Dossier - Programa de Formación de Capital Humano Avanzado: Eternos Problemas y Desafíos Actuales

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+ CIENCIA PAR A CHILE UNA INICIATIVA ANIP

plantel académico de excelencia internacional, salidas a terreno, etc. Y sin competencias a nivel escolar, con un bajo número de oportunidades académicas, muchas de ellas limitadas sólo a Santiago, la situación a nivel del Postgrado no puede ser sino peor. Un bajo número de Doctorados se unen a los escasos, si es que existen, incentivos para realizar un Doctorado en el país: becas con montos estancados hace años, que no se reajustan pese a las continuas alzas del transporte, del pan, de las cuentas (estamos hablando de profesionales que ya son independientes en su mayoría, muchos incluso con familias ya constituidas), y con una sociedad que no valora mayormente la profesión (en este sentido, basta recordar que sólo el 32% de los santiaguinos afirma valorar “mucho” a los científicos, lejos del 67% de Bogotá o al 88% de UK). Esta obra está bajo una licencia Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/ o envie una carta a Creative Commons, 171 Second Street, Suite 300, San Francisco, California 94105, USA.

A esto hay que sumar una institucionalidad científica nacional incapaz de absorber toda la gestión que demanda la formación de Capital Humano Avanzado nacional: gestión centralizada, extremadamente lenta para resolver problemas (lo que ha quedado manifiesto en retrasos y postergaciones de publicaciones de resultados de becas, entrega de beneficios correspondientes, y muchos otros que han afectado a cientos de estudiantes de postgrado en los últimos dos años; para más información, lea el siguiente artículo en la web de la Asociación Nacional de Investigadores de Postgrado: http://x.co/ZgG5), la incapacidad de ofrecer concursos de “ventanilla abierta” (es decir, que ofrezcan la posibilidad de postular en cualquier momento del año), lo que a su vez dificulta la participación de científicos jóvenes en Simposios o Cursos en el extranjero, donde se realiza la ciencia de primera línea, etc. Cabe preguntarse entonces cómo podemos incrementar el número de investigadores en el país sin resolver estos problemas en primer lugar. d) El escenario para los investigadores NO es auspicioso: El “atajo”, si bien contiene elementos rescatables y valiosos (como la idea del “benchmarking” con programas en el extranjero o la “astronomización” de capacidades nacionales atractivas a nivel científico), revela una falta de comprensión de los reales cambios requeridos por Chile para avanzar en el desarrollo científico y

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tecnológico. No discute cambios institucionales; de hecho, llama poderosamente la atención el esfuerzo que Conicyt ha depositado en divulgar este programa (vea notas de prensa al respecto en los siguientes enlaces, http://x.co/ZgAo y http://x.co/ ZgAn) mientras los becarios de Conicyt sufren diariamente de los problemas de gestión, suplicando por respuestas a sus consultas, para que se publiquen a tiempo los resultados de diversos programas y becas, y teniendo que esperar semanas eternas a que se aprueben o asignen fondos para los concursos por los que se han visto beneficiados. En última instancia, Conicyt no debiera ser un organismo encargado de definir y promover políticas públicas; esa misión está consagrada, al menos en principio, para los Ministerios en la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado. No existe una clara voluntad de fortalecer la profesión científica, ni menos de involucrar al Estado en la difusión de las Ciencias y de su contribución al desarrollo a nivel nacional. Se quiere encargar ese rol “divulgador” a los científicos, que no tienen el tiempo (las elevadas cargas laborales de los científicos son un mal de extensión global, no sólo en Chile), las competencias (no existen cursos de divulgación y comunicación en casi la totalidad de las carreras de científicas de pre y postgrado), ni los incentivos (en una sociedad que nos valora escasa e incluso negativamente) para hacerlo. El “atajo” se transforma, así, en una amalgama de elementos ya conocidos, novedosos y valorables, y elementos negativos (como la permanencia de la actual institucionalidad científica). Como todo atajo, a la larga puede llevarnos a una profecía autocumplida: arriesgamos a que, después del 2014, el camino haya sido más largo de lo esperado y nos demos cuenta de que no hay otra opción que la de adoptar los modelos que han demostrado ser exitosos en países de diversas características e idiosincrasias, con un Ministerio de Ciencia y Tecnología, con un Estado que juega un papel fuerte en la divulgación y promoción de una cultura científica, con niveles de inversión ambiciosos y con un fomento al desarrollo de la profesión científica. Nadie nos devolverá entonces los años perdidos, y el atajo en definitiva nos habrá dejado en el mismo lugar.

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