Angeles Extraños

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Graves se rió débilmente. Llegué al porche sin dejar de caminar sin darle la espalda. Me sentí incómoda, cuando Christophe se unió a nosotros. Sus ojos azules nos sonrieron, todavía estudiándonos a los dos. Él se movió como si tuviera todo el tiempo del mundo, como un vuelo sin motor, como el aceite sobre la nieve. - Se va a dormir pronto. Ese fue su primer cambio, ¿no? ¿Hace cuánto tiempo le mordieron? ¿Y por que la tensión? Mi respiración se hizo una nube delante de mí. Graves se desplomó sobre mi hombro. Era difícil creer que había estado corriendo y gruñendo, hace un momento, como un pastor alemán. - Voy a hacerte unas preguntas, Chris. Quiero respuestas. ¿Qué diablos eres? Y si no mataste a mi padre, ¿quién lo hizo? - Realmente no escuchas, ¿verdad? Soy un djamphir. Somos el producto de las uniones entre mujeres y Nosferatu. Seguramente has oído hablar de eso. Mi estómago se estremeció. Mierda. - En realidad, no. - Sólo en las películas, realmente en las malas películas. - Bueno, ¿dónde has estado escondida Dru? - Subió la escalera de un salto, con los pies tocándola ligeramente, como con zapatillas de ballet. Era como ver a un gato levitar. - Supongo que no sabes lo que soy, tampoco. No pude saber de dónde venía el olor de tarta de manzana. A mi padre le gustaba un buen trozo con queso. - Yo sé lo que soy. Tengo frío, hambre y estoy enfadada. Gracias. - Tanteé a ciegas el pomo, quería abrir la puerta y cerrarla dejándole en el porche delantero, vacilé. La puerta no había servido hace unos cinco minutos. Sin embargo, la forma en que sonreía a través de su máscara de sangre no fue alentadora.


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