En esta ocasión también hemos consultado a los propios jóvenes quienes, generosamente, nos han regalado las ideas y emociones que suscita hablar de su propia condición y de lo que ellos creen que caracteriza el espíritu y la potencia de lo juvenil. Como todo diccionario, solo nos basta pensar en una de esas palabras que siempre asociamos al mundo joven y, entonces, proceder a buscarla en el interior para saber si, respecto a su significado, nos sentimos identificados, interpelados o contrariados. Siendo posible incluso que, en medio de una búsqueda desinteresada, encontremos una sentencia que complemente o transforme todo lo que hemos creído saber sobre la juventud. Así, por ejemplo, si queremos pensar en el amor por la juventud, debemos ir a nuestro filósofo, Fernando González, quien en el El Hermafrodita dormido nos confiesa sus sentimientos: ¡Maldito sea este amor infinito que tengo por la juventud, por la juventud dura, pecosa, vibrante, amor mucho más grande que por la verdad esquiva, burlona, casi, casi aparente! Y si queremos pensar en la belleza y en la juventud alegre, entonces deberemos volver a Oscar Wilde quien nos recuerda que la juventud sonríe sin motivo. Es uno de sus mayores encantos. Y si acaso sea necesario escapar de la rutina de los días, poner en juego la imaginación, podremos pensar en Savater cuando nos enseña que la juventud es el suplemento vitamínico de la anémica rutina social. Juventud como curso y proyecto de vida, juventud anhelada y odiada, juventud que hizo de ella un ideal moderno en el cual permanecer, juventud vilipendiada y ensalzada, juventud, que tienes tantos rostros, tantas formas de andar, que acaso si sabremos encontrarte en una esquina o andando alegre por la calle, seguirte el paso y proponerte una nueva conversación. Julio César Orozco Ospina Coordinador Observatorio de la Juventud