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GUILLERMO RIVERA PÁGINA

la voz se le oye pero ninguno la escucha el eco pierde la vida bajo las ruedas de camiones cargados con sombras que hará ella tan única e irrepetible cuando despierte i descubra que se cae el pelo i la ciudad se desmorona atroz descubrimiento página escandalizada esta noción en blanco el dar palos de ciego en el espacio traicionado caldo de cultivo de delitos de la memoria

perros salen al encuentro encuentros succionados por hoyos negros marcos frutos que producen ciertos árboles posesos perros que circulan cojos oliendo la lluvia allá en los cerros el viento que recorre los ángulos empieza a encanecer la mujer que atraviesa portones de escuelas de niños con problemas nubes de moscas letreros sin señas se seca el sudor de la frente i canta canta una canción inaudible es como la loca que llora sin llorar mirando el sol la mitad del sol

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GUILLERMO RIVERA (1958)

EL VIENTO QUE ARRASTRA TANTAS COSAS

Me hace añorar las baldosas del Sindicato de la/ Unión Lechera Añorar los viejos goznes de la maestranza Y los cuerpos de cada una de las mujeres que amé. Pero a esa hora en que el alero de la capilla Modifica la sombra de los abedules Y la autoafirmación de los muertos trabaja/ subterráneamente Divisé cera de los tambores a Las Meninas/ de Velázquez. Ellas pidieron permiso para entrar y bebieron café/ y se burlaron Y quisieron instruirse acerca del sueño y la realidad Y así fue que les hablé

Vayan hasta el local del Danubio Azul Sentirán el aire que se confunde al vapor/ de las hornillas Verán el brillo de las estanterías y las lentas / ondulaciones de la contraluz. Parados sobre el vacío Los rostros velados por el humo se relajarán Y sabiendo que ustedes han caminado en la/ época dorada Y pisado las costas del Nuevo Mundo

la ciudad

Beberán coñac y pasarán sus manos sobre las/ mejillas de la querida del Suaso. Ustedes no se perderán de nada Pues ya habrán contado los cuerpos en las veredas Las luces sobre el asfalto Y los charcos renovados por la llovizna.

SUEÑO NÚMERO CINCO

Los bomberos vinieron el otro día —dice el/ Juan Luis, con fosforescentes distintivos en sus botas de agua,/ rompiendo puertas y ventanas. Era un espectáculo frío por lo que a una mujer de/ mediana edad le dijeron que no gastara saliva y es que ya no sirve andar diciendo su mano/ cohibida se movió levemente} sobre las tibias hebras de su camisón. Aunque yo puedo reconocer el zumbido de la niñez/ ahí —signos de un campo blanco coloreados por el golpe de un rostro que cae sobre/ una puerta. Desde dónde surge entonces la sensación de haber/ vivido otras vidas si los ojos de mi única novia se abren hasta/ consumirse y las palabras no pesan más que el galvanizante/ molde barajado por el grupo que conversa a mitad de cuadra. Así el mundo no se priva de sus victorias. Y como si la novia y la niñez formaran parte del/ mismo coro Los hermanos Rodríguez levantan el telón y Don/ Segundo Ormazábal Se queda hablando de no encontrar dos recuerdos/ exactos Ni en la imagen también hay que cantarle a la luna Ninguna fijación de los goznes.

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