BAJO LA MISMA ESTRELLA
—Bueno, está dormido —me dijo. —Sí. He hablado con él hace un rato, cuando estaban cambiándole el vendaje. —Me ha fastidiado mucho tener que dejarlo en ese momento, pero tenía que ir a buscar a Graham al colegio —me explicó. —Ha ido bien —le dije. La mujer asintió. —Debería dejarlo dormir —añadí. La madre de Isaac volvió a asentir, y me marché. A la mañana siguiente me desperté temprano y lo primero que hice fue consultar mi correo. lidewij.vliegenthart@gmail.com, —por fin me había contestado— Querida señorita Lancaster: Temo que ha depositado su fe en un lugar equivocado, pero suele pasar con la fe. No puedo contestar a sus preguntas, al menos no por escrito, porque poner por escrito esas respuestas constituiría la segunda parte de Un dolor imperial, que usted podría publicar o compartir en esa red que ha sustituido los cerebros de su generación. Está el teléfono, peroen ese caso podría grabar la conversación. No es que no confíe en usted, por supuesto, pero no confío en usted. Desgraciadamente, querida Hazel, solo podría responder a este tipo de preguntas en persona, pero usted está allí, y yo estoy aquí.
98