Vidas para leerlas

Page 344

—¿A Irenita? Lo miré con una de sus miradas tópicas. —¿A la estatuica? Por favor, Silvestre. —No jodas. —Floro es un hombre, te advierto. —A Magalena, coño. No hago más que pensar en ella. Me hechizó. Es una maga Lena. Cué se detuvo y se agarró a una columna de la marquesina, como si el muro del jardín fuera el brocal de un pozo. —Dilo de nuevo. Me asombró también el tono en que habló. —Es una maga Lena. —Repítelo, por favor. El nombre y el título nada más. —Maga Lena. —¡Ya sabía yo! Saltó hacia atrás y se pegó en la frente con la palma de la mano abierta. —¿Qué pasó? Nada nada me dijo y entró en el restorán.

XX Arsenio Cué pidió pollo asado, papas fritas y compota de manzana y ensalada de lechuga. Pedí una hamburguesa y puré y un vaso de leche. Comiendo él hablaba del pollo, que es casi una grosería. Me sentí repetido, de nuevo en Barlovento. —Se me ocurre —dijo— que hay alguna relación (estrecha) entre la mesa y el sexo, que se comparten los mismos fetichismos en cama y en comida. Cuando era joven o cuando era más joven, cuando era adolescente —dijo adoles-cente—, hace unos años, me encantaba la pechuga y siempre la pedía. Un día una amiga me dijo que los hombres preferían la pechuga y las mujeres el muslo. Ella según parece, comprobaba esa teoría todos los días a la hora del almuerzo. Si ponían pollo en la casa de huéspedes. —¿Quién se come las alas y el cuello y la molleja? Era yo, claro. Siempre me dejo llevar por el viento de la conversación. —No sé. Supongo que ése es el pollo del pobre. Tengo una hipótesis mejor. Te voy a adelantar una tríada posible. Jorge el piloto, el conde Drácula y Oscar Wilde. En ese orden.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.