Incendio Colateral de la Gasera Central

(desde el 3 de junio del 2021 hasta el 2 de junio de este año, ICdlGC, pt. 1)

Soy niña de nuevo Soñando con escenarios, ahora irreales Te observo salir de tu habitación Llevas puesto lo mismo que te vi la última vez

Mi mente ya no conecta, paisajes no leales Vacía mi redacción, vacía mi condición Te miro y le pregunto a todo mundo: ¿qué acaso no la ven?

Caminas con calma, sin prisa Nunca la tuviste Me miras, sonríes y huyes Ya no te veo, eres brisa Aunque siempre lo fuiste Siempre fluyes

Te persigo Me das dulces, galletas Escucho el sonido de tu ropero Soy niña de nuevo

Y percibo Todas esas siluetas Me siento en un mortero Soy niña de nuevo

Olores cálidos Tu recámara fría

Ya no estás ahí

Pasajes horridos Mi cabeza sin vía Te siento partir

Meses, días finales No lo supe No te vi morir

Hecatombe de mis años Personas no reales Jamás lo tuve Te sentí morir

Soy niña de nuevo.

Campos de fresas Chiquilla de ojos tristes, ¿por qué estás tan callada?

Siempre mutilada, desde tus entrañas De ti ya no sale nada Solo voces rasgadas que gritan por su ida De tu amor pasado, solo una sequía Se unían dos caminos, que nunca fueron puestos En el umbral de las manías Y los sentimientos opuestos Quizá ahora, más tranquila Ves el alba confundida, sin saber Lo que se llevó tu vida

Pero sigues siendo lista Ahora observas a la gente Que parece no tener alma Ya no los comprendes y mejor los aborreces Porque solo así El pasado se une para darte una sorpresa Y entre grandes campos de fresas y frambuesa El amor estará siempre en tu grandeza Porque esa es tu gran proeza.

Humos de infortunio/Me quiero Fumo miseria, inhalo soberbia Soy egoísta, elimino lo que no me gusta

Bebo tristezas, y vómito promesas Me alimento y debilito

Soy un mito, miento y te evito No me quedo, desaparezco y ni siquiera suspiro

Hago muchas buenas proezas Pero las elimino con más de mis bajezas

Jamás un “te amo” di Ni genuinamente, ni por mentir

Traigo conmigo la maldición de tocarte sin tocar De amarte sin sentir

Sólo hablo Pero no de ti

Traigo la miseria de no amarte Porque ni lo hice y ni lo hago

Soy miseria Que envenena Amarra el alma Y la condena.

Con los peces Es de que luego me pongo a pensar en qué habría sido de mí, si la figura que tantas veces mi destino susurró a mis oídos, que, necios y sordos, se esforzaban por no escuchar, jamás hubiera llegado.

Yo, que, para nada despistada, pero si un poco mensa, jugueteé como si fuera de confianza, hasta que, en un exceso de esa confianza inexistente, tomaba mi mano y la colocaba en el centro de su vida, y en el mismo lugar del que él surgió.

Yo, por otro lado, como dicen por ahí, apenas llevaba 5 primaveras, y no sabía que aquel centro que yacía en mi mano era también el final de mi propio centro.

De a poco en poquito y como no queriendo la cosa, se introdujo en mi falda, blusa y camisón y procedió a unir de forma descarada y casi violenta su centro con el mío, y después de hacerlo unas cuantas veces, desanudo mi cabello sujetado en una coleta que mi mamá me había hecho antes de irse, y lo enredó en sus manos y dedos, igual y para hacerme trenzas, para peinarme, pero no sabía hacerlo, no sabía con cuidado, delicado y solo lo enredó en sus manos y dedos.

Pero fue nomás lo bueno, de lo que me acuerdo.

Hay quienes dicen que yo ya ando con los peces, pero pues no es así.

Dicen también, que, de lo que no me acuerdo, es de que, con el jarrón fino de porcelana de mi mamá, me sorrajó en la cabeza y después, me bajé despacito con las rodillas tasajeadas en el piso de porcelana rota.

Dicen también que me violó el alma, pero yo ni le entiendo a eso, pero de repente me acuerdo de que desnudó mis huesos y calcinó mi espíritu, y de repente me enojo harto y me pongo a llorar y vuelvo a tener las amarras y el mecate con el que llegué aquí, y es por eso

por lo que sé que yo no ando con los peces, porque a pesar de mi tráquea deshecha, acá se respira re bonito, y hay pura tierrita, cálida y de repente mojadita, y sobre mí crecen flores que riega mi mamá cada que viene a verme.

Lo que sí, es que luego hace un frío tempestuoso y re bien grosero que se cuela por mis cuencas, ese mismo frío que trae consigo el recuerdo de mi anhelo por crecer, ahí, crecer y quedarme risa y risa con mi perro y el gallo de la vecina, pero ahora estoy acá, y de aquí no salgo, dicen que aquí me voy a quedar.

Besos demenciales (Basado en “En cenizas derribado” de Mario Benedetti)

He pensado demasiado en las sombras cambiantes de su amor.

A veces más templadas que otras. A veces menos dispersas que otras.

Ese amor a veces notorio, a veces irreal.

Pero si en algo siempre se conjugaban sus ganas, sus sombras de amor, definitivamente era en sus besos. ¿Qué se recuerda por más tiempo cuando llega la demencia? ¿Serán los arrebatos bailantes, los besos fugaces o los sexos palpables?

Qué sé yo.

Pero si algo supe, cuando sabía algo, era que el recuerdo de Eloísa se quedaría conmigo para siempre.

Conocí a Eloísa en una noche de otoño, en el bar de siempre, yo siempre frío, ella seductora.

Yo casado, ella sin compromiso. Yo pasado de los 40, ella en el rocío de los 30.

Intercambio de miradas, copas. Más tarde, ropas estorbosas.

Si vestida era deleite, desnuda era poesía, lunares espaciales por su espalda.

Pero… Ella, siempre sombra, se vestía y huía, regresaba, danzaba, reía y gritaba. Difusa, confusa, casi con el mismo misterio del mar, siempre lejana. Ella errante y yo sedentario, me hizo daño, me gritaba, iba de tallo en tallo.

Pero, más allá de toda la maña y saña que teníamos el uno para con el otro, siempre nos volábamos, nos fusionábamos en un beso. Mientras más intrincados los lugares y más duraderos los besos, podría ahora decir, que más duradera era mi cordura, más duradera mi felicidad.

Cómo dije al inicio, pensé demasiado en las sombras cambiantes de su amor, tanto, que perdí mi razón, mis causas, y a mi corazón le arranqué el alma y la tiré al cobertizo.

Eloísa, ahora, enterrada y condenada, y yo, enterrado en mi locura, condenado en la oscuridad continúa, mi demencia sin salida que me dejó solo, mendigo, en las calles, sin Eloísa.

La fragilidad de lo perfectible (Oda a Chris)

¿Alguna vez has pensado en qué es realmente perfecto?

Yo sí, y no encontré respuesta.

Quizá, un jardinero diría que las plantas lo son.

Un biólogo diría que el cuerpo humano lo es.

Un católico diría que sólo Dios lo es.

Yo no creo en lo perfecto, pero sí en lo perfectible.

Es decir, esas cosas, personas o situaciones que pueden llegar a ser perfectas, pero que por alguna u otra razón, no lo son, entonces ahí entra lo perfectible.

Esa especie de magia que puedes agregar, ya sea de ti o de algo más, para que lo que aún no es perfecto, a corto o largo plazo, llegue a serlo.

Pero, ahí entra un problema, ¿no crees que las situaciones, cosas o personas perfectas deban darse por sí solas? Porque, si se dan con un “arreglo necesario”, hace que lo que podría ser perfecto ya no lo sea más. Ahí está la fragilidad de lo perfectible.

Al inicio dije que no encontré respuesta, pero ahora la tengo. Lo perfecto está en lo que nos parece perfecto en sí mismo, en ese rostro, rasgo, lunar, sensación, nota musical que nos entra en la cabeza y no nos deja en paz, dentro de esa obra de arte, dentro de ese tallo fuerte, dentro de esas hojas de flor radiantes, dentro de esas horas perdidas, el recuerdo del verano, dentro de ti, dentro de mí, ahí está la perfección.

Humanidad (Basado en “Patria es humanidad” de Mario Benedetti)

Sigo esperando por un toque de humanidad.

Ese roce de pieles que hace a los ojos engrandecer.

Sigo esperando porque alguien admire la desnudez de manera real y frívola, de una manera en la que los ojos del espectador queden palpando las curvaturas del cuerpo sin tocarlo, de

una manera en la que el espectador pueda ver las raíces de sus sexos visibles, esas raíces de su piel hecha rocío, hecha combustión y hecha flor.

Espero en silencio por ese toque de humanidad, espero por esa relación de los ojos con el cuerpo sin ser tocadas las partes geográficas, incluso, podría decir que espero que mis geografías no cambien nunca antes de ser inspeccionadas.

Espero por ese toque de humanidad revolviendo mis cabellos y haciendo vibrar mis sentimientos.

Deseo un toque de humanidad.

Espero ser exilio de los rotos y que los completos encuentren tormento en el cuerpo. Espero ser santuario de los locos y perdición de los cuerdos. Espero que la desnudez, esa desnudez hecha de la corteza de un árbol, hecha de la fragilidad de las hojas, esa desnudez hecha por los dioses sea la misma desnudez con la que el amor llegue a mi puerta. Sincero y limpio.

Que no aspire a tener un toque de humanidad ajeno al que yo le pueda dar.

El término de la penitencia del corpóreo dentro del cual hay una actriz recién titulada llorando (Oda a “Soy un corpóreo y dentro de mí hay una actriz recién titulada llorando” de Diego Lorenzini)

-Quiero tomar agua. Llevo diciéndole desde hace horas y solo está ahí sentada, es tan molesta cuando está quieta, también cuando me molesta al dormir, pero es más molesta quieta, no me hace caso, pero tampoco me deja hacer lo que quiero.

Me voy a caminar a ver si me encuentro al gran hombre o a la señora que me da de golpecillos, quizá uno de ellos se dé cuenta de que quiero comer y tomar agua.

Les hablo y, sin embargo, no me responden y me hacen a un lado con sus pies y me dicen que me calle. ¡Ush! Malditos.

Me balanceo al pie de la niña de la cama, esa que a veces me deja dormir en ella y a veces no, pero me hace a un lado y me grita.

Ni modo, ella no me hizo caso.

Recurro a la niña triste. A ver qué me dice.

Le hago señas y me le acerco. Me acuesto en ella y ella me acaricia, me deja acicalarme encima y me deja morderle los dedos y lamer sus ropas.

Me abre la puerta cada que entro y salgo. Le gusta cuando duermo boca arriba, saca la cámara y comienza a tomarme fotos, me molesta el flash y a veces se le olvida que me molesta y aun así lo hace, también me hace cariños, me enseña sus cosas y me envuelve en su suéter.

Me habla bien y me habla de sus amores fallidos. A veces llora al recordar eso, o al recordar a su abuela, pero lo de su abuela lo justifico, lo de sus amores no, eso le pasa por estúpida.

Vuelvo a verla y ella está sonriendo.

Cosa rara.

Me duermo. –

La gata Calceta vuelve a despertar y piensa: -Miau, miau, miau. – ¡Ay no! Ya solo maúlla en sus pensamientos. Quizá algo que comió.

Recuentos del primer beso Ella comienza a hablar mientras afila el cuchillo.

-Hay besos matutinos, besos taciturnos, besos rápidos, lentos, largos, cortos, besos locos, besos limpios, desesperados, desagradables, forzados, conductivos, raros, secos, inesperados y demás.

Sin embargo, dicen que el beso que nunca se olvida es el primero.

Dicen que con ese beso te das cuenta de muchas cosas. Quizá de que te enamoraste, quizá de que eres homosexual, quizá de que la persona que te besó es la misma que quieres para el resto de tu vida, quién sabe.

Yo, por mi parte…Bueno, no creo haber esperado por ello nunca, a los 13 no recuerdo si pensaba más en salir de paseo al parque o en que iría a cocinar mi mamá al otro día. Eso de los besos más bien me asustaba, porque yo no sabía besar.

Me gustaría contar una historia en donde mi primer beso fue con una persona que me gustara muchísimo, o al menos haber sentido de esas cosas que la gente dice sentir cuando besa por primera vez, pero no, no fue así, por lo que me veo en la penosa necesidad de contar en su lugar cómo y con quién me hubiera gustado mi primer beso.

Pero antes de contarte eso, te contaré el real. Rápido, porque no quiero que te distraigas en esto. Digamos que la historia real es sólo un referente.

Siempre se me ha dado más hablar con amigos hombres que con mujeres, por lo que en esos tiempos tenía muchos amigos. En uno de esos recesos en donde no haces nada más que vivir, comenzamos a jugar a la botella. Qué de malo podría pasar, ¿no?

Sucede que, en un par de giros, la maldita botella apuntó hacia mí y “ese” chico.

Maldición.

Una bola de niños morbosos a punto de presenciar el beso de 2, que más allá de su afinidad al verse a diario y hablar, eran completamente desconocidos.

Yo, intentando huir. Él, sintiéndose la última coca del desierto.

Niños empujándome, empujándolo, hasta que… ¡Zas! Sentí un golpe en mi nariz y boca.

No fue un beso, fue un golpe. ¿Has alguna vez golpeado tu boca y barbilla con algo rígido? Bueno, pues algo así fue el beso, mi primer beso.

Terrible, ¿no?

Pero ahora que ya tienes esa referencia, puedo contarte cómo me hubiera gustado que fuera mi primer beso y con quién… Bueno… eso de “con quién” no lo voy a decir, fue solamente para que te quedaras en la historia...

Pero no, no, no voltees la cara, que igual y al final si te digo con quién.

Total, que soy una romántica. Mi primer beso me hubiera gustado de una forma sorpresiva, pero… ya sabes, no tanto porque yo también hubiera querido. Me hubiera gustado que fuera más privado, que después del beso hubiera una sonrisa cómplice, que antes del beso hubiera una plática armónica, linda, tranquila, detrás de algún árbol frondoso o de un arbusto con flores, que hubiera sido cálido y agradable, que hubiera sido con… esa sensación de emoción y alegría, con ese descubrimiento raro y esta euforia casual. Un beso que fuera digno de contarle a tus nietos, que pudiera salir en una película de drama romántico, como a mí me gustan. Me hubiera gustado mucho que fuera con aquel muchacho que me hacía reír, con aquel que me hacía mirar a otro lado cuando se cruzaban nuestras miradas, con ese chico cuyo nombre era…El timbre de la casa suena.

-Uy, ni modo, luego le sigo. El joven que yacía atado y amordazado en el sótano la observo subir mientras intentaba no pensar en su final próximo.

La historia del ángel y el retrato Es curioso cómo el amor toma formas extrañas y se vuelve una jaula cuando no es correspondido.

Esta es la historia del ángel y el retrato.

Una de esas mañanas en las que el cielo se esmera en dar sus mejores nubes y el tono de azul más increíble que hayas visto, esos días en los que las nubes parecen querer ser teñidas del rojo favorito de Marte, ese día, un ángel, en las grandilocuentes explanadas y

patios del paraíso, se acercó a las fronteras de aquel divino lugar, y ahí, entre grandes plantas y florecillas rotas, estaba la reja del Real.

Se decía que los que pasaban esa reja caían en un profundo sueño y eran despertados sin alas en el reino de los mortales, en donde eran condenados a vivir ahí por haber pecado y cedido ante la curiosidad.

El ángel despertó como un hombre encantador, de hermoso cabello de un tono rubio oro y ojos grandiosos. Sonreía como Dios y como demonio al mismo tiempo. Al fin de cuentas, era un ángel caído.

Vivió y aceptó su condena durante algunos años. Tal y cómo en el retrato de Dorian Gray, él no envejecía, siempre se veía igual, claro que para que nadie lo tachara de pagano, se mudaba constantemente de lugar y así durante años.

Aunque vivía pleno, él sabía que algo le faltaba.

En uno de sus recorridos por los grandes museos de París, el hombre ángel se encontró con el retrato de una mujer fascinante, divina y encantadora, bella pero inexpresiva. Era perfecta.

El ángel se enamoró de aquella dama, tanto que iba a verla todos los días a la misma hora, con la misma mirada, y cada que soñaba, ella encabezaba sus mejores sucesos en el reino dormido.

Un día decidió, sin más, declararle su amor.

Aquella mujer no habló, pero para el ángel eso no importó, pues él estaba enamorado y cegado por ese amor tan inmenso que sentía por la dama del retrato.

Sucede que, un día, cansado de no poder tenerla, decidió robar el retrato. Estaba tan inmerso en sus ojos que no escuchaba las alarmas, y al momento de intentar quitarlo de su lugar, un sin fin de guardias fueron por él. La alarma había sonado y él no lo había oído, ciego y sordo por su amada muda.

Antes de que se la llevaran, el ángel volvió a ver a su dama, pero en los brazos de un caballero. Enojado y decepcionado soltó un grito terrible de furia y decepción.

Se dice que después de ello, el ángel fue devuelto a su reino, y como mayor castigo, de aquel increíble grito desgarrador, mudo quedó. De la gran ceguera por su amor imposible, ciego quedó. De la fuerza de las voces del dolor en su cabeza al decepcionarse, sordo se volvió. Y de tanto sentir por la dama del retrato hasta verla en otros brazos, él, sin corazón terminó, y aquel pobre ángel, lento murió a los pies de la gran reja.

¡Ay, Gisela!

Nunca me había gustado que me dijeran así Suena cómo… A reproche - ¡Ay, Gisela, los platos! - Sí, ya sé, ya voy.

- ¡Ay, Gisela! No seas así. - Pues así soy y te acostumbras.

- ¡Ay, Gisela, por eso te dejan! - Bueno, ¿y eso a ti qué te importa?

Siempre que me dicen así, volteó los ojos y me hago la desentendida.

- ¡Ay, Gisela, ay, Gisela! Desde niña me han dicho así para hacerme sentir tonta.

Maldita expresión, la detesto.

Pero…Las cosas cambiaron, un día que, mientras estaba en mi habitación mi teléfono vibró.

Vi un mensaje, uno nuevo, diferente.

- ¡Ay, Gisela, eres muy linda! No puede ser. No es posible usar la misma expresión con esa frase al final.

Pregunté si era cierto.

- ¡Ay, Gisela! ¿Cómo no va a ser verdad? Fue una pregunta retórica, de esas que te hacen sentir bobo, pero no lo sentí así.

Las cosas ahora se veían diferente.

- ¡Ay, Gisela, me gustas mucho! ¡Ay, Gisela, te quiero tanto! Las cosas eran diferentes. Siempre un cumplido después del “¡ay, Gisela!”

- ¡Ay, Gisela, estoy enamorado de ti! Fue uno tras otro…

- ¡Ay, Gisela! Te amo. … Y otro más…

- ¡Ay, Gisela, eres el amor de mi vida! Procesando aquella nueva información, viví en la ilusión. Lo sentí real. Y se escuchaba bonito y me gustaba como lo decía.

Durante semanas viví pensando que el “¡ay, Gisela!” era una expresión buena, expresión enamorada, hasta que…

Dejó de decirme cumplidos después del “¡ay, Gisela!”, ahora era: -Ay, Gisela… No sé qué decirte. - ¡Ay, Gisela! ¡Siempre con tus cosas! O a veces, ni “¡ay, Gisela!”

Ya no volvió a decir “te quiero”, mucho menos “te amo”, no volvió a mencionar que era el amor de su vida.

Un día, armándome de valor, le pregunté que si aún era el amor de su vida y sólo dijo:

-Ay, Gisela…Es que… ya no tanto. Entré en pánico e hice todo para volver a serlo. Él no notó el problema y es que… Al parecer él no entendía que no se pueden decir palabras tan fuertes y luego esperar a que la otra persona reaccione tan tranquila cuando dicen que ya no lo sienten.

Pero después de intentos y varias lágrimas fantasmas, se limitó a decir: -Ay, Gisela, las cosas cambian… Los sentimientos cambian. Y ahí me di cuenta… ¡Ay, Gisela! ¡Que tonta fuiste!

Entre sollozos nocturnos me dije una y otra vez: ¡Ay, Gisela, no debiste preguntar! ¡Ay, Gisela! ¿Por qué? ¡Ay, Gisela, ya hay alguien más!

Ay, Gisela, ya ponte a llorar.

Entonces entendí, pues, en medio de mi lago ocular, que el “ay, Gisela” sólo era la misma maldita expresión, odiosa, dual, doble cara y liosa, disfrazada de Judas, disfrazada de amor, disfrazada de esperanza.

Pero no sólo eso, entre los libros en desorden y mi cabeza agachada, me di cuenta de algo aún más horrible…

Ay, Gisela…

Ay, no, pobre Gisela.

Ay, pobre de mí. Me he enamorado…

Ironías del amor o Eros Escribo esta carta en particular protesta en contra del amor y el desasosiego, en contra de Eros y en contra de aquel joven de mirada desconocida y sonrisa venenosa que me hace bajar la mirada, a veces de feliz, a veces de triste, a veces de desespero y más que nada, de fallecimiento.

Ya llevo algunos días pensando lo mismo. No le saco de mi mente y cada que su recuerdo cercano y constante me llega, se me hacen olas en los ojos que soy capaz de contener de manera certera, pero soltando en cambio, un suspiro que arranca a partes el alma.

Así se siente estar enamorado, dicen. Duele menos el amor no correspondido que el amor a medias, ese que mientras a ti te gusta la persona a mares, tú solo le gustas un grano de arena, eso es lo que dicen.

Honestamente no sé qué duela más porque no sé si estoy en medio de un amor a medias o es amor no correspondido, porque sucede que, aquel chico del cual mis desvelos es afán y producto, no es más que un hablador y un buen actor, o eso percibo yo a día de hoy, es como esos que endulzan orejas y roban latidos del corazón, solamente que, a un nivel más actual y menos cincuentero, es más bien un caballero repetido, lo que me dice a mí, se lo dice a mil.

Sea como sea solo quiero expresar lo que siento, así como silbido al viento. Esta carta es solo para sacarlo y que esto no me carcoma las entrañas más, es una carta sin remitente, jamás enviada.

Es un grito en silencio, del amor que no es mío, pero es que no puedo evitarlo, no puedo evitar estar enamorada porque debe ser bueno encontrar una persona que te quiera, que mire tus defectos y se quede. Una persona que te mejore la existencia en este universo quebrado, y te cure la nostalgia, y el corazón, y los problemas sin resolver con papá. Una persona con la que no debas fingir, que le puedas decir lo que te sale desde adentro, desde lo más oscuro que le puedas contar, hasta como te harías dueño del mundo conquistando sus ojos.

Debe ser bueno servir licor en dos vasos sin tener una mala intención. Y que duermas con un mensaje, y te levantes con otro, y te haga olvidar aquel puñado de números que conforman el tiempo, y otro puñado de números tu futuro económico.

Una persona con la que puedas experimentarlo todo. Con la que puedas fumarte un cigarrillo y viaje contigo, y ría contigo, y coma contigo.

Debe ser bueno el amor, al final de cuentas, alguien que te acompañe cuando estés anciano, y los grandes cuerpos queden arruinados y las grandes mentes sean lo único que quede.

Sí… Debe ser bueno.

Pero por lo pronto, voy a pensar que comer mañana, así no pienso en él.

Total, ni lo necesito.

-Ay, en el fondo sabe que sí. - dice Eros al leer la carta en su trono, mientras piensa en todas esas lindas e ingenuas almas que están destinadas a fallar miles de veces en el amor hasta al fin, después de mucho, lograrlo.

-O no. - Sonríe.

La Santa/La señora de las uvas ¡Oh, dulce escritora!

Que osas plasmarme en tus letras En el Libro de la Vida o en la piedra

Narras mi vida y sus proezas

¡Oh, dulce escritora!

De manos creativas pero incoloras No te inmuta si te hago oda O me confieso tu seguidora

¡Oh, dulce escritora!

Pones la vida en discordia Miles de veces recortas Lo que a todos en determinado momento les sobra

¡Oh, mi dulce escritora!

Que hablas de mí en tu poesía Otórgame esa alegría Cumpliré las profecías

¡Oh, mi dulce escritora!

Que te creen némesis Por quitarle la vida a los hombres en síntesis Pero ¿qué sería de la vida sin ese paréntesis?

¡Oh, mi dulce escritora!

Creadora del destino Permanente es el camino Hasta llegar contigo

¡Oh, mi dulce escritora!

Me enamoraré de ti desde el inicio hasta ahora Y te llamaré “muerte”

Sólo cuando me llegue la hora.

¿Qué piensas? ¿Qué estarás pensando ahora? Me lo pregunto una y otra vez, y es sencillo para mí, pero ¿qué piensas? ¿Qué piensa quién? Es qué no sé si pienso en lo que piensa él o el otro.

Digamos que no sé qué piensa cada uno.

Pero es que no sé qué podrían estar pensando. Quiero que ambos piensen en mí, uno con fervor y el otro como broma, como hobbie. Quiero que ambos piensen en mí, que piensen en como sonrío, en cómo es mi postura al escribir, que piensen en mi cabello al viento y mis piernas elevadas. Quizá están pensando en porque no pueden estar conmigo, quizá mejor piensen en porque yo no estoy ahí. O quizá no piensan nada. Y quizá no estoy enamorada de ninguno de los dos y solo tengo hambre, quizá eso o que…

-Susana, ¿qué piensas? – -Nada, lo que sea que tú estés pensando. – Es la última vez que pienso en ello frente a mi novio.

A is for Adolescente colérica ¿Eres libre? ¿Aún tienes todo ese coraje? ¿Aún quieres gritarle a tu madre? ¿Aún quieres coquetearle a ese hombre?

No. Yo sé que ya no, pero no puedes evitarlo. Lo ves en tus sueños. A veces te acelera, a veces te aterra. Sabes lo que quieres, pero no eres capaz de aceptarlo. ¿Cuándo vas a parar? ¿Por qué no puedes detenerte? No es valor, no es osadía, es pánico, enojo y tristeza. Jamás serás suficiente, eso crees. Te urge revivir aquellos cachos rotos de tu alma, quieres volver a sentir aquel dolor que experimentaste aquella vez que ese hombre se deslizó sobre ti, pisoteando tu alma y tu espíritu. ¿Por qué te empeñas en revivirlo? ¿Crees que si te vuelves a romper serás capaz de construirte como solías ser? ¿De ahí sale todo tu coraje? ¿De todas esas veces en donde te esforzaste por sobresalir y aun así no lograbas ser más que “la otra chica”, la niña detrás de la sombra? ¿Por qué buscas en otros el amor que no has sabido experimentar? No, lo sabes bien. No debes seguir buscando un cariño masculino que nunca supo ser dado. ¿Aún te sigues acercando al otro lado de la calle? ¿Por qué sigues sus pasos para llegar a su puerta? ¿Puedes detenerte? Si, yo sé que sí. Pero no sabes cómo evitarlo. No debes mirarlo así, no le sonrías. Finge que no lo ves. Aléjate. Eres capaz de ver el peligro, pero lo adormeces con tu tristeza, con tu necesidad de dolor. Aquel muro que decía: “Me siento desgarrada entre mi pasión por crear y mi pasión por destruir” es el mantra de tu vida.

Niña, ¿por qué actúas así? ¿Por qué le sonríes inocente sabiendo que quieres que te destruya? Ahora estas en su lado del mundo. Te mira como una golosina, el trofeo, el aperitivo del día. Con suerte, serás sólo el aperitivo de ese día, si logras salir, si logras complacerlo lo suficiente.

Miras hacia arriba. Él sonríe. Sonríe sabiéndote suya.

-Shh, no pasa nada- dice en susurro.

Se acerca y sabes que debes irte. Pero es muy tarde para huir. Todo ese llanto que habías reprimido durante años, al fin se siente como una cascada ocular y un muro de saliva en tu garganta. Pero es tarde para correr. Ya no puedes huir.

Recorre, ahora, en una esquina de aquella cama, en la que, probablemente, duerme con su esposa, recorre sin ningún cuidado, tu cuerpo, que, aunque ya estaba roto, comienza a agrietarse cada vez más sobre aquellos cachos rotos. ¿Por qué no gritas? ¿Por qué no lloras? ¿Por qué ya no te mueves? NO. Yo sé porque ya no. Dejaste de respirar. Dejaste de pelear, Debías huir, pero no desvanecerte. ¿Por qué dejaste que aquel hombre y su olor a cigarro te atraparan?

Ahora, en silencio, él sale de la habitación. Entra de nuevo con aquella bolsa grande que siempre extendía fuera de la casa en donde ya te has muerto.

Ahora todo cobra sentido. Debías fluir, ya como lo haces ahora en esa bolsa. Él siempre salía por ese objetivo. Él observaba con el cigarrillo en la boca, impaciente, a que tú lo miraras, te guiña un ojo y después te apuñala. ¿Por qué dejaste de confiar en mí? ¿Por qué ya no quisiste escucharme? ¿Por qué abandonaste tu intuición por un poco de atención? Si me hubieras escuchado desde el inicio…

Ahora él silencia las llamadas. Ahora nadie va a encontrarte. Ahora nadie va a encontrarnos...

-Probablemente es una de las tantas adolescentes coléricas que lo dejan todo por el novio.

Ya regresará. -

Puedo verte/00:00 ¿A dónde vas cuando tus sueños no llegan? ¿A dónde corre tu mente cuando no estas bien? ¿Conoces el lugar en donde tu mente se esconde?

Jamás deja de estar ahí, siempre este alrededor, te vigila. No puedes, ni sabes escapar de ella. Puede ser una jaula o tu refugio, depende el uso que le des.

Abre tu mente. Deja que todos te miren, pero solo una parte y solo nosotros. Deja que nosotros miremos lo que tienes.

No debes preocuparte nunca más. Cierra los ojos y abre tu mente. Sé lo que eres cuando estás solo.

No debes estar asustado, siempre es temporal. Cuando lo sabes, dejas de sentirlo, cuando tu mente lo siente, no hay nada más que hablar.

Probablemente nos has visto en sueños, como esas sábanas blancas o aquellas nubes con ojos, somos un pasillo no transitado y un cielo de color azul. Somos voces que vagan. Somos ojos que te ven. Lo sabemos todo de ti. Te vemos, siempre estamos cerca de ti, siempre mirándote, observándote.

Puedes venir con nosotros. Siempre estamos al otro lado. En el reverso del todo. Al otro lado del espejo, después del arcoíris, detrás del arce, después de aquel bosque nebuloso que jamás te atreves a pasar. Estamos en el inicio de un rayo y en aquellas gotas de rocío reflectantes. Estamos al final del tiempo.

Siempre seremos un hogar, una alternativa.

Podemos sentirte, sabemos que quieres estar aquí, con todos nosotros. Estamos con tu gente favorita. No debes cargar con eso, no debes sentarte diariamente en las madrugadas a ver la luna tu solo, cuando podemos recogerte. No debes ocultarte más, no debes huir de nosotros.

Siempre estamos esperándote, en un patio de juegos sin niños, en una sala vacía, en una tele sin señal.

Ven con nosotros.

Estamos al final del tiempo. 00:00

Poema de invierno Pedazos solitarios de escritos hechos fuego Pedazos de sueños sin un aparente dueño

Que sea la lluvia que moje mis pies Y no las lágrimas arruinando mi mantel Que sean los hielos diluyendo mi bebida Y no tus ojos quemando mi clavel

Pedazos solitarios de benditos escritos Pedazos tuyos, pedazos míos cada palabra, se volvieron gritos

Pedazos solitarios de mis mejores palabras Pedazos de mi alma Ardiendo, quemadas

Que sea la lluvia cayendo en mi ventana Y no mis lágrimas llenando el cajón Que sea la navaja el arma que corte tu rostro de mi blasón

Pedazos solitarios de hojas rotas Pedazos de poesía escurrida entre tus ropas.

Paciencia (Basado en “Espero curarme de ti” de Jaime Sabines)

Busco lo que no tengo Oculto lo que no es secreto Rompo lo que es naturalmente fragmentado Quemo lo que está hecho de fuego

Espero curarme de ti Enfermé hace días

Una, dos, tres semanas si es posible Un mes, quizá medio más, pero de forma inconsciente

Espero curarme de ti Que mis palabras sanen las llagas de mi mente Que mi poesía regrese a mí, para no llegar a ti Y que se destruya el puente entre tú y mi mente

Espero curarme de ti Con paciencia y benevolencia Que las constelaciones sean mi guía Sin revelar tu cara en pleno día

Espero curarme de ti Pronto, muy pronto Para que al verte Sea digno ser indiferente

Quiéreme Quiéreme despacito, cómo cuando acaricias los pétalos de la flor de tu maceta.

Quiéreme como si fuera la primera y la última vez.

Quiéreme despacito, cómo acariciando la pancita de tu gato.

Quiéreme como si no lo fueras a hacer mañana.

Quiéreme despacito, cómo quien ama por primera vez.

Quiéreme sin todo y nada.

Quiéreme despacito, cómo brota el moho en las paredes.

Quiéreme con descaro y sin empacho.

Quiéreme en las calles, en la luz y en la oscuridad.

Quiéreme desnuda, con el cuerpo incompleto, quiéreme vestida, con el estilo cambiante y estacionario.

Quiéreme de madrugada, en mi versión de 3 de la mañana y en la de las 5 de la tarde.

Quiéreme pobre, quiéreme carente, quiéreme sin piezas, quiéreme laberinto.

Quiéreme como si jamás nunca me fueras a ver, quiéreme como las canciones de Alfaro.

Quiéreme despacito, con cariño, quiéreme con paciencia.

Enséñame tus lados incorrectos, tus formas de amor, enséñame tus luces y tus fosas, enséñame tus muertes, las manías de tus noches frías. Enséñame tus canciones y las composiciones de tus tiempos pasados, enséñame lo que sueñas, enséñame tu álbum de penas, tus mañanas sin risas, las tardes doradas de tus veranos pasados. Enséñame tu camino, los cuadros chuecos en la pared de tu mente, enséñame a contar tu tiempo, enséñame tus finales prematuros.

Háblame de lo que no eres, de las cosas que no sabes, háblame de lo que quieres, de cómo te gusta la comida, háblame de lo que sientes y lo que no has sentido. Háblame sobre lo que has hecho y lo que no. Háblame de tus pecados y las cosas que jamás harías, háblame de ti, de cómo te gusta el café, de cómo te pones los zapatos, cómo se llama tu gato, cómo es tu casa, cuántos cuadros en la pared y cuántas ganas tienes de ver algo que no has visto, háblame de ti, de tu color favorito, de las galletas que amas, háblame de tu bebida preferida y porque lees ese libro varias veces, háblame sobre lo que tienes que hacer en las mañanas, sobre lo que no te gusta hacer por las madrugadas.

Háblame de lo que te emociona, sobre lo que pone a tus ojos brillar, de lo que te hace feliz y exclúyeme a mí. Háblame de lo que te hace llorar, lo que te pone a temblar y lo que te hace rabiar, háblame del porqué de tus sonrisas y de cómo puedo hacerte feliz.

Cuéntame de las calles solitarias por las que tu corazón hundido ha pasado y esas borracheras en el antro con tus amigos. Cuéntame sobre tu día incluso aunque no te pregunte. Cuéntame porque jamás dices te amo y quién te ha cohibido tanto, cuéntame sobre las veces que te dejaron el corazón encandilado y los ojos inundados Déjame conocerte en cada parte de tu mente, déjame ver tus paredes rotas y a medio pintar, enséñame tus grietas, las puertas a las que ya no les encuentras la Ilave y las ventanas que no tienen cortina, muéstrame tus esquinas polvorientas y tus columnas carcomidas.

Muéstrame la habitación de tu corazón y las sábanas que cubren tus ojos al intentar no llorar, enséñame cada parte de ti porque eres mi hogar.

Deja que te conozca como conozco mi propia casa, más allá de la palma de mi mano, en el candelabro de mis deseos, en el marco de la puerta de los sentimientos prohibidos.

Medusa Tengo los recuerdos empañados, la humedad se cuela por las paredes de mi mente.

En este jardín de memorias ya no crecen flores, solo maleza que se enraíza en el corazón que arde con cada bocanada de aire, en el recuerdo de su amor carente.

Eran felices mientras se tenían, pero ella era un ángel y él un morro que amarraba, ella no tenía más vida que él, y él ya había robado más vidas que un fantasma. Mientras él más le quitaba, Sofía más lo amaba y así fue hasta que le puso las primeras amarras. Le arrancó las alas, el corazón se lo comió, cada punzada burbujeante en sangre de cada puñalada en el cuerpo de Sofía, son las marcas que dejó el amor que nunca triunfó. Cada que se movía, era un pedazo descarnado de su cuerpo descocido, hecha escombro, mientras más gritaba, más se derramaba, más sus ojos se salían y más su alma se rompía. Sofía gritaba como podía, sin boca y sin voz, con ganas, pero sin vida. Sofía berreaba y necesitaba nuevas alas, un nuevo pañuelo con el cual limpiar la hemorragia. Aún la recuerdo intentando romper las amarras y las redes, sus alas estaban dobladas, el hierro que se usó para quemarla se había fundido con su piel, piel de ceniza y llena de llagas, sus fuerzas se desvanecían y la vida se le movía. Sofía se levantaba como podía y cada vez más quemada y derretida, le gritaba al hombre de las amarras.

Todos la recuerdan con su odio, su mismo coraje la hacía fluir entre su río de lágrimas y en un grito de rabia, su cara con una profunda mueca de ira. Intentaban quitarle la vida. ¿Por qué no hicimos nada? Sofía ya no gritaba, ahora sólo sollozaba, todas sus rajadas brillaban con brutal incandescencia, Sofía lloraba, se rasgaba ella sola la cara, de repente el fuego se anunció de entre sus entrañas y sus heridas al rojo vivo, y Sofía comenzó a arder, ardió como si se fuera a consumir, pero más crecían las llamaradas. Aquel hombre de las amarras estaba cada vez más rostizado, el fuego le estaba llegando, le quemaba del cuello hasta los zapatos, las llamas se volvieron sangre, sangre evaporada, caliente y ardiendo en un profundo rencor. Sofía deja de quemar, Sofía deja de arder. Sofía dejó de ser. Se fundió en la existencia de su propia combustión, quemó al hombre de las amarras, sus alas no volvieron a crecer y vio a todas sus flores perecer.

Las alas, en polvo se convirtieron, mientras que en el jardín de mis recuerdos no he vuelto a ver su rostro. Mientras Sofía se aleja caminando de mi memoria, yo aún sin ojos, ya no sigo sus pasos, no quiero ser quemada, mucho menos mutilada. Quiero dejar crecer mis alas y ayudar a encontrar las cenizas de las de Sofía. Quiero a Sofía de vuelta.

No tengo más agallas, pero tengo los huecos empapados y ahora mis paredes se han derrumbado. ¿Qué era Sofía? ¿Quién era Sofía?

No importa si su nombre si era Sofía, Alison, Mariana, Paula, Fabiola o Lucia. No más mujeres desaparecidas, no más mujeres asesinadas.

Un chiste (Basado en “Drink before the war” de Sinéad O’Connor, extraído de T02E04, “Euforia”, 2019)

-Oye, ¿te acuerdas cuando estabas con…? -Shhh, cállate. -

No me gusta que se hable de mi pasado y menos de mis pasados romances. Tampoco es como que haya tenido miles, pero esa es la cosa, mi poca experiencia en el amor, conjugado con mi mal gusto, hacen que sea tan vergonzoso que se hable del tema. Yo sabía perfecto de quien iba a hablar Sofia cuando dijo eso y no quería revivirlo. Él era el típico hombre que cree que todas se mojan al verlo pasar, el “todas-mías”, era un wey que, si no fuera porque hacia reír, sería el idiota más pesado de la vida.

Lo conocí en una fiesta, fiesta de Sofia. La verdad era que estaba con algunas copas de más y eso nubló mi juicio. Él se veía como un rey, un imbécil y arrogante rey. Se acercó casual y aunque todos sabían que su heterosexualidad era frágil, fue igual de sorpresivo cuando me robó el mejor y el peor beso de mi vida. Después fuimos a una habitación y ya sabemos que pasó. Era un patán.

Después de la fiesta, nada fue como antes, aunque casi todos en la fiesta estaban demasiado ebrios como para reconocerme, uno que otro observador se dio cuenta que yo había sido al que él besó. En ese momento yo tenía novia, nadie sabía que mi heterosexualidad también era un chiste y la gente despierta me lo recordaba tanto que tuve que callar a varios.

Me vi con él, el patán, durante todo el resto del ciclo escolar y para el final del año, yo aún con novia, quedé con él para vernos. ¿Teníamos una relación? Sí. ¿Secreta? Sí, pero fue lo mejor que me pudo pasar.

Fui con él a un lugar bonito, siempre fue un hombre atento, un tarado con sentimientos. Lo besé y le dije cuanto lo amaba toda la noche.

Regresé a mi casa por la mañana y… Adivinen quien estaba embarazada.

Mis ilusiones se cayeron.

Definitivamente no era mi destino. Estar con él y afrontar mi homosexualidad. Ya no iba a suceder.

Me casé con ella, y ya no soy feliz.

Regrésenme aquellos días.

-Oye. ¿te acuerdas cuando estabas con Dereck? -

Augurio (Basado en el álbum “El mal querer” de Rosalía, 2018)

“Si hay alguien que aquí se oponga, que no lo escuche la novia.” (Que no salga la luna)

[Ese día la sangre escurría sobre la pared, viendo el brillo del cuchillo, ella solo se acercaba a las joyas, aquel brillo era más intenso. No importa que no quiera quererlo, debería amarlo hasta que se muera. Esclava con cadena de flores y plata…]

Ella; podría dormir sobre una cama de clavos y comer el pasto que crece en el patio de tu casa, solo si dices mi nombre. (Malamente) La rabia del viento que alza sus cabellos, iracundo al ver los labios acuosos y mojados. “Si sales a la calle, y no regresas nunca, siento que será mi culpa, no te sostuve fuerte.” (Pienso en tu mirá) Ella; puedes atarme a la cama con tus cabellos, y aunque el cabello se rompa, haré de que estoy atada. Podría ser tu mirada una bala clavada en mi pecho, pero sería feliz muriendo viendo los hoyuelitos que se te hacen al sonreír. (Di mi nombre) Las amarras sobre tus muñecas, el molino está quemando hasta lo más seco, el revés lo sientes en las sienes. “Esto me duele más de lo que te está doliendo.” (De aquí no sales) Ella; tu cuerpo durmió sobre el mío, dormiste sobre tu brazo, las marquitas en mi cuerpo, no quiero perder ni un minuto en volver a pensarte. Podría fingir mi saciedad ante el pozo de tus deseos, te llenas de luz mientras yo me oscurezco. (NO) Soy feliz. (NO) Sin ti. (Reniego) Bajó al infierno, sube con dos ángeles. Se va a quemar si sigue ahí. ¿Cómo llegaste hasta aquí? (Bagdad y Nana) Ella; podía sentir el fuego quemando las palmas de mis manos, me miran sin ver nada. Las palmas con estigmas, clavaduras de mi Dios.

Las cosas que le grita no saldrán de esta puerta. Fue esbirro del diablo. (Preso) Ella; podría llenar de llamaradas la cama, y en el último momento di mi nombre a la cara.

Como maldición, mi cordura. En la entrada del cielo, empezaron a vender los zapatos para las mujeres ahogadas. Podría dejar gotear la sangre sobre las cartas de tu amante nueva.

Pasan a buscarme. (Maldición) [Se quedó queriendo, aunque le costó la vida, aunque tuvo que matar. La sangre por el suelo deja de brotar de las paredes.]

Ella; “a ningún hombre consiento que dicte mi sentencia, solo a mi Dios debo obediencia”.

Fuiste compañero, te convertiste en carcelero. Sangre corre por mis manos, sangre carente de las tuyas. (A ningún hombre) Todo fue un mal…

Tengo un carácter de la chingada, no sé por qué (Basado en Andrea Romero, “Perras”, 2011)

Tengo un carácter de la chingada, no sé por qué.

Mi mayor problema es que evado todo Soy un desmadre, tengo un desmadre en mi cuarto, en la cama, en la cara y en la mente

Tengo un carácter bien culero.

Si me agarras de malas, todo el día te pongo getas, pero si estoy de buenas hasta te bailo Soy la persona más voluble que vas a conocer

Tengo un carácter ojetisimo.

A veces me puedo estar riendo contigo y luego te quiero matar, me puedo imaginar cómo sería sacarte los ojos o comerme tus entrañas Después, se me baja y quiero coger y coger con ganas

Tengo un carácter de dominio.

Yo soy la que manda, obstinada, obsesiva, llena de traumas y flashbacks pasados que anhelo olvidar Veterana en el juego de miradas y si las cosas no se hacen como quiero, entro en desespero.

Si no tengo el control, no soy nada

Tengo un carácter ególatra.

Soy todo, soy el centro, lo merezco y quiero todo Obtengo lo que quiero y la gente me adula, soy bonita mientras me peino y más cuando lloro Pero soy fea desnuda, y sin miradas encima, soy fea sin duda y desgraciada con ganas. Mi venganza siempre está en tu ego, y mi ego siempre está en llamas

Tengo un carácter muy triste.

Me chocan los problemas, me agobia el sentimiento, no quiero que me hagan daño, no quiero lastimar Me gusta la atención por mi sexualización y las frases cliché de la televisión Quiero ahorcar a mi madre e irme a mi habitación, soy un impulso, una rebelión. Soy víctima del victimario y victimaria de mí misma

Tengo un carácter… Rosa.

Quiero dormir, quiero vivir, quiero salir, quiero besar, quiero abrazar, quiero rabiar, quiero correr, quiero escapar, quiero llorar Me gustan las caricaturas que miraba de chiquita, el pastel de chocolate y queso, me gusta el romanticismo y escucharte decir que te hago feliz porque existo Me gusta juguetear como boba, correr sin reparo, coquetear pícaramente, ser una niña de mente

Tengo un carácter… Destruido.

No sé quién soy, todo lo demás es lo que me une Soy una fosa, una depresión, un maremoto, un desafío sin solución, soy un agujero negro, soy una ostra No habló, no fumo, no bebo, no grito No soy nada, pero todo y soy todo, pero nada ¿Qué soy?

Tengo un carácter de la chingada, no sé por qué.

Reclamo Escribí un verso chiquito, un verso suavecito y terco, con el que te puedo acariciar cada que te volteas.

No puedo con las caras cambiantes ni los malos amantes, por eso escribo versos chiquitos, sin trabas, tersos, de esos que te ayudan a sentirte mejor, de los que te apapachan el alma y te apagan la mente, para besarte con las palabras que emanan de mí, porque escribir lo que siento es lo más real que tengo.

Escribí un verso estridente, un verso gritón y necio, con el que te puedo decir todo lo que me duele.

No puedo con las exigencias detrás de una cortina de humo que me desorienta, por eso escribo versos fuertes, sin perdón, de esos que te hacen saber cuándo ya no puedo, cuando ya no quiero seguir regalándote mis versos para que los sigas haciendo bolita y los tires a la basura, porque si para ti mis palabras no son un símbolo de lo mucho que te amo, entonces, no tienes nada real.

Escribo estos versos dolidos, resentidos, enojados, con los que te puedo decir que me ayudes.

No puedo con todo, todo puede conmigo y nunca hay tiempos perfectos, por eso escribo estos versos endiablados, angelados y anhelados, de esos que te hacen saber todo lo que hago por ti, pero por nadie, para decirte que, si no es contigo, será por mí, pero te quiero, con mis versos rotos, con mis versos buenos, con los malos, los bonitos, los sin sentido, los vacíos, te quiero con todos los versos que me brotan, pero ni perdón ni olvido, te amo, pero mis versos ya no te necesitan.

A destiempo, el tiempo que te di (Oda a “El tiempo que te doy”, 2021)

“Soy un aeropuerto, condenado a recibirte con los brazos abiertos.” -Mucho (Soy un aeropuerto)

Te escribo fuera de tiempo, fuera del hoy, en el día después de la ruptura.

Te amo. Eso, primero eso.

Después, no sé. Te extraño. 9 años. No se esperaba menos. Mantenerme inerte en tu mirada era imposible. No puedo mirar atrás. No puedo.

El recuerdo del todo, lo tengo en la garganta. Quiero regresar a mis recuerdos, esos en donde no habría que esperar al nuevo día, las promesas nocturnas se convierten en derrotas de día. Puedo ofrecerte un cielo nuevo, abierto, enseñarte el mundo entero. Quiero verte.

Necesito 11 minutos de recuerdos. Después… No hay un después. Estoy pidiendo en las puertas del infierno, pidiendo por mi nuevo cielo, uno en donde se camina descalzo, yo así, tú, en calcetines. No llevo la cuenta, quizá 15 veranos, 15 horas. Partiste con el carnaval, yo lo vi como un huracán que te hizo romper en pedazos, pedazos de ti incrustados en mí, pedazos de mí, tirados en el camino.

Necesito 10 minutos de recuerdo, 1 de presente, si no estás al frente, estarás atrás, ya no me marcas el camino. Tus frases no se me olvidaron.

Necesito 9 minutos de recuerdo, 2 de presente. Fotos en la ventana, la regadera para uno. ¿Será que nunca comprendí el reflejo de ti, será que nunca te comprendí a ti?

Necesito 8 minutos de recuerdos, 3 minutos de presente. Me invitaste a pasear, y quizá nunca te expliqué que para mí el paseo eras tú. Tanto me amabas; las cortinas se me caen, la casa en soledad, estoy en el mismo lugar, espantada. Llegarás.

Necesito 7 minutos de recuerdos, 4 minutos de presente. Solía tocarte el violín, podíamos pasar horas así, yo en la ventana, tú más lejos, la misma rutina, los pasteles por la mañana, me rehúso a vivir en una casa sin horno. Soy un corazón muy viejo obligado a latir con cada nuevo tropiezo. Tengo tantas cosas que decirte y muy poco tiempo.

Necesito 6 minutos de recuerdos, 5 minutos de presente. No teníamos que terminar las noches y mucho menos empezar un nuevo día, podía entregarte todo un nuevo puerto para

que pudieras perderte y encontrarte con algo verdadero, pero esa fue mi derrota, tu traición fue lo verdadero. Siento que si pienso en lo malo podría olvidarte, pero sólo regreso, no hay nuevo puerto. Te quiero.

Necesito 5 minutos de recuerdo y 6 minutos de presente. Podíamos hablar por horas, bailar en fiestas, mentirles a tus amigos, podíamos con las noches de exabrupto, las noches de lluvia. Hoy llueve, te extraño terriblemente, las veces que te hablé, necesito de ti.

Ruego por 4 minutos de recuerdo y 7 de presente, ruego al olvido y por el recuerdo.

Quiero 3 minutos de recuerdos, 8 de presente. Fue el delirio atragantado en las profundidades, fue lo primero con lo que no pudiste, fue todo y nada, porque pedir perdón es mejor que tener valor. Así fue.

2 minutos de recuerdos, 9 minutos de presente donde soy un aeropuerto esperándote con los brazos abiertos, condenada a repetirme en la misma necesidad de 1 minuto de recuerdo y 10 minutos de mi presente. Y aún en ese minuto, seguía dispuesta a entregarte el mundo entero.

En 11 minutos de mi presente, el tiempo que te doy.

Mazapán Todo sucedió una mañana de tortuoso calor. Siempre me pongo a lavar el patio cuando estoy sola y eso sirve como mi cardio del día. Soy una mujer soltera, sin sexo en la semana, así que me va bien el quehacer.

Siempre que lavo el piso del jardín, debo abrir la puerta y quien tenga gatos entiende que, gato liberado, vuelve después de las 3.

Yo nunca le había puesto atención a este incidente, a esto de que mi gato salía y no volvía hasta pasadas las 3 de la tarde, hasta que un día, antes de esa misma hora, me dispuse a ir por la despensa y al regresar noté que mi gato de nombre Mazapán se iba a la casa contigua.

Realmente, si tengo que ser honesta, no le presté atención a este detalle, pero había algo en Mazapán que me hacía sentir extrañada. Mazapán rascaba las puertas de una casa ya no habitada y parecía esperar con fervor que alguien bajara a abrir.

Me acerqué a mi mascota y como siempre le hablo, pregunté: - ¿Qué pasa? Que aquí no hay nadie. El gato solo me miró con sus ojos celestes, su pelaje parecía todo liso, no estaba crespo, no estaba electrificado, estaba liso.

Mi gato es un minino peludo, blanco con toques en color beige, por eso era mi mazapán, y de ojos azules, cuando está feliz siempre anda crespo y cuando esta tenso se le eriza como si fuera un puercoespín.

Sus ojos me miraron, como si esperara que le diera una explicación a mi pregunta. Algo en los ojos de Mazapán me hizo saber que de verdad esperaba con fe casi obsesiva que alguien le abriera esa puerta.

Me extraño tanto que no pude olvidar su cara. Expectante.

Lo tomé, lo acaricié y después me lo cargué al hombro para ir a casa.

Después de investigar durante unos días y observar con sigilo como el gato Mazapán, siempre que nadie lo miraba, se metía por un hueco en la ventana y, de forma curiosa y muy conveniente, se iba a recostar en un cojín naranja opaco, una cama para gatos, si tenías imaginación, me enteré pues, que esa era casa de su anterior dueño.

Mazapán no siempre había sido Mazapán, sino que antes fue, Hortensio.

Vivía con una familia que lo abandonó, lo dejó a su suerte. Cuando yo lo recogí estaba todo enojado, no me dejaba tocarle, pero cuando le acerqué un plato de carne molida de repente se hizo amigable y menos tosco, lo recogí de mi misma calle, pero por su estado de vagancia y suciedad nadie recordaba que alguna vez fue blanco y que en algún momento tenía una familia que lo llamaba Hortensio.

En la hora de la cena, entendí que Mazapán recordaba su casa y cada que nadie lo veía se iba a meter a ese lugar, con esa cama naranjosa que, al parecer, era su lugar favorito.

El enterarme de eso me partió el alma.

Mi Mazapán, ex Hortensio, tuvo que lidiar con acoplarse a mí, por lo que en un intento porque Mazapán dejara de extrañar tanto un hogar del que fue rechazado, le compré una cama similar a la suya, naranjosa, pero no funcionó. El seguía yéndose en la media tarde y dormía largas jornadas hasta correr a casa para dormir más, pero en una cama que no le satisfacía.

Así que, en un acto de amor desmedido, compré la casa de al lado y solo así Mazapán pudo morir en paz, en su cama opaca y en su casa. Le reconstruí el hogar para el que siempre estuvo destinado.

Anhelo 2.0 Imagínate que tienes algo que has deseado toda tu vida, algo que nadie había podido darte nunca.

Ahora imagina cuál fue el origen de esa cosa y piensa a quien pertenecía antes.

Quizá parezca algo sencillo de asimilar, pero en realidad, no lo es.

La historia que te voy a contar, quiero que pienses en si es real o no.

Hace unos años, cuando vivía por La Condesa, me topé con una señora de baja estatura y algo robusta, que siempre traía joyas, normalmente siempre la veías vestida de negro y con la joyería brillando.

Un día, doña Marcela, por qué así se llamaba esta señora, amaneció muerta en la puerta del edificio.

Se hizo un montón de relajo. Un montón de periódicos y periodistas querían sacar la nota.

Fue un suceso desagradable, porque la señora se encontraba semidesnuda, y por algunos lugares de su cuerpo había pequeños gusanos y otros bichos haciendo nido.

El tema causo demasiado furor en las calles contiguas hasta que llegó a oídos de una famosa tarotista, que, decía ella, leía el porqué de las muertes. Por mera curiosidad morbosa, yo me acerqué a ella unas semanas después de este incidente y juraba que doña Marcela era segundona de Satanás y por eso se la llevaron al infierno. No necesitabas ser un experto para saber que esa explicación carecía de sentido lógico, sin embargo, la historia real, es que, doña Marcela encontró todas sus joyas con un hombre de dudosa procedencia en el mercado, que le vendía joyas usadas por gente muerta. Básicamente, lo que este hombre hacia era desenterrar para robar.

Tarde o temprano, los difuntos a alguien le tendrían que cobrar.

Las paredes (Basado en “Walls”, The haunting hour, the serie, 2010)

Hay un ruido raro en la pared, es como si un ogro mal encarado estuviera al otro lado, comiendo carne humana que sacó del cobertizo.

No entiendo porque no ha cesado desde las 12, son casi las 3 menos 10.

De repente, pienso que el ruido quizá está en mi cabeza, que yo soy el ogro comiendo la carne, que estoy royendo mi propia carne.

La puedo sentir con los dientes y la lengua.

Es como si yo misma supiera que hay sangre escurrida y los dientes del ogro hicieran de forma incisiva y cortante agujeros irregulares y grotescos sobre un brazo recién arrancado.

No entiendo.

De verdad puedo oírlo, siento que se aproxima y pronto se comerá el mundo.

Pero tal vez no sea un ogro, tal vez sea un bebé.

Un bebé gigante que no logró encontrar el seno de su madre y se puso a mamar mi casa, y ese sonido húmedo es producido de su enigmática capacidad de chupar.

No puedo dormir.

El sonido me parece repulsivo, cómo cuando los imbéciles comen sin cerrar la boca, como si no fuera suficiente con escucharlos hablar.

Estoy harta.

Me levanto, en busca del ogro que miraré por un hueco en la madera, o en busca del ojo del bebé gigante en una de mis ventanas, pero… Al bajar, solo me topo con que el cadáver que tenía guardado desde hace algunos días ya estaba empezando a pudrirse, lo que escuchaba yo, eran los gusanos, miles de gusanos.

Maldición, ojalá hubiera sido un bebé.

Otra vez (revisitado) Voy a escucharte una última vez como muestra de lo que existió entre nosotros algún día Me gusta, te siento, nos sentimos Cerati lo canta, y yo lo puedo leer entre líneas, lo estamos haciendo. Tenemos algo entre manos Me enseñaste la canción más bonita La escucho sin pensar en que somos En lo que fuimos Voy a jugar con las variaciones que eso me trae. Voy a imaginarnos juntos, en un lugar en donde no haya división [Dréname Explotemos de amor hasta que nuestros cuerpos se fusionen Quiero darte todo ¿Por qué esconderlo? ¿Por qué pretender que no estamos aquí para amarnos tanto cómo podemos?

Que se vaya lejos el sentimiento de perder, mientras estemos devotamente cerca el uno del otro No hay más que esto Que esta vida en vaivén que se mueve en nuestra contra y le gusta jugar con todo Vayamos sólo en contra corriente Cómo el día que nos conocimos] En un lugar en donde podamos sentirnos como si nada más tuviera sentido Nombre de 5 letras Te murmuro en silencio En el ímpetu de mi soledad temprana y la necesidad de mi carencia romántica

Te quiero, pero no te amo Así no existe materia Así concluyó Mi chico del amor amarillo.

Olor a petricor Desde hace tiempo me había detenido a mirar por la ventana No veía nada más que lluvia, tierra mojada y gotas de agua Mi gato se pasea por el marco de la ventana y me hace cariños con su cola Estoy melancólica, pensando en porque no Y lo siento, me encantaría que en otro universo estecemos juntos En esos más de 7 millones de universos en los que quiero estar con él, hay uno en el que añoro tu calor, tus besos y tu ser Eres mi posibilidad única en un millón Quizá eres mi otra mitad Pero la vida es un riesgo y prefiero no arriesgarlo contigo Tenemos nuestros propios fantasmas Espero encontrarte al otro lado de la ventana Cómo si pudiera comunicarte mi necesidad por telequinesis No puedo olvidar tu aroma Muy penetrante para que nadie notase tu olor a mota Al principio me aprecia desagradable De esos olores que siempre detesté, de esos olores que no eran míos, que los sentía añejos Pero ahora me parece paradisíaco Así como el olor a petricor Algo tan relajante al olfato que parece que pertenece a tu sistema No quería creerte, no quería olvidarte Así que solo lo dejé pasar Y tu aroma se fusionó con el tiempo, así como el petricor con el aire de la mañana sin lluvia

Te extraño, desde el recuerdo de algo que nunca paso Desde las más de treinta veces en las que lo pudimos tener todo, pero no jugábamos por algo. Te extraño desde mi ventana empañada y mis millones de universos en donde podíamos ser tú y yo, te extraño desde mi cobardía que me hizo no arriesgar nada Te extraño a ti, y a tu olor a petricor.

Ódiame (Oda a “Ódiame” de Julio Jaramillo)

Desgárrame Dios, ódiame Puedo pasar más de 6 horas en el más ardiente de los fuegos, pero jamás podré estar ni 6 minutos frente a ti Algo de lo que sea que emana de tu cuerpo me hace querer extraértelo todo Cómo si yo fuera una morbosa sanguijuela que no puede esperar a verte sangrar porque ya está incrustada a tu piel morena Dios, ódiame Por piedad Te lo pido Solo así puedo librarme de ti Déjame, dime qué no soy una luz, que no me bendiga Dios Dime qué no me quieres, que no me necesitas y que jamás lo has hecho No me dolería, porque ya no sangro Pero…

Dios, ódiame Déjame marcas en la piel, dime qué nada más estamos de paso Que la pasión que desprendemos es fuente de una mera enfermedad que nos hace delirar Dime qué no tenemos que jugar a esto A estar sin estar, a sentir sin amar y a tocar sin abrir Dime qué no te merezco Se soberbio, pero…

Dios, ódiame

No puedo esperar a que me ames más y todo nos salga mal, no puedo esperar a que me digas que quieres estar conmigo Estamos destinados, encadenados a caer en un amor torrente que no existe Porque en esto solo está mi sombra Mi sombra, mi polvo, mis ruinas. No existo si no es para pretender que puedo estar Dios, ódiame Porque yo no puedo…

Ruinas Ahí Justo delante de ti Estás tú Tu alma, tu esencia Lo que sea que te hace ser tú Piensa que es tangible ¿Qué le dirías?

Podrías preguntarle quién eres Pero ¿qué no ya lo sabe?

Podrías decirle, preguntar por qué está ahí ¿Por qué salió de ti? ¿Qué crees que te respondería?

Quizá estás muerto Quizá esa alma tuya es otra porque… Evolucionas Sanas, te haces mejor O quizá tu alma está enojada Porque te la arrancaste para … Ser mejor O porque dejaste que te la arrancaran En cualquiera de los casos, piensa ¿Qué hablas con ella?

Yo, en lo personal, le preguntaría ¿por qué estamos aquí? ¿Por qué existe? ¿Por qué no está en mí? ¿Qué le preguntarías tú?

Muertera Estoy muy asustada.

Asustada feliz. Como si te asustaran, pero después te dan una paleta. Sustos felices.

Pero, aun así, estoy muy asustada.

No tengo idea de cómo, ni porque, pero de un tiempo para acá, creo que tengo a una mariposa viviendo dentro. La siento crecer, desde que se arrastraba, hasta que comenzó a revolotear.

Es difícil, porque ahora me acompaña siempre.

La siento revolverme las tripas cuando estamos juntos.

Curiosamente, es cuando más la siento.

Cuando siento tu respiración cerca de la mía, la mariposa ésta comienza a chocar contra mi pecho.

La siento todo el tiempo y hasta he empezado a creer que la mariposa abrió sus alas cuando tú dijiste “quédate siempre”.

Estoy asustada.

No sé si la mariposa crece más o qué, pero la siento, me hace estremecer, pero me da cosquillas.

La siento cuando me dices que me amas, cuando calmas mi sueño, cuando estas con tu cabeza apoyada en mí, la siento cuando como y pienso en ti, cuando hablo de ti, pero cuando hablo de ti es diferente porque…Cuando hablo de él, la mariposa quiere salir.

Es raro, porque creo que, en vez de perecer en algún momento por pasar tanto tiempo dentro, la mariposa solo se queda, permanece y hasta hace florecer cosas. Acá entre nos, siento que tengo amapolas y girasoles creciendo, siento el sabor…

Supongo que eso es lo que llaman amor, ¿no? Esa sensación de estar creciendo desde adentro, gracias a ti, gracias a todo lo que me entregas.

A la mariposa de acá dentro le gusta cuando me abrazas, cuando me tocas la cara, cuando me hablas bonito, cuando te ríes de lo que digo, cuando me amas, cuando te siento, la mariposa y yo, amamos estar cerca de ti.

No entiendo cómo es que esta mariposa no me ha desgarrado desde adentro, ¿cómo no morir así?

Es escalofriante, ¿sabes?, te amo tanto como mi mariposa te ama, quizá por eso no me desgarra…

-Causa de muerte: Parece que… Se creó un pequeño ecosistema dentro de ella… ¡Mira!, una mariposa sale de su boca…

2 de noviembre Para ti, mi cielo de la mañana Ya que, por ti, ya vino la muerte Te recuerdo que todo el amor que de mí emana Se mantiene totalmente inerte

Allá, en el cielo de los gloriosos En donde descansas plenamente Espero que tengas sueños armoniosos Y me tengas siempre muy presente

Ay, mi cariño entero Te extraño y necesito Para pasear por este sendero Donde avanzo poco a poquito

Voy recogiendo flores Para llevarlas a tu lecho Intento escoger las mejores Pues aún te extraña mi pecho

Pienso con toda mi razón

Y aunque con mucho miedo Acepto que te llevo en mi corazón Porque en mi vida ya no puedo.

El coleccionista Iba de camino a casa y me puse a pensar…

Todas las personas tienen colecciones de cualquier cosa. Es como un gusto adquirido, el querer tener mucho de algo, y yo, por ejemplo, colecciono….

Bueno, antes de entrar en eso, déjame contarte que esta es la razón por la cual empecé a escribir.

Esto es una crónica.

Quién sea que la encuentre, lo siento, pero así va la cosa: Soy una persona sola, desde hace años vivo en una modesta casa al final de una villa, una gran villa, llena de miradas.

Curioso...

Yo había estado cansado y harto de la señora Carmona desde hace ya varias semanas.

Vieja gritona. Llena de odio por su mísera vida. No era mi culpa que fuera una frustrada.

Había estado haciendo cosas cuestionables en mi propiedad y se burlaba de mi constantemente por ser… diferente. Era una persona deleznable.

Creo que en algún punto trató de asesinarme. La vi con un serrucho muy cerca de mí una noche, probablemente con ganas de pasármela por encima. ¿Cómo lo sé? Lo deduje. Soy un hombre inteligente, por ello comencé a seguir sus pasos y a averiguar todo de esa vieja.

Tanto la llegué a conocer que yo diría que quizá entablamos una relación.

A pesar de lo mucho que la repudiaba, ella solo parecía no notarlo y era feliz con mi mentira.

Pero tengo que admitir, a pesar de odiarla, que tenía una mirada brillante y ojos hermosos color avellana, sin embargo, ella se quejaba por las fugas de agua, y … por todo, a decir verdad.

Un día de particular calor e irritabilidad, en el que: ”Que Antonio esto, que Antonio lo otro” ...

- ¡Ya cállate! Le ordené y ella enmudeció. Me encantó verla callada, tanto que hablaba la maldita, así que sólo sonreí. Me senté de nuevo y ella no dijo una palabra más en todo el día, hasta que subí a la alcoba y la miré.

Ella yacía en la cama, volteada hacia la pared. Fría, callada, cómo un maniquí Me acerqué y le dije: - ¿Puedo hacer algo por ti? -, mustiamente.

Ella no respondió. ¿Recuerdan porque empecé a escribir? Por las colecciones, ¿no?

Bueno, después de haber presenciado su enmudecimiento, sentí algo tibio y húmedo en mis manos.

Sus ojos estaban cubriendo las palmas de mis manos.

- ¡Maldita sea! La sangre hacia un cochinero en el suelo, estaba yo lleno de sangre y aquella parte que une al ojo con su cráneo, estaba tan arraigada a mis dedos que no lo entiendo, pero debió haber sido excitante...

Honestamente no recuerdo que pasó, pero ya tengo más de 12 ejemplares de ojos.

Preciosos. Estos, son la nueva sensación.

Lo lamento, Lidia.

Lamento que ya no puedas saber quién te arranco los ojos porque ya no puedes ver.

Lo siento.

Pero muchas gracias.

Amor amarillo (Basado en “Amor amarillo” de Gustavo Cerati)

Puedo visualizar tu imagen, cerca de mi cara, cómo si no existiera otra cosa Podemos vernos reflejados en el cristal que parece un caleidoscopio, te ves en mis ojos, me veo cuando te miro Es un placer Tengo mi objetivo fijo Te quiero cerca, te quiero dentro Tu voz se vuelve mi casa Y tus manos en mi rostro son mi ropa Quiero que esto ocurra, como si pudiera ocurrir Cómo si se pudiera pedir

Pero es sólo un sueño, dentro de una mente que no existe Pero añoro el calor de tu espalda, la fugaz bocanada de aire que emana de ti después de fumar, te quiero como para ver la calle desde en medio Te quiero como para aventar un cuchillo hacia arriba Te quiero como para arrojarme al agua sin saber nadar Te quiero para que me destruyas, para que me hagas saber que jamás debí querer, y que las cosas que se crean desde el deseo y el peligro trascienden a la muerte temprana de un alma enamorada Te quiero para amarnos a escondidas, y entregarnos en secreto, con piel y mente en el mismo lugar, con el calor de mis piernas y el vaivén de tus caderas, te quiero para amarnos en ratos fuertes, en ratos de debilidad sin retorno, te quiero para siempre, pero para nunca más Te quiero con la misma intensidad que quiero que se me baje la presión, así como quiero vomitar para sentirme mejor, te quiero para llenar el vació de mi soledad circunstancial, te quiero para decir que te tuve, que eso fue lo más atrevido que he hecho Con esa necesidad de vivir la intensidad de algo prohibido, de algo lleno de avaricia sin precedentes, con la pura necesidad de tener algo que no me pertenece Te quiero para nada personal, para que cada quien se trate como extraños al cruzar el pasillo al ir con otras personas, para renunciar a todo en una noche de tempestad de ímpetu romántica, que ni tú ni yo, somos capaces de llenar Busco tenerte para hablar de que tú y yo, tuvimos un amor amarillo, un amor que tenía algo del sol, que, así como empieza a salir, se enciende y se esconde después, cuando la noche llega, cuando nuestros corazones regresan a su lugar de origen, a su casa verdadera.

Canción animal o Prófugos, el caso es que es Cerati Es un juego de palabras De miradas mal escondidas De sonrisas desviadas

Y en este juego, sólo somos dos Es un tú por tú Un cuerpo a cuerpo

Y a veces, con instantánea espontaneidad Me sorprendo confesándome tu admiradora Sin dejar de ser tu adversaria

Cómo si por un momento Ya no fuera todo en vano Y siguiera buscando el don

No tenemos clase No tenemos fuerza Solo está la noticia

La nueva sensación De que sin dejar de ser ajena Me convierto de tu propiedad

Aborto Me arranque el maquillaje de la cara.

- ¡Puta madre! ¿Por qué me siento tan miserable?

Aquel vacío que había evitado como una hábil y veloz gacela volvió para hacerme trizas.

Cómo si fuera obra de un diablo enfermo que quiere jugar a matar en su lecho de muerte.

Me levanté y sequé mi cara, y mis manos brillosas las embarré contra mi ropa.

No debería sentir esto más.

Era algo obsoleto.

No se puede seguir extrañando algo que ni siquiera existió.

Deberían detenerme, porque cometí asesinato.

Estás cosas son una bajeza. ¿Qué diría mi madre?

¿Qué diría mi abuela?

No podrían ni mirarme.

Pero yo no podía sostenerlo. Era mi decisión.

Oh, Dios…

Calla a los malditos llantos ingratos.

Mi cara ya no tiene maquillaje y no puedo arrancarme los ojos.

Por favor, detente.

Edén a la inversa Me dijeron que escribiera con base a mi dolor, con base a eso que no pudiera externar.

Escribí esto porque ya no sé qué hacer Estoy cansada, profundamente cansada Los días previos han sido una verdadera tragedia No intento enfrascarme en esto, amor. Lo siento si mis quejas te duelen. Traigo los sentimientos del corazón llenos de grietas y bordes sangrantes que no me permiten ofrecerlo todo Discúlpame Preguntaste la última vez si me sentía bien Te he estado mintiendo He estado tan triste. Tan distante A veces no me reconozco y dejo de ser yo Perdóname, amor Acá, en esta relación entre mis demonios y yo, sales sobrando.

La ausencia La ausencia, amor, te noto ausente.

Al posar tu figura en esta cama, que ardería de pasión como lo ha hecho otras veces, solo hay un tibio beso, y tibio, ni el amor, ni el café.

Creo que algo te inquieta, te siento en el desayuno con la mirada más vaga que nunca, no besos en la cocina, no miradas furtivas, solo infinitas.

Estando en el cuarto de baño, en la regadera, con aquellos relieves que se forman en nuestro mosaico desgastado y resbaladizo, que se convertía en el sostén más fuerte al momento de amar, te siento lejana, cómo la luna está del sol, por seguridad propia. ¿Es eso?, ¿te resguardas por seguridad, querida?

Me hablas con condescendencia, me amas por correspondencia, no lo entiendo. No estamos en época de guerra, no necesitas enviar misiles para captar mi atención, porque está toda en ti.

Explícame, porque ahora no puedo entrar en tu habitación, sentarme en el acolchonado toque de tu piel pálida, fría, pero emitiendo siempre un calor veraniego.

Anhelo con vehemencia el choque de tus ojos, de ese tacto estoy siempre ansioso, tu pupila traviesa sabe cómo desnudar mi alma y las puertas de mis deseos no tienen ni tendrán cerrojo, pero no pareces más interesada en esto, nuestro juego de escondite.

Cae la noche, y tus lágrimas comienzan a desfundarse cómo si se tratara de un grifo abierto, no estás lista, comprendo así, no lo estarás más para ésta, nuestra puesta en escena.

Me dices que te has hecho daño.

Helada, distante, corres hacia mí y como último gesto desinteresado del día, me colocas la mano devuelta en mi regazo.

Tu piel, tus mejillas mojadas, me hablan, me dicen que no estás aquí.

Y entonces me dices, cómo si nunca nos hubiéramos amado: -Si pudieras elegir entre mi amor y curar tu peor dolor…

Si te doy todo mi amor y mi confianza, ¿podrás confortarme?

Si te doy todo y no te conforma, ¿me mentirás? -

DISMORFIA CORPORAL Me pregunto si mi gata tendrá mi mismo problema.

Si ella se preocupa por el largo de su cola o por si sus patitas son menos blancas que las de las demás, me pregunto si a ella le dolerá verse ante el espejo de la puerta y deseará ser una gatita blanca, o naranja, o moteada.

Me pregunto si ella cree que necesita tener menos colores o ser menos bigotona para ser más bella.

Me pregunto si desea tener ojos azules y colmillos más blancos, o una cola menos peluda, o más, si ella quiere y prefiere sus piernas blancas o sueña con tenerlas cafés.

Me pregunto si ha querido dejar de comer para verse más esbelta y estética o si ha bebido agua antes de la cena para comer menos, me pregunto si entre gatitas habrá momentos en donde dudan de sí mismas por la gran variedad de pelajes, colores y vello.

Si prefiere una nariz rosita o negra, si le gustaría tener una manchita alrededor del ojo o si prefiere una boca menos rosada.

Si querrá ser una gata egipcia, una siamesa o un gato escocés.

Espero que no, porque, ella ya es hermosa tal y como se ve.

Boletín de urgencia: Gisela Este es el día 78. ¿Cómo lo sé?

Porque la ranura de esta cripta delata al tiempo.

Ha pasado de todo, es una dualidad cruda.

Recuerdo los ojos de mi madre con nitidez espontánea, pero también con precaria facilidad, los jugueteos de mi gata sin dejarme salir, la luz del sol que se escondía, tímida, tras el árbol que escondía, a su vez, al auto gris que se paró frente a mí.

No recuerdo ya ni si iba por arroz o por tortillas, o por unas papas porque me dio la gana, ni si mi cabello venía lacio o crespo, pero si me acuerdo, por los rastros de tela de lo que en su momento fue mi ropa, que yo traía mi pijama de gatos, la azul, esa que seguro pusieron como referencia para encontrarme.

Espero que mi boletín de urgencia diga mi nombre entero, nombre de seis letras, y uno antes de ese, de 5 letras, que me gustaba que me dijeran “Nara”, que mis amigos me decían así, y que uno de ellos, me decía “ratita”, que se diga que mis ojos eran cafés oscuros, que brillaban cuando te miraba, mi mirada llena de letras, o cuando sonreía, y que esta misma sonrisa se mostraba abstracta al reírme con mucho escándalo, que mis piernas eran largas y eran las mismas que me hacían bailar mientras comía, cuando algo me gustaba, cuando una canción me sonaba, que mi cabello se veía rojizo porque me gustaba cambiarme el look porque no tenía miedo de verme diferente, que diga que tenía ojos redondos y la cara ovalada porque constantemente me sorprendía la bondad de la gente, me sorprendían mis ganas de hacer el cambio, cambio, que ahora me resulta un hecho tan falso como que un día saldré de aquí… O que media 1.54 y nunca quise usar tacones porque amaba mis chanclas, espero que digan que tenía labios delgados y rosados, que ahora no son más que labios partidos y ensangrentados por todo lo que aquí pasa, que digan que mi seña particular era mi lunar en el brazo izquierdo, un lunar ovalado que nunca se notaba porque salía con suéter, que mis manos siempre traían las uñas pintadas porque eso me gustaba hacer cuando estaba triste, y que ahora ya no tengo, me las he comido y las que no, me las he arrancado tratando de salir y mi sangre creó motas de dureza en mi playera rasgada y mi pecho descubierto.

Que digan también que era delgada, pero no esquelética cómo lo estoy ahora. Que digan que llevaba un collar de plata con un dije en forma de corazón, ese que se volvió talismán pero que, ese día, dejó de funcionar.

Que digan que se me vio por última vez con la bolsa rosa del mandado, esa que me compró un día mi novio, que digan que me vieron por última vez frente a la casa del viejo depravado que siempre me hacía señas obscenas cuando pasaba frente a su casa, que me vieron por última vez con el semblante fatídico, profético, gritando mi nombre y por ayuda, siendo observada por la gente que parecía ser estática, de cartón, al verme rogar por mi vida que dejó de importar al momento de abordar aquel transporte. Que se diga que a mí me levantaron y no que me escapé.

Que digan, discutan sobre si fue el narco, el estado, o mi novio el que me secuestró, y no sobre la ropa que usaba o mis fotos en internet y su decencia.

Que discutan sobre en qué fosas me van a buscar primero y en qué lugares clave vieron al auto que me arrastró y no sean mis papás los que discuten con el fiscal por la lentitud del caso. Que se cuestione la actitud insensible de los testigos y no mi supuesta “actitud provocativa” con la gente que saludaba.

Que se mueva el estado, el gobierno, los policías, y que, en cada fosa, lugar de trata, morgue, se encuentre a esa mujer con rostro, nombre, familia, viva o muerta, y que regrese a descansar en la casa que la vio irse viva, aunque no sea a mí. Que se grite, que se haga ruido y que se queme todo con tal de que la esperanza de verme de nuevo, reconstruida, con la misma buena cara con la que me vieron irme, no se convierta en una fantasía de alguna novela policiaca a la que nadie le cree.

Que no se diga nunca que soy “una más” y se grite mi nombre completo.

Aunque no me encuentren, que se grite que fui, y existí, o al menos hasta el día 78, hasta que esta mañana, me dieron, por fin, el tiro de gracia.

Abstinencia encubierta Ya tenía algunos meses de sobriedad y abstinencia bien lograda, hasta que… Lo vi, te vi, nos vimos, pero no hiciste nada, más bien, me dirigiste una sonrisa condescendiente, y una sonrisa que no era a mí, pero esta vez, pude resistir y me límite a mirarte.

Me volvió a pesar, llevábamos la camisa que teníamos igual, fue una estúpida coincidencia, o tal vez no.

Les había preguntado a las cartas si me dirigirías la palabra y no, no ocurrió, no logro entender. ¿Por qué si nos amábamos con tanta intensidad, deterioramos el amor hasta que no quedó más? Me siento derrotado, estoy encaprichado.

“Mi niña, me dueles mucho.”

Creí haberlo superado, con el tiempo eventualmente se iría.

Te quiero aquí, estás aquí, no te puedo olvidar, eres cómo un parásito, no me beneficias.

Debí haberlo entendido.

Tu perfume creaba manchas invisibles en mis manos, era como si todo aquello que fuera pecado, se conjugara en un solo beso y una sola caricia que dejaba sobre mí el peso equivalente al de un asesinato.

Me hice creer a mí mismo que en realidad no estabas con nadie, que eras mía, que eras para mí. Cuando te despediste, llorando, porque sabías que sería la última vez que estaríamos así de cerca, sabías que sería nuestra última oportunidad de redención, y, aun así, no hubo más que un andén lleno de promesas falsas, el metro con su ruido de gente y rechinar de tuercas, tu voz haciendo eco en mí. Tus frases sin profundidad honesta, tu “quiero estar contigo”, “de verdad te amo”, “no quiero seguir haciendo esto.”

Solo nos hacías daño, eras presa y dueña del dolor que me causaste.

Pero está bien, al menos el cadáver no está bajo mi cama.

En algún día del 2016 Yo no sabía.

No lo sabía. Era la última cosa que haríamos juntos. Aunque no lo sabía, se sentía como tal.

Todos podíamos entender, entre silencios, que las cosas eran extremas, estábamos en un límite nuevo. Uno que yo, definitivamente no conocía.

Papá dejó la casa en algún día de enero. O quizá fue en diciembre, quién sabe, pero, en definitiva, él ya no estaba con nosotros desde hace ya algún tiempo.

Dejamos que sacara sus cosas con discreción y mucha soledad, nosotros fuimos a casa de la abuela y entonces ahí lo supe: Papá dejaría de estar con nosotras en las próximas comidas y visitas a casa de la abuela, y no me equivoqué, no me equivoqué…

En realidad, las cosas que ocurrieron después de ello, después de mi papá, se volvieron raras, truncas, de cabeza, cortadas, a la mitad… Quién sabe y ya no importa.

Pero en esa temporada, nadie tenía idea de todo lo que existía en mí en ese momento. No necesitaba ayuda, ni platicas matutinas, o después de la escuela, entendí bien lo que ocurrió.

Tenía 10, cumplí 11 sin mi papá, y a los 12, papá en casa de nuevo, pero seguí sin papá hasta los 14.

Recuerdo haberlo visto en su cumpleaños, se veía raro, confundido, caluroso. Nos dio un abrazo. Un abrazo raro, lloroso, nadie sabía qué demonios pasaba, o al menos, yo no.

Hay muchas cosas de estas, de ese tipo, así de raras, pero realmente esa temporada se torna borrosa y lenta, mientras más intento acercarme a ella, más traumas puedo encontrar.

Tener padre, pero sentir que ha estado lejos desde los 10, es una pesadez rarísima.

Estoy esperando a los 18. Quizá eso me dé una claridad importante sobre las decisiones de mi padre, pero dejar a tu familia, siempre será una decisión desesperada, desesperanzada.

No por él, por la manera de hacerlo.

Ojalá pueda entenderlo mejor.

La combi hacia tu casa Te pienso cuando no pienso en nada y te quiero cuando estoy a nada de mandar todo al diablo. Jamás había querido nada tanto como quiero ir a verte.

Regresar de la escuela y esta vez poder ir sola hasta tu casa, a verte tejer, o lo que sea que hagas a las 3 o a las 5.

Quiero llevarte flores y un tarro de café, pan dulce y mi más detallada conversación sobre lo que vi en la escuela hoy.

Quiero calentar tus manos frías o que tú calientes las mías.

Quiero volver a abrazarte y sentir que nada puede hacerme daño.

Quiero verte sentada en el sillón, con tus lentes negros y esa diadema marrón, que velaba por tu frente para mantener recatado a tu cabello blanco y rizado.

Quiero volver a escucharte decir tus dichos.

Tus palabras que siempre me parecieron especiales y únicas, aunque ya más de mil bocas las habían pronunciado.

Quiero tomar la combi para tu casa.

Ir a verte y decirte que nada cambia, que solo soy yo de nuevo, esperando por tus galletas y tu abrazo con olor al amor más eterno que pueda existir.

Solo quiero tomar la combi para tu casa una vez más, llegar y saludar, decirte que estoy bien y que podemos ver la tele durante horas, para después irme y querer volver de nuevo, en la combi que lleva hacia tu casa.

Cicatrizando la destrucción voraz Estoy intentando, cómo nunca, apreciar este cuerpo seco.

Estoy intentando, cómo nunca, adorar el aroma que de mí emana, la ropa que se ajusta a mi tipo de pecho e incendiar esos pantalones que son capaces de agrandar la parte trasera de un cuerpo difuso. Quiero, por favor, amar tanto como al cielo, los lunares y la textura de mi espalda, quiero, por favor, amar cada rincón oscuro de mi cuerpo, cada nuevo bello

erizado ante un beso. Quiero cerrar los ojos y dormir como un gato después de una pelea, prefiero mil veces adorar este cuerpo desnudo, a esperar no verlo.

Estoy intentando, con fe demencial, poder hacer el amor con cuidado, con fuerza, con seguridad y paz.

Aferrarme a la vida tanto como al deseo de ser perfecta, en ese estado de ambigüedad que es la perfección, pero no se puede, ni podré jamás ser así, pulcra, pasiva, silenciosa. Gente esperando de las mujeres ser silenciosas, pero estamos hechas a grito, a fuego. Jamás pasivas, jamás recesivas, jamás perfectas.

Perfectiblemente perfectas.

Con lágrimas en los ojos, con un paño en la nariz y labial rojo, jamás nunca de silencios solemnes ni contemplativos, para amarme sin preguntarme mi talla, mi estatura, mi peso, jamás atada por una perfección innata. Siempre embravecida por el amor serio, entero, por el amor que me tengo. Abrazando con mis brazos fuertes todo mi ser y acariciando con amor las cicatrices que deja el estereotipo formado por un hombre que no sabe de lo que está hecha la mujer. Hecha de estrella, hecha de poesía y acogida por Venus, que concede a ella su más grande toque de cólera, que nos da la fuerza de generar vida en nuestro centro.

Me quiero imperfecta, me quiero perfectible, me quiero violenta y en llamas, con el corazón en la mano, latiendo por la deconstrucción masiva, me quiero mía, sin miradas lascivas, me quiero propia. Me quiero sin miedo, sin miedo de mí misma.

Cicatrizando la destrucción voraz.

Solemne Mariana Llegué a casa, cómo siempre.

Podía imaginar lo que me esperaba, pero sin duda, no estaba preparado, así que antes de entrar a la casa, ajusté mi mente para ignorar cada cosa fuera de lugar.

Mariana, estaba en la cama, desvestida, despeinada, preciosa.

-Hola, amor.

Es tarde para que sigas en cama. Ella se limitó a fingir que se despertaba.

Pasé frente al espejo ovalado que ofrece una vista de debajo de la cama y los condones y el lubricante, seguían abandonados, así como la lencería rosa de Mariana y unos bóxeres que no me pertenecen.

- ¿Sabes?, yo te amo incondicionalmente.

Nada puede decepcionarme, porque, verás, Mariana, me lo espero todo, no importa qué, yo no puedo decepcionarme, ¿lo entiendes Mariana?

Te amo. Mariana se despejó, quitó la sábana de su cuerpo desnudo, ofreciéndome la visión perpetua de un cuerpo que no me pertenece tampoco, la visión de un cuerpo recién tocado, recién soltado.

- ¿Irás a bañarte? - ¿Por qué me reprochas todo hoy?, apenas es lunes. -No es reproche, has lo que quieras hacer, igual debo volver al trabajo. El vapor del baño, y su olor hacía que todo fuera más humillante, el olor a sexo se esparció por todo el lugar, y cada vez más cosas fuera de lugar; la toalla extra sobre la cama, el cinturón de hebilla de oro, el reloj de mano que estaba tras el cojín de Mariana, el olor de Mariana, el cuerpo de Mariana...

Todo, todo era lo que sabía desde la mañana.

Sabía lo que me esperaba, pero tenía la esperanza de imaginarlo como un delirio.

Me dirigí a la puerta, pero antes, iba a tomar mi saco verde, había comenzado a llover, y ahí, vi el último indicio y el más prominente.

Ahí estaba, Juan, desnudo y húmedo, tras la puerta del armario, al parecer, ser tan buenos amigos te hacer pensar que estos te pueden compartir todo.

Mariana grita desde la regadera: “¡Te amo!”

-Creo que es para ti, Juan. Salí de ahí, me dirigí a trabajar, pero antes de irme, dejé mi anillo en la mesita del recibidor, y de nuevo ajusté mi mente para ignorar el nuevo espacio vacío en mi dedo.

Puente como el Puente de Cerati. De los textos con título, Piedad (Oda a “Puentes como liebres” de Mario Benedetti)

¿Sabes?

Me reusaba a dormir.

No quería quedarme dormida.

Muero si te sueño otra vez.

-Martha, esto se acabó… Me repetí miles de veces, a sabiendas de que ese nombre ni era mío, ni la sentencia verdad.

Quiero aferrarme al universo que hemos creado, al sustento de que te tengo, de que nos tenemos, de que rencarnamos para vivir juntos, para calmar la soledad que te susurra.

Pero, el muro, el muro enorme, ¿es acaso que no lo ves?

Construiste esa cadena con tus manos, la hiciste nuestra barrera personal, por la que te aviento las cosas para que me las devuelvas aún más rotas y agitadas. ¿Cómo abrir el cielo para que el tacto de hielo que me ofreces tras el muro se asemeje y compadezca a el rayo de luz tan caliente que me toca?

O bien… ¿Cómo escondo el planeta que evita la colisión?

Óscar No sé cuánto tiempo ha pasado.

Las veces que nos hemos visto después de lo que nos pasó, y digo “nos” porque en realidad, quiero evadir la culpa, porque fui yo la que pasó entre nosotros. Últimamente, te encuentro totalmente lejano, como verdaderos desconocidos, cómo si no hubiera nada entre nosotros, como si jamás lo hubiera habido.

Ya no puedo pensar en tu aroma como algo ajeno. Ya es personal.

Tu aroma está en mis pulmones, así como el aire que respiro.

Cada que mi corazón percibe tu olor, lo primero que sucede es un “huele a Óscar”.

Y te busco, y no te encuentro y no hago más que pensar en lo mucho que te extraño y en qué no volverás, en que tu dulce tacto y lo que nos unió no regresará más. En el metro, en Oceanía, en el metro Hidalgo, inmortalizado nuestro amor con un beso, las veces detrás del árbol torcido o frente a la puerta de madera que tenía nuestras iniciales talladas, extraño el amorío que éramos, el caos que sabías que había, tu indiferencia a mi relación primera y lo mucho que te gustaba fumar. Anhelo como una tonta lo mucho que me decías que me amabas, y que era lo mejor de tu vida. La parte afortunada.

Aunque te extraño como una loca, no es que quiera volver a amarte, es que nuestro amor era el más íntegro que he experimentado, pero no el que necesitaba tener. Y al final, te dejé en la nada, ocupando solo un espacio de mi mente que me dice de vez en cuando que te extraño, pero ya no quiero verte, y en mis pulmones se queda aquel olor de un ente, que conocía por el nombre de “Óscar”.

Extraño nuestra calidez y platicas, tu mirada y nuestros roces, extraño la sensación y el aroma, no a la persona que eras y en la que te convertiste.

Las llamadas (Oda a “Jules y Jim” de Mario Benedetti)

He estado recibiendo llamadas extrañas. Entran y timbran y se van.

Me detengo algunos momentos a imaginar quién podrá ser, quién podrá necesitarme con tal desesperación que ocupa de una llamada.

Son todos aleatorios. No registrados. No sé quién está detrás de la bocina, pero sé que siempre es la misma persona.

Intento no mirar la llamada, la pantalla que me indica que deslice para contestar. ¿Y si me lo estoy imaginando?

Lo sigo escuchando, pero lo dejo sonar. Y sonar.

Y así se hacen casi 15 llamadas perdidas, pero, por Dios, no conozco el número.

Uno pensaría que después de hasta 3 llamadas, ya asumes que la persona está ocupada o ignorándote, u ocupada. No insistes más, pensé.

Pero lo cierto era que no iba a parar, no importaba que tan tarde fuera, las llamadas se estaban volviendo rítmicas, como si se tratara de una broma, casi podía grabar los tonos y hacerlo un éxito internacional.

Pero ¿quién podría estar llamando tanto?, ese era el problema real.

El ringtone del teléfono se volvió insoportable, podía escucharlo detrás de mi cama, debajo, fuera, en el jardín, en el auto, en mi azotea, enterrado, en una olla, en todos lados, ese sonido no se detendría y yo estaba cada vez más desesperado.

Finalmente decidí contestar, pero…

Lo que había del otro lado era algo que no esperaba.

-Aló, Matías.

Te vamos a matar.

No sabemos si hoy o mañana.

Pero lo haremos.

Chao, Mati. –

Sabes cómo empezar Déjame crear este mapa mental, en mi cabeza, en mi piel te escribes sin tinta.

Encontré un mar entero en medio de un mundo de desiertos, de lagos y lagunas, pequeños riachuelos de densas verdades que no me pesan cuando estoy náufrago de tu silencio.

Corazón, amor entero, eres la pieza faltante de cualquier engranaje en mi centro, en mi vida, en mi anhelo. Quitas la tristeza de esas canciones dolosas que me trasladaban a un recuerdo inferido por mi cabeza, ahora me llevan a ti, a tus pies, dónde me coronas y viajo a la cabeza, lado a lado, codo a codo.

Todos ganan si te tienen enamorado, pero yo gano más si te tengo enamorado de mí.

Puedo crear esa vela en tu interior, solo dame la cera, esa que desprende tu corazón ardiendo, encandilada a tus brazos, pacificada por tus labios, soy diosa y lacaya, soy tu igual, tu inferior.

Confianzuda, me enredo en tu cama recibiendo aquellos golpes que se calman cuando te envuelvo, cuando me envuelves, creamos vida dentro del otro, dado y retomado por la mente que se envenena a placer y por placer de tu dulce voz y sinceridad desbocada.

Haz de mi con tu imaginación a ojos cerrados lo sea que te complazca, imagina el borde de mi piel y el comienzo de mis entrañas en tu mente privilegiada, enaltece esta alma que se embriaga de tu aroma y se reanima con tu calor. Detona lo que viene en ti dentro de mí y arrasa con todo, llévate mi alma hasta tu saciedad, empácame, ámame, apágame.

Creando está realidad por ti y para ti, este nuevo personaje en el que todo está predispuesto, predilectos a amarnos con descaro nocivo, que, si nos deja en el límite de la locura, será lo menos, pero arranca de mi toda la vida y escóndela para no verle el fin a esta historia.