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En cambio, a los hombres lo que traía de cabeza era la falta de cubierta en la parte del terrado: la calvicie; tanto, que hasta algún rey parecía tener algún problema al respecto. Menos mal que algunas personas como D. Pedro Lázaro hacía albergar esperanzas a más de una cabeza despoblada cual páramo siberiano: de tener la cabeza “que parecía una luna” debido a “la edad y sufrimientos morales”, ahora D. Pedro lucía la cabeza “cubierta de pelo, lo mismo que cuando era joven”... El señor Lázaro no se rendía a la evidencia de que hacerse mayor implica que se te caiga el pelo de zonas en donde siempre habitó, y te salga en partes donde nunca lo hubo.
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