La maestra de danza Adriana Portillo recorría el escenario
pidiendo que los participantes se olvidaran de sus pendientes
del día. Ellos se encontraban recostados sobre cartulinas
donde habían dibujado sus siluetas. “Recuerden aquellos momentos
donde han sentido terror, miedo, pánico, ansiedad”, decía
la maestra en voz alta.
Estábamos en el auditorio del ayuntamiento Heliodoro Castillo
en Tlacotepec. La indicación inicial del taller era identificar en qué
parte del cuerpo se percibían emociones agradables y desagradables.
De fondo, música suave que invitaba a la meditación. Unos veinte
jóvenes tendidos en el suelo mantenían los ojos cerrados y respiraban
hondamente.