Miradas al sur edicion 341

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sur

MUNDO

WALTER GOOBAR mundo@miradasalsur.com

amir Rice, un niño negro de doce años, fue asesinado a tiros por la policía de Cleveland (Ohio) cuando llevaba una pistola de juguete. Al parecer, fue un policía novato el que disparó. Pero estaba acompañado de un veterano, al menos por edad. La grabación de una cámara de seguridad no deja lugar a dudas de que los policías disparan sin bajar del coche, ni siquiera dan el alto a distancia al chico, que se encuentra bajo la pérgola de un parque. El video dura casi ocho minutos, y la muerte de Tamir no se produce hasta el séptimo. Hasta ese momento, se ve un niño deambulando por un pequeño parque, apuntando de vez en cuando al vacío... Son imágenes desoladas,que provocan tristeza.No ocurre nada. Y en el minuto séptimo hay una explosión de violencia... incomprensible. La pregunta del millón es si el problema está en el sistema judicial o en una policía que, no sólo en Estados Unidos sino también en América latina y en Europa, en todo el mundo, parece comportarse –y equiparse– como si se preparara para la guerra. En el caso de los Estados Unidos, la creciente violencia e impunidad policial tiene causas más profundas que el racismo y esas causas hay que buscarlas en esa suerte de “Estado paralelo” surgido al amparo de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que implicaron un profundo recorte de las libertades individuales. En ese “Estado paralelo” o “Estado profundo” –como lo ha bautizado el ex diplomático canadiense y actual académico y profesor de la Universidad de California Peter Dale Scott–, espiar la vida de ciudadanos, matar negros, latinos u otros indeseables, secuestrar y mantener cau-

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30 de noviembre al 6 de diciembre de 2014

MILITARIZACIÓN EN EE.UU.

Las venas abiertas del Estado profundo

tivos a sospechosos sin juicio o asesinar con drones a presuntos terroristas en el extranjero con la sola firma del Presidente, está tolerado, cuando no permitido. En su más reciente libro, El Estado profundo norteamericano, Peter Dale Scott empieza analizando la creciente militarización de los Estados Unidos, las restricciones a los derechos constitucionales y la disparidad de ingresos desde la Guerra de Vietnam. Argumenta que un

papel importante en este cambio histórico fue la intervención de una serie de eventos profundos estructurales, que van desde el asesinato del presidente John F. Kennedy a los atentados del 11-S. Dale Scott no trata de resolver las controversias en torno de estos eventos, sino que muestra sus puntos importantes en común, la superposición de personal y los modos de funcionamiento de las fuentes comunes de financiación. Detrás de todos estos pun-

tos en común está lo que Scott llama el “Estado profundo”: una segunda línea de gobierno, detrás del Estado público o constitucional,que ha crecido considerablemente más fuerte desde la Segunda Guerra Mundial. Scott aporta pruebas convincentes de que el Estado profundo está institucionalizado parcialmente en las agencias de inteligencia como la CIA y la NSA que no rinden cuentas a nadie, pero también incluye las empresas privadas

como Booz Allen Hamilton y SAIC, a los cuales se destina el 70 por ciento de los presupuestos de inteligencia tercerizados. Detrás de estas instituciones públicas y privadas se ubica la tradicional influencia de los banqueros y abogados de Wall Street, aliados con las empresas petroleras internacionales más allá del alcance de la legislación nacional. Se trata de un libro de referencia cuya lectura aconsejan ya las academias militares y diplomáticas. El libro muestra que ahora hay un profundo Estado supranacional, a veces manifiestamente opuesto tanto a las políticas de la Casa Blanca como al interés público norteamericano. Un ejemplo cercano sería el fallo del Juez Tomas Griessa en favor de los fondos buitre. “Vivimos bajo un gobierno que en ciertos aspectos está cada vez más fuera de la ley y fuera de control”, escribe Scott en su último examen de la supuesta parte más vulnerable del Gobierno de Estados Unidos. Scott argumenta sobre la existencia de lo que son esencialmente dos gobierno: el formal, con el que estamos familiarizados, y el

la Revolución Islámica desde 1989, tiene sólo 75 años y, cuando muera, será sucedido por otro Seyyid (descendiente de Husein, hijo de Fátima, hija del Profeta), electo por una asamblea de clérigos que saben que de su unidad depende la suerte de la República. Irán ha demostrado una (para Washington) inesperada capacidad para resistir las sanciones económicas y la baja en el precio del petróleo. Redirigió las ventas de hidrocarburos hacia China y otros países asiáticos y hasta las aumentó. El

mes pasado, además, Irán y Rusia acordaron el trueque de petróleo por bienes de todo tipo por un volumen de 20 mil millones de dólares. Por otra parte, después de 30 meses de recesión la economía iraní está creciendo nuevamente al 2,5% anual. 3. El Departamento de Estado apostó a que el interés por los negocios pesaría más que el orgullo y la embarró. El ayatolá Jamenei vinculó exitosamente el programa nuclear con la dignidad de la patria y el pueblo lo acompaña. El

“Es la dignidad, ¡estúpido!” Al prolongar ocho meses la negociación sobre el programa nuclear iraní, Occidente reconoce la importancia de Teherán en el futuro ordenamiento del Levante y Asia Central. EDUARDO J. VIOR mundo@miradasalsur.com

uando sonó la hora cero del lunes 24, ni John Kerry estaba bañado en champaña ni Mohamed Y. Zarif, el canciller iraní, se refugió llorando en los rincones del palacio vienés donde los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Alemania e Irán venían negociando sobre el programa nuclear de este último. La prolongación de las negociaciones hasta el 30 de junio próximo es un gran triunfo de la República Islámica. Consecuente fue el festejo del líder máximo de la Revolución Iraní: “Irán no va a ponerse de rodillas ante los colonialistas norteamericanos y europeos”, tronó el ayatolá Seyyid Alí Jamenei el lunes en Teherán.

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EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania acordaron el lunes firmar con Irán el 1° de marzo de 2015 un acuerdo político y el 1° de julio siguiente otro técnico que zanjen el conflicto en torno del programa nuclear persa. Por su parte, en un mensaje a la nación, el presidente Hasán Rouhaní comunicó el lunes que “se ha alcanzado una gran victoria” y que “se va a llegar tarde o temprano a un acuerdo”. Los comentaristas norteamericanos se preguntan azorados por qué fracasaron. Hasta hace seis meses las potencias occidentales apretaban el torniquete para que Irán desmantelara su programa atómico. Impusieron sanciones económicas brutales que casi ahogaron la vida de los 80 millones de iraníes. ¿Por qué la derrota? Nuevamente las potencias occidentales no entendieron la diferen-

cia de perspectivas y mentalidades con una potencia emergente: 1. Creyeron poder oponer al presidente Rouhaní y al ministro Zarif al líder Alí Jamenei y se equivocaron. Puede ser que ambos sean más flexibles que su jefe, pero ni juegan su propio partido ni son pronorteamericanos. Irán es un Estado teocrático, pero con una vida política riquísima, llena de tensiones y debates resumidos en la cúspide por una elite religiosa conservadora, pero inteligentísima y muy despierta. Rouhaní respeta el espacio que le deja el Líder Supremo. 2. Supusieron que Irán negociaría a toda costa y fallaron. La República Islámica necesita acordar, para superar el bloqueo económico, pero tiene tiempo. Mientras que los gobiernos estadounidenses tienen agendas a cuatro u ocho años, Alí Jamenei conduce


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