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Todos los gremios son invitados a la mesa de la Reina
En los primeros cuadros del Centro Histórico de ciudades como Oaxaca y Puebla abundan casas de muros híbridos, de piedra, tabiques cocidos y adobes. Sus rostros y acabados –particularmente en Puebla– nos remiten a los oficios más refinados. Los recuerdos de mi infancia en la Angelópolis están poblados con fachadas, pisos y cocinas conventuales cubiertas de azulejos, así como con la herrería de edificios icónicos como el Mercado de la Victoria, las rejas del atrio de la catedral y los arbotantes de las mazanas aledañas.
La construcción de casas con arcillas crudas y fibras vegetales es una práctica en uso desde tiempos anteriores a la Conquista, en ambas orillas del Atlántico. Al lado de la edificación con ladrillos de tierra cruda –los adobes– prevalecen otras técnicas de arquitectura en tierra como las de los emparrillados vegetales de ramas, enjarrados con lodo, de las casas mayas de la Península de Yucatán, o el uso del tapial en tierra compactada en Puebla, tanto en San Andrés Payuca como en Tepeyahualco.
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El conocimiento de los constructores vernáculos transmitido por generaciones es de tal refinamiento que los hace merecedores a la mesa de las artes de aparador. Desde la labranza hasta las artes aplicadas, pasando invariablemente por la cocina – y sin distinción de clase entre los gremios– todos ellos nos han acompañado a quienes crecimos en Puebla. La colección de esculturashíbridashace coincidir a alarifes, albañiles, canteros, encaladores, pintores, fundidores, herreros, carpinteros e invariablemente a todos los maestros y oficiales de las diferentes áreas de los talleres de Talavera.