Suplemento Dominical

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[ARTURO BERMÚDEZ]

ENTREVISTA 09|12|2012

JACOBO ZABLUDOVSKY

“NO TENGO CADÁVERES EN EL CLÓSET”

Entrevistador sagaz, conductor legendario en radio y tv, el periodista comenta: “Hay muchas cosas que no hice, que hubiera hecho mejor. Pero todo lo que he hecho es público, está a la vista”

J

por José Luis Martínez S.

acobo Zabludovsky llega puntual a la cita convenida a las 9:30 de la mañana en su oficina, en las Lomas de Chapultepec. Elegante, risueño, saluda a su secretaria y me invita a pasar a su estudio, amplio, con libreros de piso a techo y una pared de cristal que ofrece una panorámica incomparable de la ciudad. Estamos en el piso 18 de un moderno y funcional edificio. —¿Qué tal, qué te parece todo esto? —dice señalando el horizonte. El bosque, las calles, los edificios, los autos, todo surge en medio de un proverbial silencio; ningún ruido penetra este lugar en el que Zabludovsky lee y escribe. Sobre una mesa está una escultura de José Pagés Llergo, el director de la revista Siempre!, el amigo y maestro a quien conoció en un restaurante en vísperas de un viaje a Estambul, donde la compañía Air France presentaría “un avión sin hélices llamado jet”, recuerda con una sonrisa. Pagés, con su amistosa hosquedad, le preguntó si había leído a Pierre Lotti. —Le respondí que había leído Visiones de Oriente y Las desencantadas. El veterano editor se sorprendió. Nunca había conocido a ningún lector de Lotti en México. Le encargó un reportaje siguiendo las huellas del escritor francés en Estambul. Jacobo lo hizo y se publicó en Siempre! Ese fue el principio de una larga amistad. Los amigos, las lecturas, el periodismo son los ejes de una conversación que se prolonga por casi dos horas. En todo momento Zabludovsky se muestra amable, invita a preguntarle lo que sea, responde con seguridad y aun con emoción cuando habla de su infancia en el Centro. —Nací en Doctor Barragán, en la colonia Doctores, pero nos cambiamos muy temprano a una vecindad del Centro, en la calle de Mesones. La recuerdo bien: dos pisos, una escalera en medio del patio con dos brazos para conducir al piso de arriba. En el patio estaban también los lavaderos, los tendederos, el excusado —no había esa facilidad en las viviendas—. Desde esa época de niño balbuceante, que apenas dejaba de gatear, hasta los veintitantos años viví en el Centro. Su familia cambiaba de domicilio con frecuencia. Cada casa iba siendo un poco mejor que la anterior. Jacobo se acuerda de todas con asombrosa precisión. En 1943 ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, en San Ildefonso, donde estuvo dos años, y luego a la Escuela Nacional de Jurisprudencia. —Ahí —dice— hice mis primeros años de Derecho, que luego se me deshilacharon porque había otras prioridades. Mucho después, cuando ya era un periodista famoso, volvió a la UNAM para terminar la carrera. Tomó cursos; en algunas materias presentó exámenes extraordinarios o a título de suficiencia, y escribió su tesis. —Me recibí en Ciudad Universitaria. El presidente del jurado fue Andrés Serra Rojas, maestro emérito. El día de mi examen profesional fui con mi esposa y mis dos hijos, Abraham y Jorge. Diana nació después.

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El padre de Zabludovsky, originario de la ciudad de Bialystok, en Polonia, en su juventud fue agente de ventas de una editorial. —Y como agente de esa editorial, un vendedor cualquiera, recorrió la Rusia profunda y leyó a Dostoievski, Chéjov, Gogol, Turgueniev, Andreiev, Tolstoi… 08


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