Vidas para leerlas

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palabras. Y del silencio, como los músicos. Y de los gestos. Como los actores o los budistas. Solaún, como en una ceremonia religiosa, sacó una funda de cuero de cerdo de un bolsillo interior y extrajo con tanta lentitud como cuidado sus espejuelos bifocales. Se los puso pausadamente. Me miró, miró el block en blanco (¿o miró en blanco el block?) que tenía sobre la carpeta, tomó con calma una pluma inútil de un tintero innecesario, porque tintero y pluma, negros, eran como el grabado, la perla, el estuche de tabacos, el portacartas y el cortapapeles, otro adorno. Consiguió en ese momento hacer silencio. Habría podido, yo, oír todos los ruidos de la Creación, sin embargo no oía más que el rumor refrigerante del aire acondicionado, el rascante tatuaje de la pluma maorí sobre el papel blanco y el viento fenomenal que creaba en sus tripas de la tarde los gases de la digestión. Habló la esfingerente. —¿Cuánto gana ustez? —Veinticinco a la semana. Hubo otro silencio que me pareció definitivo. Esta vez le tocaba el turno al olfato, pero apenas había que oler sino el tenue aroma comercial de la Guerlain en el pañuelo azul, que salía como raya del horizonte sartorial un poco más arriba de la costa del bolsillo de la pechera. Creo que fue entonces, por simpatía metafórica, que comencé a mirar con ojo atento la obra maestra de la litografía que maridaba el grabado cartográfico, los temas exóticos y la mariconería. Su mano actual, ya hecha (ante aquel objetivo tonsorial mis manos eran el feto impensado de una mano y la mano del artista anónimo que grabó con perfección la escena de tragedia romántica que un día será alegoría, esa mano hecha ya polvo y olvido, era la no idea de una mano, según el concepto de una mano que tiene su manicura) empuñaba grotesca la pluma como una espada comercial y ambas subían y bajaban con precisión falsa por gratuita. De no haber sido ése el comienzo del momento de la vista y de las reflexiones marinas, habría oído los rumores de la suma, ya que tengo tan buen oído como ojo. En realidad, si fuera más modesto yo sería el autor de Cuadros en una Exposición y no Mussorgsky. Un movimiento visiblemente sonoro me sacó de esta ilusión digna (o calcada) de Bustrófedon. Solaún y Zuleta, Viriato-Senador vitalicio de la República, hombre de negocios presidente de honor del Centro Vasco y del Centro de Dependientes, socio fundador del Habana Yacht & Country Club, primer accionista de Parelimport y administrador gerente de Publicaciones Solaz, S.A., que en la Guía Social de La Habana era una página entera, con hijos, hijas, nueras, yernos y nietos y sobrinos y sobrino-nietos, convenientemente


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