Historia del Agua en el desierto más árido del mundo

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Historia del agua en el desierto más árido del mundo

Valeria Maino Floreal Recabarren

Fotografía, Guy Wenborne

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Valeria Maino Floreal Recabarren Fotografía, Guy Wenborne

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GUARDA DELANTERA

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¡Oh, sed, sed del desierto, sed más terrible que quedarse ciego, sed que sólo es comparable a una tormenta de flechas en el cénit de la cabeza!

Andrés Sabella, tomado de Norte Grande, Novela del Salitre

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Historia del agua en el desierto más árido del mundo Valeria Maino Floreal Recabarren

Fotografía, Guy Wenborne

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Presentación

Contar la historia del agua en el desierto más árido del mundo es contar la historia de su ausencia. Esto lo saben muy bien quienes han habitado la pampa y costa de la región de Antofagasta a través de su historia. Pescadores, cateadores, soldados, mineros y muchos otros han comprobado en carne propia que sin agua no hay vida. Asimismo, las ciudades que se levantaron en la costa y pampa vivieron el drama de su escasez, debiendo recurrir al racionamiento y a fuentes alternativas para su suministro. No obstante, el desierto y esta región poseen desconocidos atributos que han ayudado a sus habitantes a vencer la sed. El uso de aguadas de la costa constituyó una invaluable fuente de agua que permitió la subsistencia de sus primeros habitantes. A medida que la población aumentaba, debieron buscarse soluciones más radicales, aplicando la tecnología de las resacadoras de agua que les permitió abastecerse del mar. Con el apogeo de la minería en la región, la necesidad de agua se fue haciendo cada vez más dramática. Cientos de personas llegaban en búsqueda de riquezas pero no había agua para darles de beber. Así, se comenzaron a proyectar las primeras cañerías para conducir el agua desde la cordillera hasta la costa. Dificultades no faltaron y lo que parecía una solución final, sólo sería el comienzo de nuevos problemas que la población estoicamente debió sufrir y soportar. Hoy en día, el agua llega a cada hogar de la región de forma constante, haciendo realidad el sueño de tantos. Sin duda, abastecer de agua a las comunidades insertas en el desierto más árido del mundo no ha sido una tarea fácil. Los habitantes de la región han forjado su carácter haciendo frente y venciendo las innumerables dificultades del paisaje nortino. El éxito que hoy disfrutan sus familias ha sido el fruto de su sacrificio. Es por esto que se hace necesario conocer la historia del agua en esta región. Su ausencia ha marcado la vida de muchos, y es importante que las futuras generaciones conozcan cómo se logró vencer al desierto. La cordillera y el mar son las principales fuentes de abastecimiento y es tarea de todos cuidarlos y valorar cada gota que permite el milagro de vida en el desierto más árido del mundo.

El editor

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1 Agua en el desierto: descripción hidrogeográfica de la región de Antofagasta

Panorama geográfico regional

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El clima desértico

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Presencia del agua en el desierto de Atacama

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Condensación de neblinas Aprovechamiento de aguas subterráneas Manantiales de agua dulce en el mar Lluvias artificiales Desalación de agua de mar y salada

2 El desafío del agua para los pioneros de la región

Contenido

Nombrando el desierto

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Los Changos: habitantes de las sombras

28

Cobija, nacimiento y desarrollo del principal puerto

34

Santos Ossa en Cobija y las primeras resacadoras de agua

40

Las aguadas de Cobija

42

José Díaz Gana y el descubrimiento de Caracoles

44

El primer destilador solar de Charles Wilson

48

Los orígenes de Taltal

50

Las aguadas de la costa de Taltal

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Mejillones y el guano

58

Tocopilla y el agua potable

62

3 La lucha por el abastecimiento

Sol, viento y agua

70

y conquista del agua potable en el desierto más árido del mundo

La Aguada Cerro Moreno

74

Orígenes del agua en Antofagasta

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Antofagasta al inicio de la Guerra del Pacífico

84

Enrique Villegas Encalada y la conducción del agua dulce

86

La Compañía Minera Huanchaca

88

Los problemas de agua con los ríos San Pedro y Polapi

90

Los abrómicos

98

El agua, una mirada en la historia militar del Norte Grande 100 Ferrocarriles de Antofagasta 108 Testimonio de un bombero: don Gilberto Velasco 1 1 2 El precio de la porfía: la guerra de los tubos 1 1 6 Juan Cvitanic Harasic, hijo ilustre de la ciudad de Antofagasta 128 Las primeras denuncias de arsénico en el agua 132 La eliminación del arsénico en el agua de Antofagasta 134 Arsénico, un problema del pasado Los efectos de su presencia

Desalación en Antofagasta: agua de mar para el desierto 142 Nuevas tecnologías, desalación a gran escala El caso de Antofagasta Una mirada al futuro

Marcelino Carvajal, Mejillonino de corazón 154 Don Jesús Maldonado, una vida dedicada al agua 158 Una institucionalidad para el manejo del agua 162 Aurora Williams, al servicio de la ciudad 168 Reinaldo Lohse, recuerdos de un trabajador del agua 176

Notas bibliográficas 180 Créditos 183 Agradecimientos 184

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Panorama geográfico regional

Antofagasta es la segunda región de Chile de mayor extensión, con algo más de 125.000 km2. Es cruzada por el Trópico de Capricornio a lo largo de 450 km de ancho y muestra un relieve característico, diferente al de las regiones vecinas. En el litoral, lo más destacado es la península de Mejillones, donde se desarrolla una amplia planicie, en la cual se sitúan las ciudades portuarias de Mejillones y Antofagasta. La Cordillera de la Costa en esta región alcanza las mayores alturas que esta formación presenta en todo el país: al sur de Caleta Coloso se encuentran los cerros La Campana, con 3.114 m.s.n.m.(metros sobre el nivel del mar); el Tres Tetas, con 2.333 m.s.n.m.; el Tórtolas con 2.240 m.s.n.m.; y La Colorada, con 2.027 m.s.n.m. También está el cerro Paranal que alberga un importante observatorio astronómico del Hemisferio Sur. Las cumbres de la Cordillera de los Andes, al sur de Tilopozo, oasis final del gran salar, alcanzan alturas elevadas y algunas son superiores a los 6.000 m.s.n.m., como ocurre con el Cerro Púlar, el Cerro Llullaillaco y el Volcán Socompa, éstos dos últimos en el límite Chileno-Boliviano. Al interior y al sur del río Loa, que en parte marca el límite norte de la región, se extiende el Desierto de Atacama, considerado el más extremo de la tierra por la falta de humedad, de agua dulce y de vegetación, al punto que la diafanidad provocada por la sequedad casi absoluta del aire permite ver a distancias de cientos de kilómetros, sin necesidad de utilizar instrumento alguno. Estas llanuras están en parte cubiertas de piedras, o presentan un suelo compacto y duro con presencia de salitre y otros elementos químicos. La superficie se ve como si hubiera sido removida, sin mostrar la presencia de arenas.

Página anterior: La abundante camanchaca costera de la región, contrasta con la

dramática ausencia de lluvias en la pampa interior del Desierto de Atacama.

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La Cordillera de los Andes, como ocurre en la zona intertropical de Sudamérica, se divide de norte a sur en dos brazos, uno lo constituye la Cordillera de Domeyko, paralela y más cercana al litoral, y el otro es la Cordillera andina misma. Entre ambas formaciones montañosas se encuentra el extenso Salar de Atacama, el Salar de Punta Negra, el Salar de Pajonales y otros menores, como también, inmediato al límite oeste, hay un grupo de salares en el altiplano, llamado en esta parte Puna de Atacama. Por esta Cordillera corría, y aún se puede distinguir, el Camino del Inca, con sus paraderos o tambos que debían estar siempre llenos de abastecimientos para el sustento de los caminantes y sus animales. Por la falta de agua en esta sección de la Cordillera andina y como resultado de su búsqueda, los constructores de esta ruta prehispánica fueron subiendo hasta alturas superiores a los 3.000 m.s.n.m., hasta llegar a donde fluye agua del deshielo de las nieves, en medio de terrenos volcánicos que impiden el escurrimiento superficial permanente. Desde las expediciones de conquista de Diego de Almagro y de Pedro de Valdivia, en la primera mitad del siglo XVI, este sector fue llamado el “Despoblado de Atacama” porque en castellano “despoblado” y “desierto” son sinónimos y significan un territorio sin vida orgánica, tanto de plantas, como de animales y personas; así era y así sigue siendo en gran parte este sector.

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Llano de la Paciencia, ubicado a un costado de la Cordillera de la Sal en las cercanías de San Pedro de Atacama.

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Sistema de abastecimiento SUR

72º

o c é a n o

68º

19º

19º

CHILE

32º

32º

Mapa y sistema de abastecimiento de agua potable de la Región de Antofagasta PFSC Planta de Filtros Salar del Carmen (Antofagasta)

43º

43º

VACA Vieja Aducción Calama Antofagasta NACA Nueva Aducción Calama Antofagasta PFCT Planta de Filtros Cerro Topater (Calama)

* *“ACUERDO DE 1998”

Captaciones Aducciones

56º

56º 90 º

53 º

TERRITORIO CHILENO ANTÁRTICO POLO SUR

72º

68º

FUENTE: AGUAS ANTOFAGASTA, DIRECIÓN GENERAL DE AGUAS (DGA), MINISTERIO DE OBRAS PÚBLICAS (MOP)

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a r g e n T i n a

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pa


n o

pa c í f i c o

Sistema de abastecimiento NORTE

m a r

c h i l e n o

simbología

Hidrografía Ríos Quebradas Cuerpos de agua Salares

Límites Administrativos Internacional Regional Comunal Poblados Cascos urbanos SAN Comunas

Transporte 25

Rutas Ferrocarril

b o l i v i a

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El clima desértico

La ausencia casi absoluta de agua dulce en el litoral de la región de Antofagasta se explica por las características particulares de su clima, que exceden en su rigurosidad a las de los desiertos de similares condiciones hemisféricas. Así, al borde sudoriental del Océano Pacífico, se extiende el desierto costero occidental más grande del mundo, en una extensión de más de 3.000 kms, en sentido latitudinal. La parte meridional, situada en Chile, se conoce como “Desierto de Atacama”, donde está el punto más seco del planeta, en cambio la parte septentrional, situada en Perú, no tiene un nombre geográfico especial y se le conoce simplemente como “La Costa”. Aunque en este estrecho litoral hay diferencias físicas entre los lugares, el mar con sus influencias biológicas y climáticas que lo caracterizan, le confiere una unidad muy grande en toda su extensión; el agua marina, inmediata a la playa, tiene una temperatura anormalmente fría para la latitud a la que se encuentra. Y aunque se relaciona esta frialdad con la corriente de Humboldt, que corre pegada al litoral rumbo al norte, esa agua helada proviene en realidad del fondo del océano. Las temperaturas más bajas —cerca de 15º C— se encuentran a 1,5 km de la costa y hacia el oeste van subiendo hasta alcanzar los 24º C a 160 km, mar adentro.

Como resultado de esa frialdad costera y por la forma en que prevalecen los vientos del sudoeste, el litoral posee un clima marcadamente uniforme. Esta frialdad marina le confiere una estabilidad tal al aire, que la lluvia es ligera o inexistente. En invierno, entre junio y octubre, se forman nubes bajas en gran cantidad, cuya precipitación se conoce localmente como garúa, lluvia tan sutil que no alcanza a correr por el suelo. Esta niebla fina forma una capa de espesor variable, teniendo su base a los 300 metros por sobre el nivel del mar, extendiéndose en altura hasta alcanzar en algunos puntos los 900 metros o más. Con esta niebla hay agua suficiente para que crezca alguna vegetación en cualquier cerro de la costa, entre esas alturas. También la garúa, o camanchaca, obstruye la luz solar, lo cual favorece para que perdure un ambiente frío húmedo, que retarda la evaporación. Esta agua fría tiene importante influencia en la actividad económica de la población. Al ascender desde el fondo del mar, mantiene una cantidad asombrosa de plancton, que nutre a cantidades considerables de peces, y éstos a su vez a las aves que anidan en las islas y rocas, donde la acumulación de su estiércol constituyó una de las riquezas importantes de estos desiertos.1 Alexander Von Humboldt, quien fuera el primero en caracterizar este clima, comentaba en su trabajo sobre las líneas isotérmicas del planeta que “la gran frescura, el frío que, durante gran parte del año, reina a lo largo de las costas del Perú, bajo los trópicos y hace descender al termómetro hasta los 12º Reaumur (15º C), no es en modo alguno efecto de las montañas cubiertas de nieve que están situadas en la proximidad, sino más bien de la bruma que vela el disco solar, y de la corriente de agua fría

Alexander Von Humboldt (1769-1859), es considerado el “Padre de la Geografía Moderna Universal” por sus importantes descubrimientos científicos.

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Costa de Taltal.

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que, arrancando de las regiones del Polo Sur y partiendo del sudeste, va a chocar con las costas de Chile, cerca de Valdivia y de la Concepción, siguiendo desde allí su impetuosa marcha al norte hasta el Cabo Pariñas. Cerca de las playas de Lima, la temperatura del Océano Pacífico es de 12,5º Reaumur (15,1º C), mientras que bajo igual latitud, pero fuera de la corriente, llega a 21º Reamur (26º C). Singular es que un hecho tan notable haya pasado desapercibido hasta mi permanencia, en octubre de 1802, en las costas del Mar del Sur”.2 En verdad, este fenómeno se conocía desde hacía siglos por las culturas precolombinas y los españoles, pero nadie había hecho observaciones científicas ni menos tomadas con instrumentos adecuados las temperaturas del mar, tanto en las cercanías de la costa como mar adentro. También se distinguía claramente, y tenía nombre, la corriente cálida y con menos oxígeno, proveniente del Ecuador, que cada siete años en promedio, por la disminución de los vientos alisios se desplaza al sur, y se sobrepone a la corriente fría de Humboldt, convirtiéndose en la

causante de la mortandad de millones de peces, conocida como “corriente del Niño”, por llegar en los días previos a la navidad. Además, dicha corriente, al elevar la temperatura del mar provoca grandes precipitaciones en estas regiones, donde la lluvia casi no se conoce. Tan claro era el conocimiento de este fenómeno climático de densas neblinas, que había y hay una palabra indígena para distinguirlo —camanchaca— y también, por estas características, en esta costa chilena peruana, como también en la de Costa Rica, se ha perpetuado la antigua palabra española “garúa”, de origen latino —proviene de calígene: niebla, oscuridad, tenebrosidad—, que algunos investigadores de Chile a comienzos del siglo XX creían erróneamente que podía ser un término quechua.3

Cerros cercanos a caleta El Paposo en donde algunas cactáceas logran vivir gracias a la garúa.

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Solitario paisaje de la costa de Taltal.

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Presencia del agua en el desierto de Atacama

Desde hace miles de años los habitantes del desierto se han visto en la necesidad de contar con agua para su sobrevivencia, probando diferentes modos de extracción y desarrollando técnicas ingeniosas con el fin de proveerse de este vital elemento. Sin agua dulce, de buena calidad, las plantas, los animales y los seres humanos no pueden vivir en esos desolados territorios. Ha dependido de las características naturales de cada desierto, de los conocimientos de cada cultura y de su momento histórico para encontrar las soluciones técnicas que pudieran implementarse con éxito. Muchos de los proyectos hidráulicos que se pensaron llevar a cabo durante los reinados de los faraones de Egipto, como las obras hidráulicas que el imperio romano pretendió ejecutar sólo pudieron hacerse realidad siglos más tarde.

Condensación de neblinas En aquellas costas rodeadas de cerros, de cientos de metros de altura, con nieblas bajas habituales y abundantes a lo largo del año, los pueblos han desarrollado diferentes estrategias para condensar, conducir y aprovechar las aguas contenidas en estas nubes. En las costas del Mediterráneo, desde los tiempos más remotos, los agricultores amontonaban piedras al pie de los árboles frutales para facilitar la condensación del agua, contenida en la niebla que pasa rasante, que escurre en estas piedras y se infiltra en el suelo, manteniendo la humedad por más tiempo, por falta de insolación directa. También en estas costas desérticas hay plantas que contribuyen a condensar el agua suspendida en las neblinas, como ocurre con una furcroya (lirio gigante) de las islas de Cabo Verde,

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donde, con 60 plantas, puestas en escalera, se colecta una media diaria de 200 litros de agua dulce y 600 litros en días con más horas de neblina.4 En la costa norte de Chile la condensación de la neblina ocurre en forma natural en todos aquellos cerros que tienen la altura apropiada, donde crecen bosques relictos, como los de San Jorge y Talinay, en Coquimbo y el cerro El Tigre, en Zapallar. Para superficies a más baja altura, los pueblos del litoral de la zona central disponían numerosas piedras en los campos sembrados, pero no arados, para que estas piedras horadadas causaran la condensación de las aguas contenidas en las nieblas. De hecho, en las rocas sobresalientes ubicadas en los faldeos de los cerros, crecen conjuntos de árboles y arbustos, que aprovechan la condensación del agua de las neblinas. Lo interesante es que estas piedras de una cultura prehispánica se encuentran mayoritariamente en los terrenos de cultivo de los valles, por donde penetra en forma rasante la niebla marina, sin que se vea a metros de distancia. Lo mismo ocurre en otros lugares como Melipilla y en la quebrada de San Jerónimo, entre Casablanca y Algarrobo, donde hasta el presente se recogen.5 En Chile se hicieron los primeros ensayos para captar el agua de las neblinas en 1961 por la Universidad del Norte de Antofagasta, y a partir de 1963 las investigaciones se llevaron a cabo a través de un convenio con la Oficina Meteorológica, lo que mejoró los diseños de los instrumentos utilizados y los lugares elegidos para su instalación, acumulándose una gran experiencia práctica en este sistema.6 A partir de 1980, el Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile informaba sobre sus primeros resultados con los atrapa-nieblas en el alto del Tofo, lo cuales condensaban diariamente 12.000 litros de agua, que utilizaban 450 habitantes de la caleta de Chungungo, en la región de

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En Chile, los primeros ensayos para captar el agua de neblina se hicieron en 1961 por la Universidad del Norte

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de Antofagasta, siendo ya, hoy en d铆a, un instrumento popular para su captaci贸n.

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Coquimbo7. Este buen resultado sería el comienzo de un largo trabajo de investigación sobre esta técnica en otros lugares del país y en otras costas del Pacífico Sudamericano y de localidades en el Golfo Pérsico, en el Océano Índico, experiencias reunidas y ahondadas con las investigaciones que se llevan adelante en el Instituto del Desierto, dependiente de esta universidad.

Aprovechamiento de aguas subterráneas El Antiguo Testamento tiene muchas referencias acerca del agua subterránea, las fuentes y manantiales, y los pozos, pero tal vez lo más impresionante de los acueductos edificados por el hombre en los años anteriores al cristianismo son los canales subterráneos construidos por el imperio persa y los de Egipto, 800 años a. c. Los sabios griegos y romanos trataron de explicar científicamente el origen de los afloramientos de agua, porque no creían que procedieran de las aguas lluvias. Recién, a fines del siglo XVIII, los científicos europeos tuvieron claro el ciclo hidrológico. Al siglo siguiente, ingenieros franceses perforaron muchos pozos artesianos y a partir de esos trabajos Henry Darcy explicó el proceso que hoy se conoce como ley de Darcy (1856). Desde esa fecha el avance del conocimiento de la hidráulica de las aguas subterráneas ha sido asombroso. A mediados del siglo XX el 19% del agua total consumida en Estados Unidos provenía del agua subterránea; pero este porcentaje crecía sobre el 40% en varios estados, como ocurría en Arizona, Nuevo México, South Dakota, Arkansas, Texas y Kansas.8 Si se trata de saber cómo aprovecharon el agua subterránea en el pasado los indígenas de este desierto nortino, basta con conocer la técnica de los canchones de Tarapacá descrita por Antonio O’Brian, y a partir del cual se han tratado de hacer proyectos modernos de riego.9 Este sistema consiste en excavar hasta cierta profundidad los terrenos que se van a cultivar para que las raíces de las plantas alcancen el agua. La técnica es la misma que se usaba en las tierras adyacentes a Chan Chan, la capital del reino Chimú en el norte de Perú, donde la napa freática está relativamente cerca de la superficie. Allí “los campos agrícolas eran excavados dentro de la tierra hasta un nivel ligeramente encima de la capa freática… Donde los cultivos eran regados gracias a la elevación del agua subterránea mediante acción capilar”.

En Chile sucede este mismo fenómeno en los fundos Orrego Arriba, Orrego Abajo y San Jerónimo, y en la quebrada de mismo nombre, y en la quebrada de Taltal, en la región de Antofagasta. En los años de 1950 y 1960, la Dirección de Aguas del Ministerio de Obras Públicas de Chile decidió hacer pozos para obtener agua con que regar los potreros de San Pedro de Atacama. Con el fin de determinar los lugares adecuados para hacer estas perforaciones con éxito, se aprovecharon las fotografías aéreas tomadas en 1949 por un escuadrón fotogramétrico de Estados Unidos, con el procedimiento trimetrogón.10 Para su interpretación se usó el sistema de restitución esteroscópica. Este método permitió reconocer los antiguos campos de cultivo, las ruinas y otros detalles del Salar de Atacama y sus oasis, que a simple vista en tierra no se distinguen. Gracias a esa información la perforación de los pozos fue exitosa, aunque el agua afloraba a una temperatura de 25 Cº y contenía una gran cantidad de magnesio, lo cual obligó a traer agua sin este componente para los ingenieros de la obra, que se enfermaron, mientras los habitantes del lugar no tenían problemas porque habían desarrollado una tolerancia suficiente al magnesio.11

Manantiales de agua dulce en el mar En las costas con ciertas formaciones geológicas favorables a la penetración y circulación del agua, hay ríos subterráneos que dan origen a manantiales en medio del mar, donde el agua dulce asciende a la superficie sin mezclarse con la salada, por diferencias de densidad entre ambas. Estos circuitos son tan antiguos, que en el caso de Yucatán, los peces que viven ahí no tienen ojos; estas aguas dulces surgentes en el mar, proporcionan la bebida a los sirenios, o manatíes,12 que sorprendieron a los españoles, quienes creyeron que eran las afamadas y legendarias sirenas. Este fenómeno hidrológico ocurre en numerosos países, como se aprecia en las costas mediterráneas de España, Francia, Italia, Serbia, Turquía, El Líbano y Libia, pero también en América se conocen en Florida y California, en Bahamas y Yucatán, en Venezuela, en Chile y en numerosas islas y atolones del Pacífico, como ocurre en Isla de Pascua13. Estas aguas surgentes en el mar se conocen en la costa de Chile desde tiempos remotos y es posible que hayan sufrido cambios debido a distintos fenómenos naturales. Lautaro Núñez y Juan Varela hace más de 40 años investigaron la relación entre los numerosos

Rastro de las inusuales lluvias en la costa, cerca de Caleta El Cobre.

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sitios arqueológicos costeros, y las posibles fuentes de agua que podrían existir en el entorno. Concluyeron que no todos los restos tenían su correspondiente aguada o pozo, y esta disminución tal vez “sería consecuencia de una menor capacidad de los espacios porales de los sedimentos o relativa impermeabilidad de los mismos, debido al rellenamiento de sales o en menor grado a una compactación por movimientos tectónicos… y su consecuencia final sería el impedimento de las aguas para llegar a la costa o su desvío hacia otros niveles (bajo el mar)”.14 Testimonios más actuales recuerdan esos manantiales en el mar, que los indígenas conocían y también algunos navegantes, que recorrían estos puertos salitreros semana tras semana, hasta mediados de la I Guerra Mundial. Un oficial de la Compañía Alemana de Vapores “Kosmos”, que servía la línea a la costa americana del Pacífico, contaba que siempre apostaba con los pasajeros que podía sacar con un balde agua dulce en pleno mar, sin que el barco se detuviera, entre los puertos, donde estaban las grandes salitreras alemanas, como la Compañía Salitrera H. B. Sloman y Cía, que cargaba su salitre en Tocopilla, o la Deutsche Salpeterwerke A. G., que lo hacía en Taltal.15 Algo similar decía en 1975 un descendiente de los antiguos pescadores changos de Iquique; según lo que le contaban sus mayores, a quienes acompañaba a pescar, en el área de Punta Gruesa salía un río subterráneo por debajo del mar y lo mismo ocurría en la caleta de Chucumata. Estos datos no son muy distintos de lo que decía, sobre el agua de esta área, Francisco Risopatrón, en 1903.16 En 1975, un antiguo administrador de las Salinas de Patillos, contaba que en Río Seco, al sur de Patillos, donde llegaba la sal desde el Salar Grande, perteneciente a la Compañía Explotadora de las Salinas de Punta de Lobos, formada en 1907, un “señor alemán descubrió un río subterráneo en la caleta, cuya agua salía a la superficie del mar a una distancia promedio de un kilómetro”17, lo que asombra que no se aprovechara para la gente de la empresa y se tuviera una “Lancha Aguadora”, para traerla en contenedores de metal desde Iquique.18

Lluvias artificiales Desde la antigüedad, los hombres han tratado de aumentar las precipitaciones pluviales y nivales mediante una amplia variedad de técnicas. Por ejemplo, para evitar el granizo se usaba el encendido de fuegos, el disparo de los cañones, o el tocar de campanas, y para que precipitara lluvia se provocaban descargas eléctricas mediante el uso de cometas y el rociado de las nubes con aire líquido y polvo desde los aviones. Las altas culturas de América del Norte eran adoradoras del agua, tenían un dios llamado por los mayas Chac y Tlaloc, al que se le rendía culto con el asesinato, o sacrificio de seis niños de cuatro años de edad, escogidos entre los más bellos de cada comunidad. También había un genio tutelar de la lluvia misma, llamado Tlalocan. En estas ceremonias para Tlaloc se invocaba la lluvia con los bailes ruidosos, usando cascabeles, sonajeras y conchas, estas últimas eran sopladas y producían un sonido fuerte y sordo. No podía ser de otro modo el culto religioso en un territorio como el de México, que carece de ríos y que tiene unas lagunas someras, como las de Bolivia; sin lluvia, la gente moría de hambre. Por la necesidad de mantener estos sacrificios el imperio mexicano se fue ampliando, en busca de nuevos cautivos. La diosa mexicana protectora de los manantiales y las aguas puras corrientes era Chalchiuhtlicue, por esto mismo también era protectora del matrimonio puro y de los recién nacidos, simbolismo parecido al rito católico del agua en la pila bautismal.

Para la mitología Azteca, Tlaloc era el dios de la lluvia, la fertilidad y el agua. Como otros dioses antiguos relacionados a la lluvia, sostiene el poderoso trueno.

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Detalle del Salar de Atacama.

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Acantilados costeros, y Portada de Antofagasta cuya singular forma es el resultado del roce de las olas. Sitio declarado monumento natural en 1990.

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En América del Sur, el dios principal del imperio de los Incas era Inti, el Sol, tan necesario para la germinación de las plantas a alturas superiores a los 2.000 m.s.n.m. También había dioses tutelares para llamar a la lluvia, a quienes se les continua haciendo, hasta el presente, invocaciones privadas con rituales muy rigurosos en sus formas. Hay un ritual colectivo para invocar a Ankari, el dios del viento, que trae las nubes de lluvia cargadas de agua. Wallallo es la divinidad del rayo, del trueno, del agua y de la lluvia, una versión equivalente al Zeus griego. A este dios los indios andinos sacrificaban niños, como ocurrió con el niño del Santuario Inca del Plomo, y se le cantan hasta el presente unas canciones rituales llamadas walilas. Además de ellos, está el dios llamado Challa, que representa el agua de la lluvia, a quien se le deja regalos consistentes en coca y cigarros para que sea propicio. En las fiestas populares de este mundo andino, en homenaje a este dios tan importante y necesario para los agricultores, se tiran al voleo “challas” o “chayas”, papel confeti con que los indios simbolizan las gotas de la lluvia que esperan.19 Desde la II Guerra Mundial, se usan métodos basados en un conocimiento más detallado de los procesos físicos que ocurren para la formación de la lluvia. En ese tiempo recién se pudo demostrar que las nubes apropiadas podían descargar su precipitación, mediante la introducción de núcleos artificiales. Las posibilidades económicas que esta técnica ofrecía a la agricultura estimuló los altos estudios de la física atmosférica. Las pruebas exitosas se produjeron en 1946, cuando Schaefer hizo la primera prueba dejando caer hielo seco molido a lo largo de una cubierta de nubes altocúmulos de 5 km de extensión, y vio precipitar nieve de la nube, la que luego se evaporó al alcanzar el aire seco.20 Al año siguiente se experimentó con esta técnica en Australia y siguieron los ensayos exitosos en otros países. En Chile se iniciaron estas experiencias en el verano 1965-1966, en algunas cuencas Cordilleranas de los Andes al interior de Arica. En este ensayo se utilizó yoduro de plata y sodio, como estimulante, solución que fue quemada en vuelo bajo las nubes elegidas. Este trabajo exploratorio se hizo en aviones de la fach, y era parte del Programa m.e.t.a (Modificación Experimental del Tiempo Atmosférico), del Proyecto Arica, donde participaban varias instituciones públicas y la Universidad del Norte.21

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Desalación de agua de mar y salada La falta de agua dulce en ciertos desiertos ha sido tan extrema que dependiendo del valor de los productos que en esos parajes se explotan, se han implementado sistemas de desalinización de agua de mar para el consumo de la población. El caso más interesante es el del Golfo Pérsico y el Mar Rojo, donde están las refinerías y terminales de los oleoductos del petróleo. Lo mismo ocurre en las refinerías petroleras de Aruba y Curazao, y en la actualidad hay más o menos 130 países en el mundo que procesan aguas saladas para su consumo diario. Para eliminar las sales disueltas en el agua se utilizan dos procesos; uno es el sistema de destilación, mediante la evaporación del líquido y su condensación posterior. Este método se empleó en la región de Antofagasta, en los puertos de Cobija, Mejillones y Antofagasta y también en las oficinas salitreras. A pesar de su eficiencia, los restos de salmuera que quedan en los recipientes representan entre 8 y 10 veces el volumen de agua dulce obtenida. Estas cantidades de salmuera se convierten en un material de desecho no fácil de eliminar. El otro proceso utilizado en los últimos años es la osmosis inversa; en este caso, la masa de agua salada se hace pasar bajo alta presión a través de una membrana semipermeable, que filtra las sales y otras impurezas contenidas en el agua. En este caso, el residuo remanente de sales dejado en las plantas es entre 1 a 1,5 veces superior al volumen de agua dulce obtenida, aunque tiene un mayor número de sales. En ambos procesos el vertido residual contiene algunos productos químicos utilizados para el tratamiento, como son los anti-incrustantes, antiespumantes y biocidas. De los proyectos de embalse, canalización, abatimiento de arsénico y transporte de aguas dulces desde las altas montañas hasta el litoral, como los que construyeron los Incas que cruzan cientos de kilómetros hasta llegar a la costa, se hablará más adelante, con detalle de lo que ha ocurrido desde hace más de un siglo en la Región de Antofagasta.

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Nombrando el desierto

Estos mismos cateadores y mineros, en sus recorridos exploratorios y de descubrimientos, irían bautizando, en no más de 40 años, esta página en blanco, como era este desierto, con los nombres de lo que fue y sigue siendo más excepcional; por ello la mayor abundancia de nombres corresponde a lo más necesario y escaso en este territorio, como son las aguas y las plantas. Espigando algunos nombres, en especial en la costa y al interior de Taltal y el altiplano, los hay con temperatura, como: Río Frío Laguna Helada Aguas Calientes están también las aguadas que permiten la existencia de plantas, como:

de colores: Agua Verde Aguas Blancas Laguna Blanca

Aguada del Carrizo Aguada del Carricito Aguada de Pastos Largos Aguada de Chépica Aguada de la Brea Aguada Higuera;

con gusto y calidad: Agua Buena Agua Dulce Agua Salada Aguada de la Cachina Agua de Cachinal Agua Amarga Agua Delgada de lugares como: Aguada de la Isla Aguada de las Lagunillas Aguada de los Mantos Cerro Agua Dulce Aguada Punta del Viento Aguada Ojo del Chaco Aguada de las Varitas Aguada Cascabeles Aguada del Pueblo Laguna Seca hay aguas donde abrevan animales: Aguada del Leoncito Aguada de los Mulos Aguada de las Vizcachas Aguada de Los Caballos Aguada de las Vaquillas Aguada de Los Sapos Aguada de la Culebra Aguada de las Tórtolas

pero hay unas con apodos más tristes, como: Aguada del Difunto Aguada del Calvario Aguada del Perrito Muerto otros nombres recuerdan a personas: Aguada de Pereda Aguada de Sandón Aguada de Incaguasi, por último, entre las aguadas está la Aguada del Carretón, la no menos curiosa Aguada del Chascón, y la muy práctica: Aguada del km 9.

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hay otras con nombres más sugerentes, como: Aguada la Amante Aguada del Milagro Aguada de la Exploradora,

Por su parte, la Dirección de Aguas del Ministerio de Obras Públicas dispone de un listado de vegas o bofedales del Norte, con sus respectivas delimitaciones, donde están 148 sitios para la región de Antofagasta, muchos con nombres repetidos varias veces, que no nombraremos.22 También hay otras definiciones de la toponimia, como los cerros Juncal, Juncalillo, Pajonal, Carrizo, Tuna y del Árbol; los colores de los distintos minerales florecen en los nombres de sierras y cerros, como Sierra Vetada, Sierra Overa, Sierra Amarilla, Sierra Los Colorados; y los cerros son de colores, como Plomo, Blanco, Negro (hay tres negros), Bayos, Colorado, Limón Verde y del Azufre. Los nombres en las pampas corresponden a los gustos de los dueños de minas, oficinas salitreras y campamentos mineros, donde cada cual puso el nombre de su pueblo de origen, de su madre, esposa o hija, de sus deseos y sueños, de todo lo aceptable para ser nombrado y recordado en la toponimia. Tal vez esto sea lo más poético que se encuentra en este majestuoso desierto, aquí sí que las mujeres dominan, pues están presentes Ángela, Anita, Aurelia, Blanca Estela, Blanca Lidia, Candelaria, Carmela, Carmen, Catalina, Cecilia, Celia, Cristina, Emma, Esmeralda, Esperanza, Eugenia, Filomena, Ghyzela, Julia, Lastenia, Lilita, Lina, Leonor, María, María Elena, María Teresa, Margarita, Pepita, Petronila, Rosario, Augusta Victoria, no faltan las diosas romanas, de lo que no hay en el desierto, como Diana, la divinidad de la caza y Flora, la diosa de las flores, tampoco están ausentes las princesas Incas o Coyas, pero hay santificadas otras féminas, como Santa Isabel y Santa Luisa. Y siguen las mujeres con las que encarnan sus orígenes, en la Americana, la Araucana y la Guasquina, y no falta la mina que tiene un nombre femenino de una condición muy humana un poco Dudosa, Deseada y Peregrina. Todo unido a otras expresiones femeninas como Avanzada, Buena Esperanza, Pampa Rica, Rica Aventura, Prosperidad y Perseverancia.

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También están nombrados los héroes nacionales, como Lautaro, Blanco Encalada, y los de la guerra del Pacífico, desde Arturo Prat y Carlos Condell al Sargento Aldea, el Presidente Aníbal Pinto y su Ministro José Francisco Vergara, con las batallas decisivas, como la naval de Angamos y de Miraflores. Aparecen en distintos cantones los grandes empresarios con los exploradores y descubridores de las minas de la región, como Ignacio Domeyko y Amado Pissis, José Antonio Moreno y José Santos Ossa, Francisco Puelma y Agustín Edwards. Del mismo tenor son las oficinas salitreras bautizadas con los nombres de los países de origen de sus propietarios, como Alemania, Iberia y Britania, y así siguen las regiones y pueblos de Chile y el mundo. Aunque Atacama no tiene los famosos vientos del Sahara, como el Siroco, que sopla al interior y el Simún, que cruza el Mediterráneo y llega hasta los Alpes, coloreando las nieves con sus rojizas arenas,

sí posee el gran viento que se levanta en la tarde por diferencias de temperaturas en la pampa, que permitía a los obreros viajar “a vela” en el ferrocarril de Antofagasta al interior. Esto será una sorpresa para el geógrafo norteamericano Isaiah Bowman, quien incluye en su libro del desierto de Atacama una fotografía de cuatro obreros que viajan en un carrito de cuatro ruedas, indicando lo siguiente: “Carro a vela en el ferrocarril de Antofagasta a Bolivia, cerca de Calama. La brisa regular de la tarde es una fuente de energía para el regreso a la ciudad a la caída de la tarde”. Una fotografía similar pone Elwin C. Leslie en su estudio sobre las fichas salitreras, diciendo que es un “Nitrate Railway’s ‘Schooner’ on Wheels”, pero los obreros son ocho y ocho también son las ruedas del móvil, formado por dos carros y una vela, lo que muestra la potencia del viento para mover semejante carga.23

El gran viento que se levanta en la pampa, debido a las diferencias de temperaturas, permitía a los obreros viajar “a vela” en las líneas del ferrocarril de Antofagasta.

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Los Changos: habitantes de las sombras

Este litoral, con un clima desértico tan característico, fue un espacio muy poco habitado. Hubo pobladores primitivos, cuyos restos datan desde períodos tan tempranos como 7.730 a. c., y desde la expansión inca y luego la española, los únicos pobladores de esta costa han sido aquellos conocidos como changos, quienes se adaptaron a estas rigurosas condiciones naturales y obtuvieron del mar su sustento. Esta es la razón de la curiosidad y asombro de los europeos, los que incrédulos fueron constatando en sus viajes las primitivas formas de sobrevivencia en este medio extremo, donde no había agua, ni vegetación, ni leña, ni fibras para construir una vivienda. Sin embargo, este pueblo de pescadores sería el primero en ir desapareciendo por asimilación étnica en el pueblo chileno. Desde el paso de los primeros bajeles europeos, estos pescadores fueron vistos navegando en sus originales embarcaciones de cueros de lobos marinos. En 1938, Gualterio Looser, del Museo de Historia Natural, hizo un resumen bibliográfico de todo lo que se había publicado sobre este pueblo de pescadores y de sus embarcaciones, en Chile y en el exterior.

Los registros documentales de las balsas datan desde la Conquista. El propio Francisco de Aguirre usó una de ellas para abordar en Coquimbo el barco que traía al magistrado encomendado por el virrey del Perú para solucionar su conflicto de poder con Villagra; luego, en 1587, el corsario inglés Thomas Cavendish vio a estos indios en sus balsas, en Cerro Moreno. El cronista Cieza de León habla de estos navegantes, cuyas familias viven desde el sur del Perú hasta las costas centrales de Chile; a su vez, el cronista Reginaldo de Lizárraga da noticias de ellos en la costa del “despoblado”, donde hay unas caletillas con poca agua y salobre, por cuya carencia los indios bebían la sangre de los lobos marinos. También el padre Diego Rosales se refiere a ellos, en el siglo XVII y el abate Feuillée los vio en Cobija, en mayo de 1709; su dibujo de estas balsas de puntas arrufadas sería copiado por los editores posteriores. Por su parte, Amadeo Frezier, ingeniero de la misma expedición científica francesa, hace una larga descripción de estos pescadores que habitaban la boca del Maule, publicada en 1716 y cuya imagen de un chango, cerca de Valparaíso, también será posteriormente reproducida muchas veces. A inicios de la República, Mauricio Rugendas los pinta junto a sus balsas en Coquimbo, igual que su compatriota F. Von Meyen, y en 1854, Rodulfo

Viviendas de los Changos en Caleta Paposo, de acuerdo a R.A. Phillippi, 1860.

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Arriba, grabado de R. A. Phillippi, 1860. Izquierda, pescadores Changos en sus tradicionales balsas de cuero de lobo marino dibujados por AndrĂŠe Bresson, 1870.

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Amando Philippi los dibuja en caleta El Cobre. En 1870, Andrée Bresson los ve en Paposo, y así los van retratando otros extranjeros del siglo XIX. A pesar que estos viajeros afirman que los changos son nómades, no parecen ser tales en el siglo XIX, ya que vivían en caletas conocidas, con agua disponible, como son las numerosas que se encuentran al sur de Caleta Coloso, en la provincia de Taltal, donde las mujeres críaban cabras en los cerros, con vegetación xerófita. Al norte estaban los changos de Cobija, que frecuentaban la aguada de Cerro Moreno y tenían contacto con los pueblos del interior, a quienes les vendían charqui de pescado y de mariscos. Esta aguada y la existencia de alguna vegetación en el alto de este morro, compuesta por especies, que asombraron a los botánicos por la distancia en que se encontraban de su lugar de origen, situado a

Grabado de 1712 que detalla la estructura de una balsa de lobo de mar. (Amadeo Freizer, 1702)

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miles de kilómetros.24 En sus observaciones explican la presencia de guanacos, que los changos cazaban cuando estos animales iban a beber en la poza de la caverna. A fines del siglo XIX, integrados a muchas faenas mineras y portuarias, estos pescadores, que dominaron este litoral tan inhóspito, desaparecieron rápidamente de los censos de la Armada de Chile. En 1895 eran apenas 7 los pescadores en Taltal, 10 en Paposo, 4 en Cobija y 9 en Tocopilla, mientras en Antofagasta, donde no había ninguno cuarenta años antes, había 30. Cuatro años después llegaron a 45, pero no eran ya exclusivamente changos, había pescadores de diferentes partes del país, incluso algunos extranjeros.25 En las Memorias del Ministerio de Marina también se aprecia la rápida desaparición de las balsas de cueros de lobos, que sirvieron incluso a los estibadores de los puertos de la costa, que no eran necesariamente changos. En 1864, el 7,5% de todas las embarcaciones de bahía, en los puertos habilitados de la costa chilena, eran balsas de cueros de lobos, con 34 unidades censadas. En 1888, apenas quedaban las últimas dos balsas de este tipo en el puerto de Huasco, en cambio en Pisagua no se registraba ninguna, a pesar que Melton Prior retrató al año siguiente seis de estas embarcaciones, donde los estibadores las usaban para llevar sacos de salitre a los veleros que estaban anclados fuera de la línea de costa para evitar las rompientes del oleaje.26 Las últimas balsas en uso las observó Ricardo Latcham en 1910 en la caleta de Paposo y en la bahía de Coquimbo, sin embargo, en 1933 Mettler vio a estos changos pescando en Cruz Grande, puerto de embarque del hierro del Tofo. En 1955, Jorge Iribarren, Director del Museo de La Serena, organizó una expedición a las caletas del norte, para contactar a estos tripulantes, que Guillermo Millie había fotografiado navegando 15 años antes en la costa. En Punta Choros, Carrizalillo y Chañaral de Aceitunas, donde los pescadores usaban estas balsas, conoce a la última familia que sabía construirlas. Diez años después, en 1965, Hans Niemeyer contacta a un pescador de esta familia, quien le construye una balsa de cueros de lobos en Chañaral de Aceitunas, cuando este hombre había reemplazado para salir a pescar su vieja balsa, de 1943, por un bote moderno, con motor a gasolina, poniendo fin a la característica cultural más connotada de este pueblo de pescadores.27

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En la quebrada de El Medano, a lo largo de 5 kilรณmetros, se suceden mรกs de 200 paneles de pinturas rupestres hechas en pigmentos rojos, representando escenas de pesca y caza

en el mar. Se cree que fueron hechas entre los siglos V y XVI. En las imรกgenes, es posible distinguir lobos marinos, grandes peces y escenas de caza de ballenas.

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El desafío del agua para los pioneros de la región

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Cobija, nacimiento y desarrollo del principal puerto

Las dificultades existentes para la ocupación del litoral por falta de agua dulce para las personas y los animales, se manifestó claramente cuando se creó la república de Bolivia el 6 de agosto de 1825. El Mariscal venezolano Antonio José de Sucre, héroe de la independencia sudamericana y primer Presidente Vitalicio de Bolivia, le encargó al general irlandés Burnett O’Connor, que se trasladara desde Tarija a la costa de Atacama, para que la recorriera y levantara un mapa de las caletas de Loa, Cobija, Mejillones y Paposo, las más conocidas, con el fin de poder elegir un puerto apropiado, que pudiera ser abierto al comercio internacional de la nueva república. En respuesta, el general irlandés decía en su informe al Presidente: “Mejillones es un hermoso puerto, pero carece de agua, el Loa tiene agua salobre y el Paposo tiene río con pescado que le entra, pero el tránsito a Atacama [San Pedro de Atacama], no tiene una gota de agua ni pasto, y por esa razón es inverificable”, en cambio “el de Cobija tenía el mejor fondo para ancla y el puerto más cómodo también, aunque escaso de agua, pero de poder aumentar la cantidad”. Con esta recomendación, no quedó mucho para elegir y, por Decreto gubernamental, el 1º de enero de 1826 se habilitó a Cobija como Puerto Mayor bajo el nombre de La Mar, en homenaje al general De La Mar de la independencia. A los pobladores que fueron llegando se les entregó gratuitamente terrenos y se los liberó de pagar impuestos por tres años. En 1829, el puerto de La Mar tenía 196 hombres y 119 mujeres, de los cuales 25 hombres y 14 mujeres eran chilenos.1 Pronto este puerto boliviano tendría gran actividad comercial y movimiento marítimo. De los 20 puertos de mayor tráfico en la costa del Pacífico, entre 1828 y 1837 Cobija ocupaba el segundo lugar después de El Callao, con el 11% del movimiento total generado desde Valparaíso. Lo que más llama la atención es que en Cobija los veleros de bandera boliviana eran apenas 10 en estos años. En cambio, predominaban los veleros de bandera francesa que llevaban desde Valparaíso productos alimenticios, ropa y herramientas para la

Derecha: carta topográfica y mineralógica del Desierto de Atacama confeccionada por Andrée Bresson en los años 1871-1872, donde se destacan los

Página anterior: Pampa Los Salares.

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minería.2 Esta presencia francesa dominante venía del siglo anterior. Según informaba Amadeo Frezier, Cobija “sólo lo frecuentaban los franceses, quienes para atraer a los comerciantes, buscaron los lugares más cercanos a las minas y más alejados de los oficiales reales, para facilitar el comercio y el transporte de la plata y de las mercancías. Cobija es el puerto más cercano a Lipes y Potosí, que, sin embargo, queda a más de cien leguas, por una región desértica”. Agregaba Frezier que: “La aldea está compuesta de unas cincuenta casas de indios hechas con pieles de lobos marinos. Como es tierra estéril, los habitantes sólo se alimentan de pescado, de un poco de maíz y de tupinambo o papa, que se trae de Atacama a cambio de pescado. En la aldea no hay más que un hilo de agua algo salada y como únicos árboles, se ven cuatro palmeras y dos higueras”.3 Lo que no dice Frezier es que estos veleros franceses hacían un fructífero contrabando, cambiando sus productos por ricos minerales de plata y cobre, minerales que en Europa adquirían rápidamente más valor, por eso estos mercaderes necesitaban alejarse del control de las autoridades coloniales, a cargo de los puertos habilitados para este tráfico, como era Arica. Pocos años antes, en 1706, había estado en Cobija el comerciante belga Vicente Bauver, que en su relación de viaje, publicada el siglo XX, dice: “No hay más habitantes en este lugar que el Cura y cerca de 300 hombres que habitan unas cabañas construidas con huesos de ballenas, de cerca de 4 pies de altura, cubiertas de cueros de lobos que apestan a la distancia.” Sigue este viajero en mula, en compañía de un guía y de sus animales de carga, al interior de la pampa en dirección al altiplano con la idea de obtener de la autoridad de aduana la autorización oficial para comerciar en esta costa. Al terminar el segundo día de travesía, en medio de un paisaje bastante desolado para un europeo, anotaba con detalle y rasgos de angustia, diciendo: “después de

yacimientos de salitre, plata y cobre conocidos. Publicado en “Bolivia Sept années d’explorations, de voyages et de sejeurs dans L’Amerique Australe en París,1886”.

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Arriba, Cobija antes del terremoto del 9 de mayo de 1877 en un grabado de Andrée Bresson de 1872. Izquierda, antigua Iglesia de Cobija cuya campana se encuentra en una de las iglesias de Antofagasta. Derecha, situación actual de Cobija, donde sólo permanecen

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algunos pescadores que han hecho de las ruinas su hogar. Abajo, retrato de Alcides D’Orbigny (18021857), naturalista francés, que llegó el 14 de abril de 1830 a Cobija para estudiar el paisaje y características de la región.

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recorrer 24 leguas a través de un terreno árido, no vimos ser humano, ni ganado, ni árboles, ni hierba, sólo esqueletos de mulas. Ni una gota de agua”.4 Alcides D’Orbigny llegó el 14 de abril de 1830 a Cobija, para quedarse unos días. La aridez de esta costa le causó tal impresión, que reunió varios datos científicos del lugar y de sus residentes. Para él navegar de sur a norte por esta costa era lo más agradable, con un mar terso y tranquilo, correspondiendo así, en esta parte de Atacama, al poético nombre de Océano Pacífico. En la punta de Mejillones avistaba hacia el norte los cerros de la costa, los que llegan a su mayor altura a espaldas del puerto de Cobija, lo cual explica la condensación de las neblinas en esa cúspide y la minúscula cantidad de agua que escurre hasta ese puerto. Recordando a Frezier un siglo antes, D’Orbigny completa la información sobre los changos diciendo que fueron diezmados por una epidemia en la segunda mitad del siglo XVIII y que el puerto de Cobija había sido casi abandonado en los años de independencia. A partir de 1825, cuando el gobierno de Bolivia declaró a Cobija como Puerto Mayor, su desarrollo fue impulsado por Lucas de la Cotera, un español rico, así “este puerto se convirtió pronto en el centro del comercio internacional de la zona y una de las sedes de las principales casas de Chile y del Perú. Las cabañas de los pescadores fueron reemplazadas por la Casa de Gobierno, una aduana, un cuartel y muchas hermosas casas construidas con madera traída de Chile”. También eran de origen chileno las tres palmeras que había plantadas, junto a dos higueras, un sauce y una especie de acacia, árboles puestos en fila “en el único lugar donde es posible hallar algo de humedad, en leguas a la redonda. Cerca corre, por un cañito de una pulgada de diámetro, la única fuente que abastece las necesidades del villorrio y de los indios de los alrededores”. D’Orbigny vio a varias indias que venían a buscar agua de los alrededores y desde una mina de cobre, a dos leguas de distancia. Los indios hacían contrabando en sus balsas llevando plata piña a los bergantines anclados más lejos. Va también a una mina de plata, a bastante altura, y trepando más alto encontró una mancha húmeda, donde crecían higueras y pasto nativo, pero según relata, el agua tenía mucho sulfuro para ser bebida.5 Cuando D’Orbigny estaba en Cobija, Bolivia no tenía relaciones diplomáticas con Francia a pesar que su gobierno había contratado sólo médicos franceses para el protomedicato, adoptado el Código Napoleónico para la legislación civil, y en Cobija residían seis comerciantes franceses, bastante ricos, que habían hecho su fortuna en el lugar. Sin embargo, había gran familiaridad cultural con los franceses, desde el siglo XVIII, cuando el contrabando con ellos, a través de Arica y Cobija, recibía el beneplácito de las autoridades virreinales. El reconocimiento diplomático del nuevo país se obtendría a través del Cónsul de Francia en Valparaíso, en 1833, cuando “un emisario

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francés anunciaba desde Cobija, al gobierno boliviano que Francia, reconociendo en principio la independencia de esta República, estaba dispuesta a concluir con Bolivia un tratado de amistad, comercio y navegación sobre el principio de la más exacta reciprocidad”, saliendo por esta razón a Europa el primer Ministro de Bolivia en París, Casimiro Olañeta, quien llevaba de Secretario a Tomás Frías, más tarde Ministro de Hacienda y Presidente de Bolivia. Francia era el primer país europeo que reconocía a este nuevo país sudamericano, debido justamente a las publicaciones elogiosas que hizo Alcides D’Orbigny sobre la rica y variada naturaleza de Bolivia.6 Entre los primeros residentes de Cobija, también franceses, estaban los hermanos ingenieros Máximo y Domingo Latrille, descubridores del guano y del salitre en Atacama, los cuales llegaron al litoral desde el interior de Bolivia, donde residían desde su arribo de Europa. En 1841 Domingo Latrille descubrió el guano fósil de Mejillones y junto a su hermano al año siguiente empezaron a explotar la mina de cobre de Gatico, al norte de Cobija, lo mismo que la mina de cobre de Huanillo. En la caleta Duendes, después llamada Tocopilla, tuvieron uno de los primeros hornos de fundición para los minerales de cobre. En 1857 estos hermanos junto a Luis Meunier, también francés y minero de Gatico, exploraron a la pampa interior en busca de nuevas minas hasta llegar al cerro El Plomo, llamado después Palestina, y al regresar a la costa por el salar del Carmen encontraron salitre, pero no les interesó en ese momento.7 En 1852, los comerciantes residentes, los mineros, agricultores, artesanos, propietarios de bienes raíces, junto a otros personajes de Cobija, solicitan al Presidente del Consejo Municipal del puerto la construcción de un camino al interior que activara el comercio y el trabajo ya que desde el fin de la guerra de Oriente, tres años antes, bajó el precio internacional del cobre, al punto que varias minas en el área cerraron, además de la carestía de los forrajes para las mulas y de los víveres para la población. El camino mejoraría el tráfico al interior y a las provincias argentinas, a donde se despachaban muchos productos traídos desde Valparaíso. De no actuar así, la población de Cobija seguiría dejando el lugar, hasta despoblarlo.8 Sin embargo, aunque todavía no se sabía, en ese momento se iniciaba una época particularmente favorable para el comercio internacional del cobre, que se cotizó en Londres en precios promedio anual, hasta 1872, en moneda de igual valor, a seis veces el precio de la libra del metal en 19989, lo cual explicó la rapidez asombrosa con que hicieron sus fortunas los millonarios de Copiapó, La Serena y Ovalle, que junto a la explotación de sus minas compraban cobre en esta costa boliviana para procesar en sus fundiciones.

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Gatico Pueblo originado por la explotación de la mina de cobre El Toldo, la cual llegó a albergar a más de 3.000 personas. Fue un municipio independiente, y contó con un periódico propio, entre otras elegancias. Dos aluviones, en 1912 y 1940, pusieron fin a la faena minera, trayendo por consiguiente el abandono de esta localidad. Hoy en día, las últimas casas sufren el abandono, pese a haber sido declarado Zona Típica en 1981.

Página opuesta: antigua casa de la administración de la mina El Toldo, destruida por el robo de sus maderas. Abajo, cementerio de Gatico al atardecer.

Vista hacia el norte del olvidado pueblo y sus instalaciones ya corroídas por la humedad.

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Santos Ossa en Cobija y las primeras resacadoras de agua

Cuando el puerto de Cobija bulle en plena actividad comercial llega y se establece allí José Santos Ossa, minero y comerciante originario del Valle del Huasco, después de haber estado un período en las salitreras de Tarapacá. Su mayor preocupación eran las minas de cobre cuyos minerales enviaba en consignación a Agustín Edwards, quien residía desde 1852 en Valparaíso y llegó a ser el máximo empresario de la exportación de cobre. En Cobija, Santos Ossa se casó con la hija de un comerciante español, con quien hizo negocios, entre esos, el del agua potable. En diciembre de 1857, José María Artola, el comerciante español más poderoso de Cobija y socio de Ossa, le vendió la concesión que poseía para trabajar una máquina destiladora de agua de mar que había importado, capaz de producir 3.000 galones, equivalentes a 13.638 litros diarios. Pero como esta máquina demoraba en llegar y el agua era un buen negocio, poco antes de Ossa entra en funcionamiento una pequeña máquina resacadora de Lucien Durandeau, su vecino de casa inmediato. Entre tanto, Ossa explotó el guano de Paquica, donde ganó bastante dinero, y luego se fue al sur de Chile para hacer negocios de frutos del país, y comprar un fundo para abastecer a los puertos mineros del norte. En 1863, regresó a Cobija. En ese momento —según algunas versiones, otras en cambio dicen que en 1860— José Santos descubrió el salitre en la pampa

Benjamín Vicuña Mackenna y José Santos Ossa, dos aventureros dignos de imitar.

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llamada luego Salar del Carmen, pero no consiguió ninguna franquicia oficial del gobierno de Bolivia hasta la guerra contra España, en 1866, cuando se produjo una fuerte hermandad en la respectiva posición en política internacional que adoptaron las repúblicas de Chile, Bolivia, Perú y Ecuador, países que combatieron juntos la intromisión de la flota española en estas costas. Por su amistad con Francisco Puelma Castillo, ingeniero y abogado chileno conocedor del salitre en Tarapacá, donde había trabajado, Ossa le propone formar la Sociedad Exploradora del Desierto de Atacama, logrando una concesión salitrera en el Salar del Carmen, y el permiso para construir un camino carretero al interior. Estas franquicias fueron autorizadas por intermedio del Ministro de Bolivia en Santiago, el 18 de septiembre de 1866. En 1868, para obtener los capitales necesarios para echar a andar la explotación, Ossa vende a Guillermo Gibbs y Co. la mitad de las concesiones obtenidas por 15 años. Este último traspasa parte de esos derechos a Agustín Edwards Ossandón, el banquero principal de Valparaíso (no a su hijo Agustín, que tenía 15 años), y otro tanto a Jorge Smith y a Melbourne Clark y Cía, formándose con ellos una sociedad mucho más poderosa llamada Melbourne Clark y Cía., a la cual finalmente Ossa vende su parte. Esta empresa inicia las obras en la costa para la explotación del salar, instalando en la caleta de La Chimba la primera máquina condensadora de agua y las primeras construcciones de administración. Luego amplió sus concesiones a las pampas de Salinas y Carmen Alto y obtuvo la franquicia de extender el ferrocarril a todas sus pertenencias, y estas favorables condiciones llevaron a sus socios a ampliar la empresa, formando en Valparaíso, el 9 de octubre de 1872, la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta.10 Pero pronto Cobija sería desplazada de su primer lugar como Puerto Mayor con el desarrollo de Antofagasta, que terminaría por posesionarse como tal a pesar de tener el peor puerto del litoral, y de no disponer de agua ni de pasto para las mulas. Estos problemas fueron superados gracias a la tecnología de las máquinas resacadoras de agua de mar para obtener agua dulce, a la importación de alfalfa y cebada, y al ferrocarril, que facilitó el tráfico al interior, y desplazó en parte a las carretas tiradas por mulas.

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También el gran maremoto de 1877 contribuiría a sepultar a Cobija, catástrofe natural que también borró lo que se había construido en Tocopilla. Días después de este desastre, lo primero que se hizo fue reponer los muelles y las embarcaciones que brindaban abastecimiento de agua y víveres a los barcos, y que también movían las cargas y los pasajeros, tal como consta en los pasavantes de la gobernación marítima del Maule, de donde partían los faluchos y lanchas rumbo a esos puertos. Como parte de los efectos de este terremoto y maremoto de 1877, Cobija perdió las surgencias de agua dulce en el mar. Según registros históricos, “los pescadores de Cobija aseguran que sacan agua dulce mar

adentro, sólo con meter un cántaro en la superficie líquida, la que provendría de algún río que surge en pleno océano y aflora por su menor densidad que la salada”.11 A pesar de estos antecedentes, no se ha podido volver a localizar estas fuentes, igual que otras mencionadas, en las orillas de las playas, como sucedió con la conocida aguada de Caleta de Bajo Molle, al sur de Iquique. Datos tardíos de este abastecimiento los aportó Mary Jones de Jones en 1856; según ella, esta fuente se agotó en 1868 a consecuencia del terremoto y maremoto de ese año.12 Las búsquedas posteriores de más de un siglo han sido infructuosas.

Izquierda: la industria del salitre fue el motor para el desarrollo de Chile hasta la invención del salitre sintético en los años 20. Imagen de 1940.

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Arriba, planta resacadora de agua de mar ubicada en Antofagasta, fotografía de 1917.

santos ossa en cobija y las primeras resacadoras de agua

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Las aguadas de Cobija

En 1829 el Ministro del Interior del Presidente Santa Cruz asumió como su principal responsabilidad entregar suficiente agua potable a la población establecida en Cobija. Se hacía necesario ubicar aguadas: la orden dio resultados positivos y en noviembre de ese año, el gobernador Gaspar Aramayo informó de la existencia de cuatro de ellas. Luego, transcurrido un mes, orgullosamente dio cuenta del nuevo descubrimiento de otros cuatro surgimientos de agua, uno de ellos ubicados en el centro mismo de Cobija. En suma, al término de ese año, sumando las existentes, Cobija contaba con diez aguadas. Santa Cruz, en alerta de las dificultades que surgían en Cobija por su creciente desarrollo como puerto y entendiendo que se dependía de un adecuado abastecimiento de agua, dictó el 30 de diciembre de 1830, un decreto para resolver el problema: “habiendo observado —proclamó la disposición— que las playas de Cobija no carecen de aguadas y que ellas se encuentran en todas direcciones decreto que primero: se autoriza al gobernador de El Litoral para comprar dos taladros artesianos, como el que tiene en el puerto, los que se utilizarán en perforar la tierra hasta conseguir las aguadas abundantes, en beneficio de la población y segundo: que igualmente se ha autorizado para perfeccionar y adelantar las aguadas existentes y particularmente la de Las Cañas, estableciéndose en ella grandes depósitos y estanques que contribuyan a la comodidad de la población”.

Los aguadores iban por la ciudad vendiendo agua en toneles montados sobre burros, y a veces, como se aprecia en la imagen, sobre llamas o alpacas.

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El decreto produjo sus frutos. Se trabajó fuertemente en las aguadas Algarrobo y Las Cañas. En la primera las obras costaron 4.000 pesos. Si bien era una de las más importantes, el caudal que entregaba no era constante. Según se informaba: Febrero de 1833: produjo 5 barriles diarios Abril de 1833: produjo 7 barriles diarios Junio de 1833: produjo 12 a 13 barriles diarios Agosto de 1833: produjo 15 barriles diarios Los arreglos en la aguada Las Cañas tuvieron un costo menor: 3.000 pesos. Producía más que la de Algarrobo. En el mes de julio, producía en su depósito más grande 100 barriles diarios y en el más pequeño 50. Pero la lluvia aumentaba su capacidad. En agosto llegaba a 500 diariamente. Las aguadas tenían un depósito mayor y otro menor. Eran construidos de madera, pero forrados interiormente con plomo a fin de evitar la fuga de agua. La aguada descubierta en el centro de la población también fue arreglada. La cifra fue de 300 pesos, lo que se explica por qué recibió la colaboración de mano de obra, entregada por los soldados de la Brigada de Artillería. El aporte de esta aguada era tal que se la comparaba con la de Las Cañas. Igual que las otras estaba formada por un receptáculo de madera forrado con plomo. Tanto la fuente como el depósito estaban encerradas en una especie de cajón de sólidas paredes, para evitar que el agua se ensuciara con el polvo arrastrado por el viento. La Guerra contra la Confederación Perú boliviana (1836-1839) decidió la caída de Andrés de Santa Cruz, el “hacedor de Cobija”. Sin embargo, el ascenso de José Miguel Velasco (1839-1841) no debilitó la preocupación por el puerto. Al asumir el cargo, pidió al gobernador de El Litoral que le sugirieran cuáles eran los problemas más agudos. La respuesta fue que era urgente reparar las aguadas, entre otros asuntos. Respecto a las aguadas se respondió: “es una verdad que el principio vital de la existencia de Cobija, no será sólo la conservación de las aguas… sino la seguridad consistente en los depósitos para que la distribución de aquello sea muy exacto. Hay quejas porque las fuentes se encontraban ruinosas”. Finalmente se insistía en la necesidad de descubrir nuevas surgencias de agua. Más tarde, Cobija solucionaría el problema de agua con la instalación de máquinas condensadoras.

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Ambas imĂĄgenes corresponden a una de las aguadas activas en la localidad de Cobija, aĂşn en uso por parte de los pescadores del lugar.

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las aguadas de cobija

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José Díaz Gana y el descubrimiento de Caracoles

José Díaz Gana nació en Valparaíso, en 1827, en una familia de alta sociedad. Su padre era Juan Antonio Díaz de Salcedo y Díaz de la Puente, y su madre era Rosa Gana Martínez de la Torre. Se educó en los mejores establecimientos privados del puerto y a los 25 años, en 1852, trabajaba de cajero en la empresa comercial y de minas del catalán José Cerveró, uno de los empresarios más importantes de Valparaíso. Motivado por el permanente optimismo que traían los mineros que llegaban a pedir crédito al puerto, se fue a Copiapó y estuvo de administrador del fundo Potrero Seco, donde se alimentaban las numerosas mulas que hacían el tráfico entre las bocaminas de los cerros y las estaciones del ferrocarril de ese valle, para embarcar en Caldera los minerales rumbo a Europa. Después José Díaz Gana siguió al norte, hasta llegar a Cobija en 1866. Tenía allí una compañía de comercio con empresarios de Valparaíso, quienes lo abastecían con herramientas y víveres para la venta a los mineros, y lo financiaban para buscar minas de cobre, metal que en ese tiempo hacía millonarios a varios chilenos. Ahí se dedicó a catear vetas en Sierra Gorda, a veces en sociedad con otros y otras solo y explotó un filón cuprífero en Mejillones. En esas andanzas conoció a Henri G. Arnoux de la Rivière, quien era representante de la empresa francesa concesionaria del guano de Mejillones. Como José Díaz había recibido en secreto el derrotero argentífero de José Garabito, y sus

Dibujo de Andrèe Bresson en 1872 sobre Caracoles.

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financistas nada querían con estos yacimientos, se retiró de esa compañía porteña y constituyó una Sociedad Exploradora y Cateadora con Arnoux de la Rivière, quien no disponía de capital alguno, pero consiguió que Luis Pereira Cotapos invirtiera sus ahorros en esta aventura, apuesta que terminó haciéndolos millonarios en pocos meses a los tres. La cuadrilla de cateadores de esta sociedad, compuesta por José Ramón Méndez —a quien sus conocidos llamaban “Cangalla” (ladrón de metales preciosos)—, Ramón Porras, Simón Saavedra y Exequiel Reyes, parte desde Cobija, donde Díaz Gana era Cónsul de Chile en reemplazo de José Santos Ossa, que se había trasladado a La Chimba (después Antofagasta). Este grupo, en su tercera salida, siguió el camino a Calama, casi como el Quijote en busca de una aventura afortunada, pernoctando en la aguada del cerro Limón Verde. Cuenta la leyenda que al amanecer, cuando los rayos del sol impactaron en ángulo recto los cerros dándoles un brillo refulgente y espejeado, el “Cangalla” gritó —¡ahí está el venero de plata! Y así fue. Era el 25 de marzo de 1870. Díaz Gana, que estaba en ese momento en Valparaíso, al saber la noticia vuelve y visita con detalle toda la corrida de cerros del mineral, donde lo que más le impresiona es la formación sedimentaria que contenía una gran cantidad de amonites, un cefalópodo del Secundario, bautizando por eso a todo el mineral como “Caracoles”. Con alma de poeta, a la primera de sus minas inscritas la llamó “La Flor del Desierto”, una imagen recurrente de los mineros, que en el fondo de los piques soñaban con un jardín de flores, como lo recordaba el millonario del cobre Federico Varela, dueño de varias minas en Chañaral de las Ánimas. El mineral de Caracoles era uno de los más grandes de todos los descubiertos, con filones y vetas esparcidas en una superficie de 400 km2. Las barras caracolinas se llegaron a cotizar en Santiago y Valparaíso en 250.000 pesos de 48 peniques cada una, y desde el inicio hasta 1893, Caracoles había dado a sus múltiples dueños 63,75 millones de pesos, expresados en moneda de igual valor. Miguel Cruchaga contribuyó al desarrollo de las minas de plata de Caracoles, dando a muchas de esas sociedades la estructura de una sociedad anónima, que facilitaba las transacciones y el aumento de capital, sin tener que terminar con la empresa por retiro o muerte

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de un socio. A juicio de Javier Vial Solar, el mérito de Cruchaga fue encontrar una solución jurídica “para saciar la codicia de todos” cuando en Santiago había capitales disponibles para cualquier aventura minera.13 Caracoles proporcionó importantes capitales a sus afortunados dueños para realizar nuevas inversiones mineras, como las salitreras y las carboníferas, que requerían de grandes sumas, junto a otras actividades comerciales e industriales, como sucedió con los sistemas de transporte, representados por varias empresas navieras, desde la Sud Americana de Vapores a otras de veleros, como era la Compañía de Buques y Maderas, y ferrocarriles mineros, junto a poderosas empresas aseguradoras que en ese momento se desarrollaban en Chile, lo que se puede apreciar con detalle en el resumen que Carmen Gloria Bravo hace de los principales empresarios de Caracoles.14

Por su parte, José Victorino Lastarria, en 1871, escribía al Ministro de Hacienda de Bolivia, señor Tomás Frías, unas cartas descriptivas de lo que estaba ocurriendo en el entorno de Atacama con el recién descubierto mineral de plata de Caracoles, que había provocado un rush. Parte diciendo: “el descubrimiento de Caracoles ha abierto una ancha puerta a la encarcelada de la América, a la hija de Bolívar, que enclavada allá en sus Yungas y estrechada por las más altas sierras, miraba a todos los horizontes en busca de una salida a los océanos”. Señala Lastarria que: “Caracoles ha improvisado en seis meses una población de más de cien casas en Antofagasta y otras doscientas en Mejillones, con casas de crédito y comercio, destilaciones de agua salada, empresas de acarreo y otras especulaciones. La autoridad llega para cobrar contribuciones cuando hubo metales que exportar, y cuando hubo tráfico en sus calles y caminos que ella no había trazado, con el pretexto que la locomotora

Impresionante placa fotográfica de Caracoles fechada en 1874.

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Arriba, yacimiento de Caracoles en su estado actual. Derecha: Benjamín Vicuña Mackenna al escribir su “Libro de la Plata” (1882), le escribe a Manuel Ossa Ruiz, hijo de José Santos Ossa, pidiéndole noticias de la zona minera de Caracoles. Ossa, de 28 años, le remite como información un dibujo de su autoría, donde aparecen de espaldas, tomando mate y en

compañía del infaltable y fiel perro, los cuatro buscadores de minas más famosos de la época, miembros de la cuadrilla que exploraba al interior de Cachinal; al pie del dibujo, Ossa escribe una dedicatoria, que dice “el frío del desierto entona y abre el apetito como podrá verlo en la presente descripción gráfica”, firmada el 31 de mayo de 1882.

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ahuyenta las carretas, le impone una fuerte patente de peaje”. Comenta que en ese momento se hace un camino al interior, dirigido por el señor Castro Tagle, Cónsul de Chile, sin embargo, a su juicio, el ferrocarril es mucho más importante porque puede llevar al interior el agua destilada en los puertos. Quizás lo más interesante resulta hoy su visión de los compatriotas: “son chilenos los nuevos yanquis que pululan por Antofagasta y Mejillones, tan activos como alegres, tan generosos como afables, que de día trabajan y de noche organizan sociedades de instrucción primaria, y discuten todos los medios de hacer progresar la comunidad”.15 Por otro lado, el ingeniero francés André Bresson ha dejado la mejor descripción de la Placilla de Caracoles en su primer momento, cuando la población vivía bajo toldos fabricados con los sacos, o con las velas de los faluchos que llegaban del sur, con productos alimenticios, tablas y leña. También está en el libro de este ingeniero francés la imagen pictórica de estos momentos de Caracoles, que algunos autores dicen equívocamente que corresponde a Charles Wiener, pero no es así, porque este sabio francés no estuvo en Caracoles. Señala, entre otras cosas, que en los primeros meses de 1872, la Placilla de Caracoles ya tenía 2.000 habitantes, con casas iguales a las de Mejillones, con toldos y tejado galvanizado, sin alineación, sino que siguiendo la quebrada. Cuenta que en 1873 las casas comerciales, en especial las de Valparaíso, ya habían instalado sus sucursales, y levantado algunos hoteles, junto a una sala de baile y de espectáculos con capacidad para 150 a 200 personas. Relata que la plaza del pueblo era cuadrada, y que en uno de sus lados un Coronel Boliviano había levantado un bonito fuerte para la policía y su guarnición, de un piso, con veranda exterior. También que gracias a la amable señora del Cónsul de Chile, Filomena Echiburú de Villegas, quien golpeó todas las puertas, se pudo levantar una pequeña iglesia al lado de la Sub-Prefectura. Describe esta iglesia como “casi elegante, pintada de aceite, con un porche con columnas y un campanario cuadrado”. Para esa fecha Caracoles ya contaba con “una estación de ferrocarril, para hacer una estadía perfectamente habitable, situada en pleno desierto de Atacama, a más de 200 km del mar”. Agrega que “En resumen, en cuatro años solamente, en un árido desierto, donde nadie turbaba el silencio de ese enorme vacío, los hombres atraídos por el apetito de un precioso mineral, han creado un distrito minero donde viven más de 5.000 habitantes, y una villa de 2.000 almas, donde nada falta a las necesidades de la población que dispone de plata con tanta facilidad con que la gana, y es, como me lo decían algunos notables”. Respecto del abastecimiento del agua y otros víveres afirma: “Todo en Caracoles es importado, menos el agua. El agua potable viene de las cercanías en pequeños barriles

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tirados por mulas, o en coches-reservorios tirados por cuatro mulas. En 1872, el agua se vendía en 30 francos los 72 litros, que en 1874, era la mitad. El agua de segunda calidad, más abundante y barata tenía cierta cantidad de sulfato de magnesio. La leña de quisco se traía de 15 ó 20 leguas españolas, desde los altos de Pingo-Pingo y de Puquios. El combustible para las máquinas a vapor se trae de Chile y de Inglaterra; el pasto viene de Chile y Argentina y la cebada, alimento preferido de las mulas, viene de Chile. Los transportistas están obligados a tener posadas con víveres y alimentos para los animales, aunque la cantidad de esqueletos de animales muertos muestran las fatigas y privaciones a que están sometidos en el cruce del desierto. El precio de transporte de un quintal desde Mejillones hasta Caracoles es de 40 francos y la mitad a la vuelta; el precio desde Antofagasta es de 25 francos y 12 a la vuelta”.16 También el boom de Caracoles motivó la creación de los dos primeros bancos de Bolivia, ambos fundados en Valparaíso, en 1871. Uno fue el Banco Boliviano, de Enrique Meiggs y Lorenzo Claro Cruz, yerno de José Victorino Lastarria, para quienes el poeta Eusebio Lillo hizo las gestiones de autorización en Bolivia, aunando amistades en Sucre que le servirían más tarde, para su misión política en la postguerra. El otro fue el Banco Nacional de Bolivia que fue fundado por el comercio del puerto de Valparaíso, y presidido por Agustín Edwards Ossandón, con la participación de importantes empresarios bolivianos residentes en Valparaíso, como eran los hermanos Soruco, los hermanos Dorado, hijos de españoles y nacidos en Cobija y la familia de Napoleón, Mariano y Belisario Peró, junto a los agentes de empresas inglesas, alemanas, italianas que comerciaban con Cobija. Este banco luego absorbería al Banco Boliviano. El rush de Caracoles hacía indispensable contar con sedes bancarias que operaran en el litoral, donde llegaban los productos chilenos enviados por las casas de comercio del puerto, y los mineros y empresarios nacionales que necesitaban un banco para girar pagos y pedir préstamos para las operaciones de las grandes minas. Los billetes de estos bancos circulaban con un timbre que decía “emisión del litoral”, señalando que los emitidos en 1873 eran pagados en Cobija, en Valparaíso, y luego también en Antofagasta. Durante la guerra del Pacífico estos bancos chilenos fueron expropiados, pero al firmarse el Pacto de Tregua de 1884, los accionistas propietarios del Banco Nacional de Bolivia y de las minas de Corocoro fueron indemnizados por el gobierno boliviano.17

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El primer destilador solar de Charles Wilson

Las Salinas, ubicado a 112 kms de Antofagasta, era un pueblo de servicio al cual llegaban semanalmente un promedio de ochocientas carretas arrastradas por mulas cargadas de minerales. Cundían los hoteles y fondas que proporcionaban comidas, los almacenes de menestra y licores, bodegas para ventas de herramientas y forraje para los animales. Naturalmente, también estaban los burdeles de prostitutas que vendían su amor. Un pueblo donde se expendían todas las carencias para los trabajadores del salitre y los pirquineros de Caracoles. Sus habitantes reclamaban agua potable para su consumo y el de sus animales. Adyacente a Las Salinas existía un terreno inclinado por donde brotaba agua salobre, y para convertirla en agua potable se instalaron ahí las llamadas condensadoras de agua, que habían permitido a los pueblos del litoral abastecerse de agua. Lamentablemente, el funcionamiento de las condensadoras era demasiado oneroso, puesto que funcionaban con carbón como combustible, mineral que se adquiría en los yacimientos carboníferos del sur de Chile, o en la lejana Inglaterra. El consumo de combustible y la obtención de agua potable, rendía de uno a seis, y en las mejores condiciones, de uno a ocho. Esto encarecía sustancialmente el agua; en Las Salinas su precio llegaba a cuatro centavos el galón.

En 1872, el ingeniero sueco Charles Wilson confeccionó la primera planta de destilación solar que se tenga noticia para la empresa Salitrera Lastenia Salinas (sobre la cual después se construiría la oficina Chacabuco). Dicha planta era un instrumento destinado a convertir en potable el agua salada, usando para ello dos elementos que se encontraban en abundancia en el desierto de Atacama: el calor solar y la fuerza del viento. Fue el sistema que se instaló en Las Salinas. El aparato consistía en la instalación de arcas poco profundas llenas de agua salada, cubiertas por un techo oblicuo de vidrio en una extensión de 4.000 m2. El agua era elevada desde los pozos mediante una bomba de molino de viento hasta un estanque con capacidad para cuatro días. El sol calentaba el agua de las arcas por los rayos que pasaban a través de los vidrios. De esta manera, se producía vapor que se condensaba y era conducido a través de cañerías hasta una cuba que almacena el líquido potable. La ingeniosa máquina llegó a producir en verano más de 20.000 litros de agua fresca diaria. La milagrosa máquina funcionó hasta 1907, año en que comenzaron a operar las primeras cañerías con agua de la Cordillera de los Andes. Este experimento llevado a efecto en pleno desierto, con dificultades tecnológicas, ha sido reconocido como exitoso en foros y reuniones contemporáneas realizadas por científicos expertos en materias de aprovechamiento de la energía solar, destacando el emprendimiento de este ingeniero sueco en mitad del desierto más árido del mundo.

Imagen de la mítica máquina condensadora de Charles Wilson, reconocida internacionalmente por su originalidad.

El ingeniero sueco, Charles Wilson.

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Canchas de salitre en la regi贸n de Antofagasta.

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Los orígenes de Taltal

El puerto de Taltal se habilita como tal el 12 de julio de 1858, a instancias de José Antonio Moreno, el magnate del cobre, y del gobernador de Caldera, quienes solicitan su apertura a la Dirección Marítima y al Ministro del Interior. Se buscaban mejores condiciones para la explotación de los minerales, facilitando el trabajo de los empleados de la Aduana de Caldera. En Taltal ya habían otros empleados para la atención y el servicio de buques, a cuya instalación ayudo José Antonio Moreno. Este empresario, oriundo de Copiapó, primero arrendó la estancia El Paposo a Candelaria Goyenechea Sierra, su coterránea y madre de los intrépidos hermanos Gallo, sus amigos personales. Ella la había heredado de sus ascendientes maternos, procedentes de Francisco Cisternas, quien fue el primero y único favorecido con esta merced de tierras a fines del siglo XVII. Esta Estancia tenía alto valor, a juzgar por la tasación que hace Manuel Montt de los bienes del matrimonio Gallo Goyenechea, a la partición de ellos en 1849, cuando la Estancia del Paposo vale lo mismo que la gran casa de la familia en la calle Atacama, la más rica en la ciudad más rica de Chile.18 A la muerte de José Antonio Moreno su viuda compra definitivamente la Estancia El Paposo. Con el paso de los años, el Estado de Chile pone en duda el dominio y la propiedad de esta Estancia de decenas de miles de km2

Tradicional forma de arrastrar barriles de agua por burros. En la imagen niño de Tal Tal. Sin fecha.

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y el nieto de Moreno, Arturo Latorre Moreno, le solicita a Tomás Thayer Ojeda que haga una interpretación jurídica del título primitivo de propiedad para la disputa con el gobierno, que pierden por los intereses que están involucrados en estas tierras, llenas de minas de cobre, de plata y oro, además de las reservas salitreras. Lo interesante de este documento es que aclara algunos términos empleados en los siglos XVII y XVIII sobre las aguadas. Ahí comenta que muchas veces se habla de “jagüey”, palabra indígena de origen taino, pueblo de las Antillas, que es equivalente a fuente, manantial, ojo de agua y aguada, en castellano, pero no siempre se trata de una surgencia natural, pues puede ser un pozo construido para captar agua subterránea. Respecto del término “vertiente”, dice que no significa necesariamente agua, sino que se refiere a “por donde se vierte algo”, como puede ser un botadero de tierras. Luego continúa explicando que la Estancia El Paposo es la más septentrional, después de la Estancia de Chañaral, y antes de la de Los Choros.19 Al final, queda claro que la familia de José Antonio Moreno perdió en este pleito, cuando al interior de Taltal y El Paposo se extendían ricos mantos de salitre, los que a partir de 1878 fueron ocupados por los empresarios chilenos, que fueron expropiados en Tarapacá por el gobierno peruano en esa fecha. El Paposo contaba desde antes de la Colonia con una vegetación xerófita, capaz de mantener majadas de cabras que eran el gran negocio de esos años en que se exportaban los cordobanes a Perú preparados con cueros de caprinos. Eso mismo es lo que vio Rodulfo Amando Philippi cuando recorrió esa costa en compañía de Diego de Almeida, quien le contó sus aventuras por esas tierras, cuando de joven exploraba en busca de minas y llevaba estacas de árboles frutales que iba plantando en cada aguada, y así crecieron higueras y perales; en ese recorrido se encuentra con José Antonio Moreno, que lo recibe en su campamento de caleta El Cobre, donde había excelente comida, diarios y agua buena, todo, incluso el agua, traído de Valparaíso.20 Con los años se tejió una leyenda negra en torno a Moreno, y se decía que para que otros no exploraran en sus territorios, él mismo tapaba las aguadas y no ayudaba a nadie con comida o forraje, como lo recoge L. Darapsky, en 1900.21

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Arriba: Quebrada de Taltal, donde surgen aguas subterráneas que permiten el crecimiento de vegetación.

Aguadores de Taltal, recreación del artista Luis Núñez San Martín.

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Taltal En 1856 fue descubierto y puesto en operación el yacimiento de cobre Cachiyuyal, ubicado en una quebrada al interior de Taltal, dándose inicio a un informal tráfico de barcos en la costa. El 12 de julio de 1858, por solicitud de Jose Antonio Moreno, fue habilitado oficialmente el puerto, dando origen a la ciudad que hoy conocemos. Taltal tuvo su apogeo en 1876 con la apertura de 21 oficinas salitreras en su cantón. En 1882, inauguró su propio ferrocarril, construido por la empresa inglesa The Taltal Railway Co., llegando a tener una línea de 150 km que unía a todas las oficinas salitreras. En 1920 tuvo más de 20.000 habitantes, pero luego del cierre de las oficinas salitreras su actividad decayó, pasando a ser la pesca artesanal su principal actividad.

Hoy en día, Taltal impresiona por su belleza y el patrimonio histórico que posee; gran parte de sus edificaciones se conservan en muy

buen estado. La ciudad acoge al visitante en mitad de una costa agreste y solitaria, brindando buena comida y abundante sombra.

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Las aguadas de la costa de Taltal

Después de los antecedentes de las aguadas de la costa recogidos por Philippi, y varias veces mencionados por distintos viajeros, los pone al día Arturo Capdeville, cuando en 1923, hacía un recuento de las 31 aguadas situadas en el litoral, todavía vigentes, situadas al norte del puerto de Taltal, agregando una serie de datos sobre el medio ambiente y sus habitantes. Uno de los aspectos geográficos más interesantes es que estos manantiales brotan de los cerros de la costa, a una misma altura, de unos 200 m.s.n.m., y nunca están a más de 18 cuadras del mar. Estas aguadas son: 1. Del Hueso, a una legua de la playa, hay plantados perales e higueras. 2. Punta Honda, en la playa, salobre, a 10 cuadras al interior, por la quebrada de Ramón viven varias familias changas, que tienen majadas de cabras. 3. Paso Malo, en la playa, agua buena, en la quebrada adentro viven changos y sus cabras. 4. Pozo Agua Verde, una legua al sur de Puerto Oliva, en la playa, salobre. 5. Agua Dulce, 1,5 legua al norte de Puerto Oliva, a 6 mts del mar y a 4 de altura; brota de la roca, hay pasto (chépica) y ahí se encontró un cementerio chincha atacameño.

6. Anchuño (nombre del chango que allí vivía), a media falda del cerro brota el agua, es de buena calidad, forma un pozo grande y hay higueras y perales. 7. Cachinalcito, a la misma altura de la anterior, con buena agua, perales, higueras, cabras y changos. 8. Del Pueblo, a 2 km del mar y a 80 metros de altura, con buena agua para personas y animales. 9. Quebrada del Jote, a media falta, con agua buena y una vega. 10. Agua Buena de los Perales, a 2 km al norte de la anterior, un chango cuida 5 higueras y 8 perales. 11. Agua de los Perales, a 2 km al norte, hay familias de changos, tienen higueras, perales, duraznos, membrillos y un eucalipto. 12. Yumbes, frente al Paposo, a ½ legua del mar, buena agua, hay higueras, un pimiento y burros cimarrones. 13. De la Capilla, a una legua al norte del Paposo, en la playa, al interior hay 3 aguadas, que permiten abundantes pastos, ahí viven changos con sus majadas. 14. De la Aguadita, en la playa, dulce. 15. Del Zapatero, a media falda, con pasto. 16. De la Caña, a 5 leguas al norte del Paposo. 17. De Las Locitas, en la playa, salobre. 18. Del Cucaracho, en la playa, salobre, al fin del Médano. 19. Del Médano, por varias quebradas a media falda brota agua dulce; pasado el macizo está la aguada de Chacoma; siguiendo ½ legua de la anterior, están las Piedras Pintadas, a 5 leguas al norte del Paposo y a 3 leguas al interior. Estas piedras pintadas están en la quebrada La Salvadora, los dibujos son rojos, hay redes, balsas, llamas o guanacos, indios apuntándolos, otros lanzando arpones a las albacoras o ballenas. 20. De la Loma Dulce, a ¾ de legua de la playa, en la quebrada del cerro de su nombre hay otro manantial un poco más al norte y los cerros tienen pastos.

Aguada del Perrito Muerto, retratada por Ludwig Darapsky, publicada en la obra “Das departement Taltal” impresa en Berlín en 1900.

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En las laderas de los cerros de la costa, en el sector de Caleta El Paposo, la constante neblina produce una potente franja verde poblada de peque単as flores.

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21. Del Panulcillo, a ¾ de legua de la playa, en la quebrada del cerro de su nombre. 22. Del Puntiagudo, a ¾ de legua de la playa, en el cerro de su nombre. 23. Del Trapiche, a ¾ de legua de la playa, en la quebrada del cerro de su nombre y las más rica después del Médano. 24. Del Panul o del Resbalón, a ¾ de legua de la playa, mucho pasto, 1 legua al sur de Punta Plata. 25. Del Cardón, a ¾ de legua de la playa, en la quebrada del cerro de su nombre. Entre Punta Plata y Punta Morada, a ½ legua al norte de Taltal los cerros tienen pasto, pero disminuyen al norte de Punta Plata. 26. De las Huallancas, en la playa, salobre. 27. De Caleta Colorada, en la playa, salobre, al interior dulce. 28. Del Buitre, brota del cerro, a 1 legua de la playa. 29. De Miguel Díaz, al sur de Punta de Reyes, a 1 legua de la playa, dulce y abundante, hay pasto. 30. De Cotaipí, en la lía de la anterior, buena. 31. De la Botija, en la playa, salobre, al interior brota agua buena y abundante. Estas aguadas, de Taltal a Botija, deben haber servido para sostener poblaciones indígenas prehistóricas ubicadas en la costa y que tenían en el mar un abundante alimento. Señala Capdeville que, según conversaciones con los changos del lugar, en épocas pasadas había más agua y pastos porque las lluvias eran más abundantes. Esto no sería raro dado que el siglo XIX Chile tuvo más lluvias que en otros períodos. Capdeville relata que al interior de Taltal revienta agua

dulce, o algo salada, que bajaba por la quebrada proveniente de los Andes, como ocurre en Río Frío, Pastos Grandes, Aguada, Catalina, Agua Verde, Canchas, Cortadera, Breas, Hueso, y otros puntos entre la cordillera de los Andes y el puerto de Taltal. Por último, comenta que cuando llueve se produce una abundante floración de lirios, del fragante palo negro, la pata de guanaco, los capachitos, el amancay y otras plantas.22 Esta vegetación se sustenta en las escasas precipitaciones que en Taltal alcanzan a 25 mm al año, con una temperatura promedio anual de 17º C. Esta costa cuenta también con una abundante neblina que se desarrolla entre los 300 y los 800 m.s.n.m., que cubre los cerros y protege a la vegetación de los efectos secantes del sol. Las laderas y declives de los cerros cubiertos por las nieblas poseen una vegetación de invierno que en primavera se vuelve exuberante y da lugar a una franja verde, vista desde el mar, entre las alturas que alcanza la permanencia de la neblina. Esta “franja verde” es más intensa desde la aguada de Miguel Díaz, por el norte, hasta Punta Grande, un poco al sur del Paposo. Entre estas plantas hay muchas únicas, y aunque sus géneros son los mismos que abundan en el sur del Perú, las especies difieren y son auténticamente endémicas. De este conjunto destacan tres tipos de cactus, uno es el cereus spinibarbis Otto, otro el cereus Coquimbanus y una Euphorbia lactiflua Ph., con estructura xerófita y hay una puya copiapina Ph.23

Aguadas Breas y Escalerita retratadas por Ludwig Darapsky en 1900.

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Entre los tipos de cactus caracterĂ­sticos de la zona de la cuesta El Paposo, se encuentra el Cereus Spinibarbis Otto.

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Mejillones y el guano

Las minas de guano fresco y fósil de Mejillones darían origen a un rápido poblamiento y a las primeras dificultades que Bolivia tendría con Chile, sobre el Uti Possidetis, que señalaba las fronteras entre ambos países en el litoral. Finalmente, fue en esta ciudad donde se instaló la aduana y Chile tuvo su representación para vigilar los negocios compartidos. El guano acumulado en ciertos promontorios de esta costa —conservado gracias a las condiciones naturales tan particulares del litoral rocoso por la ausencia de precipitaciones—, haría la riqueza del Perú, sobre la cual podía descansar el pago de los créditos que se contrataron en Europa para hacer obras públicas, entre esas, los ferrocarriles. Este fosfato parecía ser una riqueza exclusiva de Perú, pero cuando se descubrieron las guaneras de Mejillones el entusiasmo de los inversionistas y comerciantes de Valparaíso se desató. Esta riqueza acumulada por siglos se debe a “la particular costumbre del guanay, ave marina de la misma familia del piquero, el camanay y el alcatraz, que no defecan hasta que hayan regresado a sus nidos. Esta característica es la que hace de ellas las aves guaneras por antonomasia, en contraste con otras muchas especies marinas de la región”. “Otra de las ventajas la constituye el hecho de que en un ambiente árido y rocoso, el guano representa el único material de que disponen las aves para

Ilustración de Andrée Bresson que retrata el puerto de Mejillones en 1870.

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construir sus incontables nidos, que deben ser hondos para proteger a sus polluelos, los que crecen lentamente”. Una “parte de este guano vuelve al océano, como consecuencia de las nubes de guano que producen las aves al levantar el vuelo contra el viento”. Además, en el período reproductivo, los guanayes se ensucian con guano, que los liberan en su primer baño de la mañana. El aporte de este guano a las aguas marinas fomenta la producción plactónica, lo que aumenta la cantidad de los peces en estas aguas, continuando la recuperación del fósforo que baja al fondo del mar.24 Este ciclo se ve favorecido por las surgencias de aguas desde el fondo del mar, tan comunes en esta costa, volviendo a la tierra este elemento indispensable mediante los peces que comen las aves guaneras.25 Antes que la pesca industrial se convirtiera en un recurso económico destacado en esta región, Walter Biese hizo para la Sociedad Chilena de Fertilizantes Limitada un estudio sobre las características geomorfológicas de este litoral, especialmente de islotes y morros, con el fin de encontrar guano fósil, tratando, al mismo tiempo, de descubrir las características que los guanayes eligen al momento de seleccionar sus sitios de residencia. De los once yacimientos conocidos de Mejillones en 1950, Biese estima de primera importancia al del Morro, y en segundo nivel al de Tetas, careciendo el resto de importancia.26 Estas zonas de aguas más frías y ricas en fitoplancton, son el espacio ideal para los cardumes de anchovetas, que son capturadas en aguas verdosas, o café verdoso, indicadas como “aguaje”.27 “También en 1966, se comprobó una vez más, que el desove de la anchoveta se circunscribe, de preferencia, a regiones bien delimitadas del litoral del norte, como son caleta Loa, que es la más importante, como asimismo Arica y Mejillones”.28 Las investigaciones del químico alemán Justus Von Liebig, hicieron posible la fabricación industrial de abonos químicos para la agricultura. En 1845 determinó que los elementos indispensables para las plantas eran tres: potasio, fósforo y nitrógeno. Así los químicos pudieron ensayar y mejorar la producción de estos abonos. A su vez, mientras los agricultores se independizaban del abono animal, que los obligaba a tener parte del campo destinado al ganado, se empezó a importar desde Chile grandes cantidades de guano, nitrato de sodio y sulfato de amonio para las tierras de

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cultivo. En 1898 un químico inglés llamado William Crookes alarmó al mundo pronosticando el término de los yacimientos de estos abonos minerales en 1940, lo cual incentivó la investigación de los abonos sintéticos, hasta lograr hacerlos más baratos.29 El descubrimiento de las guaneras Angamos y Orejas de Mar en Mejillones, como se dijo, lo había hecho Domingo Latrille, en 1841, obteniendo al año siguiente del gobierno boliviano la concesión correspondiente. Ese mismo año, la empresa Myers, Bland & Co., de Valparaíso, obtuvo el mismo privilegio para siete yacimientos en Mejillones y puntos inmediatos, que explotó hasta 1849. También obtuvieron esta franquicia del guano otros franceses como Barroilhet, Juan Garday y Luciano Armand, de quien era su representante el Barón Henri G. Arnoux de la Rivière, el que se haría rico en Caracoles. En 1862, Juan López encuentra un rico yacimiento guanero a cuatro millas de la costa, para Juan Garday. Todas estas guaneras tenían pocas reservas, de modo

que la explotación del cobre, debido al boom internacional que sufrió este metal, llegó a ser más importante y el gobierno de Bolivia otorgó, entre 1855 y 1857, nada menos que noventa concesiones para explotar yacimientos de este mineral en esta bahía de Mejillones. Finalmente, en una placilla donde se habían agrupado las viviendas de algunos mineros, el 5 de enero de 1867, se funda oficialmente Mejillones, y dos años después tenía ya una población de unas mil almas. Por su rápido incremento, en 1871 se trasladó a un sitio un poco más al norte como precaución para la posible expansión futura de esta ciudad-puerto. En esa fecha estaba instalada una máquina que destilaba agua de mar para la población. “El agua que allí se bebía era el primer producto de la industria del país, el que es necesario fabricar antes que todo otro para no perecer irremediablemente”, decía Bresson.30

Arriba: trabajadores artesanales del guano de Mejillones. A la derecha, restos de faenas industriales de este mineral. Abajo, Capitanía de Puerto de Mejillones, construida en 1909, del arquitecto Leonello Botacci.

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Mejillones Como otras ciudades de la región, Mejillones tuvo su origen en la explotación de minerales en sus cercanías. Fueron los hermanos Latrille quienes comenzaron a explotar industrialmente el guano en 1838, lo que dio paso al poblamiento y desarrollo de este puerto. Después de la Guerra del Pacífico pasa a ser puerto chileno, refundándose mediante una nueva y completa urbanización. En este lugar, la empresa f.a.c.b. tuvo la que llegó a ser la maestranza más importante de Sudamérica. Actualmente, su principal actividad es la descarga de minerales, gas y generación de electricidad mediante una termoeléctrica que abastece a gran parte de la región.

Arriba, vista actual del edificio Capitanía del Puerto de Mejillones. Al centro, estación del ferrocarril f . a . c . b . construido en 1906. Abajo, antiguo juzgado de subdelegación, construido en 1909.

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Vista aĂŠrea del puerto de Mejillones.

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Tocopilla y el agua potable

“En el tramo de la costa comprendido entre la boca del río Loa y la caleta Duendes… se encuentran, cerca de la playa, dos vertientes de agua potable, de regular calidad… Cerca de Cobija hay también en la misma orilla del mar, un pozo de agua potable”. Así se expresaba en 1886 Guillermo Billinghurst sin tener plena certeza sobre cuáles habían sido los efectos provocados a estos escurrimientos, la serie de temblores y salidas de mar que afectaron a esta costa en años anteriores.31 El terremoto y maremoto del 9 de mayo de 1877 arrasó con las casas de la parte baja del puerto. Algunos habitantes construyeron después sus habitaciones en el mismo lugar y otros lo hicieron más al interior, en terrenos que les dio la autoridad. En 1878, la población de Tocopilla era de 1.200 personas. Había tres establecimientos mineros llamados Bellavista, Buenavista y Pueblo Bajo, que tenían máquinas resacadoras de agua de mar, importadas desde Europa32, cuyo sobrante se vendía a la población en latas de 18 litros.33 En 1879, con la ocupación militar chilena, la población aumentó bruscamente y hubo que traer agua de la quebrada de Mamilla, ubicada a 8 kilómetros al norte de Tocopilla. Allí había una pequeña vertiente con un pozo que mantenía su nivel de agua. A través de una canaleta hecha de latas de los tarros de parafina, se bajaba el agua hasta la orilla del mar, de donde se cargaba a los depósitos de fierro de los faluchos, que la llevaban hasta Tocopilla. El agua se transvasaba en el muelle a barriles de 40 litros de capacidad y cada barril se vendía a 40 centavos.

Este sistema de agua potable se mantuvo hasta 1888, año en que se instaló la salitrera Anglo Chilena, empresa que trajo una Planta Resacadora capaz de abastecer a casi toda la localidad mediante una cañería matriz de 4 pulgadas, que impulsaba el agua a dos estanques metálicos ubicados en calle Prat esquina de San Martín, uno de forma cilíndrica y el otro cúbica, ambos de capacidad de 45 m3. Desde estos depósitos pasaba a un quiosco de despacho, donde se entregaba en barriles de 40 litros a empleados de un servicio de distribución operado por carretelas tiradas por mulas que recorrían la población. El barril de esa capacidad se vendía al público a 25 centavos, valor un 62.5% menor al vigente de nueve años antes. Este servicio se mantuvo hasta 1927, siendo ese año el precio de venta del barril de 40 litros de 45 centavos, producto de la inflación. En 1926 se inició la construcción de la red de agua potable fiscal, terminándose el trabajo al año siguiente cuando la población ascendía a 7.000 mil habitantes. Ese mismo año la Anglo Chilena abastecía de agua a la población con su Planta Resacadora, que impulsaba el líquido a un depósito de fierro por una cañería de 6 centímetros ubicado en el alto de la ciudad, vendiéndola para su distribución a la Administración de Agua y Alcantarillado de Tocopilla a razón de 8 pesos el m3, precio bastante superior al que debía venderla el f.c.a.b. en Antofagasta, que era de 1,4 pesos. Poco después, el 10 de marzo de 1930, el Fisco dio inicio a la construcción de la aducción y de los estanques de almacenamiento, a fin de traer agua desde Calama hasta Tocopilla por cañería. La construcción de esta obra la hizo la oficina de ingeniería Barriga, Wachholtz y Alessandri la más prestigiosa de su época, terminando la entrega de los depósitos de almacenamiento Los Cóndores, Pedro

Página opuesta, arriba: muelle de pescadores artesanales en Tocopilla.

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Abajo, estado actual de su puerto. La primera termoeléctrica de Tocopilla se instaló en 1914, llegando a ser en 1995 la más grande del país.

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de Valdivia y Colupo, de capacidad cada uno de 10.000 m3, el 21 de mayo de 1932. La captación para la aducción que trae agua a Tocopilla nace a 1,5 kms al norte de Calama, a 2.273 m.s.n.m. y recorre 145,4 kms hasta el puerto. Por las necesidades crecientes de agua potable, tanto para procesos industriales como para el uso doméstico de la población, entre 1944 y 1946 se estudió y se construyó un nuevo tramo de aducción, a fin de unir el estanque Los Cóndores, a 17 kms de Calama, con la nueva toma de agua de Toconce. Esta demanda de agua se debió también al naciente turismo que trajo a insignes pescadores a esta costa, como algunos norteamericanos que habían batido records en la pesca de la albacora y otros peces. Esta obra se compuso de una canaleta semicircular de distintos diámetros, instalada a ras de tierra a lo largo de una pendiente suave, especialmente acondicionada en el terreno. Este conducto, un tanto artesanal, fue pensado para solucionar la escasez de cañerías tubulares disponibles en el mercado internacional de la postguerra, que no eran posibles de traer porque toda Europa estaba en plena reconstrucción. Por este motivo, el nuevo tramo de aducción se construyó con planchas de fierro de las bateas de lixiviación de caliche, que fueron dadas de baja en las salitreras en desarme. Este tramo se puso en funcionamiento el 12 de marzo de 1946, calculado con un gasto teórico de 14.250 m3 al día y un gasto efectivo de 12.238 m3. En 1941, el Departamento Hidráulico del Ministerio de Obras Públicas terminó un proyecto para instalar

Página opuesta, arriba: las termoeléctricas han sido una fuente constante de trabajo, pero también han provocado que la zona haya sido declarada zona saturada debido a la contaminación que generan.

Abajo, tradicional torre de madera donada por la colonia Inglesa a la ciudad.

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una cañería desde la represa de Linzor, a 4.100 m.s.n.m., —de donde captaba agua la Chile Exploration Co. para abastecer a la población de Chuquicamata— , hasta el Estanque Los Cóndores, emancipando el agua potable de las salitreras y de Tocopilla de la servidumbre del fcab, que la distribuía por dos cañerías que corrían paralelas a la línea férrea. Por los procesos propios de la lixiviación del salitre, la salitrera Anglo Lautaro necesitaba una mayor cantidad de agua, por lo cual le propuso al Estado cooperar con la ejecución de las obras a cambio de ventajas tarifarias; ofreció 18 kms de cañerías y para el resto se construyó una canaleta semicircular hecha de plancha de acero. En 1942, se ejecutó la obra entre Linzor y Los Cóndores, con 124 l/s captados al inicio, la que funcionó sin problemas hasta 1965. Pero con los temblores la canaleta se fue deteriorando y se produjeron serias fugas de agua a lo largo del recorrido hasta que dejó de funcionar en 1976. Actualmente Tocopilla y las pampas salitreras se alimentan desde el Estanque de Topater, de Calama, previo remoción del arsénico en la Planta de Filtros. Los análisis bacteriológicos hechos al agua en 1945, cumplían en esa fecha con las normas establecidas por American Water Works Association y en el presente cumplen las normas chilenas y de la oms, tanto en esta materia como en la del arsénico.

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Tocopilla Tocopilla fue fundada en 1843 por Domingo Latrille cuando comenzó a operar una fundición de cobre de su propiedad llamada Sociedad Mineralógica de Tocopilla. Como puerto informal sirvió para el embarque del guano que se explotaba en los alrededores y del cobre. Luego de la guerra del Pacífico, Tocopilla comenzó un explosivo desarrollo gracias a la industria del salitre y la actividad porturaria. En 1890 ya contaba con un ramal propio y en 1915 se instaló la primera gran termoeléctrica para abastecer las faenas mineras de la región, especialmente Chuquicamata. Hoy la ciudad vive de las nuevas termoeléctricas, su puerto y la pesca. Fue declarada zona saturada debido a la grave contaminación que afecta la zona. En el 2007 sufrió las consecuencias de un gran terremoto que derrumbo parte importante de la ciudad.

Características casas de madera de la ciudad que han logrado resistir el paso del tiempo.

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Vista aérea de la bahía de Tocopilla.

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La lucha por el abastecimiento y conquista del agua potable en el desierto mรกs รกrido del mundo

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Sol, viento y agua

Instalarse en el Desierto de Atacama fue uno de los desafíos más grandes que enfrentaron aquellos que inmigraron a estas tierras para explotar sus riquezas. En medio de una geografía abrumadora, con caminos perdidos en el desierto y sin agua, el desafío se hizo heroico. Sin embargo, antes de la llegada de los aventureros españoles estas tierras ya habían sido pobladas por nativos que, con valentía, atravesaron el desierto de cordillera a mar, muchas veces a pie y también a lomo de guanacos y llamas. Vencieron las distancias y la carencia de agua, pero llegaron. El descubrimiento del salitre, primero en Tarapacá y después en Antofagasta, atrajo a trabajadores de diferentes latitudes, nacionales y extranjeras. Sobraba el caliche, la materia prima, pero no había agua suficiente para transformarlo en salitre. Entonces taladraron la tierra hasta donde pudiera estrujarse. Levantaron tranques para acumularla, y en las orillas del mar y de ríos construyeron extrañas máquinas para convertirla en potable. En el año 1870, la caleta La Chimba —que luego sería Antofagasta— consolidó su existencia. El ferrocarril estaba pronto para correr hacia el interior, sobre la

Página anterior: El uso del agua de mar para abastecer ciudades hoy es una realidad gracias a los procesos de osmósis inversa que se utilizan

en ciudades como Antofagasta y Taltal. En la imagen, sector de caleta El Paposo. Al fondo, la ciudad de Taltal.

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Cordillera de la Costa se trabajaba incansablemente para levantar la primera oficina salitrera, el problema limítrofe parecía solucionado y el cateador José Méndez, apodado El Cangalla, contratado por los socios José Díaz Gana y el francés Arnoux de Riviere, descubría la mina de Caracoles, exuberante en plata y esperanzas. Hombres serios y aventureros incorregibles abandonaron la vida bucólica del sur de Chile y se aprontaron a desafiar al desierto, viajando en cualquier medio de transporte marítimo para desembarcar en las playas de Antofagasta. El poblamiento de la ciudad fue aumentando de forma vertiginosa. Algunos audaces intentaban levantar sus viviendas en los terrenos consagrados a la plaza de Armas. Todo era posible con tal de quedarse en la tierra de las oportunidades.

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Desierto de Atacama, el mรกs รกrido del planeta.

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El agua que abastece a algunas ciudades de la Regi贸n de Antofagasta viaja desde el altiplano por una red que se

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extiende a lo largo de 1.140 kil贸metros. En la imagen, tuber铆as cruzan el altiplano con el volc谩n San Pedro de fondo.

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La Aguada Cerro Moreno

La aguada de Cerro Moreno ha sido, sin duda, la más importante en la zona de Antofagasta y Mejillones, ya que proporcionó el vital elemento a los primeros habitantes indígenas de la zona y luego, a los exploradores, navegantes y vecinos de la ciudad. Fue hito obligado de recalada para los antiguos veleros que surcaban la costa árida del norte de Chile. Igualmente, ha constituido desde antiguo un punto de referencia muy importante en la topografía costera, en la cartografía colonial y en los estudios sobre el poblamiento temprano en el Norte de Chile. Para los pescadores indígenas de antaño, la importancia de esta “aguada” era vital, ya que no existía otra en las cercanías, salvo la “aguada” de La Chimba al interior de la quebrada homónima, frente a la isla Guamán (Norte de la ciudad de Antofagasta), pero era menos copiosa y mucho más alejada de la costa. Cuenta la leyenda que a esta misma aguada fue conducida la tripulación del corsario Francis Drake, que ancló frente a la isla Santa María por varios días para abastecerse de agua. También se dice que el mítico Juan López embotellaba el agua y la vendía con el nombre de Agua Mineral del Cerro Moreno. Francisco Vidal Gormáz, en su texto sobre la geografía náutica del litoral de Bolivia, relata meses antes de la guerra del Pacífico, que la principal aguada de la zona es la de Cerro Moreno, situada en una caverna y formada por las filtraciones que provocan la condensación de nieblas que cubren el Morro, de 1.290 metros de altura. Años después, en 1887, en la publicación del libro “Exploración Hidrográfica del litoral de Antofagasta”,

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del capitán de la armada Luis Pomar, se informaba que: “La aguada [de Moreno] se halla en la costa i dentro de una caverna del cerro de 6 a 7 metros de boca por 10 de profundidad; es un tanto salobre i produce en 24 horas cosa de 3.500 litros de agua que se recoje por un tubo de fierro; durante los meses de Mayo y Junio se seca casi del todo, según la versión de los pescadores i mineros que la explotan. El lugar del agua es accesible por tierra, pero por el mar solo lo es en ocasiones de mansedumbre entre las rocas. Al pasar por frente de la aguada del monte Moreno, se veía claramente la grande abertura de su caverna, hallándose aposentada en ella una verdadera caravana de pescadores que entraban i salían de su interior, i que a la distancia que los veíamos parecían brotar de un oscuro i profundo antro”.1 En el morro de Cerro Moreno aún existe alguna vegetación que explica la antigua existencia de guanacos en el lugar, los que bajaban en búsqueda de agua “momento en el cual los pescadores aprovechaban para cazarlos”, como relataba Luis Pomar. Dicha vegetación ha sido causa de asombro para muchos botánicos, ya que esas especies, con sus variedades endémicas, están a miles de kilómetros de sus lugares de origen, lo que indica una antigüedad muy remota para su distribución.2

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Vista de la caleta y localidad de Juan L贸pez.

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la aguada cerro moreno

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Orígenes del agua en Antofagasta

Aunque Juan López, El Chango, ha surgido como un ser casi mitológico que apareció y desapareció calladamente, es justo atribuirle a él la calidad de ser el iniciador del proceso de poblamiento de la ciudad de Antofagasta. Nadie conoce ni el lugar ni la fecha de su nacimiento, como tampoco hay información del día y lugar de su muerte. Como un meteoro que dejó fragmentos históricos de su vida, y un escrito que constata su existencia, Juan López ha entrado calladamente a la historia de la ciudad. Como él mismo lo consigna, fue el primer hombre que habitó estas tierras. Levantó junto con sus familiares —también desaparecidos— una choza con el material que pudo reunir, y luego se transformó en pirquinero de una mina ubicada en la Cordillera de la Costa. Decía conocer la geografía de éstas tierras como la palma de su mano, lo que fue clave para su subsistencia, pues pudo encontrar agua en el desierto para él y su familia. Cuando José Santos Ossa, en 1866 decidió establecer una empresa para producir salitre que descubrió en el Salar del Carmen, Juan López, en calidad de su empleado, lo proveyó de agua. ¿Dónde la encontró? Se asegura que fue la aguada de Cerro Moreno. Si tal aseveración es verdadera, esa fue la fuente del agua bautismal para la ciudad que nacía. La masiva llegada de trabajadores a la creciente oficina salitrera del Salar del Carmen obligó a la empresa a conseguir una mayor cantidad de agua. La construcción de una máquina condensadora en 1868 fue el primer intento de solución. Rápidamente se instaló la máquina para abastecer las faenas de la empresa, siendo capaz de entregar 270 mil litros

diarios de agua. En ese momento la población en Antofagasta bordeaba las 400 personas, y el número aumentaba diariamente con el descubrimiento del yacimiento de plata de Caracoles en 1870. De acuerdo a los relatos históricos, al iniciarse el año 1872 ya había 3.000 habitantes en Antofagasta. De esta forma, el agua comenzó a faltar y su tratamiento se convirtió en un buen negocio. Las máquinas de este servicio aumentaron a 10, de distintos dueños y con cantidades variables de litros diarios producidos. Las máquinas eran conocidas por los nombres de sus propietarios: Compañía de Salitre, Emeterio Moreno, Teofilo Reska, Juan de Dios Vara, César Feliu, Eduardo Orchard y Daniel Prado. Además, había otras que figuraban con los nombres de fantasía como “Los Cuatro Amigos”, “El Sol” y “La Estrella”. Para consumir agua la gente debía trasladarse hasta las mismas condensadoras ubicadas casi siempre a orillas de la costa. El servicio no era inmediato, lo que obligaba a la formación de filas esperando turno. El reparto hacia la ciudad se hacía en toneles transportados en carretas, o simplemente en un tonel arrastrado por mulas: fueron los famosos aguadores de la época, hombres que iban por las calles vendiendo este cotizado líquido. Sin embargo, a pesar del servicio de estas plantas, la ciudad crecía, las fundiciones instaladas tenían mayor actividad y la demanda de agua aumentaba, lo que hacía cada día más difícil el suministro. Y aunque los barcos que descargaban distintos materiales para las minas aportaban con la venta de agua, y así también las lanchas aguadoras acarreando agua desde las vertientes costeras, los suministros ya no eran suficientes. El costo del agua también influía en el consumo individual de este líquido, al punto que algunos viajeros comentaban que el consumo de alcohol en los

Arriba, burros aguadores en Antofagasta. Imagen de 1910.

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Abajo, reparto de agua en una oficina salitrera, no identificada. Imagen de 1915.

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Costanera de la ciudad de Antofagasta en el año 1881.

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bares de la ciudad era mucho mayor. Los mostradores lucían botellas de todas formas, colores y de los más diferentes orígenes. Sus contenidos eran tan diversos como las culturas propias de los parroquianos, quienes consumían diariamente sus bebidas preferidas. Debido a las infecciones y enfermedades que pululaban en estas ciudades armadas como un campamento, el consumo de alcohol se hacía en exceso, como una forma de paliar la situación. Si el agua era cara y de mala calidad, lo mismo pasaba con la limpieza personal. La escasez de agua influyó también en la posibilidad de lavar la ropa, muchas veces era más caro el lavado que una nueva camisa. Esta situación anormal cambió definitivamente en 1892 con la llegada de la cañería desde la cordillera. El agua fue al fin vendida a un precio suficientemente barato como para que algunas personas incluso hicieran quintas de pequeños tamaños, con árboles, verduras y flores. Esto mismo causaría el cierre de las plantas de agua de mar, que ya no pudieron competir con los precios a que llegaba el agua de la cordillera. Fue el industrial Enrique Villegas el primero en intentar vencer al desierto en el afán de traer agua desde la cordillera, objetivo para el cual solicitó al

Gobierno la concesión de la explotación, la cual le fue entregada. Sin embargo, debido a la gran inversión requerida y tecnología especializada, fracasó en su intento, para posteriormente vender su concesión a la Compañía Huanchaca. De esta forma, y luego de una larga espera por parte de la ciudad, el 9 de junio de 1892 una multitud de vecinos y autoridades se congregó en la plaza Colón. La empresa de Ferrocarriles había invitado a la apertura de la cañería que, tomando el agua del río San Pedro y a través de una cañería de 340 kilómetros de largo, traía agua dulce a la ciudad. ¿Cómo había sucedido el milagro? En 1888 se había celebrado una importante transacción entre la Compañía de Salitres y Ferrocarriles, de propiedad de ciudadanos ingleses, y la Compañía Huanchaca, cuyos dueños eran de nacionalidad Boliviana. Los bienes correspondientes al Ferrocarril fueron comprados por la empresa Boliviana. La Compañía de Salitre quedó solamente como una empresa productora de este abono. El organizador de esta empresa fue el ciudadano boliviano Aniceto Arce, que luego llegaría a ocupar la Presidencia de su país. La Compañía Huanchaca, al hacerse cargo de la línea férrea que ya llegaba desde Antofagasta a

Plaza Colón de Antofagasta con su emblemática torre reloj, declarada Monumento Histórico en 1988.

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Arriba, bomberos de la ciudad realizan pruebas con bombas que utilizaban agua de mar. Imagen de 1920.

Abajo, postal de 1920 que muestra la agitada actividad de lanchas ante la llegada de un gran vapor desde el Sur.

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Calama, se tropezó con un problema: las locomotoras eran abastecidas con aguas que contenían una gran cantidad de calcio, el que se depositaba en las paredes de las tuberías de las locomotoras, interrumpiendo el paso del líquido. Este inconveniente provocó que la Empresa de Ferrocarril de Huanchaca tendiera una cañería desde el río San Pedro de Inacaliri, a fin de alimentar las locomotoras sin el material nocivo del agua usada. Esta obra permitió llegar a un acuerdo con el Estado Chileno y obtener una concesión para abastecer a la ciudad de Antofagasta y a los puntos intermedios. De esta manera, mediante ley del 21 de enero de 1888, la compañía fue autorizada para utilizar las aguas del río San Pedro con el fin de suministrarla con un valor de 1 peso y 40 centavos el m3. Ese mismo año, el Gobierno aprobó los planos para el tendido de la cañería (con una capacidad de 2.500 m3 por día) desde el río hasta Antofagasta. Obtenida la concesión y firmado el contrato que fijaba los derechos y deberes de los contratantes, se inició el trabajo. El tendido se hizo, en una primera fase, hasta el río San Pedro. Allí se construyó un embalse con capacidad para contener 30.000 toneladas de agua. Desde este punto arrancaba el acueducto de 340 kms de longitud y que debería llegar a la ciudad de Antofagasta. Sin embargo, ese mismo año de 1888 se firmó un nuevo contrato, esta vez entre la empresa Huanchaca y una empresa de la zona de origen inglés, mediante el cual se traspasaban los bienes ferroviarios de Huanchaca a esta empresa, que era la empresa del Ferrocarril Antofagasta Bolivia (f.c.a.b.). Este contrato transfería también, la concesión para conducir y vender agua a la ciudad.

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Así pues, el acto convocado en la plaza Colón resumió todo el proceso empresarial y administrativo del aprovisionamiento de agua de Antofagasta. Ese año Antofagasta tenía una población de 13.500 habitantes, y era la única ciudad de la región que consumía agua potable desde una cuenca hidrográfica. Otros poblados tenían una muy modesta población: Calama 6.904, Taltal 5.834 y Tocopilla 3.385 habitantes. No figuran otros puntos urbanos en el censo de 1895. Pese a la alegría inicial, la llegada del agua potable dio paso a algunas críticas expresadas en la prensa de Antofagasta. El periódico El Comercio del 10 de Junio de 1892 publicó un pequeño reportaje: “El agua dulce de cañería que viene del interior ha bajado de precio, pues se vende ahora a 10 centavos la arroba en vez de 15 como se hacía… los únicos que no han escuchado la petición del pueblo, sobre todo la de los pobres, son los que negocian con el agua resacada, pues continúan vendiéndola a 20 y 25 centavos. Pero ya le llegará el día, todo está en que el pueblo se acostumbre a beber agua potable”. Lamentablemente el agua de cañería no abasteció a toda la comunidad, de tal manera que las resacadoras siguieron funcionando. Su aporte no era menor: 400 toneladas diarias. Además, como no existía una red de distribución, muy pronto surgieron los revendedores del agua de cañería.

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Tranque Sloman Represa hidroeléctrica ubicada sobre el río Loa, a 16 kilómetros del pueblo de Quillagua, cuya construcción se realizó entre 1905 y 1911 por Henry B. Sloman (pionero alemán de la industria salitrera) con el fin de entregar energía eléctrica a las oficinas salitreras de la zona. Dejó de operar en 1954, pero aún sirve como regulador del cauce del río. Fue declarado Monumento Histórico en 1980.

Arriba: gran muralla de piedra que contiene las aguas del río Loa.

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Página opuesta, vista general hacia el cauce desde la sala de máquinas.

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Antofagasta al inicio de la Guerra del Pacífico

Al inicio de la Guerra del Pacífico, Antofagasta ya era un puerto y una ciudad, un poco provisoria, tipo campamento minero, pero de cierta importancia. Su intenso comercio con el interior permitió la existencia de sucursales de importantes casas comerciales de Valparaíso, como también hizo que importantes empresas madereras de la costa del Pacífico de Estados Unidos traficaran a este puerto, al igual como lo hacían los colonos alemanes de Puerto Montt, quienes vendían en Antofagasta la madera elaborada y piezas y partes de construcción. Con motivo de estas sostenidas demandas y de la extensión del ferrocarril al interior, que requería de durmientes de madera, un grupo de connotados navieros chilenos que traficaban con madera del sur y con partidas de pino oregón y pich que traían del Puget Sound, de las barracas de Seattle y Tacoma, en Estados Unidos como de las de Victoria y Vancouver, en Canadá, formaron el 5 de agosto de 1871 en Valparaíso, la empresa chilena más poderosa de este rubro llamada Sociedad de Maderas y Buques, que operó hasta comienzos del siglo XX y se preocupó también de la construcción de edificios, de la ferretería y del tráfico del carbón.3 Entre sus socios mayoritarios estaba Francisco Pascual Álvarez, junto a los infaltables Dorado Hermanos, de Cobija y a Ramón 2º Martínez Díaz, cuñado de Agustín Edwards, casado con su sobrina y cuñada Victoria Ross Edwards. Esta empresa tenía 14 fragatas y bergantines, con nombres de las

hijas de Álvarez, como Tránsito Álvarez, Eloísa Álvarez, Erminia Álvarez, etc., que aparecen en la historia de Antofagasta y que usaban bandera centroamericana, por temor a una guerra, como sucedió con España, cuando fueron quemadas más de 30 embarcaciones chilenas en Caldera. Antofagasta será el primer lugar del territorio boliviano donde desembarcan las tropas chilenas y esta ciudad pasará a ser el centro de concentración de los regimientos nacionales provenientes de distintas partes del país, que eran transportados por los buques nacionales durante la guerra del Pacífico, para su entrenamiento y contacto con el desierto, el más agresivo escenario de esta guerra. Esta decisión del alto mando provocó un fuerte aumento de la población y sus necesidades de abastecimiento, por eso también los barcos traían agua. Por las incursiones del monitor peruano Huáscar, se puso en riesgo el abastecimiento de agua potable para Antofagasta, porque las empresas proveedoras tenían sus máquinas resacadoras a la orilla del mar, las cuales constituían un blanco perfecto para un certero bombardeo. Capturado este buque peruano en Punta Angamos, en Mejillones, la situación de peligro pasó, pero hizo que las autoridades pensaran que, por seguridad de la población y de los animales de carga, era conveniente contar con agua traída desde el interior.

Batallón de infantería de guardias nacionales Coquimbo, fotografía de 1879.

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Vista hacia la ciudad de Antofagasta desde el cementerio, 1890.

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Enrique Villegas Encalada y la conducción del agua dulce

Don Enrique Villegas nació en Quillota el 15 de julio de 1839, fue hijo de Francisco Villegas y de Úrsula Encalada Gaete. Desde muy joven, casi niño, se dedicó a las actividades mineras. Estudió ingeniería en la Universidad de Chile y se especializó en minas. Trabajó en Chañarcillo y luego se incorporó al Banco Escobar, Ossa y Cía., que giraba en las plazas mineras del norte. En Caracoles, cuando se inició la explotación de sus yacimientos, fue su representante en 1870 y también fue nombrado Cónsul de Chile; allí conoció a los más importantes empresarios mineros de la época y su esposa, Filomena Echiburú, logró construir la primera iglesia de la localidad, recogiendo el aporte siempre generoso de los mineros. En 1872, el Gobierno chileno lo nombró Cónsul en Antofagasta, donde fundó la “Sociedad Patria” para defender y amparar a los chilenos en los tribunales bolivianos; también formó un Tribunal Arbitral para dirimir las diferencias entre los chilenos y así no recurrir a las autoridades locales. En su cargo de Cónsul estuvo hasta 1876, cuando el Gobierno boliviano le retira el exequátur. En 1888 fue Gobernador y luego Intendente de Antofagasta. En la guerra civil fue partidario de Balmaceda, y se batió en Concón al mando de los

regimientos que trasladó desde Antofagasta. En el norte formó el Partido Liberal Democrático de línea balmacedista, del cual sería su Presidente en Antofagasta. También Enrique Villegas fue Ministro de Hacienda en 1901-1902; y Ministro de Industrias y Obras Públicas en 1905. Fue Senador por Antofagasta desde 1897 hasta 1903 y luego Senador por Coquimbo, desde 1906 a 1912. Más tarde, ya rico por la venta de sus minas, se retiró a vivir en Viña del Mar, donde murió a mediados de 1916. Villegas fue el primer ciudadano que obtuvo una concesión para llevar agua dulce a Antofagasta, mediante una aducción desde la alta cordillera, concesión que al no poder concretar su construcción terminó por traspasarla al Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia, de la Compañía de Huanchaca. Este proyecto lo ideó cuando empezó a trabajar una mina de cobre en el yacimiento de Chuquicamata, con leyes del 15% o más, siendo pronto uno de los más poderosos propietarios de la localidad, junto con José Toyos en 1897. Villegas tenía otras minas allí, en sociedad con N. Andrews, así, con estos y otros yacimientos formó parte de la Sociedad Minera de Chuquicamata, organización que junto a otras de ese mineral terminaron por vender todos sus derechos a la Chile Exploration Company, empresa norteamericana que pudo explotar este mineral con técnicas y sistemas modernos, y que logró el éxito al obtener grandes utilidades, cuando los norteamericanos se habían puesto a la cabeza en el desarrollo de las mejores tecnologías mundiales para tratar minerales cupríferos de baja ley.

Enrique Villegas Encalada (1839-1916) fue el primero en obtener una concesión de agua para la ciudad de Antofagasta.

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Vista aérea del yacimiento Chuquicamata, la mina a tajo abierto más grande del mundo.

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La Compañía Minera Huanchaca

La Compañía Minera Huanchaca había construido la gran planta de fundición de Playa Blanca, en Antofagasta, para disminuir los costos de los tratamientos de los minerales de plata que se traían desde Pulacayo, Bolivia. Sin embargo, en 1897, la empresa tenía una pérdida acumulada de un millón de bolivianos, por la baja constante del valor de la plata y por el fracaso de las operaciones de Playa Blanca, donde las secciones de Amalgamación y de Fundición fueron perjudicadas en sus rendimientos porque los metales remitidos desde la mina venían mal separados, sin cumplir las exigencias técnicas de ambos sistemas de beneficio. Esta enorme planta, que se creó para facilitar la lixiviación de la plata contenida en los minerales, trajo muchos problemas técnicos. La gerencia de la empresa, preocupada por las pérdidas económicas en estas

faenas, pensó que si se organizaba mejor y a costos menores, se podría salvar la planta. Pero las minas de Pulacayo se inundaron, y aunque se buscaron otros minerales de plata para abastecer la planta hasta en la costa de Perú, no se tuvo éxito. Con este resultado, el Directorio decidió cerrar la fundición de Playa Blanca, en 1902, apodada “el minotauro de plata” por los ingenieros franceses de Huanchaca. Así, el derecho de agua que Enrique Villegas había vendido a Huanchaca, la compañía finalmente lo traspasó a la empresa del ferrocarril. El caudal que administraba Huanchaca que se traía, en parte, desde la cordillera para las operaciones de Playa Blanca, quedó entonces disponible para el ferrocarril; agua que pasó a ser usada por el f.c.a.b. para sus locomotoras a vapor.5 Más tarde, cuando se reemplazaron éstas por las operadas a petróleo diesel, esta agua se agregó al caudal disponible para el servicio urbano.

Retrato de Aniceto Arce, fundador de la Compañía Minera de Huanchaca, publicado en la obra de Andrée Bresson “Bolivia Sept

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années d’explorations, de voyages et de sejeurs dans L’Amerique Australe”, en París, 1886.

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Arriba, imagen actual de las ruinas de la Compañía Huanchaca en Antofagasta, declaradas Monumento Histórico en 1974.

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Abajo, establecimiento metalúrgico Playa Blanca, conocido como Huanchaca, en donde se procesaba el mineral traído desde Pulacayo, Bolivia.

la compañía minera huanchaca

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Los problemas de agua con los ríos San Pedro y Polapi

No hubo de pasar mucho tiempo para que los pobladores, que ya llegaban a 16.000 habitantes, se retractaran de sus opiniones positivas en torno a las virtudes del agua de cañería ya que la calidad fue paulatinamente desmejorando. El diario El Comercio del 20 de octubre de 1898 se quejaba: “tenemos conocimiento que la mayor parte de la gente que toma agua de la cañería les está haciendo mucho mal, a consecuencia que algunas veces viene mezclada con otra muy mala que el estanque tiene en provisión… denunciamos el hecho a quién corresponda…”. Asimismo, en esos años hubo una epidemia de tifus en la ciudad y los médicos declaraban que la causa estaba en el consumo de agua de la cañería de San Pedro. Quien tomó la palabra al respecto fue la Municipalidad de Antofagasta, la que inició una larga polémica con el administrador del f.c.a.b. Como primera medida, la Municipalidad envió muestras de agua al consejo superior de Higiene en Santiago. En la sesión del 3 de septiembre de 1898, se produjo un largo debate entre los regidores (concejales). La lectura del informe sobre la calidad del agua, emitido por el Director del Instituto de Higiene, expresaba que “esta muestra tiene un residual elevado. Además algunas sustancias minerales que contiene como el fierro, la alúmina, la magnesia, el cloruro, existen en el agua en cantidad tan elevada que no puede ser considerada como potable y apta para usos domésticos”. De inmediato los regidores nombran una comisión con el objeto de estudiar las medidas que convendría adoptar, y se definió que la primera y más urgente era solicitar someter el agua a un completo examen bacteriológico.

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Ocho meses después, la comisión nombrada para el estudio daba el siguiente informe “además del informe del instituto de Higiene, el médico de la ciudad sustenta que el agua se puede calificar como peligrosa e insalubre”. En sus conclusiones solicitaba a la empresa de f.c.a.b. buscar la forma de mejorar el agua, y que la Municipalidad se reservaba el derecho de tomar medidas pertinentes como prohibir su expendio. Requerida la empresa por la Municipalidad para responder sobre qué medidas ha tomado para mejorar el agua potable en la sesión del 27 de octubre de 1898, la empresa envió un oficio entregando sus argumentos. La empresa señaló que existieron muchas dificultades en la colocación del acueducto del Río San Pedro y que tuvieron una demora de cuatro años para llegar a Antofagasta. Luego, detalla sus responsabilidades de acuerdo a la ley que cedió las aguas del río San Pedro a la empresa, especialmente en la entrega de un servicio gratuito a las municipalidades y a otras instituciones del estado. De acuerdo a la empresa, la ley los autorizaba para vender agua en la ciudad, pero no era obligación de la ciudad adquirirla, y que si la municipalidad asegura que el agua no es potable tiene la obligación de prohibir su uso. Sin embargo, la empresa puede asegurar la calidad del elemento que está entregando y tiene la decisión de mejorarla, para lo cual ha realizado estudios de las aguas del Río Polapi, concluyendo que son excelentes, pero insuficientes por si solas, por lo que se hace necesario mezclarlas con la del río San Pedro para satisfacer las necesidades existentes. Para ejecutar esta obra se hacía necesario extender en 26 kilómetros la cañería. Advierte, eso sí, que esto no disminuirá la presencia de sustancias orgánicas, las que la empresa

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Niño acarreando agua, 1960.

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Arriba, calle Sotomayor, Calama, en 1879.

Abajo, alrededores de la Aduana en Antofagasta, 1910.

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acusaba de haber sido originadas por una “tribu de aborígenes” que vivían a 30 kilómetros de los estanques. Termina el administrador de la empresa f.c.a.b., don Juan Scherzen, indicando que para traer las aguas del Polapi, era necesaria una nueva inversión con subvención estatal. Se excusó diciendo y aclarando que si había fiebre tifoidea era por el desaseo que existía en las casas habitadas por los pobladores de la ciudad. En sesión del 16 de diciembre de 1898, el Consejo Municipal recibió una nueva insistencia por parte de la empresa en la necesidad de un aporte del Estado para mejorar la calidad del agua, petición que la Municipalidad decidió apoyar. A cambio, la empresa se comprometía a ejecutar el trabajo en seis meses y a reducir el valor de la tarifa por cada metro cúbico de agua que vendiera al público a $1 en lugar de $1,40 centavos. Asimismo, se obligó a entregar gratuitamente el agua que sea necesaria tanto para los cuarteles, naves, y establecimientos subvencionados por el Estado, como para escuelas y casas de beneficencia, siempre que dicho consumo no excediera de 100 metros cúbicos por día. En el informe Municipal enviado al Gobierno donde se apoyaba la solicitud de una subvención de $100.para los trabajos, el Alcalde señalaba que el agua que recibía gratuitamente le permitía mantener jardines y plantaciones existentes en las plazas y paseos públicos, “transformando éstos, antes estériles y desiertos de arena, en fértiles oasis de vegetación y verdura que ha cambiado en parte la climatología de esta ciudad, mejorando notablemente la salubridad pública y contribuido sobre todo al entretenimiento y solaz de la sociedad”.

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Finalmente, el 12 de junio de 1901, el administrador del f.c.a.b. envía una nota invitando a las autoridades de la Municipalidad al acto que se realizaría con motivo de la llegada del agua de Polapi a los estanques establecidos en el río San Pedro. Así se cumplía el deseo de la Municipalidad y se evitaba que el pueblo culpara a la empresa por las enfermedades estomacales existentes. Por concesiones posteriores, la compañía de f.c.a.b. pudo captar en 1904 las aguas del Palpana, y en 1905 el Colana, llegando a producir un total de 7 mil metros cúbicos diarios. A esta fecha, la población continuaba aumentado considerablemente, además en Europa la paz vivía una débil existencia y crecía la demanda por una mayor cantidad de salitre, no para asegurar la vida, sino para aniquilarla mediante la fabricación de dinamita. El aumento constante de la población, y el uso indiscriminado del agua gratuita que favorecía a la Municipalidad, Escuelas y Cuarteles, exigió un aumento del volumen del agua potable. Otro hecho indirecto que influiría en el abastecimiento del agua en Antofagasta, fue el pánico que causaron entre las autoridades y en la población las noticias de las grandes epidemias que asolaban el mundo, como en su momento fue el cólera, luego la viruela, y en 1903 la peste bubónica, que avanzaba en Argentina a lo largo de los caminos, y se creía que podría cruzar a Chile, justamente por la cordillera de Antofagasta. Para prepararse para combatir estas desgracias se dictaron varias leyes sanitarias para el país y la provincia. Así, por Ley 1.580, del 20 de enero de 1903, se concedieron fondos para combatir la viruela en Antofagasta, y lo mismo se reiteraba en la Ley 1.590, del 26 de febrero de 1903. La preocupación por las condiciones sanitarias de la ciudad se resolvió con la Ley 1.603, del 6 de agosto de 1903, que autorizaba la

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Ambas imágenes muestran el reparto de agua que cotidianamente se realizaba en ciudades de la costa, año 1942.

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inversión de un desinfectorio público en Antofagasta y en otras ciudades. Luego por Ley 1.612 del 1º de octubre de 1903, el Congreso refrendó el gasto para combatir la peste bubónica, con el pago de un médico y el arriendo del vapor Aconcagua, de la Compañía Sud Americana de Vapores, para hacer de hospital ambulante4. El temor por esta epidemia fue tan serio, que en 1903 en Santiago y Concepción se empiezan las obras de alcantarillado y pavimentación, mientras estas obras estaban en marcha en Iquique desde 1900. El peligro para la población de Antofagasta que representaba la venta ambulante de agua sin las mínimas condiciones sanitarias, también preocupó a las autoridades de la ciudad cuando se temió que llegara del sur la viruela, enfermedad que arrasaba con la vida de miles de personas en Santiago, en especial entre los que vivían en peores condiciones: sin agua corriente y sin servicios de excretas. Tan graves fueron los efectos de esta epidemia que, tiempo después, el Gobierno informaba que entre 1880 y 1914, 112.448 personas habían muerto producto de la viruela. En El Industrial, del 21 de enero de 1904, la Intendencia de Antofagasta anunciaba a los aguateros lo siguiente: “Al gremio aguador: a partir del 1º de febrero queda prohibido la venta de agua si no se hace en medidas selladas”. Tal indicación puso fin al pintoresco servicio callejero en toneles rodantes tirados por burros, que los italianos en su lengua coreaban por las calles su venta diciendo “¡acqua! ¡acqua!”. El 12 de abril de 1904, llegó a Antofagasta el doctor Domingo León, bacteriológico enviado por el Gobierno para revisar las condiciones sanitarias de los hospitales de Antofagasta por la posible llegada de la peste

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bubónica, cuyo lazareto estuvo listo el 19 de junio.5 Y en 1905, se empezó a construir la red de alcantarillado, aunque la ley que la financiaba para toda la ciudad se dictó en 1918 y fue promovida por el Senador por Antofagasta, Augusto Bruna. La necesidad de un servicio de alcantarillado, junto a otras actividades como por ejemplo el lavado de calles, movieron a las autoridades municipales a buscar un medio más económico para palear el alto precio del agua dulce. La solución fue el agua de mar. Así, el año 1908 se comenzó a extender la red de suministro con agua de mar, la cual era instalada junto a la tubería del agua potable. A comienzos del siglo XX la red de alcantarillado llegó a cubrir una superficie de 300 hectáreas. El agua se distribuía en dos estanques para su almacenamiento y a una altura de 75 metros, con capacidad de 2.250 metros cúbicos cada uno. Para llenarlos con agua de mar se usaba una bomba centrifuga. La propiedad y administración de la empresa estaba a cargo de los Servicios de Alcantarillado y Agua de Mar. Esta agua se usaba en el lavado de las cañerías del alcantarillado, incendios, lavado de las calles y servicios higiénicos. Sin embargo, la oxidación acabó con su uso; el tiempo y la sal contenida en el agua terminaron por destruir las cañerías que usaban para conducirla.

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María Elena El nombre original de esta oficina y poblado fue Coya Norte, pero fue cambiado por su primer administrador en honor a su mujer, Mary Ellen Comdon. Inaugurada en 1926, su trazado esta hecho usando la bandera del Reino Unido. En 1965 paso a manos del Estado Chileno a través de la Sociedad Química y Minera de Chile (SQM), para luego ser privatizada en 1980, siendo hoy en día, la única oficina salitrera activa del país. Fue declarada Monumento Histórico en 1999.

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Arriba, mercado de Maria Elena. Abajo, el ambiente tranquilo de sus calles al atardecer.

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los problemas de agua con los rĂ­os san pedro y polapi

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Los abrómicos

El poblamiento de la Región de Antofagasta trajo consigo un grave problema sanitario no fácil de solucionar: la eliminación de las excretas y de aguas servidas. En los primeros años, los vecinos simplemente arrojaban sus desechos a la calle, provocando una situación sanitaria insoportable. Pronto se les obligó a acumularlas en barriles, dando nacimiento a otro personaje memorable de esos tiempos: el extractor de abrómico. El término abrómico no se consigna en los diccionarios contemporáneos aunque su uso fue corriente en la gente que vivió entre el siglo XIX y comienzos del XX. Conviene hacer un análisis semántico del término “bromo”, vocablo de raíz griega que significa “olor, fetidez”. El metaloide que lleva ese nombre, se lo llamó así por su olor fuerte y repugnante. Es de suponer que la palabra “abrómico” significaba “sin olor ni fetidez”; situación que se lograba sacando en barriles las materias fecales y aguas descompuestas. Al revisar las antiguas actas de sesiones municipales, se advierte el interés de la Corporación por abordar los temas sanitarios y controlar a las empresas que ofrecían estos servicios. En 1884 se logró un contrato con José Luis Vásquez, mediante el cual se entregaba por espacio de cinco años la concesión para extraer los abrómicos y aguas servidas de las viviendas y edificios públicos. Se fijaba el precio de un peso por cada barril de materia fecal, es decir, de abrómico. En la misma sesión se denunció a “varias personas que están realizando estos servicios sin permiso de la autoridad”. Esto nos permite suponer que el negocio, aunque sucio, era rentable. La extracción de abrómico se hacía durante la noche, de acuerdo a un horario prefijado. El encargado golpeaba la puerta del usuario y si no abría, daba el grito: Hielabrómicooo! Entonces entraba hasta el patio de la vivienda, donde estaban los barriles, sacaba los que contenían las fecas, y dejaba otro limpio en su reemplazo. Las ocurrencias contadas por antiguos vecinos son graciosas y hasta tragicómicas. Entre las

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últimas está la situación que se producía cuando el cargador resbalaba en el interior de la casa y derramaba el contenido. Entonces era difícil conciliar el sueño. A fines del siglo XIX hubo un aumento de las viviendas, permitiendo mejores ganancias a los empresarios de los servicios higiénicos del abrómico. Ricardo Bravo, concesionario, vendió sus servicios a trescientas casas y doscientos edificios públicos. Las materias extraídas se derramaban en las afueras de la población. A través de tal sistema, es posible explicarse las catastróficas epidemias de la época. Pese a lo lucrativo del negocio, la situación económica de las empresas extractoras fue de mal en peor. En la sesión del 28 de julio de 1913, se leyó un informe en el que se denunciaba el desastroso estado de las empresas extractoras de abrómico. Había sólo cuatro carretas para transportar los barriles, los que estaban en pésimas condiciones de conservación. Los barriles, a la par de escasos, estaban deteriorados por la falta de pintura de alquitrán para evitar las filtraciones, por lo tanto, estaban fétidos dado que servían indistintamente para la extracción del abrómico y del agua servida. Había un déficit de cincuenta barriles para poder entregar un servicio medianamente eficaz, pero lo peor era que los desechos se vaciaban cerca de la población. Esto se repitió a través de los años, pues se encuentran documentos como los de la Sesión Municipal de 1909 que da cuenta de la queja de un regidor porque “en el desvío norte, los vecinos para no asfixiarse con el mal olor, tienen que cerrar las puertas de sus casas, pues en ese barrio se arrojan a las calles las aguas servidas”. Ya a comienzos del siglo XX algunos habitantes con mayores recursos y que vivían cerca de la costa, financiaban sus cañerías para eliminar las aguas. La red de alcantarillado estatal eliminó el negocio del abrómico. Pronto los vecinos olvidaron al personaje que en las noches les gritaba “el abrómicooo!”

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Cada cierto tiempo, los abrómicos llegaban a retirar los barriles en donde se guardaban las heces de los hogares. Esta actividad, necesaria y maloliente,

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prontamente fue erradicada por los peligros sanitarios que implicaba. Pintura “Los Abrómicos” de Luis Núñez San Martín.

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El agua, una mirada a la historia militar del Norte Grande

Si el agua fue toda una problemática para iniciar faenas y poblar las ciudades en las desérticas tierras de Antofagasta, mayor aún fue el trabajo a realizar para poder tenerla potable, tanto para la comida y la bebida, como para el aseo personal y lavado de ropas. Asimismo, y de forma más radical lo fue con ocasión de la Guerra del Pacífico cuando la ciudad tuvo que crecer en varios miles de hombres, caballos y mulares que exigían, día a día, grandes raciones de agua para poder vivir y entrenarse al comienzo de lo que sería una dolorosa guerra de varios años. Al inicio de 1879, cuando arriban las primeras tropas, estas se abastecían de agua y comida de los buques de la armada que se mantenían en la rada de Antofagasta, ya que su abastecimiento era muy caro y difícil de obtener. En el parte de distribución de las fuerzas de fecha 18 de febrero de 1879, se puede apreciar que de un total de 284 hombres (sin contar las tripulaciones de los respectivos navíos): 123 se encontraban en dependencias de la ciudad, 1 en el Cochrane y 38 en el Blanco Encalada, 12 en el Salar del Carmen, 64 en Caracoles y 46 a bordo del O’Higgins. Con la continua llegada de soldados, sin contar los animales de la caballería y los propios para el transporte de bastimentos, se hacía evidente que las necesidades de agua crecían a pasos agigantados: 1.039 soldados para el 01 de marzo, 6.264 soldados llegados al 17 de Mayo y, tan solo 6 días después, 11.825 al 23 de mayo de 1879. Con el paso de los días quedaría de manifiesto que la ciudad de Antofagasta no contaba con la cantidad suficiente de agua, ni con lugares de alojamiento para las tropas cuya misión era mantener la seguridad del territorio reivindicado. Debido a ello, se ordenó

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repartir las fuerzas militares llegadas, tanto a alrededores de la ciudad, donde ya se encontraban pozos de agua, como a los pueblos cercanos de Mejillones, Tocopilla, Quillagua, Calama, Caracoles, Salinas, Carmen Alto, San Pedro, Chiu-Chiu, e incluso más allá, siguiendo la línea del río Loa y otros, porque en ellos, a la par de conquistarse por la fuerza y fuego de las armas como fue en Calama, se iba conquistando el vital y necesario elemento, el agua. Ya en junio de ese año, según el informe desde Antofagasta del General Justo Arteaga al Ministro de Guerra y Marina, este le indica que para los movimientos que hace y realizará el ejército, en el caso del agua “se llevará en 50 toneles, que contienen 56.000 litros de agua, y en 150 barriles, que contienen 9.000 litros, formando un total de 65.000 litros. Hay que considerar además el forraje y agua necesaria para 1.300 animales de caballería y para 1.200 animales de carguío…” La falta de agua fue el mayor de los problemas que se acrecentaba por las grandes distancias a recorrer, las vastas y desérticas soledades, y el abrasador calor de estos parajes. En algunas de esas situaciones extremas, fue la fortuna y la naturaleza la que salvó las situaciones: “En páramos inexplorados, sin agua ni senda conocida, ni conocimiento alguno de la topografía del terreno, viajábamos al rumbo de la brújula como los marinos […] Día y medio sin bebida los animales, la fatiga los había rendido y no nos permitían ganar tiempo y espacio ni aún andando de noche; pero acertando un día a dar con cierta localidad favorable para alojarse del candente calor y abrigo del frío de la noche y apenas libres de su carga las bestias, empezaron éstas a manifestar inquietud y momentos después una desesperación furiosa por emprender la fuga, como espantadas o enloquecidas […] Fue necesario amarrarlas, maniatarlas con las más seguras precauciones y pasar la noche velando. Los exploradores, gente siempre sedienta, sin duda a causa de la agitación de su pesado oficio, sufrían también el tormento de la sed

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Arriba, pintura del combate de Angamos, colección Congreso Nacional del Perú.

Croquis de los movimientos previos al combate de Angamos en que la armada chilena capturó al Huáscar.

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Abajo, imagen del crucero Blanco Encalada que participó en el triunfo chileno.

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y economizaban por previsión una última gota de agua, conformándose por lo demás con atribuir la vehemente impaciencia de las bestias al olfato de algún puma o a cualquier otro motivo, sin darse cuenta de otra cosa como razón más aceptable […] Vino el día, y el horizonte en apariencia pareja y nivelada de la llanura solo nos prometía la esperanza de arribar a las distantes montañas de salvación a donde debíamos a todo trance alcanzar de una sola jornada aquel mismo día antes de una noche más sin agua […] Los animales, con gran sorpresa de los exploradores, parecían, lejos de rendidos por la postración del hambre y de la sed, más bien fogosos, y apenas desatados y dejados en libertad de sus movimientos, con sus cargas o jinetes a cuestas, emprendieron veloz carrera en una dirección determinada, como punto fijo de ellos, familiar y conocido. Era uno de esos casos extremos de todo viajero, conocidos cuando se acostumbra, sin recelo, entregarse a la sagacidad instintiva de las bestias para salir de dudas […] resultaba haber sido el terreno donde habíamos pernoctado no una superficie continua como parecía, y muy al contrario, lo surcaban hondonadas y zanjones, bordes y quebradas hondas a veces difíciles de pasar, y entre unos repliegues, a la distancia ¡un campo verde!...y un momento después, la voz más acariciadora del desierto…¡agua!...¡aagua!...¡aaagua!, frenéticamente lanzada por los exploradores llegaba como el eco de suprema felicidad hasta nuestros oídos”.6 Llegó a tanto la falta de agua, que en muchos momentos la única que recibían las tropas era la del jugo o líquido de las cazuelas que se les servía como alimento, con el cual llenaban las cantimploras. A comienzos de noviembre de 1879 el ejército chileno, mejor organizado y con los medios necesarios

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para enfrentar las primeras campañas terrestres, se disponía para iniciar sus acciones con el desembarco de Pisagua. Es a partir de este momento cuando se crea el Cuerpo General de Parques y Bagajes, comandado por un antofagastino, el Teniente Coronel Francisco Bascuñán Álvarez, quién tomará como labor el abastecer día y noche, por tierra y mar, a esta tropa de 14.000 combatientes. Un ejemplo de lo complicado que era el abastecimiento de munición, comida y agua para la bebida, se relata en los múltiples informes de la guerra que están contenidos en los archivos de la época7: “En cuanto al agua, para la reserva, 44 estanques para conducirla, que teniendo capacidad cada uno para 1.200 litros, hacen un total de 52.800 litros, agua suficiente para 26.000 hombres en un día, a razón de dos litros por cada uno. 176 mulas aperadas para rodar los 44 estanques, a razón de 4 mulas por estanque. 200 barriles para agua, con capacidad cada uno de 84 litros, hacen un total de 16.000 litros. Estos servirán para el acarreo y provisión de los estanques, o para destinar las mulas a otra cosa clase de carga, en servicio general. 100 mulas aparejadas, de carga, para los 200 barriles […] 1ª División, 240 barriles para conducir agua, con capacidad cada uno de 84, son 20.160 para 10.000 hombres, en un día. 120 mulas aparejadas, de carga, para los 240 barriles […] 2ª División, 194 barriles para conducir 16.926 litros de agua, para 8.000 hombres, en un día. 97 mulas aparejadas para los 194 barriles […] 3ª División, 170 barriles para conducir 14.280 litros de agua, para 7.000 hombres, en un día. 85 mulas aparejadas para los 170 barriles”. Al final del informe y como una forma de dimensionar el total de lo necesario en cuanto a los animales para trasladar el agua, equipaje, bagajes, forraje, munición y alimentos, solo de esta especial unidad de Bagajes, no de aquellas unidades de tropa combatientes, animales que también comían y bebían agua, dice: “Queda demostrado necesitarse 1.223 mulas y 50 caballos, que con las 1.475 mulas y 100 caballos

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Arriba, comandante y oficiales del acorazado “Cochrane” que dieron el triunfo a Chile en la batalla de Angamos.

Derecha, Irene Morales, heroica cantinera antofagastina del ejército chileno.

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del parque general, harán un total de 2,693 mulas y 150 caballos para el servicio del ejército en todos sus ramos”. Con el correr de la guerra y las dificultades que ella implicaba, ahora en territorio peruano, el abastecimiento de agua se dificultará aún más. Las correspondencias y partes militares de la época así lo relatan: “Estimado Coronel y amigo: aquí me tiene Ud., dando principio a mi segunda jornada. Llegado a este punto, recogí personalmente todos los datos que creí necesarios para conocer con la mayor exactitud posible el trayecto que hay de aquí a Cañete (en Perú). Ellos me dejan la convicción de que la empresa era difícil y aun peligrosa por la falta de agua, pues el pozo de Jagüei, que solo dista de aquí unas cinco leguas, no contenía agua para 1.000 personas (siendo que su división eran aproximadamente 10.000 hombres), a pesar de los arreglos que se le habían hecho. Teniendo esto en cuenta y los pocos elementos para la conducción de este artículo tan indispensable, me resolví a hacer practicar un nuevo reconocimiento por un ingeniero, ya para ver si era posible de aumentar de algún modo el agua, ya para estudiar el camino hasta donde fuera posible traficarlo con carretas que pudieran conducir pipas para hacer depósitos entre estos lugares, que son una de las jornadas más largas y más peligrosas […] Tengo para mí que esta idea merece estudiarse con detención, pues si ella fuese realizable, como lo presumo, nos salvaríamos el gran inconveniente de disputar al enemigo ese elemento tan indispensable y que ellos defenderán con tenacidad”.8 A tanto llegaría la problemática del agua en esta etapa de la guerra, que cuando se consideraba una larga marcha por pleno desierto peruano para poder llegar a Lima, y luego de que el General Villagrán,

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sabiendo la dificultad de obtenerla, por escrito manifestará su descontento con la orden recibida por parte del propio General Baquedano, quien le respondió así: “Señor, anoche recibí la nota de Us., número 212, fecha 10 del presente, en la que US., acusándome recibo de la que le dirigí con fecha 7, me dice que cumplirá las órdenes contenidas en ella, salvando su responsabilidad por los desastres que puede sufrir su División en una marcha de largas jornadas, sin agua, careciendo de los elementos indispensables para hacerla […] US., comprenderá por eso con cuanto desagrado recibí la noticia de que mis órdenes no habían sido ejecutadas, y cuanta es mi contrariedad al verme obligado a dar cuenta al Supremo Gobierno del mal principio que ha tenido, por una falta que no es mía, la última jornada de esta guerra hecha hasta ahora con tanta felicidad. Debo agregar solamente que no es aceptable la salvedad que US., hace al terminar su nota en resguardo de su responsabilidad. Responsable de las consecuencias de una orden es únicamente el General en Jefe que la imparte, sin que tenga el ejecutor el derecho de calificarla, puesto que cumple con su deber limitándose a obedecerla. Dios guarde a US., Manuel Baquedano”.9 Con fecha diciembre 25 de 1880, en San Pedro de Lurín, el General Baquedano separa del mando de la 1ª División, al General Villagrán nombrando en su reemplazo al Capitán de Navío Patricio Lynch Solo de Zaldívar.

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Pampa del indio muerto.

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Embalse y puente Conchi Ubicado sobre el cauce del Loa, el embalse fue construido en los años 70 con el fin de regular las aguas del río que riegan los sectores de Lasana, Chiu Chiu y Quillagua. A un costado, se encuentra el puente Conchi, construido en 1890 a 105 metros sobre el río, siendo uno de los puentes más altos de Chile. Esta obra de ingeniería permitía el paso del ferrocarril hacia Bolivia, sin embargo, en 1945 se limitó su uso para vehículos livianos.

Página opuesta, vista desde el embalse hacia la Cordillera de los Andes.

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Ferrocarriles de Antofagasta

Los ferrocarriles que servían a los territorios interiores o hinterlands de la antigua provincia de Antofagasta eran cuatro, los del puerto de Tocopilla, Antofagasta, Coloso y Taltal. Estos trenes ejercían en la pampa el mismo papel que hacían en el sur los ríos navegables, donde los centros poblados y las empresas industriales se localizaban a sus orillas. Eran como espinas dorsales de un sistema de ordenamiento territorial. Con el tendido de estas vías, los terrenos cercanos a sus ejes se valorizaban, ejerciendo un enorme poder en el valor de remate de los terrenos que ponía en oferta el Fisco. Influía también en la factibilidad de operación de una mina y en su estructura de costo, ya que el transporte era un elemento de alta incidencia, tanto por el despacho de los minerales a los puertos de embarque como por los insumos que se importaban y llegaban a las oficinas mediante el ferrocarril. De este modo, aquellas oficinas con yacimientos de bajas leyes y alejadas de estas líneas estaban condenadas a desaparecer por los altos costos de transporte. Estos ferrocarriles operaron durante varios años con máquinas a vapor, por lo cual las necesidades de agua a lo largo de las líneas eran muchas e imposibles de reemplazar, disminuyendo así la capacidad de carga de los trenes, que estaban obligados a llevar consigo reservas de agua y de carbón. Para eso, en las estaciones donde habían máquinas resacadoras, se dejaba un depósito para el agua de la locomotora, que la empresa pagaba a alto costo. El mismo problema de la escasez de agua en el transporte influyó para que muy pronto, en la medida que la tecnología se perfeccionaba, los camiones a gasolina fueran desplazando a las carretas tiradas por mulas o bueyes, animales que requerían alimento y agua, lo cual también hacía que el carretero ocupara parte del espacio de carga para llevar estos elementos para sus animales. Luego de 1888, cuando se creó oficialmente la provincia de Antofagasta, los permisos exclusivos para construir líneas de ferrocarriles empezaron a ejecutarse rápidamente, dando servicio a las numerosas oficinas salitreras que nacían y se desperdigaban por las pampas, al igual que las minas de plata y cobre que operaban en distintas partes de este amplio territorio.

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El ferrocarril de Antofagasta a Bolivia La historia del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia está íntimamente ligada a la Empresa Minera de Huanchaca, por lo cual es necesario referirse a ella. La mina Pulacayo, del departamento de Potosí, en Bolivia, aunque era explotada desde la época del coloniaje, fue dada a conocer recién en el siglo XIX por Mariano Ramírez, minero infatigable y experto, quien conociendo su valor, no cesó de trabajarla y formó una sociedad en 1830 para explotarla con capitales reunidos por sus socios. Luego, en 1872, Aniceto Arce, uno de los socios de este yacimiento, invitó a visitar esta mina asombrosa a sus amigos chilenos Melchor Concha y Toro, Javier García Huidobro y a Gregorio Donoso, de modo que al regreso, con el entusiasmo provocado por la visita, se formó en Valparaíso, el 1 de enero de 1873 la Compañía Huanchaca de Bolivia. Desde el primer año de su explotación, la Compañía obtuvo magníficos resultados. Pero la empresa tropezaba con la dificultad inmensa de los precios de los transportes para mover sus minerales, por el alejamiento de Pulacayo de la costa, lo que impedía explotar minerales con ley inferior a 50 marcos por cajón, esto es 5 partes por mil. Basta señalar la ruta que seguía la carga para aquilatar esta dificultad: se exportaban los minerales por el puerto de Cobija, recorriendo las carretas 500 kilómetros y empleando en su trayecto nunca menos de 18 días. Después, con motivo de la Guerra del Pacífico, la gerencia tuvo que buscar la salida de los minerales por el Atlántico, por el camino a Rosario, en Argentina, para ser embarcados por el río Paraná hasta Buenos Aires y de ahí a Europa. Concluida la guerra, se restableció el tráfico por el Pacífico, pero habilitándose, no ya a Cobija como puerto, sino a Antofagasta. Esto fue lo que hizo pensar al Directorio de Huanchaca en la necesidad de construir un ferrocarril, que viniera a reemplazar el primitivo y costosísimo transporte por carretas. Por el otro lado, la Compañía de Salitres de Antofagasta había obtenido del Gobierno de Bolivia, la concesión de una extensión del primitivo ferrocarril al Salar del Carmen hasta Pampa Alta (km. 150). Ya había construido más de 100 kilómetros, cuando se le asoció al trabajo la Compañía Minera de Huanchaca, bajo la base de prolongarlo hasta Pulacayo. Definida la Guerra del Pacífico a favor de Chile, y habiendo

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Página correspondiente a la publicación dirigida por Reginald Lloyd, “Impresiones de la República de Chile en el Siglo Veinte —Historia,

Gente, Comercio, Industria y Riqueza”, publicado en Londres en 1915.

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quedado la provincia de Antofagasta en su poder, ambas Compañías obtuvieron del Gobierno chileno la concesión el 17 de enero de 1884, para prolongar la línea hasta Ascotán (km. 360). Sobrevinieron después dificultades entre ambas empresas, y entonces la Compañía de Huanchaca, más interesada en la prosecución de la obra, compró a la de Salitres sus derechos en el ferrocarril e imprimió gran actividad en los trabajos de construcción. En 1888 se modificó el trazado primitivo, fijándose para el paso de la línea divisoria de Chile con Bolivia, no ya el kilómetro 366 del proyecto de Jorge Harding, sino en el kilómetro 442. Pero los múltiples trabajos emprendidos simultáneamente por la Compañía de Huanchaca, como la construcción del ferrocarril, la cañería para la dotación de agua en las estaciones, las instalaciones en las minas y la no menos preocupante baja del precio de la plata en el mercado internacional, hicieron difícil su situación económica, por lo cual el Directorio resolvió desprenderse del ferrocarril, traspasándolo a una Compañía que expresamente se formó en Londres, The Antofagasta (Chile) and Bolivia Railway Cº Ltd., reservándose su arriendo exclusivo por 15 años. Mientras tanto los trabajos no habían sido interrumpidos: en 1890 llegaba la locomotora a Uyuni (km.610) y en abril de ese año se terminaba el ramal de Uyuni a Pulacayo, de 38 kilómetros, consiguiéndose así el principal objetivo que tenía la Compañía de Huanchaca, dejando sus minas unidas a la costa por un ferrocarril de 642 kilómetros. Pero el gran capital invertido en el ferrocarril hacía indispensable, para ponerlo a salvo de las eventualidades de un fracaso minero, su prolongación hasta La Paz, capital de Bolivia, asegurándole así un rendimiento y porvenir seguros. El Gobierno de Bolivia, altamente interesado en ese proyecto dio la concesión hasta Oruro,

garantizando un 6% sobre el capital que se invirtiera. Esta prolongación se inició en 1889, terminándose en 1892 los 314 kilómetros que hay entre Uyuni y Oruro, punto de término de este ferrocarril, pues la sección de Oruro a la Paz (233 kms.) y los importantes ramales ya en explotación, Oruro a Cochabamba (200 kms), Río Mulatos a Potosí (170 kms.) y Uyuni a Tupiza (200 kms.) de 1.00 de trocha, fueron dados al alemán Sindicato Speyer. Fue así como el ferrocarril de Antofagasta, nacido con la aspiración modesta de servir los acarreos de una Oficina salitrera en el salar del Carmen, en 1873, lo cual queda de manifiesto con la escasa trocha adoptada de 0.76 m, fue extendiéndose progresivamente, a impulso de las necesidades, hasta llegar a convertirse en una vía internacional que se remonta desde la costa hasta alturas de 4.788 metros y en 1910 contaba con más de 1.360 kilómetros en explotación. Respecto del uso del agua, para abastecerse desde Antofagasta hasta Calama la Compañía tenía que comprar el agua en las oficinas salitreras; la que además de cara, tres pesos el metro cúbico, era de malísima calidad. Desde Calama a San Pedro, distantes en 73 km, usaba la de los pozos de Ceres, agua sumamente nociva para las calderas, por su fuerte dosis de sal. El problema se solucionó trayendo del río San Pedro, afluente del río Loa, una cañería de 0.20 metros de diámetro y 2.500 m3 diarios de rendimiento, hasta el mismo puerto de Antofagasta; lo que dio un largo de 333 kilómetros a un desnivel de 3.300 metros. Ese trabajo se terminó en 1892, lográndose así una gran economía y posteriormente se construyó otra cañería igual y paralela a la anterior.

Locomotora del f.c.a.b. ubicada en la plaza de Mejillones en recuerdo de la maestranza que existió en esa ciudad.

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Pie de foto para estas Arriba, ferrocarril imágenes. Puede ser que unía Tocopilla con muy escueto, Sin (dosfecha. Antofagasta. líneas) o más largo, 6 a 8 líneas. Que los editores decidan.

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Abajo, estación O’Higgins en Salar del Carmen.

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Testimonio de un bombero: don Gilberto Velasco

“Yo soy nacido el año 1933 y entré a la Primera Compañía de Bomberos cuando tenía catorce años. En ese tiempo estaba la primera, la segunda y la cuarta compañía, pero ésta es la más antigua formada en 1875. Este cuartel tiene mucha historia, por ejemplo, dicen que acá penan, que si apagas las luces pueden aparecer prendidas al otro día, o que se sienten pasos y esas cosas. Cuando llegué con el equipo a mi casa por primera vez, a mi papá no le gustó nada la idea. Me nombró una lista de calamidades, que era peligroso, que me podía caer una calamina en la cabeza y dijo que de ninguna manera me iba a ir a meter para allá. Pero yo lo acepté nomás y llevo cincuenta años casi viviendo en el cuartel. Sobre los incendios, claro que habían más en esa época. Eran más “tupido y parejo” porque las casas eran de madera y de barro con cañas, entonces se prendía una y era fácil que se expandiera a toda una cuadra.

Se trabajaba con la ropa que se pillaba. Cuando había un incendio el bombero asistía al llamado tal como estaba vestido y se mojaba su ropa, sus zapatos. El equipo no lo pagaba el cuerpo de bomberos, daban la chaqueta de cuero, el casco y el cinturón, pero lo demás corría por cuenta del voluntario. Entonces llegaba a mi casa mojado como sopa y salado ya que en ese tiempo se usaba el agua de mar para apagar los incendios. Es una de las cosas que más recuerdo: el agua es el enemigo número uno del fuego por lo que, sea dulce o salada, apaga igual los incendios, pero el principal problema era que nos arruinaba la ropa. La sal la blanqueaba y al poco tiempo quedaba arruinada, lo mismo sucedía con los zapatos. También echaba a perder el carro bomba, que era de esos antiguos, y las cañerías, porque la sal las carcomía por dentro. Había dos tipos de grifos, uno de agua dulce y otro de agua que sacaban del mar. Esa última venía de un estanque ubicado entre las calles 21 de Mayo con Andrés Sabella, donde ahora hay una población. Era grande y se mantenía con agua salada que se bombeaba del mar. Entonces

Arriba, don Gilberto Velasco, bombero de Antofagasta por más de 64 años.

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Abajo, presentación del cuerpo de Bomberos en plaza Colón, 1888.

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testimonio de un bombero: don gilberto velasco

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cuando había incendio daban más presión para que saliera más agua. El agua del estanque estaba conectada a las cañerías de los grifos de bomberos. Estos tenían un sistema diferente al de hoy, porque se encontraba unos cincuenta centímetros bajo tierra y había que meter una ‘alcachofa’ para poder meter la manguera. Ahora el grifo está afuera. Si el incendio era en una zona de Antofagasta que no tenía grifo, teníamos que recurrir al carro bomba que tenía estanque, y volver a rellenarlo cuando se acababa el agua. Eso era lento porque teníamos sólo un carro. En algunas poblaciones donde no llegaban las cañerías había pozos de emergencia bajo tierra, igual que los de las bombas bencineras que tienen abajo el estanque.

Yo me acuerdo que antes había alrededor de dos o cuatro incendios en el día porque las casas antiguas de caña se quemaban muy rápido. Para los años nuevos había más incendios. Dicen las malas lenguas que los comerciantes los provocaban para cobrar el seguro, pero otras teorías hablan de que se producían por una sobrecarga del sistema eléctrico. Ahora las construcciones son de cemento y fierro, por eso hay menos incendios en comparación con antes donde todo era pura madera. Y cuando pusieron agua potable cambió también el sistema. Esto fue cuando empezó la empresa de agua potable, porque antes apenas había agua. Con ello se empezaron a modernizar los grifos a medida que avanzó el tiempo.”

La escasez de agua contribuía a que los incendios se propagarán rápidamente por la ciudad, que en su mayoría estaba construida con madera.

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En el cuadro, se recrea el incendio de la Catedral de Antofagasta el 15 de noviembre de 1906. Pintura de Luís Núñez San Martín.

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testimonio de un bombero: don gilberto velasco

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El precio de la porfía: la guerra de los tubos

Entre los años 1946 y 1947 se hizo evidente la urgencia de incrementar la cantidad de agua que llegaba a la ciudad. Según el representante del Ministerio de Obras Públicas de la época, Antofagasta tenía un déficit diario de 2.000 metros cúbicos. De continuar esta situación en dos años más el déficit sería el doble.10 Esta falta de agua facilitó y motivó a que algunas personas hicieran un negocio aparte, vendiendo tambores de agua de 200 litros, —cuyo precio unitario era de 12 pesos, cifra que mostraba el costo real de un m3 de agua—, a un valor de nada menos que 60 pesos, precio muy alejado de 1,4 pesos, valor impuesto a la Compañía f.c.a.b. para la venta a público por el gobierno, según el contrato de 1888. ¿Por qué se había producido esta falta de agua tan desfavorable para la vida y la economía de la ciudad? En primer lugar, porque la población aumentaba considerablemente, y no en relación con el aumento del volumen de agua que se necesitaba para el consumo. Por otra parte, la empresa del Ferrocarril se quejaba de que históricamente no había podido mejorar la captación de agua para la ciudad, porque los recursos que se obtenían por la venta no alcanzaban para mejorar el sistema. La inflación, que en Chile fue creciente desde el inicio del siglo XX, hizo que el convenio firmado por el f.c.a.b. con el Fisco no fuera rentable para la empresa después del crack internacional de 1929. La Compañía no pudo obtener de parte de alguno de los gobiernos de turno, a lo largo de 60 años, la autorización para elevar los precios unitarios de venta, y además debía entregar al municipio de la ciudad el 5% del caudal, que se

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empleaba en regar jardines, lo cual también era una pérdida neta. Esta actitud del gobierno impidió que hubiera capitales dispuestos para hacer inversiones en mejorar el servicio y para aumentar el caudal a distribuir, a pesar que la población urbana en los puertos crecía aceleradamente por el despueble de las salitreras. Varios grupos de obreros y sus familias no se quisieron embarcar rumbo al sur, y decidieron quedarse levantando viviendas provisorias en algunos barrios de la ciudad. Hasta 1957, la ciudad de Antofagasta se abasteció solamente del agua que traía f.c.a.b., que alcanzaba para no más de dos horas diarias de servicio, tiempo en que las personas aprovechaban para acumularla en los grandes estanques que cada casa poseía para tenerla disponible a la hora que deseara. Esta agua tenía una concentración de arsénico de 0.09 mg/l, sin causar problemas de salud a la población. La empresa había ofrecido al gobierno aumentar el caudal de agua a 20.000 m3 diarios, lo cual daría abastecimiento para 30 años, a cambio de modificar el precio de venta, pero la respuesta siempre fue negativa. ¿Por qué el Estado se negaba a alzar el agua? La respuesta es de carácter político, este hecho habría sido muy mal recibido por la población y habría tenido un costo político para el gobierno de turno. La ciudad estaba viviendo el drama de los precios bajos. En tales circunstancias la población comenzó a presentar sus quejas ante las autoridades, las que con el apoyo de parlamentarios llevaron el problema hasta el gobierno central de don Gabriel González Videla, el cual accedió a abrir una nueva aducción, ahora en el río Toconce. Estos eran tiempos difíciles no sólo por la falta de agua, sino que también porque la empresa que proporcionaba energía eléctrica, la conafe, tenía liquidado los motores que producían energía y en

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Imagen superior, niños arrastran toneles con agua en Antofagasta. Fotografía de 1942.

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Abajo,“El pueblo pide agua” y “Agua queremos”, dos mensajes claros para las autoridades de la época en Antofagasta, 1965.

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consecuencia la ciudad terminó quedándose a oscuras. Por otra parte, existía una escasez generalizada de artículos de primera necesidad: faltaba la leche, la harina, el té, las velas y una cantidad de productos para el diario vivir. Por orden del gobierno, la Dirección de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas inició el estudio para la colocación de la nueva aducción. Los técnicos de Santiago estimaron que resultaba más barato y conveniente usar tubos de cemento centrifugado, en lugar de los de fierro y acero. Según ellos, la técnica estaba probada en algunos países con resultados exitosos. Este hecho movió a las autoridades del Centro para el Progreso y la Municipalidad a solicitar al gobierno de Gabriel González Videla que no usarán tubos centrifugados porque no eran adecuados para una zona desértica. Fue una controversia larga y fastidiosa en la que finalmente triunfaron los técnicos de Santiago y se decidió por la construcción de tubos centrifugados ya que así la obra se abarataría en $800.000.000. Decidida esta cuestión, las autoridades sanitarias del Ministerio de Obras Públicas ordenaron instalar fábricas de tubos centrifugados en la ciudad de Antofagasta. En octubre de 1950, aún con González Videla como Presidente de Chile, llegó a la ciudad la primera fábrica de tubos de cemento armados y en enero de 1952 ya se habían instalado tres. Las autoridades de Antofagasta no perdían las esperanzas de revertir la decisión y realizaron toda clase de entrevistas con el Parlamento, Ministros y hasta el Presidente de la República.

Los oídos ensordecieron y los tubos siguieron construyéndose. Fueron varios los problemas que se presentaron durante la construcción de los tubos, como la escasez de cemento que súbitamente golpeo a la ciudad. Pero sin duda, el verdadero problema surgió cuando se buscó la forma de juntar éstos tubos a fin de construir el acueducto. Se usaron diferentes pegamentos, ninguno de los cuales logró unirlos fuertemente. Sometidos a presión, éstos reventaban justamente donde se había realizado la unión. Pero el Ministerio de Obras Públicas y su Departamento de Obras Hidráulicas continuó construyéndolos. Un día creyeron haber encontrado la solución, y para convencer a las autoridades antofagastinas los invitaron a una prueba, donde se demostraría la resistencia del pegamento. Hubo en la ciudad un ambiente de expectación. Asistieron parlamentarios, el Intendente, el Alcalde, regidores y se dio comienzo al ensayo. Los tubos estaban llenos de agua y se comenzó a comprimirla. En los primeros tramos no pasó nada. El ingeniero que hacía la demostración, anunció orgulloso que ahora se imprimiría una compresión de 80%. La resistencia fue exitosa. Sin embargo, cuando la presión llego a 100%, se produjo la hecatombe: se rompió la sutura, el agua baño a todo el mundo. La prueba demostró que el tubo centrifugado no tenía eficacia en esta zona donde el agua descendía de más de 3.000 metros de altura hasta el nivel del mar. Finalmente, y al asumir don Carlos Ibáñez del Campo la Presidencia de Chile, éste decidió desestimar el sistema y construir la aducción con tubos de fierro y acero. El Centro para el Progreso agradeció al Presidente. El Centro para el Progreso de Antofagasta hizo los cálculos, el tubo de cemento centrifugado superaba en

Portada de El Mercurio de Antofagasta del 27 de septiembre de 1952 informando el fracaso de los tubos centrifugados.

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Arriba y página siguiente: tuberías de la captación ubicada en el río Toconce.

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costo al tubo metálico, sin tomar en cuenta la pérdida de dos años en la solución definitiva del problema. Era el precio de la porfía. El 21 de Julio de 1954 llegó al puerto el barco italiano Marsano. En sus bodegas venían los primeros tubos metálicos. Fue todo un acontecimiento. Las autoridades y representante de los vecinos subieron a bordo y el Obispo Monseñor Frías bendijo el cargamento. El Director del diario El Mercurio, Luis Fernández Nava, escribió en el periódico “cada tubo… nos parece un enorme telescopio por el que vemos acercarse el futuro que espantará definitivamente la pesadilla del agua”. En esta guerra tubular habían ganado los nortinos, que, con tenacidad impusieron la construcción del nuevo acueducto en base a tubos metálicos. En el desierto quedaron tirados al sol más de 50 kms. de tubos inservibles. El director del El Mercurio, Hugo Silva, en una nota del día 24 de septiembre de 1952 titulada “Una situación tubular”, ironizó: “Por qué no transportar los tubos al cementerio y hacer de ellos una buena muralla de nichos

aunque sean cilíndricos… ¿Qué más da a un muerto reposar al interior de un cilindro que en el de un paralelepípedo?” Hugo Silva ayudó a cavar la tumba de los tubos de cemento centrifugado, una maravilla en el mundo moderno. En 1955 llegaba del exterior el tubo número 10.000. Fue depositado en un camión adornado estilo fiesta de la primavera y mostrado a toda la población a través de un recorrido por las diversas calles. En el recorrido los ciudadanos saludaron con aplausos y vivas el término victorioso de una campaña que permitiría terminar con el racionamiento de agua potable. En el año 1958 terminó el gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo. Ese mismo año llegaron a Antofagasta las aguas de la bocatoma de Toconce. El Presidente había cumplido su compromiso de dar solución al problema de agua potable. Los tubos centrifugados quedaron tendidos en el desierto y olvidados en la memoria colectiva. Es el episodio poco conocido de la historia del agua en Antofagasta.

Página opuesta: la llegada de los tubos de acero fue un gran acontecimiento en Antofagasta, como

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lo demuestra la gran cobertura entregada por El Mercurio de Antofagasta.

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Captación Toconce La captación de Toconce vino a solucionar el grave problema de escasez de agua de las ciudades de la costa, pero trajo consigo un silencioso enemigo, el arsénico, ya completamente eliminado de las aguas que se consumen hoy en la región. Ubicada a 92 kilómetros de Calama en la ribera del río Toconce, fue construida en 1956. Posee una capacidad máxima para captar hasta 610 l/s, pero aporta menos de acuerdo a los caudales del río. Un celador cuida y administra sus aguas, evitando imprevistos y asegurando el caudal que viaja más de 300 kilómetros hasta la costa.

Por esta cañería viaja el agua, cruzando el desierto de Atacama hasta cada hogar de la región.

Derecha, celador de la captación de Toconce.

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Debido a las diferencias de altura existentes entre las captaciones y la costa, es que

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las tuberĂ­as poseen ventosas que permiten extraer el aire acumulado.

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Juan Cvitanic Harasic, hijo ilustre de la ciudad de Antofagasta

Juan Cvitanic ha vivido toda su vida en Antofagasta, a excepción de algunos períodos en que estuvo fuera, como en Santiago y Bolivia. Nació en 1913, en su casa ubicada en la calle Maipú esquina Latorre, con una partera, porque en ese tiempo no había maternidad, “pero la verdad es que resultaba muy bien, porque éramos varios hijos y todos nacieron normalmente. Vivíamos en la calle Maipú esquina de Latorre”, asegura. Ya no se piensa mover, reconoce que hoy día su ciudad tiene las comodidades que necesita todo ser civilizado, como agua, luz, distracciones, “Antofagasta se ha convertido en una ciudad más amable, tranquila y segura”, afirma. Tiene 96 años y cuenta orgulloso que renovó su carnet de manejar hace una semana, sin siquiera necesitar anteojos. Croata de ascendencia, antofagastino acérrimo, fiel columnista de El Mercurio de Antofagasta, fue piloto apasionado, brigadier, comandante de la Fach y presidente de una gran lista de clubs, gremios y fundaciones. Hoy reconoce que por una recomendación del doctor ha tenido que bajar su actividad cotidiana, apretar el freno. Corría la década de 1890 y su padre, un marino mercante de nacionalidad croata, fue abandonado en Punta Arenas por el barco en que viajaba. “Se entretuvo con unos amigos y se olvidó de la hora que tenía que volver al barco, y este se fue sin ellos. Así que partió a Santiago y a principios del siglo pasado llegó a Antofagasta, donde conoció a mi mamá y se casó en 1910”, cuenta con gracia.

Recuerda con nitidez su infancia en medio de la escasez de agua. Antes de la aducción de Toconce, inaugurada recién en 1958, Antofagasta debía arreglárselas con el abastecimiento de la Empresa de Ferrocarriles f.c.a.b. que traía el agua del río San Pedro. Asegura que los llamados abrómicos, hombres que cumplían el oficio de retirar los desechos de las casas, eran más antiguos que sus abuelos y que felizmente no le tocó vivir eso. “Yo soy aviador, esa es mi pasión, y entre otras cosas fui instructor de vuelo y fundador del Club Aéreo. En los tiempos que era instructor, había que hacer al término del curso un examen práctico de navegación donde se podía ir al norte o al sur. Había que elegir y yo siempre elegía sur porque cuando llegaba a Santiago lo primero que hacía era ponerme bajo la ducha y me quedaba media hora dándome ese placer de bañarme con agua abundante. Eso en Antofagasta no lo podíamos hacer, por eso muchas veces elegía ir a Santiago sólo para ducharme. Me sentía rico, lujoso, era el mejor premio que a uno le podían dar. Imagínate viajar a Santiago sólo para ducharse. Era estar un día y después volver. Eso era una anécdota real del placer que yo sentía estando bajo la ducha largo rato. Cuando inauguraron la aducción de Toconce el agua llegaba por cañería pero de forma muy irregular y no era buena. Nosotros teníamos la suerte de que unos amigos de la familia tenían una quinta donde traían agua del río San Pedro. Íbamos cada dos, tres días o una vez a la semana y traíamos agua de ahí que se ocupaba para la cocina o para beber. Llenábamos cualquier artefacto que encontrábamos: damajuanas o tarros, que sé yo, y con esa agua se cocinaba y se tomaba. Esta quinta era de la familia Bedregal. La Juanita Bedregal tenía entre sus plantaciones frutillas y nosotros íbamos a buscar agua y de paso les comprábamos

Arriba, don Juan Cvitanic cuenta el placer que sentía cuando lograba darse una ducha con suficiente presión en sus viajes a Santiago.

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Abajo, mujeres llenan toneles de agua para asegurar el suministro continuo. Imagen de 1954.

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frutillas. Ellos eran amigos y se portaron muy bien con nosotros. Ahora esas quintas desaparecieron pues la ciudad creció y se construyeron nuevas poblaciones. En mi casa nos las arreglábamos para traer el agua, y la cocina estaba llena de tarros llenos de agua. Cuando se terminaban había que buscar más. Podía usarse la otra agua pero no era recomendable por las altas proporciones de arsénico que tenía en esos años. Para que cuento lo difícil que era tener jardín, arbolitos o algo verde, que son tan necesarios hoy en día. Sólo había verde en la Plaza Colón y en la Avenida Brasil. Los baños de la casa se drenaban con agua de mar. Para bañarnos también había baños municipales: la poza chica y la poza grande. La chica era para los niños y era algo muy bonito porque había un concesionario que se llamaba Capetanopulos, que tenía restaurante, sala de baile y un salón de atracciones, que daban a la poza chica. Al lado estaba la poza grande donde también había restoranes y locales comerciales. Ahora está muy bonito. El otro baño

estaba en el Autoclub pero quedaba más lejos y había que tener movilización. Se pagaba por entrar a las pozas, porque el agua era cara y la tenían que comprar. En el Autoclub no se pagaba pero había que ser socio. Bueno, y siempre estaba el recurso del mar para bañarnos, debo decir que lo ocupábamos bastante. Los inviernos altiplánicos muchas veces nos quedábamos sin agua o la daban una hora o dos. Y no se trataba de escasez, sino que en realidad no había nada, por los problemas del altiplano, no por problemas nuestros. Nosotros recibimos el agua a través de las cañerías y no veíamos lo que pasaba. Lo que recuerdo en forma patente es que no nos podíamos duchar, ni bañar con agua abundante como lo hacemos hoy día, porque no había presión. Al segundo piso el agua no llegaba nunca, apenas llegaba en el primero y muchas veces una gotera. Llegaba por llave, en todas las casas habían estanques, había que tener una bomba que acumulaba agua en un estanque y así bajaba con presión pero no había ducha abundante. Las nuevas generaciones no ven el agrado de dar vuelta una llave y tener agua con presión. Los que sufrimos esa escasez lo valoramos. Hubo gente que trabajó mucho por la ciudad, José Papic, Héctor Rojas Albornoz y varias personas que se preocuparon y pelearon para que se entregaran los fondos necesarios que mejorara el sistema de agua. Después se trajo el agua de la cordillera y recuerdo que la primera instalación no sirvió porque se perdía la mitad del agua en el camino”.

Página opuesta: vista aérea de Antofagasta.

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Las primeras denuncias de arsénico en el agua

Si bien es cierto que la llegada del agua del río Toconce terminó momentáneamente con el desabastecimiento de agua potable, no es menos cierto que se creó un problema aún más grave. Al comienzo, el rumor se hizo presente soterradamente. En los encuentros sociales alguien ponía el tema: “Dicen que estamos bebiendo agua contaminada”. La seriedad del tema caía en la chacota del ambiente: “Entonces bebamos vino”. Fue el “doctor de los pobres”, Don Antonio Rendic, uno de los que denunció lo que ocurría: “los pacientes que examino —explicó el doctor— exhiben nacientes síntomas de cáncer. Lo observo en la piel y a través de ellos veo unos puntos que denuncian la existencia de arsénico en el organismo”. Sin embargo, su denuncia fue desestimada por sus propios colegas. Posteriormente, y gracias a la insistencia de la prensa, la Sociedad Médica se allanó a celebrar una reunión con la presencia del propio Rendic. “Esta trascendental medida —comentó La Estrella del Norte en su edición del 16 de noviembre de 1968— tiene la virtud de hacer justicia al primer y único médico que luchó… luchó contra la opinión de sus propios colegas para poner en alerta el mal que estaba causando el alto contenido de arsénico en el agua bebida”.

El doctor Antonio Rendic, defensor de los pobres y enfermos de Antofagasta.

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Desde ese momento, los médicos —uno por uno— fueron confirmando lo que el Dr. Rendic había denunciado: el agua que se bebía en Antofagasta tenía exceso de arsénico. También surgieron relatos horripilantes. Se aseguraba que un matrimonio de antofagastinos, radicados en España, había vivido un drama espeluznante. La señora había fallecido de una extraña enfermedad que despertó la curiosidad de los facultativos españoles que los determinó a realizar la autopsia. Resultado: había fallecido víctima de un envenenamiento por arsénico y se culpó al esposo de haberla contaminado en forma gradual. Nunca nadie dio a conocer los nombres de los protagonistas, pero abrió una mayor consciencia del drama que se estaba viviendo a causa del agua traída de Toconce, el nuevo acueducto. La alarma movilizó a la ciudad de Antofagasta: Sindicatos, Instituciones Gremiales, Municipalidad, Centro para el Progreso y Parlamentarios se unieron para exigir al Gobierno que ubicara la forma para eliminar el veneno arsenical de las aguas que bebía la población. Fue el Presidente Eduardo Frei Montalva quién, en una reunión celebrada en la Intendencia, decidió establecer plantas abatidoras de arsénico. La primera de ellas se construyó en el Salar del Carmen en 1970. Ese año se reguló la concentración máxima de arsénico permitida en el agua a través de la norma nch 409 of.70 estableciendo la medida máxima de 120 ppb, que era igual a la existente en Estados Unidos. Luego esa cantidad se redujo por una nueva norma de 1984 a sólo 50 ppb. Actualmente existen tres plantas para remoción del arsénico del agua con una capacidad total de 1.500 l/s y una planta de filtración directo en la ciudad de Taltal para tratar un caudal de 31 l/s. Casi al finalizar el siglo XX el peligro para el bienestar de sus habitantes debido al alto contenido de arsénico en el agua potable, es un asunto del pasado.

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Caspana 9 Toconao 19 Talambre 26 80 Río Grande 100 Peine 124 Cupo 172 S.P. Atacama (R.S. Pedro) 220 Socaire 232 Río Loa (Nacimiento) 254 Chiu-Chiu (Río Loa) 434 Río San Pedro 447 Camar 619 S.P. Atacama Río Vilama 728 Río Toconce 823 Ayquina (Río Toconce) 1.024 Río Salado 1.280 Camarones (1ra Región) Río Loa, Calama Río San Salvador Aroma (1ra Región) Río Loa, Quillagua El Tatio

500

0

1.000

Arsénico en aguas naturales As (ug/lt)

1.716 1.842 1.882 2.365 14.250

1.500

2.000

2.500

3.000

3.500

10 Norma As máximo para agua potable

FUENTE: REVISTA DE MEDICINA Y ODONTOLOGÍA UNIVERSIDAD DE ANTOFAGASTA Nº2, JULIO DE 2006.

Arsénico en el agua potable 0,9 0,8 0,7 As en el agua

0,6 0,5

Chuquicamata Calama Tocopilla Antofagasta

0,4 0,3 0,2 0,1 0,0 52

54

56

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00

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Años

El Mercurio de Antofagasta llevó adelante una valiente campaña de denuncia de los problemas del arsénico.

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La eliminación del arsénico en el agua de Antofagasta

Los efectos tóxicos del arsénico son conocidos desde la antigüedad. Muchas son las historias de envenenamiento debido a la confusión con el azúcar o la harina, y más aún son los mitos de asesinatos que ameritan su apodo “el rey de los venenos”, pues no tiene olor, ni color y sus efectos mortales se manifiestan a largo plazo. El arsénico o As es el elemento número 33 de la tabla periódica y se trata de un metaloide que se encuentra ampliamente distribuido en la naturaleza. Al ser veneno, es usado como pesticida y herbicida, pero también lo encontramos en la industria electrónica, en la fabricación de vidrios y algunas de sus sales son usadas como pigmentos en pinturas. Años atrás las intoxicaciones arsenicales se debieron al consumo de agua con alto contenido de este elemento. Su presencia está en la mayoría de las aguas, aunque usualmente en pequeñas cantidades. Sin embargo, se ha convertido en un problema en algunas zonas de Argentina, Chile, Brasil, Perú, Bolivia, México, Tailandia, Bangladesh, China, India y Estados Unidos, países donde se han registrado casos de contaminación. Las consecuencias fatales del arsénico en el hombre han sido estudiadas desde el siglo XIX, concluyendo con la recomendación por parte de la Organización Mundial de la Salud, de 10 ppb como límite máximo que puede contener el agua bebida por el ser humano.11 El arsénico se presenta en varios estados de oxidación, siendo los más comunes +3 y +5 y éstos generalmente se van modificando cuando es expuesto al medio ambiente. La actividad volcánica, la lixiviación de suelo con alto contenido de As por aguas de lluvia, especialmente en acuíferos subterráneos, y la actividad bacteriana en terrenos pantanosos liberan

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arsénico al medioambiente superficial. Estos aportes naturales, junto con la actividad humana (especialmente las minas de cobres), liberan generalmente Arsénico +3, que es la forma inorgánica más tóxica. A medida que este tipo de arsénico se incorpora a cursos de agua, toma contacto con oxígeno o es sometido a procesos bioquímicos por vegetales y organismos acuáticos, logrando que se transforme gradualmente a formas menos tóxicas como Arsénico inorgánico +5, y posteriormente a formas orgánicas como Arsenobetaína, arsenocolina y otros arsenoazúcares, casi todos desprovistos de toxicidad para el ser humano. De acuerdo con el decano de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Antofagasta, Alex Arroyo, el cual se ha dedicado largo tiempo a estudiar el tema, las numerosas experiencias y estudios internacionales sobre poblaciones expuestas al arsénico en el agua permitieron establecer un cuadro clínico y una cronología de trastornos bien identificados. Estos se denominan como un conjunto sindromático, bajo el nombre de Hidroarsenicismo Crónico, para diferenciarlo de la exposición al arsénico en el aire respirable. Los hechos más característicos del Hidroarsenicismo consisten en alteraciones cutáneas, respiratorias y urinarias.

Arsénico, un problema del pasado Los ríos de la región de Antofagasta no son producto del deshielo, sino que todos los cursos de agua con cierta importancia de la región provienen de acuíferos subterráneos que afloran pendiente abajo, formando los ríos de los cuales se obtiene el agua captada en las distintas aducciones. Las lluvias en la alta cordillera recargan estos acuíferos subterráneos, y lixivian el arsénico y otros minerales al discurrir por los distintos suelos de su recorrido, contaminando los cursos de agua. El río Loa, en el cual existen tres captaciones, aflora espontáneamente en las faldas del volcán Miño y luego recibe aportes subterráneos de acuíferos en su paso

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En 1978 inici贸 sus funciones la planta de abatimiento de ars茅nico de Cerro Topater, Calama.

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En los Geisers del Tatio es posible encontrar concentraciones naturales de arsénico.

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por Palpana y los volcanes San Pedro y San Pablo. El río Toconce posee la más alta concentración de arsénico inorgánico (850 ug/l), nace en la base del volcán Linzor y recibe afluentes subterráneos en una zona de alta actividad volcánica. Hasta antes de la incorporación de las aguas del río Toconce a la red de distribución, el arsénico no constituía una preocupación ya que Antofagasta se abastecía a través de la empresa de ferrocarriles f.c.a.b., con aguas cuyo nivel de arsénico oscilaba entre 90 y 120 ug/lt (90 a 120 ppb). De acuerdo a Alex Arroyo, no se produjeron denuncias o registros sanitarios relacionados a problemas de salud por el consumo de agua con arsénico durante ese período. Tampoco se registran en la provincia de El Loa, donde la población de la ciudad de Calama y el resto de los poblados que vivían en los márgenes del río Loa (Quinchamale, Lequena, Conchi, Lasana Chiuchiu y otras menores), que consumían agua cuyo contenido basal de arsénico es de alrededor de 210 a 230 ppb (ug/l). En Antofagasta, con la inauguración de la captación de Toconce en 1958 se generó un suministro de agua mucho más abundante por medio de cañerías que recorrían 300 kilómetros desde la cordillera a la costa. Pero esta captación, aumentó en ocho veces el arsénico en el agua consumida por sus habitantes llegando a tener 860 ppb, cuyos efectos a lo largo del tiempo en la salud de las personas fueron dañinos, especialmente en los niños, que sufrían enfermedades respiratorias, cardiovasculares y laceraciones dérmicas. Si bien antes la población se preocupaba de otro tipo de enfermedades, como la muerte por diarrea por ejemplo, a fines de los ’60 aparecieron fuertes

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campañas denunciando el peligro del arsénico y la sobreexposición de la población a este elemento químico. Entre los médicos que dieron la alerta estaba Edmundo Ziede, apodado como “el doctor del Arsénico”, el cual siendo presidente del Colegio Médico, da inicio a un batalla con las autoridades nacionales que buscaban minimizar el problema, para hacer pública la gravedad de la exposición al arsénico y el riesgo que corría la población. Cuenta el doctor Ziede que “Yo era el presidente del Colegio Médico y el Ministerio de Salud me quería callar. El Ministro me mandó a llamar y yo no fui. Querían quitarme el título. Finalmente, a escondidas mandé exámenes a Estados Unidos para analizar la sangre de unos niños, los cuales dieron positivo. ¡Los antofagastinos nos estábamos muriendo de arsenicismo!”. El Mercurio de Antofagasta se sumó a esta campaña y acogió las demandas de médicos y profesionales, publicando con fuerza una serie de noticias que lograron conmover al país entero, llegando incluso a solicitarse la evacuación de la ciudad completa. De acuerdo con el periodista Alexis Molina, luego de una investigación por el equipo de periodistas del diario, se detectó alta mortalidad infantil y numerosos casos de cánceres. La documentación que logró reunir fue abrumadora por lo que se debió admitir la gravedad de la situación y el riesgo latente en el que estaba sumida la comunidad. Esta campaña obligó al presidente Eduardo Frei Montalva a dar una solución:12 en 1970, se puso en funcionamiento la Planta de Filtros de Salar del Carmen. Su implementación redujo de manera inmediata el contenido de arsénico en el agua potable a 120 ppb, cantidad permitida por la norma chilena que entró en vigencia en 1970. Además de ello, en 1971 comenzó

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Vista de la planta de abatimiento de arsénico en Salar del Carmen.

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a funcionar la nueva captación Lequena para Calama y Tocopilla y en 1989 Quinchamale. Estas tenían una concentración más baja de arsénico que en Toconce, por lo que al mezclarse aportan una reducción natural de As. Con el crecimiento de la población y el desafío de bajar los niveles del metaloide en toda la región, en 1978 se inauguró la planta Cerro Topater, en Calama, permitiendo rebajar el arsénico del agua para esta ciudad, junto con la Pampa Salitrera y Tocopilla. Las mejoras tecnológicas y la creciente conciencia de la población sobre los daños del arsénico, dieron pie para que en 1984 se modificara la norma chilena de calidad del agua disminuyendo el valor límite para la concentración de arsénico a 50 ppb. Las plantas de filtros tuvieron que ajustar sus procesos al nuevo requerimiento. Para el caso de Taltal, hasta 1998 el agua potable contenía niveles de arsénico que estaban dentro de la norma de forma natural. Pero debido a la explotación de un nuevo pozo, ese mismo año se elevó el contenido a 70 ppb, por lo que se puso en funcionamiento la primera planta de abatimiento del lugar. Pero el verdadero desafío a nivel regional tuvo pie a fines de los años ’90, cuando se comenzó a hacer pruebas con el objetivo de adaptar el tratamiento del agua a la norma de la o.m.s., es decir 10 ug/l. Gracias al uso de nuevas tecnologías, la experiencia del personal técnico, estudios y una gran inversión económica, en 2002 esto se comienza a hacer factible, primero en Calama y más tarde Antofagasta.

Los efectos de su presencia Los efectos del arsénico en la población que consumió agua entre 1958 y 1971 se manifestaron a largo y corto plazo. Según los estudios del Departamento de Salud Pública Pontificia Universidad Católica de Chile, entre 1976-1978 hubo cinco veces mayor riesgo de morir por cáncer pulmonar en Antofagasta, y cuatro veces en Tocopilla. A corto plazo se encontró un aumento del 18%-24% de muertes infantiles entre 1958 y 1965 y enfermedades cardiovasculares, respiratorias y lesiones arsenicales de piel en niños entre 1960 y 1978.13 El Dr. Alex Arroyo explica que efectivamente se ha demostrado que en la región de Antofagasta existió un mayor riesgo de enfermar y morir por algunos tipos de cáncer. En efecto, estudios dan cuenta de que el arsénico, así como la mayoría de los carcinógenos ambientales, demora 20 años o más en desarrollar cáncer en personas que estuvieron expuestas. Es así como, pese a que desde la década de los ochenta los niveles de arsénico en el agua potable bajaron drásticamente, la investigación estableció que el daño

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se mantuvo en personas que vivieron en la zona y excepcionalmente en cuyas madres lo consumieron durante el embarazo. Antes de 1990, el Ministerio de Salud no contaba con registros, que dieran cuenta de sus efectos, y un punto de partida fue comenzar una investigación epidemiológica para aclarar los hechos. Este estudio consideró las muertes por cáncer entre 1990 y 1994 y demostró que en Antofagasta el riesgo a morir por cáncer broncopulmonar era de 3,8 veces mayor que en el resto del país. Este mismo riesgo era de 6,8 veces mayor para el cáncer de la vejiga urinaria y de 2,1 para el cáncer de piel. Hay que destacar que los riesgos de enfermarse por el consumo de este metaloide son mayores en las personas que estuvieron expuestas entre 1958 y 1970, y que el riesgo aumenta mientras menos edad tuvieron en ese entonces. De acuerdo con los especialistas, a la fecha no existe ningún peligro en el consumo de agua en la región de Antofagasta. Sin embargo, el miedo a beber agua de la llave quedó inmerso en la población. Para demostrar que el agua potable está libre de arsénico se han llevado a cabo múltiples campañas con el objetivo de demostrar su potabilidad y derribar los mitos para incentivar el consumo. La Facultad de Medicina de la Universidad de Antofagasta, a través del doctor Alex Arroyo, han desarrollado diversos seminarios sobre el arsénico y la calidad del agua, y anualmente, cada vez que se inicia la temporada de verano, se ejecutan campañas para desmentir la atribución al efecto del arsénico de las lesiones o manchas que aparecen en la piel por exposición al sol, como antebrazos, piernas y escote. Actualmente, y como consecuencia de la optimización de los procesos industriales, los niveles de arsénico son menores de 10 ug/L lo que deja al agua potable de la región de Antofagasta dentro de las recomendaciones sanitarias de la Organización Mundial de la Salud para la exposición al Arsénico. El control del agua potable para la ciudad se realiza periódicamente a través de exhaustivos muestreos y análisis químicos de entidades como los laboratorios ambientales del seremi de Salud de Antofagasta, universidades y la empresa Aguas Antofagasta. Estos estudios demuestran año a año que la concentración de arsénico en el agua potable es mínima, manteniéndose en un valor ínfimo e inferior a lo recomendado por la oms, y más aún con el aporte de agua que hace la planta desaladora, la presencia de este elemento tiende a bajar aún más.

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Estanques de decantación que forman parte del proceso de remoción del arsénico en el agua.

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Desalación en Antofagasta: agua de mar para el desierto

La región de Antofagasta se encuentra en el desierto más árido del mundo, donde la escasa lluvia, aguas subterráneas y discretos ríos prácticamente no dan abasto a la demanda. Gran parte del agua que abastece a Antofagasta proviene de captaciones de la cordillera, las cuales se encuentran a más de 300 kilómetros de las principales ciudades. Por otra parte, la Dirección General de Aguas declaró al río Loa “agotado”, lo que implica que no se pueden constituir nuevos derechos de aprovechamiento de agua para ningún tipo de uso. Lo mismo sucede con las aguas subterráneas, que ya no permiten nuevas extracciones. Todos estos inconvenientes, sumado al crecimiento de las ciudades y a un prominente desarrollo de la minería, obligan a pensar en nuevas opciones de abastecimiento de agua potable.

Nuevas tecnologías, desalación a gran escala La desalinización o desalación, es el proceso por el cual el agua de mar se convierte en agua potable, apta para el consumo y otros usos. El agua salada contiene alrededor de 35.000 partes por millón de sólidos disueltos totales (ppm), lo que varía dependiendo del océano, y para que se transforme en agua dulce debe tener menos de 1.500 ppm. Pero eso no es todo: de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (o.m.s.), para que el agua dulce sea potable debe cumplir los requisitos de ser inodora, incolora, insípida y libre de bacterias contaminantes. Desde la antigüedad el hombre ha buscado alternativas para desalar el agua. Hay registros que cuentan que grandes personajes como Aristóteles, Tales de Mileto o Demócrito intentaron obtener agua dulce por medio de diversas y rudimentarias técnicas. En el Chile de fines del siglo XIX y principios del siglo XX se

usó la desalación por medio de la condensación, es decir, se sacaba el agua de mar, se calentaba con elementos combustibles como el carbón, generando vapor que luego condensaba en agua dulce. Pero este proceso era a pequeña escala y se ocupaba una gran cantidad de combustible para calentar el agua, cosa que lo hacía menos conveniente y caro que conducir las aguas desde sus fuentes naturales ubicadas en la Cordillera de los Andes. Hoy, gracias al avance de la ciencia y tecnología, las plantas desaladoras funcionan con un proceso diferente: la ósmosis inversa. A grandes rasgos, se trata de ocupar presión para pasar el agua de mar a través de membranas semi-permeables que retienen las moléculas e iones disueltos de cloruro de sodio y otras partículas. La ósmosis es un fenómeno que ocurre en todos los seres vivos a nivel de membranas celulares y que resulta indispensable para su existencia. Estas membranas celulares son semipermeables, permitiendo el paso de las moléculas presentes en el agua, alimentos y líquidos, reteniendo la mayor parte de los elementos favorables dentro de las células del cuerpo. En el caso de la ósmosis inversa en las plantas desaladoras construidas por el hombre, estas membranas son artificiales y poseen formas de tubos, actuando como sistemas de filtración, con la capacidad de separar una amplia gama de sustancias, tanto orgánicas como inorgánicas, presentes en el agua de mar. Este proceso se hace por medio de bombas centrífugas de alta presión, capaces de forzar el paso del agua a través de las membranas.14 El proceso de ósmosis inversa comienza con la captación de agua a través de una bocatoma que la succiona desde el mar. Se trata de una tubería de 300 metros de longitud, que llega a aguas menos contaminadas que las de la costa.

Página opuesta: imágenes de la planta desaladora de Taltal.

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El agua es inyectada por medio de bombas de alta presión a través de estos tubos, los cuales contienen las membranas que retienen las sales disueltas y dejan pasar el agua. 144

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Bombas centrífugas envían el agua directamente a los filtros de arena, donde mediante un sistema de sedimentación se excluyen elementos más grandes. Previamente se agrega cloro para eliminar la materia orgánica y coagulante que ayuda a filtrar los sólidos en suspensión. Finalmente, para proteger las membranas, se agregan productos anti-incrustantes y eliminadores del cloro. El agua ya tratada es obligada a atravesar las membranas por medio de una bomba alta presión, reteniendo todas las partículas de sal. Estas membranas, que actúan como filtros, deben ser adecuadas para resistir altas presiones con que se impulsa el agua que alcanza a 70 bares, para obtener un permeado exitoso. A pesar de que el proceso de tratamiento es efectivo, algunos residuos de sal o materias orgánicas quedan incrustados en las membranas, por lo que deben estar en mantención constante y ser reemplazadas tras exceso de uso.

Del agua captada, un 50%, se transforma en salmuera, la cual contiene una concentración doble de sal, siendo devuelta al mar a través de un emisario submarino de 200 metros de longitud. Esto permite que la dilución de la salmuera sea más rápida, disminuyendo su impacto en la flora y fauna.15 El agua ya desalada tiene aproximadamente 250 ppm de sal, pero aún no está apta para el consumo humano, por lo que debe ser sometida a un proceso de desinfección, remineralización y fluoración mediante el uso de dolomita, hidróxido de sodio (o soda cáustica), hipoclorito de sodio y fluoruro cálcico. Las técnicas para lograr la desalación por osmosis inversa fueron introducidas hace al menos 50 años atrás pero a costos inalcanzables. Sin embargo, desde 1970 se ha logrado la reducción del consumo energético de las máquinas junto a la baja del costo de las membranas de ósmosis, abriendo la posibilidad de desalar agua a gran escala. Actualmente, la desalación por ósmosis inversa es una gran oportunidad de suministro de agua de buena

Desalación de agua por ósmosis inversa El proceso de desalación es una tecnología limpia, que no produce emisión de gases ni ruidos molestos. La producción de agua potable comienza con la captación de agua de mar 1 para luego pasar a la etapa de pre-tratamiento 2 que consiste en una doble filtración de las aguas y un posterior acondicionamiento por medio de distintos productos químicos. Luego se da paso a la desalación 3 que utilizando la tecnología de ósmosis inversa, logra la separación de las sales del agua en la que están disueltas, hasta los niveles que permiten hacerla apta para el consumo humano.

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Del agua captada se extrae la producción de agua desalada. La salmuera 4 es devuelta al mar produciéndose una dilución de la concentración de sales que no genera impacto al medio ambiente, a través del emisario submarino de disposición de aguas servidas.

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Finalmente 5 el agua es sometida a un proceso de desinfección, remineralización y fluoración para ser distribuida.

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Planta Desaladora mar de chile

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Estanque de acumulación

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Filtros de arena y antracita ubicados en la planta desaladora de La Chimba, Antofagasta.

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calidad en lugares con problemas de abastecimiento. Si bien aún los gastos siguen siendo altos, especialmente por la cantidad de energía necesaria para el proceso, la popularidad de la desalación se ha consagrado alrededor del mundo. De acuerdo a un informe de la o.m.s., a comienzos del año 2006 operaban en el mundo más de 12.000 plantas desaladoras generando alrededor de 40 millones de m3 al día.16

El caso de Antofagasta Durante largo tiempo, la empresa essan estudió la forma de satisfacer la creciente demanda de agua en Antofagasta. Fueron los años en que se instalaron grandes empresas del cobre como Escondida y Zaldívar, las cuales requerían importantes cantidades de agua para sus operaciones. Más aún, se esperaba la pronta instalación de otras empresas con similares necesidades. En estas circunstancias, miembros del directorio de essan realizaron diversos viajes a fin de conocer las nuevas plantas desaladoras de agua que existían en otros países. Fue así, entonces, como finalmente se decidió llamar a licitación internacional la construcción de una planta desaladora, siendo adjudicada en el año 2001 al Consorcio Desalant. El contrato fue del tipo b.o.t. (Build, Operate and Transfer), es decir, diseñar, financiar, construir y explotar las instalaciones durante veinte años. La planta entró en operaciones en Abril de 2003 y requirió una inversión de US$ 54.000.000. La planta está ubicada en el sector La Chimba, en el lado norte de la ciudad, y fue diseñada para producir 52.000 m3 al día en cuatro módulos, con capacidad de 13.000 m3 cada uno. Desde un comienzo se pensó en cuatro etapas de ampliación de capacidad, primero ocupando un módulo, y ya hoy se está habilitando el cuarto. La planta proporciona el 50% del agua que abastece la ciudad. De acuerdo a Pablo Fassi, jefe del Departamento de Calidad y Procesos de Aguas Antofagasta, actualmente Antofagasta se abastece con alrededor de 950 a 1000 l/s y la planta a la fecha produce entre 450 y 600 l/s, es decir, la mitad del consumo total. La ciudad de Taltal también tiene su propia planta desaladora desde diciembre de 2007, produciendo 5 litros por segundo y suministrando el 15% de agua de la población.

De acuerdo a Fassi, si bien las plantas se han hecho más eficientes, producir agua desalada es más oneroso que el tratamiento de agua convencional, pues el principal insumo es la energía eléctrica, que también ha subido de precio los últimos años. Según Fassi, hoy el kwh, a nivel industrial, está a 75 u 80 pesos más iva y la planta gasta más de 4 kwh por cada m3 de agua potable que produce. Los costos del agua no actúan en libre mercado, su precio está definido por un sistema de fijación tarifaria dado a través de la Superintendencia de Servicios Sanitarios, donde se establece una tarifa basada en el fundamento de Empresa Modelo. Cada cinco años esta entidad modela una empresa buscando las mejores alternativas y costos, tomando en cuenta que la rentabilidad sea igual al costo de capital sobre los activos empleados. Estas tarifas se ajustan periódicamente a la inflación.17

Una mirada al futuro La desalación por ósmosis inversa se está evaluando como una opción rentable en toda la región, pues a pesar de sus costos, es una buena alternativa a largo plazo. En 2006, Minera Escondida inauguró su planta desaladora conectada al mineral por un ducto de 170 kilómetros, desde el Puerto de Coloso hasta la mina Escondida a 3.200 metros sobre el nivel del mar, con una capacidad de producción de 525 l/s. Por otra parte, la planta desaladora de Antofagasta ya procesa más de 600 l/s y está en ejecución el diseño de una segunda que abastezca el sector sur de la ciudad. De realizarse, Antofagasta se convertiría en la primera ciudad en América Latina en abastecerse a un 100% de agua desalada.

Página opuesta: interior de la planta de desalación de La Chimba, la que actualmente produce más de 600 l/s para la ciudad de Antofagasta.

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Captación Lequena La Captación Lequena es la aducción que aporta el mayor caudal al sistema de producción de agua potable que abastece a la Región de Antofagasta. Se ubica al llegar a la reserva nacional Alto Loa, en la ribera poniente del río, a unos 103 km de la ciudad de Calama, aproximadamente a 3.245 msnm, y está diseñada para captar un caudal máximo de 550 l/s. Fue puesta en operación el año 1981 ayudando a reforzar el caudal de la captación de Toconce y disminuyendo la concentración de arsénico de sus aguas.

Desarenador y canaletas por donde ingresa el agua a la captación Lequena. Derecha, el celador de Lequena y su fiel compañero.

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Cañerías que salen desde Lequena hacia el sur. Página opuesta, aguas del río Loa.

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Marcelino Carvajal, Mejillonino de corazón

“La historia del agua en Mejillones es una odisea. Somos la comuna más educada de Chile para vivir sin agua, pero esta ha sido un pilar fundamental para su desarrollo. En la historia de la ciudad hay varias fases relacionadas al abastecimiento del agua. Los mejilloninos desde el comienzo vivieron alrededor de los asentamientos indígenas, ubicados en la zona de aguadas. Más tarde, la guerra de 1879 cambió bruscamente la vida de Mejillones, pues se instaló el ferrocarril Antofagasta-Bolivia, logrando obtener agua potable con un sistema muy nombrado por nosotros, como por niños nacidos acá: el de los condensos. Se trataba de agua condensada, por evaporación. Recuerdo que uno se iba a bañar a esa playa porque era más tibia, y que sacábamos jaibas, las poníamos en una bolsa sobre los condensos que tiraban vapor, y la cocinábamos y comíamos ahí mismo. La gente de la planta de condensación sacaba unas barras de hielo para tener en las casas, logrando unas hieleras cerradas herméticas, porque en ese tiempo no habían refrigeradores. Mejillones tenía otro sistema de distribución de agua: el aguatero, que era este personaje que acarreaba el agua y la distribuía a través de mulas. Yo me acuerdo de un señor que se llamaba Marcial, y uno decía ‘ahí viene la mula de Marcial’. La gente compraba por latas el agua, esas latas de manteca que eran cuadradas, y en un palo atravesado se la llevaba a su casa.

Ahí por los ‘50 se empieza a trabajar para la aducción de Antofagasta. Fue un proceso bastante complicado. Los viejos dirigentes del Centro para el Progreso de Mejillones trabajaron con las autoridades y lucharon por tener la aducción de agua Antofagasta-Mejillones. Con esta aducción la población tenía cada tres días, tres horas de agua. Yo en ese entonces tenía siete u ocho años y mi papa nos decía a mí y a mis hermanos: ‘el que se quiere ir a bañar a la playa, tiene antes que llenar dos tambores’. Teníamos unos tambores de aceite de 200 litros que se llenaban con un lavatorio a ras de tierra, porque el agua no tenía presión y no se podía levantar la manguera al tambor. Así que poníamos un lavatorio casi a la altura del medidor y mientras más lavatorios llenábamos, mi papá nos daba más tiempo para ir a bañarnos a la playa. Y vivíamos en eso, yo tengo hoy día casi 60 años y recuerdo bromeando, pero es cierto, que éramos los reyes de la ducha del tarro. Mi papá nos decía: ‘Cinco litros de agua para bañarse y dos para enjuagarse’. Y después de ir a la playa, que era algo sagrado, te bañabas para sacarte la sal y dejabas un lavatorio abajo, entonces el agua que caía con jabón la usábamos para los baños. No se perdía nada, era como una especie de rotatoria para ir tratando de optimizar este recurso tan escaso. En ese entonces no existían los alcantarillados, sólo los pozos higiénicos o negros. El de nosotros era higiénico porque llegaba al mar, en cambio los negros eran los que morían ahí y se secaban. Por esas cosas de la vida, mi papá al hacer esta noria, descubrió en la casa un pozo de agua

Arriba: Marcelino Carvajal, Alcalde de Mejillones. Abajo, cintas transportadoras de sólidos y líquidos en el puerto de Mejillones.

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dulce, que nos permitió regar y tener una quinta. Con ello teníamos más agua para lavarnos. En épocas de escasez, había filas de gente pidiendo agua de nuestra noria. El agua se ha tenido que cuidar con una responsabilidad enorme, porque muchas veces nos costó hasta lágrimas. Yo vi gente agarrarse a tarrazos en la calle detrás del camión del agua para conseguir una o dos latas de agua para poder lavarles los pañales a los hijos. Cuando había escasez, la empresa sanitaria mandaba un señor que repartía agua en un camión grande. Muchas veces nosotros le prestábamos un camión municipal más chico, porque en el grande la gente se colgaba, le quitaba la manilla y más se perdía el agua. Las señoras se agarraban a tarrazos o de las mechas, porque trataban de meter a empujones su tarro más rápido en el grifo. Era una odisea, corrían cuadras detrás del camión, la gente vivía peleando y se armaban unos tremendos dramas. Y ahí ganaba la persona más audaz, más osada, más atrevida, e incluso a veces hasta la más grosera.

Recuerdo que en una oportunidad las mujeres amenazaron al encargado de esa época ya que era medio prepotente. Lo trataron de ‘pollerúo’ y lo salieron persiguiendo con vestidos por las calles intentando vestirlo de mujer. Nunca supe si lo lograron o no, pero hasta ese nivel llegaba la lucha por el agua. Es que a veces estábamos quince días sin agua porque venía el invierno altiplánico y éramos los reyes de esperar. Si había que bañarse con una botella de dos litros, estábamos obligados a hacerlo porque realmente no había más. Quienes tienen que haber percibido eso fueron nuestros hijos y cada vez que tenemos la oportunidad lo contamos para que sea trasmitido de generación en generación. La gente decía que al alcalde que solucionara el problema del agua le iban a hacer un monumento. Cuando asumí, lo cumplí a los ocho meses de mi gestión. ¿Qué pasó? La minera Rayrock estaba en la jurisdicción y necesitaba agua. E ssan llegó a un acuerdo con ellos para financiar mayor porteo de agua, que de paso solucionara el abastecimiento de agua en Mejillones. Ellos pagaron la aducción de Cerro Moreno y eso les permitió sacar una determinada cantidad de litros por segundo y aumentar al doble los litros por segundo a Mejillones. Yo me demoré ocho meses en solucionar el problema del agua y la verdad de las cosas nunca más tuvimos problemas de agua. Eso si que, el monumento por solucionar el problema del agua todavía lo sigo esperando (risas).”

Izquierda, el Alcalde de Mejillones y su colección de llaveros. Página opuesta: puerto de Mejillones donde se descargan insumos para la minería.

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Don Jesús Maldonado, una vida dedicada al agua

“Desde que nací estuve metido en el tema del agua, más que nada porque toda mi familia estaba involucrada con algún trabajo en las vertientes. Mi padre y mis tíos comenzaron trabajando como celadores, y yo llevo más de cuarenta años como maestro de redes, primero para dos , luego sendos y essan , y hoy Aguas Antofagasta. Yo nací el 28 de mayo de 1947 en Sandón, a 165 kilómetros al interior de Taltal. Éramos solamente nosotros ahí, no vivía nadie más, así que entre todos nos ocupábamos de la mantención de las vertientes. Soy el mayor de doce hermanos, pero sobrevivimos ocho y mi tía atendía los partos allá, porque como dije, éramos los únicos en ese lugar de la cordillera. Mi papá en esos años vivía de la crianza de cabras y ovejas, pero por el año 1952 ó 1953 fue contratado como celador de las vertientes de Pasto Largo, pertenecientes a Ferrocarriles de Taltal. Acá Ferrocarriles tenía su propia administración de agua a través de una cañería que transportaba el agua para beber. Esta venía de Pasto Largo y del sector de Guanacos, donde hay una minera. El Ferrocarril era de una empresa inglesa con sede en Londres, totalmente independiente del Ferrocarril que existía en Antofagasta. El agua que ellos administraban en Pasto Largo, era de diferente origen a la que recibía Taltal, que venía de Sandón y Sapos. Esta última se obtenía a través de un estanque colector que está a 25 kilómetros más abajo de Sandón, donde se

acumulaban las aguas de vertientes de los dos brazos. La parte de Sandón en el tiempo bueno daba 20 litros por segundo y Sapo, ubicado más al norte, hasta 6 o 7 l/s. El agua acumulada en el estanque colector llegaba a Catalina, y de ahí seguía por cañerías hasta Taltal. Antes de eso, tengo el recuerdo de haber escuchado que en Taltal mismo había un poco de agua subterránea que era sacada de sus propios piques. Por lo menos en la caleta me acuerdo que había tres pozos que hoy están enterrados, pero que en esos años la gente que tenía recursos los explotaba de forma particular. Cuando yo llegué a Taltal la dos sólo entregaba agua a un sector reducido, por eso habían pilones en distintas partes de la ciudad, y la gente en baldes sacaba agua y la acarreaban para sus casas. Ya el año 1964 se comenzó a poner tuberías y se abasteció Taltal. Ese año se empezaron a instalar las matrices de rocalit, que aun hay desde calle República hasta Esmeralda y de O’Higgins a J. A. Moreno. El agua salada también era ocupada para algunas faenas como, por ejemplo, de redes contra incendios. En ese tiempo funcionaban los cuatro estanques que se llenaban con un pozo de donde se bombeaba agua salada. La bomba tenía harta fuerza y hacía que se llenara en un rato. Como los estanques y los alcantarillados eran de agua salada y estaban propensos a deteriorarse con más rapidez, tenían un sistema de lavado automático: habían unas máquinas, una especie de bombas especiales que se activaban y lavaban los alcantarillados.

Arriba, don Jesús Maldonado, quien lleva más de 40 años trabajando para el abastecimiento de agua en Taltal. Abajo, localidad de Agua Verde.

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Según la historia, aquí bajan unos ríos subterráneos por la quebrada que llegan al mar por una especie de túnel. La han sondeado y nunca la han encontrado. Pero con Agua Verde se comenzó a dejar de lado todas las demás fuentes de agua. Lo mismo sucedió con las aguadas de la cordillera. En Agua Verde había un pozo que correspondía a la Empresa de Ferrocarril que pasaba una cierta cantidad de agua potable a la dos . El agua de la cordillera abastecía a Catalina, Flor de Chile, Chile y Alemania, por lo que a Taltal deben haber llegado unos 12 litros. Hacia 1963 se empieza a explotar, y ya como pertenencia a la dos, el pique 3 y el pique 4 de esa aguada. Con el tiempo se entusiasmaron con Agua Verde y empezaron a buscar pozos y a explotarlo con más énfasis, y dejaron botados los del interior. Estas últimas tenían otro problema: la gente nueva no aguantó vivir en la cordillera. Allí había trabajado un tío mío, y posteriormente se fue mi papá contratado, pero como ellos habían vivido siempre en la cordillera, podían manejar los recursos que tenían. Al ir gente nueva comenzó a tener problemas económicos, porque tenían que dejarle cosas a su familia y vivir ellos mismos, y eso hizo que quedara botado. Y todo eso fue quedando en el pasado, se robaron las cañerías, y con el tiempo se perdió todo. Para recuperarlo habría que invertir enormemente. Mi trabajo en Agua Verde fue primero en las excavaciones para instalar tuberías, a través de las cuales

se hacía llegar el agua desde los pozos. Había unos motores muy pequeños de marca Mann, pero daban poco abasto para las bombas que había en esa instalación. Si éstos fallaban, acoplaban el generador a través de una correa a la polea del tractor, para poder producir energía. Ese tractor, un Fordson Major muy antiguo era el único medio de movilización que se tenía. Ahora Taltal se abastece con el agua que viene de Agua Verde que tiene cinco pozos que dan más o menos 26 litros por segundo. Se trata de pozos subterráneos, ya no son piques que eran enmaderados y de tres metros cuadrados cada uno. Ahora una máquina mete un tubo perforando con una braga, así como de la minería. Una tubería perforada introduce una bomba a 100 metros, lo que hace las cosas más fáciles. También obtenemos agua de nuestra planta desaladora, pero es una pequeña parte, alrededor de 5 litros por segundo. Hace 20 años se hablaba de la ósmosis inversa, pero era un proceso demasiado caro en esos años. No recuerdo exactamente las cifras pero creo que un metro cúbico de agua salía un dólar. Hoy el costo está en la parte eléctrica, pero claramente es más accesible.”

Aguada en la quebrada de Taltal.

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Una institucionalidad para el manejo del agua

El primer antecedente para la creación de essan (Empresa de Servicos Sanitarios de Antofagasta), fue la Dirección de Obras Sanitarias del Ministerio de Obras Públicas en el año 1956 como reacción al problema del agua que tuvo toda la región. Fue en ese año cuando las autoridades acordaron que el Estado Chileno se hiciera cargo del abastecimiento de agua en el país. Posteriormente a la solución entregada bajo el Gobierno del Presidente Carlos Ibáñez del Campo y que puso término al racionamiento del agua mediante la captación de Toconce, la d.o.s. siguió buscando aguas en el interior para evitar una nueva crisis. En 1975, se inauguró el embalse de Conchi, con una capacidad de almacenaje de 22 millones de m3. Sus aguas tenían destinos múltiples, desde el riego hasta la bebida y el uso industrial. Para la generación de electricidad se construyó en esos años un embalse aguas arriba de Quillagua, llamado tranque Sloman, que quedó sin uso porque

fue colmatado por las materias en suspensión del río Loa. Lo mismo sucedió con el embalse de Santa Fe que también era para producir electricidad para las salitreras. Asimismo, había otra pequeña central hidroeléctrica en los Ojos de Opache, y existió una tercera turbina en la finca Abaroa, en Calama, todas sin uso actual. Tras las dificultades surgidas con la captación de Toconce, la empresa estatal observo que el contenido de arsénico era menor entre Lequena y Taira, lo que motivó que se hiciera una nueva captación, ubicada en Lequena. En 1981, las aguas de la captación Lequena llegaron hasta la ciudad de Antofagasta mezcladas con las de Toconce, lo que ayudó a bajar el contenido de arsénico. En 1984, siguiendo las tendencias internacionales, se modifica la norma de calidad del agua del año 1970, nch 409, estableciéndose una concentración máxima de arsénico de 50 ppb en el agua potable, exigencia que la Planta de Abatimiento del Arsénico podía cumplir sin problemas. En 1989, entra en servicio la aducción de Quinchamale y también una segunda Planta Abatidora de Arsénico, llamada Planta Nueva Salar del Carmen. Así se pudo reducir la concentración de arsénico en el agua a menos de 50 ppb. Posteriormente, el 6 de abril de 1990, nace la Empresa de Servicios Sanitarios de Antofagasta S. A.,

Vertedero de ingreso del agua a la planta de Salar del Carmen.

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Página opuesta, arriba: instalaciones en estación y pozo Aguas Verdes. Abajo, grandes tuberías en planta cerro Topater.

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Estanque Los C贸ndores donde se regula y distribuye el caudal de

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agua para la ciudad de Tocopilla.

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Planta de filtros en Salar del Carmen, decantadores de arsénico.

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essan, constituida por la corfo, de acuerdo a la Ley Nº 18.885, que autorizó al Estado para desarrollar actividades empresariales en el área del agua potable y del alcantarillado en las regiones del país. La propiedad de la empresa pasó a la corfo con un 99% de acciones, y el 1% fue de propiedad fiscal. La nueva empresa creada reemplazó a la Dirección de Obras Sanitarias (dos) dependiente del Ministerio de Obras Públicas. Una vez que las exigencias de la nueva norma del arsénico se cumplieron, el desafío para la empresa fue entregar el servicio de agua potable durante las 24 horas del día a todas las ciudades costeras, exigencia que Calama la tenía cumplida. Después de realizadas las mejoras en las instalaciones, en 1992 Antofagasta obtuvo este servicio disponible todo el día, lo mismo ocurrió al año siguiente en Tocopilla, en Mejillones demoró hasta 1995 y en Taltal, el servicio se hizo realidad en 1997. Con la aplicación de investigaciones realizadas por el personal de la empresa, el año 2003 se mejoraron aún más los procesos de abatimiento del arsénico, cumpliendo a cabalidad la recomendación de la o.m.s., con 10 ppb, y superando las exigencias que establecía

la norma chilena. Lo destacable es que se logró tres años antes de la fecha que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos había puesto como meta, que era el año 2006. También el año 2003, después de llevar a cabo las instalaciones necesarias en Antofagasta, entra en funcionamiento la planta desaladora de agua de mar, cuya capacidad inicial es de 13.000 m3/día y su capacidad máxima es de 52.000 m3/día. El proceso de obtener agua dulce del agua de mar es de antiguo conocimiento pero en la actualidad se ha convertido en un método de vanguardia, producto de la aplicación de una nueva tecnología. En diciembre de 2003 la empresa Aguas Antofagasta S. A. comienza la operación de la sanitaria, en calidad de concesionaria por un período de 30 años, donde deberá afrontar y resolver las nuevas demandas de agua dulce para la población y el turismo, que en esta región, por sus excepcionales características geográficas atrae cada vez más a visitantes nacionales y extranjeros.

Estanque de agua en el sector de Agua Verde.

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Aurora Williams, al servicio de la ciudad

Aurora Williams Baussa lleva 24 años ocupando cargos en el sector sanitario, comenzando en la Empresa de Servicios Sanitarios de Antofagasta como Gerente de Clientes y Gerente de Administración y Finanzas, y luego en la Empresa Sanitaria Aguas de Antofagasta como Gerente de Clientes. Además, se desempeñó como Secretaria Regional Ministerial de Obras Públicas en el Gobierno de Michelle Bachelet. Le tocó desarrollar campañas para desmitificar la presencia de arsénico y el peligro de enfermar con el agua potable y por otro lado, estuvo al pie del cañón en la implementación y puesta en marcha de la planta desalinizadora. En su opinión, el gran tema que hay en el norte con respecto al agua potable ha sido la presencia del arsénico en todas las fuentes del lado chileno, es decir las captaciones de Toconce, Lequena y Quinchamale, donde la captación más compleja fue Toconce, que desde 1958 abasteció a la ciudad de agua con niveles de 800 partes por billón (ppb). “Hasta ese momento Antofagasta se abastecía con el agua del río San Pedro y la norma era de 120 ppb, porque esa era la cantidad de arsénico que tenía. Esa administración la hacía la f.c.a.b. para el Estado de Chile a través de la dirección de Obras Sanitarias d.o.s. que era una institucionalidad nacional representada por una entidad regional. Primero aparece Toconce, luego Quinchamale y por último Lequena. Lo que hizo la Empresa Sanitaria fue que en Calama llegaban estos tres afluentes y se mezclaban, lo que lograba aminorar la cantidad de arsénico. En mayo de 1970 se construyó la primera planta de abatimiento de arsénico: la planta Salar del Carmen. Y eso fue gracias a una fuerte campaña pública que hizo El Mercurio de Antofagasta en 1968, y que significó que este diario recibiera

un premio internacional otorgado por la Sociedad Internacional de Prensa. Con la construcción de esta planta se estableció una nueva norma de 120 ppb. Años más tarde se construyó una segunda planta de abatimiento de arsénico llamada planta Cerro Topáter en Calama y que permitió el abastecimiento de Calama, la pampa salitrera y Tocopilla. Con esto se logró en 1984 las 50 ppb en el agua potable y en los años ‘90 se hablaba ya de bajar la norma a 10 ppb. Yo estaba trabajando dentro de la Sanitaria cuando se empezó a hacer pruebas para ver si las plantas podían bajar a esa cantidad, ya que se habían construido para rendir 50ppb. En paralelo apareció la gran oportunidad de construir una desaladora. Y eso obviamente llevaba a cero el arsénico. Hoy día el tema de la calidad del agua no es un problema porque estamos dentro del valor internacional propuesto y luego bajó a 10 ppb. Pero con agua desalada podemos tener cero”, cuenta. ¿Cuán a menudo le tocaba a la Sanitaria confrontarse con la opinión pública debido a los problemas del arsénico? “Hubo dos momentos en el tiempo, el primero cuando no había planta de abatimiento de arsénico y efectivamente la gente consumía agua contaminada. Y en ese momento es cuando El Mercurio hace toda la campaña. La verdad es que no era como hoy, que hay técnicas para enfrentar crisis o técnicas de comunicación, sino que el Estado sólo construyó la planta abatidora de arsénico. Eran otras maneras de tomar decisiones en el país. Y luego en el año 2002 comenzó una fuerte remetida contra la presencia de arsénico en el agua. Y la verdad es que ahí ya venía con muy poco fundamento y lo que hizo la empresa fue primero posicionar su producto, que era el agua potable. O sea el agua potable cumple con la norma chilena que además se equipara a la internacional. Luego hicimos congresos de presencia de arsénico en el agua. Los especialistas más importantes de América están acá y es por algo muy simple, que es el único lugar de Sudamérica

Arriba, Aurora Williams, ex empleada de la estatal essan . Abajo, vista general de la ciudad de Antofagasta.

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donde hay arsénico. Esto es una situación muy particular. Se expuso además en congresos internacionales, se trajo a grandes médicos, se hicieron estudios con el Colegio Médico y el Dr. Alex Arroyo, y efectivamente se comprobó que en su momento hubo una relación, pero ahora ya el agua cumplía con la norma. Fuimos muy persistentes con la publicidad y la difusión. Llevábamos a los colegios a la planta de abatimiento de arsénico, les mostrábamos el agua con y sin arsénico. Hicimos campañas con Alejandro Guille que es antofagastino. Fue posicionar el producto. Ayudaba al mito un segundo elemento. Si tú te duchas acá en Antofagasta te vas a dar cuenta que el jabón hace menos espuma y eso es porque el agua de acá es dura, es decir mucha presencia de químicos para anular el arsénico”. ¿De qué manera comenzó a ser factible la construcción de una planta desaladora? “Hubo una visión estratégica de adelantarse a cómo se iba a mover el mercado del agua. En primer lugar, nuestras captaciones están a demasiados kilómetros de distancia de los cuatro puntos urbanos más importantes de la región: Antofagasta, Calama, Tocopilla y Taltal. Por otra parte, podíamos hacer que la minería se abasteciera sin ningún problema con las captaciones, y que Antofagasta lo hiciera con la planta desaladora. También apareció el crecimiento de las ciudades que es un tema complicado. Si tú mezclas todas esas variables era lógico que lo que teníamos que hacer era que el agua que estaba arriba se quedara arriba y la demanda que estaba abajo fuera abastecida por agua de mar. Para construir la desaladora se utilizó una herramienta que dio muy buenos frutos: un bot, Building Operation and Transfer. Nosotros licitábamos y el que se ganaba la licitación construía, operaba y transfería después de 25 ó 30 años. Nosotros sólo pagábamos un cargo mensual, que estaba constituido por una parte fija por la infraestructura y un cargo variable dependiendo de los metros cúbicos que se producían. En resumidas cuentas compramos en cómodas cuotas mensuales y eso el Estado lo permitió”.

¿Qué otros desafíos enfrentó estando en la Sanitaria? “Uno de los más grandes logros que tuvimos en la Empresa Sanitaria fue hacer posible el abastecimiento las 24 horas del día, porque Antofagasta tenía muchos cortes de red. Cuando se creó essan en 1990 las decisiones de inversión pasaron a ser de la gerencia. En la d.o.s. y luego en Sendos las decisiones eran nacionales. En ese momento se decía que había al menos 20 años de retraso en inversión. Entonces la empresa decidió no crecer en territorio operacional sino que lograr el abastecimiento las 24 horas. Pero el tema más dramático lo tenía Mejillones, donde llegaba agua tres horas, tres veces por semana, pero además llegaba con tan poca presión que tú no te podías bañar en la ducha porque el agua no subía. Lo que hacía la gente era que sacaban agua antes del medidor, con una manguera que venía a ras de piso y llenaba un tarro que estaba en un hoyo, por lo tanto no había nada que requiriera impulsión. Así se rellenaban tambores que permitían acumular agua y que eran usados en la semana. En ese momento apareció una oportunidad de negocio con la minera Ray Rock, una minera que estaba en el camino entre Antofagasta y Mejillones, por lo que si llegábamos con agua a Ray Rock teníamos que llegar a Mejillones. Se trataba de construir una aducción de más de 60 kilómetros, y como no teníamos fondos, le hicimos una venta adelantada, ellos nos pagaron 3 mil millones de pesos, que equivalía una cierta cantidad de agua y con eso construimos la aducción. Había que convencer al Estado de que era un buen negocio. Recuerdo que Marcelino, alcalde de Mejillones hasta el día de hoy, fue a Santiago a intentar conseguir el permiso y los votos. Finalmente lo logramos y hoy Mejillones tiene solucionado el abastecimiento de agua potable”.

La portada de Antofagasta, símbolo de esta ciudad.

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Captación Quinchamale Ubicada a 3.045 m.s.n.m. esta captación se encuentra en el cauce del río Loa. Entró en operación el año 1989, aportando 350 l/s al caudal que se une a las captaciones de Toconce, Lequena y Puente Negro.

Arriba y página opuesta: instalaciones de Aguas Antofagasta en el cauce del río Loa, sector de Quinchamale.

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Ventosa que permite sacar el aire de las cañerías que

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transportan el agua por el altiplano y el desierto de Atacama.

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Reinaldo Lohse, recuerdos de un trabajador del agua

“Hay cosas que uno las vive solamente en esta empresa. Nuestra misión significa vida no sólo por la entrega de agua, sino por cosas que hay que hacer a veces para evitar que ésta se transforme en nuestro propio enemigo. Mi estadía en esta empresa no ha sido la más típica, porque yo siempre he trabajado en los cerros. He estado casi aislado de mis compañeros y por primera vez después de 30 años, tengo un cargo de oficina. Yo comencé a trabajar por el año 1977 y en ese tiempo era un joven soñador. De veintitantos tuve la suerte de que mi primera labor fue echar a andar la planta Cerro Topater de Calama. Estuve en la marcha blanca y la dejamos funcionando. Fue uno de los hitos más importantes de la sanitaria de la época. Yo era un trabajador con cuarto medio, y después de haber trabajado en la planta Topater, decidí que tenía que capacitarme. Lo que me tocó enfrentar me hizo ver una realidad diferente: el sistema tecnológico estaba cambiando y un martillo o un alambrito ya no resolvían los problemas. Así que entré al laboratorio regional de la época, luego estudié análisis químico y de ahí no he parado. He visto como ha cambiado la tecnología, el ingreso de la informática, el ingreso del computador. La informática disminuyó la improvisación. Siempre hemos estado expuestos al actuar de la naturaleza: los aluviones, las lluvias impensadas, los terremotos.

Hoy el avance de la tecnología y de la profesionalización ha logrado que la gente tenga la camiseta más puesta. Cuando las personas abren las llaves de agua en sus casas no se imaginan lo que hay detrás: mucho esfuerzo, tecnología de punta y un gran grupo de personas preocupadas día y noche. Una de las cosas que más me han marcado han sido los desastres naturales, especialmente los grandes aluviones que hemos tenido en la zona. El primero que me tocó enfrentar fue el de Calama en los años ’70, donde se llevó parte de la aducción y estuvimos 15 días sin agua. Me acuerdo que ese día nos despertamos temprano y sin darle importancia notamos que empezaron a caer unas gotas en la ciudad. Los sistemas de comunicación no eran los mismos de ahora y nadie nos aviso que por el río Loa bajó una cantidad de agua, lodo y piedra, que se llevó una tubería 1500 metros de largo. Los sistemas, plantas y estanques quedaron inundados de lodo. Fueron quince días de trabajo continuo, prácticamente no dormíamos. Yo estaba jovencito, no tenía problemas, así que trabajé como cuatro días sin dormir, adentro de los estanques sacando el barro y limpiando los filtros. El drama era que en ese tiempo no teníamos grandes equipos, así que nos colaboró Codelco hasta que pudimos por fin instalar las tuberías y dar el agua. La población se quedo quince días sin agua. Nosotros podíamos sacar el agua que estaba en la tubería y la transportábamos en camiones aljibes, pero estaba con mucho

Arriba, Reinaldo Lohse, trabajador del agua por más de 33 años. Abajo, puente en el Parque Loa.

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barro, por lo que no servía más que para los baños o cosas así. El ferrocarril, con el agua del río San Pedro, se encargaba de repartir el agua para beber. Pero sin duda, lo más fuerte que me ha tocado vivir fue el aluvión de Antofagasta de 1991. Fue terrible, nunca nos imaginamos el impacto que provocaría, la pérdida de vidas humanas o los cambios geográficos dentro y fuera de la ciudad. También fueron quince días de estar ahí abasteciendo con camiones aljibes, pero tuvimos mucha ayuda: las mineras, Codelco, privados la Municipalidad. Yo me acuerdo ese día cuando nos avisaron, subimos rápidamente a la planta de Salar del Carmen y nos encontramos con un gran desastre. La gente lloraba, las casas estaban inundadas, otras habían desaparecido. Nosotros pasamos por un lugar donde el camino había quedado un metro y medio bajo el barro. Y recuerdo el caso del jefe de aducciones don Leonel Rojo, que fue realmente un héroe. Cuando el aluvión pasó y se llevó las tuberías, muchas quedaron abiertas vertiendo el agua. Don Leonel subió con toda su gente, asumiendo el riesgo de meterse adentro del aluvión para llegar al estanque y cerrar las válvulas. Lo hizo con esas pesadas máquinas tractor.

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Otro tipo de desastres naturales que arriesgan la descompensación del sistema son los terremotos. Para el de 2005 yo estaba trabajando en la planta Salar del Carmen que está cerca de una falla geológica, así que todo lo que ocurre ahí se siente multiplicado por dos o tres veces. Cuando comenzó el movimiento telúrico ejecutamos las medidas de seguridad que ya habíamos aprendido, abrir las puertas, no correr, ponerse los cascos etc. pero se derrumbó el techo de la sala de filtros con un estruendo. Fue terrible entramos en pánico. Bajar las escaleras era una verdadera odisea. Ondulaba y se movía, costaba mantenerse de pie. Cuando pasó ya estábamos recorriendo las localidades para saber los daños. Que eran graves pero todo superable. En ese momento no piensas que trabajas en una empresa sanitaria sino que estas sirviendo a tus semejantes. Pertenecer acá ha sido súper importante. Y el cambio que sufrió Tocopilla fue impactante. De ser una ciudad en vías de desarrollo, tuvo que retroceder ya que muchas poblaciones se destruyeron. Se rompieron todas las redes y tuvimos que cavar prácticamente toda la ciudad para reinstalarlas.”

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Izquierda y arriba: Parque Loa, un lugar de esparcimiento familiar en torno al agua en la ciudad de Calama.

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Notas bibliográficas

Capítulo primero

1. Peveril Meigs, En la costa desértica del Perú, Riquezas de Ayer y de Mañana, El Correo, unesco, marzo, Paris, 1966, pp. 11-12. 2. Alexander Von Humboldt, Cuadros de la Naturaleza, Siglo XXI Editores S. A., México, 1999, pp 133-134. 3. Walter Knoche, Sobre la etimología de la palabra “garúa”, Talleres Gráficos Tomás Palumbo, Buenos Aires, 1939. En la página 230 y 231 comenta que la Real Academia de la Lengua la considera voz quechua; en cambio, en su vigésima edición, de 1984, la misma Real Academia dice que es de origen latino (oscuridad, niebla), mientras en el Diccionario de María Moliner, 3ª edición de 2007, dice que proviene del portugués dialectal, caruja, que significa niebla. 4. Andrés N. Acosta B., Cultivos enarenados, Servicio Meteorológico Nacional, Madrid, 1973, pp. 15-16. 5. Dillman S. Bullock, Mil Piedras Horadadas, Un Estudio, Apartado del Boletín de la Sociedad de Biología de Concepción, Concepción, Chile, 1963; en las páginas 84-86, resume los 17 usos atribuidos a estas piedras por Medina, Cañas Pinochet, Latcham, y las de los arqueólogos de Estados Unidos y Canadá, pero no menciona el trabajo de Carlos Sotomayor Z., Contribución a la etnografía prehistórica de Chile: Las Piedras Horadadas, s. e., Santiago de Chile, 1944; quien llega a la conclusión que son fetiches de un culto litológico. Por mi parte, pienso que representan a la fertilidad, al agua que llega al sembrado mediante la condensación de la neblina y en este sentido esta piedra es un fetiche, porque representa el órgano genital femenino. 6. H. Raúl Muñoz Espinosa, Captación de Agua en la Provincia de Antofagasta, Revista de la Universidad del Norte, Nº 2, Antofagasta, abril de 1967, pp. 65-74.

9. Horacio Larraín Barros, Antecedentes históricos para un estudio de la reutilización de suelos agrícolas en la Pampa del Tamarugal, Provincia de Tarapacá, Chile, Norte Grande Vol. I – Nº 1, Instituto de Geografía, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1974, pp. 9-22. 10. José Ignacio González Leiva, Historia de la Cartografía en Chile, en “La Cartografía Iberoamericana”, Generalitat de Catalunya e Institut Cartogràfic de Catalunya, Barcelona, 2000, p 191. 11. El ingeniero a cargo de esta obra hidráulica fue Fernando Dávila Izquierdo, tío mío, quien en su momento me enseñó a usar el estereoscopio para ver estas ruinas y me dio los datos que anoto. 12. Katharina Schreiber y Josué Lancho Rojas, Aguas en el Desierto, Los Puquios de Nasca, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2006, pp. 9-11. 13. L. Potié, Etudes et Captage de Resurgences D’Eau Douce Sous-Marines, 2º Convegno Internazionale sulle Acque Sotterranee, Palermo, 1973, p 1. 14. Lautaro Núñez y Juan Varela, Sobre los recursos de agua y el poblamiento prehispánico de la Costa del Norte Grande de Chile, Estudios Arqueológicos Nº 3-4, Universidad de Chile, Sede Antofagasta, 1968, p 38. 15. Entrevista en Santiago a Wolfang Oberpaur, en 1975, cuyo padre era capitán de uno de los vapores de Kosmos. 16. Entrevista en la Base Aérea de Chucumata a Marcial Roque, sargento de la fach, en 1975; Francisco Risopatrón, Provincia de Tarapacá, Imprenta de Emilio Pérez, Santiago de Chile, 1903, pp. 13-15. 17. Entrevista en Iquique a Arturo García, antiguo administrador de las Salinas de Patillos, en 1975.

7. Pilar Cereceda, Las nieblas costeras como recurso hidrológico, Terra Australis Nº1 31, pp. 29-33, Santiago de Chile, 1989.

18. José Ávila Lamiré, Nuestra Compañía, o la Historia de la Sal en Chile, Salina Punta de Lobos S. A., Santiago de Chile, 1988, p 62.

8. David Keith Todd, Hidrología: Agua Subterránea, Paraninfo, Madrid, 1973, pp. 14-19.

19. Véase Ina Rösing, Rituales para llamar la Lluvia, Los Amigos del Libro, Cochabamba, 1996, 1ª edición en alemán, 1993.

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20. B. J. Mason, Nubes, Lluvia y “lluvia artificial”, eudeba, Buenos Aires, 1962, pp. 97-99. 21. José Cristoffanini Trucco, Algunas características de la nubosidad sobre la cordillera en el Norte de Chile, Revista de la Universidad del Norte Nº 3, Universidad del Norte, Antofagasta, 1967, pp. 55-64. 22. Estos nombres se compilaron de la Carta 1:500.000, del igm, 1971. Y Departamento de Estudio y Planificación, Dirección General de Aguas, Ministerio de Obras Públicas, Delimitación de Acuíferos de Vegas y Bofedales de las Regiones de Tarapacá y Antofagasta, Vol. I, mop, Santiago de Chile, 1996. 23. Pere Sunyer i Martín, Literatura y Ciencia en el siglo XIX: Los Viajes Extraordinarios de Julio Verne, Geocrítica Nº 76, Universidad de Barcelona, Facultad de Geografía e Historia, Barcelona, 1989. 24. José María Baldivia G., Tacna, Arica y Cobija– Páginas Históricas, Litografía e Imprenta Moderna, La Paz, 1919, 2ª edición, pp. 97-99, 101 y 105. 25. Juan del Pino Manrique, Descripción de la villa de Potosí y de los partidos sujetos a si intendencia, por don.., gobernador de aquella provincia, 1787, en Pedro de Angelis, “Colección de obras y documentos relativos a la historia del Río de la Plata”, 1836, Tomo II, citado por Alejandro Bertrand en “Memoria sobre la exploración a las cordilleras del desierto de Atacama… 1884”, sin lugar ni fecha de edición. 26. Vicente Cañete y Domínguez, Del Puerto de la Magdalena de Cobija, se describe su situación y su comarca, con algunas reflexiones importantes sobre si conviene o no fomentarlo de cuenta de la Real Hacienda, Norte Grande, Vol. I – Nº 1, Instituto de Geografía, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1974, pp. 84-85. 27. Dr. William Bollaert f.r.g.s., Antiquarian and other Researches in New Granada, Equador, Perú and Chile, with Observations of the Pre-Incarial, and other Monuments of Peruvian Nations, Trübner & Co., London, 1860, pp. 171-173.

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Capítulo segundo

1. José María Baldivia G., Tacna, Arica y Cobija– Páginas Históricas, Litografía e Imprenta Moderna, La Paz, 1919, 2ª edición, pp. 97-99, 101 y 105.

13. Miguel Cruchaga Montt, Corona fúnebre y recuerdos íntimos, prólogo de Javier Vial Solar, Editorial Reus S. A., Madrid, 1929, p XII.

2. Valeria Maino/Francisca Zañartu, Desarrollo comercial del Puerto de Valparaíso (1828-1837), Influencia de su Localización Geográfica, Revista de Marina 2/1984, Valparaíso, pp. 189-204.

14. Carmen Gloria Bravo, La Flor del Desierto: el mineral de Caracoles y su impacto en la economía chilena, dibam y Lom Editores, Santiago de Chile, 2000, pp. 130-131.

3. Amadeo Frezier, Relación del Viaje por el Mar del Sur, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1982, p 135.

15. José Victorino Lastarria, Caracoles: Cartas descriptivas sobre este importante mineral dirigidas al señor Tomás Frías, Ministro de Hacienda de Bolivia, Imprenta “La Patria”, Valparaíso, 1871, pp. 3-20.

4. Regine Pernoud, Diario inédito de un viaje a lo largo de las costas de Chile y del Perú (1706-1707), Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Nº 62, Santiago de Chile, 1960, p 12-13. 5. Alcides D’Orbigny, Viajes por Bolivia, Librería Editorial “Juventud”, La Paz, 1994, pp. 8-16. 6. René D. Arze Aguirre, El naturalista francés Alcide D’Orbigny en la visión de los bolivianos, Institut Français d’Etudes Andines–IFEA, La Paz, 2002, 215-216. 7. Luis Peñaloza Cordero, Nueva Historia Económica de Bolivia: La Guerra del Pacífico, Editorial Los Amigos del Libro, La Paz-Cochabamba, 1984, p 16. 8. J. J. Aguirrezavala (editor), Litoral Boliviano: Proyecto para la construcción de un camino carretero entre Cobija y Alto de Tames en la dirección de Calama y Caracoles, Imprenta “El Mercurio”, Valparaíso, 1871, pp. 5-9. 9. Figueroa, Emilio, El comportamiento económico del mercado del petróleo, Ediciones Díaz de Santos, España, 2006, p 172. 10. Julio Iglesias, José Santos Ossa, Editorial Cultura, Santiago de Chile, 1945, pp. 79-82, 122-126. 11. Luis Urzúa Uribe, Arica Puerta Nueva, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1969, p 37. 12. Lautaro Núñez y Juan Varela, Sobre los recursos de agua y el poblamiento prehispánico de la costa del Norte Grande de Chile, Estudios Arqueológicos Nº 3-4, Universidad de Chile Antofagasta, Antofagasta, 1967-1968, p 12.

24. Robert Cushman Murphy, El Guano y la Pesca de Anchoveta, Informe al Gobierno, s. e., Lima, 1954, pp. 34-35. 25. Luis Capurro y otros, Ecología: Una ciencia básica para la supervivencia del hombre, Ediciones Universitarias, Valparaíso, 1974, p 45.

16. André Bresson, Bolivia Sept années d’explorations, de voyages et de sejeurs dans L’Amerique Australe, Challamel Ainé, Éditeur, París, 1886, pp. 326-327 y 329-332.

26. Walter Biese, Estudios Geomorfológicos de los Yacimientos de Guano situados entre Arica y Antofagasta, Sociedad Chilena de Fertilizantes Ltda., Santiago de Chile, 1950, p 53.

17. Ramiro Martos, Cuerpo de Bomberos de Antofagasta, Apuntes para su Historia, Imprenta “El Industrial”, Antofagasta, 1886, pp. 5-6.

27. Wilhelm Brandhorst y José Cañón, Resultados de Estudios Oceanográficos Pesqueros Aéreos en el Norte de Chile, Instituto de Fomento Pesquero, Publicación Nº 29, Santiago de Chile, 1967, p 8.

18. Pilar Álamos Concha, Candelaria Goyenechea de Gallo: Una Mujer del Siglo XIX, Tesis, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1995, p 64. 19. Tomás Thayer Ojeda, Estancia del Paposo, Informe sobre la interpretación del título primitivo de esta Estancia (estudio hecho sobre la base de la historia de las concesiones de tierras en tiempo de la Colonia), Imprenta y Litografía Balcells Co., Santiago de Chile, 1925, pp. 85-86. 20. Rodulfo Amando Philippi, Viaje al Desierto de Atacama, Cámara Chilena de la Construcción; Pontifica Universidad Católica de Chile y dibam, Santiago de Chile, 2008, p 39. 21. L. Darapsky, El Departamento de Taltal (Chile) – La morfología del terreno y sus riquezas, Traducción de Giesela Menne Backmann y notas y edición de Leonel Lazo Salinas, Gráfica Funny S. A., Antofagasta, 2003, p 212. 22. Arturo Capdeville, Un cementerio chinchaatacameño en Punta Grande Taltal, Tirada aparte del Boletín de la Academia Nacional de Historia, Quito, 1923, pp. 5-10.

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23. Mario Ricardi, Fitogeografía de la costa del Departamento de Taltal, Instituto de Botánica, Universidad de Concepción, Separata del Boletín de la Sociedad de Biología de Concepción, vol xxxii; Concepción, 1957, pp. 5-6.

28. Departamento de Recursos, Áreas de Evaluación e Investigación Básica, Informe de la Operación Norte XVII, realizada en colaboración con la Industria Pesquera…, Instituto de Fomento Pesquero, Santiago de Chile, 1974, p 17. 29. Julio Luelmo, Historia de la Agricultura en Europa y América, Ediciones Istmo, Madrid, 1975, pp. 326-327. 30. En esta parte hemos seguido a Isaac Arce, Narraciones de Antofagasta, W. T. Uriarte, Impresor, Imprenta Moderna, Antofagasta, 1930. Pp. 35-41. 31. Guillermo E. Billinghurst, Estudio sobre la Geografía de Tarapacá, Imprenta El Progreso, Santiago de Chile, 1886, pp. 94-95. 32. A esta máquina se le llamaba “resacadora” porque así se denomina la acción de destilar un líquido. 33. En todo lo referente al abastecimiento de agua seguimos el texto “Historia del Agua Potable -alc- Tocopilla”, del Ministerio de Obras Públicas, Servicio Nacional de Obras Sanitarias, Delegación Provincial Tocopilla, II Región, 1982.

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Capítulo tercero

1. Luis Pomar, Exploración Hidrográfica del litoral de Antofagasta, Imprenta Nacional, Santiago de Chile, 1887, pp. 12-14 y 19-21. 2. Gerald Follomann y Pablo Weisser, Oasis de neblina en el Norte de Chile, Boletín de la Universidad de Chile Nº 67, Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1966, p 66. 3. Notarios de Valparaíso, Vol. 166, y Andrew Price, Jr., Port Blakely, The Community Captain Renton Built, Port Blakely Books, Seattle, 1989. 4. Compañía Huanchaca de Bolivia, XXVI Memoria del Directorio – Balance General al 31 de diciembre de 1897, Imprenta Universo de Guillermo Helfmann, Valparaíso, 1898; André Bellessort, op. cit., pp. 175-176. 5. Secretaría del Consejo de Estado, Recopilación de Leyes por Orden Numérico, Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, Santiago de Chile, 1904, pp. 223-224, 235, 245 y 253. 6. Documentos y archivos particulares pertenecientes al autor. 7. Pascual Ahumada Moreno, “Guerra del Pacífico”, Imprenta y Librería Americana, Valparaíso, 8 tomos, 1886. 8. Extracto de Carta del General Villagrán, Comandante de la 1ª División al Coronel José Francisco Gana, explicando las dificultades que se presentan para la marcha por tierra del ejército a su mando. Fechada en Tambo de Mora, diciembre 17 de 1880.

11. Olga C. Bocanegra, Emilia M. Bocanegra y Amilcar A. Alvarez, El Arsénico en aguas subterráneas: su impacto en la salud, en vi alhsud-xxxii aih Congreso Mar del Plata 2002, Asociación Latinoamericana de Hidrología Subterránea para el Desarrollo. 12. Alexis Molina Tapia, La Batalla del Arsénico, Revista de la facultad de Medicina y Odontología, nº2, Universidad de Antofagasta, Antofagasta, 2006, p.6, disponible en www.uantof.cl. 13. Catterina Ferreccio Readi, Efectos en salud ante la exposición de Arsénico en Chile: estado de situación, Revista de la Facultad de Medicina y Odontología, Nº2, Universidad de Antofagasta, Antofagasta, 2006, p.16, disponible en www.uantof.cl. 14. El agua, una responsabilidad compartida, 2° Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo, 2006, unesco, p.11 15. Martín Morales, D. Francisco; Sánchez Sánchez, D. Juan María, Planta desaladora de Antofagasta: un impacto positivo al medio ambiente, en Congreso de Ingeniería Civil, Territorio y Medio Ambiente, Madrid, 2002, p.1589-1597, p.1597. 16. Desalination for Safe Water Supply, Public Health and the Environment World Health Organization Geneva, 2007, disponible en www.who.int 17. www.siss.cl

9. Nota del general Baquedano desaprobando la conducta del General Villagrán. Fechada en Pisco, diciembre 19 de 1880. 10. En estos datos hemos seguido las informaciones que tiene disponibles la Dirección General de Aguas en su sitio web.

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Créditos

Textos

Equipo

Capítulos 1 y 2 por Valeria Maino, a excepción de

Valeria Maino Prado, geógrafa e historiadora de la p.u.c.,

El primer destilador solar de Charles Wilson

Doctora en Geografía por la Universidad de Barcelona.

por Floreal Recabarren.

Investigadora y escritora con diversas publicaciones

Capítulo 3: La aguada Cerro Moreno; Antofagasta al inicio de la Guerra del Pacífico; Ferrocarriles de Antofagasta Enrique Villegas Encalada y la conducción del agua dulce; y La Compañía Minera Huanchaca,

relacionadas a la identidad cultural, navegación de ríos, paisaje geográfico e historia industrial. Profesora de la p.u.c., Universidad de los Andes y Universidad Gabriela Mistral. Floreal Recabarren Rojas, profesor de Historia y

por Valeria Maino. Sol, viento y agua; Orígenes del agua en Antofagasta; Problemas de agua con los ríos San Pedro y Polapi; Los Abrómicos; El precio de la porfía: la guerra de los tubos; Las primeras denuncias del arsénico en el agua; y

Geografía, autor de diversas obras históricas sobre la región y ciudad de Antofagasta. Fue alcalde de la ciudad en dos oportunidades y diputado por la región desde 1969 a 1973. Columnista de El Mercurio de Antofagasta.

Una institucionalidad para el manejo del agua,

Christian Miranda Díaz, Teniente Coronel de Ejército

por Floreal Recabarren.

con residencia actual en Antofagasta. Ha sido un

El agua, una mirada en la historia militar del Norte Grande, por Christian Miranda.

entusiasta investigador de la historia militar de Chile y especialmente del norte grande. Ha colaborado con El Mercurio de Antofagasta durante años y publicado

Testimonio de un bombero histórico; don Gilberto Velasco; Juan Cvitanic Harasic, hijo ilustre de la ciudad de Antofagasta; La eliminación del arsénico en el agua de Antofagasta; Desalación en Antofagasta: agua de mar para el desierto; Marcelino Carvajal, Mejillonino de corazón; Don Jesús Maldonado, una vida dedicada al agua; Aurora Williams, al servicio de la ciudad;

diversos artículos. Emilia de la Fuente, licenciada en historia de la p.u.c. y con un magíster en periodismo escrito de la misma universidad. Ha participado en diversas publicaciones editando y escribiendo textos relacionados con la historia y el patrimonio cultural.

y Reinaldo Lohse, recuerdos de un trabajador del agua,

Guy Wenborne H., fotógrafo profesional de reconocida

por Emilia de la Fuente.

trayectoria con experiencia por más de 20 años, habiéndose especializado en fotografía aérea, de

Imágenes

arquitectura y proyectos editoriales relacionados con el

Fotografías de Guy Wenborne Otras imágenes: Archivo Biblioteca Nacional: páginas

patrimonio natural y cultural de Chile. www.guy.cl

28, 29, 30, 46, 50, 54, 56, 109, 119 y 123.

José Neira Délano recibió el grado Masters in Fine Arts

Archivo Museo Histórico Nacional: páginas 41, 42, 45, 59,

(mfa) de Yale University y el grado bfa de suny College

77, 78, 79, 80, 85, 86, 91, 92, 94, 101, 111, 117 y 129

at Purchase, ny. Retorna a Chile en 1991 e inicia TesisDG

Luis Núñez San Martín: páginas 51, 99 y 115. Tomadas

donde dirige proyectos de branding, diseño editorial,

de “Antofagasta, la ciudad heroica” de Enrique Agullo

packaging, marketing y publicidad. Su trabajo ha sido

Bastias: páginas 36, 40, 80, 84, 89, 103 y 113.

publicado por Taschen (2008) y ha recibido tres

Proyecto, dirección editorial y producción

nominaciones a los Premios Altazor (Chile). www.tesisdg.cl Diego Matte P., abogado y editor. A través de Matte

Diego Matte P.

Editores se ha especializado en proyectos de rescate

Revisión de textos Emilia de la Fuente y María Paz Ferrer

patrimonial e histórico en colaboración con la empresa privada para el desarrollo de iniciativas de responsabilidad

Dirección de arte y diseño

social corporativa. Otras publicaciones “Mapocho,

TesisDG

torrente urbano”, “La Vega” e “Imágenes de Avenida

Juan José Neira D.

Matta”, entre otras. www.matteeditores.com

Impresión Ograma Impresores Ltda. Manuel A. Maira 1253, Providencia, Santiago.

Contacto Diego Matte P. www.matteeditores.com

ISBN Nº 978-956-9066-00-9 Primera edición. © Diego Matte P. 2011 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida, en modo alguno, por ningún medio, sin previa autorización. Cualquier infracción legal será perseguida.

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Agradecimientos

El editor quisiera agradecer al equipo de Aguas Antofagasta

Este libro está dedicado a todos aquellos que sufrieron la sed del desierto

y su gerencia de clientes y asuntos corporativos

y forjaron su destino haciendo frente a las dificultades del paisaje,

por su dedicación y esfuerzo en hacer este proyecto una realidad,

como a aquella generación de antofagastinos

especialmente a Macarena Basseletti por su constante apoyo y energía.

que se vio afectada por la presencia del arsénico en el agua,

Igualmente, agradecer a María Paz Ferrer por su ayuda

hoy felizmente erradicado.

e incondicional cariño. El editor, mayo de 2011.

“Tesoro cristalino”, de Gabriel Navia Cortés. Imagen ganadora del Concurso “Fotografía Día Mundial del Agua 2010.”

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Historia del agua en el desierto más árido del mundo

Valeria Maino Floreal Recabarren

Fotografía, Guy Wenborne

Historia del agua en el desierto más árido del mundo

Valeria Maino Floreal Recabarren Fotografía, Guy Wenborne

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