7 agosto 2011

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«El Mensajero Diocesano» 7 de agosto de 2011

Por Juan Carlos González

56. Siervo de Dios Francisco Orozco y Jiménez (1864-1936) y otro en el Sector Libertad de Guadalajara» (José de Jesús Parada Tovar, en «Francisco Orozco y Jiménez, ínclito pastor», http:// www.semanario.com.mx/ps/2010/02/franciscoorozco-y-jimenez-inclito-pastor/).

Uno de los obispos más impactantes del siglo XX, es sin duda el gran arzobispo de Guadalajara, don Francisco Orozco y Jiménez, originario de Zamora, donde nació el 19 de noviembre de 1864, obispo de Chiapas y luego arzobispo de Guadalajara, donde falleció, agotado por las constantes persecuciones sufridas, el 18 de febrero de 1936. De él nos ocuparemos ahora, tratando de sintetizar en unas cuantas líneas su impresionante trayectoria que tocó el campo académico, la justicia social, la libertad religiosa, y muchos otros; su papel es fundamental para la el florecimiento de la santidad en Jalisco, puesto a prueba por la persecución.

El 12 de diciembre de 1933, el Papa Pío XI junto con cardenales, arzobispos y obispos, asistió a la Misa que presidía en la Basílica de San Pedro el arzobispo de Guadalajara, justo en el día en que la Virgen de Guadalupe era declarada Patrona de América Latina y las Islas Filipinas; se trataba de un grande honor para México y para este valiente arzobispo, «mártir sin derramar la sangre».

Francisco Orozco y Jiménez fue hijo de José María Orozco Cepeda y Mariana Jiménez Quiroz; fue bautizado en la parroquia del Sagrario, La Luz, en Guanajuato, por su tío Ignacio Origel, recibiendo el nombre de José Francisco de Paula Ponciano de Jesús. Muerta su madre cuando Francisco sólo tenía nueve años, el niño dejó su casa y bajo la guía del Siervo de Dios Antonio Plancarte continuó sus estudios en Jacona, y luego en Roma en 1876, residiendo en el Colegio Pío Latino; sus estudios superiores los hizo en la Universidad Gregoriana, logrando dominar cuatro idiomas; y así, cuando contaba con 23 años en 1887, fue ordenado sacerdote. Trabajó en la formación de sacerdotes en Zamora y Ciudad de México. Preconizado obispo de Chiapas (hoy diócesis de San Cristóbal de las Casas) el 29 de mayo, el 15 de agosto de 1902 fue consagrado obispo por el arzobispo de México Próspero María Alarcón, en la Basílica de Guadalupe. Dirigió los destinos de aquella grey de 1902 a 1912. Allá el nuevo obispo, impulsó el culto y la evangelización, principalmente rescatando el Diccionario tzotzil, y difundiendo líderes comunitarios indígenas llamados «rezadores», que coordinaban y mediaban entre los sacerdotes y las comunidades. Así mismo, reconstruyó la catedral, construyó un nuevo seminario, y reparó varias iglesias. Pero también desplegó una amplia labor en pro del desarrollo social: escuelas, hospitales,

Sufrió la persecución carrancista desde 1914, luego la del gobernador revolucionario Manuel M. Diéguez desde 1917 a 1919, la de J. Guadalupe Zuno en 1925 y la callista de 19261929, prolongada por la exigencia del destierro después de los arreglos; sin embargo no dejó de recorrer el territorio de la arquidiócesis, es-

orfanatos, construcción de caminos y un sistema de trasporte entre Arriaga y Comitán, introducción de luz, agua y drenaje. Y así, por promover a los indígenas, el gobierno estatal le apodó despectivamente «el obispo chamula». Su obra fue reconocida al punto que fue miembro de la Academia Mexicana de la Historia de 1921 a 1930, y miembro de la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; él auspició la publicación de diversas fuentes documentales para la historia de Chiapas y de la de arquidiócesis de Guadalajara. Como los poderes estatales se habían trasladado de San Cristóbal a Tuxtla Gutiérrez, hubo un levantamiento armado en 1911, orientado a hacerlos regresar; uno de los dirigentes era un rezador, Jacinto Pérez; por eso desde Tuxtla Gutiérrez se acusó al obispo de ser el impulsor del movimiento cristobalense. Para evitar todo tipo de sospechas, el obispo dejó su sede y se trasladó a Michoacán. Pero a la muerte de don José de Jesús Ortiz y Rodríguez, cuarto arzobispo de Guadalajara, la Santa Sede lo trasladó a la ciudad de Guadalajara, a la que llegó el 9 de febrero de 1913. Regiría la diócesis tapatía durante 23 años, en los que sufriría cinco destierros, muchas calumnias e incontables fatigas, como que se encontraba en el ojo del huracán en la época más difícil que haya conocido Jalisco en más de cuatrocientos años. Así como en Chiapas había promovido las vocaciones sacerdotales, así en Guadalajara atendió a su seminario, que varias veces fue clausurado por las tropas revolucionarias o por el cacique en turno; pero el arzobispo abrió varios seminarios auxiliares en las parroquias de diversos pueblos, y envió otros a estudiar en España e Italia. Fue un notable impulsor de la devoción a la Virgen de Guadalupe, Nuestra Señora de Zapopan y la Virgen de San Juan de los Lagos; a san Felipe de Jesús «le mandó construir un templo en su sitio de martirio: Nagasaki, Japón,

cribiendo luminosas y valientes cartas pastorales, y organizando Congresos de Trabajadores. Su lucha contra el liberalismo quedó patente desde el principio, cuando en su primera carta pastoral pidió a sus feligreses que se abstuvieran de los periódicos liberales, como La Gaceta de Guadalajara, El Correo de Jalisco y El Diario de Occidente. El primer destierro se debió a la arbitrariedad del gobernador José López Portillo y Rojas; el arzobispo acudió al ejecutivo federal para pedir garantías. A la llegada de los carrancistas a Guadalajara en julio de 1914, 82 sacerdotes fueron secuestrados por los constitucionalistas, imponiendo un altísimo rescate de forzoso de $100,000, al tiempo que despojaban la catedral de Guadalajara de sus vasos sagrados y obras artísticas. Con la llegada al poder de Carranza, en agosto de 1914, Orozco y Jiménez se exilió en La Habana, y luego pasó a España y a Roma. Continúa en la pág. 4


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