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Los hombres maasai aceptan el amor de Dios

“ ...la participación de los hombres en esa reunión fue una obra divina. No me canso de agradecer a Dios que esté tocando verdaderamente el corazón de nuestra gente...”

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P. Pedro García Flores, mg Estimados lectores, quiero compartirles una experiencia en la Parroquia de San Pedro, en Mashuuru, atendida por los Misioneros de Guadalupe que trabajamos en la Misión de Kenia. En aquel lugar tan alejado de nuestro país, fui testigo de la manera en que los hombres maasai aceptaron el amor de Dios en sus vidas.

Los hombres maasai católicos

Tras un Domingo de Resurrección, asistieron a la parroquia un gran número de hombres de la Catholic Men Association (cma), que significa: ‘Asociación de Hombres Católicos’. Quizá para muchos la participación de hombres es algo normal, pero, hablando de las comunidades maasai, no lo es; aquí, por lo regular, sólo mujeres y niños asisten a las Misas.

Por eso mismo, después de la Misa, invité a todos los varones que habían asistido aquel día a la Casa del Señor a tener un momento de diálogo, a lo cual respondieron positivamente. Tuvimos un encuentro de más de dos horas, en donde nos saludamos, les di la bienvenida a la Iglesia y les hablé de su lugar especial dentro de la misma; en fin, fue un momento muy agradable. Después, a aquellos que decían ser católicos y me confiaron que de jóvenes asistían a Misa, les pregunté por qué habían dejado de ir a la Iglesia; a los demás les cuestioné por qué no se habían acercado antes. Sus respuestas y comentarios fueron muy interesantes. Ese mismo día planeamos otro fin de semana para juntarnos y hablar de manera un poco más formal. Al mismo tiempo, les pedí que fueran nuestros mensajeros para invitar a otros hombres, para que les hicieran saber que la Iglesia está abierta a todos y que no podemos hablar de familia si sólo hay mujeres y niños.

mostrarles su amor y su rostro divinos, pues aquellos hombres ya habían aceptado que necesitan a Dios en sus vidas.

Sabiduría de vida

Un encuentro inspirador

Gracias a Dios, llegó el día que planeamos y un gran número de personas de diferentes edades acudió al encuentro. Antes de iniciar, tomamos juntos una taza de té chai, el té tradicional de Kenia, mientras comentábamos las noticias de la semana.

Después dio inicio la charla, la cual había preparado con base en lo que habían comentado y respondido en la ocasión previa, cuando les pregunté sobre sus motivos para no acercarse a la Iglesia o haberse alejado de ella.

En verdad doy gracias a Dios por haberme ayudado a encontrar las palabras adecuadas para no herirlos ni hacerlos sentir mal, sino que pude Les comparto un texto muy conocido, intitulado Sabiduría de vida, el cual incluí en mi mensaje aquel día. Creo que tocó el corazón de muchos, pues noté que algunos rostros se cubrían de lágrimas, mientras que otros mostraban un gesto de alegría al abrir su corazón al amor de Dios:

Hermano, no te detengas en lo malo que has hecho, camina en lo bueno que puedes hacer. No te culpes por lo que hiciste; más bien, decídete a cambiar. No te mires con tus ojos, contémplate con la mirada de Dios. No pienses en lo largo que es el camino de tu transformación, sino en cada paso que puedes dar para ser lo que Dios quiere que seas desde hoy. No confíes en tus propias fuerzas, pon tu vida en manos de Dios. No trates que otros cambien; sé tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú. Deja que el amor te toque y no te de-

fiendas de él. Sólo contempla la meta y no veas qué tan difícil es alcanzarla. Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo. No sufras por lo que viene, recuerda que “cada día tiene su propio afán” (Mt 6, 34). Busca a alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad; una persona que te entienda, te apoye y te acompañe en ella. No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado la vida es porque sabe que tú puedes con ella. Si algún día te sientes cansado, busca el descanso en Dios, que renovará tus fuerzas. Si algún día sientes ganas de llorar, ¡hazlo! No tengas miedo. Es mentira aquello que muchos dicen: “Los hombres no deben llorar”. Eres humano. Sientes, contemplas, sufres. ¡Demuéstralo!, no lo guardes. Si algún día te sientes demasiado responsable de otros, recuerda que sólo Jesús es el Mesías. Si te sientes atado a alguien, pídele a Jesús que rompa las ataduras y que su amor vuelva a crear lazos nuevos de amor según su espíritu. Si reaccionas ante cualquier provocación, ruega a Dios para que te enseñe a responder en lugar de reaccionar. Si tu felicidad y tu vida dependen de otra persona, despréndete de ella y ámala, sin pedirle nada a cambio. Si necesitas tener todo bajo control, entrega el control de tu vida a Dios y confía en su poder y en su amor por ti.

Hermano, aprende a mirarte con amor y respeto, piensa en ti como en algo precioso; ¡eres un hijo de Dios! Piensa que Él está más interesado que tú en que te conviertas en esa creación que Él pensó desde toda la eternidad.

El encuentro continúa

Después de ese texto, proseguí y finalicé la charla de ese día con mis propias palabras: No lo dudes, Dios está contigo y quiere actuar en tu persona. ¡Ándale!, dale un chance, no te vas a arrepentir, Dios es bueno en todo momento (Mungu ni mwema, kila wakati). Aun en momentos fuertes, Él está ahí. ¡Ánimo!, esta es tu casa, siéntete bienvenido, hoy y siempre. Trabajemos juntos y luchemos juntos por vivir siempre en amor, paz y unidad. Sin duda alguna, la participación de los hombres en esa reunión fue una obra divina. No me canso de agradecer a Dios que esté tocando verdaderamente el corazón de nuestra gente, pues se nota acción y gusto por su Iglesia. Ahora cada domingo, después de Misa, no puede faltar una tacita de chai, con la que iniciamos la charla y disfrutamos de nuestra unidad como Iglesia misionera.

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