Revista Metodista nº 222

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Sumario

Revista Metodista Nº 222 Junio/Julio 2018 Publicación de la Iglesia Metodista en el Uruguay (IMU)

Editorial

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Oscar Villagrán: redactor responsable osvillagran@gmail.com

Los discapacitados Carolina Vallejo

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Diseño: Andrea Desalvo andrea.desalvo@gmail.com

Qué hay detrás de los migrantes Raúl Sosa

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Diseño de tapa: Luciana Villagrán luciana-villagran@hotmail.com Revista Metodista (RM) respeta la opinión de sus colaboradores.

Los artículos firmados expresan única y exclusivamente el pensamiento de sus autores. Permitida la reproducción total o parcial de los artículos, citando su fuente.

La herencia del movimiento metodista y la defensa de la vida abundante para todos Magister Pastora Inés Simeone 7

Los disfraces en la comunicación Carlos Valle

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Agradecemos el envío de un ejemplar

Descripción de una identidad masculina sana César Moya 11

Oficinas Centrales: Barrios Amorín 1310 Teléfonos 2413 6552 – 2413 6554 Correo electrónico: iemu@adinet.com.uy

Sostenibilidad ambiental: una perspectiva local para una problemática global Ileana Sosa

Página web: www.imu.org.uy.

Lo complejo y novedoso de ser ateo Aníbal Sicardi

Colaboran en este número: César Moya, Alejandro J. Peláez, Aníbal Sicardi, Inés Simeone, Mariela Soria, Ileana Sosa, Raúl Sosa, Carlos Valle, Carolina Vallejo. Impresión: Artes Gráficas S.A. Porongos 3035 - Tel.: 2208 4888 info@artesgraficas.com.uy Depósito Legal Nº: 361.998/2018

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Las coordenadas de la educación hoy ¿Tarsis o Ninive? Mariela Soria 21 Metodismo con M de Mujer Alejandro J. Peláez

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Editorial

Las expresiones xenófobas hacia los emigrantes, la violencia hacia las mujeres o la destrucción del medio ambiente nos desafían como cristianos a redoblar nuestro compromiso y militancia.

El mes de junio ha estado marcado por el mundial de fútbol jugado en Rusia. Más allá de que nos guste o no el fútbol, hay cosas positivas para rescatar de esta fiesta mundial. Un ejemplo de ello es la convivencia entre hinchas de distintos y variados países, lo que nos hace pensar que la diversidad nos enriquece y nos hace más humanos.

Este número de Revista Metodista les acerca distintas miradas sobre estos temas y otros que están en la consideración de aquellos que buscamos caminos para seguir construyendo un mundo mejor, más fraterno, más justo y solidario.

Pero el mundo no se detiene por el mundial, sigue con sus problemas y mezquindades.

Hasta la próxima.

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Los discapacitados

Carolina Vallejo

de que aún falta mucho por hacer. Distintos países han implementado políticas de avanzada y que han sido modelo para el nuestro. En todas las áreas ha habido reflexión, análisis, búsqueda de conocimiento e intercambio; en fin, se puso el tema sobre la mesa con la mirada en los lejanos años 80. Ha habido un tránsito que permite evaluar para generar nuevas acciones. Estas se organizan y reorganizan continuamente. En este tema las situaciones son todas diferentes en mayor o menor nivel de complejidad. Esto exige tiempo, compromiso, conocimiento y bajar “a la cancha” continuamente sabiendo que la realidad es dinámica.

Hablar de discapacidad y discapacitados es hablar de una realidad a todo nivel, tanto en nuestro país como en otras sociedades. A lo largo de las últimas décadas se han implementado políticas sociales, educativas, económicas y en otros niveles. Hemos pasado de la integración a la inclusión en tanto “ser parte de”. Grandes debates se abrieron en los 90 sobre si era integración o inclusión; una palabra desplazando a otra. Al parecer la escuela canadiense se impuso y comenzamos a hablar de inclusión. Llegó el momento de usar la expresión “personas con capacidades diferentes”, para luego volver a usar la expresión de otros tiempos: discapacidad.

Es así que hoy la prédica es por una sociedad inclusiva no solo para la discapacidad, sino para otros colectivos. Sin lugar a dudas ha habido logros, pero falta… y es bueno que falte. Ese faltante lleva al pienso, a la acción, a la reflexión. Han existido los discapacitantes de siempre y es bueno que existan porque en lugar de paralizar nos impelen a una mayor arremetida, a una mayor lucha, a una mayor rebeldía. Son aquellos que prefieren mirar para el costado o poner limitantes a los procesos. Como dicen ahora, no son positivos.

Idas y venidas continuas han permitido construir un campo de conocimiento en la teoría y en la acción. Se han sucedido muchos nombres: Vigotsky, Piaget, Eloísa García Echegoyen, de Lorenzo, Nicola Cuomo, Nuria Illán Romeu, entre otros. Cada uno en su espacio y tiempo ha buscado y ha aportado hacia la inclusión en un proceso de idas y vueltas.

Ahora bien, esto debe llevar a pensar sustancial e imperiosamente en la necesidad de un cambio de mentalidad. Dicho cambio se logra sin recetas, poniendo el conocimiento en debate, con fundamento teórico, bajando la teoría a tierra, discutiendo, reflexionando. Hoy hay mucho conocimiento, pero las preguntas que deben increparnos son: ¿hay reflexión?, ¿hay apropiación del conocimiento? En fin, la lucha debe continuar…

Las políticas educativas, sociales, laborales y económicas han realizado un proceso de menos a más. Pero, debido a que los uruguayos miramos el medio vaso vacío, sabemos que todavía hay un claro reconocimiento

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Qué hay detrás de los migrantes

Raúl Sosa

Un fenómeno cada vez más relevante

un mundo extremadamente hostil que desplaza y desaloja a millones de su tierra y de sus raíces familiares y culturales.

Un dato que hoy no podemos desconocer y que sin duda desafía a la reflexión es el crecimiento notorio del fenómeno migratorio en nuestro país y en todo el mundo. En el Uruguay, en el último tiempo, hemos pasado de ser un país de emigración a uno de inmigración; tanto que en los últimos tres años el organismo estatal correspondiente otorgó más de 30.000 residencias1.Esta misma tendencia creciente se constata a nivel mundial de manera aún más aguda: según cifras de la ONU, los migrantes internacionales actualmente superan los 232 millones de personas2. Para visualizar la magnitud de este fenómeno, podríamos decir que si reunimos a todas las personas que en los últimos tres años obtuvieron la residencia en Uruguay, holgadamente ocuparían más de medio estadio Centenario. Y si se reuniera a esos más de 232 millones de migrantes a nivel mundial, conformarían el quinto país más poblado del planeta.

De la hostilidad a la hospitalidad En la Biblia encontramos muy presente la problemática de los migrantes porque bien podríamos decir que ella es el testimonio de la fe de un pueblo que descubre a Dios en la búsqueda, muchas veces dolorosa y siempre esperanzada, de una tierra nueva. Por esa razón, el texto bíblico nos desafía a emprender un tránsito de corte pascual, un tránsito de fe, que nos lleve de la hostilidad a la hospitalidad. Para orientarnos en ese peregrinar, con la misma ansia y urgencia que los migrantes emprenden el suyo, la Biblia traza las líneas principales de lo que podríamos denominar una “ética de la hospitalidad”. Estas líneas comienzan a esbozarse a partir de Levítico 19:33 y 34:

Pero lo que más debe conmover y sacudir nuestra conciencia no son las cifras, de por sí escalofriantes, sino las causas que provocan este fenómeno cada vez más significativo. En su inmensa mayoría, la gente deja su tierra, su comunidad y su familia tratando de huir de la violencia desatada por los conflictos bélicos o por diversos tipos de persecución (política, étnica, religiosa, etc.); o intentando escapar de la miseria en la que se han visto hundidos por la esquilmación de los recursos naturales, generalmente a manos de intereses foráneos; o bien tratando de superar la pobreza provocada por una realidad de injusticia, desigualdad y exclusión. Pero todas estas razones son el resultado de una causa mucho más profunda y estructural: una concepción del ser humano basada en el sometimiento del otro, que se plasma en un sistema que consagra la desigualdad, la pobreza y la exclusión de la gran mayoría de los habitantes del mundo. En síntesis, la razón última del presente fenómeno migratorio es que hemos construido

Cuando el extranjero habite con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis. Como a uno de vosotros trataréis al extranjero que habite entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Aquí ya comienzan a vislumbrarse algunos trazos de esta ética de la hospitalidad: la justicia –no lo oprimiréis–; la inclusión –lo trataréis como a uno de vosotros–; el amor –lo amarás–; y la empatía –porque extranjeros fuisteis–. Pero el texto donde estos trazos cobran mayor cuerpo es Romanos 12:9-16: El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid lo bueno. 10Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. 11En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; 12gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en 9

1 Esta cifra no incluye a las personas que ya están en nuestro país pero que aún tienen su documentación y residencia en trámite. 2 La ONU registró 232 millones en 2013, superando en 41 millones los migrantes registrados en 2005.

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se pone en juego la persona toda y, consecuentemente, el sujeto ético es integralmente afectado y transformado por ella. La hospitalidad atraviesa revulsivamente el plano de las prioridades, de los valores, de la vida espiritual y de la posición que se adopta con relación a los demás. En efecto, la ética de la hospitalidad transforma y nos transforma. Para decirlo sintéticamente, ser hospitalarios nos hace más humanos. - Una ética de la bendición. Para Pablo, así como para el resto de los autores bíblicos, la bendición que se prodiga sirve de anclaje para el proyecto salvífico de Dios; desde el primer llamado en la persona de Abram, el pueblo de Dios está convocado a ser agente de bendición. Dice Gn 12:3: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Vale la pena, entonces, recurrir a la palabra griega para entender mejor el desafío que Pablo presenta. Bendición en griego es eulogeo, y al igual que nuestra palabra “elogio” –derivada de este término griego– significa enaltecer, conferir relevancia, dar dignidad. Por tanto, en la hospitalidad hay bendición porque ella dignifica a los humillados, le hace justicia a los explotados y restaura a las víctimas de la violencia. Los que han perdido mucho más que su lugar reclaman, con su sola presencia, esta bendición.

la oración. 13Compartid las necesidades de los santos y practicad la hospitalidad. 14Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. 15Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. 17 No paguéis a nadie mal por mal… No es casual que el llamado a practicar la hospitalidad esté en el centro del texto; esto remarca la importancia que tiene para Pablo como expresión de fidelidad a ese Dios que es “Padre de todos, sobre todos, por todos y en todos” (Ef 4:6). Aquí me limitaré a señalar cuatro componentes de la ética bíblica de la hospitalidad, que retoman lo planteado por Romanos.

- Una ética que rompe la espiral de la violencia. Precisamente a eso apunta Pablo cuando dice “bendecid a los que os persiguen” y “no paguéis a nadie mal por mal”. Está claro que Pablo no habla de adoptar una actitud de sometimiento ante la hostilidad y la violencia, sino todo lo contrario; convoca a una postura de tal dignidad y firmeza en las convicciones que es capaz de colocarse por sobre la situación y poner en evidencia la iniquidad y bajeza de aquel que está cautivo de su propia violencia. La hospitalidad se abre paso en medio de la hostilidad cada vez que alguien se decide, desde una actitud de afirmación de la equidad, a desactivar la espiral de agresión y maltrato.

- Una ética que da densidad a la relacionalidad. Los vv. 9 y 10 plantean el valor transformador de los vínculos de amor, solidaridad, fraternidad, confianza y apoyo mutuo. Cada vez que se apuesta a la construcción de este tipo de vínculos, se contribuye a romper los encierros en que suelen caer las poblaciones receptoras de migrantes por recelo y temor, y que también se instalan entre los migrantes como un acto reflejo. Los vínculos comunitarios fomentan la comunicación, la participación y la inclusión. Desde esa suerte de micropolítica del contacto y del acogimiento, los vínculos se convierten en potentes edificadores de convivencia social y de relaciones de vecindad.

De manera que lo que hay detrás de la mayoría de los migrantes –respondiendo al título– es un mundo estructuralmente basado en la injusticia, la inequidad y la exclusión; pero también ellos son la cara visible de un gran desafío que confronta nuestro ser y hacer cotidiano: el desafío de la hospitalidad.

- Una ética del amor integral. Los vv. 11-12 y 1516 ayudan comprender que en la hospitalidad REVISTA METODISTA N° 222 - Junio/Julio 2018

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La herencia del movimiento metodista y la defensa de la vida abundante para todos

Magister Pastora Inés Simeone

Para tratar el tema de los Derechos Humanos desde la génesis del metodismo se deben recordar escritos de Juan Wesley (fundador del metodismo) en los cuales se describen acciones: • • • • •

Wesley, al predicar la justificación y renovación del alma por medio de la fe en Cristo, desafió a muchos integrantes de las clases carenciadas -en el medio de un contexto violento- transformándolos en cristianos fervorosos y fieles. Afirma Mortimer Arias en el texto “Wesley de los pobres” que:

contra la esclavitud; en defensa de los presos; hacia enfermos; para abrir espacio buscando el crecimiento de las mujeres (en un tiempo en el cual eso no se hacía); de atención y defensa de niños y niñas desatendidos, explotados por las industrias nacientes, ofreciéndoles oportunidades de educación a quienes no las tenían.

El tema de los pobres es inseparable del ministerio del fundador del Metodismo y del Movimiento Metodista original.... Wesley nos dejó, además, un ejemplo y un modelo de compromiso: con el evangelio y con los pobres. El propio Juan Wesley decía que:

En 1729, en el “Club Santo” ubicado en Oxford, Inglaterra, un grupo de estudiantes organizados -del cual participaban muchos de los miembros fundadores del movimiento metodista-, fieles a sus teorías y creencias se dedicaban a visitar la prisión local, acompañar viudas y enseñar. Defendían -sin hablar de Derechos Humanos- a quienes se encontraban al margen de la sociedad.

Nada puede ser peor para una persona que, después de una larga y difícil jornada de trabajo, regresar a una casa pobre, fría, sucia, sin comodidad, y allí no contar ni con los alimentos necesarios para recuperar las energías... En su famoso sermón “El Casi Cristiano”, predicado en Oxford en 1741, Wesley dice que:

La intención de Juan Wesley y de quienes lo siguieron, al formar e incentivar grupo activos en servicio, era mover el accionar de una Iglesia oficial decadente como la de aquel tiempo (siglo XVIII). La preocupación primordial era servir plenamente a Dios, siendo la santificación el objetivo de la redención y de la vida cristiana, y la fe el único camino para alcanzarla. La fe a la cual se refiere es una fe viva, vívida (hecha acción) y no una mera aceptación oral de las doctrinas de la Iglesia.

A la pregunta, ¿Qué más está implicado en ser un cristiano completo?, yo respondo: (I.) 1. Primero, el amor a Dios. Porque así dice Su palabra: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas.” Un tal amor es este, que cautiva el corazón entero, que toma posesión de todos los

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afectos, que llena la capacidad entera del alma, y usa todas sus facultades. El que ama al Señor de esta manera, su espíritu se deleita continuamente en su Salvador, el Señor es su todo, y todos sus deseos son hacia Dios, y su corazón clama todo el tiempo: “¿A quién tengo en el cielo sino a ti? y no deseo nada en la tierra aparte de ti”. No puede desear otra cosa, porque “él es crucificado para el mundo, y el mundo para él”.

Cosas muy excelentes se dicen de ella en la palabra de Dios. “Cada uno que cree”, dice el discípulo amado, “es nacido de Dios.” “A los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” Y “esta es la victoria que venció al mundo, nuestra fe.” Sí, nuestro Señor mismo declara: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; y no viene en condenación, sino ha pasado de muerte a vida”. O sea, para los primeros metodistas, cualquier acción hacia otros debe partir del amor hacia Dios y al prójimo.

(II.) 2. Lo segundo que está implicado en ser un cristiano completo es el amor al prójimo. Si alguien pregunta ¿Quién es mi prójimo?, respondemos: Toda persona en el mundo. Ni podemos exceptuar a nuestros enemigos, o a los enemigos de Dios. Cada cristiano les ama a ellos también como a sí mismo, sí, “como Cristo nos amó a nosotros”. El que quisiera comprender más completamente la clase de amor que es este, que considere la descripción por Pablo. Es “sufrido y benigno”. “No tiene envidia”. “No es jactancioso” el que ama así, se hace a sí mismo el último y el siervo de todos. El amor “no hace nada indebido”, sino se hace “todo para todos”. “No busca lo suyo”, sino solamente el bien de los demás, para que sean salvos. “El amor no se irrita, no guarda rencor” (el que tiene rencor, tiene falta de amor). “No es malpensado. No se goza de la injusticia, sino se goza de la verdad. Cubre todo, cree todo, espera todo, soporta todo”.

Cuando el metodismo llegó a Estados Unidos se institucionalizó como Iglesia y continuó, en muchos ámbitos, luchando por la vida abundante para todos. No es casualidad que muchos hayan luchado por la liberación de esclavos, que se hayan organizado para ayudar a los fugitivos de la esclavitud, que hayan participado de luchas por derechos de trabajadores y trabajadoras, de mujeres y de la niñez. Es una característica de las Iglesias Metodistas en América Latina darle énfasis -desde su llegada- al tema de la educación. En África y muchos lugares de Asia el énfasis fue en el área de la salud. En ambos casos en medio de contextos hostiles a la educación o la salud para todos. El legado recibido del mensaje de Jesús y la interpretación-acción de los primeros cristianos y del movimiento metodista (entre otros) nos compromete a repensar nuestra práctica religiosa hoy. ¡Un enorme desafío!

(III.) 3. Algo más tenemos que considerar aparte, aunque no se puede separar de lo dicho; y este es el fondo de todo: la fe.

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Los disfraces en la comunicación

Carlos Valle

Entre las recomendaciones que C.S. Lewis incluye en sus Cartas a un diablo novato, destaca aquella en la que lo exhorta a que procure demostrar que no existe. La certeza que la gente tenga de su no existencia le permitirá moverse sin dificultades y realizar aquellas cosas que desee sin encontrar impedimentos o resistencias. El mundo actual de las comunicaciones es un mundo de muchos intereses que han aprendido bien esta regla básica y la aplican utilizando todos los recursos que tienen a su alcance. Así, las comunicaciones modernas se presentan como aportes bondadosos para la sociedad y no como un problema.

del gobierno solo buscan beneficiar al pueblo. Pero, no se trata de que están procurando transformar el mundo, como decía Bertolt Brecht, sino de hacerles olvidar por un momento la miseria. Habría que preguntar si los diversos problemas que aquejan a nuestro mundo tienen algún núcleo conductor y aglutinante, ya sea tanto los derechos humanos como la deuda externa, el racismo, la ecología o el lugar de la mujer, entre otros. Lo cierto es que corresponden a una manera de entender la vida y la sociedad que abarca la justicia, la paz y el bienestar de los pueblos. Por eso se considera que cualquier afectación al sistema actual de la sociedad no proviene de sí mismo, sino de elementos extraños que vienen a erosionar su propia integridad. Una ancestral ideología con resabios de cultura cristiana puja por absolutizarse abortando todo intento de crítica.

Como toda auténtica tentación, las comunicaciones masivas se presentan como un bien necesario al que se tiene derecho. No se imponen, sino que apelan a las necesidades humanas. Resulta por demás simple compartir sus posturas. ¿Será este uno de los motivos por los cuales, en muchos sectores, se manifiesta una actitud pasiva a lo que comunican? Sabemos que los creadores de ilusión no están interesados en responder a reclamos. Los utilizan como una pantalla para ocultar sus verdaderos propósitos. Por ello inducen a creer que las acciones

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Tal sistema, lo sabemos, está basado en el poder y en su concentración. Promueve el incentivo del lucro. Estimula el consumo. Procura la seguridad de los poderosos y la sumisión de los muchos. Se maneja a partir de la internacionalización de su sistema económico, desarrollando una penetración colonial. Se sustenta en los intereses de las élites locales dominantes y ejerce su gobierno por medio del control y la represión social. Desarrolla una técnica precisa de corrupción a distintos niveles, mientras se auxilia con cierta justicia para dominar a los espíritus rebeldes. Sabe cómo desvalorizar las culturas autóctonas y descalificar a los movimientos populares. Conoce la fragilidad de la naturaleza humana y utiliza varios cebos para atraer y minar los esfuerzos y la voluntad de cambio.

Lo que para algunos es un peligro y una amenaza un tanto lejana, en varios otros países del mundo es una catástrofe que están sufriendo los pueblos desde hace mucho. Las probabilidades de vida se han ido limitando para millones por falta de trabajo, desnutrición y enfermedades. Son víctimas de la rapiña, económica y política, y muchas veces también religiosa, cuyos efectos hoy se expanden a las sociedades que las han generado. Ya no es suficiente referirse a esos problemas en términos generales. Hacerlo sería ocultar su verdadero origen y evitar denunciar responsabilidades. Pero la realidad universal de muchos problemas no debería hacer olvidar que no se puede acceder a un camino de solución sin partir del hecho de que justicia, paz y bienestar del pueblo son elementos inseparables.

Este sistema necesita para poder funcionar, entre otras cosas, un elemento de conexión que verifique y convalide su razón de ser y su permanencia. El mundo moderno ya hace tiempo ha encontrado una respuesta: las comunicaciones. Por eso, la concentración acentuada en el poder de la información se convierte en un arma sumamente poderosa para anular toda expresión del derecho humano a comunicarse. La información se pone al servicio de una estrategia de dominación y se acentúan los valores que predominan en los centros de poder. Se busca, así, neutralizar toda posibilidad de que el pueblo se exprese libremente.

No hay camino de restauración si no se comienza desde la perspectiva de los sectores más desprotegidos, muchos de los cuales están desconcertados por el silencio al que han sido condenados, y con quienes hay que empezar a construir la comunidad. + (PE/ P12)

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Carlos A. Valle: Comunicador social. Ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas (WACC).

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Descripción de una identidad masculina sana

César Moya (Colombiano, pastor menonita residente en Quito/Ecuador)

Introducción

tificada como opresora, poderosa y controladora de la situación del resto de los seres del mundo.

Los estereotipos que nos ha impuesto la sociedad, con sus relaciones y su cultura, nos han llevado a asumir una identidad masculina que no es coherente con la búsqueda de la paz, la justicia, la equidad, la igualdad, el empoderamiento y la libertad de las mujeres en el mundo, así como la de otros individuos que no se identifican con unos u otras. Replantear la masculinidad que ha traído modelos dominantes y opresores es una urgencia para quienes creemos que un mundo de iguales, no solo en discurso sino en acciones, es posible.

Una identidad masculina sana, entonces, debe empezar por confrontarse consigo misma, rompiendo el paradigma que el sistema de injusticias ha mostrado como válido e incuestionable. Un modelo que ha sido legitimado por las ideologías dominantes, así como por las teologías conservadoras y fundamentalistas. Ante esta situación, una identidad masculina sana debe trabajar contra esas injusticias, empezando por replantear su propio modelo de masculinidad. Una masculinidad que trabaje por la igualdad de hombres y mujeres, como contracorriente al sistema de injusticias que prevalece en el fondo de las identidades masculinas y femeninas. Por encima de los modelos que han sido fortalecidos por la tradición, empezando por la casa, debe trabajarse en la construcción de un modelo donde se busque el bien común.

¿Cómo debe ser una identidad masculina sana? ¿Qué aspectos debe tener en cuenta? Estas preguntas me propongo responder en este escrito, basado en las ideas de hombres y mujeres que cuestionan e invitan a replantear la masculinidad para nuestros días. Presentaré ocho aspectos que debe incluir una masculinidad sana, reconociendo que el diálogo sigue abierto. Espero que este trabajo traiga esperanza y cambio de mentalidad a muchos hombres y mujeres que aún creemos en una sociedad de iguales.

2. Reconocer que tanto varones como mujeres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Dentro de un contexto eclesial y religioso, es importante resaltar esta afirmación hecha en el Génesis: “Y creó Dios al ser humano a su imagen y semejanza, a imagen de Dios lo creó. Varón y hembra los creó” (Gen 1:27 VRV). El error se ha presentado al leer este texto de forma unilateral “Y creó Dios al hombre”, olvidándose de lo que sigue y de la connotación genérica de ser humano. Dicha lectura ha llevado a colocar al varón por encima del resto de la creación, siguiendo el orden jerárquico Dios-varón-mujer-niños/niñas, lo cual, como dije anteriormente ha querido legitimar la desigualdad de género y sexo.

1. Conciencia por los problemas del mundo. Una identidad masculina sana no debe dejar de lado la problemática del mundo actual manifiesta en las injusticias del sistema, especialmente contra los más débiles de nuestra sociedad. Estas injusticias van de la mano con la violencia de todo tipo. Además, en esas injusticias que marginan a las mujeres y otros polimorfismos diferentes al masculino, está presente la masculinidad que ha sido iden11

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Otro error es el de haber limitado la imagen y semejanza de Dios a un cuerpo físico: ojos, manos, pies, etc., olvidándose de la imagen de justicia, de creatividad, de amor, de solidaridad, de paz, de respeto, de igualdad. Lo anterior ha llevado a hacer lecturas inapropiadas para los contextos de marginación y opresión de nuestros pueblos, haciendo que el varón asuma roles de victimario opresor sobre otros hombres y, en especial, sobre las mujeres. Una identidad masculina sana asume su creación y la de los otros seres humanos, incluidas las mujeres, como una creación de iguales y para la igualdad, donde cada uno y cada una cumple el papel de velar por las necesidades del otro y las de la otra. Donde la imagen y semejanza de Dios no se relaciona solo con una imagen de hombre o de mujer, sino con una imagen de justicia, de paz, de amor, de solidaridad, de equilibrio, de igualdad y de respeto a la diferencia. Una diferencia enmarcada dentro del bienestar de toda la creación, incluidos los seres humanos. Por eso, la masculinidad sana debe entender que cuando se oprime al otro o a la otra, se está distorsionando y desdibujando la imagen de Dios, de ese Dios de igualdad y de justicia.

en identidad sexual y de género dentro de la comunidad a la que pertenecen. 4. Separar la identidad masculina del modelo patriarcal. La identidad masculina ha estado relacionada con el modelo patriarcal. De ahí que el poder y la autoridad se han asociado a la identidad masculina, desconociendo lo que es diferente a esta, tanto en lo público como en lo privado. Este modelo ha enseñado e impuesto como indicadores de virilidad la riqueza, el poder, la posición social, las mujeres atractivas, así como en el ámbito sexual el estar siempre listos a tener sexo, tener siempre el pene erecto, estar siempre dispuestos a eyacular, siempre dando satisfacción sexual a las mujeres. Igualmente, se identifica dentro de este “modelo” el que nunca ha sido rechazado o traicionado por una mujer, el que ha tenido éxito en el trabajo y en lo económico, el que vive en el desafío permanente del peligro y la negación de los procesos de duelo, entre otros. De manera más concreta, este modelo patriarcal ha construido unas jerarquías sociales en las cuales los varones ejercen poder, control y dominio sobre las mujeres. Todo lo anterior se transmite en la cultura como la verdad y como el marco de referencia dentro del cual conducirse “normal y legalmente”. Dado lo anterior, el modelo de patriarcado asumirá la coherencia entre sexo, género, identidad de género, orientación sexual y prácticas sexuales, sin dar cabida, dentro de cada categoría, a lo que no sea masculino. En otras palabras, sin aceptar, ni siquiera como posibilidad, una combinación de estos componentes que pudiera dar origen a diversas manifestaciones de la masculinidad.

3. Respeto a la diferencia sexual y de género. En las culturas patriarcales se ha transmitido que, por un lado, los dos únicos géneros válidos y aceptados son el masculino y el femenino, y por otro, que el género masculino debe ser respetado por los demás, pues es superior a los demás. Las variantes que se enmarquen dentro de lo socialmente identificado y estereotipado como masculino y femenino son consideradas aberración o degeneración, por lo tanto, es considerado inferior y no digno de reconocimiento ni aceptación.

La identidad masculina sana, entonces, aceptará maneras diferentes a las del modelo patriarcal de ser hombre, sin despreciar lo que es femenino u otros polimorfismos y posibles combinaciones de género, identidad de género, orientación sexual y prácticas sexuales. Así mismo, una identidad masculina sana separada del patriarcalismo debe cuestionar y rechazar las estructuras de poder y dominación de los hombres, pues estas impiden la igualdad respecto de las demás identidades de los seres humanos, especialmente respecto de la identidad femenina. Esta separación de la masculinidad respecto del modelo patriarcal debe producir hombres que se identifiquen con el sufrimiento de los demás, sin distinción de sexo y género, así como hombres que se solidaricen con quienes viven sumidos en las injusticias del sistema, y que

Contrariamente a lo que nos ha sido impuesto por el modelo patriarcal, donde la identidad sexual y de género válida y reconocida es la masculina, mientras que las demás identidades con todas las variantes polimórficas se desacreditan y devalúan, una identidad masculina sana respeta la diferencia en estos dos aspectos, valorando y reconociendo a los seres humanos no solo por sus funciones y roles, sino por el hecho de ser personas. La identidad masculina sana dialoga con otras identidades y tiene apertura para aprender y saber más acerca de ellas. Esto sucede cuando se toma conciencia de los polimorfismos que existen en los seres humanos. Este respeto mantiene la inclusión de quienes son diferentes

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busquen la liberación de la opresión social, cultural y psicológica a la que han estado sometidos por siglos, como consecuencia de un sistema de dominación como el patriarcado. En otras palabras, no es posible una identidad masculina sana si no se rompe con el modelo patriarcal. Seguir sometido a este producirá una masculinidad cada vez más deforme y alejada respecto de lo que realmente debería ser.

ser femenino en género sexual, por poner un ejemplo entre las diferentes combinaciones que se pueden dar. Entendiendo esta situación desde la genealogía, cada individuo es lo que es y no necesariamente masculino o femenino, en el sentido pleno de los vocablos. De ahí que, una identidad masculina sana debe aceptar tales combinaciones posibles como algo natural, tanto en sí mismo como en otros.

5. Responder a la pregunta sobre cómo se siente: hombre o mujer.

6. Aprecio por lo femenino. Una conocida afirmación social en cuanto a la masculinidad es que para que un individuo pueda identificarse con lo masculino, ha de alejarse de lo femenino. Como la identidad masculina trata de formarse negando la identificación con lo que considera femenino, los varones mantienen durante toda su vida una lucha contra las características femeninas que pueden existir en sí mismos, a fin de preservar su masculinidad. Por esto se rechazan la apariencia física, las actitudes, comportamientos y roles femeninos que pudieran aparecer en sus vidas, y en la vida de otros individuos considerados socialmente masculinos, y se genera el desprecio y la marginación de lo que no es masculino como identidad reconocida socialmente. Lo que esto produce, finalmente, es un deseo de sometimiento de lo que es diferente, por considerarlo inferior a la pretendida identidad masculina.

La sociedad ha estereotipado lo masculino de manera inflexible, a tal punto que quien se salga de los convencionalismos conocidos es identificado como homosexual. De la misma manera, quien tiene una identidad sexual o de género diferente a ese modelo convencional es marginado. Así, todos llegamos a pensar que los hombres y las mujeres somos fácilmente diferenciables y que, por lo tanto, es fácil decir quién es hombre y quién es mujer. Todo como un proceso de aprendizaje y de enseñanza de lo que es ser hombre o de lo que es ser mujer en culturas predominantemente patriarcales y androcéntricas. Lo anterior lleva a la lucha por expresar y reconocer su identidad en aquellos individuos que son identificados socialmente como pertenecientes a determinado género o sexo, pero que no se sienten incluidos dentro de esa identificación social. Por esto es importante que cada individuo tenga su identidad, no solamente como hombre o mujer, sino respecto de otras posibilidades identificatorias.

La identidad masculina sana debe aprender a apreciar e interiorizar lo femenino. Debe perder el miedo a mantener su identidad con la madre y reconocer que en sus inicios su identidad fue femenina, dada la relación, especie de simbiosis, que le unía a aquella; y no debe aprender la identidad masculina rechazando la femenina que fue forjada por su madre. La identidad masculina sana debe desligarse de los estereotipos negativos que se han asignado a lo femenino para desvalorarlo y despreciarlo, y que han sido desmentidos por la ciencia.

La identidad masculina tanto como la femenina, y lo que podrían llamar algunos “ambigüedades”, no se construyen en un solo momento de la vida; al contrario, se dan a lo largo de la existencia, incluidas todas las áreas, desde las genéticas hasta las sociales. Es decir, en este proceso de identidad sexual juegan un papel muy importante disciplinas como la genética, la endocrinología, la anatomía, la fisiología, la neurología, la psicología, la sociología y la antropología. Así, estos elementos y su interacción muestran el desarrollo del sexo y del género a lo largo de todo el ciclo vital del ser humano. El desarrollo dentro del vientre materno no determina por sí solo la identidad masculina o femenina, sino el desarrollo, mucho más decisivo, que se da fuera del vientre. Cada individuo se convierte en una síntesis de todas las posibilidades de identidad sexual y de género. Así mismo, dada la posibilidad de múltiples combinaciones de determinantes de género e identidad sexual, el individuo resultante no tendrá la misma identidad en cada determinante. Es decir, puede tener una identidad masculina de género cromosomal, pero

7. Asumir roles de acuerdo con el contexto. La convivencia social a través de la historia ha prescrito roles distintos para hombres y mujeres y, por qué no, para quienes están calificados como “ambiguos”. Así, por ejemplo, a la mujer se le han asignado los roles domésticos, destinados a la casa y al hogar, como el cuidado de los hijos e hijas, los oficios domésticos de lavar, planchar, barrer, cocinar, etc., mientras que a los hombres se les han asignado papeles fuera de la casa, como trabajar, hacer negocios, ejercer la política, estudiar, etc., etc.

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Si un hombre llega a ejecutar las funciones que la sociedad ha estereotipado como propias de las mujeres, se cuestiona su masculinidad, y se puede llegar a tildarlo de homosexual. Así mismo, si una mujer ejecuta las funciones que la sociedad ha atribuido a los hombres, comienza a ser catalogada como marimacho. Pero ha de saberse que ejecutar dichos roles es parte del “desarrollo normal” del individuo hombre o mujer, y no hacerlo acarreará consecuencias negativas para su identidad masculina o femenina.

Las mujeres requieren empoderarse para ser respetadas, para no ser violentadas, para acceder a los recursos y los bienes, y para vivir en libertad. Este poderío se logrará con un marco ético que consista en la compensación, la reparación, la equidad y la justicia. Para lograrlo, hay que cambiar, no solo la mentalidad femenina, sino la de los hombres. De ahí que una identidad masculina sana sea aquella que se compromete con el empoderamiento y libertad de las mujeres. Que se compromete en la lucha contra las instituciones que mantienen a la mujer en la precariedad y la consiguiente dificultad de vivir con dignidad y que les hace creer que deben vivir en sumisión y opresión. Se trata de comprometerse en la creación de un nuevo orden con equidad, justicia e igualdad.

Lo más triste es que la asignación a las mujeres, de parte de la sociedad, de roles “específicos”, ha provocado su marginación respecto de la vida pública y de la toma de decisiones, así como de la participación política; ello ha tenido como consecuencia graves desventajas para la mujer en lo relativo a su participación democrática, su capacitación académica y la posibilidad de ocupar cargos políticos, entre otros. La identidad masculina sana desarrollará funciones de acuerdo con las necesidades del contexto y no por los estereotipos que la sociedad patriarcal ha impuesto. Siendo así las cosas, un hombre puede desarrollar roles que se han asignado socialmente a las mujeres; y viceversa, muchas mujeres desarrollarán funciones que les fueron asignadas socialmente a los hombres.

Conclusiones La masculinidad estereotipada por nuestras sociedades y culturas ha favorecido las injusticias e inequidades en el mundo. Dado lo anterior, es urgente y necesario replantear la masculinidad que busque la construcción de una sociedad justa y de igualdad entre hombres y mujeres y otros individuos que no se identifican plenamente con unos o con otras. Una masculinidad sana debe incluir, entre otros, los siguientes aspectos:

La masculinidad no consiste, entonces, en cumplir o dejar de cumplir ciertos roles. Consiste en ejercer roles que, de acuerdo con las necesidades del contexto cultural, propendan a generar relaciones de equidad y justicia. De esta manera, se expresará una identidad masculina sana.

1. Conciencia de los problemas del mundo. 2. Reconocimiento de que tanto hombres como mujeres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.

8. Comprometerse en el empoderamiento y libertad de las mujeres.

3. Respeto a la diferencia sexual y de géner 4. Separación de la identidad masculina respecto del sistema patriarcal.

Esto tiene que ver con lo mencionado antes respecto de no seguir el sistema patriarcal, y, concretamente, respecto de la democracia genérica, es decir, del replanteamiento del modelo patriarcal a fin de enfrentar con éxito los problemas del mundo. La democracia de género se basa en la igualdad, la equidad, la justicia y la libertad. Para lograrla, los hombres requieren trabajar en la búsqueda de una renovación de la cultura sustentadora de modelos patriarcales y opresores. Las políticas neoliberales han producido la marginación de muchas mujeres, así como en otras áreas de la vida, como la educación y la política, han sido privilegiados los hombres. Por estas razones, se hace necesario que las mujeres se empoderen desde su identidad de género, con el fin de cambiar el orden social y la cultura, y, por ende, el modelo patriarcal.

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5. Respuesta a la pregunta sobre cómo me siento: hombre o mujer. 6. Aprecio por lo femenino. 7. Asunción de roles que exija el mejoramiento del contexto social y cultural. 8. Compromiso hacia el logro del empoderamiento y la libertad de las mujeres.

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Sostenibilidad ambiental: una perspectiva local para una problemática global Ileana Sosa Bioquímica

De acuerdo con las Naciones Unidas (ONU), el desarrollo sostenible se define como el desarrollo capaz de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades. Para alcanzarlo, es necesario armonizar tres elementos fundamentales: el crecimiento económico, la inclusión social y la protección del medio ambiente. (1)

que podamos tomar desde nuestro lugar nos parece insignificante, y quedamos entonces paralizados y resignados a la inacción. No obstante, estas dificultades no son insalvables y no deben servirnos de excusas para no involucrarnos. Muy por el contrario, este estatus de crisis global debe ser entendido y aprovechado como una gran oportunidad para el cambio. Para un cambio profundo y transversal, un cambio de paradigma en la manera de relacionarnos con el prójimo y con la Creación toda que, de alguna manera, es también nuestro prójimo. Un cambio de paradigma que, según plantea el teólogo brasileño Leonardo Boff, debe estar cimentado sobre una ética del cuidado.

En septiembre de 2015 más de 150 gobernantes y jefes de Estados se reunieron en la histórica Cumbre del Desarrollo Sostenible, en la que aprobaron una agenda con 17 grandes objetivos de aplicación universal que apuntan a lograr un mundo sostenible para el año 2030.

Y, precisamente, dicho cambio ético debe surgir y manifestarse a nivel individual, a nivel de nuestras familias y comunidades de fe.

Nos dice también la ONU que, para lograr esas metas, todo el mundo tiene que hacer su parte: los países ricos y los países en vías de desarrollo, los gobiernos, las empresas y la sociedad civil en general, dentro de la que se encuentran las iglesias y las organizaciones ecuménicas.

Dice Boff en su libro El Cuidado esencial: «El cuidado de la Tierra representa lo global. El cuidado del propio nicho ecológico representa lo local. […] Para ello cada persona tiene que descubrirse como parte del ecosistema local y de la comunidad biótica, tanto en su aspecto de naturaleza como en su dimensión de cultura. Necesita conocer a los hermanos y hermanas que comparten la misma atmósfera, el mismo paisaje, el mismo suelo, los mismos manantiales y las mismas fuentes de alimentación; necesita conocer el tipo de plantas, animales, aves, peces y microorganismos que conviven en aquel nicho ecológico común; necesita conocer la historia de esos paisajes, visitar los ríos y las montañas, frecuentar sus cascadas y cavernas; necesita conocer la historia de los pueblos que han vivido su historia y construido su hábitat ahí, cómo han trabajado la naturaleza, cómo la han conservado o saqueado.

Sin embargo, muchas veces cuando leemos las noticias de estos grandes eventos o escuchamos nombrar fenómenos como cambio climático, efecto invernadero, soberanía alimentaria, etc. nos parecen lejanos y ajenos a nuestra cotidianeidad. La crisis del medio ambiente es sin duda una crisis global, y como tal, nos incluye. Pero lo que ocurre a menudo con ese carácter de globalidad es que, si bien afecta a todos, la responsabilidad de encontrar soluciones no es de nadie; o mejor dicho, es siempre endilgada a otro: a los países desarrollados, que con siglos de industrialización son los que principalmente han contribuido a esta crisis; a la comunidad científica, que podría tener la capacidad de desarrollar soluciones tecnológicas para paliar el daño causado; a nuestros líderes y gobernantes, que son quienes tienen el poder de decisión.

Todo esto significa cuidar del propio nicho ecológico, experimentarlo con el corazón, como una extensión o prolongación del propio cuerpo; descubrir las razones para conservarlo y promover su desarrollo».

Un segundo problema, asociado a ese carácter global de la crisis ambiental, es que se nos puede representar como algo tan inconmensurable que cualquier medida

1 - http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/la-agenda-de-desarrollo-sostenible/

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En este sentido, vale la pena revisar algunos datos de la realidad de nuestro país, para comprobar que el Uruguay no es ajeno a las problemáticas ambientales y para reafirmar la importancia de asumir la responsabilidad que tenemos para con nuestro nicho ecológico. • Entre el año 2000 y 2011 ha descendido el número de pequeños productores con predios de entre 1 y 100 hectáreas y han aumentado las grandes explotaciones de 2500 hectáreas en adelante. Este proceso de concentración de la tierra se encuentra ligado también a un fenómeno de extranjerización de los capitales dueños de esas explotaciones. (2) •

doméstico en condiciones de higiene y seguridad precarias, y participa de la misma todo el núcleo familiar, incluidos niños y niñas. (6) Una vez más, esta realidad -aunque ahora sí más cercana- quizás puede seguir pareciéndonos fuera de nuestro alcance de incidencia. Pero no es así. Todos podemos (y debemos) implementar cambios en nuestro estilo de vida y en nuestra conducta diaria que testifiquen y promuevan una ética del cuidado. He aquí algunos ejemplos:  Hacer un uso cuidadoso y racional del agua.  Clasificar los residuos domésticos, proponiéndonos aplicar la “Regla de las 4R” cada vez que sea posible: reducir, reutilizar, reciclar y recuperar.

El cultivo de soja ha pasado de ocupar aproximadamente unas 9 mil hectáreas de área sembrada a unas 310 mil hectáreas en los últimos veinte años, y este incremento ha venido acompañado de una intensificación del uso de agroquímicos. (3)

 Colaborar en mantener limpios los espacios públicos cercanos a nuestro hogar y por donde transitamos a diario.

La superficie de área forestada para uso industrial se multiplicó en alrededor de 7 veces entre el 1990 y el 2004, y el crecimiento de la forestación ocurre básicamente a expensas del ecosistema de pastizal. Esto repercute en una pérdida local de las especies que hacen uso de ese ecosistema, es decir una pérdida de biodiversidad. Además, la forestación impacta significativamente sobre los ciclos hidrológicos y la calidad de los suelos. (3, 4)

 Disminuir la utilización de bolsas plásticas, llevando nuestras propias bolsas de tela cuando concurrimos a algún comercio.  Ser consumidores responsables, proponiéndonos como ejercicio frecuente el cuestionarnos a nosotros mismos: ¿El producto que voy a comprar responde a una necesidad real? ¿En qué medida la publicidad está determinando mi decisión de adquirirlo? ¿Conozco cómo se produce aquello que consumo?

El Río Santa Lucía, que es la principal cuenca de agua potable para 6 de cada 10 uruguayos, sufre un proceso de eutrofización, albergando una mayor cantidad de materia orgánica y de elementos como Nitrógeno y Fósforo que la que establecen los estándares permitidos, viéndose amenazada la potabilidad del agua. (3, 5)

 Elegir alimentos de producción local y de estación, cercanos a la zona de residencia de cada uno. Como dice Pablo en su carta a los Romanos: “Sabemos que hasta ahora la Creación entera se queja y sufre como una mujer con dolores de parto” (Romanos 8:22). La crisis ambiental es una realidad global y el “parto” de algo nuevo es urgente. Oremos a Dios para que abra nuestros oídos y nuestros corazones a ese sufrimiento, y para que podamos ser parteras y parteros en ese nacimiento.

Se estima que en la ciudad de Montevideo existen más de 5000 personas que trabajan de manera informal en la recolección y clasificación de residuos. En la mayoría de estos casos, la tarea de clasificación se realiza dentro del ámbito

2 - Datos de la Oficina de Estadísticas Agropecuarias (DIEA) del MGAP, a partir de resultados del Censo General Agropecuario 2011. 3 - Informe del Estado del Ambiente GEO Uruguay 2008, producido por PNUMA, CLAES y DINAMA. 4 - Eco-Regiones de Uruguay: Biodiversidad, Presiones y Conservación. Facultad de Ciencias, UdelaR. Año 2015. 5 - https://findesemana.ladiaria.com.uy/articulo/2017/8/contaminacion-del-rio-santa-lucia-entrevista-a-daniel-greif-director-de-aguas/ 6 - Clasificadores y Derecho a la Ciudad – material de difusión Proyecto “Más allá de la basura”, UdelaR. Año 2015.

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Lo complejo y novedoso de ser ateo

Aníbal Sicardi - Bahía Blanca, Argentina

La complejidad de ser ateo o atea lo plantea el francés Michel Onfray, un doctor en Filosofía de 47 años, brillante anarquista y defensor del buen hedonismo.

salga del negativismo – “la tentación de negar algo, a dios, los dioses”– y desde esa plataforma formula una nueva forma de ver el asunto que pueda “lograr la autonomía de la filosofía dentro de la teología”, específicamente, de la religión judeocristiana (págs. 43ss). Lúcido, el fundador de la Universidad Popular de la Filosofía, en Caen, establece que el laicismo, al igual que los movimientos ateos, están impregnados por la influencia de lo establecido, por la religión, concretamente por el cristianismo.

Lo hace en su libro Tratado de Ateología, subtitulado Física de la metafísica. Onfray plantea que “no existe ningún término para calificar de modo positivo al que no rinde pleitesía a las quimeras, fuera de esa construcción lingüística que exacerba la amputación” (págs. 41/42). Se refiere a los que no creen en Dios que están obligados a usar el término “a-teo” “como prefijo privativo” que “supone una negación, una falta, un agujero y una forma de oposición” porque no hay otro término que defina “ser” “ateo” positivamente.

Onfray trae a colación “uno de los pocos momentos en la historia occidental en que el cristianismo cayó en desgracia, por ejemplo en 1793 durante la Revolución Francesa, “durante el cual los ciudadanos convirtieron las iglesias en hospitales, en escuelas, en hogares para los jóvenes, cuando los revolucionarios reemplazaron las cruces de los techos con banderas tricolores y los crucifijos de madera muerta con árboles vivos”, pero al igual que los ensayos de Montaigne y las Cartas (CXXXVII) de Monluc y la ateística de Voltaire, “desaparecieron rápidamente” al igual que el ateísta de la Revolución Francesa”.

Onfray concluye que la sentencia “el ateísmo” es una creación verbal de los “deícolas”, creada desde el ejercicio del poder. “No se desprende de una decisión voluntaria y soberana de una persona” que rechaza al “dios local cuando todo el mundo o la mayoría cree en él”. A la par, menciona el francés, hay muchos términos para calificar positivamente al creyente, al religioso, al piadoso, pero no al que “no rinde pleitesía” al dios local.

Los primeros vientos de descristianización Georges Lefebvre, en su ensayo sobre La religión en tiempos de la Revolución Francesa, coincide con Onfray al afirmar que “cronológicamente este período de radicalización para con la religión estaría ubicado en la segunda mitad del año 1793” con una pequeña/grande acotación. El historiador le asigna el lugar de anticipo a la “marea descristianizadora”, aquello que Jean Paul Bertaud llamó las “matanzas de setiembre” de 1792, en la que “entran en acción –en el campo religioso– los sans-culottes”.

Esta “escasez de palabras positivas para calificar el ateísmo”, que “contrasta con la abundancia de vocabulario para caracterizar a los creyentes”, hace que Onfray, finalmente, acepte el término “ateísmo” para su ensayo sobre la “Ateología”. Fiel a la búsqueda certera, veraz, propone una reflexión positiva de la temática de tal forma que

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Para George Lefebvre esa es “la primera gran manifestación violenta del pueblo con respecto a la religión”. Expresivamente, fueron “los primeros vientos de descristianización que venían desde abajo, sin intervención ni permiso de la Convención”. Es decir, esa “gran manifestación” surge de lo que hoy se denomina “las bases”, no de la intelectualidad o de la burguesía.

de un culto cívico o patriótico”, pero no netamente religioso. Además, el culto a La Razón resultaba entorpecedor y demasiado limitado para los asuntos del Estado que necesitaba alianzas europeas de etiqueta cristiana, incluido el Vaticano. Por otra parte, es muy válido el interrogante de Lefebvre al preguntarse, “¿Hasta qué punto el poder en su totalidad deseaba que el pueblo se hiciera ateo? Negar la religión no solo es una negación de Dios o de la fe, significa la negación de una cantidad de valores, costumbres, que eran convenientes al poder y que tampoco el pueblo estaba preparado o dispuesto a dejar”.

Por supuesto que el citado autor no ignora las causas económicas y políticas que están presentes en ese movimiento, pero no las considera como las principales de “esos primeros vientos de descristianización”. A lo que le asigna trascendencia es al hastío de la ciudadanía por el comportamiento corrupto del clero al que, al mismo tiempo, identifica como contrarrevolucionario. El dato es fundamental. Las autoridades, los dirigentes, se ven obligados a responder al clamor popular. Entre otras decisiones se encuentra la del 23 de noviembre de 1793 cuando se decreta que todas las iglesias y templos serán cerrados, se destituye a todos los curas y se introduce el culto a la Razón.

Hay que tener en cuenta que el movimiento “descristianizador” ataca a los elementos externos: curas, iglesias, cruces, festividades. “Otra cosa bien distinta es separarse de los fundamentos de la fe y la creencia en Dios”. No son lo mismo esos ataques a lo externo que conquistar las convicciones más internas de las personas. Esto no se hizo. Las bases ideológicas no se modificaron. La vuelta de la religión “cristiana” estaba cantada.

El trasfondo religioso de la humanidad, agregado a que “el anclaje de la Iglesia pesaba sobre la vida cotidiana” tanto en su interioridad como en el mecanismo funcional para aplacar a la población, fueron factores que ayudaron a retornar lo religioso en la vida política francesa.

Onfray apunta certeramente al hacerse cargo de que en la Revolución Francesa cuesta hablar de ateísmo. Se trata más bien del intento de “descristianizar”. El “ateísmo”, a-teo, no creer en Dios, se desarrollaría posteriormente y, aun así, infectado por la religiosidad y por el cristianismo.

El culto a la Razón tuvo su primer impacto con mártires y festividades que sustituyeran a las “cristianas”, pero la estructura básica no se modificó.

Así lo reconoce el honesto anarquista francés al citar una serie de personajes cuestionados/ condenados por ateos, pero que no lo eran. Como señala Onfray, lo que ocurrió con esos personajes es que se colocaron fuera de la ortodoxia judía o cristiana, pero no era posible condenarlos por ello, sí como ateos.

El inconsciente colectivo religioso sobrevivió al igual que su función como elemento “pacificador” –“sometimiento”, diría Onfray– a la que apelaron las autoridades revolucionarias francesas para frenar represivamente los díscolos enfrentamientos de la ciudadanía, ya que la religión judeocristiana era utilizada en esa razón de Estado. A ese hecho, de no poca monta, se agregó que el culto a la Razón no cuajó como sustituto del cristianismo, especialmente en la importante área rural. Como señala Lefebvre, era “incomprensible”, “no garantizaba la vida eterna, el perdón”, aparecía como una idea más acorde a otros sectores, con su “divinidad demasiado abstracta” surge con el “ropaje

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“Spinoza, panteísta también él y poseedor de una inteligencia sin par, fue condenado igualmente por ateísmo…” (pág. 49). Sin embargo, pregunta y contesta Onfray, “¿Dónde está el ateísmo de Spinoza? En ninguna parte. Es inútil buscar en su obra completa una sola frase que afirme la inexistencia de Dios”. Niega aspectos doctrinales, como la inmortalidad del alma, pero eso no lo hace ateo.

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No se trata de decir Dios no existe, sino ¿qué es ese Dios en el que cree la mayoría? Y de responder a una ficción, una creación de los hombres… los hombres crean a Dios a su imagen inversa” (pág. 57). No rendir pleitesía a los dioses locales De Nietzsche, Onfray deja en suspenso si lo considera ateo o no, pero el filósofo de Argenta no tiene dudas de que en Nietzsche “por primera vez, un pensamiento postcristiano radical y elaborado aparece en el horizonte radical” y, vaya la reflexión, “a la manera de Cristo, hay un antes y un después de él” (pág. 59).

también el islam, por supuesto– y luego desmontar la teocracia: estas son las tres tareas inaugurales para la ateología” (pág. 85). Sobre el primer cometido, el autor tiene una expresión harto clarificante de su pensamiento. Habla de “El ojo perverso del monoteísmo”. En su mini ensayo lo relaciona con la instalación del Rey en el judaísmo y desde allí el desarrollo del judeocristianismo relacionado con el poder es una cuestión fácilmente comprobable. Vale mencionar que el judeocristianismo, al igual que con Nietzsche, es obsesión de Onfray y el desmontar la teocracia de su infiltración en el pensamiento y práctica de occidente, una consecuencia lógica e interesantísima. Vale una cita completa de Onfray para entender su afirmación de que “vivimos aún la etapa teológica”: “La pusilanimidad bioética contemporánea proviene de ese dominio invisible. Las decisiones políticas laicas al respecto corresponden poco más o menos a las posiciones que la Iglesia formula sobre esos grandes temas. No es sorprendente que la ética de la bioética siga siendo fundamentalmente judeocristiana. Aparte de la legislación del aborto y la contraconcepción artificial, esos dos avances hacia un cuerpo postcristiano –que he llamado, por otro lado, cuerpo fáustico–, la medicina occidental sigue muy de cerca las incitaciones de la Iglesia” (pág. 72).

No es menor el dato de que Friedrich Wilhelm Nietzsche, nacido en 1844 en Röcken, cerca de Lützen, Alemania, fue hijo de un pastor evangélico, se crio bajo la influencia de un ambiente muy femenino (tenía cinco años cuando murió su padre) y en el fuerte pietismo protestante. Muere en 1900. Siguiendo a Onfray, y aceptando que Nietzsche fue ateo y que si no lo fue igual representó el gozne especial hacia la ateología, se habla del ayer de la historia o tal vez de hace unas horas atrás. Así habló Zaratustra fue publicada en 1882 y el pensamiento de Nietzsche fue descubierto en el siglo pasado. El ateísmo, como ateísmo, no creer en Dios, es nuevo. Si se insiste en buscarlo en el anteayer de la historia, el ateo o la atea se encontrará con la complejidad de definir su identidad. Ser “ateo, “atea”, en cuanto a rechazar al Dios local, lo ligará a los cristianos y cristianas que en sus primeros pasos eran llamados “ateos” porque no “rendían pleitesía” a los dioses locales. Además, para horror de algunos y algunas, también se enfrentaban al orden establecido que les imponía el cómo deben denominarse, es decir, mediante el estilo negativo.

Pensar y vivir sin sometimientos

Onfray está por encima de la discusión menor. Admite el enredo histórico y semántico, por lo que en su proyecto de una Ateología propone “deconstruir los monoteísmos, desmitificar el judeocristianismo –

La complejidad para ser ateo, no creyente en un dios, se acentúa. Cualquier cristiano o cristiana que

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no reniega del Tomás del Evangelio, el que dudaba, acordará con esta posición onfriana de gran altura anarquista. En ese sentido de la expresión, un cristiano o cristiana contemporánea no puede menos que ser ateo o atea.

las de Onfray, además de compartir el olvido de sus nombres en la historiografía de las iglesias actuales, preocupadas por lo espiritual. El siglo del 2000 presenta estas circunstancias, descubrir que el ateísmo es “nuevo” y “complejo”, por lo cual hay que aprender a tratarlo así. Los promotores de la Ateología y los cuestionadores a fondo del cristianismo están obligados al diálogo.

Hay que deconstruir el Dios que predicó la iglesia cristiana. Es un deber desmitificar el judeocristianismo propalado por siglos. Es obligación cuestionar y desmontar la teocracia. Es el camino para redescubrir al Jesús de los Evangelios y, como para levantar la ira de Nietzsche-Onfray, releer al Apóstol Pablo, quien es centro de furibundos ataques desde ambos pensadores.

En el increíble espectáculo de las murgas uruguayas, al terminar sus presentaciones lo hacen con lo que se llama la “Retirada”. Cierran con todas sus fuerzas esa última sección de su espectáculo y reciben la ovación del público. El lego cree que todo terminó y aplaude a rabiar, pero se lleva la sorpresa de que, luego de un breve silencio, la murga vuelve a cantar la última parte de la “Retirada”, baja del escenario y se mezcla, cantando, con el público que la recibe con abrazos y enorme júbilo. Lo último se transforma en lo penúltimo y surge otro último, con la gente.

Aún más. Ese es el camino para releer la Biblia Hebrea (Antiguo Testamento) y el Nuevo Testamento. Es la búsqueda de los anteojos adecuados, como Amilcare Carruga, el personaje del cuento de Italo Calvino, en La aventura de un miope. Carruga descubre su problema, la miopía. Intenta solucionarla con el uso de anteojos. Con unos ve el todo, pero no la persona. Con otros ve la persona, pero no el contexto donde está ella. Además, como lo conocían sin anteojos, ahora no lo reconocen. Así Calvino coloca en Carruga el pensamiento clave de que “esas nuevas preocupaciones sobre la realidad del mundo exterior no estaban separadas de las preocupaciones sobre lo que él mismo era, debido siempre al uso de las gafas”.

Se creía que todo estaba dicho sobre el tema del ateísmo, también de lo religioso. Aparecen los Onfray y el final, conocido, dominado, se transforma en la puerta que conduce al espacio abierto, desafiante, por donde el transitar depende, pura, exclusivamente, de los que se atreven a pensar y vivir una vida no sometida. “Es un deber desmitificar el judeocristianismo propalado por siglos. Es obligación cuestionar, desmontar la teocracia. Es el camino para redescubrir al Jesús de los Evangelios”.

Reconocer el uso de las “gafas” es preguntarse sobre qué es lo que creemos o no creemos y la necesidad de la relectura de la vida. La “Muerte de Dios”

Anibal Sicardi Pastor (j) de la Iglesia Metodista Central de Bahía Blanca, Argentina. Director de la Agencia de Noticias Prensa Ecuménica/Ecupres.

Existió en la década del 70 un movimiento, mayormente dentro del protestantismo, que se lo llamó de Teología de la “Muerte de Dios”; excelentes autores como Paul Tillich en su discusión cristianismo/ cultura, desde el existencialismo, no hubieran tenido ningún reparo en conversar sobre propuestas como

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“Tratado de ateología: física de la metafísica”, por Michel Onfray, fue publicado en 2005 por la editorial Grasset.

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Las coordenadas de la educación hoy ¿Tarsis o Ninive?

Mariela Soria

Estoy saliendo de casa y me doy cuenta de que no tengo la dirección. Busco y busco el papel. ¿Dónde está? No lo encuentro. Pienso: revisemos por dónde estuve, dónde lo pude haber dejado y para qué voy allí. De pronto recuerdo mis pasos y… ¡Ya lo tengo! Encuentro la dirección. ¿Cómo iré? Elijo el trayecto, el transporte y me fijo el sentido que debo tomar: oeste. Comunico que salgo para el lugar. En este simple hecho de ir de un lugar a otro podemos descubrir algunas claves que darán sentido a nuestro objetivo hoy.

debo tener en cuenta para mantener la dirección y el sentido correctos en la educación?, ¿qué habilidades desarrollar para sostener el foco en esto?

Cuando decidimos ir hacia algún lugar, necesariamente tenemos una dirección. Esta no solo está pensada aquí como lugar destino, sino como la línea que contiene dos puntos: el que marca dónde estoy ahora y a dónde quiero llegar. Los dos puntos que definen este tramo de mi vida que decido transitar. Así es que ya no pregunto solo a dónde voy, sino también por dónde voy.

Cuando pensamos qué habilidades puede desarrollar la educación en los humanos, solo podemos maravillarnos. La vida académica puede ser muy gratificante y medir logros personales, grupales, institucionales y hasta internacionales. Pero seguimos trabajando duro, muy duro en la vida actitudinal de la especie humana. Con dolor, debo reconocer que estamos lamentando episodios indeseados. Convivimos en hogares, comunidades, ciudades, países o regiones del mundo que lejos están de las necesidades de respeto, reconocimiento, reconciliación y paz que necesitamos como comunidad global.

Estas referencias, para señalar las decisiones que tomamos todos los días respecto de por dónde voy, definen lo que sucede y sucederá. En este sentido Dios tiene mucho para decir. A lo largo de la historia Él se ha manifestado justamente para dar Dirección y Sentido a la acción humana. Cuántos relatos de vidas hay en la Biblia que, en la misma dirección, tomaron sentidos diferentes simplemente porque para ser fieles a Dios hay que tener claro el sentido que conduce a la meta con Dios. Entonces… ¿qué

Escuchamos mujeres asesinadas por hombres en un alto porcentaje de la población; agresiones ante profesionales de la educación; falta de respeto a los ciclos de la Naturaleza para la producción; explotación

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en el trabajo; pobreza; no aceptación de la diversidad sexual; abuso de poder, y una lista de no acabar.

Nuestra dirección puede ser la misma, pero ¿qué hay del sentido que toma esa dirección?

Algunos considerarán estos tópicos como ya vistos, no estoy diciendo nada nuevo. Pregunto: ¿están resueltos? ¿Acaso ya no mueren mujeres en manos de hombres (sin importar si es madre, hija, esposa o vecina)? ¿Acaso todo el mundo se alimenta bien todos los días de su existencia? ¿Habitamos un planeta con garantía de vida plena, sana para todas y todos? ¿Todas las personas son aceptadas en su realidad sexual, religiosa o cultural?

Parece ser que, en la definición de Santos Guerra, la educación queda definida por el desarrollo de ciertas habilidades como: solidaridad, compasión, respeto, dignidad, atención a los procesos y preocupación por los valores. Necesariamente este es el sentido. El sentido que da vida abundante para todas y todos, sin excepción. Recordemos juntos a Jonás. Dios le pidió que fuese a Nínive para anunciar que sería destruida, pero Jonás se va a Tarsis porque teme la violencia de aquella población. Jonás desobedece y toma el camino largo, equivocado. Si observamos en el mapa, él toma la dirección y el sentido opuestos. Partió del puerto de Jope y debía ir al noreste, por tierra, para llegar a Nínive transitando 800 kilómetros. Pero la dirección que tomó fue al sureste, hacia la península ibérica y para llegar a Tarsis recorrería 3.400 kilómetros.

Si bien hace algunos años hay mayor apertura a la diversidad de opiniones, acciones y opciones de nuestra cultura, nos hace falta el ejercicio de no perder el hábito de mantener la apertura a lo diverso. Es decir, sostener la tarea de escuchar y compartir los diferentes puntos de vista que pueden surgir de la puesta en común de un tema o situación. Este constante “salir de la caja” genera en nuestro pensamiento la inquietud y búsqueda necesarios para permanecer en el espíritu crítico. En palabras del texto paulino de la Carta a los Romanos: “(Y) no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de sus mentes, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”. Esto es optar por la flexibilidad para pensar junto a otros y transformar con ellos, pero no en cualquier dirección, sino en la correcta, en la que es la voluntad de Dios: lo bueno, aceptable y perfecto, sabiendo que esto es el amor.

¿Qué sucede entonces? Según el relato bíblico, Jonás vive en el vientre de un pez hasta que es devuelto a la orilla y finalmente va a Nínive. Llama a aquella ciudad al arrepentimiento y su población se arrepiente. Él se enoja porque Dios no los destruye… Pierde nuevamente la dirección, aquí en sentido metafórico. Aprende: aprende de la misericordia, de la comprensión y de la voluntad de Dios. Descubre que su equivocación es corregida amorosamente y que su enojo no es conducente a la plenitud que Dios quiere para todas y todos. Finalmente hay vida para todos. Dios así lo dispone. Jonás ya no huye. Jonás comprende y actúa en la dirección y el sentido correctos.

El pedagogo español Miguel Ángel Santos Guerra nos acerca palabras:

El poder de perdonar y dar vida es de Dios. No nos creamos dioses, solo somos servidores como Jonás, con tareas específicas que construyen el sueño de Dios. Junto a Él se produce ese milagro.

“Individualismo, competitividad, obsesión por la eficacia, relativismo moral, privatización de bienes y servicios, olvido de los desfavorecidos, hipertrofia de la imagen, imperio de las leyes del mercado y reificación del conocimiento son presupuestos que contradicen los postulados básicos de la educación. Porque la educación consiste en el desarrollo de la solidaridad, la compasión, el respeto a la dignidad humana, la atención a los procesos, la preocupación por los valores”.

REVISTA METODISTA N° 222 - Junio/Julio 2018

Así Dios hoy espera pacientemente que tomemos la dirección y el sentido correctos en la educación. Que alcemos la voz diciendo lo que es “bueno, aceptable y perfecto… Porque la educación consiste en el desarrollo de la solidaridad, la compasión, el respeto a la dignidad humana, la atención a los procesos y la preocupación por los valores”.

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Metodismo con “M” de mujer Elena Velia Grub

Aporte e investigador: Alejandro J. Peláez

Elena Velia Grub Carballo nació en Trinidad el seis de julio de 1904. Era hija de Don Julián Grub y de Doña Elmira Carballo, promotores del metodismo local. Fue bautizada el 9 de mayo de 1905 por el predicador local, Pastor Casiano Ortiz. Participó desde niña en todas las actividades del Templo Metodista y es recordada como maestra en la Escuela Dominical en las clases de primarios y probando superiores, y en el estudio de la Biblia con un nivel superior, lo que exigía tener una buena formación teológica. Perteneció a una generación que sufrió mucho la intolerancia hacia el metodismo, tanto así que nunca ponía en sus notas o cartas la palabra “Trinidad”, sino “Porongos” como identificativo de su pueblo. Más adelante, en la Facultad Evangélica de Teología -hoy Instituto Universitario ISEDET- de Buenos Aires, realiza estudios superiores de Evangelización, hasta recibirse de Diácona.

Por más de 30 años prestó servicios como encargada de la teneduría de libros en la firma comercial Martínez Flores S.A.

Sus sermones eran cristocéntricos, es decir, que su objetivo era presentar a Jesús como hijo de un Dios liberador.

Partió a la presencia del Señor el 2 de marzo de 1983. Su vida siempre estuvo consagrada a Dios, tal y como lo expresaba en uno de sus himnos:

Otro de sus ministerios fue promover la lectura a través de la administración de la biblioteca de la iglesia y era una guía para sugerir temas a quienes nos acercábamos en busca de formación teológica.

Dotada de una voz especial, integró por la década de los años 50 la Coral Trinitaria, dirigida por el Prof. Raúl Evangelisti Orlandi. También participó del Coro Amigos de la Música, bajo la dirección de Julio Martínez Oyanguren.

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“Que mi vida entera esté consagrada a Ti, Señor; que a mis manos pueda guiar el impulso de Tu amor”.

REVISTA METODISTA N° 222 - Junio/Julio 2018



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