Un día en la vida del Directivo Docente

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Un día en la vida de un directivo docente: entre la repetición y la irrepetibilidad Nos propusimos escribir un día en la vida de un directivo docente. No era tarea fácil. Podíamos irlo reportando a medida que avanzaba el día y nos disponíamos a hacer una u otra tarea o actividad o podíamos acudir a la memoria para evocar, al final del día, lo que pasó con nosotros, lo que hicimos, lo que fuimos…En cualquier caso un día de nuestra vida es una muestra bastante insignificativa con respecto a todos los días de un año y de muchos años, cada uno con sus particularidades y tipicidades, durante los cuales somos directivos. Pero es una muestra significativa porque sirve de evidencia sobre el sentido de nuestra actividad, los saberes que la guían, las prácticas implícitas y las maneras como todo ello nos constituye profesionalmente como directivos. Nuestra actividad cotidiana inicia muy temprano. A las 5:30 de la mañana iniciamos nuestra preparación para enrumbarnos hacia la institución educativa. El sonido del despertador o una canción del celular, en ocasiones desagradable anuncia este momento. Al mismo tiempo que la pereza sigue acompañando nuestro despertar matutino, parecen venir a la mente, en forma más bien desordenada, partes de la agenda prevista para el día. Caemos en cuenta de un hecho importante: planeamos. No se desde hace cuánto lo hacemos pero planear hace parte de nuestra rutina, prever las actividades a realizar a lo largo de un día, así la imprevisión sea una característica importante de la vida diaria del directivo. Atender personas distintas que desarrollan diferentes papeles y actividades en la institución, sea porque pertenecen a ella o porque la Secretaría de Educación ha dispuesto alguna actividad o proyecto con personas ella. La promotora de teatro, los evaluadores del IDEP son ejemplos de estas actividades que implican atención a personas. También están previstas reuniones con padres de familia: un consejo de padres, para elegir a un nuevo representante al consejo directivo ya que la representante elegida no ha asistido a las últimas reuniones; una reunión de padres de los estudiantes de un curso. Bueno… El camino a la institución se hace posible una vez quedan dispuestas algunas labores domésticas (cocinar, dejar los hijos en el colegio). No siempre sucede así pero, en ocasiones, no alcanzamos a leer el periódico o ver el noticiero. La forma de enterarnos de los acontecimientos diarios es la radio, mientras nos desplazamos a la institución. Las noticias son tan malas que uno sabe qué es mejor, si perdérselas u oírlas para impregnarse de una dosis de desánimo y desconfianza sobre la manera como se dirigen los destinos de la ciudad y del país, o sobre la precaria preparación para enfrentar problemas del clima que afectan a algunas poblaciones. Bogotá duele todos los días cuando se escuchan las noticias. Aunque no se escuchen, el recorrido hacia el colegio, pone un tono desafinado pues se realiza, día a día, por vías más deterioradas y con advertencia de riesgo. A esta situación se agrega la preocupación por el deterioro de las condiciones de salud que puede estarnos afectando. No sabemos si este recorrido en Transmilenio, colectivo, buseta es premonitorio de más problemas que se avecinan. Pues para sorpresa de todos, SÍ!!!! Al llegar al


colegio el primer contacto es con el guarda de seguridad y con las operarias de servicios generales. Ellos sueltan el primer problema: el día anterior con la almacenista lo insultó porque le solicitó autorización de la rectora para sacar un equipo del colegio. Es una regla que parece elemental pero trata de pasarse por encima. ¿por qué? Si los elementos del colegio no son propios, son bienes públicos y es necesario velar por ellos. La contribución de un celador a ello es pedir la autorización de la rectora para sacarlo, pero no se acepta… O el problema a enfrentar puede ser: no está llegando agua a uno de los bloques del colegio. O los maestros de disciplina tienen a los estudiantes que traen el uniforme incorrecto, esperando autorización de mi parte para ingresar y registro en el observador. O un papá espera ser atendido de inmediato porque debe llegar a tiempo a trabajar. O un padre citado difícilmente reconoce la falta de su hijo. O los estudiantes han llegado tarde porque está lloviendo y tengo que autorizar su ingreso. O el rector me necesita en su oficina para darme una serie de indicaciones, razones y tareas, que como siempre son urgentes y para hoy. O dos profesoras están buscándome para que les entregue los formatos para consignar el desempeño del segundo periodo. Les aclaro las dudas que tienen sobre su diligenciamiento. O se requiere la firma del acta de interventoría de vigilancia. O el supervisor de aseo requiere atención para el diligenciamiento de los registros. O la secretaria me informa que me reenvío unos correos, que hay que responder lo más pronto posible. Suena el timbre para el comienzo del primer bloque de clase y me voy a hacer un recorrido por los salones; en muy pocos ya está el profesor; les indico a los estudiantes que permanezcan dentro; me desplazo a la sala de profesores y les recuerdo que hace 5 minutos debían estar en el salón. Cuando el orden parece reinar se escucha música y hay muchachos afuera de un salón me pregunto: ¿con quién están?, con la de artes que por unos pinceles. Nuevamente en la sala de profesores, la de artes, los pinceles en una mano y un pocillo con tinto en la otra me dice: “Ya voy, está haciendo mucho frío y me hacía falta el tintico”. En otro salón los estudiantes están solos, al profe le presentó un imprevisto o fue citado a capacitación o fue asignado a una reunión o amaneció enfermo, o el hijo se enfermó, o lo cogió el trancón o la citaron a capacitación por estar designada jurado de votación; dialogo con los estudiantes, les asigno un trabajo con lectura y escritura de uno de los ejemplares del programa Libro al Viento y desde este momento se que son mi responsabilidad . Ahora es necesario revisar el refrigerio: contar las unidades, relacionar el menú recibir y diligenciar formatos. Noto la falta de fruta. Entonces, llamo a interventoría de la Universidad Nacional para reportar la novedad. La fruta llega después de media hora. Ya en la oficina reviso el correo electrónico. Son las 8 u 8 y media de la mañana. El correo sí que contiene imprevistos: citación a reunión de rectores por parte de la SED así como citación a reunión de representantes del gobierno escolar, citación a talleres y actividades de capacitación para docentes. No necesariamente para hoy, para la agenda de estos días. Habrá que anotar. Ahora bien, entre los correos también aparece un llamado al cumplimiento de tareas para algunas instituciones. ¿Estamos ahí o no? ¡Uffff! ¡Qué descanso! ¡Alcanzamos a cumplir! ¡No estamos!


Asigo responsabilidades relacionadas con informes solicitados y reenvío los correos correspondientes, o pido información a quien corresponde para elaborar los informes de los cuales me encargaré. Este ejercicio de toma de decisiones, de delegación de responsabilidades, de gobierno de la institución se hace, aparentemente, en forma mecánica. Ya ni siquiera es visible el conocimiento que contienen estas decisiones y acciones. Es parte de una rutina naturalizada que puede decirse pasó a ser un hábito o una costumbre, casi como acto reflejo. También es posible encontrar en el computador información con sugerencias para organizar la semana ambiental y el Foro-Feria Institucional; la Registraduría Nacional envía la información sobre jurados de votación sobre la cual es necesario tomar nota y notificar a los maestros seleccionados. Además, debo reenviar los correos personales de veinte docentes, información sobre el Sistema Institucional de Evaluación, acompañamiento de estudiantes y proyectos de inversión. Para el día jueves se autorizó una Asamblea de los afiliados a la ADE, por lo tanto, debo redactar y enviar circulares a los padres y madres de familia porque un evento que se desarrollaría ese jueves debe ser aplazado para el próximo martes. Interrumpo mi actividad porque es la hora de atender un Consejo Académico o reunirme con el consejo de estudiantes. Por espacio de una hora mi energía se concentrará en lo académico y no tendré que atender temas de convivencia y conflictos entre estudiantes, que es lo que consume casi todos mis esfuerzos a diario. Mientras tanto, una fila de 5 o 6 docentes espera afuera de la oficia para hablar, quejarse, desahogarse. Al mismo tiempo puedo responder preguntas muy diversas que me plantean: ¿tienes el plan de estudios que lo necesita una prima en Casanare?, ¿para cuándo es la página del periódico? ¿me necesitaba? no le tengo datos del niño que no viene hace una semana, necesito el paz y salvo…. Mucha información…Una profesora no entiende los comentarios desobligantes de sus compañeros sobre el manejo que está dando al proyecto de comunicación. Otra profesora está preocupada por la desaparición del control de video beam de su salón. El secretario académico necesita que le firme certificados. Escucho a la estudiante que necesita auxilio del colegio porque su padre falleció y la situación familiar es precaria. Hago seguimiento con la orientadora sobre un caso de acoso sexual que una estudiante denunció contra un docente. La directora de un curso informa sobre una estudiante con fiebre muy alta y en su casa nadie responde; me la llevo a mi oficina para prestarle los primeros auxilios e intento nuevamente ubicar a sus padres con el teléfono móvil hasta que aparecen y procedo a realizar la remisión por enfermedad general. Antes de que los estudiantes salgan a descanso notifico, en las respectivas aulas, a seis maestros sobre su designación como jurados de votación, dicto cartas a la secretaria general, contesto llamadas, atiendo al personal de mantenimiento, firmo autorizaciones de ingreso para el fin de semana. Llega el descanso de estudiantes. Salgo a la zona de canchas y verifico si los docentes están en acompañamiento. Un estudiante me intercepta: “me quitaron un dulce”; pido a la directora de un curso que observe a sus estudiantes que están


jugando en la zona de baños. Atiendo una pelea en el patio, los estudiantes vienen con las narices sangrando, uno le dijo gay al otro. Les hago la respectiva reflexión sobre la solución pacífica de los conflictos, y el respeto a los demás, se ofrecen disculpas mutuas y se comprometen a no agravar el problema dentro ni fuera del colegio, los mando al salón con la advertencia de que ante una nueva falta, recibirán una sanción. Ya son las 10 de la mañana y recibo a los padres que vienen a consejo y organizo la logística para el proyecto del Idep que necesita diligenciar encuestas. En el consejo directivo tomo nota de las quejas y solicitudes de los padres para darles trámite en lo posible. Algún consejo o reunión hay programada: reunión de ciclos, Consejo académico, reunión de equipo directivo, reunión local de coordinadores, mesa distrital de docentes, reunión local de ciclos. Camino a la oficina converso con un docente sobre el comité de compras y la ley de garantías, atiendo el malestar de una madre de familia, el vigilante recorredor me lleva a una vecina del colegio que se queja porque unos estudiantes la insultaron desde una ventana del colegio. Paso enseguida a firmar unos pagos y solicitar trámites para algunas compras y contratos, pues tengo que aprovechar la presencia hoy de la auxiliar financiera que se comparte con otra institución. Una joven solicita cambio de curso porque la profesora le dice inútil a su hermanita, una profesora está molesta porque un niño se escapa del salón, dos señores de mantenimiento solicitan permiso para sacar equipos dañados, otra profesora llama a un estudiante que no asiste, otra habla de sus problemas de salud, un profesor entrega actas pendientes. Termino un informe para la reunión del Consejo Académico del viernes, lo imprimo y saco copias. Atiendo el teléfono, es la coordinadora de la sede B para informarme que de la Universidad de los Andes vienen tres funcionarios a hablar conmigo en 5 minutos, acerca de un convenio de la SED. El monitor de un curso me solicita enviarle a la docente el portátil y el video-beam. Hora de salida de los estudiantes. Recibo equipos y superviso esta salida; atiendo a dos padres de familia sobre discusiones de sus hijos con otros compañeros; una madre me pregunta sobre el traje de cacique para el carnaval; otra sobre el uniforme para la inauguración de los juegos inter-cursos y le sugiero hablar con la directora de un curso. Ya es hora de almorzar pero empiezan a llegar los padres de familia a la reunión de curso prevista o me preparo para el consejo de estudiantes. Con los padres el propósito de la reunión es sensibilizar hacia la vacunación de sus hijas contra el virus del Papiloma Humano, pues el curso se opuso. Con el consejo de estudiantes el objetivo es finiquitar lo relacionado con el Carnaval del Arco Iris en honor a todos los docentes en su día. Llamo a la sede A (tanto por radio como por el teléfono fijo), pero las secretarias no contestan. Llamo por dos sistemas de radio y por el móvil al señor rector, tampoco contesta. Reviso las condiciones de la sede para la recepción de la jornada tarde. Los docentes de la jornada mañana se encuentran reunidos porque ya está la tiflóloga para la capacitación sobre el sistema Braile y su manejo con los estudiantes de


integración con discapacidad visual. Llega interventoría de la Universidad Nacional para la revisión de la distribución de refrigerio de la jornada tarde. Me dirijo, entonces, al portón principal para revisar cuántos estudiantes no han sido recogidos; queda una niña, le pregunto por un número telefónico, dice desconocerlo; entonces, me dirijo a la directora del curso para averiguar el número telefónico y llamo; me contesta el abuelito de la niña y me dice que se le olvidó ir a recoger a la nieta, que ya viene por ella. Continúo atendiendo solicitudes de permiso de docentes, mientras pienso en coordinar tareas para estudiantes que al otro día no tienen sus maestros completos, programar salidas pedagógicas, hacer circulares, dar a conocer en comisaría de familia algunos casos, coordinar actividades con las otras sedes, programar y revisar cronograma, remitir documentos para la sistematizadora, redactar y radicar informes para las diferentes instituciones y dependencias que los solicitan. La vida no me va dar para tanto. Refrigerio de la tarde. Parece el eterno retorno, volver a empezar en el mismo día. Diligencio y firmo formatos, confirmo asistencia, en fin... Dos funcionarios de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá solicitan hablar conmigo. Me informan que tres estudiantes de la jornada mañana hacia las 11:40 a.m., atravesaron (jugando en zig-zag) las señales de contra-flujo colocadas a 60 metros de la sede por inicio de obra de esta entidad distrital; por esta razón, solicitan realizar talleres de prevención y uso de señalización, manejo del recurso hídrico y ruta del agua; se procede entonces a programar los talleres en la semana ambiental y a protocolizar un acta; luego nos dirigimos a dos cursos para iniciar las charlas de prevención. Además, la coordinación enviará una circular a padres y madres de familia para informar sobre las normas de prevención que se deben tener hasta el 17 de junio. Me sigo repitiendo: notifico, en las respectivas aulas, a cinco maestros sobre su designación de jurados de votación e informo a todos sobre los cambios que se dieron por la convocatoria a Asamblea de docentes. Informo a la docente de un curso, lo conversado en la mañana con una madre de familia y los compromisos a que se llegaron. Llega el señor de mantenimiento a revisar la red eléctrica (debo acompañarlo para indicarle cuáles son las prioridades); al finalizar dice que vendrá otro día a ver qué puede hacer… Despido a los ingenieros del la EAAB que ya han terminado los talleres. En estos momentos la jornada tarde está en el descanso de estudiantes, superviso que el timbre de terminación suene a las 4:00. Con un sandwich y un jugo como almuerzo, hago una pausa de 20 minutos, llamo a mi hijo para saber si está bien, pongo algo de música que me anime, Calle 13, La Perla…, hasta que llegan los docentes de educación física interesados en presentar una propuesta de trabajo a desarrollarse con el IDRD. Una vez termino esta reunión entro a proceso de conciliación entre un docente y unas estudiantes. Éstas se quejaron de la agresividad del docente quien se defiende afirmando que al responder “me importa un c…”, él no se dirige a la persona sino a la situación. El


curso afirma que el profesor les dijo “coma m…” “rásquese una t… en lugar de estar molestando”, “quién le manda a ser pobre”, etc. Es un profesor reconocido, dice que los estudiantes mienten, su pedagogía está encaminada por la línea de Habermas, Giroux y Freire, es amigo de algunos decanos de educación. El docente recurre a su historia como educador, heredada de su madre, ya pensionada, quien le enseñó que una vez se es docente en propiedad en la SED, nadie lo sacará de allí. Es el mismo docente que hace constantes pausas en su jornada laboral para salir a tomar tinto y a fumar en la tienda vecina, y que está rodeado por un grupo cada vez más numeroso de compañeros. Nuevamente suena el teléfono, llega otra profesora por fotocopias, me acuerdo que no he escrito en el observador el problema del niño de 4º, recuerdo que debo dejar la autorización de trabajo de mantenimiento en la portería, debo dejar listos los reemplazos para los docentes que se capacitan en ciclos, los de LEO, los del compensatorio de jurado. Necesito “escaparme”, de lo contrario, va a resultar más trabajo no planeado. Culminando la jornada, llegan dos estudiantes que se accidentaron cuando salían del edificio y el dolor no les permitía mover el brazo. Mi salida se prolonga, pues es necesario llamar a los acudientes para que los lleven al CAMI, solicitar actas de accidentalidad, comprometer a la directora de curso y al último docente que estuvo con los estudiantes para que hicieran seguimiento a la situación. Caigo en cuenta que estoy sola y que durante el día mi cabeza ha estado demasiado ocupada en cada tarea pendiente, sin tiempo para nada. Termino saliendo del colegio a las 7 de la noche. Es posible que después de una hora atravesando el centro de la ciudad, llegue a mi apartamento. Mi única intención al llegar a la casa es dormir, aunque dormir ya no implica descansar, mi salud se deteriora y todo resulta un reto casi inalcanzable. Aún así antes de dormir abrazo la sensación de cambio, la idea de que todo saldrá bien porque siempre todo es mejor, porque puedo y la verdad es otro de esos días en que no pregunto qué tipo de líder soy, si el clima laboral mejoró, si el plan de estudio se está desarrollando, si el currículo o si el POA… no me pregunto, solo respondo casi instintivamente, casi de forma mágica. Pienso en los niños y niñas, reflexiono y analizo sobre lo que debería ser mi quehacer para que verdaderamente dejara huella en el proyecto de sus vida. Resumo: no hay un día igual a otro, no hay un día típico, la llamada normalidad se desarrolla entre lo que hay que hacer, lo que toca hacer, lo que se debe hacer y lo que se presente para hacer.


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