Huili

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William Brayanes

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WILLIAM BRAYANES ESCRITOR Y HUMORISTA GRÁFICO

DATOS GENERALES Nombre y Apellidos: William Fernando Brayanes Criollo Lugar de nacimiento: Loja, Ecuador Fecha de nacimiento: 29 de septiembre de 1954 Estado civil: casado Religión: cristiano evangélico Reconocimientos:  Acuerdo y Presea al Mérito Periodístico, I. Municipio de Loja, 1990  Presea y Acuerdo Nacional al Mérito, Mnisterio de Trabajo, 1996  Acuerdo al Mérito Artístico. H. Consejo Provincia de Loja, 1998  Acuerdo y Presea al Mérito Literario, H. Consejo Provincial de Loja, 2008  Miembro de la Casa de la Cultura Núcleo de Loja  Miembro de la Asociación de Artistas Plásticos de Loja Se describe a sí mismo como “un ciudadano como tantos otros: de carne y hueso, con virtudes y defectos , intentando aprender de mis pocos aciertos como de mis múltiples errores. No me considero fanático ni religioso, pero no puedo dejar de mencionar dos cosas: que Dios ha restaurado mi vida , y que inmerecidamente me ha bendecido con varios talentos, de los cuales aún no le he dado buena cuenta. El propósito de mi presencia en el blog "ROSTROS Y RASTROS DE LOJA..." : colocar una sonrisa limpia en la mente y el corazón de quienes vean en el humor, una válvula gratuita para oxigenarse periódicamente” http://www.blogger.com/profile/15636601584183315582 UTPL - Comunicación Social

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SOBRE HUILI

Los padres de William: William Alfonso Brayanes (cubanito) y Carmelina Criollo

Infancia de “Huili”

Huili en la Escuela de los Hermanos Maristas

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COMENTARIOS SOBRE HUILI

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LIBROS

OBRAS DE HUMORISMO GRÁFICO Las sonrisas son...rosadas" 1992 Haciendo el Humor" 1993 Humor minero.1994 De buen humor (colección de 6 folletos) 2000

OBRAS LITERARIAS Fuegos de chimenea (poesía) 1985 Viernes 33 de mayo (poesía) 1990 Entre la razón y el corazón , esquina (poesía) 1995 Cuentos en si bemol (narrativa) 1998 Cambio y Fuera (narrativa) 2006

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Ing. Jorge Bail贸n, Alcalde Cant贸n Loja Men煤 principal UTPL - Comunicaci贸n Social

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Dra. Cecilia Moscoso de Bail贸n, Presidenta del Centro de Apoyo Social Municipal (CASMUL)

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Edgar Palacios, músico y compositor Menú principal UTPL - Comunicación Social

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Dr. José Bolívar Castillo, ex acalde de Loja Menú principal UTPL - Comunicación Social

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Emiliano Ortega, músico y compositor

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Mao Moreno, asambleista

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Rubén Bustamante, Prefecto

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Lcdo. Walter González, comunicador y presentador Menú principal UTPL - Comunicación Social

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Yadira Guamán, deportista Menú principal UTPL - Comunicación Social

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María Cristina Meneses, concejala

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Milene Cueva, concejala

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Reinaldo Soto, bailarín

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Ing. Raúl Auquilla, ex Prefecto

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Loreto Sáenz, docente UTPL

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ARTÍCULOS Esos viejos carnavales Algunas personas sostienen que los tiempos pasados fueron mejores, y quizá lo digan por festejos como el carnaval que en los años sesentas ­época de mi niñez­ se protagonizaban con más alboroto que en la actualidad. Eran tiempos en que dicho juego se iniciaba con dos meses de antelación, a cuenta de que las distracciones eran pocas, y que el agua por ser entubada y traer más microbios, era barata. La prohibición de jugar carnaval siempre existió; el anhelo de culturizarlo, también, pero era más poderosa la costumbre de irrespetar la ley. De allí que la gente acostumbraba a ubicarse en los balcones de sus casas, desde donde mojaban a todo ciudadano que se atrevía a caminar por el sector. De lado y lado de la vereda, los balcones por alto, y los zaguanes por bajo, servían de trincheras para perjudicar al prójimo, sea con los tradicionales globitos (marca Zaruma) o con baldes, cacerolas, chisguetes y pistolas llenas de agua. También se lo hacía con cascarones de huevo conteniendo desde agua perfumada hasta anilina. Incluso no faltaba el típico chorrito caliente, que por su típico olor , nos hacía sospechar más tarde, que se trataba de orina. El carnaval cumplía su papel democrático, ya que todos sin diferencia éramos empapados: blancos, negros, cholos, indios, montubios, mujeres y varones, niños y adultos; ni siquiera servía el pretexto de estar con fiebre, porque igual mojaban, señalando que la alta temperatura era por falta de baño. El carnaval en familia era un ritual ameno de cacería, pues se forzaban puertas, se dañaban cerraduras, se allanaban armarios, buscando víctimas debajo de las camas ,encima del soberado, en la huerta, en la chacra, y hasta en el baño. Y así, todo quedaba mojado: cobijas, sábanas, almohadas ; ni el perro se salvaba. Claro que muy pronto asomaban las copitas de licor en sus diversas nominaciones : Anisado, Tapetusa, Hueso de oso, Mallorca, Coñac, Guanchaca y Punta, para cumplir el rol de secante. Aunque obviamente, los carnavaleros pasaban de “ secantes” a “esponjas”. También se acostumbraba a alquilar algún camión semiabierto, en cuyo cajón de madera se depositaban tanques, ollas, bacinillas y baldes con agua. Allí, familiares y vecinos realizaban recorridos por toda la ciudad , batiéndose a duelo con otros ciudadanos, que con manguera en mano aguardaban en las calles. La jornada del día terminaba con la inmersión de todos en el río Malacatos o Zamora, en alguna de las piletas del parque Central, o por último en cualquier poza de agua , donde no faltaba un cerdo en reposo. Por su parte Las radioemisoras promocionaban bailables de 3 días y sus noches, al ritmo de los “hits” de temporada, desde : “Llegando está el carnaval”, hasta “A la voz del carnaval”... Eran días con licencia para bailar, beber, comer, y exhibir los cuerpos impregnados de : lodo, huevos podridos, harina, achiote, hollín, grasa, anilinas... al puro estilo de las fiestas romanas que organizaba Nerón. En fin, muchachos como éramos, nos divertimos con esos viejos carnavales, sin importarnos si era fiesta pagana, si el agua era un recurso digno de ahorrase, o si en otros lares nos tildaban de salvajes. W.Brayanes

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ARTÍCULOS Extraño las retretas Pues entre esas inolvidables costumbres, estaba la de asistir los domingos por la noche al parque central, en donde, apenas terminaba la misa de la Catedral, daba inicio la denominada retreta, con la participación de la banda del ejército apostada al pie del monumento a Don Bernardo Valdivieso. Allí, gente de toda condición dábamos vueltas alrededor del parque, sea en parejas o en jorgas, para entablar una amistad o ascenderla a romance. Era la oportunidad genial para que los enamorados que no les permitían verse durante la semana, se den cita bajo el espiritual pretexto de ir a la misa. De igual forma era la ocasión propicia para disfrutar el repertorio de la señalada banda, desde “La burrita”, o “La Piragua”, hasta “Cumbia que te vas de ronda”, “Cuchara de palo”, o “Toro barroso”. Y entre vuelta y vuelta por aquel “Tontódromo”, degustábamos la típica funda de canguil, horchata con limón, empanadas fritas, los perros calientes del Porteñito, o las cocadas del popular “Cubanito”. Cerca de las nueve concluía todo; entonces unos se despedían de sus amores y se retiraban a sus casas, mientras otros se trasladaban a cualquiera de los tres cines : Vélez, Bolívar o Popular, éste último más conocido como pulguero. Esta costumbre permaneció vigente, hasta que arribó la televisión, determinando que el público se ausente de las salas de cine, y por ende de las retretas. No les quedó más a los marciales artistas que permanecer aburridos en el cuartel, tocando en las fiestas de San Jorge, o en los onomásticos de los oficiales. Ha pasado el tiempo; se ha tratado de reimplantar las retretas, pero no se ha conseguido el éxito de antaño. Hoy la gente prefiere escuchar su propio repertorio , desde su celular mediante los audífonos, vía directa hacia la oreja. W.Brayanes

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ARTÍCULOS Nos vamos de circo ¿Quién en su sano juicio no vivió alguna vez las emociones nacidas bajo la remendada carpa de un circo?. En Loja, por ejemplo, buena parte del tiempo, los circos llegaban a La Estación (actualmente Parque Bolívar) . El más nombrado era el Circo Águilas de México, que por lo general lo único que tenía de águila, era la visión del dueño para sacar plata al público. Tampoco era de México, sino una copia del original, proveniente de nuestro caluroso litoral ecuatoriano: Santa Rosa, Naranjito, Pasaje... A la entrada generalmente recogían los boletos: el dueño del circo con su voluminosa barriga; la hija de éste con su impresionante minifalda, y un guardia civil con su aterrador tolete. Una vez dentro, los cien focos de 25 wats. se apagaban indicando que la función estaba por comenzar. Asomaba entonces el presentador con: bigote al estilo mexicano, saco smoking, sombrero de copa, y guantes que alguna vez fueron blancos... “Señoras y señoras, damas y caballeros… con ustedes los príncipes de la cuerda floja… Los hermanos Kachatrian!!!.” Y asomaban los trapecistas listos para efectuar su número cumbre: Salto con triple mortal y carpado invertido sin romperse los huesos; todo ello a tres metros del suelo. Obviamente el trapecista era el mismo que en el kiosko nos vendió los boletos. Pero el espectáculo transcurría, no solo en la pista de aserrín, sino también en los graderíos de las generales, por donde chicos y chicas se cruzaban ofreciendo canguil de sal y de dulce, papas fritas, chifles, sánduches de pernil con lechuga, algodón de azúcar con polvo... Y no quedaba más que comprarles, a fin de que se quiten del frente y nos dejen disfrutar de los payasos. Mientras tanto, por estar embobados mirando a la chica de la minifalda que promocionaba recuerdos del circo, nos habíamos perdido ya el número de un tal Renzo el Gitano: ilusionista, mentalista y advino, quien con solo fijar su mirada en el público, era capaz de hacernos creer que el circo era la gran cosa. Más tarde asomaba Sóliman el Increíble, haciendo malabares con toda suerte de cosas, comenzando por: naranjas, después toronjas, y finalmente cocos, sandías y melones, frutas que en el intermedio del programa eran vendidas enteras o por tajadas. Como dice Juan Carlos, pasado todo ese choque de emociones, entre el suspenso que imponían los Hnos. Kachatrian; la hilaridad de los chistes secos de Frijolito y Peluquín; la sensualidad de Cenovia, la diosa de las serpientes, y el terror que inspiraba Numa, un león flaco supuestamente africano, el animador invitaba a los niños para que pasen a tomarse una foto en blanco y negro con algún personaje del circo, por solo un devaluado Sucre de aquellos tiempos. Y adivinen ¿quién era el fotógrafo? … ¡exacto! : el mismo caballero que salía diariamente a perifonear por las calles de la ciudad, en un carro contratado al “Porteñito”, o al inolvidable “Flechita”. En la actualidad me siguen emocionando los circos de pueblo, porque me regresan al universo de : saltimbanquis, payasos, leones sin dientes, e ilusionistas, y esos ricos algodones de azúcar que con polvo y todo, se desvanecían en nuestros labios, como se desvanecen con el tiempo estos recuerdos. W.Brayanes

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ARTÍCULOS Adicto a las puercas Éramos aún mocosos, quienes con las narices aplastadas al filo de la mesa, y la boca haciéndosenos agua, mirábamos con deleite las afamadas “puercas” y “guaguas” de pan, que en el barrio Santo Domingo la señora Esthercita había preparado con gran esmero y secreta sazón. Allí nos situábamos, quietecitos, firmes como centinelas, embriagados por la fragancia propia del pan fresco, o de ingredientes como la canela, el clavo de olor y sobre todo la famosa agua de ámbar que se adquiría en el convento de las Conceptas. Sí, allí permanecíamos, de pies, aguardando el instante supremo en que empezaba la repartición. “A ver muchachos, tomen y váyanse a comer en otro lado, sin pelear” ­nos decía la Esthercita­ mientras ponía en nuestras manos, una chanchita de pan y un jarro de colada morada. Cada uno o dos de noviembre se repetía la historia, por eso esperábamos la fecha con la misma expectativa de Semana Santa en que nos convidaba la fanesca, o los caramelos en Navidad. Y no es que nos entusiasmara recordar a los difuntos , sino que era la ocasión propicia en que podíamos servirnos gratis y pedacito a pedacito ­de la cabeza al rabito­ tan deliciosas “puercas” . Por eso, adictos como éramos a esos manjares, acostumbrábamos también a salir en gallada, a darnos una vuelta por el parque central, en cuyo soportal se apostaban una tras otra, sendas mesas cubiertas por manteles , y al pie de ellas, las vendedoras anunciando su producto, con un pregón parecido a: “Venga , pruebe las figuras, venga” … “Sí hay puerquitas … sí hay colada morada… venga”. Claro que como aún no manejábamos dinero, nunca faltó la audacia de alguno de la jorga, que aprovechando la aglomeración del gentío, el descuido y hasta la buena fe de la dueña, se sustraía una “puerca” , la misma que cuadras más allá disfrutábamos a placer , sin remordimiento de conciencia, pese a que nuestros mayores siempre nos decían que lo robado jamás nos serviría de provecho. Y algo había de verdad en esa sentencia, porque a mí, en lo personal, media hora después, me empezaba a crujir el estómago. La competencia de las vendedoras en Loja era dura en ese entonces, porque cada quien había adquirido fama y clientela propia. Yo me daba cuenta de aquello porque escuchaba las charlas de mi padre con alguno de sus amigos, cuando intentaba ponerse de acuerdo en qué familias tenían mejor sazón, si las Ruiz, las Castro y las Silva, o las Jaramillo, las Arciniegas, o las “champanes” Valarezo, entre otras. Por eso cuando nos enviaban a comprar, nos recomendaban: “pero traerás de las puercas de la fulanita de tal… Caso contrario de un tirón de orejas, o un buen coscorrón, nos enviaban a devolver. El tiempo ha seguido su infalible marcha y de las pocas tradiciones que aún se guardan, continúa ésta de las guaguas de pan, las figuras de masa, la colada morada, aunque ahora ya se escucha menos que tales comestibles sirvan para hacer compadres, o para llevarlos a compartir en el cementerio, bajo la creencia de que los muertitos también tienen hambre, tanto o más que muchos vivos. No olvidemos que así se efectuaba antaño, y a lo mejor aún se lo hace , especialmente en los camposantos del sector rural, en donde, aparte de las coronas, arreglos florales, cánticos, rezos y licor, los deudos llevaban comida de diversa índole, para degustar alrededor de la tumba del difunto, “conversar” con éste sobre los sucesos ocurridos desde que partió a la otra vida; y, finalmente dejarle una buena porción de comida para que más tarde , ya en confianza, pueda servírsela. En fin, volviendo al tema central de las “puercas”, sigo declarándome un adicto a su consumo, por ello no pierdo la costumbre en fechas como éstas , de darme una vueltecita en Loja, por el parque (ahora ya no el central, sino el de San Sebastián) para igual que muchos, saborearlas con colada . Y claro, tengo mi vendedora predilecta, que no bien me descubre entre la muchedumbre, me grita : “ venga SUQUiTO para que pruebe… venga …” W.Brayanes UTPL - Comunicación Social

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ARTÍCULOS Adicto a las puercas Según nuestros historiadores, la feria de Loja es la más antigua del Ecuador, siendo su mentalizador y primer presidente de honor el Libertador Simón Bolívar. Luego de él, en calidad de gerentes se sucederían los mariscales Neto Rodríguez y Fabián Altamirano, que en algún momento parecía que habían venido al mundo con ese nombramiento debajo del brazo, pues se repetían y se repetían los mismos. Por eso, cada vez que se acerca septiembre, a los que estamos en el segundo tiempo de la existencia, nos vienen a la memoria las ferias lojanas de los años 60s. las mismas que se realizaban en los alrededores de la vieja estación (hoy Parque Bolívar) y continuaban en diversas calles hasta el Parque Central. Mocosos aún, salíamos en jorga a dar vueltas, sin centavo en el bolsillo, y con el no tan santo propósito de robar bocadillos de maní y panela, para equiparar aquellos almuerzos de casa, flojos en calorías. Más allá, entre tendales y carpas, olores y sabores, nos íbamos encontrando con el exquisito algodón de azúcar y el infaltable puñado de polvo que los cubría; también con los deliciosos huevos chilenos, fritos en manteca vegetal ; o con los hot­dogs llamados por ese entonces: perros calientes. Tampoco faltaban los bizcochuelos de “San Pedro” preparados con huevos de pacaso ; los sánduches de pernil de cerdo, y una bebida, cuyo nombre me recordaba el apellido de mi profe de Matemáticas: Morocho. En materia de gastronomía popular, en una serie de casetas llamadas chinganas, se pregonaban platos como : Ceviche de arvejas, Repe de guineo jíbaro, Cesina con yuca, Cuero con papas, Sancocho de res, y la versión lojana del chaulafán : la chanfaina. Y claro, para que no haga daño el menú, habían licores criollos como : Punta, Tapetusa, Guanchaca y Hueso de Oso: puras bebidas de campeones. Campeones para el trago, claro está. Mientras tanto los curanderos, con megáfono en mano anunciaban: purgas para el mal de ojo, brebajes para alejar la envidia; pócimas para regresar al ser querido; menjurjes para ahuyentar la mala suerte; polvos para expulsar yernos y lombrices; pomadas para eliminar el paño de la cara y los pelos de las axilas; jabón negro, crema concheperla; imágenes con novena incluida a San Antonio para conseguir marido; los siete bromuros para los nervios, y grageas para el mal aliento. Dentro de lo que más nos gustaban: los espectáculos, nunca faltó una dama en terno de baño, metida en una urna con diez culebras, y cuando había crisis económica, las culebras eran reemplazadas con mangueras de un cuarto de pulgada. Funcionaba además la tienda de los “fenómenos”, en donde anunciaban: la gallina de cuatro patas, el ternero de dos cabezas, la lengua de doble filo, el gallo con muelas, el borrego cruzado con lobo, y el perro cruzado por un carro. En los juegos de azar estaban los ruleteros, “marcando calavera”; los que escondían una arveja entre tres tapillas de gaseosa, o los que nos timaban con cartas marcadas. Y así, entre ríos de gentes, platos y tazas de hierro enlozado, cobijas marca “Tigre” y zapatos “7 Vidas”, llegábamos al parque Central, en donde nos esperaban las horchatas con limón y las empanadas de queso por dentro y tierra por fuera. Todo ello con el marco musical de las bandas de: Chuqui, 1ro.de Mayo y Sociedad Obreros de Loja. Nunca faltaron las delegaciones de chumaditos que con imágenes de santos al hombro, guitarra, acordeón y botella, avanzaban entre el tumulto pidiendo limosna para su templo. (o sea para su cuerpo). Así más o menos, con globos y castillos, carruseles, ruedas moscovitas y montañas rusas, vivíamos las ferias los muchachos de aquel tiempo, ignorados ahora por una nueva generación que se desenvuelve en esta tecnología de internet, celular, redes sociales, llamada “de punta” , igual a la de los pelos de su cabeza. W.Brayanes UTPL - Comunicación Social

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