Don Nicanor es un oso que lleva sombrero, no es policía, es cocinero. Para no mancharse se pone un enorme delantal. Corre probándolo todo, cierra los ojos y dice: -Mmm…, a esta comida le falta sal. Nicanor, para ser un oso, no cocina nada mal. Hace helado de piña, spaguettis con tomate, batido de fruta y galletas con chocolate. Quienes probaban sus platos, cantaban de alegría: -¡Estupendo! ¡Fabuloso! ¡Qué rico está, madre mía! Pero un día, ¡fíjate!, el bueno de Nicanor dio un traspiés. ¡Plum!, se cayó todo el salero en la sopa de cordero. -¡Ay qué desastre! ¿Qué hago yo ahora, señor? –se iba poniendo triste el bueno de Nicanor. Primero se le arrugó el morro, y luego empezó a llorar: -¡Buaaaaaaaa! ¡Con tanta sal esta sopa no se va a poder tragar! Qué tristísimo se puso el pobre oso. De tanto llorar y llorar, las lágrimas le saltaban a la sopa sin parar. Misterios de la cocina. La sopa con lágrimas está riquísima. Cuando todos la probaron también lloraron, no porque tuvieran pena, sino por lo rica que estaba la cena.