PACIENCIA DE BUEY

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que detallaban cómo se había asesinado de un escopetazo a una chica llamada Liliana Pereyra. La ciencia empezaba a desnudar los intentos de los militares de negar lo que habían hecho desde 1976 a 1983. Después de formar el Equipo argentino, y con la ayuda de éste, organizó grupos similares en Chile, Perú y Guatemala. Ha visto muchos muertos, muchísimos, y en su carrera aprendió que “la gente común es buena”, desde Argentina hasta Zimbabwe. Pero asegura que en cada sociedad existe un uno por ciento de verdaderos sicópatas que simplemente “disfrutan causando dolor y asesinando”. “En otras palabras, creo que si los fanáticos sionistas y los terroristas de Al Qaeda o los torturadores iraquíes, de la CIA, de Argentina y de Chile, fueran colocados en una misma celda, se convertirían en buenos amigos y de manera entusiasta cambiarían información sobre técnicas de tortura y métodos de asesinatos masivos”. No podía desaprovechar su experiencia de veterano de mil batallas y le propuse un paquete de elementos necesarios para una masacre: una excusa, un gobierno dispuesto a matar, una gran parte de la población que lo apoye y la indiferencia de los países centrales. Me respondió que todos esos factores, en diferentes combinaciones, pueden jugar algún rol en crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, genocidios y otras violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, aclaró, el apoyo de la gente es el menos importante. “Donde sea que haya ido, encontré que la gente común es más apta a ser simplemente ignorante, y por eso indiferente, de lo que están haciendo sus líderes. Una vez que conocen toda la verdad -y no importan sus afiliaciones religiosas, políticas o étnicas- se horrorizan de lo que ha pasado”. UN COMPAÑERO GRITÁNDOTE EN LA CARA En la nota del Página/12, Snow recordaba que en su primera visita a la Argentina conoció a un estudiante de medicina: Morris Tidball Binz. Y decía que esa persona ahora estaba trabajando en la Cruz Roja Internacional, en Ginebra. En el sitio web de la Cruz Roja se lo mencionaba en algunos artículos. Pedí hacer contacto con él y alguien de prensa me respondió con un e-mail diciendo que estaba de misión hasta dentro de unos días. Esperé, dio señales de vida y hablamos por teléfono. Fue en diciembre de 2005. Me dijo que había estado en Irbit, al norte de Jordania, coordinando un curso para profesionales de Irak y otros países de la región. Como parte de la práctica tenían que desenterrar huesos de plástico, aplicando técnicas de la antropología forense. El objetivo era que los médicos iraquíes supieran identificar a los cadáveres que llegan a diario al Instituto de Medicina Legal de Bagdad. Cuando escribo estas líneas, los medios siguen informado casi todos los días de coches bomba que explotan y matan de a veinte en las calles bagdadíes, y de ofensivas mortales del ejército estadounidense contra los rebeldes o los civiles de a pie. Antes de cumplir los 30, Morris ya era el primer presidente del Equipo. Cuando hablamos, tenía 48, tres hijos de dos matrimonios y era coordinador forense del Comité Internacional de la Cruz Roja, trabajando en todo lo relacionado con restos humanos y recuperación de cuerpos derivados de conflictos. Nació en Viña del Mar, Chile, y a los dos años la familia se mudó a la Argentina. Su papá, argentino, trabajaba en la industria del tabaco y por eso vivió en las provincias de Corrientes, Chaco y Salta. Perdió la nacionalidad chilena cuando no quiso volver para hacer el servicio militar pinochetista. En 1977 empezó a estudiar medicina en La Plata y


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