TERRITORIO BERNE: RELACIONES EXTERNAS DE LA TEORÍA DEL GUIÓN

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mayor consciencia, reconociéndolo o no (como podría decir Ellis), haremos una comparación de lo encontrado con nuestros conocimientos sobre esos autores y términos. A partir de ahí, podemos seguir varios caminos que varían desde “¡Estoy hecho un lío, esto es un rollo al que no merece la pena dedicarle más tiempo y lo dejo!”, hasta la relativamente rápida calificación de Berne como conocedor o no del autor o del término, pasando por la decisión de que es necesario estudiarle más a fondo para llegar a una conclusión. Pero, la llegada al “etiquetaje” final, siempre es por comparación con nuestros conocimientos; y nuestras insuficiencias y distorsiones en los mismos teñirán nuestra evaluación. Así por ejemplo, ¿es adecuado concluir que Berne conocía el significado psicoanalítico del término transferencia conociéndolo deficientemente nosotros? Mario el marciano, también puede reconocer como obvio que si para valorar los conocimientos de Berne acerca de todos los autores y términos que menciona, fuera preciso que tuviéramos un conocimiento exhaustivo de ellos, además de estar bajo el influjo del driver (conductor, impulsor) “Sé perfecto”, no podríamos hacer más que unos pocos etiquetajes. Entiendo que es conveniente alejarse tanto de la poquedad perfeccionista como del exceso fantasioso, y en esa mesura procurar introducir términos tales como “creo que”, “opino que”, “considero que”, mejor que los de “Berne claramente es”, “Berne evidentemente conoce”, “Berne obviamente piensa”, y demás. Es un alejarse de las zonas “contaminadas” del estado del yo Adulto que a veces se ocultan tras en la rotundidad. Desde esta mesura, el hallar que Berne nunca, o muy pocas veces, nombró a un autor o un término, no nos autoriza para suponer que no lo conociera o no tuviera relevancia para él, pues es posible que, por diversos motivos, no considerase oportuno expresar dicho conocimiento o dicha relevancia. Considero que, la escasez de menciones, lo que nos indica es la necesidad de prudencia para establecer que Berne fue influido por un autor que no aparece mencionado. Por ejemplo, afirmar que estuvo influido por el estructuralismo, cuando no menciona ni a Wundt (Ind.2) ni a Titchener (Ind.1), será pretencioso a menos que se aporte un sofisticado análisis. Con sofisticado me refiero a algo bastante distinto de la exposición de Hergenhahn (2001, p. 597) sosteniendo que George Kelly era existencialista. En el mismo estilo, el comprobar que un autor o un término fueron mencionados numerosas veces, no permite afirmar más allá de que Berne, a saber por qué motivos, consideró relevante hacerlo en determinados momentos. Por ejemplo, ni sabemos sus motivos para mencionar solamente en una ocasión a H. S. Sullivan (Ind.56), oficialmente creador de la teoría interpersonal de la psiquiatría (Berne, 1973a, p. 272, 1957), ni para utilizar 1.800 veces el término juego (Ind.180). Esto, por sí solo, no nos permite afirmar ni negar que para él tuviese poca relevancia Sullivan y mucha relevancia el juego. Será el estudio del contenido de sus textos y de sus contextos lo que nos dará más pistas, si bien los datos cuantitativos sugieran que en el caso del juego se encontrarán referencias directas, y en el de Sullivan habrá que hacer un refinado análisis. O de otra manera: la cuantiosa o la escasa mención es algo obvio que sirve para llamar la atención e iniciar una búsqueda más allá, de modo similar a que fijarse en el punto de la derecha del dibujo número 1 de Saint-Exupéry permite plantearnos que a lo mejor no estamos ante un sombrero. También parece obvio que es conveniente considerar que el hecho de que Berne mencione a un autor o un término, ya sean pocas o muchas veces, no implica su necesaria adscripción al mismo. Sirva de ejemplo su mención de Hitler en tres ocasiones (Berne, 1975c, p.181 y p. 502,

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