Me cuesta pensar en el futuro, sobre todo en uno positivo en estos momentos. El futuro de seres controlados que planteaba Aldous Huxley en A Brave New World; y el de seres vigilados que imaginó George Orwell en 1984, los vivimos ya desde hace algunas décadas, y sus efectos son cada vez más pronunciados y acelerados.
El sistema capitalista mueve la economía y la política con ayuda de la cibernética, lo que hace posible controlar países enteros. Mientras tanto, para los ciudadanos de a pie, la chuleta es cada vez más inalcanzable, y para corretearla hay que acelerar el paso como nunca antes. Sobrevivir económicamente exige trabajar a un ritmo inhumano; la carrera de la rata hoy tiene consecuencias desastrosas. Y, al mismo tiempo, sumidos en la dulce complacencia que esa misma cibernética pone a nuestro alcance 24 horas al día, muy pocos ofrecemos resistencia. Sucumbimos hipnóticamente, regalando a diestra y siniestra la información que hace posible ese control.