Jóvenes: Un fuego vital

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en la historia. Entonces la disputa no fue entre liberales y conservadores, sino entre ser de derecha, amigo del Estado, la democracia, la seguridad, el orden o ser “adepto al mal” que reunía todo lo opuesto: ser de izquierda. Para las juventudes que crecimos mientras se gestaba, estructuraba y se consolidaba la guerra contra la subversión, el mundo se dividía entre dos partidos tradicionales, con pocos matices de diferencia, y una izquierda que no era ideología, que no era partido, que, en estricto sentido, representaba, como en La Biblia, la idea del mal. A la izquierda del Dios Padre fue enviado Satán y desterrados Eva y Adán del Paraíso; a la izquierda estaba la bruja, la magia negra, el duende, la mentira, toda la hechicería. A la izquierda “se fueron algunos jóvenes revoltosos y desadaptados”, en la izquierda, se promulgó, “está el terrorismo, todo lo que hay que combatir”. Vimos surgir algunas de esas facciones de izquierda que, rápidamente, llegaron al poder. Pero el descontentó no paró: las disputas partidistas, la corrupción galopante, la degradación del conflicto, la venta de conciencias al mejor postor, las alianzas “no santas”, las promesas mil veces incumplidas, fueron minando nuestra débil e incipiente democracia. La juventud asistió al más estruendoso derrumbe de las ideas políticas. Para muchos, nacidos y crecidos al estricto cuidado de sus padres en burbuja de cristal, no existe lo político, no porque no crean en la política, sino porque, simplemente, no hace parte de su lenguaje, de su memoria. Para algunos más, que en especial han crecido con la idea de política que venden a diario las noticias y los medios, aquella es sinónimo de degradación. Si se hace un experimento muy sencillo en muchos de nuestras escuelas o colegios, en el que se pone a dibujar a niños y adolescentes su idea de lo político, los dibujos más comunes muestran hombres malvados con dinero, empuñando armas, robando. Al lado aparece la destrucción, la plaga, el animal ponzoñoso. La palabra política se hizo sinónima de politiquería, corrupción. Es como si los términos fueran idénticos, tal como en los días que izquierda era sinónimo de maldad y pecado. En el ámbito de la política partidista, al igual que en el de la religión (donde finalmente se defienden creencias, ideologías y formas de pensar), nuestra juventud participa de una mistura de opciones de “tomar partido”. Este es el tiempo de los apolíticos que, como los ateos, de tanto negar su adscripción a cualquier idea se han convertido, por ese mismo camino, en sujetos políticos. Es el mundo de los apartidistas quienes, sin embargo, cree en los sujetos (mesías, líderes), más no en los partidos que aquéllos _ 28


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