Historia Gráfica del Siglo XX Volumen 4 (1930 - 1939)

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A la izquierda, un aspecto del gran desfile inaugural de los atletas participantes en la Olimpiada de Berlín. Parte del público saluda a las delegaciones «brazo en alto», signo de los tiempos que entonces corrían en Alemania. A la derecha, bonito cartel de los Juegos Olímpicos de Berlín, con dos atletas corriendo en primer plano.

dades, vivía desde el mes anterior la proclamación de la república. Sin embargo, ya en los Juegos de Los Angeles de 1932 se registraron en Alemania protestas antisemitas. Y la prueba de que la elección resultaría conflictiva en el futuro está en la inmediata solicitud de una olimpiada popular paralela realizada por un polaco a Lluís Companys después de recorrer a pie el trayecto entre Varsovia y Barcelona, ciudad a la que correspondía ese año alojar al Comité en sus deliberaciones. El entonces presidente de la Generalidad acepta la proposición, pero los avatares políticos de España impedirán su celebración. Así pues, con Von Hindenburg como presidente del Reich y Hitler como cabeza visible del mismo, comienzan los planes organizativos. Hay que decir que en un principio este último no había mostrado excesivo interés, para pasar en seguida a una segunda postura mucho más favorable. Influyó en ello, sin duda, la presión de Theodore Lewáld, por entonces miembro del COI, pero también el propio espíritu del nacionalsocialismo, en el que se concebía el fomento del deporte como un instrumento político y un aglutinante de la juventud. Y al tiempo que los preparativos, comenzaron también las tensiones dentro y fuera de Alemania, tensiones que resultarían tan importantes en estas Olimpiadas como el desarrollo mismo de las competiciones.

Por una parte, en el seno del país organizador llegaron a oponerse claramente dos bandos. Uno, el que podríamos llamar olímpico, contaba con el ya citado Lewáld, cuya preocupación por el deporte había de entrar en conflicto antes o después con la mayor proyección política que el otro bando, el del partido, quería imprimir a los Juegos. Lewáld llegó a ser sustituido como miembro del COI por Tschanner Und Osten en calidad de reichs-sportführer, una especie de jefe deportivo del partido, y fue necesaria la intervención del propio Comité Olímpico para que se anulase este nombramiento y se normalizase de momento la situación. No era ni la primera ni la última vez que el Comité se había de enfrentar con Hitler, porque ya desde que comenzó la organización de los Juegos le había exigido el compromiso de no interferir en su desarrollo y de respetar la Carta Olímpica. Pero esto no bastó para tranquilizar a la opinión pública europea ni, mucho menos, a Estados Unidos.

La presencia americana Hacia 1936, el mundo no presentaba un aspecto muy tranquilizador, y muchos países contaban con dificultades para enviar un equipo olímpico a Berlín. La postura inicial de Hitler hacía difícil, además, participar de buen

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