Estudio y metodología del arte rupestre

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ESTUDIO Y METODOLOGÍA DEL ARTE RUPESTRE* Miguel Ángel Mateo Saura 1. Introducción El descubrimiento de un nuevo yacimiento con arte rupestre supone la puesta en marcha de un proceso que, teniendo como objetivos prioritarios su estudio y documentación, se inicia con los preceptivos trámites administrativos de denuncia y solicitud de actuación arqueológica, y culmina, o debería culminar, ya que no siempre es así, con su adecuada publicación. Cuando a finales del siglo XIX se dan a conocer los primeros testimonios de arte rupestre, entre otros la Cueva de Altamira en 1879, La Mouthe, en 1895 o Pair non Pair en 1896, o ya dentro del estilo postpaleolítico levantino la Roca de los Moros de Calapatá en 1903, se abre dentro de la peculiar “ciencia arqueológica” del momento un nuevo campo de estudio que requiere la puesta en marcha de una metodología en cierto modo particular. Y ha sido el propio devenir de la investigación, con la incorporación de estrategias de estudio de otros ámbitos de la arqueología y la asimilación de técnicas propias de otras ramas de la ciencia, el que ha ido moldeando esa forma particular de trabajo, en la que confluyen no sólo las características inherentes del sujeto a analizar, sino también la capacidad y modo de actuación del propio investigador. 2.Un archivo documental Somos de la opinión de que el primer paso, previo incluso a los trabajos de documentación propiamente dichos, es contar con un detallado archivo documental que permita la incorporación de la información que este nuevo yacimiento eventualmente aporte. El manejo de estas bases de datos nos parece esencial no sólo porque va a permitir el registro rápido de la información obtenida, sino también porque su interrelación posibilita, de una parte, la creación de archivos nuevos con la información resultante, y de otra, un rápido y cómodo manejo de tal cantidad de datos que sería casi imposible de procesar por otros medios tradicionales. La confrontación de los datos recogidos nos permitirá ir definiendo modelos de análisis como, por ejemplo, eventuales convergencias y divergencias formales de carácter local o regional, teóricas secuencias evolutivas o también completas taxonomías de motivos, a partir de todo lo cual podremos proponer variadas hipótesis de trabajo sobre estilo, cronología, atribución cultural, etc... Además, teniendo en cuenta las condiciones de deterioro de las manifestaciones rupestres, estos archivos pueden llegar a convertirse en documentos históricos de primer orden en los que se refleje el estado de las mismas en un momento dado. Serán unos archivos documentales en los que deberá haber una información detallada, referida tanto a la estación rupestre (situación, dimensiones, geología, hidrografía, altitud, orientación, etc...) como a las propias manifestaciones artísticas (estilo, paneles, número de motivos, tipología, técnica, color, dimensiones y estado de conservación, entre otros), acompañada de su documentación gráfica, a ser posible tanto de fotografías como de dibujos (fig. 1). Como referencia para la elaboración de una de estas bases de datos pueden ser de mucha utilidad los trabajos publicados sobre el tema por J. L. Sánchez (1983), A. Sebastián (1985 ) o R. Viñas (1988 ).


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