EL ÁRBOL SAGRADO DE DOÑANA. Para Toñi Pérez que busca el alma de Doñana con mis otros amigos El árbol sagrado de Doñana: El pino del nudo.
En nuestro municipio, Almonte, igual que en otros vecinos, ha sido habitado por distintos pueblos que han ido dejando rastros de su cultura. Así lo hicieron los primitivos cuyos restos dejaron, por ejemplo, en el Rancho de Pichilín o en parajes de interior como Los Reyes; los tartessos que extraían oro y plata en el Poblado de San Bartolomé de los minerales de Aznalcollar; los fenicios que fundaron Cádiz y que negociaban con los pueblos cercanos a Doñana cruzando con sus barcas desde el océano al Lago Lugustinus; los griegos que navegaron por la Ría del Odiel; los romanos marineros cuyos restos siguen enterrados en la necrópolis del Cerro del Trigo o los que poblaron Tejada; los árabes que pusieron el nombre a nuestro pueblo, cultivaron y pastaron en nuestras tierras y vivieron en el Castillo de Niebla; y los cristianos que conquistaron estas tierras, construyeron ermitas como señales de santidad y nombraron nuestras costas como Playas de Castilla. También, son muchas las curiosidades que observamos en la naturaleza salvaje de nuestros bosques, que los moradores del lugar fueron domesticando. Esas curiosidades producen en nosotros admiración, sorpresa y regocijo a la vez que fuerzan sentimientos de identidad como ciudadanos de estos lugares. Pongamos como muestra los inmensos y centenarios acebuches con sus musculosos troncos; los inmensos sabinares de flexibles troncos y de cónicas copas; los enebros cabalgando sobre las dunas y que con sus maderas los atuneros de las almadrabas ahumaban sus salazones; los ojos de las marismas como pupilas del subsuelo que son