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c. Identidades modificadas

Una vez expuestas las afectaciones psicológicas del uso desmedido de las redes sociales, da cabida preguntarse por las consecuencias en la identidad y la autoestima. La identidad es entendida como “una construcción compleja, personal y social, consistente en parte en quien creemos ser, como queremos que los demás nos perciban, y como de hecho, nos perciben” Wood y Smith, citado por Giones y Serrat (2010, párr. 24) Sin embargo, gracias a las redes sociales, es posible tener múltiples identidades. Dentro la virtualidad, donde los usuarios no se ven de manera física, es posible que un usuario cree más de un perfil en las distintas redes sociales. Los usuarios pueden mostrar solo lo que quieren exponer como sus cualidades y guardar sus “defectos”. Según Kiesler et al (1989) y Turkle (1999) citados por Aguilar y Said (2010) “El llamado ciberespacio da la posibilidad de crear un segundo ser, o incluso crear múltiples y diversas identidades” (p. 198). Es decir, tenemos varias identidades porque nace el yo-virtual, el cual coexiste con el no-virtual. Allí, los usuarios condicionan su yo-virtual de acuerdo a la retroalimentación de sus seguidores; su contenido y su personalidad depende de la aceptación en las redes y los ideales frustrados del yo no-virtual. Sin embargo, cabe aclarar que estas modificaciones de identidad no vienen de procesos y decisiones autónomas del usuario, ya que en la realidad virtual se instauran ciertos estereotipos y expectativas del ser y hacer de los usuarios.

Ruiz y De Juanas (2013) profundizan sobre las retroalimentaciones ajenas del propio usuario y está enfocado en los adolescentes por su etapa crucial de desarrollo. Los autores argumentan que los jóvenes están siendo los más afectados por las redes sociales. En un momento vital donde surge la necesidad de encajar entre sus pares y construir una identidad propia, los jóvenes se sienten inseguros respecto a lo que deberían mostrar en sus redes sociales, por lo cual realizan cambios identitarios para encajar en los cánones homogéneos de belleza y estilo de vida de la realidad virtual. Así, en la necesidad de ser iguales a los demás, el yo, se vuelve un yo co-construido por el usuario con otros mediante las redes sociales. A futuro, este exceso de deseo de homogeneización y falta de procesos autónomos de construcción identitarios, la autoestima, la autonomía y la personalidad pueden verse afectados.

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En este punto podríamos contra argumentar que las redes sociales son el instrumento de la acción humana, y que por tanto no tienen responsabilidad en los efectos de su uso. Sin embargo, quienes diseñan el algoritmo bajo el cual están programadas las políticas de tratamiento de datos tienen como finalidad aumentar la interacción y saber responder a las especificidades del usuario, para generar adicción a las redes sociales. No hay evidencia de que exista un compromiso hacia la calidad de las interacciones y la naturaleza de las relaciones que se construyen, las cuales distan de ser relaciones fuertes y profundas, el interés se centra meramente en la cantidad de actividad y movimiento que se sostiene a través del tiempo.

Retomando a Calvillo Y Velázques (2018), agregamos un elemento más a la co-creación de identidades dentro la relación del yo-virtual con el yo- no virtual: la dicotomía cercanía/lejanía. En la co-creación de estas nuevas “la identidad emerge en el sujeto y se afirma sólo en la confrontación con otros en el proceso de interacción social” (párr. 35). Esta interacción es una interrelación global, acercando a las personas que están lejos pero alejando a los que están cerca, siendo sumergidos en la virtualidad y perdiendo la vida presencial. Por otra parte, al volvernos más próximos a la realidad virtual, nos deshinibimos, mientras que, alejados del mundo presencial, nos inhibimos. Es de común acuerdo que en reuniones virtuales y chats, nos sentimos más confiados y tranquilos, (posiblemente porque podemos ocultar el lenguaje no verbal dentro la comunicación) mientras que en reuniones y encuentros presenciales, aumenta la ansiedad e inseguridad, mostrándonos tímidos e introvertidos.

Esto lo que está generando es la creación de máscaras acorde a las redes sociales. Como lo expresa la vida cotidiana, en Instagram se muestra la vida perfecta, en Twitter todo lo negativo en el día y en Facebook una amplia vida social llena de amigos y familia. Ahí ya contamos tres máscaras de las que se tienen en estas redes sociales, que distan de mostrar en plenitud la realidad no virtual.

Estas compañías no sólo están facilitando la construcción de identidades no reales por los usuarios, sino que también están influyendo a los usuarios a ser narcisistas por el aumento de exposición a la opinión pública y la publicidad de productos para la estética. Según Forte (2014) “El narcisista está camuflando su vacío interno, su carencia real de autoestima y la poca capacidad que tiene para poner en acción habilidades de relacionamiento con el otro” (p. 4). Así, encontramos una población mayoritariamente con baja autoestima, alta necesidad de aprobación externa y poca tolerancia hacia la crítica. Lo anterior se basa en la creencia generalizada de que entre más consumas, o entre mejor consumas, más estatus en la virtualidad tiene.

Constantemente nos encontramos con publicidad de productos de cuidado de la piel, cirugías y procedimientos estéticos, páginas para un estilo de vida fitness, marcas de lujo, aparatos electrónicos, etc, que en su diseño y en su discurso, excluyen ciertas identidades y destruyen la autoestima de la persona (eres gordo, eres pobre, eres corriente, no eres un buen ciudadano), para después crear la necesidad en el usuario de obtener dichos productos para ser alguien valioso y bello en la sociedad, alguien que pertenece a una colectividad exclusiva.

@kyliejenner