












En este número Metripoli busca promo ver el reconocimiento de actividades y acontecimientos, descubrir con una mi rada abierta la cultura social que se de sarrolla en la urbe capitalina.
Para nosotros fue un gran esfuerzo el traer este número, buscar la manera en cómo íbamos a transmitir y presentar lo que verás a continuación.
Adéntrate en las páginas de tu revista. Esperamos que disfrutes de observar sus fotografías y que la lectura sea amena para ti. Con mucho amor...
Los editores
Alberto Pérez Soria fue un escultor mexicano, egresado de la Academia de San Carlos.
En el año de 1969, contactado por el Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI), se le encarga que diseñe juegos infantiles para ser colocados en los parques de todo el país.
Al escultor se le había prometido un cheque y plastilina para comenzar con el modelado: "Al taller llega media tonelada de plastilina, medio cheque y nunca más lo vuelven a contactar". Alberto se queda esperando a sus contratistas hasta que un día "comienzan a aparecer los animales en todos los parques en una versión distinta pero el concepto es el mismo".
A pesar del robo y el reconocimiento que no tuvo, el escultor Soria se mantuvo positivo, y decía “los diseñé, están ahí, qué bueno que los niños están disfrutando”.
El escultor creó un hipopótamo, jirafa, tortuga, oso, gorila, rinoce ronte, elefante, cisne, foca, dos pe ces y un niño jugando.
En tributo a Alberto, el estudio de Ariel Rojo plantea un nuevo diseño de estos animalitos que adornaban los parques de la ciudad. Usando técnicas contemporáneas como; el modelado 3D , la impresión de prototipos en 3D, el corte CNC y otras nuevas tecnologías aplicadas al concreto.
El propósito de revivir estas figuras es promover que los niños regresen a los parques, para así, desprenderlos por un momento de la tecnología. Sorprendiendo sus sentidos y curiosidad al despertar una experiencia táctil y visual.
¿Alguna vez has estado en el estómago de un hipopótamo? o ¿te has subido en los hombros de un gorila?
Me llamo Paulina Reséndiz, mi alias es Mala Reséndiz. Tengo 32 años y 10 en este mundo por una bonita casualidad. Siempre me gustó la onda de los tatuajes y perforaciones. Me perforé sola las orejas a los 15, creo. A los 21 me adentré a este mundo, pero a tatuar comencé hasta los 22.
Llegué por un amigo a un estudio de tatuajes en el centro de Naucalpan. Platicaba con los tatuadores sobre la vida, veía, preguntaba y llegó un momento en el que yo, a veces, recibía a los clientes. Me fue atrapando ahí el tatuaje. Hasta que se abre otro proyecto, esta persona que fue mi maestro me dice: -oye, vamos a empezar un estudio nuevo y necesitamos alguien que nos eche la mano en recepción y demás. Si te interesa te tomaría como aprendiz- y yo -Ok, ¡perfecto!-.
Entonces dejé mi chamba godín y me dediqué de lleno al tatuaje.
Speed shading, disfruto hacer trabajos negros sombreados con agujas de línea;
Cover up, me gusta transformar esa mal experiencia o recuerdo, eso que no gusta por algo que haga sentir cómodo y feliz de lucir.
Trato de transmitir que creo es el punto esencial del arte.
Yo me enfoco, si me dices -me quiero tatuar tal flor-, pues me aviento días viendo flores; entrenas el ojo para saber los detalles que lleva. Busco los colores, los tonos que van a quedar, cómo los voy a aplicar.
No nada mas veo referencias de tatuajes, estoy viendo ilustraciones, datos en libros tanto de botánica como de herbolaria.
Entonces ya cuando estoy tatuando es como -esta planta tiene este nombre, esta especie se puede usar para tratar alguna enfermedad, tiene un uso tradicional o mágico-. Todo eso se plasma en el tatuaje.
A mucha gente le gusta como que meramente estético. Incluso cuando es así, me tengo que aventar la chamba de buscar más referencias, porque digo -si esta pieza va en un brazo y va a llevar otras flores tengo que buscar otras perspectivas-.
Llego a tomar fotos para hacer mejor mis diseños, así pueden tener un movimiento más natural o juego un poquito con la luz.
Pareciera como que uno llega y dice -ahí está tu plantilla-, pero no, es de estar hasta semanas planeando cómo aterrizar un diseño.
El tatuaje es mucho corazón. Tienes que de verdad amar hacer esto para aguantar todas las dificultades, de tener días o semanas sin citas, de frustrarte porque un diseño no te sale, pero tiene momentos muy bonitos.
Encuentra a Mala Reséndiz tatuando en Amorindio, para cotizaciones contáctala directamente por Ig o cotiza con el estudio.
Lo vi por primera vez durante una caminata, una en las que te decides a mirar por encima de la altura de tus ojos y disfrutas de la magia que es la Ciudad de México.
A pesar de haber caminado inumerables veces por Calle Madero, esa tarde fue la primera vez que noté ese imponente edificio; gris con esculturas en la parte alta, culminado con un hermoso reloj.
Recibí una decepción cuando me acerqué a un policía de la avenida para preguntarle el nombre del edificio, a lo que él me respondió -se llama Zara- en alución a tal tienda comercial ubicada en la planta baja del edificio
Me decidí a investigar más al respecto, sólo para saciar mis dudas y esto es lo que logré descubrir.
Obra del ingeniero Genaro Alcorta, construido en 1906. Fue sede de la compañía de seguros La Mexicana. Realizado con estructura de acero, su pasividad se ve aligerada por la acentuación de las líneas verticales. Los ventanales corren sin interrupción entre el segundo y tercer piso.
En el remate superior de la esquina, se ubica una escultura y un reloj, el cual fue montado por personal de su edificio vecino “La Esmeralda”. Detalle emulado por otros edificios que, sin lugar a dudas, evoca la arquitectura de los pabellones de las antiguas ferias universales.
Previo a su construcción el edificio fue ocupado por el café "La Concordia", el cual fue reconocido por albergar a eruditos de finales del siglo XIX.
Actualmente, una parte del edificio está ocupado por la tienda Zara lo que explica con facilidad la confusión del policía.
A través de esta experiencia me permito recomendar mirar más allá, ser testigos de la magia oculta alrededor del mundo que recorren día a día.
El encargado de resguardar este legado es Refugio Bonillo. Único empleado del lugar a quien todos conocen afectuosamente como Don Cuco.
Relata que empezó como aprendiz de la París hace más de 40 años, cuando era prácticamente un niño. Él considera que la mejor época del establecimiento fue en los setenta.
Durante esos años llegó a tener cinco empleados y más de una decena de comercios competidores tan sólo en el Centro Histórico.
Se enorgullece de la participación de su trabajo en películas como "El Zorro", en producciones de televisión abierta como en diversas telenovelas de Televisa.
La experiencia de las décadas le han dado la capacidad de reemplazar la pieza de un paragüas en tan sólo cinco minutos y de cambiar la tela de otro en apenas una hora.
Es imposible no mirar el brillo en los ojos de Refugio, cuando habla con gran pasión de los procesos que lleva acabo para reparar sombrillas o dar filo a navajas y tijeras.
-Es que uno tiene que amar lo que hace si no nunca lo hace bien, a mí no me gusta hacer esperar a la gente, por eso, he aprendido a trabajar muy rápido-.
Don Cuco expresa preocupado que cuando fallezca no quedará nadie para reparar los paragüas. Debido al poco interés de aprender el oficio, ya que, quienes lo han hecho desertan a la brevedad por la poca remuneración económica.