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15 momentos para pensar que creo que voy hacia algĂşn lado.

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Círculos. La miró de frente y pasó de largo. Quizás nunca entendió

la propuesta. El silencio transitado le impedía comprender ese lenguaje tan natural como humano. De entrega total, de formidable apuesta a futuro. La tocó y cierta magia tiñó la escena. Pero la apuesta no se hizo y los números cantaron otra música. Ella lloró y, al final, bailó feliz. Él no pudo y siguió. La carga de un error no existió, todo pareció liviano y equivocado, inexorable y equivocado. Una lágrima en espera. Fosilizada como un diamante en bruto, se clava en sus ojos y lo lastima. Pretende el necesario y postergado llanto que sigue negándole su alivio. Circularidad, las pérdidas como parte funcional de la vida. Habituado a la imposibilidad, busca opciones elegantes y desesperadas. Si vivir es mortal e inevitable, sobrevivir ¿será un plan cobarde pero aceptable? Es intensa la soledad siendo parte consciente de una naturaleza en permanente transformación. ¿Contradictorio? Casi siempre.

De pronto las alegrías lo ocupan con levedad. Se mueve despacio e intenta no quebrar el aire, sostiene el instante para saborearlo con fruición.


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Me sale así. Frío, imperturbable. Como desde adentro de una cáscara

de hielo. Estoy tranquilo. Sí, así es más fácil. Esta vida no duele, pero me aleja de la posibilidad de ser libre.


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Bruto, voy delante mío y me pierdo. Choco, retrocedo, calculo,

improviso, vuelvo a chocar. Y a perder. Feliz en un plan que no es el mío, ni feliz. Como anestesiado por el frío de un invierno no vivido, donde todo se desenvuelve de manera ordenada y vana. Alcanzo a ver, así de costado, historias de bailes épicos, amables y sonrientes, donde el mundo se construye en cada mirada, en cada giro arrítmico que no precisa sonido alguno. Allí, donde todo era posible, aprendimos a tomar en serio a nuestros sueños.


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Me esfuerzo. Siento el cansancio como nunca, pero continúo tenaz

en la tarea.

Insensible a casi todo, me concentro en mis movimientos torpes. Sincronizar, imposible. Todo es nuevo y, aunque vital y romántico a la vez, es volver a empezar. Y los brazos me pesan y los abrazos me parecen vacíos. Mis certezas mudaron de esta historia para proponer un paisaje nuevo. Hay movimiento sin embargo no avanzo. Es como nadar en gelatina de frutilla. Rojo que no sangra pero impide el desplazamiento. Todo se reconfigura y al final escapa. ¿Perder otra vez el tiempo soñando? No paso de pantalla. Amuro en ésta y me abandono al momento.


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Negaciones. Dejar ir... ¿a dónde? Desconfío de la distancia.

Ciego ante la nada, niego mi razón y mi convicción. No me atrevo a sostenerlas pagando el precio de la idiotez; prefiero desdibujarme con suavidad en un colchón de cobardía. Abandono la impermeabilidad. Me depilo las espinas para suavizar el alma. Invento un plan: entrenar para permitirme el sueño y sentirlo posible.


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La luz falsa no ilumina, enceguece. Distorsiona y oscurece, fatal,

entregada a su destino.


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Sueño. El aire me quema mientras avanzo. No hay referencia alguna

y lo único seguro es el movimiento. La lengua seca raspa en mi boca y no hay beso que no sale la herida. Si sólo se tratase de retroceder, hasta que algún sitio me asile en un recuerdo lleno de posibilidades incumplidas, sería volver a perder lo mismo. Pero tampoco creo encontrar caminos de regreso y no hay lugar seguro a dónde volver. Camino derecho, ocultando el cansancio quién sabe a quién. Nadie mira, nadie espera nada. Avanzo o retrocedo, no lo sé en verdad, con asombrosa determinación. Cumplo un papel escrito por alguien que olvidó todo y se dio a la fuga. Me evaporo lento y siento el calor entre mis huesos. Ya no avanzo, no hay más movimiento que el del viento ardiente. Y mis huesos le permiten el paso hasta que polvo son.


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¿Despensarse será el porvenir? O apenas un fútil intento

de alcanzar una armonía falsa, que resbala y huye otra vez. Esa incomprensible tozudez que guía, intolerante, hacia la infelicidad segura y conocida. Feliz nada. Sólo una confianza desoladora al contemplar el tiempo estancado. Mientras, otro cuerpo pierde el pulso y no entiende la hora. Flota en movimiento eterno hacia lo que fue. El espacio. En su nombre, el atractivo de la oportunidad.


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Territorios, extraña sensación fronteriza. Feroz, el vértigo me

arroja al vacío y me obliga a ser paciente. A encontrar lucidez para comprender que nuevos tramos esperan ser recorridos. Tal vez seamos memoria y posibilidad. Y, ante el olvido, tiempo perdido. Sí, todos vemos una imagen diferente.


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Maremoto. Tormenta innecesaria para borrar una promesa escrita

sobre la arena.


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Amaneceres. El más claro indicio de que la vida sigue su curso y

no espera. Todos los días una nueva versión, inmensa e inabarcable. Podemos, con determinación y en ocasiones, modificar pequeñas cosas que, tal vez, contribuyan a que seamos felices. Amanece. Anochece y vuelve a amanecer. Acá, en el medio, se hace lo que se puede.


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ÂżQuĂŠ dicen los silencios? Pulverizar lealtades con ideas propias

que se destruirĂĄn en un instante continuo.

El mundo es una granada dispuesta a estallar, a desacomodar lo acomodado, a buscar nuevas combinaciones: sangres hirvientes que se buscan, se huelen y reconocen.


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Desayunos remolones. En espera y sin saber qué esperar.

Demasiado pronto, muy veloz para la contemplación. No hay promesas, esa inmediatez intensa deberá esperar. Vivo un tiempo distinto que desplaza toda seguridad hacia tierras deliciosas y resbaladizas. Observo como algunos diamantes se convierten en carbones y desafían el orden natural. Es vaciarse para respirar el descubrimiento.


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Pudimos bailar en el cielo un sueño imperfecto pero real.

Alegres por descubrir que todo podía suceder, que todo era precario y posible. Viviendo en armónica tensión con la idea de pasar, acompañados a veces, por un camino en permanente construcción. Con un andar distraído pero intenso y curioso; cediendo a la idea de reconocernos como parte de un todo maravilloso e inabarcable pero, a la vez, sólo nuestro.


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Dejar que la gente suceda‌


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Creer para ver.

Creo. Y porque creo, confío. Lo siento así. Y tal vez, un día vea.



Textos

Mauro López Imágenes

Rodolfo López Martino Alejandra Urresti Daniel Rezza Nora Lezano Leo Arias Valentino Buscaglia Bautista Buscaglia Mauro López Sebastián López Barú 100 ejemplares. Impreso en Latingráfica sobre papel Bookcel de 80 grs. Buenos Aires, noviembre 2018.





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