Adios al Amo

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propia. No llegaron a conocer, defender y actuar su deseo confrontando con Dios la absurda prohibición. No captaron las claves que el Señor les dio. No supieron leer en las supuestas contradicciones divinas. Dios les dio suficientes indicios para descifrar la paradoja pero ellos se quedaron en la obediencia. Ésta prevaleció sobre su deseo el cual ocultaron en su inconsciente hasta que Satanás lo develó, le sacó el velo. Si la desobediencia hubiese sido consecuencia de un acto reflexivo propio, sin la intervención de un tercero, Jehová no se hubiera enojado. De hecho, Adán y Eva hubiesen sido como dioses, creativos, amantes de sus creaciones, fecundos e inmortales porque lo creado por ellos perduraría para siempre. Ida sin vuelta Desde aquí el hombre comienza a transitar un camino sin retorno. El castigo que recibió la primera pareja no es, como se vio, todo lo anterior, sino algo mucho más duro: la expulsión del paraíso. Jamás se podrá retornar a lo perdido y eso perdido va a ser, en el futuro, la verdadera causa de todo deseo. De la misma manera que es imposible regresar al vientre materno, así de imposible es regresar a ese estado de completud en donde el deseo era inexistente. Para empeorar las cosas Adán y Eva no se contentaron con oír ese satánico discurso en sintonía con su deseo inconsciente. Cuando prestaron oídos a la voz del otro y transformaron el deseo de otro en deseo propio cometieron el primer pecado el que, como nadie lo había cometido antes, fue original. Fueron los primeros que “erraron el blanco” (pecaron). Y a partir de aquí mostraron, una tras otra, conductas irresponsables y de mala fe. No le dijeron a Jehová: “Si, estuvimos mal. Reconozco que yo quería comer esas manzanas, conocer el bien y el mal y enfrentarme con la muerte pero no quería fallarte. Tendría que haberte contado todo lo que pensé al respecto, haberme jugado, hacerte notar lo absurdo de tu prohibición. Pero le tenía miedo a tu enojo, a tu decepción y decidí obedecerte. Pero siempre desee esas manzanas...” No. Nada de lo anterior dijo Adán. No hubo admisión de responsabilidades. En cambio, utilizó una gran estrategia humana para sacarse de encima las responsabilidades: la culpa es del otro. “Yavé Dios replicó: [11].«¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol que te prohibí?» [12].El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio del árbol y comí.» [13].Yavé dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?» La mujer respondió: «La serpiente me engañó y he comido.»” No era necesario que el Creador le preguntara nada a Satanás quién, mientras reía, se quitaba su disfraz de serpiente: había ganado la apuesta y acababa de nacer el hombre de nuestros días. De aquí en más se establece la eterna lucha de un Dios que quiere hombres de verdad con ideas y discursos propios y capacidad de gozar con los logros y un Satanás que quiere poner su propio discurso para anular la creatividad natural del hombre. Miles de años más tarde va a tener que venir Jesús para restaurar en el hombre su capacidad de pensar por sí mismo. El resultado: lo crucificaron.

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