

KAIROS
Paris Pavilion of Art

En una era caracterizada por una creciente desconfianza y separación, donde se erigen barreras físicas y culturales, la intención principal del proyecto fue subvertir esta tendencia, buscando crear un espacio de unión, democrático y de libre expresión.

A través de una reinterpretación contemporánea de la tradición y la atmósfera del Campo de Marte, como lugar de exposiciones internacionales caracterizado por arquitecturas de vanguardia en hierro y vidrio, se concibió un elemento de acero, un muro que se convierte en pilar, diseñado como elemento generador único del pabellón.



Champs de Mars
En un contexto global marcado por la fragmentación social, la desconfianza mutua y la proliferación de barreras —tanto físicas como simbólicas—, este pabellón surge como un acto de resistencia arquitectónica. Su propósito fundamental no es simplemente ofrecer un contenedor de actividades, sino convertirse en un espacio catalizador de encuentro, intercambio libre y expresión democrática. En lugar de reforzar las divisiones existentes, la propuesta busca tejer vínculos, crear espacios donde el individuo pueda sentirse parte de un colectivo sin perder su identidad.
Inspirado en el legado del Champ de Mars como escenario de exposiciones universales y experimentación arquitectónica, el proyecto retoma la atmósfera de aquellas estructuras pioneras de hierro y vidrio que simbolizaron, en su tiempo, el optimismo industrial y la apertura cultural. No se trata de una reproducción literal, sino de una reinterpretación contemporánea de ese espíritu vanguardista, canalizado a través de un gesto formal: un elemento estructural de acero, un muro que se transforma en pilar, repetido modularmente a lo largo del pabellón. Este gesto simple pero potente actúa como generador del espacio, estableciendo un ritmo arquitectónico que recuerda a una secuencia de columnas clásicas, pero con un lenguaje abstracto y contemporáneo.
La repetición de este módulo genera una sucesión de espacios indefinidos, cuya ocupación no está determinada de antemano. Este carácter abierto permite una multiplicidad de usos, adaptaciones e interpretaciones. El pabellón se concibe así como un sistema flexible, un conjunto compuesto por fragmentos autónomos pero conectados, que pueden albergar desde exposiciones y encuentros hasta momentos de contemplación individual. No hay jerarquías espaciales claras; más bien, el visitante es invitado a recorrerlo de forma libre, construyendo su propia experiencia a través de la secuencia de vacíos, luces, sombras y reflejos. En un contexto global marcado por la fragmentación social, la desconfianza mutua y la proliferación de barreras —tanto físicas como simbólicas—, este pabellón surge como un acto de resistencia arquitectónica. Su propósito fundamental no es simplemente ofrecer un contenedor de actividades, sino convertirse en un espacio catalizador de encuentro, intercambio libre y expresión democrática. En lugar de reforzar las divisiones existentes, la propuesta busca tejer vínculos, crear espacios donde el individuo pueda sentirse parte de un colectivo sin perder su identidad.
Inspirado en el legado del Champ de Mars como escenario de exposiciones universales y experimentación arquitectónica, el
proyecto retoma la atmósfera de aquellas estructuras pioneras de hierro y vidrio que simbolizaron, en su tiempo, el optimismo industrial y la apertura cultural. No se trata de una reproducción literal, sino de una reinterpretación contemporánea de ese espíritu vanguardista, canalizado a través de un gesto formal: un elemento estructural de acero, un muro que se transforma en pilar, repetido modularmente a lo largo del pabellón. Este gesto simple pero potente actúa como generador del espacio, estableciendo un ritmo arquitectónico que recuerda a una secuencia de columnas clásicas, pero con un lenguaje abstracto y contemporáneo.
La repetición de este módulo genera una sucesión de espacios indefinidos, cuya ocupación no está determinada de antemano. Este carácter abierto permite una multiplicidad de usos, adaptaciones e interpretaciones. El pabellón se concibe así como un sistema flexible, un conjunto compuesto por fragmentos autónomos pero conectados, que pueden albergar desde exposiciones y encuentros hasta momentos de contemplación individual. No hay jerarquías espaciales claras; más bien, el visitante es invitado a recorrerlo de forma libre, construyendo su propia experiencia a través de la secuencia de vacíos, luces, sombras y reflejos.
