Manual de Uso Cultural 42

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Tema del Mes 04-15


Cine 16-19

Televisión 20-23

Música 24-27

Literatura 28-31

Arte 32-35












14 Texto de BEATRIZ CASADO SÁNCHEZ | Pieza Gráfica de PAOLO VICENZI

EL DRÁCULA DE FRANCIS FORD COPPOLA Pocos mitos han suscitado tanto interés en el ámbito de la literatura, el cine, la televisión, el teatro e incluso los videojuegos como el mito del Conde Drácula, aunque fue la literatura quien lo popularizó de la mano del escritor irlandés Bram Stoker en 1897. Dicen que la chispa de su novela 'Drácula' se originó por un sueño erótico que tuvo con tres vampiresas. Esto, mezclado con historias y leyendas del folklore eslavo y rumano, tales como el personaje histórico real Vlad Draculea o 'Vlad, el Empalador', fue lo que dio fruto al icónico personaje. Muchas han sido las adaptaciones que se han hecho de la novela al cine. La de Francis Ford Coppola representa para muchos la mejor versión del mito hecha hasta la fecha aunque curiosamente es menos fiel al libro que otras. Coppola logra imprimir su sello «VISUALMENTE ARRIESGADA: a pesar de no ESCENARIOS Y FONDOS QUE ser una película de autor. Por RECUERDAN AL TEATRO» eso suele decirse que o amas u odias esta versión de Drácula. A falta de un término medio, yo me decanto por amarla, a pesar de algunos de sus defectos. Los elementos que lo alejan de la novela son principalmente su prólogo, inexistente en el libro y que, precisamente, es una de las mejores

partes de la película, sobre todo en lo que a fuerza visual se refiere. Este nos prepara con maestría para todo lo que va a pasar a continuación. Durante sus más de dos horas de metraje nos relata la historia de Jonathan Harker (Keanu Reeves), que tiene que viajar a Rumanía por trabajo. Allí conocerá al Conde Drácula (Gary Oldman), un personaje misterioso y algo escalofriante, quien al ver una fotografía de la prometida de Harker, Mina Murray (Winona Ryder), reconoce en ella a su antiguo amor reencarnado tras más de 400 años. Su obsesión será desde ese momento viajar a Londres para conquistarla. Y he aquí la segunda novedad con respecto a la novela: la historia de amor. En su momento Columbia Pictures la vendió como una cinta de terror, pero en realidad se trata de una película romántica con algunos toques de terror gótico. Aunque el tema central es el amor, con su famosa frase «he cruzado oceános de tiempo para encontrarte» como máximo exponente, hay otros subtemas muy interesantes tales como la liberación del deseo en las mujeres. En ese sentido, Mina representa la represión mientras que Lucy (Sadie Frost) es el despertar sexual. Algunas escenas que de niña me aterraron, como la del conde reptando por una pared del castillo o la de Lucy bajando las escaleras con una niña entre los brazos, siguen impresionan-


do hoy día, a pesar de que los efectos del actual CGI nos hayan malacostumbrado a un nivel de realismo tal que rechacemos lo antiguo. Aún así, hay un excelente trabajo de maquillaje, vestuario, música (Wojciech Kilar) y ambientación que hará las delicias de los nostálgicos como yo. En cuanto al elenco, Keanu venía del éxito 'Le llaman Bodhi' y Coppola contó con él para atraer a más público. No obstante, su interpretación algo estática es lo más flojo de la cinta. Ryder cumple, aunque en ocasiones su personaje se torna soso y no parece alzanzar la química que desprende Oldman, quien realiza un trabajo exquisito y llega a hacer uno de los retratos del 'príncipe oscuro' con más matices. Al parecer, para conseguir estas reinterpretaciones, Coppola se llevó a los actores a su casa a ensayar y a leer el libro original, algo que hace que a la mayoría se les vea muy cómodos en sus papeles. Además, el diseño de producción es de lo más destacable. Es una película muy arriesgada visualmente, utilizando en su mayoría efectos y trucos de cámara, a la antigua usanza, con escenarios cerrados y fondos de tela que recuerdan mucho al teatro. Quizás los detractores de este Drácula no estaban preparados para ver ese tipo de cine más clásico en los años 90. Me habría gustado, no obstante, que la parte del castillo se hubiese alargado algo más, ya que ofrecía los ambientes más interesantes. El final también se me antoja algo insatisfactorio. Aún así, tengo que admitir que siento debilidad por los personajes atomentados y el Drácula de Coppola lo encarna a la perfección. Todo un referente. Disfrutable en muchos sentidos.



En la magistral 'Sol' (2003) de Aleksandr Sokurov, el emperador nipón duerme la siesta el 6 de agosto de 1945 y sueña con Nagasaki e Hiroshima. El film cierra su Tríptico sobre el Mal –Hitler, Stalin y el emperador Hirohito– y se centra en la dolorosa toma de conciencia de que Él, Hirohito, carece de esencia divina, que no es descendiente directo del dios Sol y su naturaleza es estrictamente humana.





Que salga Bill Murray en una película de culto es ya una cosa de andar por casa, desde el romepa la media de una japonesa perdida en la traducción de Tokio, a los Tenenbaums del parque acuático de Wes Anderson. Pues bien, ahora, gracias el alfabeto seriófilo de HBO, el cazafantasmas de antaño da el salto de hogaño al trono de una pantalla lúdica y pequeña.





La carrera de Davis, que abarca 50 años, recorre la historia del jazz a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, caracterizándose por su constante evolución y búsqueda de nuevos caminos: participa con igual fuerza del Be-Bop y del Cool, como del HardBop, de la vanguardia jazzística y de las fusiones más eléctricas. Tuvo la fortuna, hay que decir que se la buscó, de tocar con las celebridades más importantes del jazz.





Bajo distintas voces narrativas, 'El club de la buena estrella' es el culmen del relato clásico interdependiente o enlazado, en el que cada cuento parece una unidad distinta e individualmente considerada, pero en cuya trabazón surgen hilos conectores que van más allá de una primera lectura y aún de una segunda y sucesivas, porque son muy profundos y aluden a una organización arquitectural del texto sutil y compleja.





La colección del Museo Ruso de Málaga nos sorprende esta vez con una exposición que reivindica el papel de la mujer artista durante las vanguardias. Teniendo en cuenta que, a comienzos del siglo XX, el artista tuvo que romper las normas académicas para explorar los límites de la creación, la mujer artista tuvo un doble reto.









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