Jan Švankmajer y la insólita sonoridad de lo cotidiano Por Dulce María Oseguera La música es, pues, un elemento singularmente especifico del arte cinematográfico, y no resulta asombroso que desempeñe un papel muy importante y a veces pernicioso: «En ciertos casos, el significado “literal” de las imágenes es en extremo tenue. La sensación se hace “musical”, hasta el punto que, cuando la música realmente la acompaña, la imagen toma de la música lo mejor de su expresión o más bien de su sugestión». Entonces la imaginación vuela (…)[1]