Marchemos De Stefani, Juan
No es, ni será solo una marcha. Tampoco es solo fotoperiodismo ni mucho menos una secuencia de disparos al azar esperando que la casualidad del obturador abriéndose y cerrándose coincida al unísono con la aparición de, en este caso, alguna mujer cerniendo un pañuelo verde en la mano o atado a su cuello como si este fuera el mastil que sostiene la bandera de una lucha. No sé trata de gatillar la cámara que es la continuidad de nuestra mirada pero con la capacidad de resguardarla en un formato para que mucho pudieran observarla. Es más que el hecho de presenciar la historia mientras ocurre y no a través de relatos disconformes o no, dependiendo quien la cuenta. El fotoperiodismo es más que la foto contando un hecho noticioso o trascendente si es que hacemos una definición muy acotada del asunto, es poder contar los que las palabras no pueden representar. Lo que las escrituras no pueden describir con facilidad porque no hay combinación de letras que puedan expresar lo que una imagen logra. Por ello es que las imágenes inundan las redes, inundan cada espacio posible donde un hueco deja el lugar justo para que una foto diga presente para dejar boquiabiertos a más de uno que se cree incredulo ante las palabras. Acá las fotos reflejan un hecho histórico que, tal vez, todavía no comprendemos, no concebimos que, dentro de unos años, este hecho, la marcha por un aborto legal, será tratado como un hito dentro de la larga historia argentina. No comprendemos la basta memoria fotógrafica que estamos dejando a la posteridad, así como tampoco lo supieron quienes retrataron los hechos del 2001 o la vuelta de la democracia en 1986. Ese poder que tiene la imagen, la fotografía es única, particular, tan singular que es imposible de encontrar dos iguales porque en un segundo, todo puede cambiar. El fotoperiodismo es más que un hecho y una foto, es pasión, es historia viva, es el reflejo de una sociedad que no se deja llevar por las palabras pero si por una imagen, es la muestra de lo mágico y trágico que puede llegar a ser la vida. Esta marcha, este día, ese momento. Retratado en un instante, en un momento único. ¿Por qué? Por el simple hecho de que ese grito, ese pañuelo levantado, ese grito de justicia, solo pasó una vez. Esas ganas de vivir, de luchar, de levantar las voces para que ninguna quede callada. Las idas y vueltas de un día que no se irá de la memoria de los que la presenciaron, de los que vieron las fotos y para aquellos que no estuvieron presentes por que aún no nacieron van a tener la posibildad de presenciar la historia a través de una imagen, del resultado de un gatillo de una cámara que tuvo la posibilidad de esta allí en el preciso instante. De eso se trata, de esa sensación, de esa espera, de estar allí preparado para que ocurra algo, también, de ir a buscarlo. Esperar, buscar, encontrar la historia para que quede resguardada para la eternidad porque si hay algo que no muere es la fotografía. Y si una marcha no es acopio de intereses, no es sinónimo de historia, la
fotografía se encargará de hace caso omiso a tal argumento para demostrar lo contario. Para que la calle sesgada por los comentarios peyorativos quede hipnotizada por las imágenes porque las palabras quedan vacuas y vacías frente a los argumentos, muchos de ellos, inocoherentes. Es la imagen, recortada o no, de la realidad, demostrada de una forma distinta, particular de lo que sucede. Nadie puede contrariar, en la mayoría de los casos, una fotografía porque esta no puede retocar la realidad, no puede inventarla, no puede crear un mundo paralelo inexistente. La fotografía te muestra lo que sucede, es cierto que muestra lo que quiere pero nunca muestra lo que no sucede.