Cruz del eje

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inevitable lagrimeo que el frío y el brillo del sol otoñal arrancan. Él había sido el único pasajero en bajarse al andén, por tanto no tuvo muchos problemas en entrar en conversación con el jefe de Estación. Se acercó a él y le preguntó: buscar en un trozo de papel que se afanaba en abrir donde poder corroborar la dirección de Sande. Era sólo un gesto, ya que sabía de memoria la dirección de su maestro leída y memorizada desde hacía años. —Un momentito, por favor. Espérese —le había respondido el jefe de estación mientras hacía un hueco en su afanosa tarea de despedir con la mirada al tren que estaba saliendo de la estación con dirección al norte. Serafín Sande había entrado en la vida del adolescente Ramos un día de Junio en la biblioteca municipal de Maside. El único poeta del pueblo que había llegado a editar algunas rimas y sonetos despertó en aquel chiquillo enamorado al hombre y al ciudadano libre y reivindicativo. Las visitas a la sastrería de Sande fueron seguidas de tardes de estufa en el café de Rey. Convertido casi en un lazarillo del sastre, Ramos atendía embobado las diatribas tertulianas en las que la política daba paso a simples chanzas amorosas y chascarrillos populares. La lectura del periódico era el único catón que ilustraba al pequeño José Ramos, aunque, eso sí, convenientemente tamizado por el espíritu crítico del maestro Sande. De sus amigos de Santiago de Compostela recibía ejemplares de La Tercerola, El Patriota y Las Espabiladeras, que el joven leía sin entender, pero en la mayoría de los casos, se trataba de acontecimientos que el maestro Sande se encargaba de interpretar para los tertulianos del café con increíble claridad diametral. No obstante, la verdadera talla militante del sastre quedó patente la noche que llegó Francisco Otero, un miembro de la Internacional que iba de camino a Madrid y paró a hospedarse en casa del maestro Sande en aquel frío septiembre de 1879. Unos meses más tarde, todos los periódicos nacionales y provinciales reportaban en páginas principales que aquel

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