mite el enriquecimiento fuera de los parámetros que la estructura y las instituciones han enraizado; que hace pensar fuera de la academia y va más allá de las nociones
preestablecidas y orientadas a resolver necesidades reales de la sociedad; con un compromiso claro con su comunidad y con la responsabilidad de producir «saber».
De manera que motivar este ambiente de construcción permite un ejercicio cons-
ciente que escapa al lugar común de los objetos y establece un compromiso con el tiempo que vivimos y lo que nos rodea; eso que para Agamben es «permitirnos ser contemporáneos (Agamben 2011:17-27)»”.(2014)104
Con esto, no podemos eludir cuestiones como la cantidad de elementos materiales nece-
sarios para construirnos, y en este sentido vale la pena debatir sobre la posición que los profesionales y docentes de la disciplina del diseño jugamos, o la dependencia tecnológica
a la que estamos sometidos, no solo en nuestro campo sino en todos los aspectos de la vida cotidiana. Ya no somos capaces de pasear sin saber el tiempo o la distancia recorrida, sin mandar una imagen que corrobore, no solo lo que hemos visto, sino lo que vivimos, pasando de sujeto paciente de la acción a formar parte del discurso, haciéndonos prota-
gonistas y confirmando nuestra existencia al compartir masivamente hasta el pensamiento
más frugal. Llenamos el mundo de imágenes y en consecuencia las banalizamos hasta convertirlas en basura por pura acumulación. Esto construye nuevos lenguajes, nuevas
interacciones que como bien analiza Joan Foncuberta, acuñando el término postfotografía, produce temas y discursos antes inimaginables.
La cuestión ineludible es que la tecnología está incorporada a nuestros modos vitales. El
saber y el proceso de aprendizaje está mediado por la tecnología desde el comienzo de
los tiempos hasta el punto de modificar tanto lo que se debe aprender como la forma de hacerlo. El medio, el lenguaje y lo que emitimos y recibimos cuando nos comunicamos, el tiempo libre o el espacio de trabajo se reescriben constantemente.
Los avances técnicos median la forma de acceder al conocimiento. Hemos usado el cere-
bro como único almacén del saber y el lenguaje oral como elemento transmisor. Después vinieron los libros escritos a mano y finalmente los impresos. Ahora con Internet nos convertimos en prosumidores, término que acuñó Alvin Toffler para definir las posibilidades
actuales que tenemos en relación al acceso y la publicación de la información.105 Cada
cambio nos hace considerar qué debemos memorizar y cuál es la forma que tenemos para gestionar una información cada vez más extensa. El medio en que recibimos los datos
modifica nuestro modo de gestionarlos y como resultado varían nuestras capacidades.106 104 http://foroalfa.org/articulos/tecnica-vs-concepto-en-diseno Pueden verse los comentarios al artículo. De entre los cuales extraigo dos ideas, una, que resulta complejo este enfoque en la práctica profesional y en consecuencia que el debate parece estar más ligado a planteamientos acacemicistas. Ambas son cuestiones son interesantes ya que se pone de manifiesto por un lado la división entre enseñanza y profesionalización y por otro suscita un enfoque epistemológico dentro de una disciplina que se ha abordado más dentro del hacer que del pensar. 105 Ver definición de prosumer por Alvin Toffler. Video disponible en linea en: https://www.youtube.com/watch?v=kXd2V1qdDKA 106 Sobre este tema es interesante el libro Superficiales. Qué ha hecho internet con nuestras mentes, superficiales de Nicholas Carrs, con una exposición de datos bien fundada y asimilable.
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