. El santandereano escribió en 2007 una biografía de Cervantes, de ahí que tanto los personajes, como las circunstancias de esta novela histórica, tengan una fuente lo suficientemente rigurosa como para mezclarse con la ficción sin causar desentonaciones. El experimento del autor despoja a los genios de su gloria para enfrentarlos con la crudeza de su existencia. De alguna manera, la historia es una puesta en escena. Los dos personajes ex-

hiben sus heridas en una taberna que sirve a la vez de casa de juegos, biblioteca y teatro. En ese mismo lugar, el Quijote se llena de polvo debajo de una escalera y los borrachos lanzan tomates podridos al grupo de británicos que interpreta a Hamlet en la tarima. A pesar de la nacionalidad y el idioma, los escritores en desgracia compartirán lo suficiente para descubrir un parentesco. El español y el inglés se conocerán en el camino hacia la muerte, pero encontrarán en las letras la puerta hacia la inmortalidad.

Hermanos de tinta, Nahum Montt, Alfaguara. 45


ESPECIAL FILBO

Novela

La espada de los cincuenta años, Mark Z. Danielewski, Pálido fuego / Alpha Decay.

Luis Fernando Afanador* n escritor experimental en el siglo xxi es una rara avis.Tiene mucho de naif y de romántico. De cualquier manera, Mark Z. Danielewski sacudió

U

*Crítico de libros.

el mundo literario con Casa de hojas, una novela vanguardista de terror. Su laberinto de palabras, hay que reconocerlo, consigue involucrar al lector y reivindica con furor al amenazado libro impreso. Hasta ahora, un diálogo entre el texto y la imagen ha sido su propuesta narrativa, a la que regresa con La espada de los cincuenta años, un libro que inicialmente se publicó en Holanda en gran formato y luego fue representado en performances durante el Halloween en Los Ángeles. Desde luego, el libro tiene mucho qué ver con esa fiesta: Chintana, una costurera que acaba de separarse de su marido, es invitada a celebrar el Halloween en la casa de Mose Dettledown, una curiosa anciana de 112 años. Pero a la fiesta también ha

sido invitada Belinda Kite, lo cual resulta un problema, pues ella le quitó a su marido. Al intentar huir de allí, termina en el ático de la casa oyendo a un extravagante cuentacuentos en compañía de cinco huérfanos. El cuentacuentos no es la persona más recomendable “para los niños”: “soy un hombre malvado con un corazón muy negro. Y fueron solamente esa maldad y esa negrura las que me llevaron a buscar esto que llevo / transportando, muchos años y que / he traído esta noche”. Lo que ha transportado es una caja de dos metros con cinco bisagras –una por cada niño– y la explicación de la forma como la obtuvo y su desenlace serán un largo cuento épico-fantástico en verso libre de casi trescientas páginas contado por él y por otros cuatro narradores. Una his-

toria bizarra y algo ligera con palabras inventadas y un eficaz lenguaje poético que constituye su gran logro artístico al igual que su edición –con punzadas de espada– y las ilustraciones –originalmente bordados– que la acompañan. No sentimos el miedo ni el deslumbramiento de Casa de hojas, pero vale la pena la experiencia de leerla y tocarla.

cuya fragilidad asoma desde la piedra que cuidadosamente recubre la sensualidad, la rabia y los dolores de su ser. Inspirada en Claudia Rodríguez* iguel Ángel es el nombre de el episodio real de 1505, cuando el artista un bar de la Toscana. Allí pa- se instaló por una temporada en Carrara saban las tardes los padres de para seleccionar los bloques de mármol Leonor de Recondo cuando, por motivo con los que construirá la tumba encargade los trabajos de escultura de su papá, da por el Papa Julio II, lo demás es fábula familia permanecía largas temporadas la que imagina la transformación de un en la región. Miguel Ángel es un nom- hombre desde la irascibilidad y la soberbre que siguió resonando en su mente bia, hasta la ternura y la generosidad. Bascuando a los diez años ella descubrió el tan un paisaje suntuoso de montaña, canrostro del artista en el fresco del Juicio Final de la Capilla Sixtina, y se preguntó por qué, en medio de tanta belleza ¿él se había pintado tan feo? Miguel Ángel es el motivo de esta novela breve que la escritora y violinista francoespañola publica en 2013, y en Pietra viva, la que ella sigue como con una cámaLeonor de ra en la nuca a un personaje escindido Recondo,

tera y mar; un niño de seis años, huérfano de madre, que se le impone con abrazos y preguntas; el afecto de un idiota de la comarca que se asume poeta-caballoenamorado de una yegua blanca, y la sencillez marrullera de los picapedreros para que este Miguel Ángel inédito se hunda poco a poco en el bullicio silencioso de su alma. Abandonado a los recuerdos y la intemperancia, descubre con tormento, alegría y nueva inspiración la memoria que cincela en el mármol la carne y la sangre de los seres perdidos –la madre desaparecida en la infancia, el monje de belleza inquietante que quedó en Roma y cuya muerte tampoco comprende–, el sentido de su vida. Medida y refinada, la escritura de Recondo construye un retablo conmovedor y sincero sobre el escultor, sobre las emociones que se filtran por donde uno menos se lo espera y sobre la batalla que siempre insistente el arte da por la vida.

El decálogo de Gardeazábal LA PERSONALIDAD COMO DESTINO La soledad también se hereda, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Panamericana.

Como parte de su colección Jóvenes adultos, dirigida a estudiantes universitarios, Panamericana le pidió al escritor valluno que escogiera sus mejores cuentos. El resultado, editado por primera vez en marzo de este año, es La soledad también se hereda, una antología de diez relatos breves. Entre los cuentos cabe resaltar Donaldo Arrieta, premio ciudad de Barcelona 1969; El día que volvió León María, premio Unión Artesana San Sebastián 1970; y La boba y el buda, premio ciudad de Salamanca 1970. Se trata, según el mismo autor, de los cuentos que más lejos llegaron y que más se tradujeron. Es, también, un tributo de 167 páginas que hace Gardeazábal a una de sus principales influencias: el famoso librero de Librería Minerva, su abuelo.

M

Editor.

*Filósofa.

EL NOMBRE DE UNA CIUDAD

su imaginación. Los barrios pobres y pintorescos que recorren apresuradamente a veces los reconfortan sugiriéndoles nuevas posibilidades y otras aumentan sus Alberto de Brigard* os fugitivos llegan a Lisboa angustias. Para uno, las ilusiones que se esperando que la ficción los había hecho en el momento de emprenayude a enderezar sus vidas en der su viaje se materializan aun más allá momentos absolutamente decisivos para de sus expectativas, para el otro, la ciudad cada uno. Uno, es el asesino de Martin imaginada será solo la última antesala de Luther King, que en mayo de 1968 era la derrota definitiva. La técnica novelística de seguir dos el criminal más buscado del mundo y quiere usar una nueva identidad para en- narraciones paralelas es una apuesta contrar refugio en países africanos sacu- riesgosa y en este caso tiene éxito apedidos por conflictos, donde podría haber nas parcial. Como se invita al lector a un lugar para mercenarios aventureros; una permanente comparación entre las el otro, es el Antonio Muñoz Molina de 31 años, quien hace un viaje brevísimo en los primeros días de 1987, tratando de encontrar las imágenes que le faltan para redondear su primera novela. Ambos Como la sombra que salieron en busca, no tanto de una ciudad se va, concreta, como de una palabra, un nombre que ha estimulado de manera análoga Antonio Muñoz

D

*Crítico de libros. 46

Molina, Seix Barral.

AFP

UN LIBRO BORDADO

dos líneas, las respectivas debilidades se resaltan y se tienden a cuestionar, quizás con doble dureza, los paralelismos que propone el autor. Por emotivas, legítimas y reales que sean las angustias de un autor joven que trata de encontrar su lugar en el mundo, difícilmente serán tan intrigantes como las de un magnicida estadounidense acorralado en una ciudad en la que ni siquiera puede decir las palabras necesarias para atracar una tienda. En consecuencia, los capítulos sobre el escritor Muñoz, a pesar de una escritura limpia y fluida, parecen elaborados rellenos, mientras que en la historia de James Earl Ray se repiten innecesariamente algunos episodios e imágenes, como si se quisiera refrenar el paso para ajustarlo al ritmo introspectivo de la otra parte de la novela. En esta forma, aunque no se puede negar que la última obra de Antonio Muñoz Molina acaba por llegar a buen puerto, cojea para hacerlo.


ESPECIAL FILBO

Novela

E

Chapinero, Andrés Ospina, Laguna libros.

*Escritor.

fuera del narrador, es la voz de quien acusa, de quien consuela, pero también de quien no logra fundirse en uno solo con su propio yo, la voz de alguien que está en su cuerpo y en todas partes. El sonido de mi voz es una pequeña obra maestra que nos recuerda esa extraña costumbre de escuchar hacia adentro.

U

AFP

Gonzálo Mallarino* ste libro de Andrés Ospina es la depuración de un estilo y de una obsesión. El estilo lo he visto –en persona, desde las primeras tres o cuatro novelas que nunca publicó, que tuvo siempre en la mesa de noche y entre ceja y ceja–, lo he visto, digo, cambiar, hacerse más delgado, más preciso, más personal. Sobre todo eso, más personal. La Bogotá que hay aquí es terriblemente personal, lo que hace que la lectura de estas páginas sea tan convincente, tan llevadera, de verdadera. Es, certeramente, Bogotá, porque sin pintar una sola tarjeta postal o un solo cuadro de costumbres, las palabras, los personajes, los ámbitos y los asuntos del relato son esta ciudad, son nosotros, de eso no hay la menor duda. Y por eso, por esa precisión y por esa certidumbre, tienen un buen chance de ser todo el mundo. De ser Dickens o Chagall o las comadres de Windsor o Isaac Bashevis Singer. Mundos que ya son de todo el mundo, y que hacemos nuestros, que queremos y que nos vienen en los sueños y entre las lágrimas de los recuerdos. Así de potente se volvió la prosa de este bogotano, que escribe aparentemente al desgaire y con descuido. Además, tiene una cosa encantadora este libro y es que nos hace pensar en todos los anteriores. En todas las Bogotás que se han escrito y que Ospina, durante años y años de pesquisas y lecturas y relecturas, se ha metido entre los sesos y en el corazón, para que le fuera posible darnos su propia Bogotá. Su ciudad sentida y mirada y buscada. Las épocas se entreveran, se alternan, van y vienen en una parábola y en una libertad espléndida de siglos y lugares y estancias. Esa es la estructura del libro. Unos personajes son de hace cuatrocientos años, otros de hace setenta o treinta. Unas maneras de hablar son arcaicas, otras son coloquiales y sencillas, otras son intencionadas y dolorosas, otras son llenas de humor o de ternura. Y todas nos son familiares, solo que no habíamos pensado en ellas así, no las habíamos oído nunca así. Se necesitó que alguien las concibiera, las rescatara, las pescara en el aire y en las casas y las tiendas y los andenes y las camas, para que nos diéramos cuenta de que existían y eran nuestras, y de que eran bogotanas.

de sus hijos a quienes llama “las acusaciones”. Un hombre que a los 34 años sigue padeciendo la crueldad de su padre dentro de su cabeza, aunque como él dice ambiguamente: “murió porque El sonido de mi voz, tenía malo el corazón”. El sonido de mi voz es una novela peRon Butlin, queña, delicada, magistralmente esRayo verde. tructurada, de gran ingenio estilístico, donde la lucidez poética y la fuerza ESCUCHAR HACIA de la narrativa se unen por medio de ADENTRO imágenes repetitivas como esa donde el hombre se va cubriendo de barro, baMelba Escobar* n hombre que trabaja en una rro que solo se disipa luego de media empresa de galletas. Un alto botella de coñac o ginebra. La angusejecutivo de saco y corbata, con tia del narrador se vuelve la angustia una secretaria a quien le coquetea. Un propia. Esa voz que es él, pasa a ser la hombre guapo o que suponemos guapo. voz de uno. Esa mirada con la que obUn hombre que usa su sonrisa como si serva la estéril repetición de los rifuera un arma. Un hombre rápido, in- tuales diarios es la mirada con la genioso, creativo, exitoso en su trabajo, que empezamos a ver la habitacon una familia que lo ama. Un hombre ción en donde estamos. Su voz que parecería normal, hasta que entra- impregna cuanto hay alredemos a escuchar el sonido de su voz, a dor, altera la percepción, seentender el ruido que hay en su cabeza. duce, convence, pero también El hombre exitoso es también un asfixia. Y tiene una particuhombre alcoholizado. Alguien que su- laridad que es esencial para fre por el exceso de luz que hay a su darle un estilo único: está alrededor; por la comprensión excesi- narrada en segunda persona. va de su mujer, por el afecto inocente “Beber mucho es un trabajo duro, pero tú te esfuerzas.” Esa voz está a la vez dentro y *Escritora.

Vieja escuela CULTIVAR EL JARDÍN PROPIO El tiempo es un canalla, Jennifer Egan, Minúscula.

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, o eso quizás piensa Bennie Salazar, ejecutivo de una discográfica que vivió sus mejores días en los años setenta como miembro de una banda de punk. El tiempo es un canalla, de Jennifer Egan, es una divertida novela sobre cómo en la adultez la vida suele complicarse sin remedio. A una separación, y un hijo que lo espera con ansiedad, Benni debe responder a una crisis de la mediana edad con algo más que creatividad. En la misma línea de novelas como La conjura de los necios, o Alta fidelidad, Egan, ganadora del premio Pulitzer, inventa una trama desopilante en la que Salazar es el protagonista de una disparatada vida.

AFP

UNA BOGOTÁ ÍNTIMA

Juan recuerde lo sucedido doce años atrás cuando, junto con sus hermanos, tomó la decisión de vender la casa familiar a pesar de que esta era el lugar de residencia de su madre, su refugio y, sobre todo, el sitio donde con esmero y dedicación ella había logrado dar vida a un hermoso y único jardín. Simonetti reconstruye los últimos meses antes de la venta y cómo esa transacción comercial, en apariencia simple, pone de manifiesto la complejidad que encierran las relaciones familiares. Una prosa limpia y sencilla, personajes y situaciones que parten de vivencias personales, descripciones cargadas de sensorialidad, delicadas ilustraciones hechas por el pintor José Pedro Godoy (pareja del autor hace años), hacen de Jardín un relato que se conecta de diversas formas con el lector y que lo lleva a reflexionar sobre sus propias raíces, su familia y la manera, no siempre efectiva, en que buscamos defender una identidad propia en medio de un contexto muchas veces adverso.

Diana Ospina Obando* as plantas que parecen bellas, sutiles, ligeras y coloridas gracias a las flores; se transformaron en otra cosa cuando fueron sacadas de la tierra y se expusieron sus raíces largas, desordenadas, numerosas. En ese momento, no solo su apariencia cambia, sino que, además, se convierten en algo pesado, difícil de transportar. Y, sin embargo, este proceso es necesario hacerlo para poderlas mover hacia otro lado. Esto lo sabe el escritor chileno Pablo Simonetti y lo utiliza a la perfección en su última novela, como metáfora de la familia y de las tensiones, diversas visiones e intrincados vínculos que salen a la luz en el momento en que se desea hacer un cambio. La historia inicia con una imagen implacable: Juan, el narrador, contempla cómo es destruida la casa de su infancia. Ante sus ojos son demolidas, una a una, esas paredes cargadas de recuerdos sobre las que, con los años, fue creando, como él mismo lo dice, una dura costra de indiferencia. Contemplar el fin físico de una etapa de su vida hace que *Literata.

L

Jardín, Pablo Simonetti, Alfaguara.

47




ESPECIAL FILBO

Novela ENGENDROS FAMILIARES

Colección Narrativa OTROS TÍTU LOS

El museo itinerante de la señorita Schaff Hugo Chaparro Valderrama ***

Brújulas rotas Juan Sebastián Gaviria ***

Los Grotescos Mauricio Bernal

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ENTRE VIOLENCIAS marea de ratas

La relación incestuosa Clara la teje y la vuelve a tejer en un apartamento pequeño y asfixiante, sin que nunca sea tácita la voluntad inmediata del padre, quien siempre se encuentra en un estado de aletargamiento que lo postra en la cama. La narradora no tiene juicios rotundos sobre sí misma, como sí lo tienen –en la mejor tradición kafkiana– aquellos que la rodean: una partera, un juez, un policía. Pero estos juicios los conocemos por medio de los pensamientos de Clara y no por acciones concretas, así que es válido preguntarse por la veracidad del testimonio, ¿estamos en medio de una obra que tiene como centro la paranoia? ¿Es el incesto un artilugio simbólico para hablar sobre una familia que se reconstruye desde la enfermedad? Trías supo darle vida a un universo que pensaríamos impenetrable y así mismo supo hacerlo irresistible. La fluidez de la narración y las metáforas precisas, “era como si el aire se hubiera acostumbrado a quedarse en el mismo lugar, como un remolino de pena”, hacen que el relato se sostenga a pesar de las preguntas que podamos tener, siempre y cuando aceptemos que estamos ante una construcción única. No es casualidad, entonces, que a catorce años de su primera edición, La azotea aun esté vigente, y que este año Laguna Libros haya decidido sacarla a la luz nuevamente.

marea de

ratas Arturo Echeverri Mejía Esta, sin embargo, no es la historia de un hombre. Es la historia de muchos hombres, de una aldea de pescadores donde un día cualquiera llegó la plaga vestida de verde, con botas negras y largos bastones brillantes.

Marea de ratas,

***

***

***

Historias falsas Gonçalo M. Tavares ***

La azotea, Fernanda Trías, Laguna libros.

Daniella Sánchez Russo* a narradora de la uruguaya Fernanda Trías es una joven que construye un universo tan grotesco y particular, que es difícil situarla en la maldad o en la inocencia. Aunque no sea el trabajo de la literatura –ni tampoco de los lectores– juzgar a sus personajes como si fueran parte de la vida real, sí nos preguntamos, durante las poco menos de ciento cincuenta páginas que tiene la obra, por qué le permitimos a la narradora –Clara– pasar ilesa de una culpa que debería ser humana: en medio del doloroso luto que su padre atraviesa por la muerte de su esposa, mantiene con él una relación incestuosa que termina por engendrar a una niña, Flora, y esto, sin duda, sería suficiente para martirizar a un personaje.

L

*Periodista.

EL DISCURSO AMOROSO

El final de la historia, Lydia Davis, Alpha Decay.

Gloria Esquivel* a narradora de El final de la historia quiere escribir una novela en donde pueda retratar, de la manera más fiel posible, los altibajos emocionales que vivió durante los meses en los que sostuvo un romance con un hombre doce años menor que ella. Hurga en sus recuerdos hace un inventario de las peleas que tuvieron, reconstruye con minucia cada palabra que su examante pronunció (o no pronunció), las pocas veces que salieron en público. Desentraña cada uno de los gestos de ese hombre. Se pregunta, hasta el agotamiento, qué circunstancias la llevaron al fracaso amoroso y cada uno de estos interrogantes inevitablemente la hacen pensar sobre el oficio de la escritura. “Si alguien me pregunta de qué trata la novela, le diré que de perder a un hombre porque no sé qué decir”, admite de manera lacónica, mientras guía al lector por un relato construido a partir de elipsis y silencios en donde la historia del fracaso se ve alternada y, muchas

L

*Periodista. 50

La polvareda que cae sobre la tierra Francisco José Viegas

veces, interrumpida por reflexiones sobre la creación literaria y la imposibilidad de convertir esa pena de amor en prosa organizada, estructurada y coherente. El final de la historia es la única novela de la cuentista norteamericana Lydia Davis. Publicada originalmente en 1995, es considerada una excepción formal dentro de la prolífica carrera de esta escritora que se ha destacado por el uso de un lenguaje preciso y transparente que posibilita que la extrema brevedad de su narrativa se asemeje más al fragmento autorreflexivo que al relato tradicional. En esta narración, por ejemplo, escritora y amante se superponen. “No sabía si escribía tanto sobre él porque había superado el dolor, o si escribía para intentar superarlo”, admite la narradora, con toda la rabia, el deseo y la esperanza de una amante que intenta desenmarañar su propia historia. El lector se enfrenta a un juego doble. Por un lado, la enumeración de detalles minuciosos (a veces tediosos), que componen una cotidianidad de pareja que intenta sublimarse por medio de la creación. Por otro, una trama que es puesta en duda constantemente con cada recuerdo narrado y la posibilidad de que sea una invención. Es claro que el proyecto de la novela que quiere escribir la narradora, el proyecto mismo de esta novela, resulta paradójico, pues el dolor y el desgarramiento de una separación pertenecen al terreno de lo indecible. Sin embargo, en El final de la historia, Davis logra materializar, con gran lucidez, la idea de que el amor no es nada más, sino una ficción que se construye en soledad.

Arturo Echeverri Mejía

Transnistria Sebastià Jovani

La sombra del licántropo Hugo Chaparro Valderrama

Arturo Echeverri Mejía nació en Rionegro 1919 y murió en Medellín 1964. Durante su vida, ejerció como marinero y escritor. Su temprana muerte dejó un vacío en las letras colombianas pues ya era una extraña y consolidada voz en lo que se dio a llamar la época de la Violencia. Publicó los libros Antares (1949), Marea de ratas (1960), Bajo Cauca (1964), El hombre de Talara (1964), y Esteban Gamborena (sf).

Arturo Echeverri, El Peregrino.

Conrado Zuluaga* a muerte de Arturo Echeverri Mejía, a los 46 años, llevó a más de uno a exclamar que se había truncado una ilusión y que su escasa obra era el producto de una vocación tardía. Olvidaron, con una facilidad asombrosa, que hasta un recién nacido –lo dijeron los griegos– ya tiene edad (condición) para morir. En el caso del escritor antioqueño bastaron los 32 años que median entre el momento en que a los catorce años salió de su casa materna, en 1932, y su fallecimiento en 1964, para experimentar las más diversas condiciones: soldado, suboficial del ejército, teniente de la infantería de marina, navegante, héroe nacional, empresario, colonizador y, por supuesto, escritor. La primera edición de Marea de ratas es de 1960 hecha por Alberto Aguirre, el mis-

L

*Editor.

CUENTOS PARA UN CAMBIO DE ERA

Musashino, Doppo Kunikida, Ardicia.

Sebastián Chalela Morris* l final de la era Tokugawa en el Japón, conocido por imponentes hechos militares y políticos, no solo develó millares de misterios guardados por costumbres tradicionalistas, férreas políticas de aislamiento y la lenta aceptación de todo lo occidental, sino que también sacudió al mundo de la literatura nipona, produciendo tesoros que son una fortuna de encontrar. Kunikida, nacido cuatro años después de dicho periodo, creció de la mano de la transformación de su país: una revolución que hizo tambalear las costumbres, el espíritu y los corazones del pueblo japonés. El estudio de la filología inglesa y los intereses literarios del momento llevaron a permear su alma por las obras de autores como Wordsworth y Tolstoi. De allí que en su estilo se deje ver la influencia del romanticismo y del naturalismo sin que encaje definitivamente en una u otra corriente; de allí que sea único en el mundo literario de su tiempo.

E

*Escritor.

mo editor de la primera edición de El coronel no tiene quien le escriba al año siguiente. Luego vinieron tres más, una de ellas una edición, crítica en 1994. De suerte que una nueva edición veinte años después, en El Peregrino Ediciones, es un hecho que hay qué celebrar. Marea de ratas es una novela de la violencia que, a diferencia de la casi totalidad de ficciones que generó ese período, es una obra sin sangre y sin el consabido catálogo de atrocidades. Esa es una de sus características más sobresalientes. Al autor, como a García Márquez, no le interesa la insania de unos hechos violentos, le interesan la amenaza, la atmósfera encubierta de violencia que se cierne como nube agorera sobre un personaje o una comunidad. El otro elemento fundamental de esta ficción, y de toda su obra, es el diálogo. Todos los personajes están en comunicación, opinan, conjeturan. A veces es más lo que ocultan que lo que expresan, pero los diálogos son rápidos, breves, ágiles y propician un desarrollo de los acontecimientos que el lector percibe como hechos irreversibles. Marea de ratas es una novela fundamental en el panorama de las letras colombianas, como lo son las otras de Arturo Echeverri Mejía, Antares, El hombre de Talara y Bajo Cauca. Hay que confiar en que aparezcan nuevas ediciones en los próximos años. Los cuentos de Musashino nos ofrecen fotografías vivas llenas de detalle y maestría. Su representación de la naturaleza hace posible no solo ver, sino experimentar con todos los sentidos, un mundo de imponentes paisajes naturales en cuya belleza palpita un espíritu trascendente. Con igual claridad plasma los caminos por los que deambula el hombre en busca de sentido y realización, y aquellos que le construyen desde su interior, a veces armonizando con su ambiente y otras condenándolo a una vida truncada en el mismo. Su prosa nos conduce a la contemplación, manteniéndonos en el momento presente donde el mundo se revela como un particular regalo de los dioses, tan lleno de belleza, como incomprensible. La naturaleza, la cotidianidad, los encuentros fortuitos, los misterios del infortunio, son todos pozos de potencial narrativo que el autor explora haciendo uso de la sorpresa, capacidad que considera, como Okamoto, personaje de uno de sus cuentos, “lo único capaz de salvar al hombre de sí mismo”.


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ESPECIAL FILBO

Novela UN EXPERIMENTO CUÁNTICO

Tartamudo, Sebastián Bejarano, Animal Extinto.

Álvaro Robledo* artamudo es la ópera prima de la editorial bogotana Animal Extinto y de su autor, Sebastián Bejarano. Es un libro refrescante dentro del panorama nacional, ajeno a las modas y los embelecos de las grandes editoriales y de los escritores que algunos llamarán consagrados. Después de leerla, me atrevería a decir que, tal vez, es también la primera novela cuántica que ha nacido en estas latitudes. Bejarano nos habla de las posibilidades del lenguaje desde el lenguaje mismo: no es un libro de hondas disquisiciones sesudas, sino que utiliza la palabra y su posible origen, el juego, “mirar el juego como un juego”, en el campo de la potencia, de lo que puede ser para dejar de serlo una vez es definido. Esto puede sonar discursivo o

T

*Escritor.

UNA DÉBIL DISTOPÍA Laura López Martínez* l último libro de Michel Houellebecq más allá de las polémicas que ha suscitado, nos muestra a un autor cuyo estilo, su humor cínico e irreverente con el que representa el mundo moderno, están a la orden del día, como ocurría en su anterior novela, El mapa y el

E

*Literata.

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incluso tonto, pero como el mismo autor nos lo dice:“uno nunca sabe cuáles son los misterios que se esconden detrás de las cosas tontas”. La novela, si de una novela se trata, aun cuando es un texto con mayores alcances y mayores imbricaciones que los de una simple narración lineal, nos invita a preguntarnos por el núcleo de uno de los elementos que nos hacen humanos: las palabras y su forma de nombrar el mundo. A lo largo de las páginas, nos incita a “creerle a las ideas, a la intuición de que hay algo más. Creerle a las preguntas simples”. Es, en últimas, una larga y variable pregunta en torno al silencio, un silencio que “no está en el texto, sino en el lector”. Uno de los personajes centrales de la narración es el físico bogotano Luis Alberto Barco, quien postula la palabra cuántica: “las palabras, las sílabas y las letras podían estar en dos lugares a la vez, experimentando saltos de energía o cuantos”. Es él quien propone la posibilidad de ser hablante y mudo a la vez, “una nueva especie de tartamudez poética”. Con este, su primer libro, Sebastián Bejarano trae una corriente de aire fresco, una voz distinta que no pretende otra cosa que seguir las huellas de las palabras que cita de Jean Cocteau: “desencantado de las letras, quise superar la literatura y vivir mi obra”. territorio. No obstante, en Sumisión, la soledad, el hastío y el vacío frente al mundo moderno están presentados con tan poca originalidad, que el autor parece estar parodiándose a sí mismo. El argumento central de la novela es que en un futuro no muy distante (2022), un partido musulmán llegará al poder en Francia. Para algunos, esto la convierte automáticamente en una obra visionaria, puesto que se basa en miedos y problemas muy reales que existen en Francia hoy en día. En los últimos años, han aumentado las tensiones entre los movimientos nacionalistas y algunos sectores de la población musulmana. Por otro lado, los actos antisemitas son cada vez más frecuentes y han llevado a que aumente la cantidad de judíos franceses que deciden emigrar a Israel. Después de la masacre de Charlie Hebdo, por ejemplo, tuvo lugar la toma de rehenes en un supermercado kosher del este de París. En la novela tenemos ecos de todos estos acontecimientos y problemas. Así pues, debería causar inquietud en el lector. Sin embargo, este libro no produce la sensación de miedo o incertidumbre que se tiene al leer distopías como 1984, de Orwell. Emmanuel Carrère hizo un paralelo entre la obra de Houellebecq y las de Aldous Huxley y Orwell. Incluso, llegó a afirmar que, como novelista, Houellebecq es mejor que ellos. Dejando de lado esta afirmación algo controvertida, centrémonos

RECLAMOS PATRIÓTICOS Sebastián Chalela Morris* os hombres japoneses corren despavoridos y desnudos por la estepa nevada, traicionados por la sangre de un conejo siberiano. Un comandante henchido por los celos condena a toda una compañía a olvidar el calor de las mujeres rusas, enviándolos a buscar un riachuelo perdido entre los árboles cargados de nieve. Un anciano de dientes amarillos que hiede a opio y miedo se retuerce como un gusano en un agujero en la tierra. Un trabajador cae intoxicado en la fábrica de soya donde su padre y su abuelo murieron y lo embarga el temor de que a sus hijos y nietos los aceche el mismo destino maldito. Estas y muchas otras escenas reverberan como una súplica al olvido, un grito de alarma a la ignorancia, un reclamo tajante a la inconciencia de una patria cuyo sistema aplasta al proletariado y le condena a sufrir por siempre su condición desigual, tanto en los campos de batalla agrícola nacionales, como en los de combate sangriento en el extranjero. El autor nipón Denji Kuroshima, nos presenta con sencillez y sobriedad una mirada íntima al mundo del soldado ja-

D

*Escritor. en el aspecto distópico de este libro. Por “sociedad distópica” se entiende lo contrario de utópico, es una sociedad considerada indeseable. La novela de Orwell fue escrita después de la Segunda Guerra Mundial y estuvo inspirada por los regímenes fascistas en Italia y Alemania. Le suma un invento reciente (la televisión), para crear una dictadura en Inglaterra. Una dictadura donde el gobierno controla la información, donde la libertad de la gente es suprimida incluso en los sueños y el “Gran hermano” siempre te está vigilando. Orwell crea entonces un mundo angustiante y claustrofóbico que produce miedo a sus lectores con un simple mensaje: podemos perder nuestra libertad en cualquier momento. Sumisión es un caso distinto. Es cierto que el futuro que nos presenta la novela está lejos de ser ideal; algunas libertades se ven restringidas pero, en general, la gente puede seguir con su vida privada y con sus decisiones. De igual manera, el efecto (miedo), es menos logrado en la obra de Houellebecq. En 1984, el protagonista, Winston Smith, comienza a cuestionar el régimen totalitario, a enfrentarse a él. Además, el mayor acto de rebeldía es una historia de amor. En Sumisión tenemos, por el contrario, un protagonista que es indiferente a los eventos a su alrededor, aun si hay unos pocos momentos de miedo o inquietud, termina haciendo parte del nuevo régimen por conveniencia. Es un personaje más que inmoral, amoral, lo que se hace notorio en las relaciones que establece con el sexo opuesto.

Una bandada de cuervos, Denji Kuroshima, Ardicia.

ponés en la época de la Intervención Siberiana y a la vida de los campesinos en suelos locales, ambos condenados a muerte por la obediencia impuesta por tradición y la deshonestidad de un sistema imperial que les atrapa y les consume, marchitándolos sin remedio. “La guerra no depende de la voluntad de los soldados”, nos dice, concluyendo finalmente que dicha voluntad no existe y que es decapitada de inmediato allí en donde se atreve a asomar la cabeza; ha sido erradicada por la historia de un Japón bélico en el que los ricos y poderosos han mandado la partida siempre, enviando a los necesitados a perecer en los distintos frentes de batalla que presenta la vida. La colección pone en evidencia la cuchilla helada de los acomodados y el desvalimiento del trabajador común que se ve obligado, incluso por los de su misma condición, a enterrar sus sueños y todo anhelo de superación, guardando como único tesoro su dignidad.

Sumisión, Michel Houellebecq, Anagrama.

Casi todas las mujeres que aparecen en la novela están limitadas a ser amas de casa o, en ciertos casos, meros objetos de deseo. No se explica qué opinan ellas de los cambios, a pesar de que son las principales afectadas por el nuevo orden. Se las aparta del trabajo y la educación y quedan relegadas a ser objetos que refuerzan el estatus masculino. En entrevistas, Houellebecq ha afirmado que buscó retratar distintos puntos de vista pero esto no se ve en relación con las mujeres. Las pocas voces femeninas que hay, no pasan de ser caricaturas, estereotipos. Puede que al hacer de su personaje un ser amoral y no adoptar una posición crítica clara frente a lo que narra el autor buscara resaltar la ambigüedad moral de la novela o retratar la apatía del mundo moderno (como lo han mencionado varios artículos). Es posible, pero desde mi punto de vista esto es lo que le resta fuerza a la novela: no hay voces disidentes o personajes que me hicieran sentir empatía.Terminé de leerla esperando que pasara algo, algún acto de rebeldía por pequeño que fuera o una verdadera crítica al sistema, pero no sucedió.


ESPECIAL FILBO

Novela MAGNICIDIO EN BRASIL Cristina Esguerra* ay crímenes –dice Alberto Mussa al comienzo de su libro– que solo pudieron haber ocurrido en la ciudad en la que fueron cometidos. Tanto los detalles del acto violento, como las particularidades del asesino, llevan impresos el sello del lugar. Este es el caso del asesinato del Secretario de la Presidencia de Brasil, quien murió a comienzos del siglo xx, en Río de Janeiro. El cuerpo del importante político fue encontrado desnudo y amarrado de pies y de manos a la cama de una de las habitaciones de la Casa de Trueques, un elegante palacete que hacía las veces de clínica para mujeres y de prostíbulo para la élite. De inmediato, se supuso que la asesina había sido Fortunata, la prostituta que había estado complaciéndolo aquella velada, y quien había salido corriendo antes de que se descubriera el crimen. Lo único que no cuadraba, era que la fuerza necesaria para ahorcar al robusto secretario era mucho más propia de un hombre que de una mujer. Al no encontrar más pistas en la habitación de la Casa de los Trueques,

H

*Periodista.

UNA SOPA MUY POCO CARTESIANA El misterio de la casa de los trueques, Alberto Mussa, Funambulista.

la policía emprendió una desesperada búsqueda por la prostituta. A primera vista pareciera que el crimen del Secretario de la Presidencia podía haber ocurrido en cualquier ciudad del mundo, por líos políticos o de faldas un hombre fue asesinado en el prostíbulo del que era asiduo cliente. Pero todo cambia cuando el perito Sebastiao Baeta –protagonista de la investigación de la policía– se da cuenta de que la magia africana jugó un papel importante en el asesinato. A partir de ahí los mitos indígenas y africanos se entremezclan con la realidad y aparecen hechiceros que llevan vivos mucho más de cien años, tribus de caníbales dominadas por mujeres y hombres cuyo poder seductor ninguna mujer resiste. Uno de los protagonistas de este mundo mágico es Rufino –el brujo más afamado de Río de Janeiro– quien le concedió un deseo a un hombre a cambio de un par de aretes de oro. Ese deseo resultó ser mortal para el Secretario de la Presidencia.

TRECE CUENTOS GRIEGOS Andrés Grillo* manda Mijalopulu es una escritora ateniense y una de las figuras destacadas de la literatura griega contemporánea. Me gustaría es la primera de sus obras que se publica en español. Un exquisito abrebocas del trabajo de esta autora. El libro lo componen trece relatos cortos, que funcionan de manera independiente pero al final pueden ser vistos como retazos de una historia mayor inconclusa. No se unen como en un patchwork, pero están entretejidos

A

*Periodista.

EXISTIR A PESAR DE SÍ MISMO Jaime Arracó Montoliu* eyendo las primeras dos páginas de Los millones, escrita por Mijaíl Artsybáshev hace más de cien años, se puede intuir que se trata de un pequeño clásico desconocido. Es una lectura obligatoria para quien desee descubrir algo más de la literatura naturalista rusa de principios del siglo xx, previa a la Revolución bolchevique.Y en este caso particular, conocer el proceder de la anti-

L

*Escritor.

Me gustaría, Amanda Mijalopulu, Rayo Verde Editorial.

con puntadas sutiles. Elementos como una boina roja, frases o personajes como Stela, Jristina y Sajarías funcionan como vasos comunicantes entre los cuentos. Al final, se tiene una visión panóptica del universo que ha creado Mijalopulu.

Felipe Cammaert* fonso Cruz es un hombre incapaz de contar una historia. Sabe, por el contrario, contar mil fábulas a la vez, las cuales encadena y acaba por ordenar en un objeto llamado libro. La muñeca de Kokoschka, publicado originalmente en 2010 en Portugal, es un buen ejemplo de ello. En este laberinto de hechos reales y vidas imaginadas se entrelazan varios relatos: la historia verídica de la muñeca que Kokoschka, el pintor expresionista, mandó construir para curarse del desamor; la del dueño de una tienda de pájaros en Dresden que conversa con la voz del judío Isaac Dresner, refugiado bajo el suelo de su establecimiento; la confesión de Mathias Popa, autor de un libro intitulado La muñeca de Kokoschka y de la historia sobre la familia Varga que ocupa una buena parte del libro. Como en las muñecas rusas, este libro es un montaje de relatos consignados en capítulos cortos, con una alta dosis de alegoría y un patente gusto por la parábola. No resulta pues, extraño que la escritura de Afonso Cruz ( junto a la de su contemporáneo Gonçalo M. Tavares, con quien comparte varios te-

A

*Literato

La Grecia que se presenta en Me gustaría no es la de las guías turísticas ni la de la película Mamma Mia! En las páginas de este libro no aparecen ruinas arqueológicas o paisajes mediterráneos de postal. Los escenarios son espacios íntimos, vinculados a la cotidianidad, a la vida real de los personajes, que incluye visitas a sus mundos oníricos y una que otra pincelada fantástica. En estas se nota la influencia

perar todos los obstáculos generados por la historia que protagoniza el millonario Mizhúyev: odioso e iracundo personaje en el inicio del libro y miserable soñador al final. El control que tiene Artsybáshev del lenguaje no permite que sea una escriLos millones, tura preciosista, sino más bien una narraMijaíl Artsybáshev, tiva iluminada, embriagada, inclemente, Ardicia. casi axiomática. Es un escritor que dirige gua servidumbre convertida en mano de cada visaje y gesto de los personajes con obra industrial luchando contra los ricos, el conocimiento de los orígenes más hude los artistas envidiando a los millonarios manos de los comportamientos. y de los dueños de las fábricas luchando Es tan resaltable la escritura como la contra sí mismos. historia del atribulado Mizhúyev, que Artsybáshev construye los personajes, los durante unas vacaciones en Yalta va paisajes, las atmósferas, los diálogos a través aceptando –obrando con crueldad o inde una literatura imprudente capaz de su- tentando ser justo y bienhechor– que no

La muñeca de Kokoschka, Afonso Cruz, Rayo Verde Editorial.

mas), presente un substrato borgeano bastante marcado, cuyas referencias geográficas son los cuatro rincones del mundo, con una clara preferencia por la llamada mitteleuropa. Nada, o casi nada en La muñeca de Kokoschka denotaría el origen ibérico de este escritor, a no ser la profusión de imágenes y el tono lúdico que identifican a la ya larga tradición portuguesa en materia de literatura infantil. Afonso Cruz es también, además de ilustrador y músico, un reconocido autor de libros para jóvenes. Estamos, pues, ante una propuesta que coloca la visión cosmopolita de Borges al servicio de la inocencia imaginativa. “Dresden era piezas, no solo de cemento y huesos, sino de almas, una confusión de materia y espíritu, una sopa muy poco cartesiana”, nos dice el narrador. Óptima descripción de lo que La muñeca de Kokoschka depara al lector.

de Jorge Luis Borges, que la autora reconoce orgullosa porque, según dijo en una entrevista, “no creo que haya ideas originales, solo formas originales de presentarlas”. Para la muestra los relatos ¿Qué vas a hacer luego? y Papá y la infancia que está en sincronía con Las ruinas circulares y El otro, respectivamente, del escritor argentino. puede convivir consigo mismo y su riqueza sin sentir el peso de la humanidad sobre él, viendo la felicidad escapársele sin remedio. El dinero y el poder son los causantes de las sospechas que le generan los demás veraneantes, sean estos ricos o pobres, bolsistas o escritores. Su posición social también le genera celos hacia la atractiva mujer de excesos María Serguéyevna, esposa de un antiguo amigo, que ahora vive a costa del empresario. El magnate ruso hace lo posible por mantenerse cuerdo, aunque no puede combatir la imagen que representa en el mundo que le rodea porque la sociedad parece dictar qué y quién es cada uno. 53


ESPECIAL FILBO

Novela gráfica UN HOMBRE INSOPORTABLE Ego y arrogancia: la historia de Michael Malice, Harvey Pekar, Gallo Negro.

Christopher Tibble* ichael Malice se parece a Holden Caulfield, el héroe de El guardián entre el centeno. Es un personaje de humor cáustico, carácter intransigente y de inteligencia superior, que considera subnormal a la gente que lo rodea. Es, también, un hombre plagado de contradicciones, capaz

M

*Periodista de Arcadia.

de ejercer una terrible crueldad para, poco después, ser simpático y tolerante. Pero el protagonista de Ego y arrogancia se diferencia en un aspecto crucial al creado por J.D. Salinger, pues Michael Malice no pertenece al reino de ficción, es un hombre de verdad. El historietista Harvey Pekar (19392010), pionero del cómic underground, y conocido por su serie Esplendor americano, en la que relata a modo de monólogo su vida en Cleveland, se interesó por Malice en 2003. Ese año, le dedicó un capítulo en un libro que publicó sobre las circunstancias que rodearon la grabación de una película sobre su vida (protagonizada por Paul Giamatti).Titulado Fish Story, el capítulo es una alocución de Malice sobre la relativa inteligencia de los pescados marinos. Años más tarde, Pekar diría: “es uno de los estadounidenses modernos más desconcertantes que he conocido”.

De ese episodio surgió Ego y arrogancia, cómic que se publicó en 2006 y que narra, desde la perspectiva de Malice, la primera mitad de su vida. Así, el protagonista nos cuenta desde su infancia, cuando se mudó junto a sus padres de Ucrania a Estados Unidos, hasta sus años universitarios y sus primeras experiencias laborales. Pekar despeja cualquier duda sobre el tono de la historieta en la primera línea. Con un sarcasmo punzante, Malice afirma: “me criaron como a un perro”, de ahí en adelante todo es sorna. Nuestro héroe pasa los días convencido de su deslumbrante intelecto, atormentado por una neurosis que no lo deja avanzar en ningún aspecto y que lo enfrasca en una especie de desesperada resignación. En últimas, se trata de la historia de un hombre incapaz de relacionarse con las dinámicas del mundo moderno.

Para la elaboración del libro, Correa retomó lo planteado por el reconocido editor estadounidense Joseph Pulitzer a comienzos del siglo xx: asumir los periódicos universitarios como laboratorios de práctica, donde los estudiantes pudieran aprender a editar, reportear, criticar, corregir y diagramar, antes de trabajar como periodistas profesionales. Las temáticas de las crónicas compiladas son disímiles y probablemente de interés para un público heterogéneo. Sucesos violentos y pacíficos, oficios y rebusques, lugares, memorias y testimonios, anécdotas, perfiles, proyectos sociales, géneros y grupos musicales, personajes famosos, célebres y anónimos, aparecen por las páginas de este libro en el que aprendices de cronistas aprenden periodismo haciendo periodismo, logrando atrapar historias que el tiempo pretendía devorar. Asumiendo la crónica y el reportaje como protagonistas, para Correa, el periodismo universitario “es muy valioso porque se ha tomado el trabajo de llenar vacíos emocionales, sociales, culturales y de conocimiento que la sociedad no tiene a la luz de los periódicos comerciales e industriales”, como le respondió a Danielle Navarro, periodista de Nexos, el periódico estudiantil de la Universidad EAFIT de Medellín.

EL INDIVIDUO, ESE MISTERIOSO CASO

Hoy, Malice trabaja como escritor en Nueva York. El año pasado publicó una biografía no autorizada de Kim Jong Il.

Periodismo CRONISTAS EN CIERNES Aprendiz de cronista, Carlos Mario Correa Soto, Fondo Editorial Universidad EAFIT.

Mateo Navia Hoyos* prendiz de cronista. Periodismo narrativo universitario en Colombia 1999-2013, es una selección de 66 crónicas publicadas por estudiantes de periodismo y comunicación social en veinte periódicos universitarios de Colombia, realizada por el periodista, profesor e investigador Carlos Mario Correa Soto. En dichas crónicas pueden encontrarse, afirma el investigador en el estudio preliminar, trabajos “frescos, dinámicos, de calidad literaria, con investigación y denuncias contundentes, casi siempre en un tono de voz más alto que el común de los medios tradicionales y con la vehemencia que es propia de las ganas y el entusiasmo de los jóvenes periodistas en formación”.

A

*Periodista.

CRÓNICA ROJA

La sublime locura de la revolución, Indro Montanelli, Gallo Negro.

Mauricio Sáenz* isto en retrospectiva, el dominio de la Unión Soviética sobre la Europa oriental podría parecer una anoma-

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*Jefe de Redacción de Semana. 54

lía histórica del siglo xx. Sin embargo, en los primeros años de la Guerra Fría, la Unión Soviética parecía indestructible. De hecho, el comunismo que pregonaba aun era, visto como una esperanza para millones, y las élites intelectuales de muchos países todavía idealizaban esa sociedad utópica. Pero los nubarrones que ya habían oscurecido ese sueño con protestas en Alemania Oriental y Polonia se convirtieron en tormenta en Hungría. Corría 1956 y Nikita Khruschev, el nuevo jefe del Kremlin, acababa de pronunciar su “discurso secreto” en el que denunció la dictadura de Stalin ante el Congreso del Partido Comunista. Como consecuencia, había sido rehabilitada

*Crítico de música.

global, a una parte de nuestra naturaleza: en algún momento de nuestra evolución dejamos de ser manada para diferenciarnos. “Los humanos están obsesionados con los individuos”, dice en el primer capítulo y cita a Plinio en esa famosa reflexión de su Historia natural respecto a los diez partes de la cara y sus más de mil variaciones. ¿Qué nos hace lo que somos? Las dos respuestas clásicas tienen qué ver con la genética y la crianza, lo que viene por sangre y lo que nos recibe en el hogar. Pero la autora quiere desmontar esas premisas, una vez más, los casos de gemelos que crecieron juntos y desarrollan personalidades distintas, subraya el misterio. Y de hecho, la redacción del libro se parece muchas veces a la de una novela de misterio. Rich Harris confiesa su pasión por las novelas de Sue Grafton y ha desarrollado una técnica que se parece más a una sucesión de conjeturas detectivescas que a un método científico. Esa opción de estilo, sumado al éxito en ventas de su libro anterior, le ha valido el desprecio de un sector de la Asociación Americana de Psicología. Pero como esta no es una reseña académica, dejémosle ese debate a ellos.Valga decir que si la premisa de este libro le atrae, encontrará su desarrollo ameno, instructivo y sembrado de sorpresas… sí, como una novela de Sue Grafton.

la figura del dirigente húngaro Laszlo Rajk, fusilado años atrás en una purga. El 29 de octubre una multitud de 200.000 personas se reunió en Budapest para homenajear su memoria, pero pronto la situación se salió de las manos. La policía secreta del régimen disparó a discreción, murieron decenas de personas y estalló la revuelta. El Partido, en medio de la crisis, nombró primer ministro al reformista Imre Nagy. Los húngaros querían recuperar su soberanía, y por unos días parecieron lograrlo. En efecto, los soviéticos abandonaron Budapest, pero la felicidad duraría poco: regresaron días más tarde con órdenes estrictas de aplastar la rebelión, no fuera que se ex-

tendiera por los países “hermanos”.Y efectivamente lo hicieron con un saldo de más de 2.000 muertos, incluido el propio Nagy. El periodista italiano Indro Montanelli llegó a la ciudad justo en los días de triunfo, enviado por el Corriere della Sera, y produjo en las semanas siguientes la veintena de artículos que componen La sublime locura de la revolución, este volumen compilado por la editorial Gallo Negro. Se trata de una extraordinaria lección de periodismo, no solo por la altura y la honestidad de los textos, sino por la claridad con la que pudo entrever que la utopía totalitaria estaba destinada a derrumbarse, lo que solo vino a ocurrir 33 años más tarde.

NO HAY DOS IGUALES, Judith Rich Harris, Funambulista.

Juan Carlos Garay* n enero de 2012, la revista National Geographic publicó un artículo de Peter Miller sobre lo mucho que llegan a parecerse los hermanos gemelos. Citando el caso de un par de hermanos separados al nacer y reunidos después de 39 años, Miller destacaba que medían lo mismo, pesaban lo mismo y tenían el mismo gusto a la hora de elegir una marca de cerveza y de cigarrillos. Curioso. Pero como padre de mellizos interesado en este tipo de artículos debo mencionar esto: lo sorprendente no es lo mucho que se parecen, sino lo mucho que llegan a diferenciarse, siendo tan parecidos. Ahí es donde Rich Harris acierta con este libro. Los casos de gemelos son un importante punto de partida para llegar, en un entorno

E


Periodismo ATRAPADOS EN EL HIELO

Endurance: la prisión blanca, Alfred Lansing, Capitán Swing.

Alejandro Pérez* l libro, físicamente, es hermoso, y denuncia el estilo y el tono de un relato tan épico como desconocido. La imagen de un bote inclinado, a muy poco de hundirse en un mar de gris

E

*Periodista de Semana.

y blanco, lanza al lector a una aventura de otros tiempos. Épocas a comienzos del siglo xx, en las que los hombres parecían más fuertes –desprovistos de tanta tecnología– y venían con el microchip de la demencia aventurera y la intuición. No es una historia de triunfo convencional, la de Shackleton, el hombre que en 1914 se planteó cruzar la Antártida a través del Polo sur antes que nadie y armó una expedición de 27 hombres y muchos perros ‘husky’ para lograrlo. El británico jamás pisó el Polo sur en ese intento, pero desafió temperaturas descomunales y condiciones imposibles con la lucidez pragmática que la situación le exigió. Todo para sobrevivir y contarlo. Conocemos a los tripulantes en el momento final del bote, cuando se sabe que no tiene cómo seguir su curso.

Siete veces Graves

Apretujada entre enormes bloques de hielo, la embarcación expulsa hasta el último tripulante, incluido un polizón. Desde ese comienzo, el blanco es personaje, el crujir de la madera atenazada por el hielo es más que ambiente, el entorno es avasallador. El marco totalmente gélido, de 35 grados bajo cero en un día bonito, y la persistencia humana como personaje, recuerdan a epopeyas contemporáneas como ¡Viven!, el relato de 1974 sobre el equipo de rugby uruguayo que se accidentó en los Andes y llevó al límite a los sobrevivientes del accidente. En Endurance destaca la osadía humana frente a los cálculos fallidos. Mientras la Primera Guerra Mundial estallaba en Europa, en el extremo sur se luchaba contra los elementos.

En el caso de Shackleton, el factor peligro fue premeditado. Así operaban los aventureros, contra las probabilidades. La magia radicaba en montar las expediciones y probar que los no creyentes estaban equivocados, así costara la muerte. También, claro, se pretendía enaltecer a la humanidad y expandir sus fronteras.Y sin querer queriendo, se sobrevivía. Alfred Lansing, periodista y escritor, compiló los diarios de viaje de los expedicionarios y en 1959 publicó su obra en inglés. Casi 57 años después, los hispanoparlantes tienen la oportunidad de sumirse en la angustia de sobrevivir contra la marea de hielo, contra el hambre, el frío. Un relato de fácil lectura basado en los diarios de los navegantes, resulta obligado para los amantes de la literatura de no ficción, que bajo nuestros estándares actuales, la supera.

Un sonido casi colombiano

Conversaciones con Robert Graves: con los pies en el aire, Autores varios, Confluencias.

Este pequeño ejemplar, de apenas 106 páginas, consiste de siete testimonios de escritores que durante el

siglo xx buscaron, a veces sin saber por qué, al delgado y taciturno autor de La diosa blanca y Yo, Claudio. Así, Virginia Woolf describe en su diario su primer encuentro con él y Jorge Luis Borges narra su visita, en 1981, a Deyá, el pueblo mallorquín donde Graves vivió durante más de seis décadas. El libro contiene, además, una serie de fotos que dejan entrever la cotidianidad del británico en Mallorca.

Narr ati va

Poes ia

Alberto Echeverri Arias, Cantarrana editores.

Sin duda, uno de los sonidos característicos del siglo xx en América Latina fue el tango, el cual

llegó de forma misteriosa y temprana a Colombia. Este ensayo recorre, a modo de crónica, la historia de este género en el país. Además, analiza las distintas condiciones sociales y económicas en las que se instauró en la sociedad colombiana, y recopila fotos, canciones y nombres de quienes sobresalieron interpretando esta música en los inicios del siglo pasado.

Poes ia

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La temprana presencia del género tango,

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ESPECIAL FILBO

Periodismo SIN JUICIOS MORALES

Más que plata o plomo, Gustavo Duncan, Debate.

Jorge Cote* econocer que los criminales son actores centrales en la construcción de la política y la sociedad de un país y no una anomalía casual es doloroso.

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*Periodista de Semana.

Pero más temprano que tarde habrá que empezar a hacerlo. Es la historia que nos tocó”. Esta es, quizás, la dura y estremecedora enseñanza que nos deja el politólogo cartagenero Gustavo Duncan en su libro Más que plata o plomo, producto de su tesis doctoral en ciencias políticas. Duncan logra salirse de las explicaciones clásicas, y en muchos casos moralistas, que señalan al narcotráfico como una actividad criminal que solo causa violencia en las sociedades donde se instala, y en la cual los traficantes solo buscan el enriquecimiento. Todo lo contrario, el autor, a partir de los casos de México y Colombia, analiza cómo los narcotraficantes se convierten en actores importantes en la configuración social y política de esos países.

En este sentido, el narcotraficante ya no es ese delincuente que usa la violencia o el soborno a las élites o funcionarios del Estado para poder mantener su lucrativo negocio, sino un actor social que utiliza su poder adquirido gracias a las rentas producto del tráfico ilegal de drogas para gobernar amplios sectores sociales. Por eso, Duncan señala que la guerra contra las drogas, más que una lucha contra el crimen, es un pulso entre las estructuras criminales y las élites de los países por mantener el control social y político de una parte de la sociedad. A partir de esta perspectiva teórica, Duncan explica la manera como los carteles mexicanos y colombianos han logrado dominar e implantar un control social y político en grandes porciones de

territorio, en especial, en los lugares más alejados al Estado central, donde la institucionalidad es débil. Además, expone cómo hechos no violentos, como el pago de sobornos, no son simples hechos de corrupción, sino mecanismos de negociación establecidos entre las bandas criminales y las élites mexicanas y colombianas para preservar las trasformaciones sociales introducidas por el narcotráfico. Concebir de esta manera el fenómeno del narcotráfico, al margen de los juicios morales, es el gran de logro de Duncan que, a partir de una escritura amena y una rigurosa investigación, explica por qué el narcotraficante es un actor importante para entender la configuración social y política de Colombia y México.

menos el contexto que la calidez expresiva de su respuesta. Decimos “este es Walcott” o “este Quessep”, como el que reconoce una canción conocida en cualquier parte. El tono es fundamental,“poesía es todo lo que se pierde con la traducción”, decía Robert Frost, la terquedad en la que cada palabra ocupa su espacio busca una identidad que no vemos siempre en la novela o el ensayo. Con La ruina que nombro, podemos decir que en Andrea Cote todo ha cambiado para que la poesía permanezca igual: el río de la infancia se ha convertido en “el desierto” del presente, el pueblo en ciudades “enormes” en las que “siempre hay algo a punto de venirse abajo”. Ha muerto el padre, ahora le escribe desde el lado opuesto del aire:

“Quien pudiera irse así/con una ráfaga/sin pálpito/en la cola del estruendo…”. Y sin embargo, como en otros poetas colombianos, Silva y Arturo, el canto comienza donde damos por perdidas las ilusiones. Sobrevive un tono amoroso para nombrar la desolación. Este es un libro de canciones que regresan, y esto consuela y alumbra, como si al fondo del desierto y los escombros, un río siguiera sonando si acercamos los oídos. Esta palabra atravesada de ausencias, que encuentra su belleza en lo que abandonó o nunca terminó de realizarse, es sintomática de una generación nómada, que por cualquier circunstancia ha tenido que roturarse –“también escribir es derrumbarse”– dice Andrea Cote, llámese becas o desplaza-

mientos, proyectos que se debaten entre el aquí y el allá. La niña que entendió desde temprano que el tiempo es corrosivo y todo lo anula, es la mujer que en estos poemas nombra desde adentro del cuerpo la condición movediza de su época. También son estos poemas la confirmación de un destino, anunciado desde el primer libro, Puerto Calcinado, lo más parecido a un “clásico” para últimas generaciones de poetas colombianos. La vuelta de una escritura donde se puede sentir y pensar sin entrar en contradicciones. Hay qué celebrar que este regreso coincida con la aparición de otro joven colombiano en esta prestigiosa editorial, ahora a precios más razonables gracias a su filial local.

Poesía UNA MÚSICA QUE VUELVE La ruina que nombro, Andrea Cote, Visor libros.

Santiago Espinosa* os buenos poetas, a la manera de los pájaros, llevan su casa a donde quiera que canten, a veces importa

L *Poeta.

LA POESÍA COMO TERRITORIO DEL SUEÑO Federico Díaz-Granados* esde su primer libro La criatura invisible en los crepúsculos de William Turner (1997) y en los que aparecieron posteriormente Ven a estas arenas amarillas (2004), El vino rojo de las sílabas (2007) y Geometría del agua (2009), Fernando Denis ha sabido plasmar un mundo personal, al cual ha sido leal desde sus versos iniciales, con un lenguaje propio donde la música y la imagen son las grandes certezas de una poética que ha trazado su camino y su destino dentro del –no poco pedregoso– panorama de la poesía nacional. Ahora, con la publicación de La mujer que sueña en las murallas, Denis no solo ratifica su voz personal, sino que regresa sobre aquellos temas y asuntos que siempre le han preocupado. A lo largo de cuatro capítulos, el poeta recrea unos ámbitos y nos vuelve a sorprender con sus personajes femeninos que narran los sucesos de un mundo perdido y recobrado gracias a los instrumentos del asombro y la belleza. Por eso, conviven los colores de pintores como Van Gogh y frescos del romanticismo inglés con Re-

D

*Poeta. 56

EL MAR

UN HOMENAJE

La mujer que sueña en las murallas, Fernando Denis, Collage Editores.

medios la Bella, la Sierra Nevada de Santa Marta y los árboles del bajo Magdalena. El poeta logra permanecer en la cartografía de su infancia y se maravilla ante las cercanías que existen entre el paisaje de su Caribe colombiano, sus atardeceres de Ciénaga con esos arquetipos clásicos y esas postales de autores y artistas que han configurado su genealogía de afectos y tributos. Como bien lo afirma el escritor William Ospina en el prólogo de este libro: “Denis sabe de la secuencia, la entonación, el impromptu y la ráfaga. Sabe temperar y modular, es el viento y la música. Sabe encontrar a tientas en el fondo del pozo el sentido preciso, el canto duro, la moneda de hierro”. El poeta sabe establecer un diálogo con su canon personal y confirma aquella premisa de que “cada generación debe traducir a los clásicos”. Denis no solo los traduce y revisita, sino que los invita a reinventar para que todos vean que sí es posible encontrar un lugar para el sosiego y el silencio en medio de un tiempo bullicioso y disperso.

Me llamo Hokusai, Christian Peña, FCE.

El joven escritor mexicano Christian Peña resultó ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, en 2014. En este poemario hay una búsqueda honesta por temas como la muerte, la enfermedad, el mar, el padre, las ciudades, los viajes, la belleza y los animales. La obra está inspirada en la serie de cuadros Treinta y seis vistas del monte Fuji del pintor japonés Katsushika Hokusai que con su carga simbólica le permiten a Peña componer un libro que mezcla la prosa poética con el verso tradicional y el ensayo, logrando una voz muy interesante.

De piel en piel, Montserrat Ordóñez, Universidad de los Andes.

La Universidad de los Andes, a través de su departamento de literatura, se ha dado a la tarea de recuperar los trabajos de la profesora Monserrat Ordóñez, quien murió en 2001, de manera inesperada. Ordóñez, de padre catalán, vivió intensamente como traductora, ensayista y profesora de literatura, a la vez que combinaba su actividad con la escritura de poesía. Sus clases siempre fueron un ejemplo de rigor e investigación, y quizás por eso en sus poemas se siente el eco de las sombras y versiones de poetas que leyó con devoción y que aquí se recogen.


Poesía LO QUE NOS PASA

entrecasa, en los que se esfumó la infancia mientras se constataba que algo no andaba bien en el mundo/ porque esa tristeza iba más allá de un bafle/ de un dial de una emisora desconocida”. Las prisas del instante, Con la conciencia de la finitud de la existencia, con la casa poblada por fantasFederico Díazmas que rondan los espacios más privados, Granados, presente y pasado se confunden en medio Visor. de la nostalgia. Pero de una nostalgia de futuro, como diría Teillier “de lo que no nos ha pasado, pero debiera pasarnos”, a pesar de Carolina Dávila* as prisas del instante revela desde su la orfandad y el extravío, ante los que no vanombre el material del que está len ni la secreta compañía del vecino ni los hecha la poesía de Federico Díaz- talismanes o presagios, pues en palabras del Granados. Ya en sus libros anteriores, y en poeta no hay contras que eviten/la partida especial en Hospedaje de paso, podemos iden- de todos los dominios. Nos encontramos con un paisaje poblado tificar los ejes alrededor de los cuales gira su reflexión y se decantan sus poemas de corte de tristezas y de pérdidas, que se va configuíntimo y personal: el tiempo y el azar como rando en cada una de las secciones del libro. artífices del destino, la pervivencia del pasado, Sin embargo, en el poema titulado Borrador de una poética, refiriéndose a los demás poela vida como promesa incumplida. Da la impresión, a medida que avanza mas que componen Las prisas del instante, la lectura, de escuchar al fondo, el tic tac leemos “Son quizás, palabras que soporten constante del reloj que determina el inicio la intemperie/ el temblor o el latido de y el final de una vida condenada a la pre- tantas voces extraviadas […] Serán acaso cariedad y, en medio, las tramas cotidianas, soledades despojadas y recuperadas/ […] los juegos, canciones, objetos y referentes o todo instante hermoso robado al olvido.” que componen los recuerdos comparti- Pareciera entonces que el poeta ha encondos de una generación, esos “Asuntos de trado en su oficio la contra que parecía esquiva, su propia forma de cruzar los dedos y tocar madera. *Poeta.

L

Reedición

FRENTE AL CAÑÓN

que siempre era posible crear en las crónicas y reportajes que escribía desde los años ice la leyenda que en 1955, cuando cuarenta en periódicos como El Heraldo, Gabriel García Márquez era aun El Universal, o el mismo El Espectador un reportero del diario El Espectador, suspenso parecido al de la literatura para acudió a las instalaciones del periódico Luis producir interés y hacer que los lectores AlejandroVelasco, el más famoso de los náu- no se sintieran defraudados con despachos fragos colombianos de los que se tenga no- fríos. La publicación de estos cinco tomos, ticia.Velasco era el personaje del momento que engloban sesenta años de historia del y había sido entrevistado hasta la saciedad Nobel colombiano con el periodismo, es en todos aquellos lugares que hicieran oír celebrable, pues habían sido publicados de su historia de más de diez días perdido en manera dispersa. Se incluye una vida en altamar. Velasco buscó al jefe de redacción donde la opinión, la crónica, el reportaje de de entonces, quien le pidió a Gabo que largo aliento y, sobre todo, la mirada sobre la escribiera la historia. En principio, García realidad constituyen una valiosa lección de Márquez se habría negado a hacerlo por periodismo. Es probable que los teóricos siconsiderar que se trataba de un cuento con- gan teniendo peros a ciertas exageraciones o tado mil veces. Pero de repente comprendió incluso invenciones que aparecen en ciertos algo que ya sabía desde antes: el problema textos, pero la verdad es que Gabo cultivó no era la actualidad de la noticia, sino cómo el periodismo con la misma pasión y rigor se contaba.Y así, durante diez días, instalado de la literatura, eso se ve desde las crónicas en un café frente a la sede el periódico de que le dedicó al Chocó, por ejemplo, o a la Avenida Jiménez, se dedicó a tirar de un piezas de literatura como Caracas sin agua, hilo que convertiría el relato de Velasco en incluidas en estos libros. Quien quiera couna verdadera bomba; durante los días en los nocer nuestro país, debería acercarse a estos que apareció el relato, repartido en entregas, libros con la misma emoción que produce el diario se agotó. Sabía García Márquez su literatura.

D

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ESPECIAL FILBO

Infantil Desde los tres años

Viernes verdes,

Somos igualitos,

El animal más feroz,

¡Pégale duro Joey!,

Historias de Eusebio,

Dipacho, Lumen.

Juan Carlos Restrepo, Tragaluz Editores.

Dipacho, Panamericana.

Beatriz Caballero, Taller de edición Rocca.

Ivar Dacoll, Babel.

Corto, encantador y muy, muy verde. El más reciente libro del ilustrador Dipacho se vale de coloridos vinilos pintados a mano y aliteraciones para narrar la historia de un plato de graciosas y particulares “verduras verdes” a punto de ser devoradas. El artista bogotano retoma un evento detestado por muchos niños, y algunos adultos, para convertirlo en un juego de palabras, colores y figuras que pretende transformar hasta al más rebelde en un amante de los vegetales. Un fijo de esta Feria.

La rana Liza y el perroespín Serafín tienen en común que a ambos les pica algo que no los deja en paz. La verdad es que Liza es un pato pisingo disfrazado de rana, y el perroespín es en realidad un caimán. Este cuento reflexiona sobre la importancia de la autenticidad, los animales solo se sienten cómodos cuando logran despojarse de sus disfraces y pueden actuar como lo que son. “Cuando soy lo que soy me siento a gusto como estoy”, concluye el caimán.

¿Cuál es el animal más feroz? ¿Será el tigre? No. ¿Tal vez el tiburón? No. Debe ser el cocodrilo. No, el animal más feroz es la gallina. Esta historia es la combinación perfecta entre el humor y el suspenso. Narrada por una mamá lombriz a sus lombricitas, finalmente entendemos por qué el animal más feroz no es el león, el rey de la selva, sino la gallina. El cuento es perfecto para los niños que están aprendiendo a leer, pues además de su brevedad, tiene ilustraciones de animales en cada página.

Joey es la sensación de la lucha libre, no solo por sus músculos, su habilidad en el ring y su carisma, sino también porque siempre lleva en el cuello a su amiga de toda la vida, una boa verde esmeralda. A pesar de su fama, Joey extraña la selva amazónica, donde se crió junto con la boa jugando en el río. Un día, Joey no encuentra a su vieja amiga. Triste y solo, siente que la boa nunca volverá, aunque después de un tiempo regresa con un regalo: una flor de su verdadero hogar.

Esta nueva edición reúne tres relatos previamente publicados que cuentan las aventuras de Eusebio y sus amigos. El bogotano Ivar da Coll lleva a una nueva generación de niños a soñar y vivir junto a este grupo de personajes imaginarios, como Úrsula la gallina, o Eulalia la vaca, que se enfrentan a diversas situaciones cotidianas. Desde la celebración de un cumpleaños, hasta el miedo que se siente a la hora de apagar las luces, estas cortas fábulas enseñan a los niños a lidiar y enfrentar problemas.

Las horas finales del castillo de Monserrate,

La pandilla salvaje y el río secreto,

Desde los siete años

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Cuando los peces se fueron volando,

El desierto de los payasos,

Sara Bertrand, Tragaluz.

René Segura y Jim Pluk, Animal Extinto.

Todos, en algún momento debemos enfrentarnos a la pérdida de un ser querido. En este texto, la escritora chilena Sara Bertrand retrata el duelo desde el punto de vista de un niño aun guiado por la inocencia, que pierde a distintas figuras importantes a lo largo de su infancia: a su padre, a su perra Rosita y a su hermano Andrés. La historia del narrador da vueltas alrededor de estos duelos. Un libro de esos que bien vale la pena tener a mano para hablar de un tema que no siempre es fácil de abordar.

Esta es la historia del destierro del payaso Risitas de la República de Pueblín, la ciudad natal de los payasos, porque ya no es capaz de ser feliz. Pueblín es una ciudad donde solo existen los colores y la felicidad, y donde por ningún motivo se puede mencionar la muerte. Risitas recientemente perdió a su perro Pulguita y desde entonces no ha podido ser el mismo payaso feliz, por esto han decidido desterrarlo al desierto de la muerte. El cuento narra cómo Risitas logra volver a ser feliz a pesar de la muerte.

La niña calva, Jorge Franco, Tragaluz.

Este libro reúne todos los elementos de una trama de terror: el misterio, la oscuridad y el suspenso. Cuenta la historia de Benjamín, un niño que decide investigar los secretos que esconde una casa frente a la suya que creía abandonada. Tras descubrir que uno de sus habitantes es una niña, establece amistad con ella a pesar de que no se deja ver y él solo puede imaginarla a través de los dibujos que le entrega por la ranura de la puerta. La curiosidad de Benjamín por descubrir los secretos de la casa develará un escalofriante secreto.

Albeiro Echavarría, Penguin Random House.

El cerro de Monserrate es el punto más alto de Bogotá y uno de los lugares turísticos más visitados. Todos los días, cientos de personas recorren la vieja iglesia sin saber que las montañas guardan un secreto en sus profundidades. Por cientos de años, 26 enanos inmortales han vivido en la oscuridad, cuidando las versiones originales de las letras del alfabeto. Pero un día, la guardiana de la letra A desaparece, creando un misterio que debe ser resuelto antes.

Boris Pfeiffer, Panamericana,

El lobo Hamlet es líder de una pandilla de animales que busca incansablemente la libertad. En esta ocasión, la pandilla se encuentra escondida en una construcción subterránea abandonada, mientras construye un barco que les permita acercase cada vez más a esa anhelada libertad. Pero entre tanto, tendrán que esquivar varios problemas y jugarle unas cuantas bromas a los humanos. Este es el tercer libro de una serie que sigue las aventuras de este grupo de animales.


Desde los diez años

Los libros que devoraron a mi padre,

Dionisio Areopagita y el nombre de Dios,

Erasmo y el cascabel de la locura,

Los doce terrores de la Navidad,

Afonso Cruz, Panamericana.

Jean Paul Mongin, Panamericana.

Claude-Henri Rocquet y Céline Le Gouail, Panamericana.

John Updike y Edward Gorey, Rayo Verde.

Erasmo es un estudiante de filosofía que espera convertirse en doctor tan pronto como presente un discurso frente a la asamblea de profesores de la Sorbona. Sin emabrgo, a pesar de que piensa citar a Parménides, Heráclito y Sócrates algo le hace falta. La Locura de repente llega a su cuarto y lo lleva por un recorrido donde le enseña la clave de todo filósofo: el más loco de todos es aquel que se cree sabio.

Un Papá Noel borracho y con una falsa barba de nailon, unos elfos sobreexplotados, un árbol de Navidad lleno de carcomas y la ansiedad por no recibir los suficientes regalos son algunas de las ironías de recopiladas en estas doce divertidas viñetas. La Navidad es vista como una época de aprovechamiento mercantil llena de artificios como la nieve artificial, las falsas barbas y los regalos

Al cumplir doce años, Elías Bonfim descubre que su padre no se murió de un ataque al corazón, como todo el mundo decía, sino que un día desapareció en una historia de los libros que leía. Su abuela lo introduce en el mundo de lectura de su padre en donde además de conocer a Raskólnikov, Mr. Hyde y al doctor Moreau, descubre cosas sobre su padre y su vida. En esta historia, Elías recuenta la triste historia de su juventud y busca purgar sus pecados.

Durante un viaje a las ruinas de Egipto, Dionisio y su amigo Apolófanes presencian un extraño eclipse en el que Dios se manifiesta ante ellos. Impresionado por la visión, Dionisio se obsesiona con averiguar cuál es el nombre de ese dios único, esto lo motiva a emprender un viaje filosófico de reflexión y autoconocimiento que lo llevará desde los pasillos de la biblioteca de Alexandria, hasta Atenas. Durante su periplo, hablará con varios sabios.

Desde los trece años

Adultos jóvenes

Cacería,

Agua dulce, agua de mar, la cuña marina contraataca,

El regreso de Ulises,

Juan Alfredo Pinto, Panamericana.

Ulises ha vuelto a Ítaca, pero esta vez el héroe de la mitología griega lo hace después de haber vivido una odisea como indocumentado. La historia cuenta las reacciones de este hombre que regresa a un lugar que no reconoce, luego de someterse a una vida de humillaciones y miedo. Mientras camina por las miserables calles de la ciudad, encuentra a la Sibila de Cuma, un antiguo oráculo que ahora es una pobre anciana a la que él sigue mientras reflexiona acerca de su terrible viaje.

Fernando Vilela, Babel.

En este relato ilustrado para jóvenes, el artista y escritor brasilero Fernando Vilela presenta un lado más humano del conflicto en el Medio Oriente. Dos militares, Fadi y John, luchan en bandos opuestos y se les ha enseñado a odiar al enemigo desde el comienzo –su única tarea es deshacerse de él–. Después de que el avión de John es derribado por Fadi en el desierto, ambos emprenden un viaje, lejos del campo de batalla, que les enseñará que el poder de las relaciones humanas es mucho mayor que el de la guerra y la política.

Cuenta la historia de nueve naturalistas que quedan atrapados en las ruinas de un centro comercial en Lima, que colapsa debido al impacto de las olas del mar. Los personajes reflexionan acerca del cambio climático y sus consecuencias, a la vez que algunos de ellos se envuelven en una historia de amor. Un relato divertido con tintes ambientales.

Alberto Manguel, Nórdica Libros.

Jumma de Maqroll el gaviero, lecturas etílicas, Antonio García, Tragaluz Editores.

Este ensayo es un homenaje al personaje central de la obra del escritor colombiano Álvaro Mutis y al gusto de ambos por la bebida. Además, el texto es una oda al licor que termina con un recetario de los cocteles favoritos de Maqroll y un decálogo del buen bebedor escrito por el propio Mutis.

El edificio, Jaime Buitrago, Babel.

El señor Levin es un relojero que llegó en 1938 a Bogotá, en busca de un mejor futuro. Rápidamente, abrió una pequeña relojería en un edificio del centro. Mientras repara relojes, observa los cambios en su barrio y los vecinos que vienen y van a través de los años. Todos, excepto la señora Blanca, una profesora con quien ha mirado el constante paso tiempo. Las décadas pasaron en calma, hasta que en los ochenta llega el pequeño Iván, un nuevo inquilino que causará estragos en el viejo edificio.

Para rockear y colorear, Kevin Simón y Vortice Rebel, La Valija de Fuego.

Un fanzine dedicado al rock inglés y estadounidense que además de pedir una interacción con la música de los artistas sugiere colorear las caricaturas que acompañan sus cortas biografías. Entre los artistas incluidos están Billy Idol con canciones recomendadas como Untouchables y Dancing with Myself, Johnny Cash con I Walk the Line y Ring of Fire y Alice Cooper con I´m Eighteen y Poison. El fanzine viene acompañado de una pequeña caja de colores.


ESPECIAL FILBO

Libros de bolsillo COLISIÓN DE CULTURAS

PRESENCIAR EL PASADO

La mujer en el umbral,

Verás huir la calma,

Mauricio Bonnet, Penguin Random House.

María Cristina Restrepo, Luna Libros.

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L

DIALOGARLO TODO

El huevo es un traidor

Comedia romántica,

Daniel Samper Pizano, Penguin Random House.

Ricardo Silva Romero, Penguin Random House.

S

E

l escritor, cineasta y guionista Mauricio Bonnet (1961), regresó a la época de su infancia cuando decidió escribir La mujer en el umbral (2006), su ópera prima. La novela, que recibió buena crítica, parte del encuentro de dos jóvenes bogotanos, de vidas burguesas tranquilas, con Rosa Tulia, una mujer hermosa que esconde un pasado tortuoso. Mario Vargas Llosa la llamó “una novela sutil, de un humor cáustico, que explora con acierto el mundo de la infancia y el sexo”.

a autora de La mujer de los sueños rotos y Amores sin tregua se dispuso a realizar un experimento en su más reciente trabajo. A primera vista, se trata de una biografía de Jorge Isaacs como cualquier otra. Sin embargo, la obra cuenta con un elemento adicional: está narrada en presente desde el punto de vista de Felisa González, la esposa del autor de María (1867). La fórmula de Restrepo resulta entretenida y le permite al lector acercarse a la vida y obra del escritor caleño desde un ángulo novedoso.

e trata de una recopilación de artículos para morirse de la risa, ilustrados por Matador. Por ejemplo, un estudio de la palabra ‘ahí’, que según Samper, para los colombianos no significa ‘en ese lugar’ y las demás acepciones relativas a lugar, sino que por el contrario significa algún punto indeterminado del Universo, o el ahí que constituye un juicio crítico, como cuando queremos decir que algo es malo. Historias de sabiduría proverbial como estas prometen hacerlo cacarear de la risa.

ditada por primera vez en 2012, Comedia romántica se puede considerar un experimento narrativo. La obra consiste en una conversación entre dos amigos a través de los años, y en la que a menudo no se percibe el paso del tiempo. Mientras pasan los días (y los años), Benjamín y Martina, dos bogotanos en sus treinta, se reúnen, hablan, discuten, observan. Así, poco a poco, le revelan al lector sus dilemas y sus vidas. La obra es también una novela muy bogotana, que involucra algunos de los espacios más emblemáticos de la capital.

CON LOS OJOS DE OTRO

UN MANUAL DE APRENDIZAJE I

UN MANUAL DE APRENDIZAJE II

AMORES SUPERFICIALES

Sol jaguar: antología de cuentos sobre México, Alberto Manguel, FCE.

A

lberto Manguel recopila doce relatos de escritores extranjeros que convergen en un mismo escenario: México. Jorge Luis Borges, Ray Bradbury, Margaret Atwood e Italo Calvino, entre otros, narran su visión de este país, partiendo desde su punto de vista como forasteros, una visión que es al mismo tiempo tan exagerada y fantasiosa, como real. Las voces de estos autores se entrelazan y conforman una visión multidimensional que refleja la importancia que ha tenido México en el imaginario universal.

Los niños y las niñas,

La justicia y la injusticia,

Batallas en el Monte de Venus,

Brigitte Labbé & Michel Puech, Panamericana.

Brigitte Labbé & Michel Puech, Panamericana.

Óscar Collazos, Penguin Random House.

E

ste pequeño libro ilustrado ayuda a padres e hijos por igual a aprender y pensar acerca de las diferencias entre hombres y mujeres. Cada capítulo cuenta una historia distinta y ofrece una reflexión que invita al lector a recapacitar sobre los ideales que la sociedad ha impuesto en cuanto al papel que deberían ocupar las personas de distinto sexo. La obra de Labbé y Puech presenta lecciones que hasta los más pequeños podrán interiorizar para evitar el uso de estereotipos dañinos y sexistas.

VIAJES SIN REGRESO

E

sta obra recoge cinco cuentos de personas que emprenden viajes sin tiquete de retorno: un pintor que no volvió a tocar un pincel, afectado por la muerte de un ser querido;

un maestro enamorado y frustrado que decide irse; una mujer jubilada que emprende un viaje solitario; un hombre involucrado en una infidelidad, y un bailarín con una vida paralela. Relatos que, ante todo, ponen en entredicho la normalidad del mundo. Las historias fueron publicadas por primera vez en la década de los noventa.

El rey de HonkaMonka, Tomás González, Penguin Random House.

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HUMOR COTIDIANO

L

abbé y Puech escriben sobre eventos cotidianos que invitan a los niños más jóvenes a pensar sobre lo que se considera justo e injusto en la vida diaria. Muchas veces, los pequeños se refieren a lo “injusto” como aquello que les molesta o desagrada, como un día lluvioso en el campo o un trozo de pastel demasiado pequeño, pero la realidad es más compleja que esto. Los autores presentan una visión clara y simplificada de ambos conceptos, para enseñarle a los niños y niñas sobre el verdadero significado de la injusticia.

VOCES FEMENINAS Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, Alice Munro, Penguin Random House.

G

anadora del Premio Nobel de Literatura en 2013, Alice Munro se ha convertido en la voz femenina más representativa de la literatura universal. Este libro recopila nueve relatos protagonizados por distintas mujeres cuyas vidas se encuentran repentinamente afec-

E

sta novela, publicada por primera vez en 2003, es una de las dos obras que componen, según el mismo autor, un “díptico sobre el matrimonio de la belleza con la riqueza fácil”. Verónica Oropeza aprende desde su adolescencia que a través de su aspecto físico puede manipular a los hombres. Así, se dedica a cultivar su imagen y como consecuencia, termina envuelta en un mundo superficial y corrupto. La relación con su humilde madre, quien la empuja por ese camino, es el motor de la obra.

tadas por recuerdos, sueños y desengaños, rompiendo con la aparente monotonía que las aqueja. Munro guía al lector por un recorrido emocional a través de un instante en la vida de estas mujeres, que en su cotidianidad y sencillez reflejan aspectos fundamentales de la vida humana.



Esteban Duperly*

S

Medellín

e dice que entre 1942 y 1959 Fernando González permaneció en silencio. Durante esos 18 años –un poco más o un poco menos– no publicó ningún libro, a pesar de que desde 1929, cuando apareció Viaje a pie, había escrito a razón de uno por año. A lo largo de toda la década del treinta textos suyos se editaron anualmente, salvo en el entremés de 1937 a 1939, cuando a falta de un par de tomos sacó por cuenta propia cinco números de la Revista Antioquia, una publicación rebelde y con ribetes de panfleto donde, como hacen los suicidas, soltaba pistas sobre lo que le venía sucediendo: estaba harto. Harto de que el arzobispo de Medellín y otros curas de la Villa declararan pecado mortal leerlo, harto de que la dirigencia paisa le negara la rectoría de la Universidad de Antioquia, cuya candidatura fue propuesta de manera espontánea por los estudiantes. El hartazgo llegó al tope en 1940. Publicó Santander y el gobierno intentó recoger los ejemplares porque según alguien saboteaban al prócer, que cumplía un siglo de muerto. Así que un año después apareció El maestro de escuela, un libro en el que González se desdobla en forma de Manjarrés, un profesor envigadeño a quien, en la última página del último capítulo, declara muerto. Y con Manjarrés se desmorona él también. La línea final dice: Requiescat in pace. Ahora sí estoy muerto. Ex Fernando González.

CINCUENTA AÑOS SIN FERNANDO GONZÁLEZ

De la rebeldía al éxtasis

A 50 años de su muerte aún se discute cuál fue su verdadero calibre. ¿Fue de veras un filósofo o apenas un literato costumbrista y menor? ¿O tan sólo un rebelde redimido y transfigurado en místico? Quizás, a estas alturas, ya no valga la pena graduarlo de nada pero sí revisar las claves para entrar a lo más genuino de su obra.

Aunque en realidad esa no es la frase final. El libro se extiende cuatro párrafos más en una especie de coda que titula El idiota –texto que ya había aparecido en 1938, en el número 10 de la Revista Antioquia– y que el autor concluye de este modo: “Así es como la vida va adobando el juicio de los jóvenes. ¡Putísima es la vida!”. Ahora sí, enfadado, pone el punto final. Está hastiado de vivir, como él mismo dice, “a la enemiga”, que es estar enfrentado a todo, en oposición a todos. Y está, también, cansado de arrear moralmente a Colombia, que es una mula terca. *Periodista.

62


Está exhausto de arar en el mar; ese esfuerzo en vano y desgastante que, en últimas, mató a Bolívar. A su Simón Bolívar. Entonces así, medio atormentado e incomprendido, desencantado, sin trabajo y con poco dinero, “cae al hoyo de los animales nocturnos”. Y allá se queda a hibernar durante 18 años. Pero al cabo emerge, casi metamorfoseado, con un método de pensamiento muy redondo que traduce a texto: El libro de los viajes o de las presencias. Se dice que durante “el período del silencio” Fernando González no escribió. Pero no es tan cierto. Aunque podría decirse, sí, que en esos años presentó una faceta algo difusa de sí mismo. Los textos que produce son un híbrido entre su profesión de abogado, su madera de intelectual y, en especial, su dimensión política. En 1945 publica una serie de 18 columnas de prensa que se editaron póstumamente bajo el título Arengas políticas, pero que aparecieron por primera vez en El Correo, un periódico alternativo liberal que circulaba en Medellín y enviaba una tajada del tiraje a Bogotá. Aunque la verdad González ya se había estrenado como columnista en 1937 cuando, de abril a junio, publicó 22 entregas en El Diario Nacional bajo el título provocador Nociones de izquierdismo. Miguel Escobar Calle sostiene, en el prólogo de la edición póstuma de Arengas, que todas esas columnas “se convirtieron en la plataforma ideológica de lain –La Izquierda Nacional–, un fugaz pero intenso movimiento que se configuró como partido político de alternativa y el cual aglutinó al curubito de los artistas e intelectuales de la región”. El lain fue la aventura política de Fernando González. Surgió hacia 1940 como una especie de divertimento, impulsado más que todo por la antipatía que sentía hacia Eduardo Santos –a quien había acribillado en prensa antes de las elecciones de 1938– y porque estaba desengañado de Alfonso López Pumarejo, que quería ser presidente otra vez en 1942. Todo parece apuntar a que el tal partido solo fue una ironía para desahogarse, porque ni siquiera conseguía votos y al parecer ni le importaba. Además, sus secuaces eran el arquitecto

y pintor Pedro Nel Gómez, el también arquitecto Pepe Mexía –quien se sentía más a gusto como caricaturista– y algunos otros de la misma especie. Miguel Escobar definió a la plana mayor del lain como “un grupeto de intelectuales idealistas y descontentos”. Sin embargo, el divertimento prosperó y en 1941 lograron un escaño para el Concejo Municipal y a Fernando González lo nombraron asesor jurídico de la Oficina de Valorización. Después de todo era un abogado graduado que tras regresar del servicio consular, y morir como escritor en El maestro de escuela, se había quedado sin oficio conocido. Ernesto Ochoa Moreno, quien ha estudiado la vida y la obra de González, explica este episodio: “Si uno lee las libretas, ve que estaba sin puesto. Necesitaba plata para la familia”. Desde el escritorio de empleado público, González produjo los papeles más sui generis de toda su obra: el Estatuto de valorización, un documento oficial muy insólito escrito en clave de filósofo en 1942. Una rareza. Pero en la oficina de burócrata no duró más de tres años: renunció, publicó las Arengas y, entonces sí, se sumergió en una introversión que vino a acentuarse en 1948, cuando su hijo

Fernando González, circa 1962. Pasaporte diplomático en Marsella.

rácter personal. Hay, incluso, un testamento. De modo que lo más sistemático y juicioso que produjo en esa época difusa son las columnas de prensa, algunos números de la Revista Antioquia y el Estatuto de valorización. Pero quienes estudian a fondo su obra concuerdan en afirmar que son su género

Se dice que durante “el período del silencio” Fernando González no escribió. Pero no es tan cierto. Ramiro murió de una leucemia tenaz. Aunque a partir de entonces nada suyo vio la luz pública en varios años, nunca dejó de escribir. La prueba está en las famosas libretas; unos cuadernillos modestos de hojas rayadas cosidas con hilo, como los que usaban los tenderos y los carniceros para anotar los fiados, y que él llenaba hasta los bordes con apuntes, casi siempre a lápiz. Son una mezcla de diario íntimo, hoja de menudencias y cuaderno de trabajo, donde se encuentran parrafadas enteras de sus obras más afinadas junto a cuentas del mercado, notas de jardinería, reflexiones místicas y hasta dibujos. También, de esos años, se conserva una abigarrada suerte de papeles que la Fundación Otraparte –que preserva su obra– ha agrupado como “textos sueltos”. La mayoría son cartas y documentos de ca-

FOTOS: CORTESÍA FUNDACIÓN OTRAPARTE

ANIVERSARIO

menor. Casi un lunar. La arista menos interesante del poliedro. El padre Alberto Restrepo –que lo conoció, ha descifrado y transcrito la caligrafía críptica de 72 libretas, y es autor de 684 páginas que se llaman Para leer a Fernando González– sostiene: “La política es lo menos importante de Fernando. Es un político en la medida más débil de todo lo que él es. Ahí no hay una doctrina coherente y madura, como sí hay una doctrina metafísica y moral plenamente desarrollada en otras cosas. Eso en Fernando se quedó trunco. Embrionario. Y es puramente pasional”. Para abrir el cerrojo que conduce hacia el Fernando González total hay que usar tres movimientos. Quebrar el código de la bóveda que contiene lo más insondable de su obra y de su personalidad requiere conocer una clave oculta: su método o modelo de los

tres viajes: viaje pasional, viaje mental y viaje espiritual. Dice el padre Alberto: “Desde que usted abre Pensamientos de un viejo [primer libro de Fernando González, publicado a los 21 años] encuentra a Fernando contando cosas que vivió, pasiones que vivió, desengaños que vivió, tristezas que vivió, rabias que vivió, instintos que lo cogieron y le dieron cuatro vueltas. Cuenta eso con rabia, con alegría, con ironía, con desesperanza, con duda, con amor. Eso es lo que él llama los viajes pasionales”. Continúa: “Pero Fernando reflexiona. No se queda en su rabia, ni en su tristeza, ni en su dolor, ni en su alegría, ni en su melancolía, ni en su deseo, ni en su pasión, sino que desde la inteligencia brega por entender qué es lo que eso expresa, qué es lo que eso contiene, cómo es que eso se define, eso a qué lleva. Ese es el viaje mental”. Y concluye: “Pero intuyó que más allá de lo pasional y de lo mental había algo más. Algo que si quería reducirse a lo pasional no cabía, y que si quería reducirse a lo intelectual, a lo lógico, a lo conceptual, tampoco cabía. Algo que no tiene expresiones emocionales posibles, que no tiene expresiones del instinto, que no tiene expresiones conceptuales, que no tiene expresiones racionales. Que solo se contempla y se vive. Ese es el viaje espiritual. Fernando lo que hizo siempre, pero solo lo-

gró madurar y expresar concreta, sistemática y orgánicamente, ya para morirse, fue hacer tres viajes”. Desde la adolescencia anda preguntándose cosas. Presentía, intuía que debía existir una realidad última, más allá, a salvo de sus pasiones físicas y de sus conceptos mentales, pero no lograba saber qué era ni encontraba cómo llegar a ella. Su método del viajero es, precisamente, esa búsqueda hecha en la brega diaria, pero le tomó tiempo definirlo con palabras. En sus primeras obras lo llamó ensoñación; ese es el concepto primigenio. Ahí está, aunque no muy cristalino, todo lo que poco antes de morir llegó a expresar con claridad. Luego lo nombró viajar a pie. Viajar a pie es unificarse con las cosas, vivir las experiencias de las cosas, de los objetos, de los animales, de las plantas, de las personas. Y solo así, conocerlos. “Animalizarse con el animal, vegetalizarse con el vegetal, filosofar con el filósofo, nihilizarse con el nihilista, mistificarse con el místico”, explica el padre Alberto, “hay una Colombia conservadora que se originó en 1886 con Rafael Núñez y sus compinches. ¿Dónde la voy a conocer? Pues en Abejorral, en Aguadas, en Manizales, en Armenia, en Buenaventura. ¿Y cómo hago para sintonizarme con ella? Físicamente viajando a pie, que es como se mueve la gente. No en avión, no en bu63


ANIVERSARIO

y no experimente, aún no ha conocido. Para él, comprender el objeto es convertirse en su misma vibración. Esa es la llave para Mi Simón Bolívar, donde el Libertador y él son uno solo. Están fundidos. “Para conocer a Bolívar decide vivir lo que él vivió. Sus rabias, sus persecuciones, sus desengaños, sus malquerencias. Eso mismo hace años después con Santander; se documenta y vive como él, y entiende por qué desprecia a Sucre y por qué desprecia el proyecto continental de Bolívar”, explica el padre Alberto. Tercer nombre del método: El desdoblamiento en personajes, una idea, según parece, tomada de Nietzsche. Se trata de crear unos seres objetivos para verlos vivir. Por ejemplo: González no es Lucas de Ochoa, fundador de Envigado; don Lucas de Ochoa es su tatarabuelo, inclinado obsesivamente por el deseo erótico hacia las mujeres, pero verlo reaccionar le permite desentrañar lo suyo. Su cuerpo le sirve de vehículo. Todos sus personajes son sus dobles: Jacinto Salazar, el padre Elías, hasta la gata Salomé –que existe, lo acompaña en el con-

En Venecia, cuando ejercía de cónsul en Genova, a la derecha.

ni pasional ni mental ni afectivo, ni emocional ni instintivo ni de deseo, ni de huida ni de temores ni de miedos, ni de ansiedades ni de afanes ni de conceptos, ni de raciocinios ni de juicios ni de teorías. Ni de tesis. Pero cuando se llega allá no hay nada para decir. No queda nada, salvo vivirlo en silencio, en paz, sin contradicciones, sin deseos, sin alegatos, sin temores. No es aniquilación. No es vacío, sino algo que no equivale a ninguna pasión ni a ningún concepto. Es la presencia. Es el ser o la nada positiva. El néant de Nietzsche”, explica el padre Alberto. O la iluminación de los budistas. Por eso el Fernando González fundamental es el metafísico. Todas sus dimensiones, la literaria, la estética, la moral, la pedagógica y la política terminan desembocando allí. Incluso sus expresiones más viscerales y menos refinadas –sus viajes pasionales–, como los llamados textos políticos, vienen cargados de mística. Escribió en Nociones de izquierdismo: “Cuando el hombre siente que todo el universo es suyo y es uno; vive el hombre entonces dentro de

“¡No me hablen de contradicciones! Al segundo, ya era diferente del que parió mi madre”. Fernando González.

Con una vaca en Otraparte, Envigado.

que. A lo sumo en un caballo viejo para atravesar la montaña”. Esa es, precisamente, la clave para abrir el candado del libro Viaje a pie, que narra una marcha de ida y vuelta entre Medellín… corrijo: entre Envigado y Buenaventura, porque en Fernando González todo nace y muere en Envigado, una aldea que para él contuvo al mundo. El libro se publicó 64

en 1929 y marcó el inicio de su década de escritor fecundo. En 1930 profundiza en el método. Sabe que leyendo puede llegar a conocer muchas cosas, pero que eso apenas es arañar la superficie. Y él quiere penetrar hasta el fondo porque detesta lo incompleto y lo efímero. Dijo alguna vez: “Yo no quiero bellezas en comodato”. Sabe que mientras no viva

sulado de Marsella y es medio puta– es una proyección de sí mismo para gemir de remordimiento. Y, por supuesto, el profesor Manjarrés, a quien manda al hoyo y se entierra él también durante 18 años. De ahí sale, en 1959, con una dimensión mística ampliada. Maduro y redondo le da el nombre definitivo a su método: los tres viajes, que aparecen definidos y concretos en El libro de los viajes o de las presencias, editado por Alberto Aguirre. Ese texto es el producto puro de su vida. El destilado de su tormento. Ernesto Ochoa dice que la vida de Fernando González es un viaje de la rebeldía al éxtasis. La ensoñación, los viajes a pie, los dobles, todo eso fue un esfuerzo por definir un método y encontrar su obsesión de filósofo: la realidad que está más allá. Al final de sus días la definió como la presencia, algo que solo se experimenta y no se explica. “Llega un momento cuando uno supera el mundo pasional y el mundo mental, y llega a un mundo que no es

la ley de causalidad. No hay oposición entre yo y tú, mío y tuyo. El hombre llega a ser hijo de Dios. De suerte que comunismo no es negación de la propiedad sino culminación de ésta. Así pues, comunismo, como es obvio, no se impone sino que es perfección a que se llega mediante disciplinas. Es un estado de conciencia que tuvieron Jesucristo, Buda, Sócrates y Nietzsche”. La propiedad es, precisamente, el tema de la escena V en La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, su último libro, donde remata como dramaturgo, en 1962. Cuenta la disputa de un lindero entre dos fincas vecinas, para apoderarse de un agua. Muy antioqueño. “Esas pequeñas mezquindades, un cerco que corre, lo llevaban a investigar, a filosofar sobre lo mío y lo tuyo. ¿Yo por qué quiero apoderarme de una quebrada seca?”, dice Eduardo Escobar sobre lo que bien pudo ser otro ejercicio de desdoblamiento de González basado en una vivencia propia, porque sus novelas son la for-


ABONOS DISPONIBLES

FOTOS: CORTESÍA FUNDACIÓN OTRAPARTE

S U BTÍT U LOS E N E S PA Ñ O L

ma de dramatizar, de llevar al drama sus dudas de existencia, sus conflictos y sus pasiones. “Dicen que era un hipócrita porque corría un cerco. Que era un tipo que se las daba de sabio pero al mismo tiempo estaba corriendo un cerco en una finca. Lo mismo dicen que era un perseguidor de muchachas. Lo que pasa es que él nunca despreció las pulsiones del alma, la sexualidad, el gusto por la materia, por las fincas bonitas, por el derecho a emputarse. Más bien usaba todas sus pulsiones para apoyarse en ellas y observarse a sí mismo”. Después de mucho filosofar, González concluyó que Dios es una muchacha bonita. Escribió en El Remordimiento: “¿Eres Tú, Señor, el que te mueves así en el cuerpo de la Toní? Sí. Eres Tú, que estás jugando conmigo y ya me matas. ¡Déjate coger! ¡Déjate ya de guiños y de símbolos!”. Y sobre su mentada falta de coherencia, en El maestro de escuela: “¡No me hablen de contradicciones! Al segundo, ya era diferente del que parió mi madre”. Dijo de él Alberto Aguirre: “Sentado en la tienda de don Joaquín, en Envigado, parecía un simple vecino que tomaba tinto”. Es cierto. En el archivo de Otraparte hay dos fragmentos de video digitalizados desde rollos de cine de 16 mm donde, durante unos cuadros efímeros, es posible verlo en movimiento y a color. Se trata de la boda de una sobrina, justo la víspera de su muerte, en febrero de 1964. Aparece con ropa modesta, vestido de negro y sin pompa, entre invitados de levita y chaqué. Se apoya en un bordón, pero para la ocasión no

se caló la boina vasca. Tiene 68 años y está seco de carnes, casi un asceta, aunque nunca, ni en la juventud, fue musculoso. Apenas medía 1,72, pero en algunas fotos luce largo, como una sombra en la tarde. Escribió sobre sí mismo: “Mi madre me parió cabezón pero infiel”. En realidad era orejón: Ricardo Rendón y Horacio Longas lo dibujaron así. Pepe Mexía también, en una alegoría de un solo trazo confuso y enredado, pero bello. Como el dibujado. Y Manuel Mejía Vallejo dijo: “Orejas como conchas acostumbradas a que el oído oyera el ritmo del mar y de la yerba que nace”. En ese mismo archivo hay varios fragmentos de su voz. Es áspera tras décadas de nicotina y tiene el acento de Envigado. Hablaba como un aldeano, aunque hubiera sido cónsul en tres países. Incluso escribía igual, porque retoma una pelea que ya había dado –y ganado– Carrasquilla: ¿El pueblo antioqueño raso era digno de pasar a la literatura como ya lo había hecho el ruso? “Fernando González escribió en un tono que es casi imperceptible diferenciar entre la lengua hablada y la literaria”, dice Eduardo Escobar. “A veces tiende hacia el costumbrismo y a veces hacia lo charro [gracioso], pero detrás de eso hay un significado. Su idea fue que se podía filosofar sin sonar europeo. Es cercanía”, dice Ernesto Ochoa. Hay quienes, por ello, lo han encontrado ridículo, folclórico y básico. Muy humilde. Muy humilde porque en él todo comienza y se acaba en Envigado. Si la semilla contiene al árbol, una aldea también puede contener un mundo.

EL TEATRO DEL MUNDO E N U N A PA N TA L L A

En la Fundación Otraparte se conservan 72 libretas manuscritas.

MAY. 14 | MAY. 17

AGO. 13 | AGO. 16

MEDEA

OF MICE AND MEN

JUN. 25 | JUN. 28

SEPT. 17 | SEPT. 20

UN TRANVÍA LLAMADO DESEO JUL. 16 | JUL. 19

FRANKENSTEIN

BARRANQUILLA BOGOTÁ BUCARAMANGA CALI MEDELLÍN

SKYLIGHT

OCT. 22 | OCT. 25

LA ISLA DEL TESORO

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cinecolombia.com | @Cine_Colombia | Facebook.com/Cinecoalternativo | @CinecoAlt 65



La tiene la

lo invitan a hablar de música colombiana ¿Qué tan significativas han sido las líricas en el rock colombiano?

¿Importan las letras?

¿Qué recuerdos disparan las palabras dentro de los clásicos del rock nacional?

Una conversación con Eduardo Arias, periodista y músico de Hora Local; Álvaro “El Profe” González, director de Radiónica, y Juan David Correa, director de Arcadia. Jueves 30 de abril, Carpa Arcadia Suena - Colombiana, 17:00 hrs. Feria Internacional del libro de Bogotá. 13


FOTOGRAFÍA

FOTOGRÁFICA 2015

Paisajes construidos La bienal de fotografía Fotográfica Bogotá está cumpliendo diez años. Con Alemania como país invitado de honor, del 2 de mayo al 15 de junio, 46 invitados internacionales estarán en la ciudad para hablar y compartir su trabajo. Artistas como Chema Madoz o Roger Ballen hacen parte de una muestra que se abrirá en varios puntos de la ciudad, como la Torre Colpatria, la Plazoleta del Rosario o la Plaza de Bolívar. Este año el tema será la fotografía construida. Arcadia publica esta selección como abrebocas y homenaje a los 15 años de FotoMuseo, su organizador.

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2.

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FOTOS: CORTESÍA FOTOGRÁFICA BOGOTÁ

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1. Lust on purpose, Alicia Savage. 2. Elton John, David LaChapelle. 3. Daydream, Dariusz Klimczak. 4. Holly Andres. 5. Tommy Ingberg.

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L A Ú LT I M A

la cifra*

Sopor i piropos

EL ÚLTIMO MODERNISTA

ODA AL VIENTO (Y SUS LIBROS)

A sus 84 años, Jean- Luc Godard es el único integrante de la Nouvelle Vague que aún hace cine. Adiós al lenguaje, su más reciente proyecto, ganó el Premio del jurado en Cannes y se estrenó en Colombia el 16 de abril.

118

D

esde hace años me intriga cómo se ha portado la izquierda con el libro y con la lectura en América Latina. Hay pocos análisis. Para mirar el caso de Venezuela recomiendo un artículo de Gisela Kozak en la última revista Cuadernos de Literatura, que contrasta ese

películas

ha dirigido el francés. La primera fue Opération Béton (1954), documental inspirado en sus días como albañil en Suiza.

8 de sus películas como Pierrot le fou (1965) y Le Petit Soldat (1960), fueron protagonizadas por la actriz danesa Anna Karina, con quien estuvo casado entre 1961 y 1967.

*

El diálogo de su cinta Nouvelle Vague (1990) está en su gran mayoría compuesto por frases de novelas y películas, técnica que también empleó en sus últimos dos largometrajes.

7 veces

9 minutos y 43 segundos les tomó a los protagonistas de su cinta Bande à part (1964) recorrer el Museo del Louvre en una de las escenas más emblemáticas del cine.

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Junto con André Bazin, François Truffaut y Éric Rohmer formó parte de la Nouvelle Vague, un grupo de directores modernistas que surgió a finales de la década de los cincuenta contra la estética conservadora de la época.

Sala de estar Series, aplicaciones y cosas Netflix lo hizo de nuevo. Luego de las intrigas políticas de House of Cards, el gigante de la televisión por internet regresa con una serie dedicada a un íntimo drama familiar: Bloodline. La historia sigue a los Rayburn, una familia de los cayos de la Florida cuyos miembros reciben de nuevo a regañadientes al hermano mayor, la oveja negra del clan. A lo largo de trece episodios (solo hay una temporada pero ya se confirmó la segunda) las aguas aparentemente perfectas de la vida de los Rayburn se enturbian y todos los demonios de la vida familiar salen a flote. “No somos malas personas, pero hicimos una cosa mala” repite una y otra vez la serie. Y desde el primer capítulo es fácil saber qué hicieron. Ellos mismos lo saben, uno lo sabe, pero la serie deja que la mala sangre y los rencores se cocinen a fuego lento en el calor de los cayos. No se trata del qué sino del cómo y ese cómo no es más que una honestidad brutal, en formato TV, sobre la naturaleza humana porque los Rayburn (abusadores, cobardes, mártires, mentirosos, vengativos), al fin y al cabo, somos todos.

AFP

fue nominado en el Festival de Cannes a la Palma de Oro. Aunque no la ha ganado, sí obtuvo el Oso de Oro en el Festival de Berlín en 1965.

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Por Nicolás Morales

panorama sombrío que percibimos de la era chavista y su relación con la cultura. Para Colombia es difícil hacer un análisis completo de una década de políticas culturales “progresistas” de la izquierda municipal, la única con vocación de poder durante los últimos años en el país. Me faltan informantes fiables; los reportes de esos gobiernos locales son exuberantes y, por lo mismo, mentirosillos. Sin embargo, con el transcurso del tiempo yo prefiero privilegiar lo tangible. Y en esos productos sobresale por sí solo uno de esos pocos milagros culturales de la comarca: el programa de Libro al Viento. Perdón lo sobresaltado que puede parecer este piropo pero creo que se trata de uno de los programas municipales de fomento a la lectura más ambiciosos de nuestra historia contemporánea. Cifras: cuatro millones de libros gratuitos, casi 105 títulos y decenas de autores editados. Cientos de puntos de distribución regados por toda la ciudad. Resumen: miles de personas que no compran libros terminaron sus jornadas con varios de estos en sus casas. Formatos ágiles, libros transportables, relatos cortos aunque a veces con contenidos densos, en fin, un programa modelo. Por todo esto, Libro al Viento fue ambicioso en alcance. Lo primero era respaldar los libros con tirajes masivos. Ejemplos: Molière tirado a 60.000 ejemplares. ¿No es extraordinario? Una biografía de Caldas de 25.000 ejemplares. ¿Cuándo vimos tal cosa? O popularizar a Conrad y su Corazón de las tinieblas en el caótico viaje de TransMilenio con 30.000 ejemplares. Eso es mayúsculo. Libro al Viento fue y es contundente, clásico y contemporáneo a la vez. Si observan la curaduría de los libros notarán que el plan editorial puede contener autores tan ortodoxos como Tolstoi, Zola, Melville o un Rufino José Cuervo, pero también es un programa que puede abandonarse a Rubem Fonseca, Clarise Lispector, Roberto Fontanarrosa o un Rodrigo Rey Rosa.

La lista de libros está pensada, lo que traduce una muy juiciosa política de compra de derechos. Los editores de la colección, Julio Paredes, Margarita Valencia y hoy Antonio García, compusieron un rompecabezas de títulos muy originales; sin que todo sea canónico, pero donde no hay superficialidad en la escogencia. Donde hay juego y orden. Como un dado chino. Por último, Libro al Viento fue continuo y superó a los políticos, politiqueros y oportunistas de turno de cada uno de los gobiernos municipales (que los hay también en cultura). El programa resistió cuatro cambios de alcalde. Y sabemos que la fortaleza de la izquierda municipal no es propiamente su continuidad. En este último tramo, Valentín Ortiz, gerente del Área de Literatura, ha sido su valiente escudero. Resistiendo y dándole forma al programa. Y continuando esa invención prodigiosa que tuviera una de sus antecesoras, la editora Ana Roda. Por supuesto Libro al Viento tendrá lunares. Hay rumores sobre un absurdo pago de derechos por un título de Gabo. A veces los libros no están en los puntos indicados y algunos títulos son escasos o se van muy rápido. Puede ser cierto, pero yo fui recientemente al lanzamiento de un título muy exótico, Caligramas, de Guillaume Apollinaire, y observé el fervor del público por los libros. Pensar que un chico punk recoge y guarda sigilosamente la Poesía satírica de Quevedo en su chaqueta para leerla más tarde o que una señora, ama de casa, mientras su lavadora tramita toneladas de ropa, ojea con interés Una ciudad flotante de Julio Verne, me es suficiente. Eso es hacer que las fronteras usuales de las librerías cultas desaparezcan o que las bibliotecas sagradas se rompan. Eso es decirle al público que un programa de gobierno no solo son pavimentos y agua. Que también es literatura. No para amargar nuestros ratos libres, sino para redimirnos y pensar que nuestra vida en esta ciudad despedazada y gris tiene momentos de sentido.




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