La Soledad de los Numeros Primos

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nueva e inesperada empezaba a abrirse paso en su alma. Acabó olvidándose de su padre y de las clases. Estaba sentada en un bar con Viola Bai y aquel momento les pertenecía sólo a ellas. Viola fumó tres cigarrillos y quiso que ella también fumara. Cada vez que su nueva amiga rompía a toser, Viola reía mostrando unos dientes perfectos. La sometió a un breve interrogatorio acerca de los novios que no había tenido y los besos que no había dado. Alice contestaba humillando la mirada. «¡No me digas que nunca has tenido novio! ¿De veras?» Alice asentía moviendo la cabeza. «¡Increíble! ¡Qué desgracia! -exclamaba Viola-. Hay que hacer algo, no querrás morir virgen, ¿verdad?» Así que al día siguiente, en el recreo de las diez, se dieron una vuelta por el colegio en busca de un novio para Alice. Viola se deshizo de Giada y las otras diciéndoles que tenían cosas que hacer, y las dos salieron del aula cogidas de la mano. Ya lo había planeado todo. Sería en su fiesta de cumpleaños, al sábado siguiente. Sólo faltaba encontrar al tío adecuado. Mientras cruzaban el pasillo le iba señalando chicos y decía «Mira qué culo», «No está mal», «Ése sabe hacerlo». Alice sonreía nerviosa y no se decidía por ninguno. En su imaginación se representaba con gran inquietud el momento en que un chico le metiera las manos por la camiseta y descubriera que, bajo aquella ropa que tan bien le sentaba, no había más que molla y carne fofa. Estaban acodadas en la barandilla de la escalera de emergencia, en el segundo piso, viendo a los chicos jugar al fútbol en el patio con un balón amarillo medio desinflado. - ¿Y Trivero? -le preguntó Viola. - No sé quién es. - ¿No sabes quién es? Va a quinto. Iba a remo con mi hermana. Se dicen cosas interesantes de él. - ¿Qué cosas? Viola hizo un ademán ambiguo y se echó a reír sonoramente, complacida del efecto desconcertante de sus alusiones. Alice se ruborizó abruptamente y al mismo tiempo tuvo la maravillosa certeza de que su soledad había por fin concluido. Fueron a la planta baja y pasaron por el sitio de las máquinas expendedoras de bebidas y tentempiés. Los estudiantes formaban colas caóticas y hacían tintinear monedas en los bolsillos de los vaqueros.

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