Susurros solitarios

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Susurros solitarios

Por María Sáenz Parás

Susurros solitarios

María Sáenz Parás Viernes 08 de septiembre, 2023.

Monterrey, N.L.

Editorial: Swiftieland

Colección: 13

@ María Sáenz Parás

@Derechos reservados editorial TSCATS S.A. de C.V, av. Quiche #235, col. Azteca, Guadalupe, N.L.

Lugar de publicación: Instituto Tecnológico de Estudios

Superiores de Monterrey, Fecha: viernes 08 de septiembre, 2023

ISBN: En trámite

Para mi personita, Grecia.

Susurros Solitarios

En la vasta hoja en blanco de mi vida, Grecia, una historia triste se tejía. De Monterrey a Chihuahua me movía, mis amigas quedaban, la distancia crecía.

Risas compartidas, secretos en confianza, en el tiempo, se esfumaron como una danza. La mudanza cruel nos robó la cercanía, y en esa nueva ciudad, la soledad se abría.

Chihuahua, tierra desconocida y fría, caminaba sus calles, sin guía ni alegría. Mis pasos resonaban en la vastedad, mientras mis amigas seguían su realidad.

La distancia se hizo muro, el tiempo, barrera, mis llamadas quedaron en el éter, cual quimera. Amigas que fueron como hermanas de vida, hoy eran figuras borrosas en mi memoria perdida.

El entorno solitario se tornaba mi hogar, y el eco de mis pasos era mi compañía al caminar. La sonrisa que adornaba mi rostro se desvanecía, como el sol al ocultarse, dejando melancolía.

Antes era el alma que iluminaba la reunión, hoy era la sombra que evitaba la conversación. De la alegre Grecia, quedaban fragmentos, en la ciudad extraña, luchaba contra mis tormentos.

El tiempo y la soledad pensaba en mi ser, de la chica risueña, quedaba poco por hacer. La introspección ganaba terreno en mi mente, las ganas de vivir se esfumaban lentamente.

En la sombra de lo que fui, me perdía, las lágrimas son ríos que mi alma tenía. Pero en lo profundo de la oscuridad halle fuerza, para renacer, sanar heridas y encontrar mi esencia.

Así aprendí que la distancia no define el amor, y que la soledad puede ser un motor de cambio interior. En Chihuahua encontrar nuevas formas de crecer, de ser la protagonista en mi historia y renacer.

El pasado quedó en nostalgia y añoranza, hoy abrazo mi presente con esperanza. Grecia, encontró en sí misma el poder, de transformar la tristeza en una fuerza.

Ecos vacíos

En la vasta soledad, un eco sin respuesta resonaba, el llamado de un alma en busca de la llama que se apagaba. Mis palabras caían al silencio, como hojas en el viento, buscando un eco que nunca llegaba, anhelando un aliento.

Las risas compartidas, eran recuerdos distantes, perdidos en el tiempo, luces palpitantes. La añoranza se apoderaba de mis pensamientos, como un río que fluye en el corazón, sin detenimiento.

La pérdida era como un nudo en mi pecho, apretando fuerte, el abrazo de la nostalgia me envolvió como un manto inerte. Mis amigas como estrellas fugaces se habían alejado, dejando en mi cielo interno un vacío desolado.

La ciudad ajena y vasta era un reflejo de mi interior, una metáfora de la soledad, sin abrazo ni calor. Caminaba entre las sombras de edificios desconocidos, mientras mi corazón buscaba los lazos perdidos.

La soledad física y emocional se entrelazaban en un abrazo, dos almas errantes en un mundo sin trazo. Mis pensamientos se perdían en laberintos de melancolía, la tristeza era mi compañera constante, en cada día.

Pero en el abismo de la oscuridad, encontré la verdad, que la soledad es un lienzo donde pintar la realidad. Así como un eco sin respuesta es una canción, la soledad es una transformación.

Aprendí que perdido no es olvidado, ni pasado inútil, que la nostalgia puede ser un motor que impulsa lo sutil. Mis amigas, aunque lejanas en espacio y tiempo, siguen siendo parte de mí, en mi corazón, un aliento.

La soledad, como un espejo, me mostró mi propia esencia, una oportunidad para sanar heridas con paciencia. El eco sin respuesta encontró finalmente su melodía, y, en mi historia, la soledad se tejió en mi alma como poesía.

Almas aisladas

En medio del ruido de la ciudad, David y yo nos cruzamos sin esperar. Dos almas aisladas en un mundo caótico, buscando en el otro un alivio, algo mítico.

En mis ojos se reflejaba el anhelo, cargaba en mi corazón un pesado desvelo. La soledad seguía siendo mi fiel compañera, y creía que David era mi salida sincera.

En mi mente, él era la respuesta a mis penas, la solución a mis días grises y cadenas. Pero David, inmerso en su propia realidad, no notaba la llama de la necesidad.

Pensaba en la noche y día, mientras David apenas me veía. Intentamos conectar en un mundo distante, pero la distancia entre nosotros solo era constante.

Ambos buscábamos conexiones auténticas, pero algo nos impedía romper las barreras sintéticas. Veía en David mi salvación y alivio, mientras el, ocupado en su mundo, no entendía su motivo.

La ciudad nos envolvía sin piedad, una muralla que nuestro encuentro no dejo prosperar, A pesar de nuestros esfuerzos, nuestra conexión era efímera, como dos estrellas fugaces, brillaban, pero no duradera.

En este mundo de luces brillantes y sombras grises, seguíamos nuestros propios colgantes.

Buscábamos una conexión profunda, un lazo sin igual, pero nos manteníamos atrapados de manera abismal.

Así, en el torbellino de la vida en movimiento, luchábamos por encontrar el aliento.

La soledad persistía, pero la esperanza seguía viva, de que algún día en este caos, la conexión seria definitiva.

Mendigo silente

En el bullicio de estas calles despiadadas, observo un vagabundo, alma desolada. En sus ojos encuentro el reflejo de mi alma, una soledad autoimpuesta que me atrapa.

Me aferro a esta aislante compañía, como si así pudiera hallar armonía. Escojo la distancia, una muralla, que, en mi propio encierro, la vida acaba

En ocasiones soy mi propia carcelera, forzando el adiós, sin saber que perdí de ella. La compañía se vuelve un eco lejano, cuando en mi burbuja, el tiempo se torna en vano.

El vagabundo y yo, dos almas pensantes, caminamos un sendero de instantes. Representada mi soledad en su mirar, un espejo fiel que me ayuda a reflexionar.

Pero en este asilamiento esta la paradoja, una soledad que se convierte en mi roca. Pues en el silencio y en mi propio abrazo, descubro una libertad que no tiene traspaso.

La libertad de ser dueña de mi propio tiempo, de dibujar en solitario cada intento. En la quietud de este espacio solitario, encuentro un eco de un yo necesario.

Así, la soledad se viste de libertad, en esta danza solitaria encuentro mi verdad. El vagabundo y yo, dos almas en par, encontramos en la soledad, una forma de volar.

Amanecer solitario

En el amanecer el cielo llora lagrimas doradas, un reflejo de almas quebradas. Pero mi alma no despierta, un paralelismo con mi interior se entierra.

Las aves cantan sus canciones, pero yo guardo silencio, como un lamento perdido en el viento, La naturaleza despierta en mi vida y vigor, mientras yo me sumo en la penumbra, en mi propio dolor.

Las nubes, como sobras se dispersan lentamente, como mis sueños que se desvanecen tristemente. Cada rayo de luz que se filtra a través de mi corazón, solo resalta la oscuridad en mi interior.

En este amanecer, la esperanza desvanece, como hojas secas llevadas por la corriente. El mundo se tiñe de colores, pero yo veo gris, en este amanecer melancólico, donde todo es hostil.

Las lágrimas se confunden con las gotas de rocío, en mi corazón, la tristeza es un río frío. En este instante, no imagino un mañana mejor, la esperanza se ha ido, mi alma es su peor dolor.

Así, en este amanecer melancólico y sombrío, me hundo en un abismo sin alivio. La naturaleza despierta, pero yo me ahogo en mi mar, en un mundo donde la esperanza es difícil de hallar.

Reflejos desamparados

Frente al espejo me enfrento a mi reflejo, un ser que lucha en medio del complejo. Mis ojos cansados revelan la lucha interna, un torbellino de emociones, una eterna guerra.

Reflejo de un alma que carga con trastornos, la depresión con todos sus adornos. El espejo me muestra mi propia batalla, una imagen que a veces parece que estalla.

El autoconcepto, un rompecabezas en mi mente, fragmentado y confuso, a menudo presente. En mi reflejo veo cicatrices de batallas pasadas, heridas invisibles que siguen siendo abrazados.

La lucha contra el espejo es una lucha contra mí, un combate diario en busca de un porvenir. La imagen que veo no siempre coincide, con la realidad que el mundo construye.

Mis trastornos se reflejan en el cristal, una realidad compleja, difícil de analizar. Mis demonios internos se ocultan en mi mirada, en cada sombra del reflejo en cada palabra.

En este espejo veo mi resistencia y valentía, la fortaleza que emerge en medio de la agonía. Aunque mis trastornos intenten nublar mi visión, sigo buscando la luz en medio de la confusión.

Canción silenciosa

En notas y melodías halle mi refugio, un consuelo en la música, un eterno tributo. Cada acorde, cada armonía, es un abrazo, que calma el ama en medio de cualquier traspaso.

Hay una canción que solo yo puedo oír, en el silencio, en mi mente, la dejo fluir. Sus notas son susurros de un alma en cautiverio, una canción sin nombre, un secreto en el misterio.

No puede ser escuchada por ningún oído, es un eco del alma que en mi ha nacido. Habla de las batallas que he tenido que librar, de las heridas que llevo, de las cicatrices que marcan.

La música es un lenguaje que va más allá de las palabras, un bálsamo para el alma, una luz en medio de las pradas. Expresa lo que a veces no se puede explicar, un torrente de emociones que el corazón que quiere soltar.

En cada nota encuentro una parte de mí misma, un eco de mi historia, una voz que no se elimina. La música es mi confidente, mi compañera de vida, me acompaña en la tristeza, en la calma y en la herida.

Así, en las melodías encuentro mi consuelo, en la armonía harre un rincón donde anhelo. La canción que solo yo puedo escuchar, habla más que las palabras, es mi manera de expresar.

Horizontes desiertos

En el desierto, encuentro mi refugio, un paisaje tranquilo, un silencio sin bullicio. La arena acaricio mis pasos, la brisa me abraza, en esta inmensidad, la soledad se enlaza.

El horizonte se expande, libre y sin final, como el espacio en mi alma, en su propio canal. Una amplitud que abraza, pero también aísla, como la soledad que en mí no se apiada.

Las dunas son testigos de mis pensamientos, guardianes silenciosos de mis tormentos. En este oasis de clama, encuentro mi ser, en el eco del viento, en el susurro de ayer.

La soledad, como el desierto, es profunda, una belleza serena, una calma como ninguna. En su amplitud encuentro la paz de mi anterior, un espacio donde encuentro mi propia flor.

Así, en el desierto de la soledad, yo me encuentro, un alma en búsqueda, un corazón que siente el viento. En la amplitud de este silencio, halle mi verdad, la belleza de la soledad, en su pura realidad.

Mar abierto

En la orilla del mar, observó las olas danzar, un eterno festejo, un constante palpitar. Son como mis pensamientos, en constante movimiento un reflejo del alma, un eterno sentimiento.

El mar es un amigo, un compañero fiel, que escucha mis susurros, que entiende mi anhelo. Sus olas me abrazan en su danza sin fin, como la soledad, un destino que es temporal.

Las olas, como mis emociones, nunca se detienen, en su eterna danza, en su eterno festejo. Cada una es una historia, un suspiro del tiempo, como la soledad, un camino que es breve y cierto.

El mar me enseña que todo es transitorio, que la soledad es sólo un capítulo en mi historia. Que así como las olas encuentran su orilla, yo también hallaré mi lugar, mi semilla.

La soledad es como una ola en el mar, viene y va, es efímera, pero siempre está. Es un compañero temporal en mi travesía, un reflejo del alma, una etapa que se irradia.

Así, en la orilla del mar, encuentro consuelo, en el movimiento constante, en su eterno vuelo. El mar y la soledad, dos compañeros de viaje, todo es temporal, nada es eterno ni sujeto a un linaje.

Noche fria

En el abismo de mi alma, la soledad se tornó depresión, una oscuridad profunda, una cruel confusión. Mis luchas internas, mis tristezas en cascada, se fusionaron con la noche en mi última mirada.

Las notas de aquella canción sin nombre, se mezclaron con lágrimas qué brotaron como un hombre. La música que hablaba más que las palabras, no pudo salvarme de este oscuro abismo.

Frente al espejo, en el desierto de mi mente, exploré mis pesares, mi sufrimiento latente. La soledad, la música, mis trastornos, el mar, se unieron en esta noche, en mi último despertar.

Mi alma encontró una calma en la vastedad del mar, como si las olas susurraran que todo podía mejorar. Pero en la profundidad de la noche, mi voz se apagó, en el eco de la soledad, mi última noche llegó.

No puedo decirte que encontré la solución, ni que la vida me brindó una nueva canción. En esta noche sombría, mi historia se esfumó, un adios silencioso, un último suspiro en soledad.

La vida es un viaje con giros inesperados, donde la soledad a veces nos deja atrapados. En mi historia, la oscuridad ganó su batalla final, pero en otras, la luz puede vencer y ser vital.

Que mi historia sirva como un recordatorio, de que la soledad no es el único itinerario. Busca ayuda, comparte tu carga, no te dejes arrastrar, porque la vida es un regalo, un tesoro que debemos cuidar.

Defensa de la poesía de María Sáenz Parás (o este libro), se terminó de imprimir en septiembre 2023, en los talleres de TSCATS, S.A. de C.V., av. Quiche #235, col. Azteca, Guadalupe, N.L.

Maquetación: María Sáenz Parás

Cuidado editorial: Taylor Alison Swift

La edición consta de 500 ejemplares

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