La odisea para peques

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LA ODISEA PARA PEQUES ILUSTRACIONES DE LOS ALUMNOS DE 5ยบ A CEIP LAS MATILLAS MIRANDA DE EBRO


Ulises


La travesía será más difícil y peligrosa de lo que Ulises y los suyos podían imaginar.


Los que comían aquellas deliciosas flores se olvidaban de todo y sólo querían seguir en aquel lugar comiendo las flores para siempre.


Llegaron despuĂŠs a la isla de Sicilia donde vivĂ­an los cĂ­clopes. Eran unos gigantes muy feroces, con un solo ojo en el centro de la frente y que habitaban en cuevas.


Ulises le dio de beber vino al Cíclope, hasta que este se emborrachó y se quedó profundamente dormido.


Ulises y sus hombres aprovecharon que el cíclope se había dormido. Cogieron un tronco afilado y se lo clavaron en su único ojo dejándolo ciego.


Finalmente, él se sujetó a la barriga del cordero más grande del rebaño. Cuando por la mañana el rebaño de Polifemo salió de la cueva para pastar, Ulises y sus hombres salieron con él.


Si te preguntan quiĂŠn te ha dejado ciego diles a todos que fue el valiente Ulises, rey de Ă?taca.


Días más tarde llegaron a la isla de Eolo, el Dios del viento, que los recibió con amabilidad y les hizo un valioso regalo.

Estuvieron navegando diez días, siempre con viento favorable. Su destino ya estaba cerca.


Cuando los hombres abrieron la bolsa‌ los vientos salieron y soplaron sobre el barco, alejåndolo de nuevo de tierra.


Circe la hechicera

La hechicera tenĂ­a la mala costumbre de convertir en animales a todos los que iban a visitarla.


Circe convirtiĂł a los hombres en cerdos y los encerrĂł en una pocilga que tenĂ­a preparada.


Hermes le regalĂł a Ulises una flor con la que serĂ­a inmune a los hechizos de Circe.


Ulises se lanzรณ contra la hechicera y la obligรณ a deshacer el conjuro. Circe les ofreciรณ alimentos, descanso y valiosos consejos para su viaje.


Escila y Caribdis Circe le avisรณ del peligro del Estrecho de Escila, donde unos horribles monstruos atacaban a los barcos que pasaban cerca.



Las sirenas cantaban canciones mรกgicas que embrujaban a los marineros que se quedaban junto a ellas para siempre.


Los hombres ataron a Ulises al mĂĄstil y luego se taparon los oĂ­dos con cera para no escuchar a las sirenas


-Ulises, ven con nosotras-decĂ­an las sirenas.


En la Isla de los rebaños Del dios Sol Después de varios días de navegación, encontraron una isla. Estaba cubierta de verdes prados donde pastaban con tranquilidad rebaños de vacas y ovejas. Ulises enseguida reconoció que eran los rebaños del dios Sol.


Se desatรณ una terrible tormenta que durรณ mรกs de un mes. Entonces, los alimentos comenzaron a escasear.


Cuando se encontraron en alta mar, una nube negra se posó sobre la nave y parecía que la tempestad estaba dirigida exclusivamente a ella. Un rayo partió el mástil en dos y al caer arrastró al timonel hacia las aguas embravecidas del mar, al mismo tiempo comenzó a prenderse fuego, la nave giró hacía un costado y todos los hombres, excepto Ulises, cayeron al mar.


La Diosa Calipso Llegó a la isla de la diosa Calipso, que recibió a Ulises con cariño, le cuidó hasta que recobró su salud. Después de haber perdido sus barcos y a sus hombres, Ulises no podía hacer otra cosa que permanecer al cuidado de la diosa. Pero a pesar de que la isla era un paraíso y que la diosa lo cuidaba con esmero, Ulises no podía ocultar su tristeza y pasaba largas horas del día con la vista perdida en el horizonte, añorando su patria, a su esposa y a su pequeño, pensando cómo se habría convertido ya en un hombre.


Después de varios días de trabajar sin descanso, la balsa estaba concluida y la botó a la mar cargada de ricas provisiones que la diosa Calipso, temerosa de la venganza de los dioses, le regaló para despedirse.


La ira de Neptuno Poseidรณn, enfurecido convocรณ a las nubes y un enorme huracรกn hundiรณ el barco de Ulises.


Mientras tanto, en �taca‌


Las presiones de los nobles hacían sufrir mucho a Penélope y a Telémaco y juntos lloraban de tristeza.


Penélope destejía por la noche lo que tejía por el día.


Un día que Telémaco paseaba, llorando su angustia, vio llegar a un extranjero muy guapo vestido con un riquísimo traje adornado en oro y plata. El desconocido era la propia diosa Atenea, que le prometió que todo se arreglaría.


Ulises se presentĂł disfrazado de mendigo y junto a TelĂŠmaco trazaron un plan para acabar con los pretendientes de PenĂŠlope.


De pronto, el viejo mendigo se levantó y tomando el arco entre sus manos, disparó las doce flechas con gran precisión quedando justo entre las hachas.

Así Ulises recuperó a su familia y su reino y vivió feliz por muchos años.



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