El Precio de La Salvación
¿Por qué dices eso? - Preguntó el maestro. -
Cuando yo te pido lo del brindis, no lo haces, cuando lo
piden ellas, enseguida. - Dijo Ana María-hija, haciendo ver que se ponía celosa. -
Ellas me lo piden con palabras. Tú me pateas. - Respondió
Jean Paul. -
Es mi forma cariñosa de pedir las cosas. - Dijo ella.
-
¡A sí! Yo te las pediré a correazos. - Dijo él.
-
¡Vaya, vaya! En la apariencia de un simple profesor de
pueblo, se encuentra escondido Jack el destripador. - Agregó Ana María sonriendo. -
Mejor el mago Merlín. - Dijo Jean Paul.
-
¿El mago Merlín? - Repitió la muchacha.
-
Verás lo que hago con la varita mágica. - Dijo Jean Paul.
-
Ya
te
estás
poniendo
sinvergüenza.
¡Mi
adorado
sinvergüenza! - Dijo Ana María-hija. Henri seguía dándole a la manivela de la gramola; el muchacho se había colocado una silla al lado de la mesita donde se encontraba el viejo aparato, también se procuro una botella de champagne, que mantenía disimulada debajo del faldón de la mesita. Henri le daba un par de vueltas a la gramola y Zas, una copa de champagne; sentía las burbujas descender por su garganta y una agradable sensación se producía en el jovencito. -
¡Eh! Novios...mucho os veo cuchichear. Ya tendréis tiempo
para eso. Y para lo otro. ¡Vamos a animar la fiesta! - Dijo Jean Dupont. Que a consecuencia de la bebida ingerida, ya comenzaba a entrar en su clásica fase de la alegría; no obstante el padre de la familia Dupont, miro hacia Ana María-madre, interrogativamente. 339